Descubriendo a mamá – III Parte (Final).
—Mamá … Te vi correrte … Ninguna mujer se corre como tú ….
Loredana llegó a nuestro vecindario en mi último año de secundaria. Siendo todavía un joven adolescente cachondo, no podía no haberla notado. Ella tenía una sonrisa fresca y franca. Todos la miraban al pasar, lo que significaba que la encontraban atractiva. Pero era de una belleza un poco particular. Pasaron muchos años y ella fue parte de mis fantasías masturbatorias.
Mientras estaba en la universidad. Ella organizó una fiesta sorpresa para mi madre, normalmente con todas amigas del Chat de la marina, muchas de ellas se conocían solo en Línea y ahora se encontraban por primera vez a celebrar una reunión de camaradería en casa de mamá. Mi madre y Loredana pasaban mucho tiempo juntas después del sorpresivo divorcio de ella, a pesar de ser al menos unos doce años menor que mi madre, se llevaban muy bien.
Cuando entré por la cochera, traté de pasar desapercibido, atravesé la puertas francesas que daban al patio y a la piscina. Vi que había varias mujeres en pequeños grupos, cada una con un vaso de licor y charlando animadamente un poco de todo. Solo había una mujer que llamó particularmente mi atención y estaba conversando con mamá. Me acerqué a mi madre y le di un gran abrazo. Ella se volvió hacia la hermosa mujer que charlaba con ella y le dijo.
—Vanessa … Este es mi hijo Gabriel … Gabriel, esta es mi amiga Vanessa …
Vanessa probablemente tenía la misma edad que mamá, tenía cabellos negros muy cortitos. Vestía una remera verde lima y unos vaqueros de pata ancha del Emporio Armani. Le extendí la mano.
—Es un placer conocerte, Vanessa …
Vanessa tomó mi mano y la estrechó cálidamente.
—He oído mucha cosas buenas sobre ti, Gabriel …
Me anduve sonrojando un poco y estaba a punto de decir alguna bobería, cuando sentí una mano que me tocaba el hombro derecho. Al voltearme me encontré con la vecina de enfrente, Loredana. Casi me hizo estremecer cuando sonriendo me envolvió en un afectuoso abrazo. Apenas pude darme cuenta de la corta y amplia minifalda que llevaba ella.
—¡Ya! … ¡Basta! … ¡Basta ustedes dos! … Ya habrá tiempo para eso …
Dijo mamá riéndose y levantando sus brazos al cielo. Cuando Loredana me soltó, vi que Vanessa nos miraba con ojos intrigantes. Loredana permanecía con su mano izquierda apoyada casualmente sobre mi hombro.
—¿Cómo se siente ser la señora de las cuatro décadas, Gloria? …
Preguntó Loredana a mi madre.
—Cuarenta y dos, mi niña … Vividos en completa felicidad … No me puedo quejar de nada …
Vanessa miró a mamá divertida y se echó a reír y luego le preguntó a Loredana.
—Y a ti, ¿cómo te ha ido después del divorcio? …
—¡Ay, mujer! … El diez por ciento de mi presupuesto lo gasto en baterías …
Todos nos echamos a reír, Loredana me apretó el hombro mientras reía. Mamá que siempre tiene algo que decir, se expresó.
—¡Niña! … Tienes que modernizar tus artilugios por los más modernos que son recargables …
—¡Mami! … Estoy escuchando … —Dije sonrojándome.
—Gabriel … Aquí somos todas adultas … No esperes que finjamos … Eso de Tinder o TikTok es demasiado asqueroso para considerarlo …
Loredana y Vanessa estuvieron de acuerdo asintiendo con sus cabezas.
—Es un desierto ahí afuera …
Añadió Vanessa dándome una fugaz mirada. Loredana se volteó hacia mamá.
—Gloria, ayúdame con la comida antes que todas las chicas se emborrachen …
Se fueron juntas y yo me quedé con Vanessa.
—Entonces esos sitios de citas ya no te interesan, ¿eh? …
Vanessa echó sus hombros hacia atrás poniendo en evidencia sus firmes y exuberantes senos que eran imposibles de no notar y dijo.
—Se necesita un detector de mentiras para lidiar con tipos que dicen una cosa y piensan otra … Nadie dice la verdad … Todos mienten …
—¿Sobre qué? …
—De que están solos y cachondos y quieren solo una cosa …
Vanessa bebió de su copa mientras me miraba a los ojos.
—Pero una mujer tan linda como tu no debería tener estos problemas …
—¿Bromeas? … Ninguno es honesto y no admiten que quieren una sola cosa …
—Y eso, ¿no te hace sentir “usada”? …
—Bueno … En principio yo también quiero usarlos … Solo que después quiero algo más …
Me dijo dándome una mirada coqueta.
—Estoy seguro de que una como tú puede dejar boquiabierto a cualquiera …
—¿Acaso me estás coqueteando, Gabriel? …
—Bueno … ¿Por qué no? … Eres una mujer preciosa …
—¿Hablas en serio? … Mira, mejor no me pongas a la prueba …
—No me estoy burlando de ti … No soy el mejor, pero me encantaría …
Me interrumpí porque vi que Vanessa comenzaba a mirar detrás de mí. Un segundo después, Loredana se acercó.
—Gabriel, tú mamá quiere que saques la hielera grande que está en el garaje, ven, yo te ayudo …
Vanessa me sonrió con sus ojos lucientes y dijo.
—Ve, Gabriel … Luego terminaremos esta conversación …
Nos fuimos con Loredana hacia el garaje. Me distraje con la exigua minifalda de Loredana y sus bien torneadas piernas mientras caminaba delante de mí. Cuando entramos al garaje, Loredana en modo casual me preguntó.
—¿De que hablaban tú y esa bruja? … ¿Acaso interrumpí algo? …
—¡Ehm! … Estábamos recién conectando … Vanessa quería proponerme algo …
—¡Lo sabía! … ¡Esa bruja! … ¿Y qué le dijiste! …
En un momento me sentí como si todas las mujeres me persiguieran como un trofeo. Había muchas hermosas mujeres en mi patio.
—Que podría follarla …
—¡Gabriel! … ¡Por Dios! …
Los ojos de Loredana se abrieron a desmesura cuando se volvió a mirarme.
—¿Qué? … ¿Por qué no? … ¿Ella es bastante atractiva para su edad? … Y yo … Bueno … Soy un hombre joven y …
—¿Y yo te parezco atractiva? …
Preguntó animosamente Loredana.
—Sí … También tú lo eres …
Loredana me miró de una forma extraña, luego sorpresivamente exclamó.
—¡Joder! …
Acto seguido levantó el borde de su minifalda y mi mandíbula cayó, haciendo que mi boca se abriera en estupefacción. Expuso su pequeña tanga celeste. Contuve la respiración cuando vi que se la quitaba y luego me las arrojaba a la cara. Sus muslos parecían hechos de mármol e invitaban a ser acariciados. Puso sus manos en sus caderas y dijo desafiante.
—¡Por ningún motivo voy a dejar que esa bruja te tenga primero que yo! … ¡Debería haberte follado hace muchos años! …
Luego se giró y se fue caminando hacia el banco de las herramientas. Se inclinó apoyando sus antebrazos en el mesón, giró la cabeza y me sonrió.
—¿Qué haces ahí parado? … ¡Ven y fóllame ahora mismo! … ¡Vamos!, que no hay mucho tiempo …
Estaba realmente shockeado, balbuceé algo cómo.
