Construyendo una relación más entre matrimonios (4)
Mis compadres y nosotros decidimos hacer un intercambio, pero mi marido quiso echarse un palo dos días antes comadre, solos. Les fue muy bien, sobre todo a la comadre quien se convenció que era muy agradable y constructivo usar a otros penes y decidió hacerlo, a partir de ese día..
Mi comadre Sonia, durante el coito con Saúl, mi marido, le comentó que le importaba madres lo que dijera Jesús, su marido, sobre el DIU que ella se puso. Sí, lo usaría para tirarse a quien ella quisiera sin que ocurriera algún percance.
Desde el inicio de su matrimonio, mi comadre solamente había tenido sexo con su marido. Pero resultó que, su marido Jesús era infértil y hace 22 años decidieron usar a dos machos en buen estado para inseminarla. Uno de ellos mi marido, quien ni se enteró, porque lo emborrachamos entre los tres y no distinguió que se cogía a Sonia en lugar de cogerme a mí, a esto contribuyó el gran parecido de nuestro cuerpo. Al día siguiente, se la cogió el otro semental. Todo salió muy bien pues tuvo dos mellizos a quienes apadrinamos los sementales y las esposas de ellos.
Mientras mi esposo y Sonia fornicaban, hacíamos lo mismo Jesús y yo, y de ello nunca enteramos a los consortes. Jesús me insistió un sinfín de veces en que volviésemos a coger, pero yo lo rechacé siempre. Hace dos años, decidimos, mi marido y yo darle un giro a nuestra relación y tuvimos una gran apertura en nuestras relaciones.
Hace unos meses, ante mi curiosidad de saber si mi marido fecundó a Sonia o no, y si así fuera, saber cuál de los ahijados era hijo de mi esposo Miguel. Resultó que los dos nenes tenían como padre biológico a Miguel. Prometimos seguir guardando el secreto ante mi marido, pero Jesús me convenció con mayor facilidad de volver a coger. Por mí ya no había prurito pues yo cogía con quien quería.
Así en esa segunda cogida que tuvimos Jesús y yo, después de 22 años, tomé varias fotos del reencuentro para enviárselas a mi esposo, cosa que acostumbro hacer para que me reciba muy caliente. Como respuesta al mensaje, Jesús me puso “Pregúntale a mi compadre si Sonia querrá coger conmigo”. Jesús se sorprendió de lo open que era nuestro matrimonio y prometió convencer a su mujer de hacer un intercambio.
La propuesta resultó agradable para Sonia pues ahora quería tener el semen de Miguel en la boca y en el ano pues la única vez que cogió con él, todas las venidas fueron en la vagina ya que se trataba de quedar encinta. ¡Hasta gemelos salieron! Como ya no convenía tener más hijos y ella aún menstruaba. Le dijo a su marido que se pondría un DIU al día siguiente y que hablaría conmigo para proponerme el intercambio (ella ignoraba que Jesús y yo ya cogíamos felices). A Jesús, de carácter muy machín, le pareció que lo del DIU era porque ella quería coger con otros más y se molestó, pero ese enojo le abrió la mente a Sonia quien le contestó que ella era libre de coger con quien quisiera.
Lo que respondimos es que dos días antes del intercambio, que se daría en mi casa, Miguel y Sonia cogerían solos, y así lo hicieron. Al día siguiente que fornicaron nuestros maridos, Jesús y yo nos reunimos para lo mismo. Jesús me recibió dándome unas mamadas en la panocha en cuanto me tuvo desnuda.
–Estás muy seca, chichoncita. ¿No te atendió tu marido debidamente? –preguntó ante la ausencia del sabor clásico del mañanero.
–No, mi marido llegó seco y muy agotado ayer, después de estar con tu mujer. Yo sólo tuve lengua. La primera le pareció muy sabrosa porque supo que me atendiste mientras ellos cogían y se quedó dormido cuando se terminó el atole que tú y yo hicimos–le aclaré–. En la noche otra vez sólo lengua, en la pepa y en las tetas, en la mañana ya no quise que me tomara pues debe guardar todo para mañana, lo mismo deberás hacer tú –dije categóricamente–, mañana nos dan todo lo que tengan.
–Bueno, al menos yo sí me eché el mañanero. ¡Por cierto, qué puta regresó mi mujer después de estar con tu marido! –exclamó Jesús.
