Curas termales.
—No pongas esa cara que te harán bien también a ti esas aguas termales ….
Había apenas terminado mi enseñanza secundaria. Llegaba ya el periodo estivo de vacaciones y papá me había regalado una SUV semi nueva para practicar mi recién obtenida licencia de conducción. Era un tiempo feliz, de pocas obligaciones y de mucho tiempo para disfrutar. Ya imaginaba a cuantas chicas iba a poder follar en mi auto nuevo; hasta ahora me había conservado solo con mi masturbación. Pero de ahora en adelante todo eso iba a cambiar.
Estábamos sentados a la mesa papá, mamá y yo, cosa que no era una costumbre de familia. Papá me dice que mamá necesitaba un tratamiento y una temporada de relajo y descanso. Entonces me lanzó el balde de agua fría que apagó todos mis ardores.
—Lucio, quiero que acompañes a tu madre … He reservado para ella y para ti una habitación en las termas de Aguas Calientes … Estarán allí por tres o cuatro semanas y tu madre seguirá el tratamiento prescrito por su doctor … Curas termales …
—¡Ehm! … Está bien, papá … —Dije con cierta desilusión.
—No pongas esa cara que te harán bien también a ti esas aguas termales … —Agregó papá.
Mi madre siempre educada y consenciente con su marido, solo movió su cabeza en aceptación, en cambio yo no lograba aceptar del todo el inconveniente.
—¿Cuatro semanas? … —Pregunté más que nada para ratificar mi mala suerte.
—Sí, la acompañaras con tu auto nuevo y pasaran allí en el hotel Termas de Puyehue … Ya está todo listo …
El viaje fue largo y aburrido, mamá hablaba interminablemente de sus cosas e intereses culturales. Le encantaban los pintores de la bohemia europea, también los escritores de esa época y me hablo de ellos por cuatro interminables horas.
Finalmente llegamos al hotel, tomaron nuestras maletas y un muchacho se hizo cargo de mi auto. Hicimos el acostumbrado check-in y nos llevaron a nuestra suite al último piso del hotel. La suite comprendía un salón común y dos habitaciones separadas, ambas con baño privado. Ordenamos nuestras cosas y bajamos a cenar.
—Lucio, nunca hemos hablado mucho tú y yo …
Dijo mamá mientras probaba la ensalada fresca de mozzarella y tomates, agregando luego.
—Tal vez este sea el tiempo apropiado para recuperar el tiempo perdido …
Ya me preparaba para otras largas horas de su anodina charla cultural; en cambio, me tomó por sorpresa.
—¿Cómo te va con el sexo? … ¿Has tenido ya relaciones sexuales de algún tipo? …
Baje mi vista sin responder y mis mejillas se tornaron de un rojo intenso, mientras buscaba en el plato un pedazo de mozzarella para echarme a la boca. Ella continuó.
—No te hagas problema para responder … Soy tu madre … En el internado eran solo hombres, ¿verdad? …
—Sí …
—No te pregunto si has tenido relaciones con los chicos … Esas son cosas tuyas … Pero quiero saber si te gustan los hombres o las mujeres …
Me apresuré a responder para dejar bien en claro mi masculinidad.
—Las mujeres, por supuesto …
—¡Oh!, qué bien … La vida de los gay es un poco más complicada … ¿Has estado con alguna amiguita tuya? …
—No … Todavía no …
—¿Has visto a alguna amiguita tuya desnuda? …
—No, tampoco …
—¡Oh!, bueno … Quizás tengamos tiempo para explicarte ciertas cosas de las mujeres …
Mamá tiene cerca de cuarenta años y de seguro podía explicarme muchas cosas, pero la sola idea de tener que tratar estas cosas con ella me daba mucha vergüenza.
—¿Cuál es la parte que más te gusta en el cuerpo de una mujer? … —Me preguntó.
—El culo … —Respondí sin siquiera pensarlo.
—Je-je-je … Igual que a todos los hombres …
Al día siguiente vino el especialista a visitarla y le dejo todo un programa de curas termales y alguna indicaciones más, de las cuales yo no me enteré. A mediodía nos sentamos otra vez para almorzar, mamá afrontó la conversación del tratamiento.
—Estaba pensando una cosa … Pasado mañana iniciaremos los lavados intestinales con clisteres de aguas termales …
—¿Y por qué me lo dices a mí? … ¿Acaso debo hacerlos también yo? …
—Cierto … ¿Escuchaste al médico? …
—No …
—Bueno … Dia por medio tenemos que hacernos un enema … Creo que no te gustaría que te lo hiciese un extraño … Tampoco yo quiero que alguien me meta las manos encima …
—¡Pero yo no lo quiero! …
—No digas boberías … Nos lo haremos tú y yo … Y no te hará ningún daño …
Me quedé impertérrito y sin palabras, ella prosiguió.
—No te preocupes … Yo tengo un curso de enfermera auxiliar y sé hacer estas cosas … Estoy segura de que aprenderás rápidamente …
No quise pensar nada ni ninguna hipótesis alocada, pero ella no había terminado.
—Si me prometes no hacerte ideas equivocadas, te mostraré mi trasero …
Mi mandíbula fue atraída bruscamente por la fuerza de gravedad y quedé con la boca abierta, mirándola estupefacto.
—¿Ves? … Es justamente eso lo que no quiero de ti si ves una mujer desnuda por primera vez … Tienes que controlarte y ser dueño de ti mismo … Dado que soy tu madre, quiero que te acostumbres a ver a una mujer desnuda sin perder el control … Te lo haré ver un poco a la vez, pero tu debes controlarte y más que nada, no debes tener pensamiento pecaminosos … ¿Ok? …
Había logrado volver a cerrar la boca y asentí con una mirada circunspecta. Nos fuimos rápidamente a nuestra habitación y cuando llegamos al salón, ella se giró diciendo.
—Bien … Espera aquí … Voy a ponerme un poco más cómoda …
Cuando regresó vestida con una bata larga, yo estaba en la misma posición de cuanto ella se había ido a cambiar. Me sonrió.
—Ven a mi dormitorio … Y haz exactamente lo que diga …
La seguí. Llegó delante de su cama King Size y se acostó boca abajo, luego lentamente comenzó a subir el borde de su bata hasta descubrir completamente sus desnudas nalgas.
—¡Muévete, tonto! … Acércate y míralo … Estoy desnuda toda para ti …
Me acerqué un poco vacilante, subí con las rodillas sobre su cama sin poder apartar mis ojos de sus glúteos blancos y me incliné a mirar su trasero de cerca. Casi balbuceante pregunté.
—¿Pue… Puedo acariciarlo? …
—Ciertamente … Es todo para ti … Pero recuérdate que soy una señora …
Me llamo la atención que no dijera “recuérdate que soy tu madre”, pero, en fin; entendí que quería decir de no sobrepasar cierto límites. Solo imaginé cuales. Acerqué mi rostro a pocos centímetros del surco glorioso entre sus lechosas nalgas y lo contemplé fascinado. Hasta ahora había visto solo culos en fotos para hacerme alguna paja, ahora por primera vez estaba mirando uno real y en primera persona. Había dos preciosísimas nalgas redondas y firmes, una piel lisa y blanquecina como el resto de su hermoso cuerpo. Cosas que solo había visto en ilícitas revista que circulaban en el colegio. El surco apretado de su culo no dejaba ver nada y probablemente mamá se dio cuenta, porqué sin mediar palabras, ella plegó una de sus piernas y empujó sus posaderas hacia arriba. Ahora el surco se había abierto ligeramente y me permitía de ver el hoyuelo diminuto de su trasero. ¡Era increíble! Solo por esa vista, me habría hecho ahí mismo una furiosa paja, pero no quería que mamá se diera cuenta de que mi polla se estaba poniendo dura.
A centímetros del agujero liliputiense de su trasero, estaba su panocha. El sexo de una señora, cubierto ligeramente de una pelusa oscura muy bien cuidada. Tosí ligeramente cuando me faltó el aire observando la vagina de mi madre, pero espontáneamente mi mano tocó la base de sus nalgas y gocé de la suavidad de su trasero. Moví mi mano a su otra nalga y luego toqué las dos. Mamá parecía dormida. Ella era de una belleza extraordinaria e intensa, no pude resistirme de apoyarme e inclinarme para darle un beso en la pliega a la base de sus nalgas.
Por primera vez sentí el perfume embriagante de una mujer. La fragancia de su culo y de su panocha. De seguro no lo olvidare nunca jamás. Cuando le abrí sus glúteos y abrí mi boca con mi lengua apuntando a su agujerito, mamá dio un respingo y pude constatar que su piel se puso como piel de gallina. No sabía que hacer, pero automáticamente me alejé y acaricié por última vez su culo, luego escapé de carrera hacia mi baño. Fue la paja más hermosa de mi vida. Mejor dicho, fueron tres durante la noche.
A la mañana siguiente nos trajeron el desayuno a las siete y media de la mañana y lo consumimos vestidos en nuestras batas de baño.
—Buenos días, tesoro … Veo que hiciste las tareas …
Dijo mamá insinuando de que me había masturbado durante la noche. No respondí nada y ella añadió.
