Cita con la dentista
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por pildorin.
Hace poco sentí molestias en uno de mis dientes, por lo que fui con mi dentista el viernes por la tarde. Por su alta demanda, cuenta con asistentes que atienden problemas menores mientras él atiende cirugías, endodoncias y operaciones más complicadas.
La señorita de la recepción llamó mi nombre y me hizo pasar al cubículo #2, en donde esperé un par de minutos y entró mi doctor con sus habituales prisas a revisar mi problema. Me recosté en el sillón y me colocó la típica tela azul y con unos guantes quirúrgicos revisó mi problema el que en dos segundos diagnosticó como una caries de fácil tratamiento, por lo que llamó a uno de sus asistentes y salió dejándome música instrumental de fondo. Apagué mi celular y me puse cómodo cerrando los ojos a la espera de su asistente, que como otras veces supuse sería algún recién graduado iniciándose en su carrera como dentista. Después de unos cinco minutos escuché la puerta corrediza abrir y cerrarse, y escuché el típico sonido metálico del instrumental odontológico acomodarse a la altura de mi oído derecho? sin abrir los ojos saludé y dí las buenas tardes extendiendo mi mano? para mi sorpresa una mano femenina me estrechó la mía, y me llamó por mi nombre. El gesto me sorprendió un poco considerando el código de ética de mi doctor, que acostumbraba a sus asistentes a ser respetuosos. Abrí mis ojos y tras el tapabocas médico unas gafas delgadas y cabello negro recogido quise reconocer un rostro que mostraba unas comisuras sonrientes y las características arruguitas en los ojos que se forman cuando se sonríe.. La plática en segunda persona continuó?. ?¿Cómo has estado? Hace muchos años sin verte? me dijo ella mientras acomodaba la luz a mi rostro.
De inmediato se me formó en mi mente su rostro y por fin la reconocí, Nadia, novia de un viejo amigo del bachillerato a quienes no veía desde entonces, habrían pasado casi diez años en que la vida universitaria nos separó y volvimos a encontrarnos en ese pequeño consultorio. Nadia no había cambiado mucho, en la escuela era muy popular por sus prominentes formas, y su glamour adolescente del que hacía gala en los días de preparatoria. Ella fue amiga de mi amigo Javier, y con ambos llevé una bonita amistad. Entre la plática obligada de preguntas sobre mi estado profesional y sentimental nos confesamos un par de amoríos y recordamos viejos tiempos, incluyendo mi amor en secreto que sentí por ella antes de que Javier mi amigo se ganara su corazón regalándole un costoso reloj de platino. Nadia siempre daba la imagen de niña ordenada, con carácter, siempre en los primeros lugares de promedio escolar e inmaculadamente organizada, verla tras su bata de doctor me tranquilizaba conociendo sus antecedentes en la escuela.
Cuando por fin comenzó a trabajar en mi boca y la charla tuvo que cesar, sentí una extraña sensación de tener sus dedos en mi boca, sin guantes, sus dedos desnudos acomodando un par de algodones a los costados de mi boca me supieron a desinfectante y un poco a su crema para manos, la sensación fue un tanto extraña, así como su mirada fija en mi boca y el diente que trabajaba con una especie de taladro neumático giratorio. De pronto Nadia lastimó un poco mi encía con uno de sus fierritos y mi reacción fue apretar lo que pensé era su pierna? ?perdóname, lo siento?.? -dijo- y limpió la poca sangre que me sacó con ese incidente? bromée con ella y la tensión desapareció? por la hora los pacientes se fueron retirando, mi doctor se asomó tras la puerta corrediza para despedirse de mi y dar a Nadia las instrucciones del cierre del lugar, por lo que nos quedamos solos. Al terminar Nadia guardó los instrumentos e hizo limpieza del cubículo, continuando con nuestra conversación de recuerdos y preguntas actuales, recostado no podía pasar por alto que los años no pasaron por ella, el espacio entre sus piernas delineaban unas nalgas perfectas y el característico espacio sexual delante se dibujaba perfecto bajo sus pantalones de enfermera.
