Cuando conocí a su madre – Episodio 2: La ducha
Esa noche dormí con ella..
Para entender la situación quizás sea bueno leer el relato anterior: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/heterosexual/cuando-conoci-a-su-madre-episodio-1-ella/
Esa noche dormí con ella. Primero nos levantamos del sofá. Me puse mi boxer. Ella estaba acurrucada en el sillón; después de tanto “maltrato” no tenía fuerzas ni para moverse. Me acerqué, le di un beso tierno en los labios.
— Voy a mirar al pequeño.
Ella me sonrió.
— Eres tan bueno y atento mi vida— Dijo. Se acurrucó más.
— Espérame, ahora vuelvo por ti. Para ir a bañarnos.
Ella me sonrió. Tomó mi camisa y se cubrió su pequeño cuerpo.
He de decir que el pequeño me había cautivado. Siempre me han gustado las chicas. Aun hoy puedo decir q ese gusto no ha cambiado. Sin embargo, mi gusto por las chicas es particular. Me gustan más jóvenes de apariencia, como la madre de Santino, casi adolescente. Se que existen normas en la sociedad que impide que te lleves una niña a la cama, pero diablos, son hermosas. Porque hablo de niñas si Santino es un nene, porque se parecía mucho a la madre, una mujercita hermosa. Tiene aún hoy, unos labios hermosos, gorditos en la parte de abajo, siempre los tiene húmedos. Y al ser tan trompudo anda con la boca semi abierta. Es casi una invitación a comerlo a besos. Pero claro, en ese momento Santino era un niño de siete años con tendencias un tanto dudosas sobre su precoz sexualidad.
Recordemos que fue él quien se acercó, que fue él quien se desnudó, que él mismo se frotaba los labios y sus pezones. Nunca se frotó la pija, que, si bien la tenía dura, parecía no llamarle la atención como centro de placer. Y que, por último, fue él mismo quien se sentó arriba de la punta del zapato. No cabe duda que había descubierto, por curiosidad o incitado por alguien, el placer en el perineo.
Y ahí estaba yo, curioso y caliente, yendo a la habitación de este pequeño que minutos antes me había visto coger rudamente a su madre. La verga se me puso morcillona. El solo saber que quizás lo iba encontrar despierto o desnudo, o quizás, ambas; me ponía la verga dura.
Entré a la habitación. Estaba a oscuras. En la cama estaba Santino acurrucado. Parecía q dormía desde hace horas. Me quedé en la puerta mirando algo anormal, pero nada. Era un angelito durmiendo. Me iba acercar, quería tocarlo, tocar algo de él. En ese momento.
— ¿Mi amor? — escuché el susurro de la madre atrás mío. Por dios, casi me da un infarto.
— Es muy lindo. Viste. Tan tranquilo durmiendo en su camita. — Ella me miró con ojos de madre orgullosa. Continué. — Me dio mucha ternura. Casi como si fuera su padre.
Esa palabra, esa frase terminó descolocándola. Me abrazó la cintura. Voltee a verla y le lagrimeaban los ojos. La abracé y la miré.
— Eres muy hermosa. Una hermosa madre. Una hermosa mujer y sobre todo una hermosa compañera sexual. Al decirle esta última frase me acerqué a su oído y lo susurré. Ella me dio un beso y luego otro, y otro, y otro.
— Espera. Son las 4 de la mañana. ¿Vamos a bañarnos y descansar?
— Si. Tienes razón. Aún estoy un poco adolorida acá atrás. — Dijo y se sonrió al llevarse la mano al culito. — Casi me dejas renga.
Ahí la abracé desde el culo y la levanté a mi altura. Ella me abrazó con sus piernas blancas y tersas. Con mi mano sujeté sus dos glúteos, los masajeé con suavidad.
— Es el culito más hermoso que he visto en mi vida. — le dije.
— ¡jajaja! Sabes que me gusta lo zalamero que eres. Vamos a terminar haciendo el amor otra vez.
