Cuidador
Tetona.
Marta, al poco tiempo de casarse con Pepe, consecuencia de un tumor sufre la perdida de la visión y el oído. Su marido contrata un cuidador que la enseñe a comunicarse con las manos.
Los protagonistas de esta historia son Marta y Pepe, dos años después de lo acontecido en los relatos de la saga “Cena de Nochevieja en familia”. Este relato es independiente, se puede leer sin haber leído los anteriores. Para mis asiduos lectores creo que agradecerán identificar desde el primer momento a los personajes. Marta, la novia tetona que Pepe presentó a su familia, hace dos años, el día de nochevieja, ahora es ya su mujer.
Hay momentos en la vida duros en si mismos, para los que nadie estamos lo suficientemente preparados. Momentos como cuando te diagnostican un tumor maligno, agresivo y que necesita una intervención urgente. !Eso si que es un mazazo, un golpe en toda regla!, un atropello a tu rutina, a tu vida cómoda,
Seis meses después de la operación te dicen que lo has superado, la sonrisa vuelve de nuevo a tu cara pero la satisfacción dura poco, la cara del médico te previene que hay un temible “pero” detrás de su silencio. ¿Que ocurre?, preguntas ansiosa de saber que esconde la cara oculta de la moneda.
-Hemos actuado a tiempo, todas las pruebas indican que no hay restos del tumor …-dice el médico sin tiempo a terminar la frase. La ansiedad hace que le cortes, intuyes que hay algo más.
-¿Me quiere decir que ya no hay riesgo de muerte? ¿Voy a vivir Doctor?, Dígame la verdad, no quiero que me oculte nada -preguntas ansiosa
-Tranquila cariño, deja que el doctor nos explique -dice Pepe, tu marido, sentado junto a tí en la consulta, al tiempo que coge tu mano cariñosamente con las suyas. Pero el tono de su voz indica que él también sabe algo mas que nadie te ha dicho, !Malditos peros! ¿Que ocurre?, te preguntas ansiosa esperando respuestas.
-Va a vivir Marta, su vida ya no está en riesgo. Pero esa pérdida progresiva de visión y oído que está experimentando estos meses no la podemos corregir. El tumor afectó de forma considerable a nervios de los dos sentidos. -suelta el médico de tirón, sin anestesia, a bocajarro.
Cuesta digerirlo, cuando crees que tu vida está en grave riesgo parece que todo lo demás es secundario, ¿Secundario?, Desde luego que no, perder la vista y el oído no es ninguna broma. Sientes cómo tu respiración se acelera, el pulso se dispara, el ritmo del corazón se desboca, la ansiedad te inunda como si fuese un tsunami que barre la aparente calma.
-¿Quiere decir que voy a quedarme completamente sorda y ciega? -preguntas de nuevo. Quizás tu oído te haya jugado una mala pasada, no lo habrás entendido bien, seguro que es eso.
-Si Marta, esa es la verdad. La pérdida es progresiva, inexorable, no podemos hacer nada. Tenemos que afrontar este hecho y prepararnos para vivir prescindiendo de los dos sentidos -dice el médico.
-Tranquila cariño, lo superaremos, igual que hemos superado el tumor -dice Pepe, tu marido, intentando consolarte.
Aquellas palabras dichas en plural parece que se digan como refiriéndose a una plaga, a una epidemia que todos tendrán que asumir, pero no es así, !Que demonios!, están hablando de tí, solo de tí. ¿Son sus oídos, sus ojos, los que van a dejar de funcionar?, Nó, son los tuyos, solo los tuyos, no los de los demás
Te quedas callada, reflexionando sobre aquello, intentando digerir una bola que no eres capaz de tragar. Tienes 39 años, apenas hace un año que te casaste con Pepe, creías tener toda una vida por delante y de repente el destino decide tirarlo todo por la borda. ¿Realmente ha sido una suerte sobrevivir al tumor?. Abatida regresas a casa, te agarras con fuerza al brazo de Pepe, cada día que pasa te das cuenta que necesitas más de ese apoyo, tus ojos ven menos, tu oído pierde su capacidad, te das cuenta de lo dependiente que eres de alguien a tu lado.