—¡Podríamos ser atrapados! …
—¿Y qué? … ¡Vamos, Gabriel! … Es tu oportunidad … Sé que lo has querido … ¡Así qué, ven y fóllame! …
Loredana usó su mano derecha para tirar su corta faldita por sobre sus nalgas desnudas. Miré sus hermosos muslos, su cuerpo inclinado sobre el mesón, el estrecho surco de su trasero y más abajito los labios gorditos de su coño perfectamente depilado. Pensé que podría estar horas a contemplar la sensual belleza femenina de Loredana. Me abrí los pantalones cortos y saqué mi polla ya pronta a la acción, rápidamente me coloqué detrás de ella, hubiera querido desnudarla por completo, pero no había tiempo suficiente. Ella se alzó en punta de pies cuando sintió mi cercanía, aproximé mi hinchado glande entre sus invitantes labiecitos que se apartaron en forma acogedora y enfilé su húmedo orificio. Loredana empujó contra mi polla y bajó su peso. Mi polla entera se deslizó con facilidad en su ardiente coño y sus nalgas chocaron con mis muslos.
—¡Oh, Jesús, Gabriel! … ¡Qué grande que se siente! … ¡Fóllame rápido y fuerte! … ¡No tenemos mucho tiempo! …
Mi polla pareció crecer más en el apretado coño de Loredana, tomé sus caderas y comencé a embestirla violentamente dentro y fuera, metiéndolo y sacándolo.
—¡Ummmmm! … ¡Ahhhhh! …
Gimió ella mientras empujaba sus nalgas contra mis muslos.
En la universidad había tenido relaciones sexuales en cuestionables circunstancias, pero esta fue, con mucho, la más ilícita de todas. Cualquiera podría abrir la puerta del garaje y verme follando el delicioso coño de Loredana. La sola idea de ser descubiertos, de alguna manera atizó mis emociones y comencé a follarla con renovados bríos. Mi polla se hundía en su panal de miel y sus fluidos escurrían por sus piernas. Parecía un sueño estar follando con la hermosa Loredana. Clavé mis dedos en sus costados, deslicé una mano para acariciar sus tetas y seguí dándole duro, hacia adentro y hacia afuera, de pronto gimiendo la escuché decir.
—¡Carajo, Gabriel! … ¡Me voy a correr! … ¡Joder! … ¡Tu linda polla está haciendo que me corra! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Ahhhhh! … ¡Umpf! … ¡No pares, Cristo santo! … ¡Umpf! … ¡No pares! …
Escuchando los gruñidos de Loredana mientras alcanzaba su orgasmo, hizo que mis bolas comenzaran a ebullir y cosquillear. Vi como las piernas de ella se entiesaban y tiritaban, su trasero bajaba y subía restregándose contra mi polla.
—¡Uhhhhh! … ¡Ahhhhh! … ¡Umpf! … ¡Qué rico, Gabriel! … ¡Ummmmm, Gabriel! …
Gemía y chillaba Loredana apretando con los músculos de su coño mi polla hundida profundamente en ella, me fue imposible aguantar más y solté mi leche a torrentes dentro de su coño en llamas.
—¡Ohhh, Lore! … ¡Ughrr! … ¡Umpf! … ¡Umpf! …
Su coño se volvió resbaladizo y caliente mientras la llenaba de semen. Ambos gruñimos mientras su coño convulsionaba y daba apretones a mi polla para estrujar hasta la última gota. Tanto ella como yo estábamos perdidos en el éxtasis de nuestros clímax. Me apoyé a su espalda sintiendo mis piernas blandengues. Cada chorro que lancé a su hoguera me hizo estremecer violentamente. Su coño me apretó con fuerza y drenó toda mi semilla, causándome involuntarios espasmos de placer. Jadeé en afán tratando de recuperar mi respiración, cuando mi pene ceso de disparar borbotones de esperma dentro de ella.
—¡Joder, Gabriel! … ¡Eso estuvo muy bueno! … ¡Podríamos haberlo hecho antes! … ¡Ojalá tuviéramos más tiempo! …
Mi polla no se había reblandecido, tomé sus caderas y empujé toda mi envergadura dentro de su coño rebalsado de esperma, deliciándome de su estrechez mojada y resbaladiza, pero ella me dijo.
—¡Tienes que sacarlo, Gabriel! …
Su voz sonaba enronquecida, podía sentir su nerviosismo y ella trató de empujarme con sus brazos. Sin siquiera pensarlo, presioné su espalda con mi mano, su torso volvió a apoyarse sobre el banco de trabajo. Estaba listo para seguir follándola y con voz perentoria, le dije.
—¡No! … ¡Hasta cuando vuelvas a correrte! …
Mi mano izquierda agarró su cadera y mi mano derecha la mantuvo inmóvil sobre el banco de trabajo, al tiempo que comencé a embestirla salvajemente. Esta vez mis muslos se estrellaban contra sus glúteos; mis golpes eran cortos y veloces. Ella no tenía ninguna posibilidad de escapar. Su leve resistencia inicial desapareció del todo y acomodó su torso gimiendo y sintiendo mi envergadura entrando y saliendo de su coño dulzón y ardiente.
—¡Uhhhh, Gabriel! … ¡Nos van a atrapar! …
—¡Y que nos atrapen! … ¡Verán tu linda cara de putita cuando te corres! …
Le dije dándole enérgicas embestidas. Ella comenzó a gemir audiblemente al escuchar mis palabras y la seguí dominando con mis brazos y follándola con mi garrote duro e hinchado. Mis bolas cosquillearon, pero no me iba a detener hasta cuando ella comenzara a correrse. Sentí los temblores de Loredana mientras la follaba. Si esto duraba mucho, más probabilidades de que nos atraparan, era posible. Pero no me importaba nada. Sentí un intenso calor en mis piernas. Ver el trasero de Loredana que temblaba a cada embestida era todo un espectáculo en sí mismo.
—¡Umpf! … ¡Maldita sea, no te detengas! … ¡Ahhhhh! … ¡Ahhhhh! …
Gruñó fuertemente Loredana mientras más fuerte la follaba. De pronto arqueó su espalda y chilló como si hubiera sido herida. Sus glúteos volvieron a tiritar y su coño a contraerse con fuerza alrededor de mi gruesa polla.
—¡Ahhhhh! … ¡Ahhhhh! … ¡Ahhhhh! … ¡Maldito cabrón! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Lo hiciste otra vez! … ¡Umpf! … ¡Ahhhhh! … ¡Umpf! … ¡Que delicia! … ¡Umpf! …
Sintiendo todavía los convulsivos espasmos de su coño, me retiré e hice recorrer mi polla entre sus labios empapados hasta rozar su clítoris, hubo otros tiritones por parte de Loredana y otros chillidos.
—¡Umpf! … ¡Maldito! … ¡Maldito … ¡Tenemos que volver a hacerlo, pero no ahora! … ¡Umpf! …
Bromeando con ella, volví a penetrarla suavemente mientras atraía su cuerpo contra el mío.
—¿Deveras quieres que haya una otra vez? …
—¡Sí, cabrón! … Pero ahora tenemos que irnos …
Hubiera querido permanecer dentro de ella hasta correrme, pero de mala gana me retiré de nuevo. Loredana se giró hacia mí un poco tambaleante. Sus ojos se encontraron con los míos, pasé mis manos alrededor de su espalda y la atraje hacia mí. Mi polla humedecida y dura se aplastó contra su vientre. Una mano se movió atrás de su nuca y acerqué su labios a los míos para besarla intensamente.
—¡Gracias! … —Susurré sin dejar de rozar su boca con mi boca.
—Bueno … ¡Me gustó mucho eso! … —Dijo sonriendo.