—Démonos prisa en el baño, por que tenemos el “tee-time” a las 09:40 …
Mi madre había reservado para una partida en el campo de golf de las termas. No recordaba de haber jugado golf con ella, pero seguramente yo era mejor jugador que ella. A las 09:30 estábamos listos para comenzar a jugar. Como a las diez, ella y yo estábamos jugando solos en el hoyo tres.
—Bueno … ¿Qué te parece mí swing? …
—Muy bueno … Tu balanceo hace resaltar tu culo …
—¡Oh, guau! … Todavía te lo recuerdas …
—Nunca lo olvidaré …
—Gracias, porque ya no soy tan joven …
—Como sea, tienes un culo bellísimo …
Se detuvo de golpe, puso el palo en la bolsa y me dijo.
—Solo una cosa … Nos hemos divertido y por cierto seguiremos haciéndolo en estas vacaciones curativas … Te enseñare un montón de cosas, como debería hacer una madre … Pero debes confirmarme estar de acuerdo en una cosa …
—Te escucho, dime que cosa …
—Te gustará, me acariciarás, me tocarás ya que nos haremos los clister … Pero una cosa debe ser muy clara … Nada entre nosotros será por pasión, ¿Ok? …
—Sí, pero yo …
—Si quieres que esto continue me lo debes prometer … Ahora …
—Sí … Sí, lo prometo …
Estaba dispuesto a cualquier cosa para seguir adelante. Además, a decir verdad, ni siquiera sabía que quería decir ella con “pasión” …
—Y no olvides nunca que soy tu madre …
Cuando terminamos de jugar al golf, hicimos todas las curas termales recetadas y para ser sincero, me gusto todo lo que hicimos. No habíamos almorzado, así que a la cena pedimos un poco más de comida, pero yo estaba ansioso esperando que esta noche ella me habría concedido alguna otra cosa. No me dijo nada hasta que subimos a nuestra suite.
—Vistámonos con nuestras batas … Esta noche quiero que me veas totalmente desnuda … Quiero que aprendas a ver a una mujer desnuda sin perder los estribos …
En menos de lo que canta un gallo, me desnudé, me puse la bata del Hotel y regresé al salón. Ella se estaba cambiando todavía, las mujeres en todo se demoran más, esa es otra cosa que aprendí con mamá. Cuando salió de su cuarto parecía una diosa. Encendió la Tv a bajo volumen y bajo la intensidad de las luces de la sala de estar. Se veía bastante bien, pero era justo para denotar un poco de cándido pudor en ella. También fue propicio para mí, me senté en el diván con una furiosa erección que trataba de ocultar inútilmente.
—¿Estás listo? …
Preguntó, pero no espero ninguna respuesta; solo se giró dándome la espalda y lentamente comenzó a hacer descender su bata, hasta dejarla bajo las redondas pliegas de sus nalgas. Tal como la noche anterior, me quedé en trance, hipnotizado mirando la beldad de sus glúteos carnosos y perfectos. De pronto dejo caer la bata sobre la alfombra y comenzó a girarse lentamente. Un brazo cubría sus pesadas tetas y una mano no dejaba ver su panocha.
—Un poco a la vez … No quiero que te venga un ataque, je-je-je …
Me dijo bromeando y sonriendo. Me acerque a ella y comencé a escrutarla de cerca. Cuando me vio que estaba interesado en sus tetas, quitó su brazo y me dejo admirarlas de cerca. Yo jamás había visto nada de esto en persona. Acerqué mi rostro a sus senos y ella tomó uno de sus pechos y lo presentó a mis labios, por supuesto que la besé y lamí su duro pezón oscuro y erguido. Ella apoyó su mano en mi nuca y enterró mi rostro en su teta algodonosa. Pensé que estaba en el cielo, con un pezón cerca de mi oreja y el otro entre mis labios.
A ese punto ella estaba usando sus dos manos, comprendí que ya no se cubría su sexo. Me separé un poco para observarla. Miré su vientre liso y había un mechoncito de vellos a forma de línea vertical que descendía hasta casi la parte superior de su coño lampiño, como para indicar que su conchita comenzaba justo allí. Sabía que ella no me dejaría tocarla allí, pero como aturdido me dejé caer sobre mis rodillas, puse mi mano alrededor de sus nalgas y apoyé mi mejilla en la parte inferior de abdomen. Me dejó hacerlo y acarició mi cara. Con mi mano en su culo la acaricié como el día anterior y tuve unos irrefrenables deseos de morderla. Puse mi brazo izquierdo delante de mí y apoyé mi boca en su glúteo, luego la mordí delicadamente. La sentí estremecerse otra vez.
Me levanté detrás de ella y agarré sus tetas desde atrás. Sin darme cuenta mi bata se había abierto y mi polla furiosamente dura apareció en escena, en modo natural lo apoyé en sus nalgas inmaculadamente blancas. Sentí un placer inmenso y también un poco de vergüenza. Me separé y volví al baño de mi cuarto desesperado. Cerré la puerta y me pajeé velozmente, durante la noche volví a hacerlo otras veces más.
—¿Cosa hiciste esta noche? …
Me preguntó con una maliciosa mirada dibujada en su rostro mientras desayunábamos. No respondí.
—Está bien … Desayuna porque luego nos traerán los enemas que tenemos que hacernos …
No tuve ni siquiera la fuerza de alzar mi vista para encontrar sus ojos irónicos. Cuando termine me hice una ducha y me vestí. A las once llamaron a la puerta, una enfermera vestida de blanco empujaba un carrito sobre el cual se adivinaban los clisteres envueltos higiénicamente en bolsas esterilizadas, unas peras selladas y unas jarras llenas de agua de las termas. Todo con las marcas del Hotel, obviamente. Mamá le dio una propina a la enfermera y esta se fue.
—Bien … Llegó el momento cúlmine … Primero te lo hago yo a ti … Así aprendes como se hace y luego me lo haces tú a mí …
Dijo mamá con toda seguridad y confianza. Me encontraba tan nervioso que mi polla estaba totalmente adormecida y sin reacción alguna.
—¿Y que tengo que hacer yo ahora? … —Pregunté un poco estúpidamente.
—Mira … —Dijo mientras abría las bolsas esterilizadas. —Hay dos peras y dos clisteres … Las peras son para limpiar … Los clisteres son para irrigar el colon con agua termal … Así que comenzaré con la pera … Debes desnudarte y ponerte arrodillado sobre la cama, con la cabeza baja hacia adelante … Cuando estarás listo, te meteré en el recto la cánula y te inyectaré el agua …
—Mami … Me da vergüenza …
—Ja-ja-ja … ¿Acaso mi grande y valiente hijo se avergüenza de mostrarle el culo a mamá? …
—No … No es eso … Es que tengo la polla dura como palo … Perdóname, pero yo … ¡Ehm! …
—No te preocupes por eso … No me esperaba nada menos de un chico de tu edad … Conozco bastante a ustedes los hombres … La mayoría de las veces no quieren admitirlo … Pero les gusta ser observados, sodomizados y humillados …
—¿Humillados? …
—Así es como se sienten cuando no tienen la propia iniciativa …
—¿Pero la erección? …
—Si no la tenías ya … La hubieras tenido al momento de penetrarte con la boquilla … Es un efecto reflejo de la sensación de ser penetrados por el ano y de la estimulación de la próstata …
—Igual me da vergüenza … Parece haber crecido tan grande y grueso …
—Mejor para ti … Relájate que yo cuidaré de ti y juro que no te miraré tu gran polla … Je-je-je …
Traté de concentrarme, pero mi pene no lograba calmarse y restaba tan duro como al principio.
—¿Cómo me pongo, mami? …
—Ya te lo dije … Vamos a tu cuarto … Te desnudas y te arrodillas sobre la cama, inclinándote para mostrarme y entregarme tu candoroso trasero …
Me dijo haciendo alarde del enema a pera que había llenado de agua termal. Me fui delante de ella y me desvestí rápidamente.
—¡Guau!, que hermoso culito que tienes … —Dijo para mortificarme. —La última vez que te lo vi, tenías solo un par de años … Ahora eres casi un hombre …
Manteniendo mi pene erecto con una mano, subí a la cama y me arrodillé. Me incliné hacia adelante y separé un poco mis rodillas para estar más cómodo. Sentí los ojos de mi madre sobre mi trasero y sentí una malévola alegría libidinosa que jamás había sentido. Mi madre tenía toda la razón. La humillación hecha correctamente y por la persona justa, es una cosa realmente fantástica y alucinante.
—Ahora te acariciaré un poco las nalgas y el interno de tus muslos … El contacto ayuda a relajarse y rinde más humano el enema … Lo que te haré ahora, luego lo harás tú a mí … Así que relájate y trata de aprender … Y trata de divertirte …
Metió delicadamente su mano sobre mi glúteo izquierdo, mientras con la otra mano me acarició el interno de mis muslos. Estaba muy atenta a no tocarme el pene, pero estoy seguro de que veía todo de mí. A continuación, con la mano izquierda tomó una servilleta absorbente y la colocó a la base de mi pene erecto, entonces apoyó la cánula en mi ano.
