Confesiones de la Titi
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
CONFESIONES DE LA TITI, LA “PUTA BLANDITA”
Muchos cuentan sus experiencias sexuales en esta página, y como leí algunas, me animé a escribir confesando las mías.
Nunca lo he hecho antes, pero ahora ya no tengo vergüenza en hablar de mí.
Me llamo, o me llaman, la Titi, por Cynthia, y ahora otras cosas más degeneradas que iré contando, y me conocían como “Titi la Puta Blandita” por mis tetitas carnuditas y blandas.
Tengo ahora 75 años, me desvirgaron a los 14 años, cuando yo era una pendeja hippie calentona, tenía varios “novios” y nos mamábamos con birra y hacíamos cama redonda, yo llegué una noche a ser poseída por siete pibes y no me quedé preñada de pura suerte, porque estaba fértil y me llenaron de leche.
Entonces me pusieron “Titi, la Puta Blandita” y yo estaba orgullosa de ese nombre y de ser así.
Soy delgadita, mido 1.60 y peso unos 50 kilos, blanca, tiernita de carnes, rubia y bocona.
Me encanta mamarme con vino y me pongo en pedo alegre siempre.
Yo cuando era pendeja usaba ropas largas de hippie, sin tanga ni corpiño debajo, transparentes, se me notaban las tetitas puntudas, nunca las tuve grandes, pero eran tiernitas y gustaban mucho y por eso era la elegida para las cojidas por todos los pibes amigos, y yo aprendí a gozar y entregar mi conchita y mi culito a todos, que por eso se me puso marrón de tanto estirarse para que me entraran pijas.
Hablo cochina, siempre lo fui, y ahora mucho más, como les voy a contar.
Nunca me casé, siempre me gustó tener machos variados y no depender de nadie, cojía y punto.
Tuve muchos “novios”, pero como cojía como una demonia con todos los que me buscaban, muchas veces me había hecho coger hasta por 15 machos en una sola noche bien borrachita, y como no quería quedar de preñe y nunca cojí con forro sino “a pija pelada”, usaba hasta hace poco un dispositivo para no preñarme.
Ahora, desde los 55 años, ya no soy fértil y no me lo pongo más, pero siempre estoy deseando recibir una buena pija que me haga acabar a los alaridos como cuando era una pendeja calentona.
Dediqué mi vida a trabajar poco y gozar mucho, estudié, pero siempre que me cojían me regalaban platita para vivir bien, junté platita y a los 55 años decidí irme a vivir a la costa, a una playa tranquila y me hice una casita a dos cuadras del mar, un solo ambiente con una cama grande, baño y cocina.
El primer verano que me fui a vivir ahí, sola, a mis 55 años, me gustaba el mar pero pronto empecé a extrañar no tener machos que me cojieran y me hacía unas tremendas pajas, añorando sentirme invadida de una buena pija.
Así soy de puta.
Cuando llegó diciembre y el calor, me ponía una tanga amarilla diminuta y un corpiñito que me dejaban casi desnuda cuando me metía al mar.
Se me salían parte de mis tetitas, me gustaba mostrarme cojible.
Siempre me gustó excitar, soy exhibicionista.
Y ahí ese verano empezó lo que ahora voy a contar.
Una mañana a eso de las 11 yo estaba en el mar nadando hasta bien adentro, cuando un chabón se me acercó por atrás y me agarró las tetitas.
No le vi la cara pero no me enojé, al contrario, me gustó saber que todavía calentaba a los machos, y lo dejé apretármelas como me gusta.
Como vio que le daba bola, me agarró de la cintura y me sumergió arrastrándome hasta el fondo, me dio vuelta y me apretó con las piernas, debía ser un macho enorme, y me buscó la boca así, sumergida.
Me gustó.
Dada vuelta, lo agarré yo de los pesones y se los tironié fuerte, yo sabía que eso a los machos los excita, y no me equivoqué.
Nos hundimos así, abrazados, y le sentí el bulto como una piedra contra mi pancita y mis muslos.
