Cuando cae la lluvia.
Esta es la historia de como un evento traumático a mis 13 años me llevó a conocer a una de las personas más importante de mi vida. .
Cuando tenía 6 años perdí a mi madre en un accidente de auto, este suceso nos marcó mucho a mi padre y a mí, ya que nos obligó a crear una nueva dinámica familiar, en donde nosotros tendríamos que averiguárnoslas. En un inicio todo fue un desastre, ya que mi padre no sabía hacer nada del hogar, por lo que no fueron pocas las comidas chamuscadas y las camisas de color blanco de mi uniforme echadas a perder por haber sido metidas en la misma carga de la lavadora que las prendas de color.
Sin embargo, ambos haciendo nuestro mejor esfuerzo logramos salir adelante. Ya que yo decidí suplir el rol de mi madre en cuanto a las tareas del hogar, y desde los 8 años y gracias a la ayuda de nuestra vecina del departamento conjunto, comencé a aprender a cocinar, lavar, planchar, etc… Por su parte, mi padre se dedicó de lleno a su trabajo, suministrando así un flujo constante de dinero para el hogar.
Para ser sincera, yo vivía muy feliz con mi padre, él me comprendía a la perfección, y yo a él. La verdad somos un gran equipo, pero claro que me hizo falta mi mamá, no fueron pocos los días de las madres en donde yo me derrumbaba a llorar debido a mi falta de progenitora (aunque mi padre siempre iba en su representación, no era lo mismo).
Muchas veces llegué a cuestionar a mi padre sobre por qué no se había vuelto a casar, y la respuesta siempre era la misma: “Tu madre fue el único amor de mi vida, y jamás habrá alguien que logré siquiera ser una enésima parte de lo que tu madre fue”. Esto me parecía tierno, pero de igual forma no satisfacía mi necesidad de una madre.
Pero bueno, sabía que en algún punto mi padre tal vez se enamoraría de alguien más, por lo que deje de preocuparme conscientemente del tema. En los demás aspectos yo seguí perfeccionando mis dotes culinarios durante toda la primaria, ya que en verdad disfrutaba de crear platillos los cuales tanto mi padre como yo disfrutábamos.
Esta afición por el arte culinario se vio reforzada cuando entré a la secundaria, ya que allí conocí nuevas amigas a las cuales también les gustaba cocinar (sobre todo pasteles, y otros tipos de postres). Además, conocí otra afición que me ha acompañado toda la vida, la cual es la jardinería.
Mi interés por la jardinería surgió a la par que entre en la secundaria, ya que el primer día, cuando nos dieron el recorrido por las instalaciones, nos mostraron uno de los orgullos de la escuela, el cual era un amplio jardín a espaldas del edificio principal de la escuela. Este campo era hermoso, y expedía un olor sumamente gratificante, el cual se podía incluso percibir durante las clases, cuando el viento transportaba aquellos aromas a las aulas.
Cuando nos mostraron este hermoso jardín, también nos dijeron que, si queríamos, nosotros podíamos unirnos a una especie de “club” botánico, el cual se encargaba del mantenimiento de aquel maravilloso espacio. Mencionó que era una especie de club, ya que en realidad en mi escuela no existía nada de esas cosas, eran más bien llamadas actividades extracurriculares, y en su totalidad, a excepción del botánico, todos eran deportivos.
Yo la verdad nunca he sido buena para los deportes, aunque si tenía un buen físico, el cual, según mi padre, me fue heredado por mi madre. Además, y sé que es bastante egocéntrico decirlo yo misma, tenía una cara bastante armónica, tirando a bonita, por lo cual no era raro que llamase la atención de los muchachos (situación que empezó desde la primaria). Por este motivo, junto algunas amigas escogimos la actividad de botánica.
El profesor encargado de esta actividad era el maestro de biología, un hombre de unos 60 años llamado Omar, el cual transmitía un aura bastante peculiar, ya que tenía un físico cadavérico, siendo este en extremo delgado, de tez blanca, nariz fina, ojos hundidos (pero que transmitían una mirada penetrante), a la par que siempre estaba encorvado, ya que era algo alto (1.75 calculo yo). Lo que sí, es que siempre iba vestido con traje a la escuela, y cuando te acercabas a él, podías oler una fragancia masculina bastante agradable (o por lo menos para mí así era).
El profe Omar a pesar de su apariencia, era bastante amable, y siempre estaba dispuesto a ayudarnos en lo que necesitaremos, por lo cual era bastante popular entre los estudiantes, e incluso según me habían contado, había sido elegido padrino de generación en varias ocasiones. Yo por mi parte me llevaba bien con él, aunque no era el profe con el que más contacto hacía, ya que yo soy muy reservada.
