Cuando conocí a su madre – Episodio 4: Sexo duro
Santino se acercó a donde estaba su madre arrodillada con la verga en la boca chupando el glande desesperada, mientras yo le sujetaba la cabeza..
Si no seguis la serie puedes ponerte al día:
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/heterosexual/cuando-conoci-a-su-madre-episodio-1-ella/
Santino se acercó a donde estaba su madre arrodillada con la verga en la boca chupando el glande desesperada, mientras yo le sujetaba la cabeza. Él, como dije, se quedó a un metro o un poco más de distancia y observaba atento.
— Abre la boca. — Grité. Saqué mi verga dura de sus labios. Se la restregué por la cara. Ella aprovechó para chuparme los huevos. Santino miraba boquiabierto. Nuevamente se la puse en los labios y de un solo empujón se la hundí hasta la los huevos. Ella movía los brazos como pajarito queriendo volar. Yo la sujetaba con fuerza desde atrás de la cabeza para que no escape. Su garganta se hinchaba con el grosor de mi verga. En un momento dejó de mover los brazos al costado y empezó a querer retirarme. Yo la dejé unos segundos más. Santino me miró y se acercó un poco más expectante a lo que sucedía con su madre. Yo lo miré con cara de pocos amigos, él entendió y se quedó en su lugar. Después saqué mi verga. Ella tosió, gimoteaba desesperada.
— Casi no podía respirar— dijo medio llorando.
— Es tu culpa. Tienes que aprender a respirar por la nariz. Así puedes tener mi verga todo el tiempo que sea necesario sin que te falte el aire. — Al decir esto miré a Santino, eran claras indicaciones para él también. Aun no había indicios de que algo iba pasar con el pequeño, pero era necesario que supiera las técnicas para que llegado el momento lo haga bien.
— ¡No sabía!
Terminó de decir esto y abrió la boca buscando mi pija. Ella ciega por el antifaz movía la cabeza de un lado a otro buscando la cabeza de la verga desesperada. Yo le volví a restregar los huevos y la verga por toda la cara. Hundí su boca en mi ingle. Tiré para abajo para que me chupe los huevos. Recordemos que todo lo dirigía yo, ya que ella estaba con las manos atadas a la espalda y los ojos vendados. Santino miraba y pasaba uno de sus dedos por sus propios labios.
— Vamos a atorarte otra vez perrita. — Tomé de sus pelos y tiré de un lado a otro para dirigirla.
— Si, mi amor. Si. Por favo… — No terminó de decir palabra cuando le hundí mi verga otra vez.
Se la sacaba y se la hundía. Varias veces. La baba de verga le fue llenando la cara y el pecho. De su boca solo se escuchaban leves gorgoteos por el esfuerzo.
Yo miré a Santino y estaba de piedra. Para mí que había dejado de pestañear. Estaba petrificado. Hasta que me miró y se mordió los labios.
Ahí, cuando Santino me miró retiré, mi verga de la boca de su madre y la volví a hundir con más fuerza. Su boca y mi verga se hicieron como un pistón. Un poco de baba de verga saltó al cuerpito del niño. La sujeté ahí, fuerte, sin que pueda retirar mi verga de su garganta. Taponando toda su boca. Tenía que aprender a respirar por la nariz para poder mamarla profundamente.
Esa noche debía salir con el master completo en mamada de verga.
Empezó a mover los brazos como pajarito otra vez. Su cuerpo no entendía que debía hacer. En un momento me golpeó para que me retire, no lo hice. Esperé unos segundo más. Hasta que vimos, Santino y yo, que en la nariz de su madre se formaban pequeñas burbujas por el aire al respirar. Santino esbozó una pequeña sonrisa que a mí me pareció de malicia. ¿Estaba formando un pequeño sádico, o un pequeño sumiso, o ambos? Seguí bombeando sin sacar completamente mi verga de esa boca. Ella respiraba por la boca y la nariz de forma alternada. Lo había logrado. Saqué mi verga de su boca y le dije.
— ¡Lo lograste!
— Si mi amor. — ella volvió a abrir la boca. — ¡Dame más!
