Conociendo a A. Welt I
Anna se adentra a la deshumanización desde lo mundano, carnal y más común..
Conociendo a A. Welt (Parte I)
Anna Capelli-. Año 2009.
Anna Capelli, argentina de unos 23 años de una familia moderadamente acomodada, popular entre los hombres aunque carente de experticia en el ámbito sexual más allá del sexo de toda la vida, de buen físico esbelto con unas buenas caderas y un culo bastante pretendido por su excelente forma, trigueña de pelo y ojos café.
Anna había regresado de la universidad donde estudiaba una licenciatura de letras y aquella tarde ni bien pudo sentarse en su escrito, continuó escribiendo una novela en la que estaba trabajando en sus tiempos libres hasta que llegó un momento que la bloqueó por completo, dirigiéndose a un foro en línea para comentar su trabajo y como necesitaba inspiración para destrabarse de una situación escrita. Las horas pasaron y, poco después de cenar, subió nuevamente a su habitación para revisar si alguien había respondido, y así fue. Un usuario llamado AlleWelt proveniente de Alemania le había respondido con excelente español a su inquietud y no solo eso, sino que le había propinado su dirección de correo electrónico pidiendo que entre en contacto con él lo antes posible para así poder intercambiar ideas de escritor a escritor, cosa que Anna hizo al instante con una mezcla de agradecimiento, emoción e interés. No pasaron demasiados minutos hasta que quien se presentó como A. Welt respondiera, explicando que era un alemán que había pasado gran parte de su vida en países sudamericanos por lo atrayente que le resultaba su cultura y el pensamiento de quiénes viven allí, y luego comenzó a explicar un trabajo literario que estaba escribiendo. La conversación se extendió horas con e-mails de respuesta inmediata entre Anna y el Sr. Welt, aquella noche Anna se fue a la cama algo más tarde de costumbre con varios tips en su cabeza, ideas fluyendo y una emoción nunca antes sentida por estar siendo comprendida por alguien más. Quizás fue que su mente no dejaba de trabajar, o simplemente el calor que iba apareciendo por aquellas épocas del año, pero Anna acabó la noche masturbándose sin llegar al éxtasis, consolidando así el sueño.
Otro día rutinario más, y antes de que Anna pudiera continuar con su escrito o ponerse a realizar tareas, notó que el Sr. Welt le había enviado nuevos correos, estos con un tono algo más coloquial, hablando sobre cuestiones más personales y cotidianas que sobre literatura o estudios, proponiendo que más tarde noche utilizasen Skype para poder verse las caras y platicar de mejor manera sobre los escritos de uno y de otro, además de responder cualquier pregunta que ella tuviera hacia o sobre él. Anna por supuesto que aceptó, sin advertir que ese sería el principio de lo que se le venía por delante.
Pasadas las horas, la cena consumida y las luces bajas del hogar, Anna se vistió un camisón blanco y se ató el pelo para ingresar a la aplicación y esperar por la llamada del Sr. Welt. Cuando lo vio le sorprendió encontrarse con un joven poco más grande que ella, extremadamente atractivo con facciones muy bien definidas, muy bien vestido pese a las altas horas, cabello rubio y ojos de un tono verde amarronado, incluso su timbre le sonaba masculino y atractivo a tal punto de obtener un imperceptible rubor. La conversación fluyó con normalidad permitiendo el paso de lo cotidiano entre lo académico y artístico, logrando ganarse progresivamente —y poco a poco— la confianza de Anna. Él contaba sobre sus experiencias en Sudamérica, viejos y pasajeros amoríos, paisajes divinos del Sur y del Norte del continente, amigos y amigas que había hecho por sus pasos y conclusiones a las que iba llegando interactuando con las personalidades que se le cruzaban, también le había contado sobre su familia y como su padre era un peso constante de responsabilidades y expectativas, y como su madre había fallecido hace poco. Con esto se ganó bastante a Anna, quién no tardó en consolarlo y compartir también experiencias pasadas relacionadas a su familia y cosas que le habían sucedido; lo atractivo que percibía al Sr. Welt escuchándole con atención y mirando hacia la cámara le hacia confundir algunas cosas o trabarse más de lo normal. En cierto punto, el Sr. Welt rompió el ambiente con una pregunta:
—¿Es virgen? Si no lo es, y lamento mi falta de modales, pero no creo que sea sexualmente activa —cuestionó Welt.