Dentro del colegio también había varios conserjes, siendo Jaime con el que más me llevaba, ya que era muy amable y servicial. Además, siempre que alguno de los estudiantes necesitara ayuda, él iba corriendo a socorrerlos. En la otra cara de la moneda estaba Isaac, otro conserje muy malhumorado, que, según los rumores, gustaba de ver debajo de las faldas de las estudiantes, cuando estas iban subiendo las escaleras, o se nos quedaba viendo fijamente cuando hacíamos deportes.
Una tarde, después de clases yo me quedé en la biblioteca de la escuela investigando mi parte de un proyecto escolar que nos habían puesto en equipos (yo me quedé ya que me era más fácil sacar la información de allí, ya que la mayoría de las cosas que nos pedían los profesores se encontraban entre los materiales bibliográficos de la escuela). Ese día mis amigas con las que me tocó hacer el proyecto no se pudieron quedar conmigo, ya que tenían que participar en sus actividades extraescolares, como clases de inglés o de natación.
Por este motivo yo me quedé sola con la bibliotecaria, la cual era una señora bastante mayor y malhumorada, la cual me corrió uno hora y media después de que yo me sentase a investigar. Esto me hizo enojarme, ya que me faltaba muy poco para terminar mi investigación, por lo que refunfuñando me fui en dirección a la salida de la escuela.
El edificio principal de mi escuela (en la cual había tanto secundaria como prepa) tenía 3 pisos de altura, y la biblioteca justo se encontraba en el piso superior (junto con dirección y la sala de profesores), por lo que ir hasta allá siempre era un martirio. En el segundo piso se encontraban las aulas de segundo y tercero de secundaria, y en el primero los salones de primer grado y los laboratorios (la preparatoria estaba en un edificio adjunto también de tres pisos, el cual estaba conectado por un corredor techado al edificio principal.
Al ir bajando por las escaleras me percaté de la presencia de Isaac, el cual me estaba observando fijamente. Yo trate de ignorarlo, pero por educación le salude. Él no me devolvió el saludo, sino que me siguió con la mirada. En cuanto yo di un paso en las escaleras que me llevarían al primer piso, Isaac me agarró del hombre y me dijo que, si le podía ayudar con unas cosas, aprovechando que yo iba para abajo.
Yo no quería ayudarle, pero no quería quedar mal, por lo que le dije que sí. Isaac me guio hasta el cuarto de mantenimiento el cual se encontraba al final del corredor del segundo piso, junto al baño de mujeres. Al entrar al cuarto (el cual era bastante amplio) sentí un gran ardor en mi cabeza, después me desvanecí.
Cuando recobré la consciencia, me hallé tumbada sobre unos cartones en el cuarto de mantenimiento. Pero lo que me terminó de despertar fue sentir que alguien o algo me estaba lamiendo mi vagina, mientras que con las manos agarraban muy fuerte mis muslos. Yo no podía ver de quien se trataba, ya que la cabeza de aquel individuo estaba cubierta por mi falda, aunque no pasó mucho tiempo antes de que supiera la identidad de mi abusador.
Este no era otra que Isaac, quien al sentir como me movía volteó a verme, descubriendo su cara, para luego hacer contacto visual directo conmigo, a la par que me sonreía de una manera muy macabra. Yo no estaba maniatada, ni nada por el estilo, sin embargo, estaba paralizada del miedo. Por lo que a pesar de lo que pueda pensar más de alguno, yo no opuse resistencia.
Vi como Isaac al cerciorarse que no lo atacaría, volvió a lamer mi vagina, hasta que pasado un rato volvió a erigirse, para acto seguido comenzar a quitarse los pantalones y sus calzones, liberando de esta forma su verga. Yo en este momento sí que empecé a retorcerme, tratando tontamente de hacer para atrás (digo tontamente, ya que atrás de mí solo había una pared, por lo cual no podía escapar).
Isaac al ver esto se molestó, me agarró con fuerza de mi cadera y me tiro hacía él, amenazándome con hacerme daño si no me dejaba hacer lo que él quisiera. (Quiero que en este punto recuerden que yo apenas tenía trece años, y a pesar de que me veía mayor, yo no tenía ni la fuerza física, ni mental para sobreponerme a mi atacante, por lo que lo obedecí con el fin de evitar mayores daños a mi persona).