Los próximos dos meses intentas sobreponerte, luchar, tu marido se encarga de traer especialistas que os enseñen a los dos a comunicaros con el tacto. Dibujar palabras y letras con los dedos en una mano, es como aprender de nuevo a hablar, a escribir, a escuchar, todo es nuevo, dificil, pero es el único modo de permanecer conectada con el mundo. El único camino para poder salir de la burbuja a la que el destino te condena, aislada, como si estuvieses encerrada en una cápsula, te sientes un vegetal en una maceta que necesita rieguen a diario, pongan al sol o dejen secarse y morir. !Maldita sea, apuestas por vivir, por luchar!, y te pones a ello.
Aceleras el ritmo de aprendizaje, el tacto se convierte en tu sentido vital, la forma de reconocer lugares, objetos, personas y de poder comunicarte con ellas. Paralelamente que aprendes a usarlo notas como cada día pierdes oído, pierdes vista, apenas te sirven ya ninguno de los dos.
Sentada a la mesa del salón con el profesional que te enseña a usar el tacto no te das cuenta de como Pepe te mira, sentado frente a ti, el tiene que aprender también para poder comunicarse contigo.
A los 39 años Marta seguía siendo una mujer preciosa, de buena familia, bastante tradicional, educada en los mejores colegios, sería, responsable, economista como él. Algo estirada quizás, siempre discreta en su vestuario, elegante, inseparable de su traje chaqueta pantalón y sus zapatos de tacón para ir a la oficina. A Pepe le incomodaba un poco su educación y forma de pensar tan tradicional, Marta era una mujer devota de la religión, de ir a misa los domingos por la mañana, ferviente defensora de la institución del matrimonio, no había consentido en tener relaciones sexuales con Pepe hasta que no estuvieron casados.
Había tenido que dejar su trabajo desde la operación y ahora en casa solía vestir ropa mas cómoda, vestidos, faldas, blusas. Necesita de la ayuda de Pepe para vestirse incapaz de distinguir la ropa del armario. No era una mujer alta, apenas alcanzaba el 1.65 pero cuando iba a la oficina con sus tacones de diez centímetros solía destacar sobre las demás. Ahora en casa los tacones se habían quedado olvidados hacía meses, usaba zapato plano para ir más cómoda.
Morena, de pelo corto, bonita cara, labios y nariz pequeños, solía llevar gafas grandes, de aumento, motivadas por su miopía, pero no le restaban atractivo, si acaso le hacía tener mas apariencia de secretaria o azafata. Hacía días que no se las ponía, ya no veía ni con ellas. Siempre había sido bastante delgada pero sus tremendos pechos la hacían parecer mas gordita de lo que realmente era. El complejo de su vida habían sido siempre aquellas tetas de la talla 110 que siempre intentaba disimular con ropa holgada y muy discreta. No obstante en las últimas fechas se dejaba llevar por los gustos de Pepe, el escogía su ropa, la ayudaba a vestirse. El hecho de no salir apenas de casa y de no verse en el espejo unido a su apatía hacían que le diese igual la ropa que su marido le ponía.
Hacía meses que ellos dos no tenían sexo, estaba deprimida por todo lo acontecido y Pepe no se atrevía a insistir más. El se subía por las paredes ansioso por follar pero reprimía sus ganas para que ella no se sintiera obligada. La masturbación se había convertido en la válvula de escape con la que saciar sus ganas de sexo. Los últimos días, siendo consciente que Marta había perdido prácticamente la totalidad de la visión y el oído ya no se molestaba en ir al baño para hacerse una paja, lo hacía en el salón delante de ella, ajena a lo que estaba ocurriendo.
El hobby de Pepe cuando salía de casa para comprar o hacer algún recado era buscar prendas sugerentes para su mujer, ropa provocativa, transparencias, grandes escotes. Vestirla con aquella ropa para estar en casa se había convertido en su fetiche, le excitaba sobremanera verla así y pajearse delante de ella mirándola o a lo sumo acariciándola.
-Cariño necesito que tengamos sexo de nuevo. Tenemos toda una vida por delante. Te deseo con toda mi alma -repetía Pepe una y otra vez mientras ella pudo escucharle y luego comenzó a decírselo con los dedos en su mano, cuando aprendió a hacerlo.
