Creciendo como un niño dotado 2 – Ataque de sarna
Sacando mas del baúl de los recuerdos como perdi mi virginidad..
Algún tiempo paso después de lo de mi tía y entre a la primaria ese mismo año, mi madre siempre supo que mi pene era anormalmente grande, pero, no, este relato no es acerca de ella, pero eso no quiere decir que ella simplemente ignoraba mi desarrollo, simplemente como una buena madre ella lo veía como el problema que era.
Mis erecciones espontáneas iban a ser un problema en la primaria, pero ella prefirió que tuviera una erección en clase a utilizar algún método vergonzoso para ocultarlas. Además, estando tan solo en primero de primaria. ¿Qué sería lo peor que puede pasar? Eso solo sería un problema hasta la secundaria, tal vez en quinto de primaria en el peor de los casos.
Mi pene en este punto aun media 12 cm, de nuevo, excesivo para un niño de 6 y tal vez más grande que uno de 11 años pero no muy grande en general.
El primer día de primaria lo tengo muy marcado por algo, antes de entrar a esa linda escuela vi por la calle un perro con sarna.
– Mama. ¿Qué tiene ese perro?
– Sarna.
– ¿Qué es eso?
– Una enfermedad, a tu piel le salen agujeros y se cae, no lo toques o sé te pega.
Llegue a mi salón y deje mi mochila, yo siempre fui un niño muy despistado a sí que para ser completamente sincero, no tenía idea de que se supone tenía que hacer por lo que solo seguía al resto de los niños que al parecer si se informaron de como hacer las cosas.
En mi niñez se tenía en las primarias mexicanas «El saludo a la bandera» y cada lunes todos los niños de la escuela rodeaban el área abierta más grande y cantaban el himno nacional, con la escolta de las niñas de sexto (que vamos, quien no sospecho que el profesor de educación física no se aprovechaba de ellas) cargando la bandera y recitando el juramento a esta.
Ese primer día todos los niños de primero tenían que tomarse de las manos y me toco tomar la mano de otro niño que no dejaba de hablar acerca del perro de afuera.
– ¿Viste al perro que está afuera?- Pregunte
– Sí, juega mucho.
– ¿Lo tocaste? – Pregunte asustado.
– Claro. – Respondió feliz.
Sin poder sacarme eso de la cabeza pasé todo el evento conmigo aterrado de haberme contagiado de sarna. Ya en clase estaba apuntando cosas en mi cuaderno tan bien como podía tratando de alejar ese pensamiento de mi cabeza, caber notar que era la primera vez que utilizaba un cuaderno por lo tanto cuando vi las marcas del resorte de este en mi muñeca lo primero que pensé fue que eran los primeros síntomas.
Pálido como si toda la sangre hubiese huido de mi cuerpo me levante y le pedí a la maestra permiso para ir al baño y al llegar a este lave con jabón mis «heridas» desesperadamente, al ver que estas no desaparecían empece a llorar del miedo, honestamente pensé que iba a morir destazado por un virus invisible. En ese momento llegaban riendo desde lo lejos un trío de niñas de sexto grado que al escuchar los sollozos se acercaron a mí, los lavamanos estaban a la salida de los baños.
– Oye niño. ¿Estás bien? – Pregunto una de ellas.
-! NO! – Dije, apenas entendible por mis sollozos.
– ¿Qué pasa?
– ¡Me voy a morir porque toque a un niño con sarna! Mira – Le dije mientras le mostraba las marcas de mi cuaderno.
Supongo que las niñas trataron de ser gentiles guardándose una carcajada lo mejor posible.
– Hay, no te preocupes, yo te ayudo. – Me respondió la misma niña y dirigiéndose a sus amigas dijo – Ustedes vayan al salón, ya las alcanzo.
Las otras niñas se fueron y ella me dijo que iba a revisar mi mano, pero para eso teníamos que entrar al baño de niños. Por suerte al ser el primer día estos estaban perfectamente limpios y dejé que revisara mi mano.
