Con Laurita, de ocho años (segunda parte)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Ders.
Primera parte: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-26506.html
Cuando desperté ya era de noche y estaba oscuro todo. Estiré mi mano para encender la lámpara de la mesita junto a mi cama y pude ver a Laurita, todavía profundamente dormida y abrazada a mi. Yo estaba boca arriba y ella de lado, con su cabeza recargada en mi hombro y sus piernas envolviendo una de las mías. Acaricié su pierna con mi mano libre y me entró un morbo enorme otra vez, sintiendo el calor de su cosita en mi pierna y el roce de sus pezoncitos contra mi cuerpo. Se veía preciosísima y totalmente indefensa y mi verga se puso dura de nuevo, a pesar de todo lo que habíamos hecho en la tarde. Acaricié su mejilla y le di un beso rápido en la frente, despertándola.
-Ya es noche Laurita -le dije.
-¿Cuánto me dormí? -preguntó, con voz débil y con los ojos apenas abiertos.
-No sé, un buen rato. Yo también me dormí, acabo de despertar.
-Hm…
Se reincorporó un poco y puso una expresión de sorpresa al ver que estaba completamente desnuda. Intentó cubrirse pero luego se detuvo y se quedó pensativa mirándome, como preguntándose si enserio habíamos hecho lo que hicimos, y después de unos segundos me sonrió y se acercó a darme un beso en la mejilla.
-Me gustó mucho lo que hicimos -me dijo.
-A mi también me gustó mucho Laurita.
Me acerqué a ella y le planté un delicado beso en los labios, mordiendo un poco su labio inferior y tomándola de la cintura.
-¿Somos novios? Mi mami dice que la gente se besa cuando son novios.
-Pues no sé, princesa. ¿Quieres ser mi novia? -le pregunté.
Ella se sonrojó y asintió, sonriendo.
-Entonces eres mi novia, Laurita.
Esta vez ella fue quien se acercó y me dio un beso en los labios. Intentó imitar la mordida que yo le di en su labio inferior, poniéndome a mil y haciendo que mi verga se levantara todavía más. Bajé mis manos y apreté sus nalgas, provocando que apartara su cara un poco de mi y soltara un suspiro.
-¿Entonces qué fue lo que te gustó más?
-Todo. Nunca… nunca me había sentido así. Cuando metiste tus dedos y tu cosa en mi…
-¿Aquí? -le pregunté, separando sus nalgas con mis manos y metiendo la punta de mi dedo medio en su culo. Se sentía apretado y caliente, pero mi dedo entraba con facilidad.
-Ahh… sí…
Metí un la punta del índice también, encontrando un poco más de resistencia pero todavía entrando muy fácil. Los metí hasta la mitad y empecé a meterlos y sacarlos lentamente. Laurita cerró los ojos, gimiendo un poco, y luego los abrió y me sonrió. Desvió su vista a mi verga y la tomó con su mano, masturbándome con delicadeza, y se inclinó para pasarle la lengua por la cabeza.
-También me gustó mucho chupar tu…
-Mi pene. También le puedes decir verga.
-¿Verga?
-Ajá. Es otro nombre para el pene de un hombre.
-Hm. Bueno, también me gustó mucho chupar y lamer tu verga. Sabe como salada pero está muy rica.
Lo dijo con la sonrisa más inocente del mundo y toda la sangre abandonó mi cerebro en un segundo. Sentí que se me iba todo el cansancio y aceleré el ritmo de mis dedos en su anito.
-¿Quieres chuparla más Laurita?
-Ah… Sí…
Se inclinó de nuevo y empezó a lamer la cabeza tímidamente, pero en unos segundos ya tenía la mitad de mi verga metida en la boca, chupándola y envolviéndola con su lengua con todo el afán del mundo. Yo continuaba abriendo sus paredes internas con mis dedos y acariciaba su cabeza con mi otra mano, empujándola para que me tomara hasta la garganta, procurando no lastimarla.
-¿Y mi semen, Laurita? ¿Te gusta mi semen?
-Sí-dijo, sacándosela de la boca por un momento y tomando aire-… está riquísimo…
-Sigue y te doy más… Ya casi sale.
Siguió chupando por un rato hasta que sentí que estaba a punto de terminar. Empujé su cabeza hacia abajo y descargué toda mi corrida en su boquita. Todavía solté demasiado, pero ella no se detuvo y siguió hasta que salió todo, tomándoselo todo sin sacar mi verga de su boca y limpiándomela entera con su lengua.
-Mmm…
Saqué mis dedos de su culito y me puse de pie.
-Bueno, vamos a cenar algo. Ya es tarde y recuerda que tienes clase mañana.
-Bueno -dijo, levantándose.
Caminó hasta la esquina, donde tenía la mochila con su ropa y empezó a sacar sus cosas para vestirse.