—Fue fantástico … Lamento solo que no hayamos tenido más tiempo … sin pensar en nada
—Lo tendremos la próxima vez …
Dijo ordenando sus vestidos y sus cabellos. La observé mientras abría la puerta y se escabullía rápidamente. Saqué la hielera y se la llevé a mamá. Me senté un minuto a la isla de la cocina, luego escapé al baño para lavarme un poco.
Salí del baño distraído y sin pensar en nada, por eso me sorprendí cuando me encontré frente a frente con Vanessa.
—¿Dónde estabas escondido? … —Me preguntó sonriente.
—En el baño … —Dije tratando de sonar indiferente.
—¿Y antes de eso? … —Dijo arqueando una ceja interrogativamente, luego agregó—Antes que respondas … Vi a Loredana y ella parecía un poco “Desordenada” …
Sabía que ella se había dado cuenta de que yo y Loredana habíamos estado haciendo cosas. Tomé su brazo y la saqué del pasillo esperando que nadie nos viera.
—¡Escucha, Vanessa! … ¡Loredana me tomó por sorpresa en el garaje! …
Dije como disculpa y para no hacerla sentir mal.
—¡Sí, claro! … Imagino que mágicamente se le cayeron las bragas, ¿verdad? …
Me reí ante su comentario, algo incomodo respondí.
—Algo así …
Ella se acercó a mí y entre dientes siseó.
—¡Pero me lo habías prometido a mí! …
—Sí … Es verdad … Pero lo de Loredana no lo planeé …
—¿Lo disfrutaste? …
Preguntó Vanessa poniendo su mano derecha en mi cadera.
—¡Sí! …
La mano de Vanessa se deslizó sobre mi abdomen y luego más abajo.
—¡La follaste! …
—¡Sí! …
Sus dedos se movieron sobre el contorno de mi pene que comenzaba a endurecerse.
—¿Te corriste? …
Me preguntó mientras rozaba mi cuerpo con el suyo y sus ojos miraban directamente los míos.
—¡Sí! …
Respondí comenzando a respirar con afano, sintiendo los dedos de Vanesa que apretaban mi pene.
—¿Te gustaría volver a correrte? …
Me preguntó metiendo su mano en mis shorts y aferrando mi polla entiesada.
—¡Sí! …
Croé como un batracio en celo.
—Entonces, ven conmigo …
Dijo Vanessa sacando su mano de mis shorts. La seguí por el pasillo, pero en vez de ir al baño, siguió hasta el dormitorio principal. Cuando entramos ella cerró la puerta y le echó llave, luego se paró frente a la cama. La contemplé mientras desabrochaba sus jeans, deslizaba la cremallera y los empujaba hacia abajo con un sugestivo contoneo de sus caderas. Luego se quitó sus bragas carmesí. Me sorprendí cuando se quitó la camisa y emergió su cuerpo entero lleno de curvas sensuales.
—¡Vanessa … Luces genial! … —Le dije.
—Quieres decir … ¿Para ser una mujer de mi edad? …
Respondió sarcásticamente mientras se quitaba la blusa.
—¡Oh, no! … ¡Ninguna mujer se puede comparar a ti! …
En vez de acercarse a mí, Vanessa se giró y gateó sobre el edredón. Se giró y se acostó boca arriba abriendo sus piernas ampliamente, sin dejar de mirarme me dijo.
—Me gustaría saber algo …
Todavía no podía creer lo bella que era Vanessa, hechizado por su beldad, asentí diciendo.
—¿Uhm? …
—¿Lamerías mi coño? … Quiero tu polla, pero primero quiero correrme en tu cara de cabrón …
Sonreí ante su franqueza. Ella observó cómo me desnudaba, entonces pregunté.
—¿Y que hacemos si alguien llama a la puerta? …
—O los dejamos entrar para que miren … O les pides que regresen en algunos minutos más …
Me arrastré sobre la cama y me arrodillé al lado de Vanessa. Me incliné y besé sus labios carnosos cubiertos de un color rojo tinto, su lengua salió desesperada a dar la bienvenida a la mía mientras su mano me atrapaba por la nuca. Pellizqué sus delicados y pequeños pezones. Vanessa gimió cuando mi lengua empujó a la suya.
—¿Alguna vez le has hecho el amor a dos mujeres diferentes en el mismo día, Gabriel? …
Sacudí la cabeza en sentido negativo y dije.
—Ni siquiera en el mismo mes … En toda mi vida solo he tenido a cinco mujeres … Seis con Loredana y siete contigo …
—Es difícil de creer, ¿sabes? …
—También es difícil de creer que tu no tengas al menos un centenar de hombres queriendo hacerte el amor, ¿no? …
—Es muy halagador de tu parte decir eso … ¿Te gusta el sexo oral? … Pero debes responder sinceramente … ¿Realmente te gusta? …
Apreté suavemente el pezón derecho de Vanessa y sentí como se endurecía entre mis dedos.
—¡Por supuesto! … ¡Me encanta! … ¡Tuve una excelente profesora! …
—¡Oh! … ¿Y quien es la misteriosa afortunada? …
—Mi segunda novia … A ella le encantaba el sexo oral … Ella me dejaba hacerle sexo oral todas las veces que yo quería …
—¿Y quien no lo haría? … ¡Si se hace bien es genial! …
—Así es … Hacer que alguien se corra mediante sexo oral es estimulante …
Me encantaba poder hablar francamente con Vanessa.
—¿Y ella te devolvía el favor? … ¡Es lo mínimo que debía hacer! …
—Sí … A veces tardaba más de diez minutos … Me corría tan fuerte que casi la ahogaba …
Ella se quedó en silencio, pero con su mano empujó mi cabeza hacia abajo. La dejé conducirme y fui besando su piel hasta que llegué a su vientre, luego me moví entre sus piernas, besé delicadamente su muslo y ella gimió empujando su pelvis hacia mi boca. Luego se movió y la vi que acomodaba otra almohada bajo su cabeza.
Miré su monte de venus y me acerqué a su rajita caliente, podía ver claramente su clítoris en la parte superior de su hendedura, cuando lamí su pierna para acercarme a él, vi a Vanessa observándome fijamente. Metí mi lengua en el surco húmedo de su labia vaginal y lamí su botoncito hacia arriba. La espalda de Vanessa se arqueó y sus piernas se abrieron instintivamente, luego me dijo en un enronquecido susurro.
—No necesito nada dentro de mí … Solo tus labios y tu lengua harán la magia …
Un hormigueo recorrió mi cuerpo y restregué mi polla contra el edredón. Acaricie su vientre liso con mis manos mientras mi lengua trazaba círculos sobre su vulva. Me tomé el tiempo para lamer bien sus gruesos labios, Vanessa había dejado caer su cabeza hacia atrás, sus firmes tetas empujaban hacia arriba y comenzó a gemir audiblemente. Tomé sus piernas y las abrí levantándolas hacia arriba, haciendo que su coño se abriera como un fruto maduro. Me lancé a lamer su clítoris y lo chupé intensamente. Estiré una mano para acariciar sus senos y estimular sus pezones. Tenía a la vista el surco abierto de sus glúteos y noté el agujerito de su ano, bajé mi cabeza un poco y lo lamí, Vanessa se agitó y chilló.
—¡Jesús, Gabriel! … ¡Eres bueno! … ¡Uhmmmmm! … ¡Qué rico que me chupas el culo! …
Moví mis manos entre sus piernas y abrí los labios enrojecidos de su panocha. Entonces me sumergí en ese lago de fluidos de su conchita. Mi lengua rodeó su clítoris y deslicé mis manos a magrear sus senos y entusiasmar sus pezones.