Ahora, para un niño de 6 años, una niña de 11 es indistinguible de una adulta y supongo que una niña de 11 se siente bastante adulta junto a un niño de 6.
En ese momento no lo note, pero la chica estaba viendo mi erección que debió haber aparecido por el miedo.
– Yo te ayudo. – Repitió y al extender mi mano ella lamió mi muñeca.
Existen diversas razones por las cuales una niña menor de 13 años pueda estar altamente sexualizada.
- Poca supervisión que le permite ver mucho porno o estar cerca de malas influencias.
- Un desarrollo temprano que la carga de hormonas.
- Ser abusada, pero no violada, sexualmente en casa.
¿El caso de Melanie? Los tres, como aprendí después.
Ella empezó a chupar mi muñeca, y mi respuesta fue relajarme, me recordaba a mi tía y sabía que esto era sexual. Tanto me relajé que casi como reflejo decidí desabrochar mi pantalón y sacar mi pene.
– ¡Vaya! – Dijo ella, soltando mi muñeca. – Está más grande que la de Pablo. ¿Qué edad tienes?
– 6. – Respondí.
Ella acercó su mano a mi tronco y empezó a masturbarme, jalaba desde la base hasta la punta, después escupió en su mano y continuo, apretaba con fuerza, pero la saliva hacia que se deslizara con facilidad, estas jaladas eran casi mejores que las de mi tía.
Tratando de ser cooperativo y utilizar todas las técnicas que aprendí con mi tía, extendí mi mano hacia su cintura, y la metí dentro de su falda… en vez de simplemente levantar la falda, como podrán ver no era muy inteligente.
Con mi mano encontré lo que sería los inicios de vello púbico, apenas unos cuantos cabellos pequeños, fui más abajo hasta que encontré su clítoris, el cual ya conocía y al momento de apretarlo sus piernas se doblaron.
– Ah. ¿Con qué ya sabes? – Dijo con una sonrisa.
Con la otra mano toqué sus ya considerables pechos y los apreté.
Ella me dio un beso de lengua y dejo de masturbarme un momento y saco la cabeza para ver que nadie se acercara a los baños.
– Estamos bien. – Afirmo.
Se arrodilló frente a mí y decidió metérselo a su boca, mi pene se veía más grande junto a su boca que junto a la de mi tía, pero aun así no batallo demasiado.
Esa fue, y aseguro, uno de los orales más profesionales que jamás he recibido, solo dios sabrá cuantos años de práctica tendría ella ya. Pero en ese entonces simplemente asumía que todas las mujeres «adultas» sabían como dar una mamada.
Jugaba con mi pene de maneras que solo redescubriría años después en videos porno, sacaba su lengua y la golpeaba con mi glande, lo lamía desde la base a la punta y lo engullía de un solo bocado, jugaba con su lengua dentro de su boca y daba deepthroats rápidos, estaba a punto de venirme, pero ella vio mi cara y paro en seco.
– Oye niño. ¿Sabes lo que es el semen?
Cuando me calme un poco asentí con la cabeza.
– ¿Te ha salido semen?
Volví a asentir.
Ella fue alcanzo su mochila, abrió el compartimiento donde estaban sus libros y cuadernos y saco un condón.
Volteo a ver mi pene un momento, lo metió y saco otro más pequeño. Parecía que tenía una farmacia ahí adentro. Lo abrió y me lo puso, se sentía extraño, frío y viscoso, algo de esa viscosidad se pegó a su mano y en vez de limpiarse con su falda, se llevó la mano a la boca casualmente.
Me llevo a mí y a su mochila a uno de los inodoros que, de nuevo, debido a que era el primer día estaban perfectamente limpios, cerro la puerta, y se apoyó en uno de los inodoros, levanto sus nalgas y levanto su falda.
