Cuando conocí a su madre – Episodio 1: Ella
Ese día conocí al pequeño Santino, bueno, en realidad conocí a su madre..
Era el invierno del 2016. Andaba soltero, salía mucho, pero no enganchaba con nadie. Un invierno antes mi prima había tenido un bebé. Cumplido el año hizo una pequeña fiesta de primer año, esas fiestas donde el motivo es el 1er año del niño, pero el fin es emborracharse y festejar.
Ese día conocí al pequeño Santino, bueno, en realidad conocí a su madre. Con quien entablé una pequeña conversación aludiendo su poca edad. Ella coqueta después me aclararía que tenía mucho más pero que le gustaba aparentar menos. Santino tenía 7 años. Debo aclarar que la confusión no fue coqueteo, sino porque ella parece muy menor. Es petisa muy culona y una carita de adolescente traviesa que enamora.
La primera cita después de ese encuentro ella estaba muy dispuesta. Me insinuó una vez, le cacé las intenciones y terminamos transando en una esquina. Le metí mano por todos lados, le toqué las tetas, el culo hermoso que aún tiene y le propuse ir a mi departamento. Ella al toque aceptó. Íbamos a tomar un taxi, pero recibió una llamada.
— Hola. ¿Si, que pasó? — Segundos después — Esta bien, voy para allá.
La miré, comencé a besarla. Ella siguió un rato, pero claramente estaba molesta y había perdido la onda.
— ¿Qué pasó? — le pregunté. Ella me miró, se colgó nuevamente de mi cuello. Y dijo.
— Me tengo que ir. Santino se puso mal.
Le dije que bueno. Que la llevaba en un taxi. Era un hermoso culito por el que bien valía esperar. Y valió la pena.
Seguiré.
Ella estaba feliz por ese detalle, no paró de besarme en todo el viaje para felicidad de los ojos del taxista. Cuando llegó a su casa mandó un mensaje avisando que no era nada grave, pero que quizás la próxima vez, ahora q me conocía, podía ir a su departamento. Fue excelente, sirvió el taxi, sirvió ser galante. Finalmente, ese culito iba ser mío. Y también fue algo (o alguien) más.
Ese día llegó. Fue el próximo viernes. Llegué a su casa con pizza y una peli de chicos. Ya saben, si le caes bien al crío ya tienes media verga adentro.
La noche pasó sin inconvenientes. Nos sentamos en el sofá. Santino entre los dos. Ella me miraba y miraba a su hijo. Sonreía. Para un momento de la película Santino se había dormido.
— ¿Quieres que lleve a Santino a su cama? — Pregunté. Ella sonrió apenada con esa carita tierna que hacen las mujeres cuando se sienten bien.
— Bueno, es la habitación al final del pasillo.
Levanté al niño. Un niño ligero para su edad, era muy delgadito y de aspecto frágil. Muy parecido de cara a su mamá. Lo sostuve desde la espalda y lo llevé. Él se acurrucó. Lo subí un poco más para llevarlo con comodidad y el nene me dio un beso en el cuello. Yo lo sentí muy tierno, como un hijo a su padre. Ya veríamos que no fue por eso.
Volví, ella había traído dos tragos. La película había terminado. Conversamos de nada durante dos minutos. Me acerqué a ella, que nunca se resistió ni nada. Ya les decía, primero con el crio y la concha está ganada. Nos besamos, besé su boquita de niña. Le besé el cuello, el pecho. Le bajé los breteles de la blusa. Ella se intimidó, me cubrió sus pechos semidesnudos con su brazo y me brindó una sonrisa muy sexual. Me acerqué, la besé. Besé su cuello. Tomé la blusa desde la parte de abajo y se la saqué por la cabeza. Ella subió sus brazos y dejó al descubierto las dos tetitas más hermosas que he visto. Perfectamente redonda, no caídas a pesar de su embarazo. Unas aureolas perfectamente rosadas y con la punta hacia arriba. Suspiré. No pude evitar bajar hasta ellas y chuparlas suavemente. Ella sacó el pecho. Digamos, me dio para chupar teta. Todo esto lo hacíamos semisentados casi como dos adolescentes en sus primeras veces.
