CUMPLEAÑOS
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por dulces.placeres.
Mi nombre en Mariano, y esto pasó hace un par de años, me gano la vida como stripper en algunos lugares de la ciudad, entiendo que es un trabajo pasajero que me permite financiar mis estudios.
Como entenderán mi físico era algo que yo no podía descuidar por lo que tenía una rutina diaria de entrenamiento a en un gimnasio que estaba a unas cuadras de mi casa.
Ahí la conocería a Pamela, una mujer con un culo sin igual, de ojos verdes que brillaban como dos lamparones. Poco a poco establecimos una amistad pero que de mi parte solo se basaba en la atracción física que ella me inspiraba.
Descubriría en ella dos cosas, una parte buena, una joven súper provocativa, casi siempre llegaba al gimnasio en bicicleta, usando calzas blancas, transpirada, con tangas enterradas en su culo al punto de casi no notarse, cuando ejercitaba sus glúteos prácticamente no quedaba hombre que no la estuviera observando, también descubriría una puta en la cama, adoradora del sexo anal y que no tenía ‘no’ en la intimidad, gustaba probar todo y de todo, hasta sabía que había tenido relaciones con mujeres…
Pero también descubriría lo malo en ella, consciente de sus atributos hacía de la provocación un arte, se divertía solo provocando y no dando nada a cambio, gozaba sobremanera poner en ridículos a los hombres, era perversa, incluso para mí tampoco tendría corazón, me dejaría en claro desde un primer momento que lo único que le interesaba de mi era lo que tenía entre las piernas, sabía de mis veinticinco por cinco, y eso era lo único que veía en mi.
Algunas veces fantasee con enamorarme de ella, pero era fría como la nieve, le encantaba la pija, pero solo con quien ella quería, nosotros la habíamos bautizado ‘la putita traga leche’ y ella lo sabía…
En fin, sea como fuere, esa era la situación y era tomarla ó dejarla. Me la cogí muchas veces y cada vez parecía ser la primera, como le gustaba la verga, solía bromear y decirle que era ninfómana…
Alguna vez soñé que fuera mía, y se lo dejé saber, pero ella solo reía, era mujer de todos, no podía ser de nadie…
El doce de junio era su cumpleaños, recuerdo que le regalé una campera de cuero que sabía que le gustaba mucho, corta a la cintura, color borravino, pero como ella tenía una tienda de ropas me pareció un tanto insípido, por lo que también le regalé algo íntimo, fui a un sex shop y le compré un vibrador enorme, era el más grande que tenía en ese momento, era importado, en la caja podía leerse 10” x 3”, que en nuestro sistema viene a ser unos veinticinco centímetros por un poco más de siete de diámetro. El vendedor me advirtió que no era para cualquiera y me aconsejó algo más pequeño, pero claro, el no conocía a Pamela…
Así la sorprendí ese día, ella me agradeció por la campera y abrió los ojos enormes por el otro regalo, pero ella siempre tomaba las decisiones, esa noche no pasaría nada entre nosotros, dijo estar indispuesta, y los días siguientes tampoco, porque estaba cansada, porque no estaba de humor, porque, siempre había un porqué y yo sabía que era así, soportaba todos sus no porque cuando era si sabía que no habría límites, siempre jugaba al gato y al ratón.
Tuve que esperar hasta fines de Junio, me dijo ‘el Domingo venita a casa a comer, y después nos divertiremos un rato, trae un vino fino y helado de postre, yo te preparo lo que quieras…’
Ese día llegué bastante temprano y el aroma a una rica salsa se sentía al llegar a su casa, era un día de pleno invierno pero había una humedad agobiante, al punto que no hacía falta ningún abrigo, como me recibió al abrir la puerta? La describo de arriba abajo:
El cabello suelto y ligeramente batido, como una melena de leona, una bincha que tiempo atrás le había obsequiado, con dos cuernitos que titilaban, lo usábamos en los shows que hacíamos, sus ojos apenas delineados y sus labios pintados en un crema claro, dos enormes argollas pendían de sus orejas, cayendo hasta sus hombros, tenía la campera borravino que le había obsequiad, sin abrochar, dejando ver su piel desnuda, notando que no había nada debajo, parte de sus pechos insinuantes asomaban al medio, abajo una tanga por demás de pequeña que nacía a la altura del clítoris, dejándome notar su intimidad depilada, como siempre lo hacía, sus piernas cubiertas por unas sugerentes medias de red del mismo color que, los elásticos apretaban bien arriba de sus torneados muslos y unos zapatos de finos tacos que le regalaban veinte centímetros de altura.
