Desde la noche
Me animé a escribir esta fantasía después de leer el relato “Ojos”, de “Neko534” pues me hicieron recordar muchas noches de pajas al escuchar a mis padres amándose..
Desde pequeña escuchaba a mis padres cuando hacían el amor. Esto se debía a que ellos dejaban abierta la puerta de su recámara para escuchar alguna señal por si nosotras, las niñas, hacíamos algún ruido que requiriera su atención. A mí me despertaban los quejidos, leves, de mi madre cuando la empalaba mi papá. A mí me encantaba escuchar a mis padres haciendo el amor y me arriesgaba a acercarme. Mis hermanas hacían como que no oían, o tal vez no oían; no pocas veces, me levanté y avancé arrastrándome hacia su recámara para ver las escenas donde apreciaba el palote de mi padre y el baile de las tetas de mi mamá, que daba cuenta que la penetraban con enjundia, y después de la culminación yo quedaba muy excitada, deseando el lugar de mi madre, y regresaba muy caliente y con mi panochita mojada a sobarme la cuquita y tintilarme el clítoris como si fuese badajo de campana (Le digo así porque me imaginaba que era el badajo de una campana pequeña haciendo “tin”, “tin”). Me tallaba el sexo recordando el falo de mi padre y las mamadas que mi mamá le hacía. Varias veces soñé que mi padre me hacía el amor a mí.
Cuendo era niña sólo me mojaba al ver cómo mi papá se cogía a mi mamá, ella lo gozaba y pedía más; pero ya de adolescente me pajeaba y tenía un orgasmo tras otro imaginando que yo era mi mamá y tenía esa trancota entre mis piernas. Yo suponía que a mi papá no le parecíamos atractivas sus hijas. Ya sé que muchos dirán que los padres deben respetar a sus hijas, pero ¿qué hay de las que sí queremos a papá?
Desde los doce años me crecieron las tetas y también tuve la grasa que nos da a las mujeres el atractivo para los hombres. Obviamente eso no pasó desapercibido para mi padre, quien se volvió más cariñoso conmigo. Mi madre se daba cuenta, pero ella sólo sonreía cuando mi papá le decía “Ishtar se está poniendo tan hermosa como tú”, al tiempo que bajaba sus manos por mi pecho, pegándome su bulto en mis nalgas.
Yo me ponía muy arrecha cuando él me acariciaba las piernas, iniciando en mis rodillas, pero su mano subía siguiendo la caricia bajo la falda hasta terminar en mi montecito con vellos incipientes, los que acariciaba con uno o dos dedos haciendo el calzón a un lado. “Pues ya tienes otra mujer completa”, le decía mamá, quien miraba mi rostro colorado y cómo me retorcía yo con los roces de mi padre en la raja mojada. “Será pronto”, le contestaba mi padre.
A los pocos días, mientras yo me daba tremenda paja viéndolos cómo se cogían a mamá en cuatro extremidades, mi mamá volteó hacia donde yo estaba observándolos escondida y al descubrirme sonrió y volteó a ver a mi padre exigiéndole más velocidad, “con la enjundia en que me fornicaste la primera vez”, remató. Mi padre obedeció y en pocos segundos gritaron al unísono… y yo también.
Dos días después, yo estaba acostada, acariciándome tetas y panocha, en espera de escucharlos para ver el espectáculo que me gustaba y escuché que la puerta de mi cuarto se abrió y a trasluz vi la figura desnuda de mi papá. Yo me hice la dormida, pero él se acercó a mí y puso su pene en mis labios. Sentí la humedad del presemen y creí que era porque ya se había cogido a mi madre (“y yo no los escuché”, pensé al abrir instintivamente la boca y me puse a mamar.
Mi boca abarcó lo más que pudo de esa deliciosa carne de sabor excitante, mis manos apretaron el tronco largo y los ovoides resbaladizos en esa bolsa del escroto. ¡Mamé tan bien, que en poco tiempo se me llenó la boca de semen!, el cual saboreé y deglutí con agradecimiento. Al terminar, mi padre me dio un beso en la boca y probó su pasión en mis labios.
Se retiró y besó a mi madre, quien había visto todo desde la puerta. ella se lo llevó jalándolo suavemente del aparato, desde la base de los huevos y parte de la pija; escuché a mi madre, o quizás lo imagine, “A ver cuánto quedó para mí”.
Al día siguiente, mi madre me habló sin ambajes.
–Así disfruté las primeras caricias con tu abuelo, yo también me excitaba cuando él hacía el amor con mi madrastra –pues mi abuela murió cuando nació mi madre–, y te diré lo que ella me dijo cuando me descubrió viéndolos: “Es bueno que una aprenda de alguien que la ama”.
Mi madre me contó que ella también había probado el semen de mi abuelo, como primera lección práctica, después de tantas lecciones “audiovisuales”, y me preparó para lo que seguía: mi desfloración, que se dio también en mi cuarto y con la venia de mamá en su puesto de observación. Esa vez sólo fue un pequeño dolor y mucha lujuria, pero mi padre no se vino dentro de mí, sólo me regó el semen en mi ombligo y tetas, distribuyéndolo amorosamente con la mano en esa zona de mi cuerpo, mientras me besaba y con la otra mano jugaba con mis nalgas y mi ano.
