Deseo Fraternal
Diego y Jasmín son hermanos huérfanos que tuvieron que enfrentar grandes retos en la vida. Lo que no sospechaban era que a cierta edad, ambos experimentarían algo que, al día de hoy, se considera prohibido..
Las tardes de primavera en la ciudad se habían vuelto un poco más cálidas en esta época del año, y lo único que hacía luego de llegar del colegio era quitarme el uniforme escolar, que constaba de una falda a cuadros color verde, camisa blanca, corbata a juego con la falda, medias y zapatos negros, para luego echarme a la cama, quedando sólo en ropa interior, dispuesta a buscar esas historias tan excitantes en uno de los foros que más me gustaba visitar.
El sitio web en cuestión era un foro sobre temas relacionados al sexo, a las fantasías y a los fetiches más oscuros que se pudieran imaginar. Ok, debo confesarles que quizá es algo avanzado para una chica de mi edad, pues apenas cumplí mis catorce hace dos meses, pero podía más el morbo que esa clase de lectura me generaba. Después de todo, mi curiosidad por incursionar en el auto-placer comenzó hace dos años, y deseaba explorar más de este mundo totalmente nuevo para mí.
Ah, por cierto, mi nombre es Jasmín. Por otro lado, en cuanto a mi aspecto físico, bueno, les diré que es el que pueden ver en la portada de este libro. Mis ojos son bastante grandes, de color café, y apenas mido 1.52 de altura.
De entre los temas más recientes que encontré en el foro, había uno que me llamó mucho la atención. Decía lo siguiente:
«Título: ¿Han tenido experiencias incestuosas?
Mi nombre es Abby, tengo 18 y últimamente he tenido una oscura fantasía dándome vueltas por la cabeza: tener intimidad con mi hermano de 27. Él está soltero, pero sé que tuvo sus amoríos por ahí. Aunque duerme en el cuarto de junto, a veces he escuchado que en horas de la madrugada se mantiene despierto y comienza a masturbarse. Hasta incluso una vez, con mucha discreción, me acerqué a su puerta para oír con más detalle y no pude evitar llevar mi mano a mi entrepierna y estimularme. Ahora no puedo quitarme esa idea de la cabeza. ¿Alguien ha tenido experiencia con sus hermanos o hermanas?»
El hilo de conversación estaba lleno de mensajes de hombres y mujeres de todas las edades, quienes contaban sus experiencias y daban consejos sobre cómo lograr su objetivo. Tras dos páginas de lectura, sentía cómo mi entrepierna empezaba a sentirse húmeda, así que mi mano se fue abriendo paso debajo de mis panties blancas, hasta llegar a mi húmeda vulva. Rocé con lentitud los labios de mi vagina, para luego detenerme en mi clítoris y comenzar a acariciarlo en círculos. El calor de mi cuerpo aumentó, mi boca levemente abierta inhalaba y exhalaba aire con más frecuencia y cerré mis ojos por un momento, dejando el celular a mi lado.
Mi imaginación comenzó a volar. Era la primera vez que fantaseaba con mi hermano, quien a sus treinta y dos años estaba más concentrado en su trabajo y en cuidar de mí que en tener una mujer en su vida. Aquí debo hacer un paréntesis antes de seguir contándoles cómo me había masturbado.
Habían pasado ya trece años desde que mi hermano y yo habíamos salido del orfanato. Desde entonces, y a sus dieciocho años, Diego buscó un empleo y logró cuidar de mí cuando aún era una bebé. Hemos vivido en un modesto apartamento en las afueras de la ciudad, y gracias a él no nos ha faltado nada. Para mí, él era un héroe, mi héroe. Aunque en ese momento, en mi mente, se estaba convirtiendo en algo más que mi héroe.
Me dejé llevar por la calentura del momento, y mi imaginación me había regalado imágenes cuyo nivel de morbosidad sólo hacían que me excitara más. Lo veía a él, mi hermanito de 1.80, buen cuerpo, pues solía ir a natación; cabello corto color negro y ojos color café, piel blanca; en su rostro varonil, a veces se dejaba ver una barba corta, que afeitaba al poco tiempo; de hombros anchos, nalgas redondas y piernas bien formadas. Aún sin haberlo visto, mi mente también logró proyectar su miembro, ni grande ni pequeño, pero suficiente para alguien como yo, cuya experiencia sexual había sido nula. Ese mismo miembro era el que, según mi imaginación, entraba y salía deliciosamente de mi inexperta vagina, con mi hermanito sobre mí, dándome con muchas ganas.