—La servilleta evitará que caiga agua sobre la cama …
Dijo, como para justificar el contacto de su mano con mi polla. Sentí la punta del tubito en mi agujero, me puse tenso, pero me relajé. Ella empujó la cánula dentro de mí, nuevamente me puse tenso y volví a relajarme, luego sentí el tubito rígido deslizarse dentro de mí suavemente, provocándome una nueva y rica sensación que jamás había probado antes. Era como un masaje erótico inigualable. Mi cuerpo estaba siendo penetrado y probé una erótica sensación de pertenecer a quien me estaba penetrando. A ese punto me sentí cachondo y dispuesto a aceptar todo lo que ella quisiera hacerme. Finalmente inició a inyectarme el líquido tibio, me pareció de volar. Sentí esa calidez líquida e imagine la absurda sensación de estar siendo sodomizado por mi madre y que ella me eyaculaba dentro. Duró mucho y no sentí nunca la necesidad de decirle que se detuviera, pero lo hizo.
—Bien … Terminado … Ahora te lo saco lentamente … Solo relájate …
Nuevamente me puso la servilleta sobre el pene para impedir que alguna gota cayese bajo de mí. Me quedé así por un rato, hasta que ella colocó la servilleta bajo de mí.
—Recuéstate así boca abajo sobre la servilleta … Te haré un masaje que te ayudara a retenerte …
Obedecí a su orden para que continuara con su masaje. Me acarició primero mi trasero con deliberada dulzura, luego comenzó a masajearlo y a manosearlo de verdad. Luego hizo algo que jamás olvidaré. Me dio una ráfaga de palmetazos sobre las nalgas de una potencia inaudita y de una hábil precisión. Nunca me habían dado nalgadas en vida mía, tampoco sabía que se podía obtener placer al ser azotado por la propia madre, me quedé atónito, si ella no me hubiera reservado otra sorpresa increíble. Apretándome fuertemente el culo, me dio cuatro o cinco jaladas a mi polla que estaba totalmente erecta. Así que me corrí a mares sobre la servilleta bajo de mí, masturbado por mi madre sin siquiera tocarme yo la polla.
—Anda al baño y bota esa servilleta a la basura … Luego descárgate y hazte una ducha … Cuando regreses será mi turno …
Me fui cubriendo mi verga con la servilleta. Hice todo lo que me dijo en menos de quince minutos; luego volví al salón donde ella me esperaba.
—Tú me harás un clister en caída … —Me dijo. —Quiero que tu lo hagas gradualmente … Te hice eyacular para que estés más tranquilo … Tienes que saber controlarte también conmigo …
—¿Y que quiere decir “en caída”? …
—Que introduces la cánula sin que tenga que ponerme a cuatro patas como lo hiciste tú … La próxima vez yo te lo haré del mismo modo, ¿Ok? …
—Bueno … Está bien …
La verdad es que no sabía que decir, era ella que conducía todo el juego. Y en un modo mucho menos aburrido de como me había esperado después de haberme hablado por cuatro horas de arte y cultura durante el viaje. Nos fuimos a su habitación donde ella había preparado la percha desde la cual colgaba el recipiente del enema. Revisó la cánula que estuviese cerrada y la llenó de agua. Abrió el grifo de la cánula para hacer salir el aire y volvió a cerrarlo cuando el agua comenzó a salir por los dos orificios laterales de la cánula.
—Ahora … —Me explicó. —La cánula me la debes meter toda dentro … Luego debes abrir el grifo y dejar que el agua entre en mis vísceras … Debe entrar muy lentamente … Tienes que estar atento …
Me señaló el recipiente de vidrio y me instruyó.
—Cuando el nivel del agua llegue hasta aquí, cierras el grifo, me sacas el tubito de mi trasero, tal como yo lo hice contigo …
—Está bien, mamá …
Dije tomando la cánula en mi mano. Mientras tanto mi pene había vuelto a la vida. Con la misma gracia del día anterior, mamá dejó caer su bata sobre la cama y se acostó sobre ella. Contemplé su maravilloso culo probando una insana sensación de poder, gozando de la vista que me regalaba mi madre plegando levemente su pierna, para permitirme observar el agujero de su culo y de su coño. Me acerqué, acaricie su nalga derecha y la palpé con la palma de mi mano, luego la aferré para separarla un poco y dejar bien en vista el orificio estrecho de su estrellita. Apunté la cánula al hoyito y empujé dentro delicadamente. Ella tuvo solo una pequeña reacción, pero luego se relajó. Entonces empujé el tubito todo dentro de ella y observé como se deslizaba al interior de su apretado culo. El solo pensamiento de que ella estuviese sintiendo lo mismo que había sentido yo, me excitaba al máximo. Cuando llegó al fondo, abrí el grifo y miré como el agua descendía. Su culo se estaba llenando. Imaginaba que era yo quien se deslizaba dentro de su estrecho culito rosado. Miré la cánula enterrada profundamente en ella, justo debajito estaba su panocha. Sobre los labios gordiflones de su coño, había unas gotitas como de rocío. ¿Se habrá excitado mi madre? Habría dado todo lo que tengo por poder poner mis manos en ella. Traté de relajarme y dejar que el enema hiciese su trabajo y me dediqué a acariciar la suave y tersa piel de su derriere con ese extraño objeto inserido profundamente en el medio de sus nalgas. Una delicia verdaderamente embriagante, mientras ella aparentemente reposaba relajada.
Me pareció que demasiado de prisa el agua llegó al nivel que ella me había indicado, entonces fui a cerrar el grifo. Cuidadosamente la toque con mis dedos antes de sacarle la cánula de su ranura estrecha. Le separé dulcemente sus piernas, la miré con deseos y lujuria. Tomé una servilleta y ahueque mi mano sobre su vulva humedecida para secar eventuales gotas. A ella pareció gustarle el contacto. Cuando se la saqué del todo, sequé bien su agujerito y puse la cánula en su recipiente. El enema de mamá había terminado. Como ella se quedo allí recostada, me acerqué y la acaricie en esa tentadora posición. Luego la bese a la base hermosa de su culo y lamí la pliega con mi lengua, ella volvió a estremecerse y a colocársele la piel como piel de gallina. Apretó sus longilíneas piernas, se levantó, tomó su bata y se fue al baño. Salí de su cuarto y me fui a mi baño a hacerme una feroz paja. Creo sinceramente de habérmela ganado.
Después de almorzar, vinieron a hacernos varios tratamientos de cura termal y no tuvimos tiempo para intercambiar alguna conversación sobre nuestros quehaceres matinales. Solo cuando nos juntamos para la cena, pudimos finalmente conversar.
—¿Puedo fotografiarte desnuda? … —Le pregunté a mamá.
Ella me miró inquisitivamente, luego me sonrió diciendo.
—¿Acaso quieres mostrarle a tus compañeritos que sedujiste una MILF?
—Ja-ja-ja … No, mamá … Diré que una MILF me ha seducido a mí …
Nos reímos cómplices de nuestros comentarios; pero insistí sobre el argumento.
—¿Sabes? … Ayer cuando jugábamos golf, se me ocurrió de fotografiarte desnuda mientras haces tu swing particular …
—¿Ah? … ¿Por qué? …
—Porque el modo en que mueves tu trasero mientras lo haces es alucinante … Necesito plasmar esos momentos tan hermosos …
—Eres muy gentil … Pero creo que no se puede hacer …
—Y si mañana nos detenemos al hoyo 12 estaremos solos, ¿te desnudarías para mí lente? …
—¿Lo dices en serio? …
—Ciertamente … Por eso traje mi Canon EOS R5 …
—Sé que eres un apasionado de la fotografía … Pero no pensaba que fueras tan audaz …
—Bueno … Nunca le he pedido a nadie de posar desnuda para mí …
—¿Y quieres que yo pose desnuda para ti? …
—Sí …
—Bueno … Vámonos a nuestra suite y comenzaremos allí …
Llegamos a nuestro alojamiento, mamá se fue al baño a ponerse cómoda y luego salió vestida con la blanca bata del Hotel.
—¿En que pose quieres fotografiarme? …
Me preguntó poniendo su mano en jarra alrededor de su cintura sobre su bata de baño. Bueno, me quedé alelado, no pensé que ella accediera tan fácilmente, no sabía ni que decir ni que hacer. Así que improvisé.
