Construyendo una relación más entre matrimonios (3)
A mi marido se le antojó cogerse a la comadre puesto que yo cogía con el compadre (mi cornudo vio la foto que le envié). Mi compadre se sorprendió al ver el mensaje. El compadre aceptó convencer a su esposa de efectuar un intercambio y ella me lo pidió..
Mi comadre Sonia pidió platicar conmigo. Sí, ella me planteó lo del intercambio, pero había algo más importante que ella quería dilucidar. Y es que mi compadre, que es estéril, se molestó cuando ella le dijo que “Independientemente de la anuencia de los compadres para hacer el intercambio, lo cual consultaré con la comadre Gloria, mañana mismo me colocaré un DIU”. Como aclaración, entre los tres emborrachamos a mi marido hace 22 años para que preñara a Sonia, y él ni se dio cuenta cuando se la cogió, y los tres guardamos el secreto.
Ya en la plática donde mi comadre me contó cómo llegaron ellos al acuerdo de solicitarnos un intercambio de parejas, me dijo que el compadre se había molestado por lo que ella le dijo.
–Me di cuenta de que se puso celoso, y no es por mi compadre, quien es el padre de mis hijos con la autorización de mi esposo. Pero te confieso que su enojo me hizo pensar en que yo también debería ser libre para coger con quien yo quisiera… –expresó mirando a lontananza.
–Por lo visto ya tienes a alguien más que a mi marido Miguel en la mira. ¿Quién es? –pregunté asumiendo que así era.
–No. Bueno, me he mojado con los requiebros de algunos, quizá también a ti te ha pasado, pero nunca permití que avanzaran. Pero anoche me dije “¿y por qué no?”, pero fuera de Miguel, aún no hay alguien –opinó manteniendo su convicción de libertad para coger, de aquí en adelante, con quienes ella decida.
Acordé con ella hacer el intercambio manteniendo la secrecía de la paternidad. Y también les pedí a los machos que no le dijeran a Sonia que Jesús y yo ya estábamos cogiendo antes del intercambio.
A la siguiente semana, le di la noticia a mi comadre de que mi marido aceptaba que todos estuviésemos en mi casa, pero que dos días antes de la reunión, Miguel quería estar solo con Sonia en un motel. Sonia estaba encantada de aceptar y convenció a su marido que esa era la condición, de la que ni Jesús ni a mí nos parecía bien, pero no aceptarla sería hipócrita pues nosotros lo hacíamos sin ellos. Durante dos noches previas, solo hubo práctica sin eyaculación pues le advertí a Miguel que no se viniera en mí para que Sonia tuviera semen por los tres lugares. “Debes darle mucho cariño y cogértela mucho, para que ella le presuma a su marido.” A continuación rehago lo ocurrido entre mi marido y mi comadre, contados por ellos, contrastando y complementando sus dichos para que la relatoría quede completa.
–Hola comadre –le dijo Miguel a Sonia al abrirle la puerta del auto, dándole un beso en la mejilla que ella correspondió de la misma manera–. ¿Tienes alguna sugerencia? –preguntó Miguel al arrancar el coche.
–Yo no sé de eso, compadre –contestó ella con verdadera ignorancia.
–Yo tampoco sé mucho, pero la señora que me cojo en casa me sugirió uno en el Sur con alberca, en la salida a Cuernavaca –explicó mi marido.
–¿Has ido con ella? ¿Cómo sabe? –preguntó Sonia.
–No lo conozco, pero tampoco le pregunté cómo lo sabía ella. ¿Crees que tengo cuernos? –contestó Miguel.
–No se te ven, pero ahora ella tendrá unos, no sólo las ubres como las vacas. ¡Ja, ja, ja…! –se rio Sonia por su ingenio.
–No te burles, comadre, que pasado mañana te verás igual, gracias a mi compadre –le recriminó Miguel apretándole una de las chichotas a Sonia–. Ya llegamos, pero te advierto que no me gusta ponerme condón, mi señora está ligada.