Me abrió la boca y me metió lengua hasta el paladar, yo deseando que me diera la pija espantosa que le sentía entre las piernas, y quise que me cojiera ahí mismo, abajo del agua, nunca me lo habían hecho y fantaseaba con una cojida así.
El machote no me soltaba, me había sumergido completamente, y ahí abajo me arrancó el corpiño y me rompió la tanguita mientras me chuponiaba la boca, me salían globitos de aire y pensé que el macho me iba a ahogar tratando de cojerme.
Pero lo que quería era cojerme, y me calenté como hacía años que no me pasaba, y arriesgándome a que me ahogara, abrí los muslos pare entregarme a esa pijota, sintiendo un tremendo pedazo duro que me buscaba la concha.
Me le entregué sin pensar nada más que en el deseo de ser penetrada por eso enorme que, sin verlo, sabía que era una pija de tamaño fuera de serie.
Una pijota de caballo, por fin una buena pija para la Titi!
En la playa a esa hora no había casi nadie que nos viera, así que ya estaba sometida a lo que el pijudo me hiciera, pero no tuve miedo sino unas ganas tremendas de volver a estar ensartada y gozar pija.
Y sucedió lo que desde tiempo atrás deseaba y que sin darme cuenta claramente buscaba: que me cojiera una tremenda pijota.
Había empezado bien el verano!
A riesgo de ahogarme, busqué bajo el agua el duro tarugo del macho y se lo agarré, pero mi mano no alcanzó a rodearlo, ahí me di cuenta del infernal tamaño y grosor que tenía, y estaba duro como una piedra.
Pensé: ¿qué me encontré, un elefante?
Pero me había emputecido tanto que no me importó nada, se lo apreté de nuevo y lo sentí ponerse más duro todavía.
Las manos de él, como tenazas, me apretaron mis tetitotas y me las tironearon como para arrancármelas, mientras sentí que su infernal pijota me buscaba mi tierna conchasita hambrienta, y me abrí de muslos prendiéndome de él, tratando de que me enterrara ese palo aunque me partiera al medio.
Con la boca llenándoseme de agua y largando globitos, sentí que el descomunal taladro había encontrado mi conchasita y se me empezaba a clavar en mi cuerpito, y esas manos me aferraban de la cintura atrayéndome con furia para clavarme ese pedazote más adentro.
Me estaba enterrando en la arena del fondo para reventarme a pijazos, y traté de gritar por la intrusión espantosa que me estaba haciendo, pero sólo me salió aire en burbujas, se me llenó la boca de agua y me sentí arrastrada a furiosas embestidas por el fondo de arena, donde quedé medio enterrada, arando el fondo con mis tetotitas aplastadas, y ahí empezó a sacudirme con furia y a medida que ese taladro infernal se me enterraba, me iba hundiendo más en el fondo de arena.
La pijotasa me abría y me entraba ensanchándome las entrañas como jamás una pijota me lo había hecho, y eso que tengo la conchitota blanda y abierta por las pijotas que me metían, y tuve algunas espantosas, pero sentí que esta era más gruesota que ninguna.
Pensé que me iba a destrozar la concha porque esa monstruosa pijotasa no me cabía, me parecía que me estaba dilatando como si fuera a parir un nene, pero empecé a sentir que mi cuerpito blandito la alojaba y yo me abría por dentro para alojármela, y ya nada me importó sino ser capaz de recibirla toda adentro mío.
Embistiéndome a lo bestia, me arrastraba clavada, ensartada, contra el fondo, haciéndome dejar un surco en la arena del fondo enturbiando el agua, y comencé a sentir que su descomunal pijota me estaba llenando las entrañas.
Sentí la leche caliente que me tiró y me puso más puta que nunca.
Siempre adoré sentir que me regalaban leches en mis entrañas.
Después, cuando me sacó del agua y se la pude ver, me di cuenta que era puntuda en la cabezota y se le iba haciendo más gorda hasta que al llegarle a los enormes huevotes, tenía más de 8 centímetros de gruesa.
Espantosa.
Pero eso lo supe después, cuando ya era su Putita.
Me embestía como un torpedo, la pijota monstruosa se me estaba incrustando casi hasta debajo de las costillas y no paraba de sacudirme, tragué arena y sentía que me mataba, mi tierna conchasita estaba destruida y abierta como un caño, y pensé que me desfondaba.