—Bueno, mami … Inicia desnudándote … Eres muy hermosa y fotogénica … Veras que como todo fluye entre mi camera y tú … Será fantástico …
Le dije con aires de un avezado profesional. Parecía increíble, pero resultó justo como lo imaginaba, desde el momento en que dejó caer al suelo la bata de baño, todo sucedió en forma espontánea y rápida. Primero que nada, me pareció muy plástico fotografiarla en el momento en que ella deja caer la bata. Mamá es demasiado bella y exuberante, contemplar su desnudez una y otra vez es algo que jamás me cansaré de ver. Tome una decena de disparos en ráfagas de a tres, cada vez que ella adoptada una pose ligeramente diversa; movía sus tetas a la cámara, empujaba su coñito hacia la lente, contorsionaba su cuerpo sicalípticamente jugando con la cámara, acercaba su vientre liso y perfecto para que fotografiara su cadencioso ondular de odalisca. Ella era muy natural. E invariablemente sus poses iban en lo artístico, a ratos me parecía Dánae, de Gustav Klimt; El Abrazo, de Schiele, o La Venus y La Afrodita Púdica, ambas de Botticelli. Mamá era realmente un encanto como modela y no me cansaba de plasmar su belleza única. Se giró muchas veces y danzó delante de mi cámara, luego se metió sobre el diván para dejarme fotografiarla recostada, aquí también le tomé más de una docena de tomas. Ella comenzó a moverse sola en forma espontanea y yo la seguía por la habitación plasmando su sensual modo de moverse, acarició sus pechos y jugos con sus túrgidos pezones, incluso se metió uno de ellos a la boca. Ella estaba fascinada con la cámara y me dejó cristalizar su singular belleza en todas las poses posible. Cerca de una ora después, decidimos que estábamos cansados. Nos dimos el beso de las buenas noches y yo me aproveché de la ocasión para estrecharla a mi pecho y darle un fornido agarrón a sus maravillosas nalgas. Me sonrió cómplice y me hizo un gesto de aprecio besando mi nariz.
Cuando me retiré a mi cuarto, cargué todo en mi computador. Me conecte con el bluetooth al televisor de la habitación y miré todas la fotografías que había hecho a mamá en modo automático. Por supuesto que me masturbe unas cuantas veces.
A la mañana siguiente fuimos a jugar golf y, de mutuo acuerdo, dejamos que la pareja delante de nosotros se distanciase y, los que venían detrás se retrasaran. No fue difícil coordinar todo eso porque los que venían atrás eran cuatro y les tomaba mucho más tiempo de avanzar de hoyo en hoyo. Cuando llegamos al Tee del hoyo 13, que era un par 3 rodeado de tupidos setos, nos miramos alrededor y ella se desnudo rápidamente; tomó el palo cinco y fue a hacer su sensual swing; cuando pisó el Tee, le tomé varias fotos. Luego se detuvo, abrió bien sus piernas y efectuó su swing y yo la inmortalicé para la posteridad. Corrí delante y detrás de ella disparando ráfagas y ráfagas de disparos con mi cámara. Mamá volvió a vestirse, ella se estrechó firme a mi brazo mientras caminábamos y continuábamos nuestro juego al siguiente hoyo.
Después de almuerzo retomamos una serie de curas termales. A la cena ambos estábamos muy cansados.
—Mami … Tengo mucho sueño … —Le confesé. —¿Qué te parece si miramos las fotografías y luego nos vamos a dormir? …
—¡Menos mal! … Pensé que no me ibas a dejar mirarlas … —Me respondió.
—¡Pero si tampoco yo las he visto! …
—Ja-ja-ja … Eso anda a contárselo a tu abuela … Estoy segura de que ayer las miraste una decena de veces o más … Je-je-je …
No sé cómo, pero mamá siempre comprendía las cosas al vuelo, ella siempre sabía todo. Me ruboricé, pero mucho menos que los primeros días.
—Como sea … Pero las del campo de golf no las he mirado …
—Entonces vamos y veamos todas las fotografías …
Hice como para levantarme, pero ella quería decirme algo y me detuvo.
—Escucha atentamente … Yo soy una mujer de clase … Una señora … Pero también soy naturista y no me avergüenzo de mostrarme desnuda ante quienes son como yo y piensan como yo … Pero soy recatada y reservada para el resto del mundo … Nunca escucharas habladurías sobre mi comportamiento …
Moví mi cabeza asintiendo y haciéndole ver que comprendía perfectamente su punto de vista, y agregó.
—Me gusta enseñarte a vivir como un hombre de bien … No sé donde terminaremos tú y yo … Pero si me escuchas decir “Basta”, prométeme que te detendrás …
—Lo prometo …
Respondí, tomando su mano en la mía. Sentí que se emocionó, porque no era muy común nuestras muestras reciprocas de sinceridad y afecto.
—Bueno … ¿Sabes que se rumorea que tu y yo somos una pareja escandalosa? … Una madura y un muchachito menor de edad …
—Mami … Por favor … No quiero volver a escucharte que te defines “una madura” …
—¡Guau! … Parece que te gusto mucho de verdad, ¿eh? …
—¿Por qué? … ¿Acaso no te has dado ya cuenta de ello? …
Subimos a nuestro alojamiento, descargué la fotos del campo de golf en el portátil, lo conecté al grande plasma de la sala de estar y esperé que viniera a sentarse junto a mí. Ella llegó bien provista de aguas termales para beber en cantidades monstruosas, entonces comencé a hacerle ver las secuencias de sus fotos. Al principio vimos las imágenes de la noche anterior, yo había quitado aquellas que me parecieron muy obscenas. No quería ofender su sensibilidad, pero por supuesto que las aparté en otro archivo y las conservé solo para mí. Expresamos comentarios varios sobre las fotografías, por la mayor parte positivos, pero también hubo algunos chistosos e irónicos. Mamá era una maestra para darle un cause de normalidad hasta a las cosas más eróticas y cachondas. Asimilaba muchas de las tomas a poses de obras de arte de maestros europeos de todos los tiempos.
Pero cuando llegamos a las fotos tomadas en el Tee del hoyo 13 con ella balanceando maravillosamente su culo, inclinada a 90 grados mientras colocaba la pelota en el Tee, intempestivamente me dijo.
—¡Detente allí! …
Anonadado paré las imágenes y supuse que esto no iba para nada bueno. Ella escrutó la pantalla y luego dijo.
—Esas me las borras … Que las mires tú es una cosa … Pero que algún otro mocoso de mierda me vea en esas osadas posiciones, ni hablar … Así que pronto me las vas borrado, ¿entendiste? …
—¿Acaso no confías en mí? … —Pregunté deshecho.
—Bueno … Sí … Confío en ti y no me da miedo si las archivas en alguna carpeta de tu PC … Incluidas esas de ayer que dijiste que habías borrado …
—¡¡Mami!! …
—Sí, también esas donde se me ve la panocha mojada y gordiflona … Esas es mejor que las conserves solo para ti …
—Está bien, mamá … De acuerdo … Entonces no te molesta si te miro, ¿eh? …
—¿Cuándo te haces una paja? … No, para nada … Espero que lo hagas a menudo … Me halagas …
—¿Puedo preguntarte otra cosa, mami? …
—Ya que estamos hablando abiertamente, me puedes preguntar cualquier cosa, adelante, vamos … Tal vez esta sea la única ocasión de sincerarnos tú y yo …
—¿Cómo lo hago para saber si una mujer esta excitada? …
Me sonrió enigmáticamente, tomó mi mano y la acercó a su bata. Soltó el nudo del cinturón y metió mi mano bajo la gruesa tela de algodón, poniéndola sobre su cálido vientre y acercándola a los vellos ralos de su monte de venus. Finalmente, la guió a su ingle y la posó sobre los labios calientes de su coño.
—¿Qué estás sintiendo? …
Estaba tan alucinado y pasmado por lo que estaba sucediendo que no escuche su pregunta. Ella había espaciado ligeramente sus muslos y yo me había deslizado por su ingle y mi mano se posaba sobre su coño delicioso.
—¿Qué estás sintiendo? … —Repitió su pregunta.
—Tus vellos …
Logré balbucear más asustado que excitado. O tal vez debía describir la increíble sensación de tocar sus labios mayores y menores. Ella empujo mis dedos dentro de su panocha.
—¿Acaso no sientes que estoy toda mojada? …
No pude responder, pero evidente que había sentido su humedad, entonces añadió.
—Pues bien … Cuando una mujer está excitada, se moja …
A ese punto me enceguecí y me boté sobre ella, pero ágilmente me quitó el cuerpo y me puso una mano sobre el pecho.
—¡Basta! … Soy yo la que comanda el juego … Contrólate y vuelve a sentarte …
—Pero …
—¡Obedece y cállate! … —Dijo perentoriamente.
La frialdad y dureza de su voz me hizo el efecto de una ducha fría. Me alejé de ella y volví a sentarme. Por algunos minutos reinó el más absoluto silencio. Luego ella se movió a mi lado. Sentí miedo de haber arruinado todo lo avanzado hasta ahora, en cambio su voz había vuelto a ser dulce y comprensiva cuando me dijo.
—Estuviste bien … Lo que has hecho habla muy bien de ti … Es lo que siempre tienes que hacer … Incluso cuando yo no esté allí para recordártelo … Pero recordarás mi voz y obedecerás … Cada vez que una chica te diga que no, te detendrás … ¿Has entendido? …
—Sí, mamá … Está claro … —Dije con un hilito de voz.
—Repítelo con fuerza … —Me instó.
