Desvirgando a la pequeña Matilde
Continuación de la historia «Conociendo a la pequeña Matilde».
Aquí está el link de la primera parte: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/heterosexual/conociendo-a-la-pequena-matilde/
Y este es el link de la segunda parte: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/heterosexual/banando-a-la-pequena-matilde/
Y pasó el tiempo, 2 años para ser exactos. Yo me separé de mi mujer y ahora vivo con mi flaca y su niña, la pequeña Matilde. Y es por eso que, desde que vivo con ellas dos, he conseguido encontrar muchas más oportunidades para gozar a solas con mi dulce y bella nena. De hecho, ella también me buscaba en cualquier ocasión que su madre no estaba; como el día que me desperté de mi siesta y la encontré montada sobre mi entrepierna. Yo duermo desnudo, así que cuando la niña vio mi enorme y erecto miembro masculino recostado en mi panza peluda, con el glande jugoso sobrepasando mi ombligo, ella se quitó su calzoncito y se sentó bien abiertita sobre mi verga, restregándosela con ganas contra sus partecitas intimas infantiles, sintiendo mi dura y venosa carne viril frotarse entre sus lindos labios vaginales.
Aun siendo así de chiquita, Matilde me había demostrado en varias oportunidades que se estaba convirtiendo en toda una pequeña ninfómana, una auténtica putita como su mamá; queriendo estar siempre cerca de mí, su papi macho, y en especial de mi vergota, pidiéndome leche y que le hiciera “cositas ricas”, como ella les llama a mis avances sexuales. Entonces, al despertarme y encontrar a la niña ya gozando sobre mi hombría, meneándose enérgicamente de adelanta atrás y haciendo que toda mi verga deslizara por su tierna vulvita; yo le sonreí complacido y, colocando mis brazos tras la nuca, la dejé seguir y le dije lo feliz que ella me hace.
Después de un rato así, la acosté boca arriba y le abrí bien las piernitas, me coloqué sobre ella en posición para penetrarla y lo intenté. Hice presión con mi hinchado y gran glande, pero este apenas y entraba con dificultad en aquel coñito, pues siendo el de una niña de apenas 6 añitos, era obvio que yo no podría meterle bien mi leño. Matilde pasó de gemir por lo bajo a gritar que le dolía mucho y yo por temor a lastimarla me logré frenar.
Así que me detuve y le saqué lo poco que había introducido, viendo el alivio reflejado en el tierno y hermoso rostro de mi nenita; quien me veía con amor y deseo a través de sus ojitos color miel de largas pestañas. Yo aproveché y continué frotándole mi gordo mazo por toda su rajita vaginal, rozando el frenillo de mi glande en su diminuto clítoris, mientras con una mano me masturbaba con frenesí; hasta que me corrí en toda su vulvita y vientre plano. Luego con mis dedos le regué toda mi espesa esperma, introduciéndole un poco con dos dedos dentro del coñito, fantaseando que con eso podría preñar a mi pequeña Matilde.
Pero eso fue hace tiempo, ahora yo me encontraba desnudo, sudando y acostado en uno de los sofás de la sala; en lo que mi putita cabalgaba ella solita mi enorme verga, bien ensartada en su culito de 8 años de edad. Con tanta práctica regular, la niña ya había logrado soportar todos mis más de 20cm de virilidad bien clavados por su recto hasta el colon, y ella sola los gozaba subiendo y bajando por ellos, mientras me montaba mejor de lo que lo hacía su madre.
Ahora Matilde ya se veía más mujercita, que no sé ni cómo es eso posible a su corta edad; quizás toda la leche de macho que le doy desde pequeña hizo que ella desarrollara mucho antes. Su cuerpecito seguía siendo menudito y con una suave piel blanca; pero ahora tenía los pechitos más formaditos y algo más puntudos, con las areolas más anchas y siempre con la tetillas sonrosadas y bien paraditas. Su culito también estaba más grandecito y redondo; aunque lo más rico era su coñito, ahora más carnoso y del cual incluso mojaba su poquito. Yo le junté con los dedos un poco, en lo que ella no paraba de cabalgarme gimiendo mucho, y me los llevé a la boca para degustar el delicioso jugo vaginal de mi pequeña puta.