— Tienes razón, recapacitemos. Tus nalgas son una tentación difícil de decir que no, pero es necesario parar un poco. — Miré al crio y le dije — A ver si despierta.
Así como estábamos la llevé caminando hasta la ducha. En algún momento me detenía y la besaba a su vez que le saqué la bombacha, me saqué el boxer y le metí los dedos en la raja. Un par de veces le toqué su esfínter anal, pero ella dio un salto de incomodidad. Sin duda había quedado lastimada de ese agujerito. Así como estábamos la llevé al baño. “sin querer” dejé la puerta entre abierta. Tenía la esperanza que el crio apareciera por ahí.
Nunca me gustó q me observaran mientras tengo sexo, pero la calentura que me provocaba tener al hijo viendo como cogía a su madre me liberaba de cualquier atadura. Entré con ella a la ducha. Ella aún colgaba de mi cuello. Puse el agua tibia y entramos los dos. En ningún momento había dejado de masajearle las nalgas y de besarla. Con tanta caricia mi verga estaba dura otra vez. Ella miró.
— ¿No íbamos a descansar? — Su sonrisa pícara y felina me cautivó. Le di otro beso debajo del agua.
Así como estábamos, ella colgada como mono. Le apunté mi pija a su concha. Le enterré despacio. La quería disfrutar.
— ¡Ay! ¡Ay! No. Espera. Me duele. Me arde. — Gritó. El agua cubría un poco los gritos, pero estoy seguro que se escucharon con fuerza para afuera del baño. Sobre todo, por la puerta entornada.
Yo me detuve, la miré con asombro. Hace minutos habíamos cogido de forma bastante bruta y ahora le dolía. No entendía nada.
— ¿Qué pasa? — Pregunté con asombrado.
— Me arde. Siento mi conchita como piel al rojo vivo. Y me arde.
La bajé al piso de la ducha. La puse de espaldas a la puerta. Siempre precavido por si aparecía nuestro mirón. Me arrodillé. Miré esa conchita. Y sí, estaba al rojo vivo. La rocé con mi dedo y dio un pequeño gritito.
— Creo q eso fue todo por hoy. — Dije con marcada pena. Sin embargo, acerqué mis labios y le di un pequeño beso. Ella no gritó. Le di otro. Le muchos más. Ella tomó de mis pelos y me detuvo.
— No quiero ser penetrada otra vez. ¿Sí? ¿Porfi?
— Pero si tienes la conchita más deliciosa para chupar. Y ese culito sabe a gloria. — Al mismo tiempo que decía eso le daba vuelta y la empinaba contra la pared. Ella apoyaba sus tetitas la pared y levantaba el morro. Que vista más preciosa. Culo y conchita dispuestos a ser chupados. A esa tarea me di. No sé cuantos minutos estuvimos así. Ella gemía y suspiraba. El ruido de la ducha amortiguaba los gritos de ella, o al menos eso pensábamos nosotros. De reojo vi como el pequeño mirón estaba otra vez ahí. Ella dio un gemido largo, agónico se desparramó sobre mi cara. Había terminado. Me levanté. La tomé de la cintura, le apoyé la verga dura en sus nalgas. Y le susurré
— Ahora me toca a mí, mi amor. Ella entendió de inmediato el pedido. Se arrodilló. Sopesó los huevos con una mano, con la otra me hizo una leve paja para luego abrir la boca y chuparme la cabeza del glande. Iba y venía por el cuerpo venoso del pene frotando sus labios y lamiendo con su lengua. Chupaba los huevos y volvía otra vez por el tronco hasta el glande y lo envolvía con su lengua, después tomaba un poquito de aire y se hundía la verga en la garganta hasta donde podía. Yo no hacía nada, quizás en otro momento la hubiera tomado de la cabeza y le hubiera hundido todo hasta que mis bolas choquen con su mentón, pero ahora no. Ahora quería dejarla que fuera ella la que siguiera el ritmo. Iba y venía, me tenía al borde del orgasmo. En cualquier momento mi leche iba salir disparada. Ella lo sabía y cuando sentía que me estaba calentando mucho se detenía. Estaba dando clases de como chupar una verga. Ella sin saberlo le estaba enseñando al pequeño Santino como chupar una verga. Él miraba boquiabierto como su madre era ella quien sin que nadie la obligara y por puro placer chupaba una verga y se tragaba todas las babas de verga.