—Sí, mamá … Me detendré …
—Bien hecho, hijo … Donde habíamos quedado … ¡Ah!, me parece en esa donde estoy inclinada a 90 grados y se me ve la panocha desde atrás … ¡Uhm!, me veo todavía bien, ¿eh? …
Y quien tenía ganas o coraje de responder, o de mirar. Mejor nos fuimos a dormir. Esa noche no pude mirar las fotos con libidinosidad, pero separé algunas, las más lindas las archivé en una carpeta toda para mí. Luego dejé algunas que pudiera mirar también mi madre.
La mañana siguiente nos encontramos desayunando con un espíritu totalmente diferente. Ella estaba particularmente alegre y jovial.
—¿Qué hacemos hoy? … —Pregunté.
—Bueno … Dentro de poco traerán nuestros enemas … —Respondió contenta y luego agregó.
—Luego limpiecitos y descargaditos, iremos a pasear al parque y tal vez al museo …
¡Gracias, Santo Jesús!, pensé. Parecía haber vuelto todo a la normalidad. Estaba preocupado de haber arruinado todo la noche anterior, pero al parecer mamá había dado vuelta la página. ¿O quizás no? Debía esperar a que ella retomara el juego.
A eso de las diez, la enfermera llegó con el carrito y todo lo necesario para nuestros enemas, luego se retiró. Después de unos minutos mamá me pregunto sonriente.
—¿Con qué crees que es mejor comenzar? …
Pero no tuve ni siquiera la posibilidad de responder y ella me dijo.
—Comenzaremos contigo con un clister en caída …
—Bueno … Dime como me debo colocar …
—Ve a tu cuarto … Desnúdate y recuéstate boca abajo … Tal como lo hiciste tu a mí, ¿recuerdas? …
Me fui a mi dormitorio, estiré la bata sobre la cama y me recosté encima. Mamá vino luego. Se sentó sobre la cama y comenzó a acariciar mis glúteos. Más que excitarme, comencé a relajarme.
—¿Estás listo? …
—Sí …
—Entonces dobla un poco tu pierna derecha …
Lo hice y ella se acercó más a mí, tanto que sentí su respiración sobre mi pierna doblada. Luego me acarició rozando apenas mis testículos. Comencé a sentirme vivo y esperé ansioso que me insertara la cánula. Lo hizo lenta y delicadamente de una sola vez, llegando profundamente dentro de mí trasero.
—Ahora pon tu pierna en forma normal …
Lo hice y luego estire mis dos piernas. Me sentía libre, libre y pervertido. Si, como un cachondo y perverso cerdo muy feliz de haber sido penetrado intensamente. Mamá abrió el grifo y dejo escurrir el agua muy despacio dentro de mí, dándome una sensación de pertenencia a ella. Permanecí en plena paz y quietud, descansando sobre mi esplendida erección.
Desperté de mi letargo cuando ella me quitó la cánula del trasero
—Espera un poco y luego ve al baño para liberarte. Te esperaré en mi habitación …
Me demoré cerca de unos veinte minutos. Mi madre estaba en el salón viendo televisión.
—¿Estás lista? … —Pregunté retóricamente.
Mamá se levantó, bajo el volumen de la Tv y caminó hacia su habitación, donde ya había extendido una toalla sobre la cama y apoyado el enema a pera sobre la mesita de noche. Con elegantes movimientos dejó caer su bata, mostrándose totalmente desnuda de manera natural ante mis ansiosos ojos. Luego se recostó castamente sobre la cama, asegurándose de no dejarme ver nada más que su espectacular culo.
—¿Quieres que no te la haga? … —Pregunté.
—Sigue adelante y hazlo con la delicadez y respeto que te he enseñado …
Comprendí de inmediato el versículo, me acerqué a ella despacio y le acaricie su esplendido trasero con la mayor dedicación posible, tratando de que le gustara más a ella que a mí. Cuando comencé a amasar su esponjosas y carnosas nalgas a manos llenas, acerqué mi rostro y bese candorosamente la base de su glúteo derecho, tal como había hecho otras veces, notando que su reacción fue de un estremecimiento y los vellitos de su cuello y brazos se erizaron. Supe que su estado era de excitación y era mi momento de actuar. Le di una sonora palmotada en las nalgas y ella entendió que debía levantar su culo. Lentamente plegó primero una rodilla y luego la otra. Teniendo la cabeza baja, abrió ampliamente sus piernas para mantener mejor su equilibrio y mostrarme en forma estupenda su intimidad. Mi polla comenzó a despertarse en tiempo récord. Arreglé mi bata esperando que mi furiosa erección no fuese notada. Estiré mi brazo y cogí la pera llena de agua termal; le acaricié la nalga izquierda con la mano libre, pero inevitablemente estaba mirando subyugado tanto el orificio de su ano, como la ranura semiabierta de su panocha. Su agujero anal era pequeñito, limpio, rosado y sano, mientras los grandes labios de su vulva lucían majestuosos, llenos, compactos y húmedos. Pensé que se estaba excitando, o tal vez no.
Le acaricié el interno de los muslos acercándome a su ingle y ella se acomodó para seguir mis caricias. Más de una vez rocé su sexo, luego me decidí y ahuequé mi mano sobre su conchita caliente, empujando al mismo tiempo la cánula en el agujerito de su ano; de ese modo ella sabría que no la estaba palpando, sino que era lo necesario para hacerle el enema. Me dejó hacer y me esperó. Apunté el tubito opaco directo en el orificio y lo inserí con la punta lentamente, penetrando suavemente su ano. Esperé que se relajara, luego afondé la cánula hasta el fondo. También esta vez ver la cánula deslizarse dentro del culo de mamá, hizo enloquecer a mi polla que se puso extremadamente dura.
Dejé el contacto con su vulva hinchada y usé ambas manos para presionar e inyectarle el agua termal. Me parecía sentir como se esparcía dentro de su recto y me sentí embriagar por la intensa sensación. Me di cuenta de que hacer un clister, era como dominar y poseer completamente a la persona que lo estaba recibiendo. Cuando sentí que la pera estaba vacía, tome la servilleta. Tomé nuevamente su conchita en mi mano y lentamente fui sacando el tubito desde las entrañas de mi madre. Le sequé el orificio de su estrellita estriada y ella se distendió relajada.
Dejé la pera sobre el carrito y volví para acariciar y estimular su trasero. Como permanecía con sus piernas abiertas, probé a poner mi mano en su coño y ella no se opuso. Acerqué mi rostro y le bese la base de su glúteo. Hubo un temblor en su cuerpo que estremeció hasta los gorditos labios de su vagina. Entonces comencé a acariciársela ligera y suavemente, tratando de provoca placer en ella. Mamá se acomodó e inició a gemir audiblemente y yo proseguí incrementando de a poco la intensidad de mis caricias.
Estábamos en completa sintonía e iba in crescendo. Poco a poco fui aumentando la presión y restregué sus labios y su clítoris. No sé si estaba por correrse, nunca antes había visto un orgasmo femenino. Repentinamente movió su cabeza de lado a lado, dio unos golpes con sus manos sobre la almohada, luego se dejó ir y comenzó a estremecerse de pies a cabeza con agónicos lamentos de desenfrenada lujuria; movía sus caderas como si estuviese follando, mamá se estaba corriendo en mi mano. De ahí a poco, quedó en silencio con una afanosa respiración. Le di un ardoroso beso con lengua a la nalga derecha, mis fosas nasales percibieron el aroma diferente que mamá emanaba de su coño, luego me alejé y la dejé exhausta sobre su cama y me fui a mi habitación.
Cuando salí de mi cuarto la encontré ya vestida, al igual que yo. Dejamos el Hotel y nos fuimos de paseo al parque. Más tarde regresamos para continuar con nuestras curas termales. A la hora de la cena mamá parecía estar bien, pero yo estaba extremadamente cansado. La fisioterapia me había dejado sin fuerzas.
—¿Ves esa señora allá abajo? …
Me preguntó indicándome con un gesto de la cara la dirección.
—La veo … —Respondí.
—¿Le harías a ella un enema? …
—Santo Dios, no …
—¿Y a su hija? … Esa que está llegando ahora …
—¿Esa es su hija? … Bueno, pensando mejor, pienso que podría hacérselo a ambas …
—Je-je-je … Calma … Era solo para ver tu reacción … Pero sabes que aquella señora me preguntó si acaso tú eras mi novio o algo así …
—¿Y tú que le has dicho? …
—Le dije que eras mi hijo y que te traje aquí conmigo para que me hagas los clisteres …
—Pero, mamá … ¡Qué vas diciendo por ahí! …
—Bueno … Esta es otra lección para ti … Has aprendido algo que se llama confidencialidad … Pero debemos cenar con ella y su hija una de estas noches … Ella te quiere para su hija …
—¡Oh! … Está bien …
—Pero esta tarde quiero comprobar otra cosa contigo …
—¿Qué cosa? …
—Nada de particular … Pero si me muestras las fotos más osadas y cachondas te daré un regalo …
—No tengo nada … Las he cancelado todas, como me lo has pedido tú …
—¡Tonterías! … Sé que las tienes escondidas en alguna de tus carpetas …
—¿Cómo sabes? … ¿Acaso me has revisado mi computador? …
—No … Nunca haría algo así … Solo que tengo algunos años más que tú, ¿sabes? …
Cuando nos levantamos de la mesa para irnos a nuestro alojamiento, sentí que la señora y su hija me miraban atentamente el culo.