Pero yo quería esa descomunal pija.
Cuando yo ya creía que estaba partida como un melón y mi puto cuerpito no tenía más hueco para alojar esa pija del infierno, ensartada y sacrificada como una diosa de las putas, el machote me desenterró del fondo, siempre clavada por su pija, y me llevó hacia la superficie, empalada, atornillada y sin poder ni moverme, para que respirara.
Taladrada así, ya en la superficie, abrí mi bocuchita desesperada tragando aire unos instantes, pero en seguida me arrastró de nuevo al fondo del mar y me clavó su pijota a fondo otra vez contra la arena, donde empezó a sacudirme como una bolsa, y supe que me iba a vaciar esos huevotes de elefante adentro de mi cuerpito de pendejita puta de 55 años.
Me amasijó, me reventó, me desfondó sin piedad, yo ya no tenía aire y pensé: “Titi, puta del infierno, encontraste lo que querías, te está matando a pijazos, gozala porque en toda tu vida no vas a tener una pijotasa como esta, no te va a perdonar ni un centímetro y vas a recibirla como sea, la última pija de tu vida, te va a matar, pero así querías: morir llena de pija!”
Me hinchó las entrañas su acabada colosal, sentí cómo se me acababa y se vaciaba adentro y me inflaba de lechota, sin dejar de amasijarme enterrada en el fondo, en instantes me tiró otro acabotaso de monstruo y por fin, siempre ensartada como si fuéramos uno solo, me llevó a la superficie y respiré antes de casi desmayarme así empijotada, recién entonces me desenterró la pija de mi cuerpito, sacándome para afuera parte de mis entrañitas porque la tenía tan enterrada que no se me salía.
Entonces por fin le pude ver la espantosa pijotasa que me había cojido, todavía al repalo y chorreando acabada que blanqueaba el agua.
Valía la pena verla antes de morir abierta al medio como la terrible putita que siempre había sido.
Estaba reventada por dentro y no me importaba morir llena de pija y acabadas, pero me arrastró de los pelos hasta donde pude hacer pie en la arena del fondo y me dejó ahí, sentada en el fondo y medio hundida entre las olas, donde me pude reponer y tomar aire sentar para no ahogarme.
Estaba completamente en bolas, mi tanguita y mi corpiñito se los habían llevado las olas, y ya había gente en la playa, así que no podía salir del agua así desnuda y con la terrible cara de acabada que debía tener.
Siempre, cuando cojía a lo bestia, todos me decían que quedaba con una terrible cara de puta acabada, lo que generalmente hacía que se calentaran más y me siguieran cojiendo hasta que me desmayaba.
Muy puta reputa.
El macho entonces me soltó y mirándome a los ojos, me dijo: “Sos divina, putita del infierno, ya sé que sos la Titi, sos famosa acá, y a vos te gusta la pija! Andá, reponete y volvé mañana, que te voy a clavar pija por culo! Mañana te agarro otra vez!”, y me dejó y se alejó nadando.
Quedé como sonámbula sentada en medio de las olas que me lamían las tetotitas y me refrescaban la conchasita destruida y ardiendo como fuego.
A pesar de estar hecha remierda, no podía salir así del mar.
Me tuve que quedar todo el día semi sumergida haciéndome la que nadaba un poco, hasta que por fin al atardecer la gente se fue de la playa y pude salir, arrastrándome por la arena dejando un surco con mis tetotitas raspadas, hasta que me metí en unos yuyos en el médano más cercano, y ahí me desmayé.
Pasé la noche ahí tirada, sin fuerzas para moverme, hasta que amaneció y me repuse un poco.
Tenía que llegar a mi casita para descansar y revivir, así que medio arrastrándome y medio caminando, alcancé a entrar en mi casita, eché llave y me tiré en el suelo sin poder llegar a mi cama.
Me dormí en segundos, y soñé con esa pija monstruosa que se me incrustaba una y otra vez, en sueños gritaba y en momentos me despertaba aullando en la noche, pero volvía a caer en el sueño y de nuevo esa pija espantosa me cojía y me volvía a coger.