Anna quedó paralizada por un instante, la pregunta estaba fuera de contexto y su acusación, aunque acertada, le pareció algo fuera de lugar.
—No lo soy, ¿por qué preguntás? —respondió ella con una mirada algo incómoda y un tono hermético.
—Disculpe si mi pregunta estuvo fuera de lugar, mas debo confesar que en sus escritos cuando roza los momentos de intimidad o trauma no sabe describir bien las escenas, las reacciones de los personajes ni tampoco hacer que el lector sienta una fracción siquiera de lo que los personajes deberían sentir.
La crítica había sido recibida por Anna de manera relajada, disculpándose si su tono anterior había sonado hostil o falto de educación y, aunque la incomodidad seguía colmando su habitación, su confianza en él seguía donde estaba, incluso había sentido que un hombre tan guapo como el realizando preguntas del estilo se sentía atractivo, removiendo un poco su interior por pensar en que a él capaz le interesaba ese aspecto de su vida, por lo que le devolvió la pregunta con un tono jovial. Él rio sutilmente y con calma le respondió afirmativamente, agregando disimuladamente que sus gustos podían llegar a ser algo excéntricos y extrañaba un poco a Sudamérica en contextos del estilo. Anna no pudo evitar enrojecer cuando él le confesó que ella lucía radiante en ese camisón y como le recordaba una experiencia sexual vivida en Perú con una chica de unos 18 años de edad. El nivel de detalle y el lenguaje tan formal y poético utilizado por Welt hizo que Anna empezase a mojar sus prendas inferiores hasta empaparlas al final del relato. Se le notaba roja, algo agitada y nerviosa, lo que el Sr. Welt llamó »estar distante» no era sino excitación y vergüenza. Concluyó la conversación por diferencia de horarios, ambos prosiguieron a irse a dormir, prometiendo el Sr. Welt que cortaría llamada brevemente, cosa que Anna agradeció y sin más se fue a acostar, no dudando ni un segundo en empezar masturbarse sin preludio alguno, con gemidos, agarrones de sábanas y movimientos frenéticos de sus piernas, llegando al orgasmo incluso con la compañía del nombre del »Sr. Welt». Quedó acostada en su cama de sábanas húmedas medio desnuda y buscando recuperar el aliento antes de regresar a su tarea, ahora apagando las luces, utilizando los bordes de la cama e incluso el pomo de una esquina de la cama para obtener placer, llegando a introducirlo lentamente dentro de ella mientras con un tono casi suplicante replicaba las palabras de la chica peruana que había comentado Welt, pidiendo que por favor le siguiese dando duro, empezando a subir y bajar lentamente sobre el pomo hasta que finalmente el dolor fue suficiente para regresar a la cama, envolverse en sábanas y seguir con sus dedos lo que antes había instrumentalizado, llegando a empapar las mismas con un segundo y potente orgasmo que casi y podían escuchar sus familiares pese al tamaño de la casa.
Aquella noche había sido tremenda para Anna, había dormido tan profundamente luego de aquello que le costó despertarse para ir a la universidad por la mañana. Su día fue brillante, casi tanto como la sorpresa que se encontró al llegar a su habitación y darse con que su computadora nunca había sido apagada, generando gastos de luz durante toda la noche. Lamentó aquello, pero más lamentó abrir con emoción el único e-mail dejado por el Sr. Welt y toparse con un video de más de cuarto de hora con su actuar nocturno.


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