Justo cuando Isaac iba a insertar su pene en mi interior, pude vislumbrar una sombra que venía de la entra de aquel maloliente cuarto. (Ya que Isaac estaba de espaldas a la entrada de aquel pequeño espacio en donde estaba confinada). De un momento a otro vi como aquella figura alzó uno de sus brazos, en donde pude distinguir que la mano estaba sosteniendo una herramienta, después de una manera muy abrupta vi como aquella herramienta impactaba de lleno en el cráneo de Isaac, quien se desplomó al instante encima de mí.
En cuanto cayó aquel cuerpo inerte sobre mí, sentí un horror como nunca, y más porque sentí un líquido caliente y con olor ferroso, el cual identifiqué como sangre, que poco a poco me iba empapando. Pero el mayor terror lo experimenté cuando vi que aquella figura se acercaba a mí (yo en ese momento ya estaba llorando, pensando que me iban a asesinar). Sin embargo, y ante mi completo alivio, cuando aquella figura se acercó más, concretamente a la tenue luz amarillente que emanaba de un foco bastante viejo, pude reconocer a Jaime.
Al verlo, me comencé a calmar, ya que sabía que con él estaría segura. Pero no fue así, en cuanto se acercó a mí, hizo a un lado el cuerpo de Isaac, para luego él tomar su lugar diciéndome:
Jaime. – Que alivio que llegué a tiempo, ¿no te quitó la virginidad verdad? Nunca me imaginé que el pendejo de Isaac te intentaría violar, pero ya me las pagó, yo le deje bien claro que tú eras mía y solo mía.
Al escuchar estas palabras me quedé de piedra, nunca me imaginé que Jaime en realidad no era lo que aparentaba. Aún en estado de shock Jaime subió la falda y al ver que ya no tenía los calzones y estaba húmeda (debido a una mezcla de saliva de Isaac y mi orina por el susto), se apresuró a bajarse el cierre, para así liberar su pene, el cual una vez libre, fue dirigido en dirección a mi vagina.
Jaime. – Aprieta los dientes, que esto te va a doler, pero te prometo que seré cuidadoso.
Acto seguido comenzó a penetrarme. Yo sentí un gran ardor en cuanto la cabeza de su glande comenzó a entrar en mí, y durante todo el trayecto de aquella masa de carne (la cual se me hizo enorme) sentía como se desgarraba poco a poco mi interior, la verdad pensé que ahora si iba a morir.
En cuanto logró la totalidad de su verga en mí, Jaime se quedó quietó un momento, dándome de esta forma un descanso fugaz, ya que no pasó mucho tiempo antes de que comenzase con el mete y saca. Yo solo sentía dolor, y mientras él estaba extasiado complaciéndose con mi cuerpo, yo ahogaba los sollozos de mi llanto. No mucho tiempo después, Jaime aceleró sus movimientos pélvicos, hasta que de repente paró de golpe, momento en el que sentí como un líquido caliente era depositado en mi interior. (la verdad no recuerdo si el hizo algún ruido durante la penetración, ya que yo sentí que mis oídos estaban tapados, por lo que lo único que escuchaba era mí propio latir de mí corazón).
Durante unos instantes pude sentir como la verga de Jaime se iba haciendo cada vez más pequeña en mi interior, hasta que, por fin, él se apartó de mí. Mientras el recobraba su aliento, yo traté de vestirme, sin embargo, fui detenida por él, quien me dijo con una mirada completamente desconocida para mí, ya que parecían los ojos de un loco:
Jaime. – Aún no terminamos, solo debo tomar un breve descanso.
Por primera vez yo respondí con una voz muy tenue y temblorosa. – Ya me tengo que ir Jaime, te prometo que no le voy a decir a nadie lo que paso hoy.
Jaime ni siquiera me puso atención, simplemente se limitó a descansar y a recuperar fuerzas. Para este punto yo noté que él cuerpo de Isaac comenzó a moverse, aunque no le di mayor importancia. Pasados unos largos minutos, Jaime se volvió a acercar a mí con su pene erecto, y justo cuando lo iba a reinsertar en mí interior, Isaac se levantó de la nada, atacando a Jaime con la misma herramienta con la que él había quedado inconsciente.
Toda esta escena fue muy rápida, pero yo aproveché para huir de aquel sitió, con las pocas fuerzas que tenía, logré sortear a aquellos dos hombres que ahora estaban en una pelea encarnizada, para después bajar las escaleras a toda prisa, dirigiéndome hacía la entrada de la escuela. No sé cómo, ni en qué momento yo llegué a mi casa, completamente bañada en sudor y lágrimas.
