Cyber-amigos con derechos
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por MilkyQueen.
Debo confesarlo, lo sé, sino este relato no tendrá sentido alguno.
Soy una gran adicta a Internet, hago casi todo por este medio.
Desde comprar comida o ropa hasta pagar mis impuestos, siento que soy poderosa desde la comodidad de mi hogar.
Debido a que paso gran parte de mi día inmersa en la computadora (porque trabajo en una oficina casi 10 horas al día), he hecho muchos amigos y conocido personas maravillosas a través de la red, siendo incluso algunos mucho mejores que las personas que conozco y frecuento en la vida real.
Esto sucedió hace 4 años aproximadamente.
Yo había salido de una relación sumamente mala, mi ex me había engañado con su profesora de Francés y peleamos arduamente.
El tipo es 5 años más grande que yo (teniendo yo 25 años) y cuando lo descubrí, me tachó de estúpida e inmadura.
Dijo que jamás tendría lo que tuve con él y que jamás me darían un sexo “tan grandioso” como él y yo lo tuvimos.
Esto llegó a oídos de mis compañeros de la oficina, quienes se burlaron durante mucho tiempo y comentaban en voz baja y se reían cuando me veían pasar.
Esta situación había llegado demasiado lejos, no me gustaba trabajar a pesar de que no todas las personas se comportaban como idiotas.
Había armado una rutina favorita para poder desestresarme y poder olvidar a mi ex.
Hace un tiempo atrás encontré una aplicación para móviles donde “podías conocer amistades y amigos”.
Dado que yo ya no tenía compromiso con nadie, decidí entrar para distraerme un rato.
Me creé un perfil público para que todos pudieran accesar a mi perfil.
Como a mí me gusta sentirme observada y deseada, puse en mi foto de perfil una imagen donde yo salía en la playa, en unas vacaciones a las que había ido con mi ex.
Traía puesto un bikini blanco, unos lentes oscuros y tenía una piña colada en la mano.
Ese corpiño resaltaba bastante mis pechos, por lo que pensé que inmediatamente tendría seguidores o pretendientes haciendo fila en mi perfil.
Y así fue.
Me llegaron cientos y cientos de mensajes de hombres y mujeres.
Unos queriendo hacer amistad, otros tachándome de “puta”, pero bueno, esa era la parte mala de recibir atención, ¿no? Incluso un par de chicas me preguntaron dónde había comprado mi bikini porque me veía bien.
Me pasé un buen rato leyendo los mensajes, pero no respondía todos.
Cuando trataban de acceder a mi Skype o a mi Facebook los bloqueaba inmediatamente.
No quería intimar con ellos tan rápidamente y no necesitaba la imagen de varios tipos masturbándose frente a mi pantalla.
La sola idea de platicar con ellos era suficiente para mí.
En ocasiones si los chicos o chicas eran lindos, trataba de excitarlos escribiéndoles cosas calientes.
Algunos caían, otros no.
Al final se iban y después me mandaban un mensaje “no sabes las pajas que me clavé pensando en ti”, “si te tuviera aquí te destrozaría a punta de vergazos”, “me imaginé que te tiraba mi leche agria en la cara”… Sí, de todo tipo de comentarios.
Habían pasado poco más de 4 horas cuando decidí cerrar la aplicación.
Cuando estaba cerrando, se me abrió un nuevo mensaje.
Pensé “ya me cansé, no voy a responder más, sólo lo leeré y lo cerraré”.
Abrí el mensaje, era de un tal “RafaP”, y decía:
-Buenas noches Cecy.
Discúlpame el atrevimiento, pero no pude dejar de ver lo preciosa que te ves en ese escenario.
Me harías muy feliz si decidieras aceptar mi solicitud de amistad.
Recibe un beso, hermosa dama.
Lo cierto es que no pude evitar asombrarme.
No había recibido un mensaje con tal cordialidad en el tiempo que llevaba hablando con los tipos de la aplicación.
Me encantaba escuchar que los hombres hablaran o escribieran así, era como un hechizo con el que podían atraparme fácilmente, y parecía que RafaP lo sabía.
Me llamó la atención y miré su perfil.
Tenía muchas imágenes en su perfil, pero no lograba ver alguna foto de él, o de alguna persona que pudiera ser él.
Sin embargo, me encantaba la idea de ser la amiga de un escritor de tan bellas palabras, así que lo acepté.