La agarré de la cabeza entonces, Sujeté su pelo en forma de coleta y tiré para atrás. Ella abrió la boca y sacó la lengua. Empujé mi verga hasta los huevos. La dejé ahí unos segundos. Retiré mi verga de su garganta y boca y repetí el proceso.
Ella cada vez que tenía la verga fuera de la boca repetía
— ¡Más! ¡Más! ¡Más!
Miré a Santino, el me miraba boquiabierto. Tenía una mano en la verga. No se masturbaba, solamente se la frotaba. Saqué la verga de la boca de su madre y le señalé mi verga y me la jalé con la mano en forma de tubo, para enseñarle. Él aprendió rápido, envolvió con su manito su propia verga y tiraba de adelante para atrás el prepucio mostrando el glande. Empujé otra vez la verga dentro de la garganta de su madre. Santino no dejaba de sonreír ni de chuparse el dedo. Ese nene me calentaba mucho. El miraba y se relamía el dedo con su boquita. Ambos nos mirábamos en clara complicidad. Tanto así que había casi olvidado que tenía atorada a su madre hasta los huevos. Ella en un momento quiso gritar para que la deje respirar. Saqué mi verga de su garganta y se largó a llorar.
— Casi me asfixió. — Gritó
— No iba suceder. — Le respondí. — Está todo planificado. Confía en mí.
Sólo lloró. No dijo nada más. Me agaché entonces y con mi mano derecha le froté el clítoris. Tenía la concha chorreando jugos. Ella dio un grito y se encogió sobre mi mano. Y empezó a gemir. Gemía mucho y Santino movía más rápido su manito sobre su pene. Para darle mejor visión al nene puse a su madre en perrito con la concha y el culo apuntando hacia él. Quedó boquiabierto. No lo podía creer. El ano marrón y la concha depilada de su madre no tenían secretos ahora. Se relamió. No sabía que hacer el nene. Se acercó un poco más. Yo lo miré y se detuvo. Era claro que si no le decía nada la hubiera tocado. Se sentó sobre la alfombra del piso. Una de sus manos se las llevó a su anito, la otra seguía dándole a su verguita. Quise ser más explícito abrí las nalgas y le metí un dedo por la concha, un dedo por el culo. Ella gritó ante la invasión. Santino daba pequeños movimientos de cadera. Entendí que tenía picazón en el ano, quería sentir algo en su ano todo producto de la excitación.
— ¡Métemela! ¡Méteme la verga por favor! ¡Usa mis agujeros!
— Shisst. Calla putita. Hoy vas a salir experta chupando verga. — Le decía esto y le sonreía a Santino. A quien le parecía divertido que tratara así a su madre.
— ¿Más adentro?
— No. Ahora te voy a coger la boca.
— ¡Cogeme! Lo que sea, pero quiero sentir tu verga. Me arde la concha. Me pica. Siento que tiene vida propia. Se abre y se cierra. ¡¡Quiere verga!! — Era verdad, saqué la mano de su concha y los labios se abrían y cerraban solos. Parecía la boca de un pez fuera del agua. Santino miró asombrado.
La levanté, la tiré sobre la cama. Ella seguía con las manos atadas a la espalda. Su pequeño cuerpo era como un juguete para mí. La puse sobre la cama boca arriba, con la cabeza un poco colgada hacia afuera.
— ¡Abre la boca putita! Puse mi verga en su boca. Empujé. Ella no pudo. Se retorció y sacó la cabeza. — Que pasa putita, ¿no puedes tragarte mi verga?
— Me llena toda. Siento que la concha me explota. Métemela por la concha por favor.
Santino miraba asustado. Su madre estaba sacada por una verga y el solo miraba ojiplático con la boca abierta. Podía ver como tenía la concha que le palpitaba. La veía entregada. Él desde luego estaba aprendiendo.
Miré a Santino. Ambos nos miramos. Yo seguí golpeando con la verga la boca de su madre.
Miré al nene y le dije:
— ¿Me quieres chupar la verga?
— Si mi amor, pónmela en la boca. Húndela hasta atorarme. — La madre me contestó.
