Depravada Helge
Helge estaba muy contenta y achispada. Me miraba con cara de picarona. Me sonreía, incluso con algún paso de baile se me acercaba su culito tocando mi pollita. ¡Ay, ay, ay! que se me pone dura. Yo no sabía que hacer. Su novio estaba allí mismo.
Acababa de cumplir 20 años y salir de una relación de pareja muy inestable. Tenía un mes entero de vacaciones, gané algo de dinero fácil y muchas ganas de no hacer absolutamente nada. Así que un amigo me prestó una tienda de campaña pequeña y me fui al camping que había conocido el año anterior, al que iba este amigo desde que era niño y ahora de casado y con hijos no se pierde ningún año. Tienen su caravana allí permanente todo el año.
Comenzaba un nuevo día, se respiraba paz, muchos pajarillos cantaban, había gente ya camino de la playa. Me duché. Me sentía fresco y me fui para el bar del camping a «desayunar».
Un café con un poco de leche y una tostada con mantequilla y mermelada, o un croasán relleno de jamón de york y queso.
Después, un cigarrillo untado con aceite de hashis y escuchando a los pajarillos y al siseo del viento en los árboles. También al último de Pink Floyd que el camarero de turno pinchaba a poco volumen, cuando yo estaba allí.
Acabado el cigarrillo, ya era hora de ir a la playa.
Me esperaban Karl-Heinz (19 años), su novia Helge (18) y Karin (17), hermana de Karl-Heinz. Nos conocemos desde el año pasado, cuando mi amigo nos presentó. Sus padres y ellos van cada año al camping. De hecho, Karl-Heinz nació en el mismo camping.
Helge y Karin hacen topless. Helge tiene unas tetas grandes, pero enhiestas. Totalmente apetecibles. A veces me descubro prendado mirando fijo entre sus tetas, pero pronto desvío la mirada porque pienso que no podrán ser mías. Me equivoqué.
Karin, tiene unas tetas más pequeñas. Preciosas, con sus pezoncitos rosados. Y cuando los miro, me doy cuenta que se ponen duros, pero pronto desvío la mirada porque pienso que no podrán ser mías. Me equivoqué.
Aquella mañana nos apuntamos a un partido de volley en la playa. Los cuatro formamos un gran equipo.
He de decir que nos juntamos cuatro buenas piezas: Karl-Heinz (2,02 m.), Helge (1,85 m.), Karin y yo (1,80 m.).
Los cuatro habíamos jugado federados antes de conocernos. Dejamos a los francesitos practicamente a cero.
En un lance de juego, Helge y yo fuimos los dos a por la misma pelota, tropezamos y ella me cayó encima pasándome todas las tetazas por la entrepierna. ¡Que gustazo!. ¡Que suavidad de pechos!, tan grandes y tan blandos. «No te levantes, Helge» -pensé-, mientras me venía una erección. Se levantó, claro. Hice un amago de dolor de huevos y se me acercó preocupada para interesarse. «Está bien. Tranquila». «Dame un minuto». Un poco de descanso y a seguir disfrutando del vaivén de las tetas de Helge con cada movimiento. Igual que las de Karin, que tampoco se movían mal. Ambas llevaban camisetas muy ajustadas. Y sin sujetador, claro,
El día siguió como de costumbre, cervezas, aperitivo, comida, siesta en la playa, baño de media tarde, cervezas, ducha y a vestirse bien, porque esa noche tocaba ir a la disco de la «Ciudad Grande», donde me esperaba una sorpresa que todavía me la pone dura, cada vez que la recuerdo.
Nos fuimos los cuatro en mi coche. Cenamos una pizza en un ambiente muy agradable y nos fuimos a la disco, donde pinchaba un DJ, amigo de Karl-Heinz y de Karin. (Por cierto, me regalaron un CD que debo tener por algún sitio).