—¡Dios bendito! … ¡Ssiii! … ¡Sí, Gabriel! … ¡Umpf! …
Chilló Vanessa mientras mi nariz se hundía en su monte de venus y mi boca succionaba su botoncito del placer, siendo azotado por mi lengua que más parecía un remolino. Las caderas de Vanessa se levantaron en el aire y sus manos engrifadas se clavaron en el edredón. Seguí chupándola y lamiéndola, a un cierto punto me separé de su ingle para follarla con mis dedos, ella jugaba con sus tetas. Al parecer ella realmente disfrutaba más el sexo oral, así que combiné mis dedos con lamidas y chupadas a su clítoris. Vanessa abrió ampliamente sus piernas y me le fui encima para besar su boca entreabierta que gemía sin cesar, aceptó mis labios y metió su lengua en mi boca, sus manos jugaron con mis cabellos mientras mis dedos follaban su coño apretado y jugoso.
Volví a plegarme entre sus piernas y lamí su coño como si fuera un manjar superbo y exquisito. Cambié ritmo y velocidad, aumentando el contacto con su clítoris, Vanessa cerró de golpe sus piernas y dejó escapar un fuerte gemido, entonces supe que estaba al borde de su orgasmo. Con las yemas de mis dedos comencé a sobajear el estrecho orificio de su culo. Vanessa empujó su ingle contra mi boca y sus piernas comenzaron a temblar en forma incontrolable mientras las juntaba y abría apretando mis mejillas entre ellas, escuché sus chillidos y gritos.
—¡Ahhhhh! … ¡Ahhhhh! … ¡Uugghhrr! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Ahhhhh! … ¡Umpf! … ¡Urghhhhh! … ¡Umpf! … ¡Ja-ja-ja-ja … ¡Umpf! … ¡Umpf! …
La sostuve firmemente con mis manos mientras ella intentaba a como sea posible escapar de mi boca. Vanessa gritaba y gemía convulsionando espasmódicamente, tratando de empujar mi cabeza lejos de su sensible clítoris, mi boca y mi lengua seguían pegados a su coño chupándola y lamiéndola para darle el máximo de placer. Su cara estaba deformada por la lujuria del momento y esperaba solo que nadie nos hubiera escuchado. Finalmente, ella se calmó y me arrodillé a su lado a contemplar como sus tetas subían y bajaban tratando de recuperar sus respiración, todavía tenía su espalda arqueada y su cabeza perdida en las almohadas.
Disfruté de los saltitos que daba cuando me incliné a dar algunos besitos a su clítoris, era la única reacción de su cuerpo. Entonces me escurrí entre sus piernas, agarré mi pene y lo empujé dentro de su caldero derretido; Vanessa no ofreció ninguna resistencia. La follé con desesperación y violencia, a cada embiste sus tetas rebotaban salvajemente. Observé su cara mientras la follaba, su respiración se había vuelto a agitar, pero mantenía sus ojos cerrados y levantó sus piernas para sentirme mejor. Ya no pude detener mi clímax. Enterré mi polla profundamente en ella, gruesas y densas ráfagas de semen salieron en forma explosiva de mi pene. Gruñí y empujé descargando toda mi lechita en su coño opresivo y constrictor que ordeñaba mi polla con intensos aprietes. Me quedé casi sin fuerzas enterrado profundamente en la panocha caldeada de Vanessa, mi pene seguía descargándose y mi cuerpo entero hormigueaba.
Dos fuertes golpes en la puerta me sacaron de mi trance post orgásmico.
—¡Gabriel! … ¿Estás en mi dormitorio? …
Escuché que giraba la manija, pero como Vanessa había echado llave, ella no pudo abrir la puerta. Todavía salían algunas gotitas de esperma de mi polla. Con voz ronca y quebrada, traté de responder.
—¡Sí, mamá! … ¡Estoy a punto de tomar una ducha? …
Me pareció surrealista responder a mi madre mientras todavía me corría en la conchita de su amiga. En todo caso mi pene no aflojó y le di otro par de embestidas potentes. Se me puso la piel de gallina cuando sentí que el coño de Vanessa me apretaba con fuerza.
—¡Pierde cuidado, hijo! … ¡Solo quería saber donde estabas! …
—¡Gracias, mami! …
Fue lo único que logré decir. Vi como las tetas de Vanessa se movían y dijo a alta voz.
—¡Este fue el mejor orgasmo de mi vida! …
—¿Cómo? … ¿Qué dijiste? … No te escuché …
Dijo mamá del otro lado de la puerta.
—Nada … Dije solo que me daría prisa …
Mamá no respondió nada, pero la sentí alejarse. Entonces le respondí a Vanessa.
—Fue tan caliente ver como te corrías, qué no me pude aguantar … Lamento no haber durado más … Me hubiera gustado disfrutarlo mucho más …
—Si continuabas, habrías tenido que sacarme de aquí en silla de ruedas …
—¿Es eso lo que quieres? … Mira que podría follarte otra vez …
—Estás todavía dentro de mí con tu polla dura … No puedo moverme … Fóllame hasta que me desmaye …
Por cerca de un minuto empujé fuerte y rápido. El coño de Vanessa parecía haberse recuperado y sentí como si succionase mi polla dentro de ella. Dejé de empujar y salí de su panocha goteante, mi pene estaba cubierto de semen, hasta en mis bolas tenía esperma pegoteada y ahora escurría sobre mis muslos. Al parecer de verdad iba a necesitar una ducha. Vanessa se me quedó mirando mientras me bajaba de la cama y me iba al baño; eché a correr el agua y me metí a la ducha. Cuando salí, Vanessa estaba desnuda de pie frente al lavamanos, la había escuchado cuando orinaba sentada al inodoro. Me acerqué detrás de ella y le dije.
—Vanessa … Eres una mujer hermosa e increíble …
—Gracias, Gabriel … Has dejado la vara muy alta en cuanto a sexo oral … Has arruinado todo mi maquillaje …
Me dijo ella sonriéndome coquetamente por encima del hombro. Apenas sequé mi cuerpo, me puse detrás de ella, tomándola por los hombros y miré su rostro en el espejo.
—Cuando quieras podemos volver a intentarlo …
Para mi sorpresa, sentí que mi polla comenzaba a levantarse. Vanessa debe haberlo sentido en medio a sus nalgas.
—Si no fuera porque tu mamá te anda buscando, te haría una mamada …
—Por mi parte, yo no me opongo …
Le dije sonriéndole maquiavélicamente.
—¡Cabrón! … ¡Has hecho que me vengan ganas de nuevo! … Para una próxima vez será … Te lo prometo …
Besé su cuello y acaricié sus tetas por última vez, luego la dejé a arreglar su maquillaje antes de volver al patio.
Mamá estaba rodeada por sus amigas, todas estaban sonriendo.
—Gracias a todas por haber venido … Mi hijo ya parte mañana a la universidad y no sé en cuanto tiempo más lo volveré a ver …
Dijo mamá con voz quebrada y ojos llorosos. Varias de sus amigas se acercaron a consolarla. Luego de un rato se recompuso e invitó a la gente a beber. Ella me miró cuando me acerqué al grupo.
—Gabriel … Ven a cortar la torta …
Había una hermosa torta con una escrita en chocolate, “Vuelve pronto”, realmente me emocioné, no sabía que ella me tenía esta sorpresa. Vi que Loredana encuadraba a Vanessa que volvía a la reunión, la miraba de arriba abajo. Pensé que ambas eran hermosas y me alegré de haber hecho el amor a las dos. Mientras comía despreocupado un trozo de torta, mamá se acercó moviendo su cabeza.