Hundí mi verga sin piedad hasta que mis huevos tocaron su nariz. Esperé unos segundos, ella empezó a moverte por la falta de aire. Se la saqué, sonó como un chupón que se despega.
— ¿La quieres? — No le hablaba a la madre, miraba a Santino que con los ojos abiertos y relamiéndose los labios no me contestaba. Su madre, sin embargo, no dejaba de pedir más y más. — ¿La quieres? — Volví a preguntar. El niño, tímidamente, movió la cabeza. Su manito apretó su verguita y la otra mano que recorría sus labios la llevó a su culito.
Agarré mi verga y la hundí hasta los huevos en la garganta de la madre. Empecé a cogerla. Metía y sacaba mi verga. En su boca se formaba espuma, baba de macho. Ella se dejaba hacer mientras yo decía — ¡Así te gusta, Así! — Miraba a Santino. Él movía frenéticamente la mano sobre su verga y daba muchos sentones sobre su manita. En ese momento la madre empezó a convulsionar y un chorro de humedad salió de su concha. Yo sujeté la cabeza de ella y le mantuve la verga bien metida en la garganta. Santino podía ver como se formaba el bulto de mi pija en su cuello. Ella, siguó convulsionando en su orgasmo un momento más. La dejé. Me agaché y le dije al oido, siempre mirando a Santino para que sepa que la pregunta era para él.
— ¿Te gustó? Un silencio siguió mi pregunta. Ella no contestaba.
De repente se largó a llorar mucho. Estaba por mandar a Santino a su habitación y sacarle la venda para ver que sucedía y ella entonces dijo con la voz cortada por su llanto.
— Me gustó mucho. Soy una perra. Me gusta que me lastimen. Quiero más. ¡¡Quiero más!!
Yo le di un beso en los labios babosos. Tenía a una adolescente de cuerpo, pero una mujer en papeles. Era el sueño de todo hombre. No iba negarle cariño en ese momento. Besé mis babas. Le metí la lengua hasta la garganta. Ella se movía buscando mis besos.
— Ahora quiero romperte el culo. — Le aclaré.
— Si mi amor. Pero además de tratarme como una puta reventada. Sólo otra cosa te pido. No hagamos ruido. Me muero si Santino se despierta y nos ve haciendo estas cosas. No sé qué pensaría de su madre.
— Pensaría que su madre una putita reventada y deliciosa. jeje — Se largó a llorar otra vez. Desde luego ella seguía con los ojos vendados y Santino miraba asombrado a su madre. Estoy seguro que él la deseaba. Deseaba participar chupar mi verga. Tocar a su madre. Sentir las caricias de ella y mías. Ella seguía llorando muy bajito. La tomé de los hombros y la levanté. Ella se mantuvo de pie con mucha dificultad.
— Ponte como perra, mi amor — Santino se chupaba el dedo, no como un infante engreído, sino sexualmente. Chupaba su dedo índice. Le hice señas que se acerque. El, un poco tímido se acercó, se colocó un poco atrás mío. Seguro no quería que su madre lo descubriera por error. Le puse mi dedo en la boca, él lo besó suavemente, eso me encendió. Empujé el dedo e hice como si fuera un pene que entra y sale de esa boquita. Santino había aprendido bien, puso los labios en forma de O y dejó la boca flojita para que hiciera lo que quisiera. En un momento el pequeño movió la lengua sobre la punta de mi dedo de forma circular. Era un infante muy listo, estaba repitiendo movimientos que minutos antes había visto a la madre. Lo dejé, él siguió jugando con sus labios y mi dedo. La madre trastabilló un poco y se arrodilló — ¡Como perra! — Ella apoyó el pecho en el piso y levantó la cola. Santino se masturbaba con mucha velocidad. Saqué el dedo de su boca y lo hundí en el ano de la madre. Luego otro. Inicié una penetración rápida de mis dedos en ese culo.
— Ay, Ay. Si mi amor, sí. Rómpeme, rómpeme! — Mañana quiero llorar cuando vaya al baño. Rómpeme.