Prácticamente me abalancé sobre ella al sentir una excitación automática al verla, pero Pam me apartó casi de inmediato, poniendo distancia y anticipándome que debería esperar a que llegara el momento, luego giró para dirigirse al refrigerador a llevar las cosas que había traído, ver sus cadera bambolearse de un lado a otro, con la tanga casi imperceptible enterrada la raya de su orto y sus nalgas desnudas fueron suficiente para provocar una terrible erección.
No veía la hora de cogerme a esa puta y durante todo el almuerzo no hizo más que provocarme y calentarme, acariciándome, besándome, o moviendo las caderas a los compas de la música.
Al fin trajo una botella de champagne y mientras yo la destapaba ella se sacaba la campera dejando sus pequeños pechos al aire, sus pezones estaban duros. Se sentó en una silla un metro de distancia, ante mi atenta mirada, desafiante, probó el líquido del pico, otro trago, lo dejó correr por la comisura de sus labios, mas y mas, pronto el liquido mojaba sus pechos y la baja temperatura hacía que se erizara su piel, vertió luego sobre el mismo vientre su tanga se mojaba por completo, se traslucía, la tela se pegaba a su piel, solo notaba la raya de su raja depilada, su mirada lasciva se clavaba en la mía, me pidió que fuera a su encuentro, me apuré pero ella volvería a pararme en seco poniendo su pie en mi pecho.
Su cuerpo estaba impregnado con el líquido pegajoso que había derramado dejando la botella vacía a un lado, me obligó a arrodillarme e hizo que lamiera sus pies con paciencia, con tiempo, pasé mi lengua por ellos, tenían un exquisito sabor a champagne, lentamente me dejó subir por sus pantorrillas, por sus muslos, para abrirse bien de piernas y ordenarme
– Chupame toda la concha!
Cerró los ojos y se dedicó a sentirme, mis dientes mordisqueaban la tela de la tanga tratando de apartarla, presionaba lo suficiente mi lengua sobre su clítoris solo para que me sintiera, corría luego a la par de elástico solo para apartarla y enterrarla en su hueco húmedo, su néctar estaba caliente, Pam jadeaba excitada y se mordía los labios, cada vez mas y mas, hasta correr la tanga por completo, ahora si su concha estaba completamente desnuda, sus labios suaves ante la ausencia de bellos me excitaban y su clítoris estaba inmenso por la excitación, estaba perdida y entregada a mis juegos, acariciándose los pezones que se perdían entre sus dedos.
De repente retomó el control para apartarme nuevamente, se incorporó sacándose la pasqueña less para conducirme al dormitorio donde me pondría nuevamente de espectador.
Mis ojos recibirían entonces un espectacular show privado donde Pamela se revolcaría en la cama como una gata en celos, provocándome con las más sugerentes posturas femeninas, explotando las bondades de su perfecto orto, tenía ganas de masturbarme, mas cuando se ponía en cuatro patas apuntándome su trasero y con el solo hacho de abrir sus nalgas con sus manos, su esfínter dejaba una abertura de un centímetro de diámetro y se hacía evidente el uso extremo que le daba…
Entonces ella tomó el objeto que le había regalado y empezó a jugar con él, se veía enorme entre sus manos, lo lamió como una pija, lo acomodó entre sus pechos, jugó en su clítoris, masturbándose dulcemente, cerró sus ojos para entregarse, abrió sus piernas y lo introdujo en su concha, lo vi desaparecer lentamente, fui un espectador de lujo de su acto de auto satisfacción, acarició su botón cada vez con más fuerza, los jadeos se hicieron intensos, los gemidos profundos hasta retorcerse en un mar de placer.