—¡Ay, Gabriel! … Ten cuidado con causar daño a mis amigas … Las mujeres somos frágiles y sensibles … Incluso aquellas que no lo parecen …
Miré su cara de reojo y le dije.
—Lo siento, mamá … Espero no haber arruinado la reunión …
—¡Mírales la cara a esas dos! … ¡De seguro no arruinaste nada! …
Me di cuenta de que mamá sabía que había tenido sexo con Loredana y Vanessa. Puso una mano en mi hombro y me estremecí.
—¿Te divertiste? …
—¡Uhm! … ¡Ambas fueron increíbles! …
Mamá levantó los ojos al cielo y exclamó.
—¡Buen Jesús, ayúdame tú! … ¡Eres un cabrón igual que tu padre! …
Me quedé para ayudarla a limpiar, ya que ella tan cortes como siempre, rechazó la oferta de todos de ayudarla a limpiar. Cuando por fin terminamos y sacamos las bolsas de basura, nos sentamos en las tumbonas y bebimos otra copa. Un cuarto de luna iluminaba el patio y emitía reflejos en la piscina, entonces le pregunté a mamá.
—¿Salió todo cómo te lo esperabas? …
Ella sorbió de su copa de espumante y dijo.
—¡Sí! … ¡Más o menos cómo yo quería! … ¡Pero la tristeza queda, tú mañana te irás! …
—Bueno, mamá … Me queda solo este año … Estamos cerca de los exámenes finales y después volveré aquí para quedarme … Además, papá estará en casa en dos semanas más …
Ella se quedó con la mirada perdida en el horizonte y no dijo ni una palabra más.
A la mañana siguiente entré a la cocina, mamá estaba de pie frente a la isla, sostenía una taza humeante de café recién hecho. Vestía su clásica bata rosada que le cubría desde la punta de los pies hasta el cuello, anudada con un grueso cinturón. Era un bastión verdaderamente inexpugnable.
—¡Buenos días, Gabriel! … ¿Dormiste bien? …
—¡Uufff! … ¡Cómo un lirón! …
—Bueno … No me extraña, después de todo el ejercicio que tuviste …
—¡¡Mamá!! …
Dije fingiendo escandalizarme. Ella no me dignó ni siquiera una mirada, solo se giró sonriendo y se sirvió otra taza de café.
—¿Qué? … Mira que Loredana me contó todo … Somos mejores amigas, no lo olvides …
—¡Oh! … ¿Deveras? … ¿Y que te dijo ella? …
—Dijo que eras bueno y que le propusiste volver a hacerlo …
Casi me ahogo con la sorpresa, jamás pensé en que Loredana le diría todo a mamá. Intenté replicar una respuesta, pero ella añadió.
—Le dije que tanto tú como ella son adultos, así que pueden hacer cualquier cosa se les pueda antojar …
Dejé mi café sobre la isla y le dije.
—Lo siento si te hice sentir incomoda …
Extendí mis brazos, ella colocó su café sobre la encimera y me dejó abrazarla, estrechándome fuertemente entre sus brazos. Por supuesto que sentí sus voluminosos melones aplastándose contra mí. Cuando la solté, ella tomó otro sorbo de café y dijo.
—Sentí celos, ¿sabes? …
Luego se levantó y antes de salir de la cocina, dijo.
—Me voy a recostar un rato … No tardaré mucho …
—Está bien, mamá … Aprovecha de descansar, hoy es domingo …
Mamá regresó a su dormitorio sorbiendo de su café. Yo me serví una segunda taza y me quedé un poco pensativo; en eso, sonó el teléfono. No podía ser papá, porque el coordina sus llamadas con el meridiano de Greenwich. Lo dejé sonar pensando que mamá respondería, pero al cuarto timbre, decidí de responder yo.
—¿Hola? … ¡Oh!, hola, Julieta, eres tú … Mamá se acaba de ir a reposar … Espera que vaya a verla …
Julieta era la prima de Mamá, hija de un hermano de su padre. Normalmente ella llamaba para hablar con mamá. Llevé el inalámbrico por el pasillo. Cuando me acerqué a su puerta escuché voces. Intrigado abrí despacio su puerta para mirar hacia adentro. Me paralicé. Mamá estaba viendo porno de nuevo. Yacía sobre su cama con las piernas abiertas y un enorme vibrador dentro de su coño. Tenía los ojos cerrados en éxtasis. Me tomé un momento para deleitarme con sus enormes pechos desnudos, tan firmes y hermosos como siempre. Rápidamente salí de su habitación y caminando por el pasillo hablé por teléfono.
—Está adormecida todavía … ¿Por qué no pruebas a llamarla un poco más tarde? … De todos modos le diré que llamaste cuando se despierte …
Quedó grabada en mi mente la imagen de mamá con ese tremendo vibrador. Ya sabía que mamá era tremendamente caliente con papá. Nunca se preocuparon de mantenerlo en secreto. No eran para nada tranquilos o discretos cuando follaban. Sin reflexionar mucho, me devolví por el pasillo a echar otro vistazo. Mamá era demasiado atractiva, pero verdaderamente nunca me provocó algún sentimiento cachondo, hasta estos últimos días.
Mamá estaba en la misma posición. Podía escucharla jadear mientras el suave ronroneo del vibrador hacía tiritar los labios de su coño. Sigilosamente avancé hasta pararme al lado de su cama. Observé como ella restregaba la cabeza del vibrador contra su clítoris y daba suaves chillidos arqueando su cuerpo en éxtasis. Sus tetas parecían más llenas y firmes que nunca, con sus pezones erguidos mientras sus caderas se estremecían con el suave toque del vibrador.
Tengo que admitir que me puse duro como el granito. No hay nada más excitante que ver a una mujer hermosa y cachonda cuando se masturba y se corre; eso a mí me vuelve loco. Fascinado me incliné sobre la cama. Observé su hermosa teta izquierda, hechizado por su belleza, estiré mi mano y mis dedos atraparon su pezón. Los ojos de mamá se abrieron de golpe.
—¡¡Gabriel!! … ¿Qué estás haciendo aquí? …
Su mano dejó de restregar el vibrador sobre su clítoris y se detuvo. No sabía que decir, no había nada que me pudiera excusar de mi imprudencia. Puede sonar tonto, pero dije.
—Ayudando …
Apretando su pezón entre mis dedos, ella no hizo ningún intento para alejar mi mano de su pezón.
—¡Oh, Gabriel! … ¡Me siento tan sola y cachonda! …
Ella volvió a mover el vibrador sobre su coño.
—Podría ayudarte con ambas cosas …
Sus caderas volvieron a girar y a empujar contra el juguete vibrante.
—Estoy muy excitada y celosa de que hayas hecho el amor con Loredana y Vanessa … Me muero de ganas porque me lo hagas a mí …
—Puedo ayudarte con eso …
—Cuando estaba junto a tu padre, él me lo hacía todos los días … El cumplía a cabalidad sus deberes conyugales …
—¿Todos los días? …
—Mínimo cinco días a la semana … Pero a veces, más de una vez por día …
—¡Guau! …
—Por eso me masturbo todos los días, Gabriel …
Mamá me dio una extraña mirada, no sé si se esperaba un consejo o una reprimenda de mi parte, pero se quedó expectante. Mi cabeza estaba llena de ideas locas a consecuencia de que mi pene amenazaba con romper mis shorts. Finalmente expresé.
—Eso es increíble y terriblemente cachondo, mami …
Por instantes mis ojos la contemplaron de arriba abajo, su voluptuoso cuerpo se movía con provocativos y sinuosos movimientos, los labios de su coño aplastados por ese artilugio que no cesaba de zumbar.
