Decisión difícil
Mi marido saldría a trabajar tres días a una región remota del país donde no había señal para los celulares y podría, al menos una noche, disfrutar a uno de mis machos.
Muchas ciudades y pueblos de la región del Bajío tienen una alegría mayúscula durante la época de Feria en León y en Aguascalientes. Ayer fue el último día de feria en esta última ciudad y mi vecina Libia me contó que la semana pasada me vino a invitar para irnos a ver las corridas de toros, pero no me encontró, tampoco al día siguiente que me quería platicar su aventura en esa ciudad hidrocálida. Me pilló que me ausenté.
–Gracias por la intención, pero a mí no me gustan los toros –le contesté tratando de minimizar mi ausencia cambiando la plática.
–¿No? Son varias las veces que la he visto subir a un auto con uno… –dijo con tono de “no te hagas pendeja”.
Según yo, soy muy cuidadosa y evito que me vean cuando me subo al carro de mi macho Amador los martes y, a veces, los domingos en que dejo reposando a mi marido de los palos que me dio el sábado, para irme a misa el domingo temprano, pero frecuentemente se me aparece Amador quien me lleva a su casa para que “beba de su cáliz”. Sin embargo, cuando se trata de Bernabé, mi otro macho, tomo un taxi para llegar a su estudio, nuestro nidito de amor. Por otra parte, cuando ella habla de sus machos, usa “toros”, porque son los corneadores de los maridos. Yo la escucho, pero omito contarle acciones similares sobre mí. Quise continuar por la línea donde inició la plática.
–¿Por qué le gustan los toros, Libia?
–¡Como que por qué! Por lo mismo que a usted: ¡Porque me dan unas cogidotas…! –contestó y yo me carcajeé con su respuesta.
–¿Y cómo le fue ese día? –pregunté y ella se soltó contándome sobre las corridas que vio y la faena que le hicieron, concluyendo con la llegada a su casa esa noche.
–Como mi toro sólo me hizo un rapidín, y en el auto, llegué ganosa para completar otro lance, preferentemente por chicuelinas. Pero mi marido estaba muy borracho y no se la paraba ni con el 69 donde me limpió los residuos de la estocada anterior –concluyó en términos taurinos, antes de despedirse.
Por lo visto debo ser más cuidadosa con mis aventuras, aunque muchas de mis vecinas de la cerrada son casadas y tienen uno que otro affaire romántico, son muy solidarias y reservadas. Sólo cuando hay mucha confianza para las confidencias, cuentan los suyos, pero no los de otras. En cambio, yo cuento todo, pero únicamente en este foro. Así que ahí les voy…
Siempre he querido disfrutar una noche, y el día completo, con alguno de mis machos, pero suponía que eso era una fantasía irrealizable. Sin embargo, las cosas pasan y hay que aprovecharlas. Resulta que mis hijos ya están trabajando y hacen salidas frecuentes. Coincidió que ellos no estarían una semana en casa y mi marido iría con su jefe a examinar una zona en el sureste donde se hará un parque industrial y se levantarán viviendas con todos los servicios para los futuros trabajadores. Aún no hay señal telefónica, pero en un mes eso estará cubierto. Así que tuve que tomar una decisión: ¿a cuál de mis amores le daría dos días y una noche de mi vida?
La verdad, Bernabé sólo me puede atender por unas horas, en cambio Amador es jubilado y tiene todo el tiempo del mundo, así que no hube que decidir nada. El martes muy temprano pasaron por mi marido para llevarlo al aeropuerto. El avión saldría a las seis de la mañana y, a esa hora ya estaba yo en el auto de mi macho rumbo al mercado para desayunar una rica birria. Se me antojaron unas criadillas. “No niegas tus gustos”, me dijo Amador. Bueno, comimos y paseamos por el parque tomados de la mano sin miedo a que me vieran pues todo estaba solo a esa hora ya que había vacaciones escolares. Luego regresamos al mercado, porque yo insistí en hacerle de comer a mi macho y compramos lo que necesitaba.
Al llegar a la casa de mi amado Amador, lo primero, después de colocar en el refrigerador lo que se requería, en la cocina me encueró, y yo a él, y allí mismo me puso a chuparle la verga. Cuando ya se iba a venir, se separó de mí; se recargó en el fregadero y, como si yo fuese una muñeca de trapo, me tomó de la cintura y las nalgas, volteándome de cabeza, metió su cabeza entre mis piernas y me chupó la panocha. Yo quedé con mi cara en su vientre y, aunque estaba asustada por la rápida maniobra, no me quedó más que abrir la boca para completar el 69…
Durante casi un minuto estuvimos mamándonos, yo con un orgasmo tras otro, y otra vez sentí su pito más duro. Se vino con un tremando chorro. Con suma lentitud y delicadeza me volvió a poner de pie. Al cerciorarse de que yo estaba segura. Cerró los ojos y me abrazó.
–Vamos a la cama, putita, quiero que te sientes en mi cara para que te escurra el atole de tu marido y los jugos que soltaste ahorita –exigió, y yo asentí con un beso dándole de su leche.