La disco estaba llenita, así que no pudimos encontrar ninguna mesa libre. Pues nada, a la barra que también estaba llena. Encontramos un rincón donde estábamos cómodos los cuatro. Bebiendo, charlando, riendo, aunque Karl-Heinz y Karin estaban más pendiente de cuando sale el DJ que de otra cosa.
Helge estaba muy contenta y achispada. Se habia bebido casi una botella de vino de las dos que nos pusieron en la pizzeria. Me miraba con cara de picarona. Me sonreía, incluso con algún paso de baile se me acercaba su culito tocando mi pollita. ¡Ay, ay, ay! que se me pone dura. Yo no sabía que hacer. Su novio estaba allí mismo, pero, como he dicho estaba más pendiente del DJ, que salió en ese momento al escenario.
Los dos hermanos salieron como resortes para allá. Todos, digo bien, todos los que habían en la disco estaban mirando al escenario. Todos, hasta los camareros. La música sonaba a toda caña.
Helge me miraba a mí y yo miraba a Helge. Se me acercaba más y más con esa cara de picardía y sacando la lengua muy sensual.
(Para que os hagáis una idea, Helge tenía la cara de la actriz que hace de «Samantha», en la serie «Sex and the city». Pero mucho más joven)
Me comenzó a tocar allí abajo. ¡»Ufff»! -pensé-, mientras me comenzaba una erección de caballo. Se me acercó al oído, susurrando «¿está bien tu pollita?, ¿no te hace daño?, ¿me perdonas?», mientras comenzaba a lamer mi oreja.
¡¡¡Se me iba a salir del pantalón!!!
Nadie sabia que estábamos allí. Eramos invisibles, en el rincón.
Helge se dio la vuelta y se levanto la falda mostrando un inmenso y hermoso culo, ¡¡¡sin bragas!!!
Yo ya estaba de lo más calentorro cuando Helge, se da la vuelta, se pone en cuclillas, me desata la correa y abre la cremallera. ¡¡¡Glups!!!
Yo miro por si alguien nos ve. ¡¡¡ NADIE !!!. Me baja los pantalones y el slip y se pone a chuparme la polla con un movimiento de lengua que no me habían hecho, jamás, en toda mi vida. Solo lengua, no chupaba ni se la metía en la boca. Pero un gustazo de muerte. Movía la lengua más rápido que una máquina. ¡¡¡Oooppfffh!!! ,¡que gusto!
Antes que me venga la eyaculación, se levanta, se da la vuelta, se sube la falda y me ofrece toooodo su culito.
Empiezo por a atacar el chochete, pero ella me dice que no. «Solo culo». OK, OK. A mi no me amarga un dulce. Le agarro por las caderas y meto mi polla poco a poco por el culo. Y tanto y tan profundo que parece le voy a llegar hasta la garganta. Yo resoplo de placer. Ella gime y casi aúlla como una loba. La cojo por las tetazas, ¡Uauuu!, ¡que bueno!, ¡que delicia!. Una y otra vez acaricio esas tetazas que tantas ganas les tenía y la empujo y la empotro y ¡jodeeeeeer! que corrida más laaaarga. Helge tiene al mismo tiempo un orgasmazo que me empotra para atrás contra la pared.
Seguimos pegados como perros, un par de minutos más.
Mientras jadeo de placer, miro por el rabillo del ojo si alguien mira. ¡¡¡ NADIE !!!
Mi polla totalmente satisfecha se sale de su culo. Yo me subo slips y pantalones. Ella se alisa la falda. Me hace ¡ssshisst! con el dedo en la boca. Yo asiento. y me da un besazo en la boca que me deja con ganas de más.
Tenemos sed. Tengo que ir a buscar al camarero a mitad de la barra para que nos sirva.
Al cabo de un rato llegaron los dos hermanos. Se les veía muy felices. Nosotros más.
Viktarugo
Éste capitulo también pertenece a CAMPING SERIES.
Viktarugo