YO NO TENÍA NI PUTA IDEA DE LO QUE ESTABA PASANDO.
– ¿Qué? No vas a hacer nada. – Pregunto
– ¿De qué?
– ¿Sabes coger?
Moví mi cabeza en negativa, ella volteó hacia la pared, probablemente para ocultar su frustración. En un movimiento ya practicado, quito sus manos de las paredes y en un acto de balanceo se apoyó solo en sus piernas sobre la tapa del inodoro para con sus manos abrir sus nalgas y mostrar su vagina.
– Tienes que meter tu pene aquí. – Dijo, apuntando a la entrada de su vagina.
Tímidamente me fui acercando cada vez más, las luces del baño se reflejaban en los jugos que se derramaban de su vagina por sus piernas.
Eventualmente mi glande toco su agujero, pero aún seguía fuera.
– Mételo porfa. – Gemía.
Sin conocimiento de hacerlo lentamente, metí todo mi pene de una estocada y con fuerza, ante lo cual ello dio un bufido seguido de un gemido.
– Su puta madre. – Decía sin aliento. – Tranquilo, ok, ahora lo que tienes que hacer es agarrarme. – Para lo cual ella tomó mis manos y las puso en sus caderas. – Y sacarlo, pero no todo y volver a hacer eso muchas veces ya vas a ver como. –
Como un soldado a cuerda obedecí, y la empece a penetrar fuertemente, ella trataba de no gemir, y solo sacaba bufidos más atribuidos a mi fuerza y velocidad que a mi tamaño.
El sonido del choque de sus nalgas con mi pelvis se escuchaba por el baño.
– ¡Ah! – Gemía. ¡Más! – Gemía. ! Despacio! – Y volvió a poner sus manos en la pared para apoyarse.
Pero yo nunca había sentido algo así y definitivamente no iba a parar ni hacerlo más lento.
Me dolían las piernas y sentía un nudo en la espalda, cada metida era un castigo físico para alguien que jamás lo había hecho, ni siquiera sabia que tenía tanta fuerza para empezar, pero el placer era tanto que no me podía parar.
Aparte de la fuerza de meterla, también la jalaba a ella, casi como si quisiera fusionarla permanentemente con mi pene, fue tanto que su pierna derecha se resbaló de la tapa del baño y se tuvo que apoyar rápidamente en el suelo para no caerse.
Hasta que eventualmente, ocurrió y me vine, no supe si ella se eyaculó, ni siquiera sabia que las mujeres podían eyacular o tener orgasmos, pero con dios como mi testigo lo hice con todo mi esfuerzo.
Después de recuperar ambos el aliento quería seguir cogiéndola, como todo buen niño el eyacular no me había quitado mi erección, ella se recostaba sobre el inodoro.
– No mames, te pasas. Alguien nos pudo escuchar. – Me recrimino con poco aliento.
Ella empezó a levantar sus nalgas, lo que sacaba mi pene de su vagina, pero con desesperación la tome de sus caderas, casi asustado de sacarla.
– ¡No! – Me empujo, sacando mi pene finalmente. – Ya tarde mucho en volver. Otro día niño. –
Se limpió, me quito el condón, le hizo un nudo y lo tiro por el escusado y salió. Yo me quede sentado, sin saber que pasaba, antes de irse me dijo.
– No le vayas a decir a nadie y lo hacemos otra vez. ¿Ok?
Solo pude asentir. Escuche como fue a los lavabos y se limpio, probablente para deshacerse del olor a sudor y sexo y yo solo me quede ahí por horas, hasta que sono la campana del recreo y una vez este acabo volvi a mi clase. Probablemente por ser el primer dia la maestra no conocia nuestras caras y no noto mi ausencia.
Parece que en tu infancia te la pasate muy bien en casa y en la escuela. seguiré esperando la continuación.
Pues, esta no es una historia feliz, pero eso solo se descubre en retrospectiva.