Desde ese día nos convertimos en amantes, cosa que el cornudo de mi esposo ni cuenta se ha dado.
Una mujer se cansa de las burlas de su marido por el exceso de peso, y se venga haciéndose amante de su vecino..
Desde ese día nos convertimos en amantes, cosa que el cornudo de mi esposo ni cuenta se ha dado.
Al principio pensaba que, mi marido, me tenía mucha confianza, pero cuando me di cuenta, de la verdadera razón, por la cual mi marido no me celaba, me sentí extremadamente mal.
Resulta que ahora tengo un poco de sobre peso, ahora tengo unos 25 kilos de más, para ser exacta, pero para cuando me enteré, que mi esposo piensa que debido a lo gorda que estaba (antes tenía 35 Kilos de más) ningún hombre se fijaría en mí.
Aparte de que me di cuenta, que desde que aumenté de peso y en ocasiones me ha hecho pasar una gran vergüenza al ridiculizarme frente a nuestras amistades.
Todo eso me deprimió más de lo que ya estaba, hasta que un día en que en nuestra casa, había una pequeña fiesta a la que asistían varios de nuestros vecinos y conocidos, uno de los vecinos estaba buscando el baño, y accidentalmente o por equivocación, entró a nuestra habitación donde yo me encontraba terminando de secarme, recién salida del baño completamente desnuda y a punto de vestirme, cuando él se dio cuenta, de inmediato avergonzado salió de inmediato disculpándose.
Luego escuché a ese vecino, de buena fe, diciéndole a mi marido, que por accidente había entrado a nuestra habitación, donde yo me encontraba vistiéndome.
Mi esposo en lugar de dejar el asunto como un simple accidente, comenzó a burlarse diciéndole que, si no se había quedado ciego, al verme desnuda, que él no se hacía responsable, por los daños que yo le hubiera causado a su visión, al ver semejante cantidad de grasa junta, esa fue la gota que derramó el vaso.
Desde ese instante tomé la decisión, de darle una lección al hijo de la gran puta de mi esposo.
Así que en plena fiesta comencé a coquetear abiertamente con varios de los presentes, aunque la mayoría de ellos, quizás no me tomaron en serio, o pensaron que trataba de ser una buena anfitriona, pero un vecino de dos casas más abajo, por lo visto si interpretó muy bien las señales que le di.
Aunque realmente el tipo no es un adonis, delgado, narizón y bastante calvo para ser un hombre de 28 años.
Pero como dicen peor es nada, así que cuando me continuó pidiéndome que le diera una oportunidad, que estaba loco por mí, decidí arriesgarme.
Así que cuando me encontraba sirviendo la comida, le pregunté donde y cuando nos podíamos ver a solas, me respondió que si yo lo deseaba podíamos ir ya mismo a su casa, ya que mi esposo estaba tan interesado como el resto de los invitados, en el juego de futbol que estaban dando por la TV, que ni cuenta se daría que yo no estaba, de inmediato el vecino salió de mi casa, con rumbo a la suya.
Aunque pensé que estaba a punto de cometer una locura, y que seguramente me arrepentiría a mitad de camino, solté los cubiertos con los que servía la comida y sin hacer ningún comentario me encaminé a la puerta de la calle.
A medida que caminaba por la acera en dirección a su casa, me decía a mí misma. “Está bien llegas a su casa, le dices que todo fue un malentendido y te regresas, y aquí no ha pasado nada.”
Pero apenas entré a su casa, él cerró la puerta y de inmediato me ha tomado entre sus brazos y con una rapidez inesperada por mí, me ha plantado un tremendo beso en la boca.
Yo me quedé como paralizada por unos instantes, sentí sus manos acariciando todo mi cuerpo, al tiempo que su boca besaba la mía con insistencia loca.
Algo dentro de mí que no sentía hacía mucho tiempo, me hizo olvidar todas las excusas que yo planeaba decirle, antes de marcharme.
Hasta la idea de irme desapareció totalmente de mi mente, en esos momentos, él no hacía otra cosa que acariciar mi cuerpo y besarme, al tiempo que como si estuviera fuera de sí repetía mi nombre de manera seguida.
No sé si fueron los besos, las caricias o la manera insistente en que repetía mi nombre, que ya no me importó nada, así que cuando sentí que me estaba abriendo el vestido que yo estaba usando, no hice nada por detenerlo.
En cosa de segundos ya me tenía casi desnuda del todo, yo por mi parte de momento me sentí tan excitada, que respondí besándolo de la misma manera que él me besaba, y hasta comencé a soltar la correa de su pantalón, y a los pocos segundos ambos nos encontrábamos semidesnudos los dos.
Él me condujo hasta el sofá de su sala, y recostándonos en el continuamos besándonos y acariciándonos.
Hasta que sentí sus dedos como jugaban suavemente con los labios y clítoris de mi vulva, él no dejaba de repetir mi nombre una y otra vez, hasta que me sorprendió colocando su rostro sobre mi coño, besándolo con su boca.
En mi vida había sentido algo semejante, mi marido nunca me había llegado hacer eso, y se sentía tan bien, que me quedé con mis piernas bien abiertas mientras que mi amante continuó lamiendo y chupando mi coño hasta que disfruté de algo que hacía tiempo que no sentía.
Ya que mi esposo, después de un tiempo, se había convertido en un mete y saca y ya está, en cambio desde ese día nos convertimos en amantes, por él decidí bajar de peso, cosa que, hasta ahora, el pendejo de mi esposo ni cuenta se ha dado, de ninguna de las dos cosas.
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