–¿Por qué lo dices? ¿Llevó más posiciones nuevas con qué alegrarte? –pregunté pidiendo aclaración.
–Cuando llegué, ella estaba borracha y seguía tomando casi encuerada en la sala, sólo traía un baby doll. Le pregunté cómo se sentía y me contestó “Me siento como una puta, pero feliz” –dijo y lo interrumpí.
–¿Qué quería decir con eso? Lo de “feliz” sí lo entiendo, mi marido coge de maravilla, pero ¿por qué “puta”? ¿Miguel se la cogió mucho, forzándola? –pregunté asustada porque mi marido no se detiene cuando le dices “ya” al sentirte muy mareada.
–Me desvistió y, allí mismo en la sala, me acostó en el sillón, montándose en mi cara me la llenó de lefa y jugos, ¿sabía delicioso!, pero al tomarme del pelo me comenzó a tallar su panocha en todo el rostro, lastimándome la nariz, los labios y los ojos mientras decía “Esto se lo acabo de ordeñar a un verdadero hombre, trágalo, porque de ahora en adelante te conseguiré de otros sabores distintos” –contó asustado–. Tu marido la emborrachó.
–¡Ja, ja, ja!, mi marido olía un poco a vino, pero no estaba borracho. Seguramente sí la dejó más arrecha porque cuando he estado en ese trance, trato igual a mi pobre marido, me pajeo en su cara para terminar lo que me falta. A Sonia le gusta tomar y tomó lo que quiso, pero por lo visto la experiencia le pareció extraordinaria y quiere conocer más variedad de pitos que los únicos tres que le han entrado –expliqué–. ¡Vamos!, si te ama a ti, eso no te hará daño. ¿Acaso tú la dejarías porque me coges? –pregunté y aseguré–. Yo no pienso dejar a mi marido por ti ni por algún otro de los machos que me he tirado, y mira que el 50% han sido 5 o 10 años menores que yo y me piden más…
–¡Pues yo no soy como Miguel, a mí sí me importa mi esposa! –gritó enérgicamente.
–Pues a mi marido le importo más yo, que tú a tu esposa. Y, probablemente, a Miguel le importa más Sonia que a ti, ¡mira cómo la dejó de contenta! –le sorrajé en la cara y se quedó callado más de un minuto, así que continué pegándole–. Tú si puedes coger con quien quieras, pero ella tiene que reprimirse cuando se le moja el calzón para que su machito no se enoje. Entiende, las mujeres también somos personas y tenemos deseos. Ella estaba calmada, ¡reprimida, diría yo!, pero tú le moviste el piso pidiéndole el intercambio, la hormona se le alborotó y creyó que podía sentirse más segura usando el DIU pues ella sólo quería completar algo que le quedó pendiente hace 22 años, sentir el semen de Miguel, el padre de sus hijos, teniendo a Miguel consciente de que ella era una mujer, pero tú le diste la idea de cómo sacarle provecho al dispositivo, abriste una puerta que ya no se cerrará –concluí porque Jesús estaba tan compungido que iba a llorar.
–Sí, quizá soy algo egoísta –musitó.
–¿Quizá? ¿Algo? ¡Levanta el ánimo! Porque con este camaroncito no podrás hacernos felices mañana–le dije moviéndole el engarruñado penecito que traía por la aflicción y desconcierto que tenía en la cabeza.
Me abrazó y se puso a llorar a moco tendido gritando “¡La perdí, ya la perdí…!
–Calma. ¿Acaso te dijo que ya no te amaba? ¿No dejó que te la cogieras? Cuéntame qué más pasó… –le dije acariciándole la espalda –. Dime qué pasó después, mientras te hago más mimos –pedí antes de acostarlo para meterme todo su distendido pene a la boca.
–Me dijo, “Vamos a la cama, mi amor, tu puta quiere coger más” y me llevó, junto con la botella de vino a la alcoba –precisó, y yo hice un ademán de “Ves, ahí está”, sin dejar de jugar con su mirruña de verga, no cabía duda, Jesús estaba desorientado–. Sí, seguía arrecha, cuando toma se calienta. Entre una posición y otra le preguntaba “¿Cómo estuvo la cogida?” “¿Qué te pareció Miguel?” “¿Él cumplió lo que tú esperabas?”. No me daba detalles, o no quería, y contestaba sólo vaguedades como: “Las cogidas estuvieron muy ricas, todas”; “Es un hombre muy usable”; “Sí, tanto que en un momento me pareció mal traer DIU”, pero como ella estaba muy caliente y me hacía el amor riquísimo, no insistí en cuestionarla y me dediqué a gozar su cuerpo hasta que nos cansamos y dormimos seguido – me contó Jesús sin que se le parara el pito con mis mamadas, al parecer seguía en shock.