—¡En serio crees eso? …
Los ojos de mamá se abrieron del todo cuando mi otra mano agarró su otro pezón, ahora sus dos enormes tetas estaban en mis manos.
—¡Claro que sí! … ¡Tienes un cuerpo precioso, mamá! … ¡Sabía que te sentías sola, pero no se me ocurría nada para ayudarte! …
Dije un poco apresuradamente.
—¡Pues ahora tienes la oportunidad, Gabriel! … ¡Ahora sé cómo podrías ayudarme! …
Vi cuando abrió sus piernas y la cabeza redonda del vibrador se metió entre sus jugosos labios vaginales. Mi polla dio un respingo. Sabía que ella me iba a proponer alguna cosa, pero no se si estaba dispuesto o no a contentarla. Inocentemente pregunté.
—¿Y cómo, mami? …
Sus ojos brillaron lujuriosos.
—¡Puedes ayudarme a que me corra! … ¡Cómeme el coño si te apetece! …
Me desplacé sobre el edredón y me arrodillé en medio a sus piernas abiertas. Por un momento jugué con sus enormes tetas, mamá gimió. Cuando bajé mi boca y comencé a besar sus muslos, mamá jadeó. Levanté mi cabeza y le dije.
—¡Adelante, mamá! … ¡Córrete! …
Luego me zambullí a buscar su vulva abierta y mojada. El vibrador cosquilleaba mi nariz, ella seguía moviéndolo sobre su clítoris expertamente. Entonces mojé dos de mis dedos y se los clavé en su estrecho trasero, mamá chilló y se retorció. Mi lengua había encontrado un espacio entre su coño y el agujero de su culo. De tanto en tanto le daba besitos en sus piernas. A un cierto punto ella encorvó su espalda y dejó de respirar, como pronta a lanzar un grito desesperado, había quitado el vibrador de su coño. Era mi oportunidad, me lancé famélico a alimentarme de su copioso zumo de coño y me apoderé de su turgente clítoris. Mamá se encabritó y comenzó a contorsionarse por toda la cama, me apoderé de sus muslos y la aprisioné con mis brazos. Su cuerpo se estremecía y parecía temblar toda al tiempo que chillaba como una marranita revolcándose en la cama.
—¡Iiiigghhh! … ¡Uuuuyyyy! … ¡Aaarrrggghhh! … ¡Aaaahhhh! … ¡Mmmmmm! … ¡Hmmmmm! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Ay! … ¡Ay! … ¡Ay! … ¡Qué rrriiicooo! … ¡Umpf! … ¡Me vas a matar! … ¡Umpf! … ¡Umpf! …
Me fijé como su lengua había salido de su boca y mojaba sus labios resecos, sus ojos aún estaban cerrados mientras los espasmos todavía la hacían gruñir y estremecerse. Su rostro lucía aún más hermoso deformado por la lujuria y el intenso placer. Su frente fruncida le daba carácter. Cuando su orgasmo comenzó a decrecer, subí por su costado y acaricié su frente alisando sus cabellos, luego envolví su mejilla en la palma de mi mano. Mamá continuaba con el vibrador entre sus piernas apretadas, muy cerquita de su coño. De pronto abrió los ojos y me sonrió.
—Eso fue mucho más agradable que hacerlo yo sola …
Suavemente la besé en los labios y me quedé con mis labios rozando los suyos. Sentí su lengua acariciando mis labios y bajé los míos para meter mi lengua en su boca. Mamá suspiró.
—¡Ya nadie besa cómo tú! … ¡Me vienen escalofríos cada vez que me besas! …
—En todo caso … Eso nunca te hará daño, mamá …
Acaricié su cara, su cuello y su mandíbula muy parecida a la mía mientras estaba inclinado muy cerquita sobre ella. Volví a rozar sus labios con mi lengua y ella también saco su lengua para jugar con la mía. Cuando me senté en la cama, la expresión de mamá cambio.
—¡No te vayas! … ¡Por favor! …
Me levanté y le sonreí.
—¡No voy a ninguna parte, mamá! …
Me moví hacia la parte baja de la cama. Ella se enderezó sobre los codos para mirarme. Tomé el vibrador y le dije.
—¡Levanta las rodillas para mí! …
Mamá sin cambiar de posición, levantó sus rodillas. Me arrodillé a su costado y usando mi mano derecha rasgueé su clítoris como si fueran las cuerdas de una guitarra. Mamá gruño fuertemente mientras su espalda se encorvaba y su cuerpo tiritaba al ritmo de mis dedos. Luego con el índice y el dedo medio, abrí su labia vaginal hacia los costados, luego acerqué el vibrador que tenía en mi mano izquierda y comencé a moverlos hacia arriba y hacia abajo lenta y dulcemente.
Mamá estaba a punto de decir algo cuando la punta del vibrador aplastó su clítoris. Sus caderas se sacudieron con fuerza y se levantaron de la cama. Lentamente moví el vibrador lo más suavemente posible sobre sus enrojecidos e hinchados labios, cuando alejé el vibrador de su clítoris, mamá abrió sus ojos y asintiendo con su cabeza, dijo.
—¡Ummmmm! … ¡Ssiii! … ¡Asiii! … ¡Uhhhhh! … ¡Ssiii! …
Empujé suavemente el vibrador dentro del agujero de su coño y lo vi desaparecer entre sus empapados pliegues. Cuando comencé a moverlo dentro y fuera de ella, las manos de mamá arañaron y se crisparon sobre el edredón. Un ahogado chillido escapó de su boca, entonces mi dedo medio comenzó a rozar su clítoris en forma vertical, hacia arriba y hacia abajo. Moviéndome en forma deliberada, trabajé el vibrador y su clítoris contemporáneamente.
Las manos de mamá se agarrotaron con más fuerza y arrugaron el edredón entre sus dedos, mientras sus caderas comenzaron a moverse de modo incontrolable para sincronizar con el movimiento del vibrador que entraba y salía de coño. Sonreí al ver a mamá tan caliente y desesperada a follar con el artilugio zumbador. Moví mi dedo más rápido sobre su clítoris. Los temblores de su cuerpo ya me anunciaban la proximidad de su orgasmo, sabía que se correría en los próximos minutos.
—¡Gabriel, haz que me corra! … ¡Por favor, hazme correr! …
—Solo relájate y déjate llevar …
Ella susurró y yo respondí. Sus ojos se cerraron, me tomé el tiempo de trabajar bien el vibrador dentro y fuera de su apretado coño, incrementando en forma lenta los empujones, así como el contacto de mi dedo medio sobre su clítoris. La frente de mamá estaba perlada con gotas de sudor que parecían pequeños diamantes, el surco de sus tetas también estaba húmedo. Su cabeza comenzó a moverse de lado a lado mientras su cuerpo comenzaba a abandonarse a las sensaciones de su orgasmo cercano.
Cuando vi que su vientre se hundía y sus pechos se agitaban, supe que se iba a correr si aumentaba un poco la intensidad de mis caricias. Comencé a follarla rápidamente con el consolador mientras mi dedo volaba sobre su botoncito. El torso y la cabeza de mamá se alzaron violentamente hacia adelante, sus piernas se tensaron, sus caderas se descontrolaron, juntó sus piernas enérgicamente y las puso tiesas hacia adelante. Moví mi el vibrador más rápido y mi dedo también. Entonces ella estalló.