Abrazados caminamos lentamente a la cama, aún destendida por la desmañanada que se dio para recogerme. “Cuando me levanté, ya te había cogido tu cornudo. Tus vellos pegados con el semen de él lo confirmaron. Ahora, dame lo que quede del rico atole que hicieron”, dijo al acostarse con la cabeza sobresaliendo en la esquina del colchón. Yo me di la vuelta con los pies en el piso y a los lados de su cabeza para sentarme poco a poco en sus labios, me tallé la panocha en su nariz y barba, al tiempo que sostenía su cabeza con mis manos. Amador abrió la boca, sacó la lengua y me hizo ver las estrellas una vez más… Así fue también una de las más tiernas mamadas que me hizo Bernabé, aunque en aquella ocasión sólo habían pasado unos minutos de que mi marido me cogió en el vacío estacionamiento de la compañía.
“Es claro que debo dar gracias a la vida, y a todas las divinidades que se han inventado, por tener yo esta dicha”, pensé mientras sentía la lengua de Amador dentro de mi raja, moviéndose como una víbora en mis cuatro labios y las paredes de mi pucha. Yo escurría flujo como si tuviese una llave abierta y él tragaba con placer el amor que yo producía…
A los pocos minutos, al sentir que mis piernas flaqueaban, me acosté encima, luego di media vuelta y lo chupé para exprimirle el semen que me había faltado. Una vez que Amador se acomodó poniendo la cabeza sobre el colchón, dormimos como media hora sintiendo el terciopelo de nuestros vellos. Obviamente yo estaba asombrada de que ese hombre de poco menos de 60 años hubiese tenido la fuerza y habilidad suficiente para cargar mis casi 50 kilos y ponerme en esa posición de 69 vertical, ¡lo que hacen las ganas!
Ya saben que cogimos y cogimos hasta la noche del siguiente día. No hubo rincón de la casa donde no me taladrara con sus ganas, reforzadas con el Viagra. Pero lo relevante para los dos fue ser su mujer, hacerle de comer y darnos la comida en la boca, como si fuésemos niños. También nos comportamos como adultos, pues nos acabamos dos botellas de vino en la comida y le dimos un buen bajón a la botella del brandy en la cena. Sí, me puse borracha y sólo le pedía verga una y otra vez, aunque lo acabara de ordeñar. Amador, también en modo de borrachera, insistía en que ya no regresara a mi casa, que quería a una esposa puta en la suya. “Cásate conmigo y no me enojaré cuando te quieras ir a coger con Ramón, Bernabé o el tipo ese que te gusta por sus huevos. Es más, puta, puedes traerlos a todos a esta casa para que te cojamos como nos lo pidas”, me decía llenándome otra vez la copa.
Todo lo bueno se acaba. Tuve que regresar a casa, no fuera a ser que Ramón me hablara y quisiera hacer una video llamada de las que nos gustan. Bañadita por mi amor, éste me dejó en mi casa cuando el sol se metió. No habló mi esposo, y seguramente también pude haber pasado esa noche en brazos de mi amante, pero no quiero buscarme problemas…
Cuando regresó mi esposo, fue muy bien recibido y ordeñado. Así debe ser, soy una ama de casa que quiere satisfacerlo plenamente.
¡Qué lindo! Es fantástico despertar con alguien que te hace feliz. ¡Felicidades!
Gracias, Ishtar. Sí, fue fantástico, incluso me sentí como si estuviésemos casados, ¡es tan tierno…!
¡Qué dicha la de Amador! Una noche y dos días contigo. ¿Cuando te emborrachas te pones más caliente? Imagino a Amador la noche que regresó a su casa después de llevarte: cayó rendido y seco. ¿Cuánto tiempo le llevaría reponer tanta proteína?
Cuando quieras anótame para darte leche.
Supongo que se repone rápido. No me faltó leche mientras estuve con él. Además, el domingo no pude ir a misa: Amador se había repuesto muy bien.
¡Ah, recuerdo la primera noche con Roberto, y también la que tuve con Eduardo! Ya he escrito sobre eso. ¡Yo me sentía feliz! Te entiendo, amiga, son experiencias nuevas y esplendorosas. ¡Felicidades!
Sí, Tita, me sentía enamorada de verdad, incluso las cogidas nocturnas me parecían de Luna de Miel. Tú sí sabes de eso…
Te fue tan bien que estuviste feliz. Sí, quizá te pudiste echar una noche más, pero, quizá, no hubieses podido atender tan bien a tu marido a su regreso, quien seguramente llegó «jairoso», buscando cogerte.
¡Uta, mi marido llegó como fiera buscando carne! Y yo se la di…
Pues, aunque borracho, ya tienes la propuesta que algunas veces manifestaste: Vivir con todos bajo el mismo techo y dormir con ellos en la misma cama.
Es que con esas nalgas, a quién no convences.
Ja, ja, ja. No dudo que Amador, en sus cinco sentidos me acepte así, con todos mis machos, pero no sé los demás, empezando por mi marido.