–¿Y en la mañana, cuando te montaste para el ritual mañanero? –pregunté antes de pasar a chuparle los huevos.
–No me monté, ella me chupó hasta que el pene estuvo en erección y ella cabalgó hasta venirse. Yo tuve que tomarla venida y desguanzada para completar mi orgasmo, sentí que ella me usó –dijo con tristeza, pero siguió sin erección.
–Veo que hay muchas cosas que no entiendes por tu condición patriarcal. ¿Aguantará tu ego si te las explico? –le pregunté amenazante y retadoramente.
–A ver, ¿cuáles? No creo que me zarandees más que hace rato –dijo y le empezó a crecer la autoestima que tiene entre las piernas…
–Cuando te dijo que “todas las cogidas estuvieron muy ricas”, se refería a eso, y no sólo a las tres o cuatro eyaculaciones de mi marido, sino a los múltiples orgasmos que ella tuvo, algunos con desmayos. ¿Tú la has llevado a ese extremo? –pregunté, y por la cara que puso y el derrumbamiento inmediato del pene, era obvio que no –. Decir que Miguel es un hombre muy usable denota dos cosas: lo volvería a usar para coger y, segundo, marca un estándar para repetir con los futuros hombres que llegue a conocer. Sí quiere conocer más –la cara de Jesús se entristeció–, pero ve el lado bueno, cogerá cada día mejor contigo, si es que le das espacio…
–¿Y si se va con alguno que le atraiga más y se la coja mejor?
–No parece que Sonia quiera correr ese riesgo, pues te ama a ti, pero si te comportas como macho alfa que sólo quiere a sus viejas para él solamente… seguro que te deja sin desear vivir con alguien más, a menos que esté dispuesta a tener un hijo de ése otro. Y aquí es donde entra lo de “me pareció mal traer DIU”. Mira, que si ha sido condón, ella soluciona en ese momento su deseo –y Jesús puso cara de susto.
–¿Te das cuenta del porqué no quiero que coja con otros? –me inquirió encontrando una razón válida para su negativa.
–¡Ay, machito! ¿Acaso no te dio anoche y hoy en la mañana de las mejores cogidas de tu vida? ¡Esas son las ventajas que tendrás si la sabes consentir! Eres tan torpe que dices “siento que ella me usó” cuando tú fuiste quien la usó para completar la corrida sin permitirle que disfrutara la necesaria relajación al sentirse bien cogida.
¿Tú crees que yo dejaría a Miguel sólo porque cogí muy rico con alguien que también me bajó las estrellas y me hizo sentir en el cielo? ¡No, no no! Mi marido debe disfrutar también de esa felicidad que me dieron, porque lo amo –su semblante cambió, al parecer comenzaba a entender, y me fui a chuparlo como mejor sé: jugándole los huevos al tiempo que subo y bajo su pellejo. ¡Surtió efecto!
Suspendí un poco antes que se viniera y protestó. “Ya dije que hoy no debe haber eyaculaciones, mañana nos las das”, expresé empezándome a vestir. Aún tenía que telefonear a su mujer para advertirle de que no ordeñara a su marido y que me contara lo que pasó con Miguel, pues sólo tenía la versión de éste.
Al día siguiente, Sonia y yo nos fuimos a comprar lo necesario para la cena, así como anticiparnos en preparar lo que no requiriera cocción en el momento previo a su consumo. Después de que me volvió a agradecer infinitamente por dejarla usar por segunda vez a mi marido, platicamos un poco del comportamiento y miedos de su marido, desde luego que mi esposo era su referente de ideal, pero yo ya había pasado hace dos años por los temores de que alguien pudiera quitármelo, así que me enfoqué en sugerirle cómo podría ella irle quitando los prejuicios sobre nosotras, las mujeres.
Nos despedimos con un “Nos vemos al rato”, obviamente acompañadas de nuestras herramientas de placer, los maridos.
