Completamente desnuda le pregunté al chico de la limpieza ¿Tú no eres maricón, ¿verdad? Entonces que esperas cógeme pendejo.
La dueña de una tienda, le pide a uno de sus empleados que le lleve una caja de comida hasta su casa, él llega justo cuando ella salió de la ducha, y como su marido se la pasa borracho decide ponerle los cuernos con el chico..
Un cierto día, después de que cerré nuestro negocio de venta de alimentos y bebidas, recogí algunas cosas que hacían falta en casa, las coloqué en una caja, y le ordené a uno de los chicos que trabajan para nosotros que, al él terminar de limpiar, me llevase la pesada caja a mi casa.
Mientras soñaba despierta, con tener un marido como uno de los galanes de las novelas de la televisión, y no al borrachón de mi esposo.
Al llegar a casa muerta de calor, ni tan siquiera entré a mi cuarto, sino que en el mismo baño me quité toda la ropa, y rápidamente me metí en la tina del baño, donde comencé a darme una refrescante ducha.
Después de que me enjaboné todo mi cuerpo, agarré uno de los embaces de champú, y tras observarlo por unos instantes, al ver su forma larga y gruesa, lo encontré semejante al miembro de un hombre.
Sin pensarlo mucho, me acosté en la tina y me lo comencé a pasar primero por entre mis piernas, después sobre mi clítoris, imaginándome que se trataba de la verga de alguno los actores de cine.
De golpe comencé a introducirme el frasco de champú completamente dentro de mi caliente coño, una y otra vez.
Hasta que logré disfrutar de un mezquino y miserable orgasmo, dentro de la bañera, donde me quedé acostada dentro del agua, por un buen rato, con mis piernas bien abiertas, hasta que casi me quedo dormida.
Después de ese refrescante baño, al entrar a nuestra habitación, encontré a mi esposo como de costumbre, tirado en la cama durmiendo la borrachera de turno.
Eso también como de costumbre me molestó, pero lo dejé tranquilo, porque si lo despierto se pone a llorar y a decir un sinfín de estupideces, y en ocasiones hasta me ha acusado de serle infiel, falsamente.
Así que como tenía algo de hambre, después de medio secarme, únicamente me envolví en mi toalla y me fui a la cocina, tal como salí de la bañera, para prepararme algo de cenar.
Ya estaba a punto de prender la estufa, cuando tocaron la puerta de la calle, realmente ni me acordaba que le había dicho al chico de la limpieza que me trajera la caja con las cosas que separé.
Así que tal y como me encontraba me dirigí a la puerta de la calle, y al asomarme para ver quién era, fue en ese instante que me acordé de lo que le había ordenado al chico de la limpieza, que cargando la pesada caja.
Así que, sin pensarlo mucho, abrí la puerta y le ordené que me siguiera a la cocina, no me había dado cuenta, pero la manera en que él, me estaba viendo, se le notaba que estaba impresionado.
Yo como ya les dije no me di cuenta al principio, pero cuando le ordené que comenzara a poner las cosas sobre la mesa de la cocina, para guardarlas en la nevera.
En ese momento me di cuenta de que se encontraba, muy turbado, mejor dicho, más turbado que de costumbre.
No quitaba sus ojos de mí, por lo que estuvo a punto a romper un frasco de conservas, y al observarlo detenidamente y darme cuenta la manera en que me estaba viendo.
En ese instante me di cuenta de que, a pesar de no ser una jovencita, y de no tener una esbelta figura, el chico le agradaba lo que él estaba viendo.
Además, soy bien alta, para ser mujer, mido un metro ochenta, lo cierto es que la pequeña toalla, apenas me cubría parte de mis tetas, y parte de mis nalgas, quedando un espacio abierto en el que sin mucho esfuerzo se podían ver mis caderas.
No sé cómo se me ocurrió en ese instante, jugarle una broma al chico, hacerle una pequeña maldad así que, dándole la espalda, dejé que accidentalmente unas papas cayeran al piso.
Por lo que sin decir nada, separé algo mis piernas y me incliné lo suficiente mientras recogía lentamente las papas una a una, dejando que el pobre chico me viera algo más que mis nalgas.
Al terminar de recogerlas, al enderezarme y ver su rostro, me decía todo, realmente el chico estaba impresionado, yo creo que, hasta esos momentos, a pesar de que tiene como unos 18 años, nunca había visto tan de cerca el culo y parte del coño de una verdadera mujer.
Mientras me le acercaba, me le quedé viendo fijamente a los ojos, y le pregunté que le sucedía que, si se sentía mal, y el pobre tratando de ocultar su erección con sus manos, nada más me dijo tartamudeando. “No…, no…, no…, seño…, seño…, señora es que…”
Y nuevamente comenzó a tartamudear más todavía. “Es que…. Yo… yo…” y no dijo más nada.
Justo en ese momento, sin que yo lo hubiera pensado, o premeditado, la pequeña toalla que me cubría, se me zafó, deslizándose hasta el piso de la cocina.
Quedando yo completamente desnuda, frente a mi joven empleado, en ese instante fui yo la que me sentí algo avergonzada.
Pero a la vez, al ver en su rostro, la grata impresión que le había causado, me sentí llena de vida.
Fue cuando esos deseos de estar con un verdadero hombre que, por años, había sustituido con alguna botella de champú, explotaron dentro de mí.