— ¡Que rico mi amor! ¡Que rica es tu verga! ¡mmmmm! Quiero chuparla toda la vida. Me encanta lo dura y venosa que se siente. ¡uhgmm! — hablaba con la boca llena y al final se metía la verga hasta donde le llegaba.
La miré a los ojos, le tomé del cabello y de la cara. Como un padre tomaría a su hija para hacerle cariño. Le acaricié un cachete que se inflaba por la presión de mi glande y le dije —¡Eres la mejor putita come vergas que existe! Sigue que pronto obtendrás tu leche. Y dejé nuevamente que fuera ella la que hiciera todo. Miraba como trabajaba y miraba a Santino en la puerta. Tenía una mano que se perdía por debajo de la camisa del pijama. Y la otra con su dedo índice en la boca. Estoy seguro, que acariciaba el dedo con la lengua como su madre acariciaba mi verga. Ella le estaba enseñando a chupar pija y él, sin dudarlo, estaba aprendiendo muy rápido.
La visión del nene de7 años tocándose y mirándonos como su madre me extrae la leche de las bolas fue demasiado. Sentí como un calor intenso me salía del centro de la próstata a través de los huevos y llegaba a la punta del pene.
— Ahí viene — grité, casi sin aire.
Ella, seguramente bien aleccionada en su vida sexual, dejó de chupar suavemente y se hundió la verga hasta el fondo de la garganta. Me agarró de las nalgas y se hundió un poco más la verga. Yo no pude evitar tomarla de la cabeza y empujar lo último que faltaba para que mi pija se hundiera por completo en su garganta. Mentiría si dijese que fueron litros de semen. Fue lo que hubo. Pero si fue muy intenso. Ella nunca sacó la verga de la boca, la leche que salió se la tragó y lo que no pudo tragarse se escapó un poco por la nariz y otro poco por la comisura de los labios. Yo me estiraba y me encogía en estertores de placer. Me había olvidado del niño que miraba y aprendía. Era solo mi placer en esa boca.
Finalmente terminé de retorcerme de placer. Ella soltó mis nalgas y se sacó mi verga de la garganta. Tomó una bocanada de aire al tiempo que sonreía feliz. Nunca había visto ni volvería a ver a alguien que tuviera tanto placer por ser maltratada por una verga en su garganta. Era sin duda algo nato de ella. Quien sabe, quizás sea hereditario, pensé. Y en ese momento recordé al pequeño santino que miraba atento como su madre era violada oralmente otra vez. Lo recordé y ella quizás me leyó el pensamiento y miró hacia la puerta. No quise seguirle la mirada, no quería ser parte del encuentro entre una madre entregada y el hijo mirón. No quería que se rompa ese mágico momento. Sin embargo, ella solo dio un pequeño suspiro y se levantó. Fue hasta la puerta del baño y la cerró.
Volvió a la ducha, me miró y dijo.
— Tenemos que tener cuidado. Santino nos puede ver.
— ¿Cómo?
— Que Santino puede escucharnos y vernos. Aunque tiene el sueño pesado. Nosotros hemos hecho mucho ruido esta noche. — Se le notaba preocupada.