Desperté pasado el mediodía, me duché –todavía estaba llena de las acabadas de caballo que había recibido-, comí algo y decidí volver al mar a ver si el macho estaba allí esperándome.
Y estaba.
Me vio y me hizo señas de meterme en el mar.
Lo hice, quería sentirme de nuevo llena de esa pija de monstruo y gozarla más.
El macho era enorme y peludo, medía casi dos metros y la pija pasaba los 25 centímetros de larga, más gruesa que mi brazo, terminada en punta –por eso me la pudo enterrar- y abajo unos huevotes casi como melones.
Esos huevotasos se habían vaciado adentro mío, pero supe que producían leche como para llenarme varias veces.
No hablamos.
Me aferró de la cintura y me sumergió un poco, yo me le abrí desesperada para alojar su tarugo infernal, en instantes me lo enterró a fondo hasta que lo sentí que me escupía adentro una acabadota de caballo, y así, pegados los cuerpos, nadó llevándome ensartada mar adentro, como si yo fuera su tabla de surf, esta vez la nueva tanguita me la colgué del cuello para no perderla y quedar nuevamente en bolas todo el día.
Me cojió nueve veces, y yo me acabé junto con él, a los alaridos y llenándome la boca de agua, pero nada me importaba: si moría así, llena de esa pijota, moriría feliz de ser nuevamente Titi la Puta Blandita.
Era media tarde cuando volvimos a la playa.
Como pude, salí y caminé destruida a mi casita a reponerme de las acabadas de puta infernal que había tenido, y el macho me dijo “Hasta mañana, Titi putita del infierno! Sos una demonia cojiendo!”
Y todo el mes de ese verano fui su putita, su hembra, me cojió en ese mes más que todas las veces que había recibido pija en toda mi vida.
Hicimos de todo, en el mar, en mi casita, en las dunas.
A veces quedaba enterrada en la arena, dejando un surco cuando me embestía a lo bestia, y adoré esas masacradas infernales.
Pero lo que no me imaginaba era que me preñó.
Sí, a mis 55 años, quedé preñada como una coneja puta, en pocos días se me hincharon las tetitas y se me pusieron granuludas, mi blanda pancita empezó a crecer semana tras semana y a los 3 meses ya era una pelota humana, llena de pendejitas… cinco! De esa pija infernal.
Preñada me cojió más todavía, con furia, no me soltaba, lo excitaba tremendamente estar panzuda, y yo tenía orgasmos de bestia, a veces creía que me moría cuando su pija me desfondaba.
Pero pasó ese mes, mi machote se fue pero el preñazo me quedó.
Cuando se fue, todos los días yo iba a la playa y me mostraba con mi vientre como una pelota, sólo con una tanguita minúscula que resaltaba mi preñe, y claro, conseguí más machos que en toda mi vida.
Con el preñazo aumenté casi 30 kilos y era la sensación de la playa, me hice famosa y cada tarde yo levantaba pijudos y me los llevaba a mi casita, de a dos o tres machos a la vez, para satisfacerme, y recién a la madrugada se iban, dejándome tirada en el suelo en medio de un charco de acabadas.
Y la Titi la Puta Blandita, feliz.
La médica que me vio preñada, me dijo: “Titi, sos increíble, nunca supe de una mina que a los 55 años se preñara, y sobre todo cuando vos desde pendeja cojías como una endemoniada y nunca te preñaste! Ese pijudo te revivió las entrañas, si se cojiera a una piedra, le sacaría piedritas! Y a vos te fertilizó, es tremendo pijasudo!”
Tuve en ese preñe CINCO pendejitas, mi vientre como una pelota las parió sin problemas, y a los pocos días quise pijas nuevamente y fui en busca a la playa otra vez.
Ya era el siguiente verano y las conseguía todos los días, y por supuesto, la Titi de nuevo preñada.
Al principio llevaba la cuenta de los pijudos que me coieron, pero pronto no los conté más.
Me buscaban de otras playas para cojerme, porque yo era la máxima atracción de la zona y venían como moscas a la miel.
Y la Titi, feliz.
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