-Déjame ver qué trajiste.
Sacamos toda su ropa de la mochila y la acomodé sobre la cama. Había vestiditos, blusas, faldas, shorts y una colección de ropa interior que me daban ganas de hacer que la modelara toda para mi. Ella empezó a tomar lo que se iba a poner y se me ocurrió una idea.
-¿Me dejas vestirte Laurita?
-¡Bueno! -contestó ella sin dudarlo.
Vi todas sus cosas y le dije que se sentara en la orilla de la cama. Me arrodillé y le puse unas calcetas blancas que le llegaban casi a las rodillas, besando sus muslos mientras las subía, causándole cosquillas. Luego la paré y le puse unas pantaletitas blancas de algodón, casi una segunda piel sobre su delicioso culito. Las estiré un poco hacia arriba para que se marcara bien la línea de su cosita y la división de sus perfectas y redondas nalgas. Acerqué la cara a su vagina e inundé mis fosas nasales con el olor de los fluidos que había soltado durante nuestra corta sesión de hacía unos minutos y le di un beso por encima de la tela, provocándole soltar un gemido y una risita nerviosa.
Me puse de pie y la cargué como princesa en mis brazos para llevarla al piso de abajo.
-¿Y lo demás? -me preguntó echando sus brazos alrededor de mi cuello.
-¿Qué cosa?
-La demás ropa. Nada más me pusiste mis calcetas y mis calzoncitos.
-¿Te molesta quedarte así? Es que me encanta tu cuerpo Laurita. Me gusta cómo te ves así desnuda. Estás preciosa -le dije y le di un beso en los labios.
-Bueno, así puedo estar si quieres -me dijo con una sonrisa embobada cuando despegué mis labios de los suyos.
Bajamos y cenamos un poco del espaguetti con pollo que había sobrado de la comida de la tarde y vimos televisión un rato antes de subir de nuevo a dormir. Durante todo el rato no le quité las manos de encima, sentándola en mis piernas, pellizando sus pezones, dándole nalgadas leves, frotando su vagina y su culito por encima de su ropa interior, besándola de sorpresa, cargándola, mordiendo su cuello y los lóbulos de sus orejas, pasandole mis manos por todo el cuerpo y todo lo que se me ocurría hacerle. Me embriagaba la sola idea de tener a una niñita tan hermosa y tan pequeña completamente a mi disposición, para usar su cuerpecito de ocho años y experimentar con ella a mi antojo. Ella se dejaba manosear encantada, muy emocionada por la idea de "tener un novio y hacer cosas de novios con él", disfrutando conmigo de descubrir nuevas sensaciones con su cuerpo.
Cuando subimos a dormir, le quité la pantaleta (ella sólo se dejaba hacer, acostadita en la cama sonriéndome) y me acosté con ella. Tenía ganas de cogérmela de nuevo ahí mismo, pero tuve que mantener la compostura para hablar con ella de un tema en el que ni siquiera había tenido tiempo de pensar.
Nos eché una cobija encima (ya estaba empezando a hacer frío y se podía escuchar que estaba lloviendo fuera) y la abracé contra mi. Ella apoyó su cabeza en mi pecho y suspiró muy profundo. Podía sentir todo el calor que irradiaba su pequeño cuerpo y le susurré al oído.
-Laurita…
-¿Hm?
-Voy a pedirte que no le digas a nadie de esto.
-¿De qué?
-De las cosas que hacemos y de que somos novios. Podemos meternos en problemas porque yo soy tu maestro y tú mi alumna, y se supone que no debemos de hacer nada de esto.
-¿Por qué?
-Pues no sé, Laurita, pero la gente cree que está mal. Si dices algo me podrían despedir en la escuela y ya no nos veríamos nunca.
Yo sabía que las consecuencias serían mucho peores pero no quise entrar en detalles con ella. Ella puso cara de susto y me abrazó muy fuerte.
-¡No! Yo no le digo a nadie. Mi mami también me regañaría y me castigaría si supiera, ella siempre me dice que no tenga novios hasta que cumpla 18 años.
-Bueno, entonces estamos de acuerdo -le dije, acariciando su mejilla-. Cuando tu mami llegue, si te pregunta qué hicimos tú le vas a decir que vimos mucha televisión y que yo te ayudaba con cosas de la escuela. Y que tú dormías aquí y yo en el sofá de abajo. ¿Ok? Nada de lo que hicimos en realidad.
-Sí -contestó sonriendo.
-Vamos a dormir ya entonces. Es muy tarde.
-Oye… -me dijo antes de que apagara la luz.
-Dime, princesa.
-¿Me puedes…?
-¿Hm? ¿Qué necesitas?