No podía dormir, estaba muy halagada y emocionada y esperé alguna respuesta suya.
Pasaron 10 minutos cuando se abrió una pestaña desde su perfil.
Era una conversación donde él me estaba llamando por teléfono desde la aplicación.
No sabía qué hacer, me espanté, sabía que no debía aceptar la llamada o darle más información, pero algo me decía que tenía que contestar.
Tomando el teléfono con fuerza y aclarándome la garganta, le respondí:
-¿H-Hola?
-¿Hola? ¿Cecy25?-me respondió una voz grave que me cautivó desde que la escuché, sentí que su sonido me confortaba y me relajé por completo.
-S-Sí, soy yo, ¿Rafa-P?
-Aah sí, soy yo, a tu servicio hermosa, perdón por molestarte a esta hora, es que estoy muy contento de que me hayas aceptado.
Sentí que me sonrojaba y me sentí tan ruborizada por el tono de su voz y su sinceridad.
Era como si estuviera hablando con un amigo de hace mucho tiempo.
-No te preocupes Rafa, perdón por haber respondido tarde a tu mensaje.
-Descuida princesa, yo entiendo, sólo quería desearte buenas noches y mandarte un beso en tu mejilla.
¿Crees que podríamos hablar mañana?
-¡Claro! Bueno, yo salgo del trabajo a las 6, ¿podrías llamarme de nuevo a las 7?
-Sin duda alguna, disculpa mi atrevimiento, pero quería escuchar tu dulce voz antes de dormir.
No te molestaré más, descansa Cecy, hablamos mañana y nuevamente gracias.
Y colgamos.
El corazón me palpitó con fuerza y sentí la cara caliente.
A pesar de que sólo habíamos hablado unos minutos, su voz me había atrapado.
Las palabras que utilizaba le añadían un plus a su persona.
No sabía si me había enamorado o si sólo era atracción, pero lo cierto es que ya esperaba con ansias las 7 de la noche del siguiente día.
Así comenzamos a hablar durante días.
Nos gustaba casi la misma música, la misma comida y conocía muchos lugares interesantes a los que decía que me llevaría cuando nos conociéramos en vivo, a pesar de que no lo conocía físicamente.
Me gustaba mucho la idea de salir con él, aunque no lo viera.
Tampoco fui demasiado insistente con el tema porque no me gustaba usar mucho el Skype.
Nos agregamos a Facebook y comentaba todas mis fotos con mucha cordialidad y ternura, tanto así que me enteré por parte de mis compañeras de oficina que mi ex, viendo eso, pensaba que era mi nuevo novio.
Obviamente me tenía loca por él, pero nunca hablamos de la oportunidad de ser algo más que amigos.
Yo estaba bien así, había pasado por un momento muy malo con mi ex y la relación con Rafa era genial, no quería echarlo a perder.
Con Rafa aprendí cosas nuevas, que ni en sueños hubiera hecho con mi novio.
En unos cuantos meses teníamos mucha confianza entre nosotros y comenzamos a mezclar temas íntimos, inclusive las poses que nos gustaban al tener sexo y las cosas previas que nos gustaba hacer antes de inmiscuirnos al ruedo.
Al principio nos daba un poco de vergüenza, pero su forma de hablar me iba llevando de la mano hasta decirle con lujo de detalles todo lo que me gustaba que me hicieran.
Sentía cómo un escalofrío recorría mi espalda y las manos me temblaban, cada vez que hablaba con él de esos temas sentía que mi clítoris palpitaba rogando a gritos que fuera él quien lo atendiera, Rafa lograba que quedara húmeda sin tocarme un solo pelo, y eso era un gran don.
Cuando me quedaba demasiado caliente después de nuestras charlas, solía masturbarme con un dildo que me había comprado.
Era tanta la necesidad de escucharlo hablar y de sacar temas sexuales con él que volví mi perfil de la aplicación privado y comencé a subir fotos un poco más provocativas.
Una noche, después de nuestra acostumbrada charla sexual, estaba tan excitada que me desnudé nuevamente y decidí hacerle un Zing a Rafa.
Me desnudé completamente y en mis tetas escribí con marcador negro “Rafa, soy tuya”.
Me tomé varios porque estaba loca porque me poseyera, me imaginé a un tipo grande que me penetraba con una polla enorme y me hacía gemir y gritar de placer.
Entre esos sueños estuve tentada a mandarle los Zings, pero decidí no hacerlo.