—¡Uuurrrggghhh! … ¡Aaahhh! … ¡Ahhhhh! … ¡Ahhhhh! … ¡Ummm, delicioso! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Oh, Gabriel! … ¡Umpf! … ¡Aaaahhhh! … ¡Umpf! … . ¡Uuuuhhhh! … ¡Umpf! … ¡Qué rico! … ¡Ssiii! …
Sin duda su orgasmo fue abrumador porque ella se revolcaba en la cama con sus piernas muy apretaditas mientras gemía y parloteaba cosas incomprensibles. Luego su cuerpo se aflojó, dejé caer el vibrador sobre la cama y usé ambas manos para acariciar la parte superior de sus muslos, empujando mis manos hacia arriba hasta juntar y apretar los labios de su mojado coño. Desde allí froté sus caderas, su vientre y luego sus pesados pechos, sosteniendo hacia arriba cuidadosamente cada uno de ellos; delicadamente los amasé y sobajeé, acariciando su delicada piel. Después volví a acariciarla hacia abajo, rozando su piel con delicadez a través de su abdomen. Cuando me moví a la convergencia de sus piernas y descuidadamente rocé su clítoris, mamá dio un respingo.
—¡Mierda! … ¡Estoy en llamas! … ¡Lo siento por todo mi cuerpo! …
Continué a masajear dulcemente su piel cálida y sudada, hacia arriba y hacia abajo, desde sus pies hasta su rostro por varios minutos. Con un susurro apenas perceptible, mamá ronroneó.
—Estoy en el paraíso, ¿verdad? …
—Tal vez, sí … Tu luces como un ángel, mamá … Eres tan hermosa …
—Me siento como en una nube …
Seguí tocando la piel de mamá por todos los lugares donde mis dedos podían llegar. Mamá abrió los ojos observando como la acariciaba. Y añadió.
—Tienes dedos mágicos, Gabriel … Nunca me he sentido tan bien … Eso fue increíble …
—¿Fue? … ¿Qué quiere decir? … ¿Qué hemos terminado? …
Mamá me sonrió afectuosamente mientras me miraba.
—¿Y que quieres? … ¡Gracias! … ¡No puedo soportar más! …
Me arrastré hacia ella colocándome entre sus piernas boca abajo. Ella no dijo nada, pero me miraba en forma curiosa e interesada mordiendo su dedo índice sugestivamente. Mi cara estaba a solo centímetros de su pelvis y de su clítoris. Sus ojos seguían cada uno de mis movimientos. Empujé mi lengua hacia adelante y toqué su labia hinchada. Mamá mordió su dedo y dio un rebote.
—¡Oh, Gabriel! … ¿Qué me vas a hacer? … ¡No, Gabriel! … ¡Oh, no! …
—¡Estás loca si crees que no me voy a comer esta sabrosa panocha tuya! … ¡Es lo más rico del mundo! … ¡Solo relájate y déjame hacerlo! … ¡Seré gentil! … ¡Te lo prometo! …
Las piernas de mamá se entiesaron por un momento mientras pasaba mis manos debajo de sus glúteos, los rodeaba y alcanzaban su vientre liso. Centré mi boca con su conchita rosada y con mis dedos abrí los gruesos labios empapados, luego penetré su delicado agujero rosado con mi lengua. Inicié a hozar en la laguna de fluidos de su coño, bebiendo directamente de su acuosa afluente, enseguida azoté su clítoris con la punta de mi lengua. En vez de estremecerse, mamá solo dijo.
—¡Ufffff! … ¡Uhhhhh! … No tenía idea de que te gustaba tanto hacerme esto …
—Siempre lo he disfrutado … Tu eres una mujer con una deliciosa panocha y te corres en modo increíble … Solo quiero ver eso una vez más … Relájate y disfrútalo … Yo lo estoy haciendo …
Mamá levantó sus piernas y abrió sus rodillas, dejando su entera conchita abierta para mi lengua. Durante los siguientes minutos use mi lengua para acariciarla, azotarla y penetrarla. No tenía ningún apuro, la debía solo llevar otra vez al ápice del placer.
Mamá gemía y movía cadenciosamente sus caderas mientras mi lengua bailaba dentro de su panocha, arrastrándose como un remolino hasta su clítoris. Observé fascinado como su estómago se hundía y sus manos copaban sus tetas enormes y comenzaban a tirar y pellizcar sus pezones. Probablemente esto significaba que su libido se incrementaba junto a su cachondez; pronto estaría lista para otro orgasmo.
Moví mi pulgar derecho y lo enterré en su coño ardiente mientras mi lengua rastrillaba su botoncito encapuchado. Mamá gruño audiblemente. Esta vez sus piernas se juntaron un poco y luego volvieron a abrirse. Sus caderas se levantaron. Concentré mis chupadas sobre su clítoris más y más rápido.
—¡Oh, Santo Dios! … ¡Me voy a correr otra vez! …
Dijo en un quejoso gemido. La chupe con más fuerza y dejé que mi lengua se moviera como ventilador sobre su almendrita enardecida. Espasmos convulsivos golpearon el cuerpo de mamá y sus piernas temblaron. Fue un orgasmo mucho más limitado y reducido que los anteriores, pero su bellísimo rostro de placer era impagable. Besé su vientre y acaricié sus senos agitados por su respiración fatigosa.
—¡Oh, Gabriel! … ¡Eres muy bueno comiéndote mi coño! …
Me levanté con mi cara brillante y mojada con los fluidos de mamá. Ella me observó mientras me quitaba la remera. Luego me quité los shorts y los colgué en mi polla dura como palo. Mamá suspiró.
—¡Nunca imaginé que esa cosa tuya fuera tan grande y gruesa! …
La sacudí hacia los lados y los pantaloncitos cortos cayeron sobre la cama.
—¡Está así porque quiere estar dentro de ti! …
—¿Dentro de mí? … ¿Y quieres meterme esa cosa después de todo esto? …
—¡Y nada ni nadie me va a detener, mama! …
Ella me sonrió. Sorprendentemente, ella se levantó frente a mí, se acercó y aferró mi polla con su mano. Esperé que ella dijera que todo había terminado. Pero en lugar de eso, dio un paso hacia atrás y cayo de rodillas frente a mí, su cabeza quedó a centímetros de mi polla.
Mamá miró mi pene con sus ojitos achinados y lucientes, luego rodeó mi envergadura con sus dos manos y metió mi glande en su boca, iniciando una feroz mamada a mi cabezota. Acto seguido, lo soltó y engulló toda mi polla sin ahogarse ni toser ni con signos de arcadas. Entonces mamá comenzó a chupar mi entera polla en modo salvaje. Cuando digo salvaje, me refiero a que lo hacía en forma incansable y sin detenerse. Su mano derecha me bombeaba cuando ella trataba de recuperar su respiración. Gimiendo puse mi mano en su nuca y follé su boca guiando su mamada exquisita a mi polla.
—¡Mamá, si sigues así me voy a correr en tu boca! … ¡Qué carajo! … ¡Mami, te digo que me voy a correr! … ¡Oh, no! … ¡Oh, no! … ¡Oh, ssiii! … ¡Oh, ssiii! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Ahhhh! … ¡Umpf! …
Mamá no se inmutó y tampoco se detuvo, incluso podría decir que me agarró con más fuerza y succionaba mi pene con renovados bríos. Finalmente, mis piernas se tensaron, apreté mis glúteos y disparé una primera andanada de semen en la garganta de mamá. Gruñí y embestí la boca de mamá sujetando su cabeza, porque ya no quería que se retirara. En cambio, ella chupó con mayor ahínco y tragó con abandono todo mi semen.