Me tiré para atrás contra el espaldar del sofá. A ella la senté sobre mí y seguí chupando esas tetitas tan hermosas. Ahí fui que lo vi. Santino estaba escondido en las sombras del pasillo. Casi no se lo veía. Pero su pijama blanca lo delataba. Eso me puso mucho más caliente. Tomé a su madre de la cintura, le metí los dedos por entre el vestido. Tiré para abajo y quedó solo en calzoncito. Ella tenía un encaje negro que resaltaba su culito blanco. La atraje hacia mí. Besé su cuello otra vez, sus tetitas fueron devoradas con más fuerza. Estuve, así como diez minutos. Santino no perdía detalle desde el pasillo. Me levanté. Desnudé mi torso ella me besó el pecho, bajó despacio, desbotonó mi jean y liberó mi verga. Se la tragó de golpe hasta donde le llegó. Tosió un poco, pero siguió en el intento de comérsela toda. Yo la acariciaba de la cabeza. En un momento la tomé de las orejas y le empujé con fuerza la verga. Quería ver hasta donde aguantaba. Mis bolas chocaron contra su mentón, su nariz se presionó y dobló contra mi pubis. Ella abrió los brazos como pajarito queriendo aletear, pero no se resistió. Diez segundos después me golpeó las piernas. La solté. Ella se retiró con fuerza y tomó aire para recuperar su respiración.
— ¡Dámelo otra vez! — Le había encantado ser asfixiada por verga.
La tomé de la cabeza, le dirigí mi verga a la boca. Ella esperaba con la boca bien abierta. Primero le embarré la cara con baba de pija.
Ella gemía y suspiraba.
— ¡Si, papi! ¡Si, papi! ¡Dale verga a tu bebé!
Obedeciendo sus órdenes. Le apunté la verga a su boca abierta y le empujé hasta el fondo. Lento pero seguro su mentó rozó mis bolas y su nariz mi pubis. La tuve dos segundos y comencé a cogerle la boca. Sus ojos lagrimeaban. La baba caía por su pecho. Tenía los brazos abiertos como la primera vez, pero ahora no se resistía. Estaba completamente entregada al placer de chupar verga.
Miré al pasillo. Ahí seguía Santino. Ya no tenía pantaloncito de pijama. Entre las sombras parecía que se tocaba la cola. Me miró, nos miramos y le sonreí. El siguió con lo suyo. Ninguno de los dos dijo nada. En ese momento su madre me golpeó la pierna. Me había olvidado de ella y la estaba asfixiando. Tosió, respiró. Sus ojos llorosos denotaban su sufrimiento. La solté y una leve sonrisa se le formó en su linda carita. Ella se abrazó a mis piernas.
— ¡Te odio! Dijo suspirando como una nena castigada. Y me besó las bolas.
La levanté de los brazos. Nos dimos un beso muy intenso. Me acordé del pequeño Santino que no dejaba de mirar. Entonces, para darle más morbo. Puse a su madre en posición de perrito sobre el sillón.
— ¡Quédate así! Me acerqué a su cara, le puse la verga en la boca y ella sola empezó a chupar. No hice nada. Puse las manos en la cintura y la dejé comer verga. Ella se agarró de mis glúteos y presionaba para que le entre más y más.
— ¡Que verga más rica! Decía entre gorgoteos — ¡Que huevos más ricos! Decía, y se los metía en la boca.
Voltee a ver a Santino y se había acercado. Estaba un poco más a la luz. No tenía pantalones, como había imaginado. Una mano la tenía en su verguita y la otra chupaba el dedo, así como su madre chupaba verga
Pensé rápido, reaccioné al ver el atrevimiento del niño. Así que tomé mi corbata y le puse como una venda en los ojos a la madre.
— Quiero que sientas todo lo que te voy a hacer, mi amor.
— Que rico, si mi amor. Hazme todo. Dijo ella.
Santino que para tener siete años era muy precoz, al ver a su madre con los ojos vendados y que yo aprobaba con mi silencio su accionar, se acercó a escasos dos metros de donde yo me estaba cogiendo a su madre. No dejaba de rozar su verguita dura y chupar un dedo.
— Hoy vas a ser mi zorrita, le dije al hoy. Ella solo gimió.