No quería arruinar la amistad que teníamos, todo era tan perfecto y tal vez él no quería algo así conmigo.
A la mañana siguiente, recibí un mensaje de parte de Rafa:
-Hola Cecy, ¡creo que ya es hora de dar el siguiente paso! ¿Podríamos vernos hoy en vivo y a todo color?
¡El corazón me dio un vuelco! Jamás habría pensado que lo conocería tan pronto, pero sí quería hacerlo.
Así que antes de ir a trabajar le marqué por teléfono y quedamos de acuerdo en que ese día nos conoceríamos e iríamos a tomar un café después de las 7 nuevamente; total, el día siguiente era sábado y si salíamos a bailar o al cine podríamos quedarnos tarde y no preocuparnos por el trabajo.
Le di indicaciones sobre cómo iría vestida y muy contento me confirmó la cita.
Ese día en la oficina fue muy muy largo.
Ya quería salir de ahí para poder ir al café y conocer finalmente a mi querido amigo Rafa.
No me importó lo mal que se portaron mis compañeras conmigo, me sentía feliz y podría decirse que hasta excitada.
Llegando a mi casa me arreglé lo mejor que pude.
No estaba asegurando que pasara “algo más” pero traté de arreglarme lo más seductora que pude.
Me puse un vestido azul entallado, strapless, con un saco beige y tacones altos.
Iba lista para matarlo, aunque tal vez no pasara nada porque sólo éramos amigos.
Pedí un taxi y durante el trayecto terminé de maquillarme.
Al bajar y pagarle al taxista, podría asegurar que se me quedó viendo el culo y susurró “adiós, sabrosa”.
Una opinión cualquiera, pero me daba ánimos para poder conocer a Rafa.
Estaba muy nerviosa y las piernas me temblaban, pero logré entrar al café.
Había mucha gente y pensé que realmente iba a ser muy difícil encontrarlo, ya que no lo conocía y el bullicio complicaba más mi tarea de reconocimiento.
Me senté en una mesa y pedí un vaso con agua mientras lo esperaba.
Comencé a tontear con mi celular y llegué a las fotos desnudas que me había tomado para él.
¡Pensé que las había borrado! Las eliminaría ya mismo, no quería pasar un mal rato.
De repente sentí que se pararon frente a mí y el nerviosismo me hizo apagar el celular sin cerrar la galería.
-¡Cecy! Hasta que por fin te conozco, soy Rafa.
Levanté la mirada, atónita.
Su voz era aún más cautivadora en persona.
Era un hombre robusto de unos 40 años, bien conservado y de barba marcada.
Su presencia era imponente y se miraba como alguien exitoso y confiado.
Gracias a Dios que nunca vi su cara desde un principio, porque habría pensado que era muy bueno como para hablar conmigo.
Yo amaba a los hombres más grandes de edad que yo, pero esto me superaba con creces.
Estaba tan sorprendida que apenas podía articular palabra.
-¿R-Rafa? ¡Ah, perdón! ¡Qué tonta soy!
-No te preocupes-me dijo sonriendo,- te ves mucho más hermosa en la vida real.
No le quito mérito a tus fotos, pero es mejor conocerse en persona, ¿cierto?
-Sí sí, ¡claro! Perdón por eso, siéntate.
Y quitándose su abrigo, se sentó conmigo y pedimos un café.
Mientras platicábamos sentí que volvía a tomar esa confianza con él, sólo que ahora no nos quitábamos los ojos de encima.
Su mirada era muy pasional y atractiva, y podía ver cómo se relamía los labios mientras miraba mi escote creyendo que no lo miraba.
Conforme pasaba la noche, decidimos pedir unas cuantas bebidas con un poco de alcohol para salir a divertirnos después, y sentí que me ayudó a relajarme mucho más.
Charlábamos animadamente y reíamos como viejos amigos de la infancia, me hacía sentirme tan bien…
De repente le pedí disculpas porque sentí que tenía que ir al baño, y le encargué mi bolsa.
Él me dijo que fuera sin problema y ya en el baño comencé a arreglarme.
Tenía que convencerlo para tener sexo esa noche, un buen polvo con él debía ser inolvidable.
Haría todo lo que estuviera en mi poder para convencerlo.
Cuando salí del baño y me senté, vi con terror que tenía mi celular en sus manos.