Ella insistía una y otra vez que no estaba preparada y el se conformaba con pajearse mirándola, eso le creaba la necesidad de vestirla cada día mas sexy, mas provocativa. Marta a medida que empezó a notar que los vestidos eran mas cortos, los escotes mas amplios, comenzó a rechazar la ropa.
-No me gusta esto, no me gusta -decía enfadada y Pepe buscaba algo menos exagerado hasta que un día no pudo más.
-Si no te gusta lo que te pongo vístete tú -le dijo cabreado escribiéndoselo con los dedos en la palma de la mano y dejándola desnuda sentada en la cama.
Minutos después escuchó la voz de Marta llamándole, -perdona Pepe, sé lo difícil que todo esto está siendo para tí y el tiempo que hace que no tenemos sexo, comprendo que necesites otros estímulos y agradezco que los quieras tener conmigo en lugar de buscarlos en otra parte. Desde hoy puedes vestirme como quieras, soy tu mujer. -dijo Marta resignada notando como Pepe cogía su mano para responder.
-Si me gusta vestirte así es porque te sigo deseando, te quiero y te necesito igual que tú a mí. Pero no quiero que hagas nada que no desees -le dijo Pepe escribiendo en su mano, con lágrimas en los ojos que ella no pudo ver.
En aquel momento Marta fue consciente por primera vez en muchos meses de que su marido la seguía queriendo, la deseaba y lo mucho que ella le seguía deseando también. Hicieron el amor de forma apasionada durante mucho rato sobre la cama y ambos consiguieron disfrutar de varios orgasmos. Ese día supuso un punto de inflexión, Marta no volvió a objetar nada de lo que él escogía de ropa, incluso comenzó a quitarse las bragas y el sostén, acostumbrándose a ir por casa sin ropa interior. El deseo volvió a florecer en la pareja y los dos disfrutaban del sexo en cualquier momento y lugar de la casa. El sexo pasó de ser algo que los distanciaba al punto de mayor conexión entre los dos.
Los meses pasaron, Pepe había pedido un año de excedencia en el trabajo que estaba a punto de finalizar. Necesitaba volver a trabajar, no se podía permitir estar mas tiempo sin ingresos y así se lo dijo a Marta que lo aceptó resignada. Con el tiempo ella se había habituado a la casa y se defendía con soltura en ella, no salían mucho y cuando lo hacían necesitaba de Pepe para dejarse guiar. Ahora era ella quien solía tomar la iniciativa en el sexo, reclamando a Pepe su ración diaria de verga.
Pepe a sus 47 años mantenía la forma, moreno, alto, fuerte, bien dotado, de mente calenturienta, no cesaba de fantasear con nuevas cosas cada día en el sexo. Ropa muy sugerente, disfraces, juguetes, todo tipo de accesorios y estímulos que compraba constantemente ideando situaciones en casa donde ella se vestía y masturbaba para él como le apetecía a su marido en cada momento. Marta se estaba convirtiendo en una auténtica adicta al sexo, contenta de ofrecerse a su marido como el le pedía, no le negaba nada, lo deseaba cada día más, el sexo era su droga, no podía ver, ni oir, pero si sentir y cada vez saboreaba más el placer del tacto, el roce de la piel, las caricias, cualquier tipo de contacto físico.
El disfrute era compartido por los dos, a Pepe le encantaban especialmente los disfraces y la ropa muy sexy, la hacía adoptar poses provocativas y comenzó a grabar aquellos momentos con la cam del portatil mientras el se dedicaba a sacar fotos sin cesar.
-!Eres mi musa cariño!, cada día me pone mas cachondo que poses para mí -le decía Pepe escribiendo sus palabras en la palma de la mano de Marta con los dedos
El sexo le estaba ayudando realmente a Marta a ganar autoestima, ganas de vivir, de disfrutar, dejó de tomar la medicación antidepresiva que llevaba meses ingiriendo y se planteó hacer actividades fuera de casa. Comenzó a ir a la asociación de ciegos, le ponían un intérprete que le escribía en la mano todo lo que ocurría, lo que decían. Descubrió que podía asistir a charlas, dar su opinión con la ayuda del intérprete, aprender cosas nuevas, incluso ir al gimnasio un par de días a la semana. El intérprete se convirtió en su lazarillo, su perro guía, su conexión con el mundo, una persona de toda su confianza, el complemento que necesitaba.