Se quitó su bata y se sentó nuevamente a mi lado apoyando su antebrazo en mi pecho, de cerca podía sentir su respiración, oler su aliento, saborear un poco su perfume y la esencia de su cabello. Estuvimos en silencio un minuto que rompí diciéndole ?estos años te hicieron mas bonita? y fue algo tan espontáneo que no lo senti salir, me sonrió y me respondió cálidamente con un ?tu siempre fuiste guapo? acercándose más a mi acariciando con su mano y antebrazo mi pecho Como si tampoco se hubiera dado cuenta de lo que acababa de decir, Nadia fingió retirar la servilleta azul de mi pecho y se levantó de un brinco para abrir la puerta corrediza pidiéndome nos retiráramos? cogí mis cosas y me serví un vaso de agua para enjuagarme? fui hasta la puerta principal y esperé a Nadia para que quitara la cerradura. Por fin apareció y su cabello estaba suelto, libre y rebelde sobre sus hombros. Acomodó su bolsa y buscó unas llaves dentro de ella.
Al agacharse para quitar el pasador vi su escote y sus pechos, preciosos como hace diez años, tras de ella vi con descaro sus pantaletas de encaje rosas, y sentí una pequeña descarga en mi pene, pequeña, como la chispa que inicia el incendio? le ayudé a levantarse y la estiré a propósito hasta mí? con su espalda en mi pecho? con la clara intención que sintiera mi miembro? aunque se quedó en esa posición por unos segundos en seguida se retiró y abrió la puerta invitándome a salir? antes de ir a nuestros coches le pedí tomáramos una copa, Nadia me sonrió y me dijo que al día siguiente debía viajar a 2 horas de la ciudad, y debia levantarse temprano, me decepcioné un poco y no pude hacer menos que darle mi tarjeta y despedirme de ella con un húmedo beso en su mejilla, que me supo una vez mas a su perfume. Resignado a dormir solo por esa noche compré algo para la cena y me dirigí a mi departamento. Repentinamente la luz de mi celular se encendió y comenzó a timbrar. A pocas cuadras de mi departamento atendí la llamada, era Nadia, para decirme: ?¿te apetece viajar mañana por la mañana con una vieja amiga?? ?característico de Nadia, su elocuencia para proponer travesuras siempre me fascinó, le dije que sí? – ?haz tu maleta y ven a prepararme esa copa? ?me dio su dirección y en menos de lo que creí llegué al edificio de estudiantes donde vivía con sus amigas.
El lugar guardaba un aire minimalista, Nadia me esperaba sin maquillaje, en un camisón blanco y secándose el cabello con una toalla. En el balcón tenía un par de cojines orientales sobre un tapete y música extraña tranquilizante? puse mi maleta en el piso y la tomé de la cintura para recibir un inesperado abrazo de su parte? ?aquí no soy la doctora., prepárame algo que me haga relajarme?pasé a su cocina y le preparé una piña colada con 1 onza de bailey´s y otra más de malibú en un vaso grande de 1 litro. Ella me esperaba en el balcón en donde ya tenía unos platillos parecidos al menú de algún restaurante oriental. Tomó con ambas manos el vaso y bebió directo de éste sin usar la pajilla (popote). Sus cabellos volaron con el viento que soplaba suavemente desde el poniente, y cerrando los ojos disfrutó la bebida. Su camisón le daba gusto a mis ojos, Nadia entró a apagar todas las luces y regresó con una pequeña linterna de aceite que colocó al centro del tapete en donde nos sentamos. Destapó un platón con una ensalada hecha con tiras de pepino, surimi y una pasta japonesa deliciosa, preparada por ella. Nuestra conversación continuó y exploramos temas no propios de un par de amigos solamente, conforme terminaba su bebida sus ojos se tornaban cada vez más relajados, entrecerrándose con el viento? después de confesarnos todo lo que hicimos en estos años me enteré de su rompimiento con Javier mi amigo, quien le fue infiel con su mejor amiga, lo que rodó una lágrima disimulada con su hermosa sonrisa? aparté los platos y crucé el espacio entre los dos para darle un beso, regresé a mi lugar y me detuvo con su mano, me regresó a su rostro y me devolvió el beso en la boca, superficial como un beso dado por primera vez. Lo que escuché a continuación fue aún más intenso; ?cómo me dejé llevar por unos pinches regalos, debí hacerte caso a ti? ?un beso mas mezclado con sus lágrimas y bebida me indicó que sus palabras eran más un desahogo esperado que una simple declaración- ?siempre me gustaste, pero por estúpida me dejé llevar por lo material?.? Volvió a hundirse en un llanto más profundo y no pudo hablar más, con los efectos de varios vodkas en mí me abalancé sobre ella y comencé a besarla, en unos instantes me encontré con unos brazos que me abrazaban con locura, y un camisón para dormir que poco a poco fue cediendo terreno hasta subir por poco más arriba de su cintura?. ?vamonos para adentro?? al ponerla de pie noté dos puntitos bajo su pecho, señal inequívoca de su antesala al placer.