No recordaba que las fotos desnudas estaban en la pantalla principal, y corrí apresurada a sentarme, esperando que no las hubiera visto.
-H-Hola Rafa…
-¡Ah, perdón Cecy! Es que sonó tu celular y pensé en ponerlo en silencio, pero seguía sonando y tuve que contestar, era un tal Ernesto…
Ernesto era mi ex novio.
No sabía qué pensar, me sentía fría y si comenzaba a estar borracha, cada una de sus palabras me lo quitaba como golpe seco.
Rafa acercó su silla a la mía, hasta que tenía su cara cerca de la mía, y susurrando me dijo:
-¿Y sabes qué me dijo? Que no te tocara porque aún te ama y eres suya.
¿Y quieres saber qué le dije? Que ya te había tocado lo suficiente, y que estabas loca por mí.
¡Mierda! ¿Eso qué significaba? No tenía ni idea, pero sentía que su mano me rozaba la pierna.
De seductora pasé a ser la seducida.
Abriendo la galería de mi celular y sin quitarme la mirada de los ojos, me mostró las fotos que me había tomado para él.
-Cecy, ¿qué tan cierto es eso que pusiste en el cartel? ¿De verdad eres mía, Cecilia?
Mis manos me sudaron y el vientre me temblaba.
No sabía que responderle, pero tampoco podía dejar de mirarlo.
Comenzó a subir cada vez más su mano y acercó sus labios a mi oreja:
-¿Por qué no vamos a comprobar si eso es cierto y le callamos la boca a Ernesto?
Esa fue mi señal.
Y parece que él lo comprendió.
No dijimos nada más y pagamos, saliendo apresuradamente del café.
Él me invitó a pasar a su auto y, dándole pocas indicaciones, condujo hasta mi departamento.
Íbamos callados durante el camino hasta que él comenzó a hablar:
-Dios Cecy, qué bien guardado te lo tenías.
De haber sabido que yo también te excitaba, te hubiera hecho el amor desde el primer día que te llamé.
Mira cómo me tienes, ¡mujer!
Y señaló a su bulto, que le palpitaba frenéticamente.
Yo apretaba las piernas porque sentía que mi clítoris se hinchaba y mi vagina comenzaba a mojarse.
Lo miré a los ojos y supe que era ahora o nunca, debía decirle lo que tenía guardado.
-Rafa, perdóname.
Es que me encanta platicar contigo, pero… No quiero arruinar nuestra amistad… ¿Sabes? Mi intención era seducirte esta noche, pero…
-¿Pero te salió el tiro por la culata? Cecy, no tengo 42 años a lo bruto, a esa edad adquieres experiencia para muchas cosas, y te lo voy a mostrar ahora mismo.
Cada insinuación de él me excitaba más y más, al grado de que cuando bajamos del auto mi tanga iba ya empapada en jugo sexual.
Llegué incluso a manchar un poco el auto, pero él me dijo que no le diera mayor importancia.
Abrí la puerta de mi departamento y en cuanto entré, Rafa se me abalanzó como león hambriento.
Me arrancó el saco y el vestido, dejándome sólo en ropa interior.
Me arrojó contra el sillón y moviendo mi brasier comenzó a jugar con mis tetas.
-Cecilia, tienes unas tetas tan deliciosas, me están rogando que las reclame como mías, hace tanto tiempo que me clavaba pajas pensando en ellas, y por fin las tengo entre mis manos…
Y diciendo esto comenzó a lamer mis pezones.
Sin duda alguna reafirmaba lo dicho: tenía bastante experiencia haciéndolo.
Sentía que sus dedos erizaban mi piel mientras su lengua recorría cada centímetro de mi erecto ser, y chupando mis pezones me hacía gemir de placer.
Estaba concentrada sintiendo su lengua cuando sentí que mi clítoris era invadido por él también.
Miré hacia abajo y tenía dos dedos dentro de mis labios vaginales, y los rozaba con mucha dulzura y firmeza al mismo tiempo.
Cada vez que ponía sus dedos dentro de mí, me miraba con lujuria incitándome a gemir más fuerte.
-Cecy, ¡no te contengas! ¿Somos amigos, recuerdas? Estamos en confianza.
Mientras me hablaba continuaba en su tarea de barnizar mis pechos y yo estaba extasiada.
De repente paró, y comenzó a desabrocharse el pantalón.
Yo estaba extasiada y quería ver ya su pene, seguramente era igual que como lo había imaginado.
