De la Fiesta al motel
Sudamérica, 2019. Tras varios años separados, Maribel (22) y Nicolás (27), una pareja de primos con un largo historial de incesto, vuelven a encontrare en una fiesta familiar. ¿Puede el deseo superar las barreras del tiempo?.
Saludos a la comunidad de sexo sin tabúes. Han pasado varios meses desde que publicara mi primer y único relato. Las referencias están, pero la selección de historias se dificulta un poco. Inspirado por una encantadora mujer de nuestra comunidad (@melolames), con ánimo de regresar, aunque de a poco, dejo el siguiente relato, escrito a manera de credencial de entrada a un grupo de incesto promocionado en los foros de SST. Puede que luego suba una versión más pulida del mismo, eso de aquí a mucho tiempo. La verdad, ahora me gustaría concentrarme en mis experiencias más tempranas, aquellas más próximas en el tiempo a lo acontecido en mi relato «Mi prima, la primera». Bueno, comencemos.
La familia había decidido reunirse la noche más fría del año. Mi abuela materna, mis padres, mi hermano, cinco tíos y tías, un par de primos, varias primas y yo dedicamos aquella noche a conversar, ponernos al día y, más que nada, a celebrar aquel encuentro tan poco frecuente. Si bien lo estaba pasando bien, y disfrutaba de la compañía de cada persona que cruzaba palabra conmigo, toda mi atención terminó enfocándose en una, y solamente una persona; Maribel, mi querida prima Maribel, a quien no veía desde hacía varios años. Separado del resto, con una gaseosa en la mano y apoyado en una de las paredes externas de la casa, me situé frente a su rango de visión, y ella no tardó en intercambiar miradas conmigo y ofrecerme una sonrisa. Levantándose de su asiento, se acercó a mí y me dirigió la palabra. Nos pusimos al día, nos lanzamos unos cuantos piropos suaves e intercambiamos números de teléfono. Con ella todavía hablándome, empecé a escribir un mensaje, causando su molestia, que desapareció cuando se dio cuenta de que el mismo estaba dirigido a ella. «¿Quieres que vayamos a otro lugar?» Maribel me miró con esa mirada pícara a la que me tenía tan acostumbrado y escribió su respuesta. «Ahora estoy casada.» «Lo sé. Tu esposo piensa que vas a estar aquí y luego te vas a ir directamente a casa. Si no lo haces, él va a seguir pensando lo mismo.» Ante semejante respuesta, mi prima cedió de inmediato. «Ya, ¿pero adónde podemos ir?» «Hay un motel a dos kilómetros de camino al centro. Puedo adelantarme para comprar algunas cosas, y tú vas a mi encuentro en media hora.»
Una hora después, Maribel y yo nos encontramos a la entrada del motel indicado. La recibí con una bolsa cuyo contenido consistía en un six-pack de cervezas y una tira de condones. Entramos al establecimiento y, mientras mi prima esperaba a unos cuantos metros, pedí una habitación con tema japonés. «Qué pedazo de hembra te has traído, hermano», me dijo el encargado antes de entregarme la llave. Un comentario bastante atrevido, pero no podía culparlo; Maribel tenía (y todavía tiene) un cuerpo capaz de descontrolar a cualquiera. Alta, de piel ligeramente oscura, con unas piernas largas que desembocaban en un trasero imposible de no mirar, Una cintura muy bien conservada considerando que había dado a luz dos veces, llevaba, por un lado, a una espalda de atractiva musculatura, con hombros bien colocados; por el otro, a unos pechos relativamente grandes e indiscutiblemente deseables.
Ya en la habitación, dejé la bolsa sobre un pequeño mueble al lado de la puerta, y me entregué a Maribel. Las ansias y el deseo se dejaron ver desde el primer momento. Al son de nuestra respiración agitada y de nuestros jadeos, enlazamos nuestros cuerpos de la manera más instintiva. Con mis manos, yo rodeé su cintura; con sus brazos, ella rodeó mi cuello. Tras mirarnos a los ojos con una sonrisa compartida, nos fundimos en un beso apasionado. Rápidamente, mi prima se quitó los zapatos plateados de tacón que llevaba. Un corto vestido color crema le facilitó la tarea de aprisionarme con su muslo izquierdo, cuya desnudez resultaba por demás irresistible. De su espalda baja, mis manos pasaron a sus nalgas, y de sus nalgas, mi mano izquierda pasó a aquel muslo tan deseado. Con mi miembro, todavía por encima de la ropa, empecé a frotar su vagina a la vez que acariciaba su pierna y a la vez que metía mi lengua en su boca. De pronto, mi prima me dejó disfrutar de aquella sonrisa gemebunda que tantas veces me había hecho perder el control. «Quítate la ropa», le dije al oído, para luego apartarme de su lado.
Totalmente desnudos, volvimos a unir nuestros cuerpos por unos segundos. Le dije que se sentara en la cama, y ella lo hizo de inmediato. Me puse de rodillas frente a ella, dirigí mi mirada a su sexo, luego a sus ojos, y ella entendió el mensaje. Se acostó de espaldas en la cama, separando las piernas y dejándolas a mi merced. Las levanté, y las acomodé detrás de mi espalda, rodeándome el cuello y dejando mis labios a escasos centímetros de los suyos. Un primer beso a su vulva fue respondido por un «ay» pronunciado de manera divertida y una excitada contracción de su vientre. Tras unos cuantos besos suaves, separé los labios con mis dedos, y, lentamente, de abajo hacia arriba, recorrí con mi lengua su interior. Tras arquear la espalda por un instante, mi amante se quedó completamente quieta. Levanté la mirada y con total satisfacción pude ver su rostro de inconfundible placer. Volví a llevar mis labios a su posición previa y dediqué los siguientes minutos a darle a Maribel el mejor sexo oral de su vida. En menos de dos, mi prima parecía perderse en un mar de placer. Las contracciones de su vientre aumentaban y sus piernas se descontrolaban, llevándola por momentos a apretarme la cabeza con los muslos o a golpearme la espalda con los talones, todo bajo el acompañamiento de sus cada vez más fuertes jadeos y gemidos. Encantado por todo aquello, llevé mis manos a su vientre y empecé a acariciarlo con los dedos, plenamente consciente de lo que aquello provocaría en ella. Mis predicciones se mostraron correctas. Casi de inmediato, mi prima empezó a retorcerse, liberando el delicioso néctar de su sexo, mismo que bebí sin pensarlo dos veces. Embriagado por el dulce sabor del incesto, me levanté para tener una visión panorámica de mi obra. Estaba encantado, pero aquello era tan solo el comienzo…
De qué país está hablando?
Porque en Chile eso no es incesto.
En Chile es legal en casamiento entre dos primos.
Incluso si los primos son del mismo sexo.
Es legal el casamiento entre un tío y su sobrina o una tía y su sobrino.
Aunque hayan lazos sanguíneos.
Lo que no está permitido es el casamiento de un hombre con la viuda de su hermano. En donde obviamente no hay lazos sanguíneos, como sería el caso de dos hermanos, lo que si está prohibido.
También el suegro con la nuera…
Woooooooooooow! delicioso relato!