Le puse la verga otra vez en la boca. Ella se desesperó por metérsela toda en la boca. El pequeño Santino abrió la boca al ver a su madre hacer eso. Lo miré y solo para mostrarle tomé a su madre desde atrás de la cabeza y le empujé hasta que desapareció toda la verga. Ella se atragantó, pero aguantó. Miré al niño y le sonreí. El me miró un poco asustado, pero muy excitado. Sudaba y su mano había vuelto a su pequeño pene.
— ¿Te gustó? Pregunté.
— Hace mucho que nadie me ahogaba así con una verga. Estoy muy caliente.
— Uhm. Ahora traga despacito bebé
Le puse la punta de la verga en la boca y se la fui hundiendo lentamente. Su hijo no perdió detalle de como ella se tragaba la verga. En un momento lo vi pasar saliva. Lentamente le saqué la verga. Ella le dio un besito en la punta.
— Que rico. ¡No te muevas!
Puso sus manos debajo de su mentón. Sosteniendo su cara. En ningún momento dejó de estar en posición de perrito. Di la vuelta. Ahí encontré ese precioso culito engalanado con ese precioso calzoncito de encaje negro. Metí mis narices en su conchita. Ella dio un gemido bastante fuerte.
— No grites! No querrás que despertar al pequeño. Le dije
El pequeño me miró asustado. Le sonreí.
— Ay, es verdad. Es que sentí tanto gusto.
Sin darle respiro le volví a chupar la concha sobre el calzón. Ella gimió ahogando el grito en el sofá. Corrí el calzón a un costado. Metí mi lengua en esa concha hermosa. A pesar de haber tenido un hijo aun parecía de una adolescente. Una vulva hinchada con labios gordos. Me hundí y sin respirar estuve un largo rato chupando concha. Me alejé. Diez centímetros para tomar impulso. Divisé su ojete marrón y sin pensarlo le di un beso muy sonoro. Le hundí la lengua en ese agujerito marrón y metí mi dedo a sobar su clítoris durito. Ella se sacudía, pero aguantaba sumisa en su posición de perrito.
— ¡Ay no! ¡Ay no! ¡Ay no! No sigas que voy a gritar y Santino se va despertar. ¡Ay no! — Decía.
Yo dejé de frotar su clítoris, pero hundí aún más mi lengua en su esfínter marrón.
— ¡Ayyyyyy! Se escuchó. — ¡Méteme la verga papi que ya me vengo!
Me paré. Santino me vio y se asustó. Pero yo lo miré y le sonreí. Apunté mi verga a la concha de su madre y la froté por todo el borde. Abrí sus suaves labios vaginales con mi glande. El pequeño miraba, noté q con una de sus manos tocaba un pezón y con la otra rozaba sus labios. Me sorprendió que no tocara su verguita. El grito de su madre me sacó de mis pensamientos.
— ¡Métela! ¡Métela! Métela de golpe por favor, ¡No aguanto!
Cumplí sus deseos, me sostuve de su cintura, ubiqué mi verga en el centro de su conchita pelada y se la empujé sin piedad. Mi verga gruesa se abrió paso entre los pliegues de su concha. No paré hasta sentir la entrada de su útero. Ella empezó a temblar.
— ¡Más! ¡Más! ¡Más por favor! — Y no dejaba de temblar. Yo no me detuve le daba rapido y duro. Ella seguía temblando. Subí sobre ella y le toqué los pezones. Los tenía duros y calientes. Se los pellizqué. Le besé el cuello, las orejas. Metí una mano y le froté su clítoris con mucha rapidez.
— ¡Ahhh!!!! Gimió otra vez. No dejaba de temblar. Yo me detuve. Aún no había terminado. Ella era de orgasmo rápido y multiorgásmica. Una delicia de mujercita.
Ella atinó a sacarse la venda de los ojos. Pero yo la sostuve. Miré a donde estaba el crio y él me entendió a la perfección. Se levantó y se escondió otra vez en las sombras. Sin embargo, no dejé q ella pudiera ver.
— Aún no terminamos mi amor. Le dije.
— Ay papi, me has hecho temblar como nunca me han hecho.
— Si, pero aún no te doy mi leche.