Y en efecto, cuando bajé su ropa interior miré un gran falo palpitante y chorreante de líquido preseminal.
No pude evitarlo y comencé a chuparlo sin pedirle permiso.
Él tomó mi cabeza entre sus manos y dejó que siguiera.
Al parecer recordaba que le había dicho que eso me calentaba mucho.
Recorría su glande con la lengua y pude apreciar un sabor salado muy agradable, aunque en ratos me atragantaba porque no estaba acostumbrada a un miembro tan grande.
Él era comprensivo y se aseguraba de que yo estuviera bien en todo momento.
De un tiempo a otro, cambiamos a hacernos sexo oral mutuo.
Yo me monté sobre él y comencé a succionarle la verga mientras él chupaba mi coño con fuerza.
Su lengua era mágica, sentía que las rodillas se me vencían con cada lamida y chupada que él me daba.
Sentía que separaba mis labios con sus dedos y metía su lengua hasta el fondo.
Era un experto haciendo sexo oral, y podía escuchar que él gemía cada vez que yo succionaba su polla ardiente.
Ya no podíamos más, estábamos fundidos en un solo deseo: que él me penetrara.
Comencé a cabalgarlo de frente.
Admito que me dolió un poco porque hacía mucho que no tenía sexo y el pene de Ernesto no era tan grande como el de Rafa.
Sentí que lo iba introduciendo y mis paredes internas se abrían, haciéndome doler un poco, pero sin perder la dulzura que lo caracterizaba me ayudó a bajar para que entrara.
Tomó mis manos y viéndonos de frente comenzó a follarme.
Cada entrada y salida de su verga insistente me hacía gemir como loca, y a él le excitaba eso porque sentía que su polla crecía y se hinchaba cada vez que me veía brincar sobre él.
Tomó mis tetas nuevamente y las apretó juguetonamente, haciéndome excitar más y sacando más fluidos dentro de mi coño.
Después cambiamos para que me cogiera de perrito, ya que a él le calentaba demasiado esa posición.
Su verga se sentía más imponente en esa posición y sentía que rozaba todo mi interior, y que en cualquier momento terminaría porque ya no tenía la resistencia de antes para coger.
Él me nalgueaba y me perforaba el culo más y más duro conforme yo gemía, y como las rodillas se me cansaron, caí rendida y le expuse mi culo con mayor facilidad, penetrándome rápidamente.
-Aaah Cecy, creo que… Creo que voy a acabar dentro de ti…
-Dámelo Rafa, ¡acábate en mis tetas, por favor!
Justo sentí que su polla comenzaba a palpitar como loca, y la sacó con rapidez y nos colocamos de modo que pudiera echarme su leche caliente en las tetas, porque eso nos calentaba a ambos.
Cuando acabó, arrojó cientos y cientos de chorreadas de semen a mis pechos y a mi cara, y pude probar un poco.
Era un poco amargo, pero me lo tragué gustosa.
Agotados los dos, nos quedamos dormidos en el sillón.
Al día siguiente, nos despertamos y hablamos como si nada hubiera pasado.
Estábamos contentos y satisfechos, y él se tuvo que ir antes porque tenía que ir a trabajar.
El día corrió su curso normal, y yo llegué a mi trabajo, donde me estaban esperando unas hermosas flores rosas con una nota con su nombre anexada.
¡Qué detallista! Mis compañeras estaban celosas y comenzaron a despotricar contra mí, pero no me importó.
Seguí con mi trabajo a la espera de su llamada.
Incluso Ernesto fue a verme a la oficina para corroborar que yo estaba con alguien, pero ese día Rafa pasó a buscarme y me fui con él, sin darle oportunidad de que me reclamara.
Rafa y yo duramos así mucho tiempo, pero nunca quisimos ser novios o casarnos.
Adorábamos el sexo y no queríamos que un compromiso nos arrebatara la oportunidad de probar nuevas cosas entre los dos.
Al cabo de unos meses él y yo nos casamos, cada quien por su lado, pero nuestro lazo era más fuerte y aún seguíamos viéndonos.
Ambos propusimos a nuestras parejas tener un trío o una orgía, pero a ninguno de los dos le pareció “sano”.
Así que cuando mi marido o su esposa no están en la casa, aprovechamos para vernos en el mismo café de siempre, para coger después como locos desenfrenados sin temor a nada.
Porque después de todo, ¿somos amigos, recuerdan?
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