—Sí, querido … Ellas te están mirando el culo …
—¿Acaso eres una bruja? … ¿Me lees el pensamiento? …
—No … Solo tengo algunos años más que tú …
—¡Uhm! … ¿Y a las mujeres les gusta el culo? … De los hombres, quiero decir …
—Así es … Pero pensamos en darle un uso diferente …
—¿Cómo sería eso, por ejemplo? …
—Por ejemplo … Agarrar las nalgas cuando hacemos una mamada …
Llegamos a nuestra Suite y nos pusimos las cómodas batas, luego nos sentamos en el diván a mirar las fotos de mi madre desnuda.
—¿Sabes que te ves super sexy y cachonda en esas fotos? …
—Bueno … A mi edad es solo apariencia …
—Yo no lo creo así …
—Lo dices solo porque soy la primera mujer que tienes cerca y ves desnuda … La muchachita del restaurant, por ejemplo … Desnuda debe ser una apetitosa putita …
No dije nada. Estaba concentrado en las fotos del campo de golf. Esa en que mamá se plegaba para colocar la pelota. Ella se percató de como la miraba en la pantalla.
—Imagino que esa foto la miraras a menudo, ¿no? …
—Bueno … Tienes que admitir que tu pose y la toma son fantásticas … Algo que solo tu puedes hacer …
—¡A-ha! … Espera un poco … Quiero sentir algo …
Dijo mamá y deslizó su mano dentro de mi bata hasta llegar al tótem de carne que se alzaba firme y duro, cosa que durante estas vacaciones me sucedía a menudo. Ella me miro a la cara y dijo.
—¿Sabes que tienes un pene de notables dimensiones? …
—Me lo decían también mis compañeros de colegio …
—Bueno, no quiero saber que hacían ustedes allá …
—Nada … Solo comprobábamos quien lo tenía más grande … Y modestamente yo siempre ganaba …
Mientras hablaba, mi madre me había abierto completamente mi bata y se había inclinada a contemplármelo de cerca. Dejé que hiciera lo que quisiera. Ya no me avergonzaba si ella veía mi polla tiesa como palo, me gustaba.
—Está mañana yo me dejé ir … Ahora déjate ir tú …
Obedecí sin decir nada. Sabía que era ella a dirigir el juego. Terminó por sacarme la bata y se arrodillo en medio a mis piernas, luego me empujó un poco hacia atrás en el sofá. Me hizo abrir más mis piernas, ella sabía muy bien lo que me estaba provocando. Me acarició y me beso al interno de los muslos y comenzó a subir hasta mi ingle. Ahora yo no era nada más que un objeto en sus hábiles manos. Esperé esperanzado que llegara a mi verga en forma erótica y sensual. Así como lo haría una puta profesional. Se hizo un poco hacia atrás y dejó caer su bata, luego apoyó sus grandes tetas en mis piernas. Después acercó su rostro a mi polla, sentí su respiración soplar en mi glande; comencé a sentir una sensación de infinito placer y lascivia. Ciertamente sabía lo que intentaba hacerme, pero había solo sentido hablar al respecto como algo desvergonzado. Quiero decir, me he masturbado muchas veces pensando a que alguna chica me hacía una mamada, pero nunca lo había experimentado y tampoco sabía que hubiera mujeres dispuestas a hacerlo.
Ahora imprevistamente, estaba comprendiendo que sí y una de ellas era mi madre. Se movió alrededor de mi pija casi con circunspección. Me estaba haciendo morir, ¿acaso lo hacía de propósito para hacerme venir más ganas? Repentinamente sus labios besaron mí glande y luego su lengua se deslizó por toda la longitud de mi pene. Sentí escalofríos y temí que me iba a correr en ese momento o muy pronto. Abrí mis piernas un poco más, como para indicarle que podía iniciar a hacerme una cachonda mamada, pero ella bajó a mis cojones. Primero los beso y luego comenzó a lamerlos uno a la vez, después los mordisqueó y chupó. ¡Le gustaba! Pero, a decir verdad, me gustaba mil veces más a mí.
Repentinamente su mano se cerró alrededor de mi asta y bajó mi prepucio, entonces sentí su aliento acariciar mi verga. Su boca caliente aprisionó mi polla, apretó delicadamente sus labios alrededor de mi pija, luego comenzó a hacerme unos círculos con su lengua alrededor de mi sensible corona, luego me tragó hasta atosigarse y emitir unas sensaciones de ahogamiento. Lo soltó y lo bañó con su saliva y lo volvió a tragar hasta el fondo de su garganta. Creí que mi corazón iba a saltar sobre la alfombra e iba a morir ahí mismo.
Luego lo hizo salir lentamente de su boca, para volver a devorarlo famélicamente, lo tragó hasta que su nariz se estrelló con mi bajo vientre. Si de verdad mi pene era tan grande como ella decía, se lo estaba haciendo descender más allá de su garganta. Volvió a sacárselo de la boca y comenzó a estimularme con sus manos en un cadencioso sube y baja, hacia arriba y hacia abajo, lentamente mientras lamía mi glande rojizo. Poco a poco comenzó a acelerar, ya no podía pensar en nada, solo sentir los labios de mamá en mi verga mojada con su saliva. Comprendí que iba a acabar de un momento a otro.
—¡Oh!, mamá … ¡Oh!, mamá … Me corro … Me corro, mami … ¡Oh!, mamiiiiii …
Comencé a correrme, pero ella no me soltaba la verga, mamaba como una sedienta mis chorros fuertes que salían en repetición como enérgicas ráfagas; dándome la impresión de que mi polla se partía en dos. ¡Santo Dios! Grité de placer y me faltó el aire, me calmé un poco mientras ella continuaba a exprimir y succionar mi polla reventada de goce. Cuando terminé, me quedé inmóvil y ella se levantó, recogió su bata y se fue a su habitación sin decir nada. Una quincena de minutos más tarde reuní las fuerzas suficientes para ordenar un poco el portátil, el televisor y luego irme con mis piernas temblando a mi cuarto.
A la mañana sucesiva mi madre se mostró particularmente alegre, probablemente debido al hermoso día. Yo también tenía una sonrisa de oreja a oreja, pero mis razones eran diferentes.
—¿Pasaste una buena noche? … —Me preguntó con un dejo de ironía.
—La mejor de todas las noches … —Respondí sinceramente.
—Estaba pensando en suspender el tratamiento de los enemas … —Dijo casualmente.
—¡Oh! … Que lastima … —Se me escapó decir.
—Pero solo por unos días … —Dijo apresuradamente.
—No me importa recibirlas ni darlas … —Dije en forma neutra.
—Sí … Se hacen solo porque sirven … —Dijo mamá.
Sonreí porque ahora estábamos hablando de estos argumentos en forma simple y sincera.
—Nuestra relación ha pasado a un nuevo nivel … No estaba en mi programa, pero creo de haber hecho bien a seguir mi instinto …
La escuche decir con un poco de incertidumbre e inquietud.
—Lo nuestro es incestuoso … Pero lo hice para enseñarte a vivir … Estuvimos tanto tiempo separados, quizás lo hice para recuperar un poco de ese tiempo … Sé que el pasado no se recupera jamás, pero este tiempo contigo ha sido útil … Ya no caerás a los pies de cualquier estúpida que te haga una buena mamada …
—También porque no será esta la última vez, ¿no? … —Dije sonriendo.
—Observación muy sutil … —Dijo ella explotando en una carcajada.
—¿Y por qué quieres suspender los clisteres? … —Quise saber.
—Porque hemos avanzado en el tratamiento y creo que ya no los necesito … —Agregó.
Me quedé silente reflexionando toda la situación.
—De todos modos, creo que recordarás toda tu vida esta cura termal … —Subrayó.
—¿Y tú no? … —Rebatí al vuelo.
Se quedo pensativa por un rato y me dijo.
—¡Uhm!, que bien … Estás aprendiendo rápidamente, ¿eh? … —Dijo mirando su reloj, luego añadió.
—Ven … Vamos a dar un paseo …
—Con mucho gusto … ¿Puedo acariciarte primero? …
—¿Eh? … Bueno, sí … ¿Por qué no? …
Me arrodille delante de ella y enfilé mis manos bajo su falda hasta alcanzar su cálido culo con una mano. Apoyé mi mejillas en su bajo vientre i gocé del placer de tocar su íntima redondez. Me dejó hacerlo hasta que me levanté.
—Si te gusta tanto … Dejaré de usar bragas por todo el resto de las vacaciones …
—¿Deveras? …
—Sí, porque no …
—Entonces, un día … ¿Vendrías a jugar golf en minifalda? …
—Ja-ja-ja … —Se rio de buena gana.
Debo decir que, sin la impredecible decisión de mi madre, me estaba tomando enserio este mes de tratamiento termal. No pongo en duda de que será bueno para aquellos que lo necesitan, pero yo estaba completamente sano, según lo que había dicho el doctor en la visita preliminar. Mamá se volteó a mirarme y me preguntó mirándome a los ojos.