Faltaba algo en esa fantasía, y era el perfume de Diego. Realmente quería sentirlo, así que me detuve, fui hasta su habitación y agarré una de sus camisetas que encontré sobre su cama. Volví a mi habitación, y ya con total libertad, me quité la ropa interior, quedando completamente desnuda. Me recosté boca arriba, abriendo mis piernas y comencé nuevamente a estimular mi clítoris. Con mi otra mano, sostenía la camiseta de mi hermano, la cual olfateaba con mis ojos cerrados, dejando que mi imaginación retomara esa escena tan excitante. Dejaba que la suave tela de la camiseta recorriera mis piernas, mi pelvis, abdomen y pechos, para luego traerla nuevamente a mi hombro y seguir deleitándome con su aroma.
Perdí la noción del tiempo, y tampoco me importaba saber qué hora era. Era sólo yo, mi mente y la camiseta de Diego, en un éxtasis como no había experimentado antes. Mi vagina se había mojado demasiado, y al frotarla rápidamente, no pude evitar gemir cada vez más y más fuerte. Continué así, hasta que en un momento, sentía como si me fuera a orinar. Cerré fuertemente mis ojos, me cubrí la boca con la camiseta, gimiendo muy duro, cuando llegó el intenso orgasmo. No era la primera vez que tenía un orgasmo, aunque esta vez fue distinto. Mi cuerpo se retorció descontroladamente, teniendo espasmos, y además sentí que un líquido había salido eyectándose desde mi entrepierna, cayendo sobre el cubrecamas.
Fue el orgasmo más intenso que había tenido en mi vida, y lo había logrado con un pensamiento incestuoso. Tras descansar varios minutos, me incorporé en la cama y miré delante de mi entrepierna. Una mancha de humedad había dejado un trazo delgado que llegaba casi hasta el borde de la cama. En ese momento, pensé que me había orinado, pero luego recordé que hay mujeres que podían lograr un tipo de eyaculación conocido en inglés como squirting, o eyaculación femenina. Al parecer, yo era una de esas mujeres que podía lograrlo.
Inmediatamente, noté otra cosa: la puerta de mi habitación estaba entreabierta, y al otro lado me pareció ver una silueta de alguien que se había tratado de ocultar rápidamente. Tuve un tremendo susto, y en mi mente llegó una pregunta:
– ¿Acaso era él espiándome?
Me cubrí rápidamente con la camiseta de Diego. En ese momento, mi mente empezó a llenarse de preguntas y respuestas rápidamente; del mismo modo, mis emociones se fueron mezclando vertiginosamente:
– ¿Diego me estaba mirando? ¿Desde hace cuánto tiempo estaba allí? Me dio un tremendo susto, pero… ¿Acaso me excitó el hecho de que me viera? ¿Sería eso una señal de querer llevar mi fantasía a la realidad? Tal vez sí lo deseaba.
No me había dado cuenta, pero me había quedado paralizada por esos pensamientos durante varios segundos, apenas pudiendo cubrir mi desnudez con la camiseta de mi hermano, cuando de pronto, la puerta se abrió. Diego, con la sonrisa que acostumbraba a expresar cuando llegaba a casa y me saludaba, ingresó a mi habitación como si no hubiera pasado nada. Me quedé con ese susto por un rato, mirándolo con los ojos bien abiertos. Clavé mi mirada por un instante en su entrepierna, observando que tenía una erección.
– Hola Jas, disculpa por haberte interrumpido así, es que hoy salí más temprano del trabajo – decía mientras se sentaba al borde de la cama, bastante cerca de mí.
– N-no, está…. está bien – tartamudeé mirándolo a los ojos.
Mi hermano vestía una camisa blanca, corbata a rayas grises y blancas, pantalón de tipo drill color gris, cinturón y zapatos color café. Al acercarse, sentí que me miraba de otro modo, de una forma lujuriosa, deseosa, como un animal hambriento observando a su presa. Bajó su mirada por un momento, viendo su camiseta cubriendo mi desnudez y regresando la mirada a mis ojos.
– Ah, esto… cogí esta camiseta po-porque me pareció muy cómoda y… – quise excusarme, pero me interrumpió con suavidad.
– Shhh, está bien hermanita, no es necesario que me des explicaciones – me decía con una voz tranquilizadora -, sé lo que estabas haciendo y eso es normal.