Por suerte para mí, mi padre aún no había llegado del trabajo, ya que ese día le tocaba dobletear turnos, por lo que saldría en la madrugada. Al verme en un espejo noté que tenía sangré por todo mi uniforme (probablemente de Isaac), por lo que procedí a quitármelo de inmediato, guardándolo en una bolsa de color negro, la cual escondí debajo de mi cama. Después de eso me metí a bañar, pero no importaba cuanto me tallase yo sentía que olor a la sangre no se quitaba de mi cuerpo. Además, al tocarme mi vagina, sentí un gran ardor y dolor.
Al salir del baño, apenas me había cambiado con mi pijama, cuando me desplome en mi cama por el cansancio. Durante la noche sentí como si tuviera temperatura, a la par que tuve muchas pesadillas, en donde revivía cientos de veces aquella macabra escena de mi violación. Sin embargo, estos sueños fueron interrumpidos cuando escuché a mi padre llegar.
Como era costumbre, el entró a mi cuarto para cerciorarse de que yo estuviese bien. La verdad yo en ese momento quería saltar a sus brazos y contarle todo lo que me había pasado, pero otra parte de mí (la cual ganó) me decía que él no debía enterarse, ya que se iba a preocupar demasiado, y él no tenía la salud suficiente para afrontarlo. Por lo que me quedé callada, fingiendo que dormía profundamente, mientras mi padre me daba un beso en la frente.
Al sonar mi despertador yo dude en levantarme, sin embargo, sabía que si no iba a clases mi padre podría sospechar, por lo que haciendo el mayor acopio de mis fuerzas me levanté (recordando que, si yo no llegaba temprano, nadie regaría las flores), me vestí con un uniforme de repuesto que tenía, para luego dirigirme a la escuela. Al ir caminando rumbo a mi centro educativo, yo me sentía muy nerviosa, ya que no sabía quién había ganado en el enfrentamiento entre Isaac y Jaime, aunque lo que, si estaba segura, es que quienquiera que haya sido, lo más probable es que iría a buscarme para que no le dijese a nadie lo que había pasado aquel día.
Empero, todos estos pensamientos se disiparon de mi mente cuando llegué a la escuela, la cual estaba cercada por elementos policiales, quien estaban interrogando a algunos profesores, entre ellos el profe Omar, quien al instante se percató de mi presencia, dirigiéndose hacia mí.
Profe Omar. – La escuela está cerrado hasta nuevo aviso.
Yo le pregunté nerviosamente el motivo.
Profe Omar. – Hoy en la madrugada el profe Fernando (de educación física) encontró los cuerpos sin vida de los conserjes Isaac y Jaime. Por eso está aquí la policía.
Justo cuando estaba terminando esta frase, un agente de policía se nos acercó, diciéndole al profe Omar que ya podía irse, pero que lo contactarían en caso de requerir más información. Después el agente me volteó durante un rato, momento en el cual el profe Omar intervino, preguntándole si se le ofrecía algo más. A lo cual el gendarme le contesto que no, retirándose en el instante.
Antes de que yo me pudiese marchar, el profe Omar me detuvo, pera después preguntarme de una forma muy seria. – ¿Tu estabas aquí ayer verdad?
Al escuchar estas palabras me quedé helada, aspecto que notó mi profesor de inmediato diciéndome. – Yo te vi salir apresuradamente maso menos a la hora en que dijeron que ambos conserjes habían muerto. No te preocupes, no le voy a decir nada a nadie, pero quiero que confíes en mí y me digas que paso ayer.
Yo. – Estaba bien profesor, ¿pero podemos hacerlo en otro sitio?
Profe Omar. – Claro, ¿qué te parece en mi casa? No vivo muy lejos de aquí.
Yo. – Esta bien.
Después de eso nos dirigimos a la casa de mi profe, la cual era bastante grande, considerando que él vivía solo (debido a que su esposa había fallecido una década atrás de una extraña enfermedad). Al entrar me invitó a sentarme en la mesa del comedor, a la cual arrimó un vaso con refresco de cola, y unas cuantas galletas saladas.
En cuanto él se sentó, yo comencé a relatarle todo lo sucedido el día anterior, mencionándole cada detalle de mi violación, y como me había sentido. Durante toda mi confesión, el profe Omar no se movió ni un centímetro, ya que estaba prestándome la mayor de su atención. Sin embargo, su concentración se vio alterada en cuanto vio mis lagrimas salir de mis ojos, por lo que torpemente tomó una servilleta, la cual me extendió sin darse cuenta de que con su brazo había tumbado el vaso de refresco, haciendo todo un desastre tanto en la mesa, como en el suelo.