Su habitación, blanca y sin más que un colchón en el suelo y un par de cajoneras era en automático un pase a otro mundo, una especie de velo que colgaba del techo volaba con el aire que entraba por la ventana. Se dejó caer en la cama apoyándose en sus rodillas y girando a su izquierda esperando por mi? ?ponte más cómodo? sin pensarlo otra vez quedé en boxers, cai a su lado y la humedad de los besos continuó y Nadia se montó sobre mi, mi reacción no se hizo esperar y le respondió bajo sus pantaletas que se encontraban contra la pequeña abertura de mis boxers. Con cada movimiento sentía su creciente humedad vaginal, bajo su camisón subi lentamente hasta llegar a sus pechos, sudados y ardientes como un par de bolas de fuego, suspiró y se lo quitó de una vez, saltaron al aire un par de increíbles pechos firmes y jugosos que apreté con mis manos completas.
Nadia bajó mis boxers y saboreó mi guerrero?Con mis dedo busqué estimularla despacio, y me facilitó la tarea separando sus piernas, un pubis evidentemente depilado quedó bajo mi mano derecha que con cuidado reconocía el terreno poco a poco, justo en el punto donde mi dedo anular se dobló encontré el punto para hacerla estremecer, punto que confirmé por sus gemidos y su expresión de doloroso placer, con una de sus manos acarició mi boca hasta introducir (por segunda vez en ese día) sus dedos, que mordí y saboreé como un manjar, con su otra mano acariciaba todo mi órgano que resbalaba en su boca entre su saliva y mis fluidos.
Nadia se montó sobre mi exponiendo sus glúteos en mi rostro, deduje enseguida que mi tarea era retribuirle el favor y aventé la almohada para quedar bajo de Nadia? una abertura húmeda y ardiente aterrizó en mis labios, y mi lengua penetró por sus paredes, alcalinas y estrechas como una boca negándose a un beso? Nadia aceleró su ritmo provocando en mí continuar con mi lengua que se adormecía entre sus pliegues, fluidos entraban a mi garganta como lava hirviendo y escurrían por mis mejillas encerrándome en una cápsula de su esencia, su olor, su sabor? incontenible Nadia dio la vuelta y se montó sobre mi con un beso salvaje y violento cuando lo asimilé, me encontré penetrando a Nadia, en un lento recibimiento que culminó en un acople perfecto entre su intimidad y mi atrevido mástil, el ritmo lento la obligaba a esperar, como un tren de vapor que inicia su marcha, apretaba mis manos y después sus melones, que podían perforar un muro de tan endurecidos?. Con un ritmo cada vez mayor, Nadia convertía su sufrimiento en una sonrisa que no le conocía, una alocada carrera de sentadillas la enloqueció aun más arrancándole suspiros profundos y cada vez más audibles?.
Entre mis manos chocaban sus glúteos contra mis piernas, el sonido de nuestras pieles encendía mis llamaradas, un pequeño arete en su ombligo sonaba un distante chasqueo metálico con el movimiento de su cuerpo, varias veces su vigorosa faena hizo salirme, lo que me excitaba más cada vez que lo acomodaba para volver a empezar, lento, estrecho y caliente como un meteorito chocando en la tierra.
Nadia no se detuvo ante nada, empapados en sexo continuamos, Nadia llegó a su éxtasis sexual y aguanté inmóvil para lentamente recostarla y continuar sobre ella así hasta llegar mi final? del que le dí aviso por no llevar protección? me separé y descargué mi chorro en su vientre, uno tras otro 8 expulsiones cargadas de lava explotaron por todo su vientre y pechos? Nadia lo untó con sus manos por todo su torso y se chupó los dedos recostada boca arriba… al amanecer bese su rostro dormido y contemple por ultima vez su cuerpo desnudo, para recordarlo hasta estos dias…
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