—¿Tienes ganas de salir? … ¿O preferirías otra lección? … Privada …
—Estamos bien aquí … Quedémonos aquí …
—Entonces vamos y duchémonos … ¡Uhm! … Espera … Nos hemos duchado ya cinco veces … Metete la bata y ven conmigo a mi habitación …
Rápidamente me fui a cambiar y luego partí raudo a su dormitorio. Mi erección era ya pronta y evidente. Tenía ganas de mostrárselo, pero preferí dejar que ella manejara la situación. Me hizo acercarme y me abrió la bata para mirar fijamente mi verga.
—¡Guau! … Eres un verdadero superdotado …
—¿Deveras? …
—Ja-ja-ja … Bueno … Nunca creas los halagos de una mujer madura … Tengo que admitir que no he visto muchos así de grandes …
—¿Has visto muchos? …
—No son pregunta que se le hacen a una señora … Mucho menos a tu propia madre …
—¡Oh!, perdona …
—No te preocupes … Pero he tenido algunas experiencias …
Ella no dejaba de mirar mi polla y eso me gustaba mucho. Siempre había tenido miedo a mostrarme así, por temor a ser un escandalo o ser tachado de exhibicionista. Cayó de rodillas, me puso las manos sobre mis glúteos y besó tiernamente mi pene erecto.
—Desvístete completamente y ven a mi cama … Ahora te toca a ti …
¿Me tocaba a mí? ¿Qué cosa? Dejé caer mi bata y subí sobre su cama. Ella ocupó mucho más tiempo que yo para desnudarse. Pero era un espectáculo observarla. Tenía una gracia y una elegancia señoril aristocrática.
—Si no te va de hacerlo … Simplemente no lo hagas …
Me dijo enigmáticamente; de golpe entendí lo que quería decir. ¡Santo Dios! ¡Quería que la follara!
—No tienes que penetrarme … Solo quiero enseñarte una cosa … Quiero saber que efecto te hace …
Me dijo apresuradamente cuando entendió que yo había entendido de que estaba hablando. Se giró recostada y me presentó el culo. Inmediatamente como había hecho otras veces, me incliné a besar la pliega de sus nalgas con toda la saliva que tenía. Ella volvió a estremecerse estupendamente. Me dejó jugar con las manos, después se giró boca arriba y levantó una rodilla. No dijo nada cuando acerqué mi rostro a su bajo vientre. Su esencia de mujer llenó mis fosas nasales y me atrajo como un imán su coño empapado. Tal vez ella no quería eso y probablemente me iba a ganar una bofetada, pero comencé a besar su ingle y su muslo derecho. De seguro le estaba gustando. ¿Hasta donde me dejará ir? Ella acarició mis cabellos y me la empujó como para guiarme y yo me moví siempre más cerca de su sexo. Levantó también la otra rodilla y abrió en forma invitante sus piernas. A ese punto me boté sobre su panocha, chupándola y lamiéndola como había hecho con su culo.
—Ven aquí … —Me llamó y me recosté a su lado, apoyando mi polla en su cadera; entonces agregó.
—Sí de verdad te vienen ganas de comer el coño de una mujer … Tienes que saber como hacerlo … Luego de besarla por todo el rededor, debes dedicarte a su vulva y su clítoris … Ven, acaríciame …
Llevé mi mano sobre su panocha y pasé mi dedo en medio a su hendedura.
—Ves … Has hecho que me moje … Me has acariciado la parte justa … Debes hacer lo mismo con tu lengua … Dedícate mucho al clítoris … Penetra mis labios con tu lengua y frótala dentro … De arriba hacia abajo …
La escuché atentamente y presumí que no iba a decir nada más. Me deslicé una vez más entre sus piernas y comencé a besarla alrededor de su sexo, acercándome gradualmente a su ranura mojada. Cuando pasé la lengua como había hecho con mi dedo, ella gimió jadeante y acarició mi mejilla. Busqué su clítoris con mi lengua. Nunca antes lo había visto, pero inmediatamente me di cuenta donde estaba, una especie de diminuto frijol, liso, solido e invitante. Me dediqué a eso con mi lengua y progresivamente aumenté las lamidas y la presión. La cachonda reacción de mamá me incitaba a continuar y aumentar mis atenciones. Hasta que gritó y apretó mis mejillas con sus muslos como para detenerme. Hice una pequeña pausa y luego volví a follarla con mi lengua. Mamá volvió a separar sus piernas y se abandonó a mis caricias comenzando a contorsionarse y temblar con un estrepitoso orgasmo. Era la primera vez que hacía correrse a una mujer con mi lengua, esto me hizo sentir muy seguro conmigo mismo. Poco a poco se calmó y me hizo subir a su lado. Nos quedamos así por un poco. Empezó a acariciar mi polla hasta que esta estuvo dura como roca, se deslizó hacia mi estómago y comenzó a hacerme una mamada magistral. En pocos momentos me llevó al cúlmine y me hizo eyacular en su boca como un cohete. Lentamente se deslizó a mi lado y con voz rauca me dijo al oído.
—Buenas noches …
Me levanté y me fui a mi cuarto a dormir.
Al día siguiente mientras terminábamos de almorzar, llegó la mamá con su hija, las mismas del día anterior. Nos saludaron.
—¿Qué te gustaría hacerles? … —Me pregunto mamá.
—Haría que la madre me hiciera una buena mamada y le chuparía la concha a la hija …
—Sí … Parece justo …
Después de almuerzo jugamos golf, luego nos dimos un baño termal y un masaje en el spa. Más tarde nos fuimos de nuevo a nuestra suite.
—Ponte tu bata … Llegó el momento de que aprendas algo más …
No pregunté nada y tampoco sabía que tenía en mente mamá y me fui a desvestir, en seguida volví donde ella.
Mamá estaba recostada sobre su cama cubriéndose recatadamente su sexo y sus senos. Luego estiró sus brazos hacia mí y me invitó a colocarme cerca. Me boté encima de ella y me dejó divertirme un poco gozando del contacto de su voluptuoso y cálido cuerpo. No dijo nada y solo se limitó a estrecharme y apretarme contra sus voluminosas tetas.
—Ha llegado el momento … —Me susurró al oído.
Nos quedamos abrazados estrechamente y ella abrió sus piernas como para recibirme. Entendí lo que quería decir con que había llegado el momento, cosa que mi pene había entendido mucho antes que yo.
—Soy como una chica que no conoces … —Me susurró en la oreja. —Debes asegurarte de que esté sana y también que no la dejarás preñada …
—¿Quieres que me meta un condón? …
—No … Tú y yo somos sanos y yo tengo ligadas las trompas … Te lo digo solo para enseñarte a vivir …
No le prestaba mucha atención, lo único que quería yo era follarla como loco.
—Tienes siempre que controlar tu instinto de follar … Piensa siempre antes de hacerlo … Si no lo haces puedes tener feas consecuencias …
Parecía como si leyera mi mente. Bajó su mano y tomó mi verga firmemente alejándolo de su agujero mojado, mientras yo hacía de todo para metérselo.
—¡Sssshhhh! … ¡Calma! … No te apures …
Pero yo insistía en empujar y penetrar su deliciosa vagina. Ella lo sostuvo e hizo escurrir mi prepucio, entonces guió mi glande a la abertura de su vulva caliente. Cuando lo soltó, resbaló dentro y di unos tres o cuatro golpes seguidos antes de penetrarla completamente con mi polla, ella cerró los ojos y gozo de mí placer.
—Sí, querido … Haz lo que quieras hacer … Fóllame fuerte y acaba cuando quieras …
Era justo lo que quería hacer. La follé con violencia sin preocuparme de sus reacciones y siguiendo solo mi instinto, probando lo que quería probar. Le metí una mano en el trasero y busqué su apretado agujero. Lo encontré y la penetré con dos de mis dedos. Sentir por primera vez el cuerpo de una mujer era como estar en el paraíso. Había imaginado más de una vez este momento, pero jamás me acerqué a la intensidad y dulzura que te proporciona un cuerpo femenino, que te recibe e interacciona contigo como si se fundiese en un solo ser, como una madre con su hijo. No duré mucho y me abandoné a la sensación más intensa de mi vida, me corrí a mares dentro de ella y no dejé de moverme hasta que mis cojones quedaron secos.
Lo más increíble de toda esta experiencia con mi madre, es que nunca fuimos amantes. Yo era su pupilo y ciertamente el hecho de que yo siempre había vivido en internados lejos de casa, nos permitió sobrepasar fácilmente los límites que el común de la sociedad considera inmorales. Nunca tenía certezas de lo que nos deparaba el futuro y esto me hacía sentir dependiente de ella en todo tipo de cosas.
Seguimos con las curas termales al día siguiente. Pero en la noche, afortunadamente, ella me llevó otra vez a su cama.