Omar (me voy a ahorrar lo de profe, ya que se entiende quien es) rápidamente tomó unas servilletas y comenzó a secar la mesa, para acto seguido agacharse y limpiar el piso. Yo por mi parte no sabía que hacer, ya que estaba concentrada conteniendo mi llanto. No sé en qué momento Omar desapareció debajo de la mesa, pero no pasó mucho tiempo, hasta que por fin sentí sus huesudas manos en mis muslos.
Recuerdo que sus manos frías comenzaron a abrir mis piernas, luego sentí una respiración cálida sobre mi calzón, la cual fue acompañada con un lengüetazo en mi vagina. Una vez más me quedé petrificada, ya que no sabía qué hacer. Por su parte el profe comenzó a murmurar: “que envidia y coraje tengo”, “ojalá yo hubiese sido él que los mató”. Estas frases las alternaba mientras me lamía.
De un momento a otro, sentí como sus manos se dirigieron a mi cadera, tomando los bordes de mi calzón, memento en el que fue despojado de él. Ya sin mi calzón, pude sentir directamente la lengua de mi profesor, pero aquí paso algo extraño, y es que, a diferencia del día anterior, yo no sentí feo, sino que comencé a sentir mucho placer. Tras un buen rato de lengüeteo sentí como si me fuera a orinar, por lo que bajé mis manos tratando de apartar la cabeza de Omar, pero este estaba aferrado a mí, y no se despegó de mi vagina hasta que por fin tuve mi primer clímax.
Fue justo después de mi orgasmo, que Omar se reincorporó de un salto, en su cara noté una gran expresión de vergüenza, recuerdo que se arrodillo ante mí pidiéndome disculpas, diciéndome que no sabía que le había pasado, que algo en su interior lo había cegado, y por eso se había abalanzado sobre mí. Me dijo que si yo quería podía denunciarlo ante la policía, que él admitiría todo.
Yo la verdad no sentía ninguna aberración o disgusto por lo que había hecho, por lo que le dije que no lo acusaría con nadie, pero que ya debía irme a mi casa, ya que quería infórmale a mi papá que no iba a ver clases durante un tiempo, momento que también aprovecharía para hacerle el desayuno. Mi profesor se quedó atónito, como si no creyera lo que yo le decía, pero no opuso resistencia a dejarme ir.
En cuanto a llegué a mi casa, me dispuse a hacer el desayuno mientras mi padre aún dormía. Cuando al fin se levantó, yo le expliqué la situación en la escuela (claro que omitiendo las partes en donde yo había estado involucrada). Él se preocupó de inmediato, pero logré tranquilizarlo diciéndole que tanto la escuela como la policía se estaban encargando del asunto.
Después de eso me cambié a mi ropa normal y disfruté de la mañana con mi padre, quien se fue nuevamente en la tarde a trabajar, aunque esta vez sí llegó antes de las doce de la noche, ya que su próximo turno sería a las nueve de la mañana del siguiente día. Por mi parte, me quedé pensado sobre el placer que había experimentado con mi profesor, y no sé por qué (se darán cuenta de mi inmadurez mental en aquella época ya que no sabía nada) tuve deseos de volverle a ver.
Por este motivo, al día siguiente me dirigí a la casa de mi profesor, con la excusa de que necesitaba ayuda con un tema de biología que no había entendido. Al llamar a la puerta, no pasaron ni cinco segundos, cuando el profe Omar abrió la puerta, (obviamente como les he mencionado antes, él estaba bien vestido, además, ese mañana en particular me llegó un intenso aroma a su colonia, el cual estaba mezclado con olor a jabón, lo cual me indicaba que se acababa de bañar).
Omar se quedó petrificado al verme, ya que no me esperaba tan pronto. Como si se tratase de alguna emboscada, y antes de saludarme, sacó la cabeza por la entrada, verificando que no hubiese policías esperando escondidos para así arrestarlo. Yo le calme diciéndole que quería hablar con él. Esto le hizo reaccionar, dejándome pasar. En cuanto entré, me dirigí automáticamente al mismo asiento del día de anterior, y como el día anterior el profe me extendió un vaso de refresco y unas galletas saladas.
Durante un rato estuvimos en silencio, hasta que por fin le dije que había ido allí para que me ayudase con un tema que no entendía. El profesor no supo si lo que yo decía era broma o verdad, aunque su semblante cambió cuando le mostré mi libro de texto y mi cuaderno. Y como si nada hubiera pasado el día anterior, él se puso a explicarme el tema, hasta que por fin mi gruñido estomacal (por no haber desayunado) nos interrumpió.