En breve llegaría mi turno, confieso que había tomado una de esas pastillas milagrosas, solo para que me ayudara, Pam no era fácil de calmar…
Volvió a ponerse en cuatro patas, con su concha llena por el enorme consolador, me regaló mas acción metiendo un dedo en su culo, luego dos, y tres, hasta introducir los cuatro dedos llevando la palma lo más adentro posible, solo trabada por el pulgar y la incómoda posición en que se encontraba, entonces me desafió:
– Dale, que estás esperando?
Fui tras ella, la tomé de la cintura mientras apuntaba en su culo, lentamente la penetré y tener una verga bastante gruesa parecía no hacer mella en ella, comencé a dársela con dulzura, sintiendo el juguete en el otro canal, entrando y saliendo al mismo tiempo que mi verga, recordándome alguna vez en que la había cogido con un amigo, las palabras me llevaban a la locura
– Te gusta? mmm! Ay! te gustá… mmmm… romperme… el… mmm… el culo?
– Si puta, puta sucia…
– Dale… ay!… rompémelo todo… mmm…
– Y a vos te gusta?
– Mmm… si papi… mmm… dale… mmm… no pares… mmm… que gruesa… mmm… pija tenes… dale…
Sus palabras se sucedían sin parar y mis oídos se llenaban de excitación, cambiamos muchas posiciones y su anillo no dejaba de apretar mi verga…
En un momento estaba boca arriba, ella puso la base del juguete sobre mi vientre, cerca de mi verga erecta, luego con una pierna a cada lado se fue dejando caer, nuevamente el consolador invadía su concha y mi verga su culo, empezó a hamacarse, a mecerse, fui con mis labios a sus senos para lamerlos, la expresión de su rostro me decía lo excitada que estaba, sus ojos cerrados, su boca entreabierta, sus jadeos, sus inconexiones propias de una mujer que disfruta en otro planeta, volvía a masturbar su clítoris, sus palabras me encendían mientras mi pija invadía su orto
– Dale… mmm… me lo vas … mmm… a llena… dale papi!… mmm…
Lo cierto es que me enloquecía su disfrute y su provocación, ella percibía que la llenaría de semen por lo que aceleraba el ritmo, no aguanté más y con mis labios apretados contra su pezón derecho comencé a llenarle el culo de leche, ella gemía moviendo y apretando su anillo contra mi carne, gozaba porque era ella quien con sus movimientos me hacía acabar, yo permanecía inmóvil hasta que el movimiento continuo de sus caderas sacó hasta la última gota de mi verga…
Se acercó a mi oído, transpirada y agitada preguntó:
– Te gustó?, andá a lavarte que te la quiero chupar…
Fui al lavatorio y mientras lavaba mi pija que seguía erguida pensé como seguiría la siguiente jugada. Al regresar Pamela estaba esperándome acostada boca abajo, con su culo resaltando y una sonrisa lasciva en los labios
Tomé el consolador que había dejado a un lado, ante su mirada intrigada calculé la altura y lo adhería a la pared mediante la ventosa que tenía en la base, luego la hice poner en cuatro patas de manera que su trasero quedara contra el juguete, Pam se dio cuenta de la jugada y amagó introducirlo nuevamente en su concha, pero yo tomé crema para las manos que había sobre la mesa de luz y unté una gran cantidad sobre su esfínter que aún estaba abierto y chorreando semen…
– Estás loco? es muy ancho!…
Pero yo no le hice caso, lo apunté derecho en du anillo y la hice recular hasta forzar una y otra vez, se hacía complicado meter esas tres pulgadas de diámetro en su culo, resbalaba por la crema y se doblaba ante la presión, pero insistía una y otra vez, ella seguía negándose con suaves ‘no,… no…’ pero sus negativas eran falsas porque al mismo tiempo seguía empujando hacia atrás para forzar su entrada, al fin la cabeza se abrió paso…
Fui al frente, ella estaba apoyada sobre sus rodillas y las palmas de sus manos, puse mi verga en su boca, Pam adoraba lamer mi glande circunciso, como a un bebé dándole el biberón la hacía jugar con su lengua, abría la boca con avidez, tratando de saborear mi carne.