-Lo que me hiciste en la tarde… Que me metiste tu… Tu verga…
Sentí una oleada de excitación recorrer todo mi cuerpo. ¡Una niña de ocho años me estaba pidiendo que tuviera sexo anal con ella! Y una niña tan preciosa y deliciosa como Laurita. Era un sueño hecho realidad y la confirmación de que sí le había gustado hacerlo conmigo. Decidí jugar con ella y sacarle todo el jugo posible a la situación.
-¿En la boca?
-No… Por atrás…
-Ahh, ya. ¿Tienes ganas?
Ella estaba roja como un tomate y escondía su cara en mi pecho para evitar verme a los ojos.
-Es que me tocaste mucho y…
-Ok, ok.
Levantó su vista y me miró con sus ojos iluminados.
-Pero lo que pasa es que estoy muy cansado. ¿Puedes ponerte arriba de mi y metértelo tú?
-Hmm… Bueno, pero dime cómo.
Nos quité la cobija de encima y mi verga, que había estado erecta desde que nos levantamos, se sentía a reventar y estaba durísima.
-Mira, ponte aquí así, como arrodillada. Ajá… Queda sentada en donde está mi verga, con tus piernas separadas y tus rodillas fijas una a cada lado mío. Muy bien. Levanta tus nalgas un poco.
Estaba en una posición de cowgirl perfecta encima de mi, con mi verga rozando sus nalgas. La tomé de la cintura mientras levantaba su culito un poco, esperando la siguiente instrucción.
-Ahora quédate así y pasa una mano para atrás. Agarra mi verga y guíala para que entre a tu culito.
-¿Mi qué? -preguntó con expresión de confundida. Caí en cuenta de que quizá nunca había escuchado la palabra. Pensé en cambiarla por una que entendiera mejor, pero decidí mantenerme con esa. Me gustaba y excitaba más la idea de usar palabras así, más fuertes, con ella.
-Tu culo, princesita. Así se llama. Tu agujerito.
-¡Ah! Bueno -dijo, obedeciendo la orden.
Tomó mi verga y fue bajando poco a poco, pasándola en medio de sus nalgas hasta que dio con su objetivo.
-Ahí está. Ahora baja, para que entre… Así…
Poco a poco se fue sentando sobre ella hasta que entró completamente. Todavía no podía creer que la pudiera contener toda adentro de un cuerpo tan pequeño. Su expresión se transformó de inseguridad a placer puro y soltó un suspiro de satisfacción cuando llegó hasta la base. Estaba apretadísimo y muy caliente adentro y yo sentía que iba a terminar inmediatamente, pero me controlé como pude para que ella lo disfrutara tanto como quisiera.
-Mmm… Muy bien, princesita. Ahora sube y baja, para que entre y salga de ti y se sienta mejor.
Ella obedeció al instante, subiendo y bajando lentamente al principio, pero tomando cada vez más velocidad, sosteniéndose con sus manos atrás, posadas sobre mis piernas. No podía creer que le estuviera tomando el truco tan rápido; después de un rato me estaba montando con el ritmo de una actriz porno, una niña tan bella y pequeña, bañada en sudor y con el cabello sobre su cara. Yo tenía una mano en su cintura y con la otra usaba mi pulgar para estimular su pequeño y escondido clítoris, y periódicamente sentía espasmos en su interior que asumí que eran señales de que se acercaba al orgasmo. Unos minutos después, sentí que me apretaba todavía más y ella se mordió los labios para evitar gritar, su cara roijísima, cuatro o cinco espasmos sacudieron su cuerpecito entero y se dejó caer sobre mi, con mi verga todavía dentro de ella, habiendo terminado al fin un intenso orgasmo.
Se veía exhausta, pero yo no había tenido suficiente y ya no tenía control sobre mi cuerpo, y tenía la vista puesta en el único lugar de su cuerpo que me faltaba conquistar.
Saqué mi verga de adentro de ella y la puse boca arriba sobre la cama. Ella estaba manipulable como muñeca de trapo y sólo me veía, todavía recuperándose y apenas consciente de lo que estaba pasando.
-Ahora te voy a hacer mía completamente Laurita.
Le separé las piernas y la hice mantenerlas separadas y levantadas.
-¿Qué… qué me vas a hacer?
-Voy a hacerte el amor, mi princesita. Lo que hemos hecho, meterte mi verga en tu culito, eso se llama sexo anal. Pero también se puede hacer con tu cosita -le dije, recorriendo toda su rajita con un dedo. Estaba inundada de fluidos y llevé el dedo a mi boca para saborearlos.
-¿Y… duele? -preguntó asustada, viendo la diferencia de tamaños entre su pequeña vaginita y mi erecto miembro.
-¿Te dolió hacerlo por atrás?
-Pues… sí, primero sí, mucho… pero después se me pasó…
-Es lo mismo aquí. Y yo digo que te va a doler menos. Tú aguanta, vas a ver que igual te va a gustar mucho.