— Cierto mi amor, pero quiero ver cómo me coges.
— No, esta vez no. Esta vez solo sentirás como te chupo y te penetro por todos lados.
— Mmmm! ¿Por todos lados?
— Si ¡Lo adivinaste!
— Ven, déjame ajustar esto. — Le saqué la venda. Ella entre abrió los ojos y me dio un beso con una sonrisa de oreja a oreja.
— ¿Me vas a romper el culito también?
— No creas que iba dejar pasar la oportunidad de gozar de esa delicia que tienes.
— ¿Me va doler?
— Lo vas a disfrutar mucho.
— Pero me va doler. Dijo e hizo pucherito
Capté sus verdaderas intenciones. Tenía mi mano derecha frotando su pubis y conchita. Le dejé caer un pequeño golpe en sus labios exteriores.
— ¡Auch! — Gimió.
— ¡Claro que te va doler! — Le di otro golpe, ligeramente más fuerte
— ¡Auch! ¿Mucho, mucho, mucho papi? — Ella abrió un poco más sus piernas. Anticipando otro golpe más. No me hice rogar. Le di otro golpe más, el más fuerte hasta ese momento. La miré. Ella estaba con los ojos cerrados. Le crispaban los dedos. Pero aun así no cerraba las piernas.
¡Flap! Sonó un golpe más.
— ¡Duele! ¡Duele! ¡Duele tan rico! — Decía y abría las piernas. Mi verga estaba dura como una piedra. La puse en perrito nuevamente, le afiancé con fuerza la venda improvisada y le di una cachetada en las nalgas.
— ¡Vas a gozar como una perra! Y ni se te ocurra gritar. Recuerda q el niño se puede despertar y no vas a querer que vea a su madre sometida como una puta.
— ¡Tienes razón! — lloriqueaba. — Tienes razón. No gritaré. No gritaré. ¡Auch! — Lo dijo en un susurro apenas audible. Mezclado con el llanto y el dolor. Le había estampado mi mano abierta contra su concha y culo desde atrás.
Santino, el niño, después de ver que vendé los ojos de su madre volvió a primera fila. Vio abriendo su boquita por el asombro como golpeé en la concha a su madre. Vio como la trataba como una perra sumisa. Lo hermoso era que su ropita estaba en el pasillo. Él estaba completamente desnudo a unos metros de donde cogía a su madre. Lo que me sorprendió gratamente es que el niño tenía un lindo cuerpo. Pálido como el de su madre, no tan voluptuoso dado q era un niño aun, pero si parecía tener unas tetitas, como si fuera una nena por convertirse en mujer. Vi eso y mi verga se puso más dura aún. Golpee una vez más, casi mostrando mi pija al niño. Y sin avisar, de golpe y sin piedad. Le hundí la verga en el ano a la madre. La verga me dolió. Pero a ella el agujero le dolió mucho más.
— ¡Awuchnm! Dijo. Quiso escapar, pero ya era demasiado tarde. La sujeté del pelo. Pude ver como sujetaba el sillón con los dedos crispados por el dolor. La espalda le sudaba. Arqueaba la espalda sacando más culo. Sin duda le gustaba ser penetrada violentamente, sin duda, aun así, nunca emitió ningún grito. Todo fueron gemidos apagados y suspiros ahogados. Unos minutos después nuestros cuerpos comenzaron a aplaudir entre ellos ¡flap! ¡flap! ¡flap!
— ¡No pares! ¡Me vengo! ¡Me vengo! Comenzó a corcovear como yegua arisca. Yo la domaba. La sujetaba con fuerza de la cabellera y de la espalda y la penetraba sin pausa. Mi verga se hundía en su cuerpo con la fuerza de un caballo. Ella la yegua no le quedaba otra que aguantar y relinchar.
— ¡Me vengo! ¡Me vengo! ¡Me vengo! Susurraba. Tuve una idea Me agaché hasta su cabeza, le hundí la verga de golpe hasta los huevos y le dije — Quiero que te mates tu solita bebé. — Pareció no entender. Metí mi mano por debajo de su vientre, la levanté en el aire sin sacarle nunca la pija de su culo. Me di vuelta y me senté en el sillón. Ella quedó sentada arriba mío con la verga metida en su ano y sin saber que hacer. Se iba sacar la venda. Santino que estaba atento se asustó. Él no sabía que eso lo hacía por él. Por qué quería que viera en todo su esplendor como me cogía a su madre. Ella no reaccionaba.