Empecé a empujar lentamente, centímetro a centímetro, de manera de ir reduciendo mi distancia contra la pared, Pamela siguió reculando y desde arriba veía como el enorme consolador de enterraba cada vez más en su culo, sus movimientos quedaron cada vez más limitados hasta que sus nalgas casi llegan a tocar la pared, estaba perdida, su entrecejo fruncido y sus ojos cerrados hablaban de su placer, seguí avanzando, ahora mi verga se enterraba en su boca, contuvo algunas arcadas y las lágrimas caían de sus ojos, pero poco a poco fui bien profundo, sentí mi glande en su garganta y su lengua casi lamiéndome los testículos, la saqué un par de veces para que pudiera respirar volví bien profundo, no aguanté mas y mi leche saltaba por segunda vez, en la profundidad de sus entrañas, ella como si nada tragaba y tragaba, como le gustaba chupar pijas, su apodo de ‘putita traga leche’ estaba bien puesto…
Aún tenía otra carga, dejamos el juguete de lado y la llevé nuevamente sobre la cama, casi sin darle tiempo a reponerse, trataba de limpiar su rostro, secando las lágrimas, aun saboreando mi semen, la hice poner nuevamente en cuatro patas con su pecho apoyado contra el colchón y su cara de costado, tomé sus manos y apoyándolas en sus nalgas le ordené abrirlas, ella exclamó:
– Sos un vicioso! Querés mas?
Me paré tras ella, miré su esfínter y lo cierto es que estaba tan dilatado que una bola de billar habría entrado tranquilamente, baje mi verga y la hice entrar sin resistencia, la saqué por completo y la introduje nuevamente, para ser honesto estaba tan grande que casi me faltaba presión, era demasiado fácil, lo repetí muchas veces, se la di por el culo con fuerza, con ritmo, ver su esfínter me enloquecía y ella lo sabía, se abría mas y mas para mí, me rogaba que se lo llenara de leche, su culo elevado se veía glorioso, majestuoso, sentía que me acabaría nuevamente y la vieja zorra llevó dos dedos a su culo, jugando en el me dijo:
– Papi… mirá como me lo dejaste…
Saqué mi verga y comencé a escupir litros de semen en las puertas de su esfínter, algunos chorros fueron al fondo pero pronto se llenó y comenzó a rebalsar como un cráter que expulsa su lava. Era suficiente, no mas sexo por ese día…
Pamela era un asco de mujer, llena de leche y crema, fue a lavarse un poco, aun tenía las medias de red y los tacos altos, le pedí que se quedara así, por lo que con una sonrisa solo se puso otra vez la tanga y la campera de cuero.
Fuimos a la cocina, preparó una infusión caliente, me senté en una silla, ella prefirió un taburete, se sentó casi con las piernas dejando su culo en el aire, me dijo que le dolía demasiado y necesitaría un tiempo para recuperarse. Soy hombre y no pude aguantarme, le pedí que me dejara sacarla una foto de recuerdo, ella aceptó contra su voluntad, puso muchos peros, pero sus anchas y hermosas caderas quedarían retratadas para la posteridad, fue curioso ver la imagen que su esfínter aun estaba abierto y era dividido al medio por la fina tela de la cola less que tenía…
Unas horas después nos despedíamos…
Esa era la Pamela que todos conocían, una puta sensual.
Tiempo después hice borrón y cuenta nueva, quise empezar de cero y me mudé bien lejos, le devolví el juguete y la campera, nunca supo porque, tampoco quería que lo supiera…
Acaso podría entender que había en mi otra mujer, una mujer normal de carne y huesos, que se sentía sola a pesar de toda la gente que la rodeaba? Que podía entender sobre tener un padre ausente que me había abandonado a mis cinco años, o tener una madre enferma que me enloquecía, ó una hermana que se había distanciado solo por no aceptarme lo que era?. Que podía entender de mi fracaso matrimonial y haber perdido al amor de mi vida? Y tal vez lo más grave para mí como mujer, que podía saber de mis problemas ginecológicos que me impedirían ser madre? …
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