Al día siguiente, mamá me llevó con el médico para que me pusiera un DIU. “Es para que sientas los orgasmos en plenitud, sin peligro de embarazo”, precisó. Y tuvo ella mucha razón, pues papá tuvo que dar amor a dos mujeres en el mismo tálamo.
Allí estaba yo, tirada transversalmente en la orilla inferior de la cama con las piernas abiertas sobre los hombros recios de mi padre quien está de pie en el piso, me sostiene de las muñecas. Papá me jala hacia su cuerpo, en el cual mis ojos quedan fijos y anhelantes en su gran pene con el glande escurriendo gotas de líquido preseminal y me clava su trancota de un sólo envión, deslizándola en mi encharcada panocha. Mi papá está cogiéndome con penetradas muy rápidas y siento en mis tetas el sudor que está cayéndome de su rostro; en tanto que mi madre, recargada en la cabecera de la cama, con las piernas abiertas y flexionadas, está viéndonos y pajeándose al ritmo de las embestidas que marca mi padre. Grito de placer «Así, papi, así…». En un par de minutos, mi padre gruñe, me suelta su carga llenando de tibieza mi vagina y es la señal para que inicie mi orgasmo múltiple e interminable, que acompaño con varios «¡Ah, ah, ah..! Escucho, como eco, la misma canción en los labios de mi madre, por las mismas razones de su placer propio estimulado por el nuestro. Después, sólo respiraciones apuradas de los tres, jalando y expirando mucho aire. Papá yace sobre mí y mi boca busca la suya cuando los jadeos se van calmando. Por último, en pleno beso, y sin que yo pueda evitarlo, las contracciones del «perrito» de mi vagina, le agradecen al falo de papi la felicidad que me ha dado.
A los pocos años, papi tuvo más trabajo, pero yo siempre me sentí la amante más afortunada. Bueno, no es cierto, pues afortunada fue mi madre quien tuvo embarazos del hombre que la amó…
¡Ay, Dios! No sé, no sé…
Sí, quiero mucho a papá, pero hasta ahora pienso que ¿sus besos en mis piernas y en mi ombligo serían por algo así? ¡Nunca me fijé en su pene cuando me hacía eso!
¿Por qué no? ¿Qué edad tenías?
De niña ¿te agerraba de las nalgas y rosaba tu rajita cuando te daba los besos?
Si ya andabas en los doce, ¿te agarraba de las tetitas cuando te besaba? ¿Estaba presente tu mamá?
Cuéntanos, Mar.
Yo era niña, desde los 5 años me acuerdo. Me gustaba, pero no recuerdo si me acariciaba el tamalito, pero sí me agarraba las nalguitas.
Yo mayorcita, sí me acariciaba el pecho cuando me abrazaba por atrás para besarme el cuello, pero no recuerdo si me restregaba su bulto en las nalgas. Tampoco recuerdo si mi mamá lo veía.
El caso es que cuando leí «Corazones negros1», me mojé y pensé en que me hubiera gustado, pero, además de recordar que las caricias de mi papá me dejaban muy feliz, sentía que el amor de los hombres, en sus besos y caricias era bonito.
Sólo tuve toqueteos con mis primos, y me gustaba mucho, pero nunca se me ocurrió hacerle algo así a mi papá.
Pero al leer tu fantasía, sí me hubiera gustado haber tenido alguna. He querido imaginarlo, pero se me cierra mi imaginación para ello, en cambio, me siento caliente cuando leo algo similar. Creo que estoy loca y bloqueada para imaginar algo propio.
Gracias 🙂
Gracias a ti y gracias por tu correo.
Mar acaba de escribir, y le pasó lo que a mí, pero ella se resiste a creer que es posible fantasear con ello. En cambio a mí, me desató la lectura de tus relatos. Gracias.
Acabo de leer «El tío Efraín», cualquiera pensaría que a él y a José te los tiraste porque los hombres mayores te recuerdan a tu papá, a quien deseaste desde niña. A esa luz, entiendo estos dos casos, pero ¿por qué también los primos? (el diácono y tu primer marido).
A los primos, porque no había otra cosa, no nos permitían de niñas ni de adolescentes hacer migas con otros.
Sí, seguramente me gustan los maduros porque me recuerdan a mi papá.
Este es un caso muy común en la psicología. Se explican (?) de diferentes maneras. Además, en la realidad, en el pasado, era más común que el padre desflorara a la hija y ésta no protestara, al contrario.
Yo no hubiese protestado si mi papá me hubiese hecho suya, al contrario, me hubiese sentido feliz.
Ishtar, que bonito relato, me gusto mucho, has de ser una mujer muy ardiente
Desgraciadamente sólo es una fantasía, que me hubiese gustado cumplir…
No sé si soy muy ardiente, pero mis parejas me disfrutan mucho por lo que les hago.
Cómo me gustaría ser tu padre, darte el placer que el no te da ahora.
Gracias. Como ya sabes, si es que has continuado leyéndome, ahora tengo un papi sustituto (y muy puto).
Me gustó mucho tu narración. Pero no me queda claro si toda es fantasía, o si está inspirada en que sí oías y veías a tus papás cuando estaban cogiendo.
Es una fantasía inspirada en los deseos que tuve desde niña cuando oía, y a veces veía, coger a mis padres. Ya estaba grande cuando todavía escuchaba los gemidos y los gritos de mi mamá, pero no me atreví a seducir a papá, y ahora me arrepiento…