De como masturbaba a mi niñera
Masturbaba a mi niñera cuando mis hermanos dormían y lo pasábamos rico.
Después que mi hermano se recuperó regresamos a muestra casa y además debía ir a la escuela aunque ya sabía leer (ver https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/heterosexual/aprendiendo-a-leer-y-de-sexo/). Mi madre comenzó a trabajar y nos pusieron una niñera para que nos atendiera mientras mis padres trabajaban. Ella era una chica de unos 17 años, bajita, muy blanca y de cabellos negros. Yo había cumplido 8 años recientemente. La recuerdo siempre vestida con unos pantalones muy cortos y una blusa que dejaba al descubierto su blanco abdomen.
Luego de la escuela y almorzar, usualmente dormíamos la siesta mientras la niñera terminaba de arreglar la casa, hablar con las vecinas o con un tío, que de repente comenzó a «visitarnos». En una ocasión llovió todo el día, yo no fui a la escuela, por la lluvia me quedé dormido y mi padre decidió que no asistiera, así que a la hora de la siesta no tenía sueño. La chica me dijo que la ayudara a arreglar la habitación de mis padres. Cuando terminamos, ella se acostó en la cama y yo me acosté a su lado. Ella me dijo que le dolía un poco el vientre, que si le daba un masaje se le calmaría. Puse mi mano sobre su panza, al rato me dijo «baja un poco más», mientras se desabrochaba el pantalón, mis dedos rozaban su ropa interior y al sentirlas, sentí como una corriente eléctrica que recorrió mi espalda y llegó a mi pene, que se paró ligeramente. Mi corazón latía fuertemente y ella respiraba aceleradamente. Me miró y me dijo «vamos a hacer algo que te va a gustar», moví mi cabeza afirmativamente y ella tomó mi mano y la metió debajo de su pantaleta, ala sentir su vello púbico, sentí en impulso de sacar mi mano, ella me tranquilizo y me dijo que era normal y que a mi también un día también me saldrían. Siguió bajando mi mano hasta el inicio de su raja ya caliente y húmeda, allí dirigió uno de mis dedos a su clítoris y lo movía de forma circular. Ya a estas alturas mi pene se quería salir del pantalón y ella cerraba los ojos diciendo «que rico papi» «que rico mi niño». Bajo mi mano un poco más hasta la estrada de su cueva y pensé que se había orinado por lo húmeda que estaba, llegue a meter hasta tres de mis pequeños dedos mientras ella dirigía el ritmo y se retorcía de placer con mi mano aprisionada entre sus piernas y en lo más profundo de su vagina. En un momento su otra mano, bajó mis pantalones y comenzó a pajearme y a acariciar mi pene y bolas, que le cabían completos en su mano. Yo estaba extasiado mirando sus ojos cerrados y como se mordía los labios. Mis dedos no dejaban de entrar y salir de su vagina hasta que apretó las piernas, arqueó un poco la espalda y suspiró largamente.
Liberó mi mano empapada en sus jugos y me miró con una sonrisa, me abrazó y me dio un suave beso en la boca.
Lo hacíamos cada vez que podíamos, casi siempre de la misma manera. Hasta que mi mamá la despidió al encontrarla casi desnuda besando a mi tío. No la vi nunca más, pero nunca me he olvidado de lo que hacíamos.
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