En la noche cuando llegaron los compadres, tomamos un poco. Yo enfrié dos botellas del vino espumoso rosado que le gusta a Sonia, pues tomaría de lo mismo que ella, para estar en sintonía con la comadre, que era mi objetivo, a los otros ya los había tenido, pero a mi comadre, sus chichotas y su carita de ángel, no. Les dimos el paseíllo por la casa, con énfasis en los baños y la recámara. Luego platicamos, principalmente de lo que hicieron Sonia y mi marido. El ambiente no estaba tenso ya que Jesús aceptaba muy bien que Miguel se hubiera cogido a su esposa, claro que sí, pues ¡él se cogía a la esposa de Miguel!, es decir a mí, pero eso no lo sabía Sonia Cuando se comentó de lo agradable de la habitación en la que estuvieron, mi esposo quiso salir de una duda.
–Al recomendarme el motel Ho-La es porque tú ya habías ido. ¿Con quién estuviste? –me preguntó sólo por saber ya que de ese día no le mandé fotos.
–No fue sólo un “quién”, pero luego te cuento, ya que alquilamos habitación de alberca grande y no era para nadar… –le dije tratando de cambiar la plática.
–Nosotros nos remojamos muy rico en la alberca chica, pues no era para que muchos se echaran clavados al mismo tiempo… –dijo Miguel y todos reímos.
–La verdad, yo me sentí feliz en ese lugar y estuve bien atendida, clavado a clavado, aunque no fuera en la alberca… –dijo Sonia mirando a Miguel con ojos de agradecimiento y mejillas arreboladas, lo que Jesús lo tomó muy natural, cero celos.
Siguió la chorcha, cenamos temprano, bailamos y cuando ya creímos que ya era hora de pasar a las actividades de adultos, tomé a Sonia de la mano para ponerla de pie junto a mí.
–Ahora, mi comadre y yo les mostraremos el uniforme de baile para las siguientes piezas –dije quitándole la blusa y ella me quitó la mía.
Enseguida, cada una se quitó el sostén y se lo lanzó a su respectivo compadre. Tomé de las manos a Sonia y la junté conmigo, pezón con pezón, “Esta noche tendrán el doble de lo que más les gusta, y no lo nieguen…”, dije y los hombres aplaudieron. Sonia sonrió y le dije en voz baja “Ya me calenté” y moví las tetas, “¿Tú no?”, pregunté para completar mi dicho. Sonia sonrió arqueando más sus lindas cejitas, se puso roja y contestó “Sí”, moviendo sus chiches y bajando la mirada.
–Veamos si más abajo somos distintas, ¿Nos ayudan a quitar lo demás? –pregunté y se levantaron de inmediato para encuerarnos. Recibimos besos en piernas, pies, nalgas, ombligo y panocha conforme nos quitaban la falda, las medias, los zapatos y las tangas. Al terminar, posamos juntas para que compararan.
–¡Están igualitas!, Claro, hay pocas diferencias, el color del vello y la cara… –dijo Miguel, a quien le gusta mucho la cara de la comadre.
–Eso es en lo exterior, habrá que ver las medidas interiores –señaló Jesús como si no lo supiera.
–Te aseguro que sí –expresó mi marido–, al rato lo comprobarás –concluyó para que Sonia creyera que su marido todavía no cogía conmigo.
–Bailar desnudos es muy hermoso, ¿lo has hecho? –pregunté a Sonia quien negó con la cabeza –. Bailemos mientras ellos se desvisten.
Tomé a Sonia y me puse a bailar con ella, mejilla con mejilla, rozándonos las tetas y los pubis. Los maridos, rápidos como flecha, quedaron en pelotas.
–¿Verdad que se ven muy ensabanables? –le pregunté a mi pareja de baile.
–Por adelante sí. Voltéense para ver si están tan ricos… –les ordenó Sonia y detuvo el baile, abrazándome de las nalgas con una mano, para que los miráramos.
–Primero bailarás con tu mujer, antes que otro te gane porque mueva el pubis mejor –le dije a Jesús, dándole la mano de Sonia–. De preferencia tú debes ser el primero en todo para que a ella le guste. Si otro le enseña algo nuevo y le gusta, seguramente también lo hará contigo porque te ama, y saldrás ganando –externé como un consejo salido de dos años de experiencia que ha mejorado nuestro matrimonio–. A nosotros nos ha ido muy bien así, sin celos y con mucho más amor cada día.