—¡Qué rico que es tu semen, Gabriel! … ¡Copioso y sabroso! … ¡Espero te haya gustado tanto como me gustó a mí! …
Dijo mamá echando su cabeza hacia atrás y golpeando su mejilla con mi polla semi dura.
—¡Santo carajo, mamá! … ¡Eso estuvo delicioso! …
Mamá me sonrió satisfecha mientras sus dedos estrujaban mi polla y ella recibía algunas gotitas en su lengua. Me sorprendí cuando me dijo.
—Espero que ahora no me decepciones … Sé que puedes correrte más de una vez …
La miré mientras ella lamía gustosa mi cabezota y me la dejaba totalmente limpia.
—Mami … ¿Acaso quieres que te folle? …
—¡Tienes que hacerlo! … ¡Ahora te irás y yo moriré sin tu polla! … ¡Es necesario que me la des una vez más! … ¡Puedes hacérmelo como tú quieras! …
Mi polla comenzó a reaccionar casi inmediatamente ante las cachondas palabras de mamá. Pude ver el brillo de mi semen en sus labios mientras me decía que tenía que follarla. Había una lucecita en sus ojos que me decía que ya lo había decidido todo. Ella se giró y puso una almohada bajo su vientre, se acomodó con sus piernas medianamente abiertas y levantó sus nalgas, regalándome una maravillosa visual de su culo y su empapada panocha. Gruñí emocionado mientras me colocaba detrás de ella, sostuve mi pene en mi mano y luego me hundí en su panal de miel. Cuando mi cabezota desapareció entre los gorditos labios de su coño, mamá gruñó.
—¡Uggghhh! … ¡Se siente tan rico tu polla en mi panocha, Gabriel! …
Comencé un mete y saca sostenido, sentí el temblor de sus piernas mientras mi polla se deslizaba deliciosamente en su resbaladizo coño.
—¡Sí me follas fuerte me correré! …
Dijo mamá. No sé si lo dijo como una sugerencia o como una instrucción para que lo hiciera enérgicamente, de todos modos, su coño estaba tan caliente que aumenté mi velocidad y la fuerza de mis embistes. Sus nalgas se azotaban en mis muslos. Coloqué ambos brazos a los costados de ella e inicié una furiosa serie de embestidas. El coño de mamá me apretó la polla mientras la bombeaba y la follé más fuerte todavía. Sus piernas se estremecieron y ella levantó un poco más su trasero, entonces la follé salvajemente empujando mi polla hacia adentro y hacia arriba, llegando casi a levantarla de la cama.
Mamá usó sus brazos para mantenerse, luego plegó sus piernas doblando y abriendo sus rodillas al máximo, su coño quedo en un ángulo perfecto para aceptar toda la longitud de mi polla y yo se la di. La follé como un loco aferrando sus caderas y tirándola contra mí mientras empalaba su coño estrecho con mi polla dura. Mamá gruño y lanzó una especie de bramidos. Ver el hermoso culo de mamá ofreciéndose de ese modo maravilloso, terminó por encender toda mi fogosidad y golpeé sus nalgas con violentos y salvajes empujones. Para mi horror, el coño de mamá pareció cobrar vida e inició a apretar mi polla, como dándole mordiscones y ella lanzó un chillido desesperado.
—¡Me voy a correr! … ¡Me voy a correr! … ¡Umpf! … ¡Ahhhhh! …
La cabeza de mamá se volteó para mirarme, no pude resistir ni un segundo más y la llené con abundante semen caliente, le disparé con todas mis fuerzas. Ambos estábamos sudados y mamá tembló de pies a cabeza.
—¡Me estoy corriendo! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Me estoy corriendo! … ¡Uhmmm! … ¡Qué rrriiicooo! … ¡Umpf! … ¡Ahhhhh! … ¡Ahhhhh! …
Todo era calor y humedad entre nuestros cuerpos. Durante los segundos siguientes nuestros cuerpos se entregaron a la lujuria desenfrenada con gemidos, gruñidos y contorsiones. Mi cuerpo estaba absolutamente fuera de control mientras mi leche salía a borbotones dentro de su apretado y ardiente coño. Pasaron varios segundos de este descontrol. Mamá gimió empujando hacia atrás y ligeramente hacia arriba, sorprendentemente mi polla se enterró aún más profundo en su femineidad y descargué mis últimas ráfagas en el fondo de su ajustadísimo coño. Cuando me retiré, vi mi pene enrojecido deslizarse fuera de ella y vi una gruesa hebra perlada de semen escurriendo de su agujero rosado y mojado. Mamá se desplomó sobre el edredón y exclamó.
—¡Oh, querido! … ¡Cuánto te voy a extrañar! …
Me reí y mi cuerpo todavía sensible, hizo que la risa me produjera un agradable hormigueo en mi estómago.
Me moví alrededor de mamá y me acomodé con la cabeza en la almohada. Mamá todavía estaba inmóvil con su cabeza enterrada en la almohada. Lentamente se enderezó y arrastró su cuerpo para acurrucarse contra mí, levantó su muslo y aplastó mi pene blandengue, luego con sus uñas jugueteó con los vellos de mis pectorales y fingió arañar mis tetillas como una gata salvaje. Mi mano se deslizó por su espalda hasta alcanzar sus firmes posaderas y acaricié el estrecho surco entre ellas.
—¿Esto te parece antinatural? …
Preguntó encaramándose cerquita de mi oído.
—¡Claro que no! …
Respondí sin saber para donde iba esta conversación.
—¿Puedo decirte algo? … Algo que quizás no debería decirte …
—Sí … Todo lo que quieras …
—Cuándo me follaste esta última vez, olvidé que eras mi hijo … Comencé a masturbarme … Pensando en cómo tú lo hacías con Loredana y Vanessa … Nunca había fantaseado con ningún hombre como contigo … Siento un poco de celos y vergüenza … Tal vez culpabilidad …
—¿Te sientes más avergonzada o, más culpable? …
Mamá se estrechó contra mi pecho y susurró.
—Culpable, creo … Pero al mismo tiempo estoy feliz y satisfecha … Me siento más mujer … ¿Y tú! … ¿Cómo te sientes? …
—No … No me siento culpable … Una vez que te vi alcanzando esos maravillosos orgasmos … Me sentí feliz … Solo vi en ti a la maravillosa y hermosa mujer que eres …
—¿En serio crees que soy una hermosa mujer? …
—¡Sí! … ¡Lo eres! … Y cuando estás teniendo sexo, eres un diosa …
—¿Y pensarás lo mismo mañana? …
—¿Mañana? … Yo pensaba hacerte el amor en un rato más … Siempre y cuando tu también lo quieras …
Los ojos de mamá se abrieron en sorpresa. Tembló en un escalofrío, su piel se erizó y me dijo.
—¡Oh, Dios? … ¿No crees que es demasiado para una anciana como yo? …
Me reí divertido ante su comentario interrogante.
—Mamá … Te vi correrte … Ninguna mujer se corre como tú … Pareces una colegiala a su primera vez …
—¡Ay, Gabriel! … ¿Dónde diablos aprendiste a mentir así? …
Ella y yo nos lanzamos a reír. En los siguientes minutos solo nos prodigamos muchas carantoñas y caricias de amor y de afecto. Me relaje de tal modo que no sé en que momento me quedé dormido con mis brazos todavía rodeándola.
Salí de casa de madrugada, mamá dormía profundamente, debía regresar a la facultad. Mi auto había sido reparado. Este había sido un fin de semana que jamás olvidaré. Mamá me había mostrado una parte diferente de ella y yo hasta el día de hoy me alegro de haber finalmente descubierto lo hermosa que es mamá.
Fin
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