Saqué mis dedos de ese culo y los llevé a la boca de Santino. Él puso carita de asco y no quiso. Yo metí mis dedos a mi boca y los volví a meter en el ano de su madre. El miro asombrado. Todo era excitante y nuevo para él. Que estaba construyendo, que tipo de pervertido. No pensé demasiado. Me levanté terminé de desnudarme. Santino seguía arrodillado con una mano en su verguita y otra mano en su ano. Su cabeza llegaba un poco más abajo de mi verga. Me acerqué un poco a más, él no se movía, era una presa hipnotizada de una serpiente.
— Hazlo fuerte mi amor, no tengas piedad. ¡Rómpeme!
La madre involuntariamente nos sacó del trance di la vuelta. Puedo asegurar que Santino estaba abriendo lentamente la boca. En otro momento lo hubiera puesto a mamar verga dura, ya veríamos eso, pero hoy se salvaba.
— ¡Silencio! ¡Acuérdate de Santino! ¡Nos puede escuchar! — Le decía eso y le sonreía al mismo Santino.
— ¡Perdón! ¡Perdón!
Di la vuelta. Abrí los cantos de la madera con ambas manos. Escupí un poco de saliva en el ojete. Esparcí la saliva con mis dedos mientras la penetraba y le cacheteaba las nalgas. Ella no dejaba de gritar. Puse mis piernas a los costados de ella, no quería ocultar el espectáculo a su hijo. Tomé mi verga y se la coloqué en el centro de su ano, presioné levemente para que se hunda el glande y después tomé su cintura para penetrar con fuerza mi pene.
— ¡Rómpeme! ¡Rómpeme! No gritaré. — Decía en susurros. — ¡No gritaré!
Con malicia y sabiendo que ella haría lo posible por no gritar para no asustar a Santino. Que, que ironía, estaba mirando todo a menos de un metro de distancia. La agarré con fuerza de la cintura y hundí mi pene de golpe en su pequeño agujero. Ella tuvo un rictus en todo el cuerpo. Los dedos de las manos se le crisparon del dolor. Un grito ahogado salió de su garganta. Levantó un poco el pecho para aguantar el dolor, pero solo logró que la penetración sea más profunda. Se la saqué y se la metí, varias veces. Con fuerza. Ella solo gemía y gimoteaba. Yo sentí mi leche venirse. Le di más rápido y más fuerte si aún se podía.
— ¡Rómpeme el culo! ¡Rómpeme el culo! ¡Rómpeme el culo! — Repetía casi llorando.
En un último empujón le dejé mi leche en el fondo de sus intestinos
— ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! Toma mi leche. ¡¡Toma!!
Ella se dejó caer contra el piso, yo caí sobre ella que empezó a tener espasmos de su orgasmo.
— ¡Siiiiiiii!
Después de unos segundos recobraba el aliento. Yo volteé a ver a Santino. Le hice señas de que se fuera. Él se levantó, sacó su manita de su culito tenía también el desodorante con la punta húmeda. Se dio la vuelta y salió. Pude ver una humedad en el ano del pequeño. Sin duda lo había pasado muy bien.
Cuando Santino salió de la habitación le saqué las ataduras a la madre, tenía los brazos ligeramente marcados, pero nada q no desapareciera en unos momentos. Le saqué la venda de dormir de los ojos. Ella se levantó como pudo se dio la vuelta y se me tiró encima. Me abrazó con brazos y piernas así pequeña como era.
— ¡Te amo! ¡Te amo! No me dejes nunca.
— Yo también te amo, mi amor. — ¿Mentía? Quizás eso no haya sido mentira, pero lo siguiente. — No te voy a dejar nunca. — Eso si fue una mentira, aunque no queriendo.
Me levanté con ella como mono, sujeta a mi cintura. La dejé en la cama. Ahí vi su fragilidad. Delgada y pequeña con un culito redondo grande para su cuerpo, aunque no gigante. Perfecto. Sus tetitas en punta por la excitación. Se tiraba a la cama y se metía entre las sábanas como una niña. No Era una adolescente, pero en mi mente era una quinceañera caliente que se dejaba maltratar por la verga.