–No hay problema, compadre, traigo DIU. Además, ¿qué verías de mal si me embarazas? A mí me encanta la idea… –señaló mi comadre apretándole la verga a Miguel sobre el pantalón mientras les asignaban una villa con alberca pequeña.
–Sí sería buena la experiencia, aunque seguramente a mi compadre no le gustaría –le advirtió Miguel dándole un pico en la boca.
–Es probable que no le gustara a la edad que tenemos ahora, ya no estamos para ser padres de nuevo. Ustedes y nosotros ya tenemos críos crecidos. Así, sin más hijos estamos bien –aseguró Sonia, callando que todos los hijos son del mismo padre: mi esposo Miguel.
Entraron al garaje de la villa y se metieron a la alcoba. Abrazados contemplaron la habitación. La alberca lucía un prado de pasto sintético y plantas diversas, todas artificiales, pero de buen gusto. “Estuvo buena la sugerencia de Gloria”, dijo Sonia tomándole a Miguel las manos con las que, desde atrás le acariciaba las tetas a la comadre, al tiempo que le tallaba la erección sobre las nalgas. Obviamente yo ya conocía el lugar pues me llevé a mi macho Mario, y a otros dos amigos para disfrutarlos juntos Eso lo relaté en “Tres para mí solita”.
–Ya me calentaste mucho, ¡encuerémonos! –exigió Sonia y le comenzó a desabrochar la camisa a mi esposo.
–¡Eres muy bonita! –exclamó Miguel al tener a Sonia desnuda y modelándole.
–Para que me goces como quieras… –contestó ella jalándole la verga muy erguida, tallándosela en los pelos de la panocha y jugando con el glande en los labios internos para mezclar el presemen con su humedad.
Se acostaron en la cama y ella puso a mi marido boca arriba moviéndole el palo que salpicó presemen como aspersor al revolotear.
–Primero tomaré unas vitaminas –dijo ella poniéndose a mamar y Miguel la acomodó en posición de 69 para hacerle lo mismo a ella.
–Por lo visto, tu marido también colocó proteínas para mí –señalo Miguel después de los primeros lengüetazos que dio y se puso a chupar con más brío para beber el atole, “Sí, cogimos en el mañanero, ¿así no te gustó?”, le confesó la comadre.
Esta vez, el atole le supo distinto al que probó en mí, su esposa, aunque estuviese preparado con la misma leche, la de Jesús. El sabor de los flujos era distinto, pero también delicioso. En pocos minutos de chupadas, Sonia también saboreó lo que Miguel soltó y ya no pudo contener. Aún con la verga erecta, la montó para penetrarla y ella le dio un beso con suficiente sabor a lefa. Se movieron frenéticamente durante diez minutos, sin dejar de acariciarse lengua con lengua. “¡Vente, papacito, lléname como si quisieras ser el padre de mis hijos!”, exigió Sonia, quien casi de inmediato recibió la tremenda eyaculación. Quedaron exhaustos, en cuanto se salió el exangüe miembro del cobijo vaginal ardiente, se colocaron de lado, uno frente al otro y con las manos recorrieron el cuerpo del otro. “¡Eres muy bonita, comadre!”, le decía Miguel en cada beso que él le daba en la cara, y es que sí, mi comadre Sonia tiene una cara linda.
–…Y del cuerpo, ¿cómo estoy? –preguntó Sonia envanecida,
–¡Buenísima! Contestó Miguel apretándole con una mano las nalgas y con la otra las chiches.
–¿Estoy mejor que mi comadre? – soltó la pregunta desconcertante.
–No, las dos están igual de buenotas –contestó Miguel antes de mamarle una teta y darle una nalgada.
–Con los ojos cerrados y borracho, ¿nos distinguirías? –preguntó Sonia recordando la noche en que ella se hizo pasar por mí para quedar encinta.
–No lo creo, tienen el cuerpo muy similar. A propósito de borrachos, ¿qué quieres tomar? –preguntó Miguel levantándose para ir al frigobar.
–Lo que tú quieras darme, ¡me quiero empedar y llegar bien cogida con mi marido para hacer que me chupe la panocha, pues él me empujó a hacer esto! –gritó Sonia, mostrando cierto escozor al recordarlo.