El profesor se apartó de mí, y me ofreció algo de comer, a lo cual yo acepté, sin embargo, no esperaba que él fuese un desastre en la cocina, ya que en cuanto puso unos huevos en la sartén para freírlos, noté que se había pasado de aceite, y no tardo mucho hasta que el olor a quemado llegó a mi nariz. Esto me hizo acercarme a la estufa, en donde vi a los dos huevos calcinados.
Al ver a mi profesor alterado por no saber cocinar, yo sentí una gran ternura, por lo que de la forma más amable le pedí que se apartase, que yo me encargaría de cocinar, ya que era muy buena en ello, además, le ofrecí prepárale algo a él, a lo cual me contesto recelosamente que sí. En cuanto Omar me indicó en donde estaba cada utensilio e ingrediente para cocinar, yo me puse manos a la obra.
Cuando terminé de preparar los primeros huevos revueltos, y me disponía a hacer mis huevos fritos, sentí como mi profesor me abrazaba por la espalda. Yo lo volteé a ver y le dije que se apartara, que era peligroso que estuviéramos así frente a las llamas. Omar se apartó un poco, pero luego volvió a abrazarme, diciéndome que él sabía que no había ido con él para eso, pero que ya no podía aguantarse más, que quería una vez más saborearme, que, si le decía que sí, el solo al terminar iría a entregarse a la policía.
Yo sentí ternura por él, y al saber que podría sentir nuevamente aquella sensación tan placentera moví mi cabeza de forma afirmativa. Pero, antes que nada, apagué la estufa. En cuanto me volteé para ver de frente al profesor, él me tomó de la cintura y me pidió que me subiera en la encimera, acto seguido metió su cabeza en falda (ya que a mí me encanta usar estas prendas), hizo a un lado mi calzón y se dispuso a darme una extraordinaria lamida de vagina como el día anterior.
Mi profesor era un experto en dar sexo oral, ya que sabía justo en que lugar y con que intensidad dar lamidas, además, en esta ocasión complementó sus lengüetazos con besos en mis muslos, lo cual me hacía sentir muchas cosquillas, pero también mucho placer. Antes de que yo pudiese tener un orgasmo, Omar se levantó, y sin darme tiempo a nada, me dio un beso en la boca.
Después vi como se empezó a bajar los pantalones, y fue entonces que me entró pánico por volver a sentir el dolor intenso que había experimentado con Jaime. Sin embargo, mi profesor al notar mi angustia me dijo que él sería tierno, y que, si algo me disgustaba, que yo le podía decir y él pararía de inmediato. Con algo de dudas acepté, por lo que Omar procedió a quitarme mis calzones.
Como la encimera era un poco más alta que él, me pidió que me bajase y lo siguiese a la sala, en donde me recostó bocarriba sobre el sillón más grande, luego levantó mi falda, y con mucha ternura abrió mis piernas. Yo la verdad sentí mucha vergüenza, por lo que traté de cerrarlas, pero mi profesor me dijo que no había nada de que avergonzarse, ya que yo era hermosa.
Después de esto, comenzó la penetración, la cual fue muy lenta, y en cuanto yo sentía alguna incomodidad, Omar se paraba y esperaba a que me acostumbrara, o se inclinaba sobre mí para darme un beso en los labios. Tras un buen rato de una lenta penetración, por fin todo el pene de mi profesor estaba dentro de mí. Fue entonces que empezó un bombeó lento y delicioso, el cual combinó con besos en mis labios, y caricias por todo mi cuerpo, poniendo especial énfasis en mi abdomen y en mis pequeños bultos que luego se convertirían en senos bien formados. (hay que recordar que a pesar de que tenía una buena figura para una adolescente de trece años, mi cuerpo aún no estaba formado en su totalidad).
Yo con cada embestida sentía cada vez más rico, a tal grado que comencé a perder la noción del tiempo. Pasado un buen rato (creo yo), por fin el profe comenzó a acelerar sus embestidas, hasta que por fin dejo salir dentro de mí una gran cantidad de semen (no estábamos usando protección). Y justo después de que él eyaculara, vi como se hizo para atrás, completamente sudado y jadeando por el esfuerzo, pero con una sonrisa que iba de oreja a oreja.
Omar. – Hacía décadas que no eyaculaba tanto -. Acto seguido se acercó a mí y me dio un beso en los labios. Después se levantó y fue a comerse los huevos que le había preparado, los cuales ya estaban fríos (aunque el me dijo desde la cocina, que eran los mejores huevos que había comido en su vida).