Abrí mis piernas y las piernas de ella se abrieron. Dejando concha y culo lleno de verga a la vista del niño. Le di una nalgada.
— ¡Cabalga putita!
— ¡auch! Se empezó a mover de adelante para atrás en forma circular. Le sujeté del pelo con fuerza y le di otra nalgada.
— ¡Cabalga más rápido!
Santino en primera fila miraba como rebotaban las tetitas de su madre, como la verga se le hundía en el culo. Como lloriqueaba de placer. Abrí más mis piernas, abriendo más las de ella. Pasé mi mano para adelante y le di un leve golpecito en la concha. A la vez que le masturbaba la concha. Ella dio un pequeño saltito. Comenzó a subir y bajar por mi pija. Mis dedos se encharcaron en su concha. Le hundí tres de ellos. Los saqué y le di otro golpe un poco más fuerte. Ella comenzó a subir y bajar con más rapidez. Dejé de sujetarle el pelo y bajé mi mano a una de sus tetas. Se la pellizqué
— ¡Me vengo! ¡Me vengo! Susurró otra vez.
La saqué de su posición.
— No, ¿Qué haces papi? — Le di la vuelta y la volví a penetrar por el culo. Ella cabalgó más rápido. Vi entonces a Santino que subía y bajaba donde estaba sentado. Se había sentado arriba del zapato en punta de su madre y la punta la tenía en su culito. Casi como su madre sobre mi en ese momento. Me calentó mucho la situación. Acerqué las tetas de su madre a mi boca y la agarré de la cintura. Tomándola de ahí le marqué el ritmo. Ella se agarró los pezones y se los pellizcaba con fuerza. Sin dudas a esta mujercita le gustaba el trato bruto.
— ¡Me vengo! — Gritó.
Yo que la tenía de la cintura tiré para abajo y la penetré hasta las bolas. Ella se retorció y empezó a temblar. Ahí se dio varios golpes más en las tetas.
Dio un largo ahogado gemido — ¡Auwchmm!
— ¡Oh si! — Dije — Putita te has ganado cada gota de leche.
Le di más rápido y más fuerte. Eran golpes rápidos de cintura. Hasta finalmente en un empujón dejarle toda la leche adentro. Ella no dejaba de contorsionarse en sus múltiples orgasmos.
— ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
Santino tomaba más velocidad sobre la punta del zapato de su madre. Ahora tenía las dos manos en su cintura. Seguro empujando más para abajo.
Hasta que ella dejó de gritar. Aún tenía pequeños espasmos en todo el cuerpo. Se calmó. Nos calmamos. Con mi mano derecha le hice señas al niño que se vaya. Quien muy obediente se levantó caminó hasta el pasillo, levantó su ropa, y se fue. Vi que la punta del zapato: estaba húmeda.
— ¡Te amo! ¡Mi Amor! Quiero ser siempre tuya. Me cogiste como no me habían cogido nunca. —Dijo Y empezó a llorar.
— Yo también te amo mi pequeña putita. — Le dije. No sabía cómo responder a ese “amor” Yo solo quería meterle la verga. Pero ahora la tenía enamorada. En fin. Seguiré con ella. Un culito como ese con un cuerpo tan moldeable y dócil al sexo duro no se encuentra todos los días.
Eso es todo por esta vez. Si quieres escribirme para dar ideas o contarme anecdotas o fantasías
Este es mi contacto
https://t.me/perama666
wow tremendo relato sigue contando mas aver que pasa con ese niño y su madres saludos… 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉
ya mandé el siguiente relato. Estoy esperando q lo aprueben
YO COJIA CON LA MAMA DE UNA ALUMNA QUE PONIA EN LA MISMA CAMA DONDE ESTABAMOS NOSOTROS COJIENDO, AL HIJITO DE 3 AÑOS PARA QUE NOS VIERA COGER. Y LE HABLABA MIENTRAS LO HACIAMOS
hermosa experiencia. Muy linda
Que nivel de relato….exelente!!