Me iba ir a bañar, le pedí una toalla. Ella me pidió que por favor durmiera así. Quería que nuestros olores quedaran impregnados en su cama. Quería dormir en nuestros olores. Le di el placer. Era lo menos que podía hacer por ella después que le rompí literalmente el ojete.
Ella se levantó. Caminaba rengueando. No dijo nada al respecto. Sólo se dio la vuelta y dijo
— Voy al baño, pero tú no vengas, por las dudas. — y soltó una risita cómplice.
Tardó unos minutos, yo casi me había dormido. Entró caminando con dificultad.
— Fui a verlo. Duerme muy bien — Dijo esto, yo le seguí la corriente
— ¿Fuiste a ver a Santino? Qué bueno que no se despertó. Sirvió mucho que no gritaras. — Al decir eso le mandé una sonrisa malévola. Ella bajó la cabeza. Pero alcancé a ver una ligera sonrisa. Se tiró en la cama y me dio pequeños golpecitos en el pecho.
— ¡Eres muy malo!
— ¿Te gustó?
— Lo haría todos los días, pero creo que me lastimaría mucho.
— Vamos despacio. Hay que tener cuidado con Santino.
— Es verdad. Muero de vergüenza si Santino nos descubre.
— Por mi parte soy muy discreto. No tengo ganas que tu hijo me vea como te rompo ese culito
Me golpeó el pecho otra vez.
— ¡Malo!
— La verdad por delante. Pregunto otra vez. ¿Te gustó?
— Me duele mucho, pero me encanta. No sé qué me pasa, me duele y me produce orgasmos intensos. No conté todos los que tuve.
— Te amo. — Esta vez se lo dije sinceramente. Le di un beso en la frente, otro en los labios y la acurruqué.
Así dormimos
A la mañana siguiente era sábado. Yo no trabajaba y ella si trabajaba porque trabajaba en un comercio. Aun dormía apoyada en mi pecho. Miré el reloj. Eran las 9 de la mañana. Me acurruqué a ella. Le hice cucharita. Ella se despertó un poco. Vio el reloj y se asustó. Los sábados trabajaba de 9 a 13hs. Estaba tarde, muy tarde.
— Debo irme. De irme. — Repetía.
— Bueno, vamos— le dije.
— Si, dale. — Hay que despertar a Santino y llevarlo con su abuela.
— Cálmate. — Le pedí — No quieres ir rápido a trabajar yo me quedo con Santino hasta la hora que sales. No hago nada hasta las 15hs que tengo q ir por el auto.
Se sentó sobre la cama, desnuda como estaba, sus pechos apuntaban hacia mi desafiantes. Ella me miró con mucho amor y cariño.
— Eres un ángel. Me estás haciendo amarte demasiado.
Yo la sujeté de su cintura la atraje hacia mí y le di un beso largo.
— Yo te estoy amando demasiado. Ve y vuelve rápido, así Santino y yo no te extrañamos mucho. — Pero avísale a Santino, así no se asusta al verme en la casa.
— Tienes razón.
Ella se levantó se cambió lo más rápido. Era un festín para la mirada verla caminar primero desnuda, después en ropa interior y luego lista para salir. Caminaba raro al principio, pero luego fue acomodándose.
Estuvo lista, se tiró encima mío y me dio un piquito en los labios
— Cuida a Santino, por favor.
— No te preocupes. Lo haré como si fuera mi hijo.
Al decir eso ella me dio otro beso mucho más intenso que el anterior.
Ella se fue. Ahora que pasaría, ni yo lo sabía. Vi que la puerta se abría y la figura de Santino entraba..
Me gusta lo raro y no normal.
Pero escribo para relatar mis fantasías, así como para encontrar chicas, chicos (vean telegram) Grandes y jovenes que tengan las mismas fantasías que yo.
Soy muy abierto de mente. Y no hay nada que me escandalice respecto del sexo.
Vivo en Buenos aires – Argentina es un plus para las chicas y chicos (o como se definan) que estén cerca.
Telegram: https://t.me/perama666
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!