Todo fue bien durante unos meses, pero ella necesitaba cada vez más tiempo con una persona a su lado pero al contrario de eso, llegó un día que su intérprete cambió de ciudad, se fué. En la asociación no disponían de otra persona en ese momento y Marta tuvo que volver a quedarse en casa. La pusieron en lista de espera y le prometieron que cuando se cubriera la plaza de nuevo volvería a disponer de un intérprete.
Pasaron los días, Pepe la veía ansiosa y decidió poner anuncios buscando una persona que supiera hablar con las manos, un intérprete para sordociegos. Desgraciadamente es una habilidad poco común, no hay mucha gente capacitada. Dispuesto a encontrar alguien válido Pepe visitó asociaciones, colectivos de discapacitados, ofreciendo un generoso salario y al final le pusieron en contacto con un profesional con disponibilidad que se brindó a trabajar con ella.
-Hoy viene el intérprete a casa para conocerte. Me ha costado mucho encontrar uno con disponibilidad. Voy a ponerte bien guapa, cuando te vea no podrá decir que no. -dijo Pepe a Marta, cogiendo su mano y viendo como la cara de su mujer sonreía agradecida al recibir el mensaje.
Era un agradable día de finales de junio en Madrid, calorcito no sofocante pero si el adecuado para llevar ropa de verano. Pepe escogió un vestido verde estampado, elegante, discreto pero ceñido al cuerpo de Marta que resaltaba sus formas. No buscaba verla provocativa sino atractiva y aquel vestido encajaba perfectamente con la idea.
Pepe había quedado con Daniel, el intérprete, que acudiese a casa por la tarde después de su jornada laboral y puntual se presentó a la hora acordada. Marta permanecía sentada en el sofá cuando Pepe se levantó para abrir la puerta. No se conocían en persona, habían hablado por teléfono, una vez puestos en contacto a través de una asociación de discapacitados.
Daniel resultó ser un hombre de 39 años, la edad de Marta, de estatura similar a Pepe y complexión física parecida. Agradable, de fácil trato, simpático y locuaz. Había estado trabajando como cooperante en el extranjero varios años y recién estaba de vuelta en España. Pepe le presento a Marta y se sentó a su lado cogiendo su mano y comenzando a hablar con ella.
Desde el primer instante pareció que ambos conectaban muy bien y la conversación con las manos era fluida. Marta comenzó a reír las bromas que él le contaba con sus manos. Parecía que iban por el buen camino.
-Verás Pepe por lo que me decís los dos a tu mujer le gustaría estar ocupada con actividades prácticamente toda la mañana. Por las tardes cuando vuelves de trabajar ya estas tú. Pero prácticamente tendría que dedicarle una jornada laboral. Tu oferta económica es generosa pero no lo suficiente si me tengo que pagar un piso en Madrid al precio que están, mas los desplazamientos, etc. -mientras lo decía para Pepe lo escribía en la mano de Marta.
La sonrisa de Marta se transformó en cara de tristeza y Pepe al verla le cogió la mano a su mujer para escribir lo que le decía a Daniel. -¿Que te parecería si te ofrecieramos instalarte en este piso como parte del pago?, es muy grande para nosotros dos. Hay sitio de sobras y no tendrías que desplazarte. Quizás así saldríamos las dos partes beneficiadas. ¿Que opinas? -dijo Pepe
Marta comenzó a asentir con la cabeza, sonriendo de nuevo, parecía que aquella idea le había encantado. Daniel sonrió también viendo la cara de satisfacción de Marta.
-Tienes razón, esa idea nos puede beneficiar a todos. No podría negarme viendo lo contenta que se ha puesto Marta. -respondió Daniel.
Acordaron los detalles y al día siguiente estaba Daniel instalándose en uno de los dormitorios libres del céntrico y amplio piso donde vivía la pareja. Organizaron un calendario de actividades por las mañanas para hacer Daniel con Marta. Por las tardes Daniel dijo que las tendría ocupadas con otro trabajo que le habían ofrecido, cenaría por ahí y regresaría a casa a la hora de dormir.