Cuando por fin me levanté de aquel sillón, me dirigí a la cocina a prepararme algo yo también, ya que tenía mucha hambre. Tras terminar de comer, el profesor me ofreció su baño para así limpiarme el sudor y el semen, a lo cual yo acepté. Al salir del baño, me despedí de mi profesor y me dirigí a mi casa a descansar.
Los siguientes días estuve tentada a ir a visitarlo de nuevo, pero a la vez sabía que estaba mal lo que habíamos hecho, por lo que me abstuve, y esperé en mi casa hasta que por fin se reanudaron las clases, (lo cual fue a los tres días). El día que volvimos a clases era un viernes, y al día siguiente no teníamos clases, por lo que fue muy extraño para todos los estudiantes volver aquel día.
Durante mi jornada estudiantil me topé en varias ocasiones con mi profesor, el cual al verme sonreía nerviosamente, como si estuviera esperando el momento en que las autoridades lo encarcelasen por haber estado conmigo, cosa que nunca pasó. Yo por mi parte le devolvía la sonrisa, y por alguna extraña razón no podía dejar de verlo.
Al acabarse la jornada del día, me topé con Omar a la salida del colegio, ya que él estaba de encargado de cuidar la puerta en lo que salían los estudiantes. En cuanto nos vimos, nos saludamos mutuamente, para luego comenzar una platica sobre el estado de las flores (ya que durante nuestra ausencia muchas se habían marchitado). Al ver que me la estaba pasando muy bien platicando con él, le pedí asesoría en un proyecto de la escuela, él concertado me dijo que con gusto me ayudaría, pero que tendríamos que esperar al lunes para platicar de eso.
Yo le comenté que no tenía que ser así, ya que me podía ayudar como el otro día en su casa (claro que esto se lo dije cuando estábamos solos, ya que la mayoría, sino es que la totalidad de los estudiantes ya se habían ido). Él profesor me volteó a ver con bastante incredulidad, aunque luego sonrió de una forma bastante coqueta (como el día en que tuvimos sexo por primera vez). Tras unos segundos de meditarlo me dijo:
Omar. – Pero ¿tus papas no van a sospechar?
Yo. – Mi papá trabaja hasta tarde hoy, por lo que estoy sola en casa.
Omar. – Bueno, si quieres vete yendo rumbo a mi casa, y yo te alcanzo unos minutos después -. Después sacó de su bolsillo una llave y me la entregó diciendo. – Toma la llave de mi casa, para que no te quedes fuera esperándome.
Al recibir aquella pequeña pieza de metal me sentí muy contenta, por lo que me retiré de inmediato rumbo a la casa de mi profesor (ya que ya había memorizado la ruta que me llevaría hasta ella). Durante el camino pensé en que, llegando a la casa de mi profesor, le pediría que me prestase su teléfono, para así llamarle a mi padre y decirle que me quedaría a dormir en la casa de una amiga.
Cuando llegué a la casa de mi profesor, tomé la llave que me había dado y con mucho nerviosismo abrí la casa. Al entrar, la tranquilidad de aquel hogar me inundo, y por primera vez me fije lo bien decorada y mantenida que estaba la casa. Además, por fin presté atención a la foto de la difunta esposa de mi profesor, la cual estaba sobre un mueble en la sala de la casa. Por lo que vi, la señora no fue bonita, pero si que tenía una sonrisa muy agradable, lo cual la hacía destacar.
Mientras yo curioseaba, entró mi profesor, quien en cuanto me vio, se apresuró a darme un beso en los labios, el cual yo respondí con agrado, aunque un rato después, lo aparté de mi lado, diciéndole que no había ido para eso, sino que en verdad necesitaba ayuda con mis estudios. Él lo comprendió, fue a la cocina, y trajo consigo sus típicas galletas saladas (aunque ahora venían acompañadas de quesos) y los vasos de refresco para ambos.
Nos sentamos a la mesa uno al lado del otro, y comenzamos con nuestra sesión de estudio. La verdad el profesor enseñaba muy bien, explicaba de tal forma que podía entender todo a la primera. Tras un buen rato de estudio, parece ser que el profesor no se pudo aguantar más, y comenzó a toquetear mis piernas sobre la falda de mi uniforme. Obviamente yo di un brinco por la sorpresa, aunque no alejé su mano, la cual al ver que tenía pase libre, comenzó a levantar mi prenda inferior, dejando al descubierto mis piernas, las cuales masajeo con impunidad.