—Ahora tienes que aprender a controlarte y a tener sexo para hacer gozar a tu compañera … Te enseñaré paso a paso el modo de tener sexo en las diez posiciones básicas … Pero siempre teniendo en cuenta el objetivo final de hacer gozar a la mujer … Tenemos todavía varios días más de curas termales y aprenderás a tratar a una chica y satisfacerla en todo momento …
No estaba seguro de haber entendido todo, pero iniciamos a tener sexo comenzando como la primera vez, yo encima de ella. Luego prontamente cambiamos a otra posición.
—Contrólate … No te corras … Esto no es como la primera vez …
A continuación, se colocó de lado, estiró la pierna de abajo y plegó la otra.
—Siéntate sobre mi pierna y ponte cómodo … Ahora penétrame con tu pene … Hazlo solo sin mi ayuda … Así aprendes … ¡Uhhhhhh! … ¡Sssiii! …
Hice tal como me dijo y la penetré lenta y profundamente, gozando de tomar su pierna libre subiéndola casi hasta mi hombro. La follé así por largo rato, descubrí que duraba muchísimo más. Tal vez era justo lo que ella quería.
Mire sus tetas y vi que una se movía sobre la otra, balanceándose como si fueran de jalea. Agarré una y la apreté entre mis manos. Gimió estridentemente estremeciéndose, pero me dejó hacer hasta que la vi convulsionar escondiendo su rostro en la almohada y sujetando sus tetas que se balanceaban temblorosas. Mamá se había corrido. Reposamos algunos minutos, luego de recuperar la respiración ella me dijo.
—Cuando le agarres las tetas a una mujer, asegúrate de que a ella le gusta … No a todas les gusta … Si ves que le gusta, entonces haz todo lo que quieras con ella … A algunas nos gusta que nos den bofetadas en las tetas … Pero otras te mandaran a freír monos al África si se las tocas …
—¿Y a ti cómo te gusta? …
Me miró sonriente e intrigantemente para responderme.
—Eso no se le pregunta a una madre …
Desde ese día nuestra relación cambió. Nunca tuvimos un encuentro de esos apasionados que yo hubiese querido, pero continuó a explicarme cosas de la vida y del sexo, como cualquier madre hubiera hecho con su hijo pequeño.
Una tarde me enseño lo que era follar a cucharita. Ella se recostó sobre un costado con las piernas ligeramente plegadas, yo del mismo modo detrás de ella. La penetré dulcemente y comencé a jugar con sus tetas, entonces comprendí que le gustaban las bofetadas a sus pechos. En otra ocasión lo hicimos a tijeras, con la piernas entrecruzadas entre ambos, me explicó que era para expertos y de hacerlo solo con una pareja consolidada.
Fueron muchas las veces en que saltó sobre mí, montándome y empalándose ella misma en mi verga endurecida, cabalgándome como una enloquecida amazona. En esa posición era ella quien estaba al comando. Le gustaba comandar y esa era su posición favorita. Lo que más me encantaba, era su trabajo de boca entre un cambio y otro, como si temiese que se ablandara mi erección. Probablemente a una edad más anciana puede que eso suceda eso, no lo sé. También cuando se lo enfilaba dentro la panocha, lo restregaba primero contra su turgente clítoris y después lo hacía deslizar dentro. Sin duda era muy hábil y experta.
Una de las últimas posiciones que me enseño fue a lo perrito. Me encantó el poder estar a cargo, aferrar sus caderas y penetrar con potencia su coño apretado. También tener bajo mis ojos ese espectacular culo suyo, era toda una experiencia estratosférica. Además, podía agarrar sus tetas para pellizcarlas y sobajearlas en las palmas de mis manos. Con tanta distracción no me resulto fácil correrme dentro de ella. Mamá se dio cuenta y se recostó para darme mayor comodidad. Tengo que resaltar que la monta desde atrás y, ojalá con un pequeño cojín o almohada bajo su vientre, llegó a ser una de mis favoritas para correrme.
Cuando ya me había enseñado todas las posiciones, comenzamos a practicarlas todas sin un orden definido, hasta que llegamos a la posición elemental de yo encima de ella. Después, me llamó y me hizo sentar sobre el diván, me tomó las manos y mirándome a los ojos me dijo algo que nunca olvidaré.
—Esta noche me sodomizarás …
Una frase breve y concisa que me hizo estremecer. Era la última cosa que pensaba hacer, pero lo deseaba con toda mi alma. Una vez más dejé que ella dirigiera todo el juego.
—Veo que la sola idea te altera, ¿eh? … Te gustaría arrinconarme con las nalgas abiertas, ¿verdad? …
—Sí … —Dije turbado y ruborizado.
—¡Uhm! … Igual que a todos los hombres … Hay varios modos de hacerlo … Podrías acostarte boca arriba y yo empalarme solita sobre tu polla … Pero sé que a ustedes les gusta dominar … Cuando el hombre encula, realiza a pleno su poder sobre la persona sodomizada … Se siente conquistador y dominante … Más allá de la estrecha presión del ojete anal en vez de la suave forma cilíndrica de la vagina … Es el hecho de meterlo en el culo lo que les gusta .. Todos unos bastardos … Je-je-je …
Hizo una breve pausa y luego continuó.
—De todas maneras, para no hacer daños, la mujer debe ser consenciente … Además, debes tener lubricante para usar en el orificio y en tu pene … La crema Nivea puede servir … Yo me lubriqué con una crema especial que hace bien para el ano …
Sentirla hablar de ese modo tan desenvuelta, me lo hacía poner cada vez más duro.
—Como haz aprendido con los enemas … Afondas el glande y esperas que se adapte a tus dimensiones antes de continuar … Además, tu tienes una verga grande y debes tener mayor cuidado, ¿entiendes? …
—Sí … Está claro …
—Qué bien … Ahora probemos …
Se recostó desnuda boca abajo. Como siempre, contemple su precioso trasero maravillado por su belleza y comencé a acariciarla, me incliné, besé y lamí la base de sus glúteos. Advertí su estremecimiento, me coloqué sobre ella. Apoyé mi verga en medio al surco de sus nalgas, ya eso me parecía una cosa sublime. Agarré sus tetas y ella me dejaba hacer de todo. “La sodomía da la sensación de poder al hombre que la ejecuta”, había dicho ella y creo que tenía razón.
Me moví un poco más abajo, insinuando mi pene entre sus muslos y sus glúteos. Busqué el ángulo justo y me ayudé con la mano. Ella colaboró separando ligeramente sus piernas. La primera vez es siempre complicada, pero el ansia de hacerlo supera cualquier dificultad. Cuando sentí que mi glande empujaba su prieto agujerito, empujé y esperé a que se ensanchara. Apenas sentí que su orificio se relajaba, volví a empujar. Esperaba una cierta resistencia, pero realmente no la encontré, estaba resbaladiza y me deslicé en su apretado culo, como un cuchillo caliente en la mantequilla.
Pensé de estar soñando. Logré meterlo todo y comencé un suave movimiento de mete y saca. Estaba follando el culo de mi madre, que se sentía maravillosamente ajustado y ella comenzó con incontrolados movimientos, al parecer le gustaba ser enculada por mí, sea física que espiritualmente. Ahora ella era mía, estaba dominando completamente a mi madre. La follé enérgicamente dentro y fuera, siempre más profundo para gozar de la posición de dominación. Se lamentaba, quejaba y gemía estupefacta, a veces giraba su cabeza para mirarme, pero nunca dijo nada. Estaba en mis garras. Completamente en mi poder.
Cuando sentí que estaba por eyacular, espontáneamente tomé sus brazos detrás de su espalda y la bloqueé de las muñecas. Con la otra mano aferré sus cabellos y la sometí mientras le enterraba furiosamente mi pene en su culo candente. Era mía y quería hacérselo sentir plenamente mientras llenaba su culo con mi esperma. Mientras mis chorros calientes de semen colmaban su recto, me sentí poderoso y actor de la follada más maravillosa de mí vida.
Ahora me sentí cambiado. Ya no había una relación de dominio y sometimiento, sino de igualdad con mi madre. Ella lo sabía y era al parecer lo que había estado esperando desde siempre. Volvimos a tener sexo, pero ahora era yo a quererlo, era yo quien dirigía el juego, era yo a decirle que cosa hacer; y ella obedecía feliz de haber obtenido justo lo que ella había esperado.
Regresamos a casa de las vacaciones de curas termales. Sabíamos que ella y yo no volveríamos a tener relaciones carnales. Todo había evolucionado. Hablamos al respecto y ella fue feliz, porque nada había empezado, así que no había nada que terminar. Se sostenía de mi brazo orgullosa al igual que cualquier madre. Solo una cosa le hice prometer, que cada vez que quisiera contemplar la maravilla de su culo ella me lo permitiría; yo lo habría acariciado y besado honorablemente; ella estuvo de acuerdo. Y me dio un último consejo.
—Sé siempre amable y generoso con las chicas …
Cuando me tocó partir a la universidad, no quiso acompañarme al aeropuerto. Me mandó con el chofer, porque me dijo que no quería emocionarse. Así fue como comencé mi vida con las sabias enseñanzas de mi madre.
FIN
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«agujero liliputiense» jajaja que elegancia la de francia, eres muy creativa en tus palabras esa expresion me gustó.