Después cambiamos de pareja varias veces. Nosotras terminamos con el vientre embarrado de presemen, pues sus vergas lo destilaban generosamente, más cuando uno veía cómo el compadre besaba a la esposa y la manoseaba a placer, también cuando ésta acariciaba el aparato del compadre.
–¡Miren cómo babean! –les dije tomando sus penes, los obligué a acercarse y restregué sus glandes entre sí.
Sonia miraba divertida. Me hinqué para mamársela a Jesús y, a señas, invité a Sonia que hiciera lo mismo a mi esposo.
–Creo que es hora de pasar a la camita, yo me estoy pasando de calor… ¿Y tú comadre?
–También. ¿Cómo empezamos? –preguntó, quizá para saber con quién cogería primero.
–Con algo que seguramente no has hecho, pero que es delicioso: recibir al mismo tiempo, por la boca y por la panocha, una buena ración de colágeno –prometí.
Le pedí que se pusiera en cuatro, con la cara a la orilla de la cama para que un macho estuviera de pie y el otro hincado en la cama.
–¿Cuál pito quieres en la boca?
–El de mi marido –dijo y los acomodé en su lugar.
–Verás que es delicioso, pero como el amor hay que compartirlo, cuando los compadres te hayan dado su carga, le guardas en la boca un poquito de semen a mi esposo para que te voltees y, así, en cuatro, se lo des en un beso a mi marido, mientras Jesús te limpia la panocha con la boca y en cada lengüetazo me comparta el atole con un beso. ¿Se entendió? – pregunté y todos asintieron a la vez.
Quien se vino más pronto fue Jesús pues lo calentó en extremo ver cómo se cogían a su mujer. Era maravilloso ver la lujuria con la que Miguel tomaba de las caderas a Sonia y le golpeaba las nalgas con su pelvis. Seguro que le retumbaban en los oídos los golpes cadenciosos parecidos a los aplausos. Jesús dio un gran grito y poco después Miguel regó la vagina de mi comadre.
En cuanto se volteó Sonia ofreciéndole a Jesús el trasero, mientras ubicaba la cara de Miguel, le dije a mi compadre en voz muy baja “Así de rico hizo Miguel a tus gemelos”, y su pene flácido dio un respingo.
Mi marido estaba embobado mirando cómo el hermoso rostro de Sonia le ofrecía la miel del marido en un beso, que Miguel prolongó lo más que pudo, limpiándole lengua, encía y dientes sosteniéndole la cabeza.
Jesús pasó la lengua por la raja de su esposa y me dio un beso en la boca, el cual acepté, agarrándole el falo y los huevos a la vez, pero le indiqué “Hazlo así” y lamí desde los labios interiores, de donde escurría la lefa, para meter después la lengua en la pepita. Luego lo besé apasionadamente y le dije “Esta leche es deliciosa, tenemos que tomarla toda” y lo incliné para que siguiera mamando. Sonia no se enteró, pero yo estaba calentísima por haberle chupado la vagina con el esperma de mi marido y jalándole la verga al suyo.
–¿Te gustó, comadre? –le pregunté, pero ella sólo sonrió y asintió con la cabeza, aún estaba en el Nirvana por tantos orgasmos continuos –¿Estás aprendiendo cómo tratar a tu dama? No importa con quien coja si es feliz y comparte contigo lo que más le haya gustado –le dije a Jesús, quien también sonreía satisfecho.
Descansamos un poco, dándonos caricias y besos. Los hombres nos acariciaban a las mujeres, pero nosotras acariciábamos hombres y mujer. Sonia se acercó a mí y me dio varios besos, el primero en la frente, el segundo en la mejilla y el tercero en la boca que me encendió, aunque no fue con lengua. Le correspondí con unas caricias en las tetas y ella me dispensó con una linda sonrisa presionando mi mano en sus pezones juntos ya que, al estar de costado, sus tetas descansaban una sobre otra. Le di un beso en la boca y metí un poco mi lengua, al tiempo que le apretaba levemente ambos pezones con mi mano, y ella correspondió acariciando mi lengua con la suya. Los machos sólo veían y nos acariciaban las nalgas.
–A ti aún no te han cogido. ¿Cómo te gustaría que mi marido te cogiera? –preguntó.
–Por atrás, pero mamándote yo las tetas –me lancé para que supiera que me gusta y ella se puso a mamarme las mías.