La atraje hacía mi con mucha delicadeza. La envolví en un abrazo de contención. Ella se acurrucó en mi pecho. Les digo, sepan, que después del sexo duro y sin freno hay que ser muy dulce y tierno con la hembra de turno. Ella se sentirá muy bien, porque piensa, aunque no sea nuestra idea. Que está protegida y contenida. Se sentirá feliz y complaciente en entregarse completamente a ese macho tan tierno que le voltea los ojos en blanco cuando la penetra. Es así.
La atraje, tomé un poco de jabón y le acaricié el cuerpo con él. El agua caliente nos acariciaba. Ella también me enjabonada. En dos minutos se había olvidado de la puerta abierta y del riesgo de que Santino nos vea. Le di un piquito en los labios. Ella me regaló una hermosa sonrisa. Casi que éramos dos enamorados de toda la vida. Cerré el agua, tomé un toallón que había ahí. La medio sequé, me sequé un poco yo y la envolví en el toallón. Yo así desnudo con las bolas al aire y la verga colgando la llevé a su cama.
No había entrado a su habitación hasta ese momento. Es una habitación grande con decoración moderna. Tenía un ropero empotrado con una puerta donde había un espejo muy grande. Ella me miraba embelesada como la trataba con tanto cariño. Abrí la cama y la deposité en un lado. Ella se revolvió en la cama, como si fuera una niña juguetona.
Yo también me acosté. Ella se apoyó en mi pecho. Ambos estábamos desnudos. Era noviembre, podíamos estar así. Ella me abrazó el pecho y apoyó su cabeza en mi hombro. Dio un largo suspiro y quedó en silencio.
Yo estuve unos minutos pensando en todo lo sucedido. Sobre todo, en el pequeño Santino. ¿Será la primera vez que espía a su madre teniendo sexo? No sabía que tan seguido llevaba ella hombres a su casa. Si no había tenido oportunidad el pequeño no habría tenido oportunidad de mirar. Otra cuestión era que significaba las acciones de Santino. Chuparse el dedo puede ser buscar el placer oral, mucho más si estás viendo a tu madre tragarse un verga hasta los huevos. Pero, sentarse arriba del zapato y moverse era otra cosa, claramente el niño tenía la sensibilidad anal muy a flor de piel. ¿Era gay? Quizás solo sea exploración. Quizás en realidad tenga ganas de meterle verga a su madre y yo tenga los pensamientos sucios. Así, con esos pensamientos me dormí. Hasta el día siguiente
— ¡Mamá! ¡Mamá! — ¡Son las 9 y no fui a la escuela! El pequeño Santino entró corriendo y gritando a la habitación de su madre. Ahí estaba yo desnudo con su madre desnuda en la cama. Medio cubiertos por el acolchado. Ella se levantó de golpe sin darse cuenta que así quedaba desnuda y mucho más me mostraba desnudo a mí. Santino se detuvo, nos vio.
¡Ay! Santino. No entrés así. — Le dijo cariñosamente. — ¡Dios! Que tarde es.
Yo me hacía el dormido. Sentía un leve fresco por mis partes, seguramente Santino las había visto. Ella parece q se percató de ello y me cubrió. Se levantó desnuda como estaba, caminó hasta el ropero. Sacó una bata y se cubrió. Santino aún seguía ahí. Miraba a su madre sin ningún problema. Ella tampoco mostraba signos de pudor. Se acercó a donde estaba y me dio un beso en la frente. Estaba su hijo era claro que aun quería guardar apariencias. Abrí los ojos y me dijo.
— Voy a traer tu ropa, debe estar abajo. Tenemos q ir a dejar a Santino y yo tengo que ir a trabajar.
— Y yo debo trabajar. — Le dije, secundando la idea.
Así empezaba ese día q me iba dar una sorpresa más.
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Eso es todo por esta vez. Si quieres escribirme para dar ideas o contarme anecdotas o fantasías
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wow no manches super relato me regusto mucho sigue contando mas amigo y estare esperando el siguente saludos… 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉
Esperaremos ansioso esa tercera parte una situación que se siente natural. Sin exageraciones muy morboso exelente!!