Sabía que, si dejaba que él tomase la iniciativa, no iba a suceder nada, así que lo tomé por los brazos, y tal como me encontraba lo llevé a al cuarto de planchar, y lo tiré sobre un gran montón de ropa sucia.
Él se quedó tal y como lo tiré, de inmediato desesperada, yo le comencé a bajar los pantalones, y una vez que lo hice junto con sus interiores, surgió su erecto miembro, el que el pobre chico con cara de estar muy asustado, trataba de ocultar torpemente con sus manos.
Para serles franca, estaba deseosa de sentir esa verga dentro de mi mojado y caliente coño, por lo que retirando sus manos le pregunté “¿Tú no eres maricón, ¿verdad?” A lo que él sin dejar de tartamudear me respondió que no.
Por lo que le continué diciendo. “Entonces que esperas cógeme pendejo.” Yo sin esperar que él hiciera algo, agarré su caliente y dura verga con una de mis manos, y la dirigí directo a mi húmedo y bien lubricado coño.
Sentí deliciosamente como ese caliente pedazo de carne comenzaba a penetrarme, el rostro del chico cambió, su manera de mirarme fue otra, y sentí en ese instante como sus brazos rodearon mi cuerpo, y como su boca se prendó de una de mis tetas.
Para ser primerizo, lo hizo de lo mejor, por un buen rato nos revolcamos sobre la ropa sucia, a medida que su miembro entraba y salía de mi peludo y caliente coño, yo movía mis caderas buscando sentir un mayor placer.
Cuando finalmente ambos disfrutamos de un tremendo éxtasis, yo en lo particular disfruté de un orgasmo de verdad, verdad, como hacía muchísimos años que no disfrutaba.
Por un corto rato nos quedamos tendidos sobre la montaña de ropa sucia, cuando se me ocurrió ir por una segunda ración de ese buen pedazo de carne que tanto me había gustado.
Por lo que sin decirle nada a él, agarré su mustia verga, y como si fuera algo de lo más normal, comencé a manoseársela, y a los pocos segundos me la llevé a la boca, para comenzar a mamársela, hasta que en cosa de segundos su verga se tonifico.
En medio de mi excitación le pregunté si quería metérmelo por el culito, a lo que él, sin pensarlo dos veces respondió que sí.
A medida que me lo metía por el culo, yo agarré una de sus manos y la llevé hasta mi coño, donde sus dedos, a medida que su verga entraba y salía de entre mis nalgas.
Exploraban toda mi vulva, apretándome divinamente mi clítoris una y otra vez hasta que nuevamente volví a disfrutar de otro salvaje orgasmos.
Cuando finalmente él volvió a venirse, pero dentro de mí culo, nos quedamos quieto por un largo rato.
Al levantarnos, lo primero que se me ocurrió decirle fue. “Si le cuentas a alguien lo que ha pasado, yo le diré a todo el mundo que tú me violaste, y después le pago a alguien para que te mate.”
El pobre chico, no dijo ni Jota, en silencio se vistió, o mejor dicho se subió sus pantalones, y con la mirada clavada en el piso se quedó callado, hasta que le dije. “Ya sabes no hables de esto con nadie, mañana te veo en el supermercado.” Pero justo antes de irse, le di un fogoso beso de despedida.
Al regresar al cuarto y ver al borrachón de mi esposo, que continuaba tirado en la cama, le dije mentalmente. “Vez cabrón lo que pasa por estar borracho todo el día.”
Después sin remordimiento alguno me di otra buena ducha, para después dormí plácidamente, como hacía mucho tiempo que no lo hacía.
Desde ese día el chico de la limpieza se convirtió en mi amante, siempre con la excusa de que me llevase algo a casa, nos veíamos, y al poco tiempo, mis deseos y exigencias eran más y más fuerte.
Al punto que ya no esperaba llegar a casa, sino que, dentro del mismo almacén del negocio, al cerrar lo esperó completamente desnuda, y nos revolcamos sobre los sacos de arroz, azúcar.
En ocasiones me pongo algo ociosa así que dejo que él me empuje algún pepino por el coño, al tiempo que me está dando por el culo.
Mientras tanto yo disfruto de la compañía de él, y de un nuevo chico al que contraté, para que se encargase de limpiar mientras que mi amante lo puse a despachar las carnes.
Pero recientemente, después de cerrar, como de costumbre, nos encontrábamos acostados dentro del almacén, sobre los sacos de azúcar, y me olvidé de que el nuevo chico de la limpieza se encontraba limpiando.
De momento cuando mi amante estaba por clavarme su verga, me di cuenta de que el nuevo chico, nos observaba con la boca bien abierta.
Sin decir nada me levanté, completamente desnuda, me acerqué donde él estaba de pie viéndonos, en medio del pasillo de las carnes.
Sin mucho esfuerzo de mi parte le bajé los pantalones, y de inmediato emergió su erecto miembro, al que sin ninguna oposición de su parte me dediqué a mamar, casi de inmediato, mi amante se colocó tras de mí, y me empujó su verga por mi deseoso coño.
Por un rato en medio del pasillo, nos quedamos haciendo eso, hasta que de momento se me ocurrió que dejar que uno me lo metiera por dé tras, mientras que el otro me enterraba su rica verga en mi coño.
Hoy en día, el estar compartiendo con esos dos chicos, me han hecho que yo vuelva a ir a la peluquería, que me pusiera adelgazar, y me vista de manera más joven.
Mi marido, bien gracias, como de costumbre borracho y ahora más cornudo que nunca. Pag.
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