Vi inseguridad y un poco de miedo en su carita, pero también curiosidad. Y de todos modos no me iba a detener a esas alturas. Me puse en posición, colocando la cabeza de mi verga en la entrada de su vagina y empujé, tan suave y lento como pude, que no era tanto considerado lo excitado que estaba. Me apretaba delicioso y llegué al punto donde sentí su barrera tapar el paso. Di un empujón más y Laura gritó de dolor, y la sangre comenzó a fluir poco a poco. Me detuve ahí y entré muy lento, hasta que ya estaba casi a la mitad. Me conmovió verla llorando y bajé mi cuerpo sobre el de ella, quitando los mechones de cabello de su rostro. Limpié sus lagrimas y le di un beso en los labios y otro en la mejilla, acariciando su cabeza.
-Tranquila princesita… no pasa nada, aquí estoy yo… no pasa nada… ¿estás bien? ¿te estoy lastimando mucho? Puedo parar si quieres…
-Me duele mucho… pero… sigue… -me dijo con voz baja y una sonrisa débil- se está empezando a sentir… como cosquillas, adentro…
Sus palabras me animaron y reanudé la carga, lento pero seguro, hasta que sentí que ya estaba completa adentro de ella. La dejé adentro por unos minutos para que se acostumbrara al tamaño, mientras le hacía cariños a Laura, le explicaba que los novios que se querían mucho siempre hacían las cosas que estábamos haciendo y la calmaba, hasta que dejó de lastimarla y paró de llorar.
-Ya voy a empezar a moverme. Dime si te duele mucho. Recuerda que paramos cuando tú quieras, mi princesa.
Ella asintió y comencé el asalto. Era una sensación que simplemente no se podía comparar con las veces que lo había hecho con una mujer de mi edad. Incluso aunque no lo estuviera haciendo tan duro como con otras mujeres, lo apretado y caliente de su virginal vaginita de niña me causaba un placer enorme y la idea de que siendo tan pequeña hubiera aceptado entregarse así a mi añadía más a las sensaciones que estaba experimentando. Mantenía un ritmo delicado y suave pero firme, besando sus labios y su cuello y acariciando todo lo que mis manos alcanzaban. Ella tenía sus brazos rodeando mi cuello y me miraba fijamente. Era todo más personal y directo que las formas en las que la había penetrado antes, procuraba transmitirle seguridad y confianza a cada paso y enserio sentía estarle haciendo el amor a tan perfecta pequeñita.
Finalmente sentí que mi orgasmo se acercaba y empecé a penetrarla más rápido. Ella se aferró con más fuerza a mi y cerró los ojos, seguramente adivinando lo que estaba a punto de pasar, y tras unos segundos al fin vacié mi semilla dentro de ella. Era aún más intenso que cuando había terminado en su boca o en su culito, con cada chorro precedido por una intensa ola de placer viajando por todo mi cuerpo. Ella tenía nuevos espasmos y apretaba mi verga con más fuerza, e inferí que estaba teniendo también un potente orgasmo.
Saqué mi verga ya flácida de su dilatada entrada y me le quité de encima para no aplastarla con mi peso, recostándome boca arriba.
Ella se me subió encima sin decir nada y me plantó un largo beso, imitando todos los movimientos de lengua y mordiditas que yo había usado en ella antes. Me sonrió y cerró los ojos, quedándose dormida rápidamente acostada sobre mi. Yo la abracé y me quedé dormido en pocos minutos también.
Al siguiente día me despertó la alarma. Laurita seguía dormida encima de mi y la moví para que despertara también. Bajamos y le preparé el desayuno, dejándola todavía completamente desnuda excepto por sus calcetas, mimándola y metiendo un beso y una caricia aquí y allá, dándole de comer en la boca y consintiéndola tanto como podía. Me puse ropa mientras ella se lavaba los dientes y luego insistí en vestirla para la escuela, todavía manoseándola a cada oportunidad, y le planté un beso en su cosita antes de subirle las pantaletas. Ella sólo se reía y me miraba con ternura, animándose en ocasiones a acariciar mi verga por encima de mi pantalón. Le puse su uniforme y sus zapatitos escolares y, dándole un último beso, le recordé que no le dijera nada de lo que había pasado a nadie y que me tratara normal, como su maestro, frente a la gente. Ella asintió y salimos hacia la escuela, mientras yo pensaba en todo el tiempo que me quedaba para disfrutarla y planeaba más cosas para hacerle a mi nueva noviecita.
Un genial capitulo. Espero que su autor decida continuarlo de nuevo y ver las aventuras de este maestro y su querida Laurita.
Es una historia fantástica. Ojala aparecieran más aventuras entre este maestro y su querida Laurita.