–¿No te ha gustado? –preguntó Miguel dándole un preparado de ron, y él abrió una botella de cooler de durazno para sí.
–Sí, contigo ha sido delicioso, todo, pero también voy a querer que me encules y me llenes la tripa con tu esperma, eso no lo has hecho y no me voy a quedar con las ganas de sentirlo ahora –externó recordando las palabras que le dije hace 22 años: “No me importa cómo uses a mi marido, pero que eyacule sólo en la vagina para que no se desperdicie el semen embarazador”.
–Aún hay tiempo. Me gusta que estés muy caliente, pero debo reponerme.
–Recárgate los huevos, pero acuéstate para practicar cómo le voy a embarrar la panocha a mi marido cuando llegue a casa –dijo sentándose en el rostro de Miguel en cuanto él se acostó– ¡Así me voy a pajear en su cara! –gritaba y tomaba un trago de ron en cada oración– ¡Así querías que me dejara Miguel, usada como puta! –otro trago y otra frase, en tanto, mi marido soportaba la paja que ella se hacía, él ya estaba muy entrenado conmigo…
Al terminarse la botella, Sonia se levantó para abrir otra más. Se regresó a la cama para chuparle el pene a Miguel, alternando chupada y trago.
–¿Así de puta es Gloria contigo? –preguntó Sonia a Miguel.
–Me gustas así como eres, también cómo es ella conmigo, que no se queda atrás en lo puteril –le aclaró mi marido a la comadre Sonia.
Más tarde, abrazados se echaron a la alberca y jugaron un buen rato acariciándose. Miguel creyó que ya no era conveniente que Sonia estuviese en el agua porque se le habían subido las bebidas de ron y le sugirió a Sonia que se salieran.
–¡Qué rico es estar así, me siento flotando!, aunque ya estoy afuera, pero me echo otro trago de ron para que no se me corte esta sensación –dijo Sonia, tropezando las letras y las palabras, al abrir una botella más, y le pasó a Miguel la botella que él aún tenía a la mitad–. ¡Por nuestros cornudos! –exclamó Sonia chocando su lata con la botella de Miguel.
–Por nuestros cuernos y los de ellos –contestó mi marido en el brindis.
Miguel se puso a mamarle las chiches, en tanto que Sonia daba cuenta de su bebida. “También me gusta abajo”, musitó Sonia solicitando connotativamente la chupada en la panocha, y recibió la lengua de Miguel quien acató su deseo. Al terminar, se metieron a la ducha para enjabonarse y quitarse el olor a cloro que adquirieron en la alberca. Al enjuagar Miguel a Sonia, le acarició el culo y le metió un dedo. Sonia suspiró y Miguel le besó el pecho antes de meterle un tercero. Sonia jalaba la verga que ya estaba crecida, pero tuvo que suspenderlo ya que Miguel la giró para penetrarla por el ano.
Ella se agachó y con sus manos se abrió las nalgas para que el macho entrara despacio en su oquedad. Al tenerla completamente incrustada, Miguel la tomó de las tetas para apalancarse al efectuar el movimiento. “¡Qué rico me coges, compadre! ¡Seguramente mi comadre es feliz con tu versatilidad! Decía las palabras entre un gemido y otro ¡Me estoy viniendo compadre, vente tú también!, aulló Sonia, lo cual disparó el orgasmo del macho que la prendía. Quedaron quietos, abotonados como canes durante un minuto, hasta que se salió del culo el pene flácido de Miguel.
Él volvió a enjabonar la cola de Sonia y limpiarla con los tres dedos adentro que ahora se movían fácilmente en el esfínter dilatado. Por último, ella cerró la llave de la regadera y Miguel tomó una toalla para secarla. Ella hizo lo mismo con él. Cuando estuvieron secos, Miguel envolvió con la toalla a su comadre para llevarla cargada a la cama pues claramente ella daba traspiés por lo tomada.