Mi corazón comenzó a latir rápidamente. Es cierto, de nada servía inventarme una excusa que ni yo misma me creía, por lo que me quedé callada, y desvié mi mirada hacia un lado. De pronto, sentí que Diego había apoyado su mano en la espinilla de mi pierna, acariciándome con suavidad, llevando su mano hacia arriba y haciendo un recorrido que iba por mi rodilla y llegaba a mi muslo. Esa caricia me dio un escalofrío placentero. Era la primera vez que él me tocaba así.
– ¿Sabes? Yo también te he deseado desde hace tiempo, pero no se me había presentado la oportunidad… hasta ahora – decía Diego, casi susurrando, llevando esa misma mano hacia mi rostro, acariciando mi mejilla.
Me quedé inmóvil, intercalando mi mirada entre sus ojos y sus labios. Las emociones que sentía en ese momento estaban entre el nerviosismo y el deseo de querer probar sus labios. No pasaron más de tres segundos cuando ese deseo se me había cumplido. Mi hermano acercó lentamente sus labios hacia los míos y me besó con una ternura mezclada con pasión que no había sentido antes. Cerré mis ojos y dejé que todo transcurriera. Mis manos dejaron de sostener la camiseta para posarse en las mejillas de Diego, y lo besé con la misma ternura y pasión.
La camiseta se deslizó hacia abajo, dejando descubiertos mis pechos de tamaño mediano, aureolas pequeñas y pezones rosados que, en ese momento, estaban muy erectos. Sentí cómo su mano derecha cogió la camiseta y la arrojó hacia un lado de la cama. Por mi parte, dejé que mis manos quitaran su corbata y se abrieran paso entre los botones de su camisa, desabotonándolos uno por uno, para dejar descubierto su estético torso. De pronto, Diego se incorporó rápidamente y se quitó los pantalones, las medias y finalmente el bóxer, dejando visible su viril miembro bien erecto y mojado, con venas bien marcadas. Estimé que mediría unos quince centímetros de largo, y pensé que iba a ser grande para recibirlo en mi vagina, pero no sentí miedo; por el contrario, lo deseaba dentro de mí.
Desnudos los dos, nos besamos muy apasionadamente. Él se había montado sobre mí, y mis piernas se ubicaron a cada lado de sus caderas. De mis labios, pasó a besar mi cuello, sin poder evitar darme leves mordidas con lo deseoso que estaba. Yo cerraba mis ojos, gemía suavemente y sentía el roce de su pene entre los labios de mi vagina, la cual tenía unos incipientes vellos oscuros por encima, en mi zona pélvica. Sus besos marcaron un camino hacia el centro de mis pechos, y luego se dirigieron hacia mi pezón izquierdo, en el cual se detuvo por varios minutos antes de hacer lo mismo con mi pezón derecho. Sentir su lengua y sus labios jugando en esa zona me erizaron la piel, e hizo me gimiera más fuerte. Mientras tanto, yo acariciaba su pelo, su cuello, su espalda y hasta sus nalgas, que me encantaban. Mi mente se excitaba aún más pensando en lo morboso que era el hecho de que mi hermano, mi propio hermano, estuviera cumpliendo mi fantasía en ese momento.
Los besos de Diego continuaron bajando, recorriendo mi plano abdomen, haciendo que mi cuerpo sintiera un calor delicioso, el cual se hizo más intenso cuando sentí que iba abriendo mis piernas con sus grandes manos, mientras sus besos llegaron a mi pelvis. En ese instante supe lo que iba a hacer, y antes de excitarme aún más por ese pensamiento, fue su lengua por encima de mi clítoris la que me hizo sentir un intenso placer. Me agarré fuertemente de las cobijas, arqueé mi espalda hacia atrás, empujando la almohada con mi cabeza y dejé salir un intenso gemido tras otro al disfrutar el delicioso roce de los labios y la lengua de mi hermano en mi clítoris. Estaba demasiado mojada, y de tanto en tanto, Diego lamía alrededor de mi vagina los flujos que iban saliendo de ella, para luego regresar a mi clítoris. Mis manos se enredaron en su pelo, sujetando fuertemente su cabeza.
Sentía que me estaba por llegar otro de esos intensos orgasmos, pero Diego se detuvo súbitamente, se incorporó, sacó un condón envuelto del bolsillo de su pantalón y estaba por abrirlo para colocárselo, pero yo lo interrumpí:
– ¡Espera! No, no quiero que te lo pongas. Quiero sentirte dentro de mí.
– Pero Jas, podrías quedar embarazada, eso no es prudente – me dijo, aún con el condón en su envoltorio, a punto de abrirlo.
– No me importa. Cuando estés por acabar, detente por favor, y me avisas.
Diego dudó por un momento, pero sabía que estaba tan deseoso como yo.