–¿Así…? –dijo después de mamarlas y continuó con las caricias en ellas.
–Sí, ya que se reponga –dije y le zarandeé el pene a Jesús, aún flácido.
–Pues yo ya estoy listo – dijo Miguel, blandiendo su garrote.
–¡Qué potente! –dijo Sonia, y le dio un lengüetazo en el glande para limpiar la gota de presemen que brillaba.
–Quiero que Jesús me penetre antes… –señalé–. ¿Ya estás listo, putito? –dije mirando a los ojos a Jesús, quien se quedó callado con el pito desgarbado en la mano.
Ante ese panorama, donde no quería yo que Miguel insistiera, me levanté para sacar de mi cómoda el dildo de dos puntas.
–¿Ya usaste cosa de éstas alguna vez? –pregunté blandiendo el dildo y Sonia lo negó –. Pues mamaremos las dos, yo a tu marido y tú al mío y nos cogerá esta lindura.
Ante el azoro de Jesús, Fui metiendo poco a poco, el dildo en nuestras vaginas. Sonia sonreía y miraba la cara de asombro de Jesús. Cuando el dildo estuvo incrustado y nuestras panochas en posición de tijeras, ordené “Denos verga para chupar mientras nosotras nos movemos enredándonos de los pelos”, y ellos obedecieron. Mamamos muy rico. A Jesús se le endureció y le dije “No se vayan a venir, aguanten, se trata de que nosotras disfrutemos de un palo que no se cansa”. Las caricias de nuestras panochas pronto lograron que vinieran los orgasmos de Sonia. Me moví más rápido hasta que Sonia soltó la verga de mi marido para gritar de gusto, y suspendí el meneo. “¿Verdad que mi chicona es muy puta?”, le dijo Miguel a Jesús y éste asintió sonriendo.
–Tengan. Para que se entrenen. No es verga, pero sí nuestros jugos… –les dije ofreciéndoles las puntas del dildo en cuanto lo saqué: a Jesús la punta que me metí y a Miguel la de Sonia.
Jesús protestó un poco haciéndose el remilgoso, pero obviamente le gustó. Sonia y yo, abrazadas, mejilla con mejilla y acariciándonos las tetas una a la otra, mirábamos cómo despertaban un poco sus miembros.
–Ya están listos para que disfrutes la doble penetración en sándwich. ¿Qué verga quieres por adelante? –le pregunté a Sonia.
–La de tu marido, quiero besarlo mucho… –dijo haciendo una cara de puta.
Acomodé a los machos, poniéndole enfrente a Miguel y atrás a Jesús, acomodándole la verga de éste en la entrada del ano y le dije “Tú te la coges por aquí”. Sonia se acomodó el pene de Miguel en la pepa y se colgó del cuello de mi marido. En poco tiempo ya estaban sincronizados y cargando a Sonia adecuadamente. El beso de Sonia y Miguel se antojaba de sólo verlo. ¡Era una auténtica pelea de lenguas! “¡Ah!”, gritó Sonia y le siguieron dos gritos de satisfacción, uno de cada hombre.
La depositaron en el piso después de sacarle las vergas y yo le ayudé a acostarse. La putita temblaba todavía en la coletilla del placer. Me puse a limpiarla con la lengua pues le escurría la lefa abundantemente, y con mis manos acariciaba las tetas y las nalgas de la bella mujer.
–Hagamos un cuadrado –sugerí.
–¿Eso cómo es? –preguntó Jesús.
Les expliqué que un hombre le chupaba la vagina a una mujer, quien mamaba la verga del otro macho. A su vez, éste chuparía la pepa a la mujer que mamaría el pito al primer macho. Expliqué mientras los acomodaba. Nos quedamos un buen rato descansando y mamando.
El sueño llegaba. Nos acomodamos por parejas matrimoniales. Ellos a las orillas mamándonos las tetas para dormir como bebés (ambas parejas acostumbramos dormir así) y nosotras con las nalgas en amplio contacto.
Durante la noche me montaron, primero Miguel y luego Jesús. Más tarde Sonia y yo nos abrazamos para dormir con los labios de la boca muy pegados y las vergas de ellos en nuestro culo. La verdad, no supe quién me enculó…
En la mañana nos bañamos para desperezarnos: una pareja en el yacusi y otra en la ducha. Las parejas eran la mujer de uno con el hombre de la otra.


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