Descansaron en la cama. Sonia se dejó hacer lo que Miguel quiso. La besó por todo el cuerpo, le lamió uno a uno los dedos de los pies y lamiendo subió por las piernas, que le abrió subiéndolas a sus hombros para dejar el ano a la altura de la cara. “¡Puto, puto!”, gritaba Sonia al recibir el paseo de la lengua desde el clítoris hasta el ano de ida y vuelta. Sonia perdió el conocimiento y Miguel la dejó en paz, Al volver en sí, Miguel le ayudó a vestirse.
Salieron de ese lugar y se fueron a desayunar gorditas y quesadillas al parque de La Marquesa. Abrazados y compartiendo los alimentos uno a otro en la boca, como dos enamorados diciéndose arrumacos.
–Gracias por este día, compadre, por darme de beber tu simiente y también por soltármela en el orto –le dijo Sonia, entrecerrando los ojos.
–¿No te gustó la que te di por la panocha? –preguntó mi marido.
–Esa es la que me ha hecho más feliz, ¡nunca podrás imaginarte cuanto! –respondió dulcemente Sonia mirándolo a los ojos y viendo en ellos a los ojos que heredaron sus hijos.
Terminaron de comer y se fueron a la casa de Sonia. Jesús aún no había llegado. ¡Claro, yo lo estaba ocupando! Lo usé para reponer los dos días que no me surtió amor mi marido pues yo quería que satisficiera muy bien a mi comadre.
–Pásale, compadre. Brindemos por este día –dijo Sonia y le pasó una botella de vino rosado que extrajo de la nevera para que la abriera en tanto ella fue por las copas.
–También brindemos por TODAS las cogidas que me has dado –dijo mi comadre al tomar la copa que le sirvieron, refiriéndose con “TODAS” a las de hoy, pero incluidas las de la concepción hace 22 años, aunque Miguel sólo entendió que las de este día–. Es más, quiero que nos echemos una última del día, un “rapidín”, si ya estás cargado otra vez… le pidió mientras ella se bajaba la pataleta.
Tomaron cuatro copas de vino (tres ella y una Miguel) antes de pasar al último coito del día, el cual se dio de pie. Sonia se colgó del cuello de Miguel y lo encadenó de la cintura con sus piernas. Su compadre la sostuvo de las nalgas, subiéndola y bajándola para deslizar los 60 kilogramos de putez de ella en esa tranca enorme y muy bien lubricada con los jugos de Sonia. Nadie contó las oscilaciones, pero seguramente fueron más de cien, pues Sonia sufrió un desmallo por segunda ocasión del día (me consta que mi marido aguanta hasta 200 o las necesarias para lograr el orgasmo de ambos).
Miguel aguantó el equilibrio del peso muerto y la depositó suavemente sobre el sofá. Se metió la verga al pantalón y cerró la bragueta con tranquilidad pues ya sabía que Jesús regresaría hasta que él le hablara. Lo que Miguel no sabía, a ciencia cierta, es que el compadre se entretenía conmigo, aunque lo sospechaba…
–¡Éste palo fue lo más maravilloso! –exclamó Sonia.
Miguel la cargó para llevarla a la recámara. La depositó sobre la cama y le dio un último beso como despedida. Al salir, Miguel le habló a Jesús para decirle que Sonia ya estaba en su casa, “yo iré a descansar a la mía”. “Gracias”, respondió Jesús, quien aún estaba desnudo disfrutando de mi cuerpo. Se vistió con lentitud porque yo seguía con mi “chupón” en la boca, se lo dejé limpio antes que saliera a su auto. Al parecer, nuestra despedida tardó más de lo previsto pues Miguel lo vio salir de la casa antes de bajarse del auto, confirmando las sospechas del lugar donde había estado su compadre.
–¿Cómo les fue? –le pregunté a mi marido cuando entró a la casa.
–Muy bien, pero quiero tomar todo el atole que me des, antes de dormirme un rato para descansar –dijo al quitarme la bata y dejarme desnuda.
Yo sólo abrí las piernas para disfrutar la mejor lengua que he tenido en la vagina. Me vine muchas veces seguidas antes de percatarme que mi marido se quedó dormido.


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