La combinación era perfecta, a cambio del alojamiento el coste de Daniel era asumible, el matrimonio disponía de intimidad desde que Pepe llegaba del trabajo al quedarse solos los dos y Marta estaba ocupada las mañanas completas realizando actividades.
La conexión de Marta con Daniel era estupenda, ella había olvidado a su primer intérprete. Daniel se mostraba amable, dispuesto, atento, encantador. Pronto pasó a ser un miembro mas de la família.
Pepe trabajaba de 7 a 15h, se levantaba a las 6, le dejaba la ropa a Marta preparada y ella se vestía y aseaba sola sin problemas. La casa la conocía ya palmo a palmo y no tenía problemas de movilidad. La calle ya era otra cosa, pero para eso estaba Daniel por las mañanas y Pepe por las tardes.
Daniel no tenía familia en Madrid, su vida sentimental había sido azarosa, varias parejas, rupturas poco amigables consecuencia de su carácter dominante y posesivo en la intimidad. Con las mujeres había sido un depredador, corderito por fuera, lobo por dentro, sabía camelarlas para luego aprovecharse de ellas, sin ningún escrúpulo. El destino le había llevado a emigrar al extranjero y trabajar en proyectos de cooperación. Era un culo de mal asiento, se cansaba pronto de todo pero mientras estaba en algo o con alguien era un experto manipulador, frío, calculador, le gustaba jugar con los sentimientos de los demás, para él tan solo era un juego.
A Marta y Pepe les contó una historia de su vida muy distinta a la real, pero se los supo ganar con facilidad, era su objetivo y los dos cayeron con rapidez en sus redes. Entraba y salía de casa cuando quería y en el piso se comportaba como si fuese suyo. El matrimonio no se daba cuenta para nada de como era Daniel, había sabido ganárselos a los dos con facilidad y confiaban ciegamente en él. Con Marta a solas era adulador, atento, cariñoso, manteniendo la distancia pero haciendo que ella se sintiese sino atraída por el si tan a gusto como con el mejor amigo del mundo, ese que todas las chicas tratan como si fuese gay y no corrieran peligro. Siempre dispuesto a escuchar para Marta pronto fué un apoyo imprescindible en la casa.
-Me alegro mucho de haberte conocido Daniel. No se que haríamos sin ti en esta casa. Es como si tuviera dos maridos, uno de mañanas y otro de tardes. ¿Sabes? A veces dudo quien sois cada uno, tienes las manos tan parecidas a las de Pepe que no las distingo, pero tengo un truco para distinguiros jajajaja – se rió Marta mientras le decía esto con sus manos.
-!Que pilla! ¿Cúal es el truco? -preguntó Daniel en la palma de Marta, imaginando la respuesta. La verdad era que de complexión física eran muy parecidos los dos.
-No te lo pienso decir, es mi secreto -le dijo Marta en la palma de mano a Daniel
-Creo que lo sé. Estoy seguro que es el perfume, Pepe utiliza uno muy penetrante, he visto como lo olfateas cuando esta cerca, pareces una perrita jajajaja -le respondió Daniel del mismo modo.
-!Que bicho, no se te escapa nada! -respondió con la mano Marta sonriendo al verse descubierta.
No se podía imaginar que Daniel hacía días que había comprado la misma colonia que usaba Pepe y la tenía en su cuarto. !Quizás ya era hora de emplearla algún día!, se dijo para si. Daniel a solas con Marta aprovechaba para mirarla con todo el descaro sabiendo que ella no se daba cuenta de nada. Desde el primer día cuando se conocieron que las tetas de Marta habían sido el principal motivo para aceptar el trabajo, el cuento que les dijo de que no tenía alojamiento era mentira, su plan nada mas verla era instalarse en aquella casa. !Esta hembra tan exuberante y dependiente tiene que ser para mi! se dijo nada mas verla.
La vida sexual de Marta y Pepe no había sufrido grandes cambios con la llegada de Daniel a la casa. Seguían aprovechando las tardes,
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