– Está bien, Jas.
Dejó el condón envuelto a un lado, se montó sobre mí otra vez, se irguió para poder ver y ubicar su duro y mojado pene frente a mi vagina, y comenzó a empujar su glande entre mis labios vaginales. Estaba tan mojada que, aún siendo bastante ancho, su pene empezó a deslizarse hacia dentro de mi vagina con bastante facilidad. Él lo iba metiendo con cuidado para no hacerme daño. Era la primera vez que alguien me penetraba; me excitaba demasiado y me encantaba que fuese mi hermano, a quien he amado toda mi vida.
Había logrado meter su pene hasta la mitad, y yo ya sentía el delicioso placer de su grueso y húmedo miembro rozando mi interior. Diego se inclinó hacia mí, me miró con lujuria, y correspondí a su mirada. De un sólo empujón, terminó de meter todo su pene, y dejé salir un intenso gemido. Comenzó a moverse con lentitud pero manteniendo un ritmo constante. El roce de nuestros genitales hacía ese delicioso sonido tan característico de cuando estaban muy húmedos. De pronto, aumentó la velocidad de penetración, y llevé mis piernas alrededor de las caderas de Diego, rodéandolas y haciendo presión hacia mí. Mi hermano terminó por recostarse sobre mí, abrazándome y dándome más rápido y duro.
La habitación se había llenado del sonido de nuestros cuerpos chocando, del roce de nuestros mojados genitales y de mis gemidos, los cuales fueron ocasionalmente acompañados por los de mi hermano. Me estaba dando tan rápido y duro, que sentí el impulso de expresarle mi intenso deseo con palabras:
– ¡Ah! ¡Dámelo, hermanito! ¡Damelo… todo! ¡Cójeme! ¡Hazme tu puta! ¡AHH!
– ¡No- no digas eso que me… me…! – respondió Diego, apenas pudiendo pronunciar sus palabras – ¡Estoy por… acabar!
Inmediatamente, dejé de rodearlo con mis piernas, lo empujé para que me diera distancia, me arrodillé, poniéndome en cuatro frente a él, y empinando mis nalgas para que pudiera verlas bien, metí su pene lleno de nuestros flujos en mi boca, y lo chupé como una fiera hambrienta. Diego puso sus manos en mi cabeza, y gruñía como animal. Cuando de pronto, dejó salir un gruñido muy fuerte, y su semen comenzó a salir a borbotones, cayendo en mi boca. Esperé a que dejara de botar semen, y apenas hubo terminado, me lo tragué, para luego volver a meter su pene en mi boca y chuparlo unas cuantas veces más, limpiando su glande y todo resto de flujos. Mi hermano dejó salir un gemido de intenso placer, y descubrí que lo excitaba mucho que le chupara el pene luego de acabar.
Diego posó sus manos en mis mejillas, empujando levemente hacia arriba. Dejé de chuparle el pene porque supe que quería que me acercara a él. Me apoyé sobre mis rodillas, poniéndome erguida, y me acerqué a mi hermano. Me besó con lengua, saboreando mi boca con algún resto de nuestros flujos. Esa actitud tan sucia me encantó. Luego, nos recostamos en la cama, él boca arriba, y yo ubicándome a un lado de él, abrazándolo y apoyando mi cabeza en su pecho. Ambos estábamos exhaustos, jadeando y sudando, pero llenos de satisfacción.
– Ay Jas… No te imaginas las veces que he deseado esto.
– Yo también, hermanito. Y quiero que de ahora en más, lo hagamos tantas veces lo deseemos.
– Así será, mi pequeña – dijo, y me besó la frente -, así será.
En ese momento, estando entre los brazos de mi hermano, desnudos los dos, me sentía amada, deseada y protegida. Me sentía feliz ¿Y saben qué? No me importa lo que dirían las personas moralistas sobre el incesto y la diferencia de edad. Yo quería esto, ambos lo queríamos, y si eso era parte de nuestra felicidad, nadie más importaba, sólo nosotros dos. Desde entonces, mi hermano se convirtió en mi hombre, y yo, su hermanita mejor, en su mujer.
Un relato lleno de fascinación, sin duda.
Muchas gracias, Jesús.
Muy buen relato super caliente mi hermano.
Se me puso dura la pija de ir leyendo, y casi acabo en el teclado. A propósito, somos colegas, ya que también yo soy escritor. Tengo algunos escritos de ficción, pero me enfoco más que nada en el ensayo sobre la historia del bestialismo y de la zoofilia. Puedes visitar mi perfil.
Te saludo.