Yo también me deje llevar, y deje el lápiz sobre la mesa, y apoye mi cabeza en el respaldo de la silla, mientras que disimuladamente abrí mis piernas para que la mano de mi profesor tocase mi vagina. Él comprendió de inmediato mi invitación, comenzando a frotar por encima de mi calzón mis genitales, cada movimiento de su dedo se sentía increíble, al grado en que yo abrí mi boca y descaradamente comencé a gemir.
Esta acción por mi parte alentó a mi profesor a meter su mano dentro de mi calzón, iniciando así a dedearme de una forma riquísima, ya que sus dedos largos y esqueléticos lograban tocar justo los puntos más placenteros en mi interior. Tras un buen rato de dedeo y besos apasionados, yo sentí una corriente eléctrica que recorría todo mi cuerpo, y la cual culminó en un orgasmo, lo cual me hizo sentirme muy cansada.
Fue entonces que Omar se levantó, se quitó la ropa y me tomó de la mano, guiándome a su dormitorio, en donde mientras me besaba, me iba quitando la ropa, prenda por prenda, hasta quedar completamente desnuda y acostada bocarriba de la cama. Fue allí donde él comenzó a besar todo mi cuerpo, repasando con su lengua cada rincón de mi piel, centrándose en mis pezones y mi cuello, los cuales lamió con suma delicadeza.
Después de un rato, por fin posicionó su pene en mi vagina, y una vez más comenzó a penetrarme, aunque esta vez me beso durante toda la inserción. Sus bombeos una vez más comenzaron siendo suaves, hasta que poco a poco aceleró sus movimientos, haciéndonos gemir a los dos. De un momento a otro, el se detuvo y me pidió que me levantara y me pusiera bocabajo, levantando mi trasero hacía él.
Esta petición me dio mucha vergüenza, ya que no quería que viese mi trasero, pero el me dijo que no me preocupara, que con él no debía tener vergüenza, asegurándome que en esa posición iba a sentir muy rico, a lo cual yo confié ya que hasta ese punto solo había experimentado placer con él. En cuanto introdujo su pene en mí en esa posición, sentí un nuevo tipo de sensaciones en mi interior y exterior, ya que su pene comenzó a tocar otros puntos placenteros.
Mientras me penetraba en cuatro yo comencé a morder la almohada sobre la cual había apoyado mi cabeza, más que nada por que sentía que mis gemidos estaban descontrolados. Y como la vez anterior, una vez más perdí la noción del tiempo. Se que tuve otros dos orgasmos antes de que él eyaculase en mi interior (otra vez sin condón).
Cuando ambos terminamos nos acostamos desnudos uno junto del otro. Al pegarme a menudo cuerpo, noté que su piel estaba rasposa y colgada (signo de que ya era un adulto mayor), a la vez que tenía muchas pecas y verrugas a lo largo de su cuerpo. Mientras que yo tenía la piel tersa y lisa, rellena de carne y de vida. Y es que mi profesor fácilmente podía ser mi abuelo, ya que me ganaba con por lo menos cincuenta años.
A pesar de estos pensamientos, yo me sentía muy a gusto entre sus brazos, sin embargo, me levanté de golpe al recordar que no le había avisado a mi padre, por lo que levanté a mi profesor y le pedí prestado su teléfono, diciéndole que le diría a mi padre que me quedaría el fin de semana con una amiga. Cosa que mi profesor captó de inmediato, causándole una nueva erección, la cual hasta a él lo sorprendió, ya que según me dijo, a su edad sus erecciones se limitaban a una vez por día si bien le iba (claro que esto de forma natural, ya que con la viagra él podía tener varias erecciones si él quería).
Aún desnuda le marqué a mi papá al número de su oficina, en donde me contestó su secretaria, quien me comunico al cabo de un minuto con mi progenitor. Por su parte mi profesor se fue al baño a orinar. Yo le expliqué a mi papá que saliendo de la escuela una amiga me había invitado a su casa a pasar el fin de semana con ella (cosa que no era rara), y que el domingo lo vería en la tarde. Él me dijo que estaba bien y que me divirtiese.
Justo al colgar, salió mi profesor del baño, con su erección a todo lo que daba. Al verlo yo me acosté bocarriba, y abrí mis piernas invitándolo a entrar nuevamente. Él no dudó ni un segundo, abalanzándose sobre mí, iniciando así el segundo de los muchos encuentros que tuvimos ese fin de semana. Aunque eso es tema para el siguiente relato.
Espero hayan disfrutado de este y mi anterior relato, agradezco sus comentarios y retroalimentaciones.
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