— Mmmm… ¡Qué rico te sabe el coño, bebé! Tiene el mismo gustito que el de tu mamá…
La niña no me dijo nada, simplemente jadeaba bañadita en sudor; en lo que no paraba de subir y bajar por mi gran trozo de carne, metiéndoselo rápido y duro adentro de su culo precoz.
A pesar de todo, Matilde aún me miraba con inocencia; pues para ella lo que estaba haciendo era un simple e inocente juego, uno que ella pensaba era normal, creyendo que jugaba a ser mujer con su nuevo papá e imitaba a lo que hacía su madre conmigo.
En eso yo la sujeté por su angosta cinturita y la ayudé a que se enterrara más de mi verga, con más agarre y velocidad; provocándome un placer exquisito. Ahí le dije que se estrujara las tetillas; ella lo hizo, mientras las cogidas a su culito se intensificaban, haciéndola gemir mucho más que antes y hasta soltó un chorrito de orina que mojó los pelos negros de mi robusto torso. Yo al cabo de un buen rato así, me vine en una explosión de esperma, soltándole todo mi semen dentro de los intestinos. Mi nena seguía gimiendo y me decía que podía sentir cada uno de mis chorros calientes de leche de macho. Yo terminé de llenar a Matilde a tal punto, que me pareció que su pancita se veía infladita, como si la hubiera preñado por el trasero.
Y justo cuando la pequeña, ya cansada y algo adolorida, me desmontaba; sonó el timbre. No me quedó de otra que ir a ver quién era, pues sólo estábamos ella y yo; así que me subí el ajustado bóxer, que tomé de mi ropa regada por todo el piso de la sala, y aún algo duro de la verga me fui a abrir la puerta. Resultó ser mi hijo Camilo, de 21 años, que había venido a dejarme una caja con cosas mías que se había quedado rezagada de varios meses atrás.
— Gracias, hijo. ¿Quieres pasar? ¿Tomarte una cerveza o algo? (Le ofrecí en lo que yo bajaba la caja en el suelo del recibidor; a lo que él echó un vistazo a la sala detrás de mí)
— No te preocupes papá, gracias. Sólo venía de pasada.
En ese momento se apareció a mi lado Matilde, ya con su faldita corta y blusita de tirantitos puestas; pero yo estaba seguro de que su culito abierto continuaba chorreando mi semen, escurriéndole blanco y cremoso entre sus muslitos.
— ¿Esta debe de ser Matilde…? (y Camilo se agachó para quedar cara a cara con la niña)
— ¡Así es! Hijo, te presento a Matilde (la pequeña se giró a verme y yo proseguí). Bebé, este chico es Camilo, mi hijo mayor, tu hermanastro.
Con eso mi nena sonrió de oreja a oreja y se acercó a Camilo, le lanzó los bracitos al cuello y sin que él se lo esperara, le dio un besito en los labios.
— ¡Pero que niña tan linda! (y ambos intercambiaron sonrisas)
— Si quieres pasa y juegas un rato con ella, para que la conozcas mejor… (le insistí a mi hijo)
Éste se incorporó y cariñosamente jugueteó con una de las cortas coletas que llevaba Matilde en su cabello castaño y ondulado.
— Me encantaría, papá; pero ando con mi novia (y señaló hacia atrás a su carro, en donde había una chica rubia en el asiento del copiloto), sino con gusto. Otro día será.
— ¿Y por qué no me la presentas?
— Contigo papá debo tener cuidado, tú no perdonas nada…
Y dijo eso último viendo a Matilde y luego regresó a mirarme a mí con una sonrisa de complicidad, que me dio la impresión de que Camilo se había dado cuenta de lo mío con la niña.
Después mi hijo y yo nos despedimos con un abrazo con palmadas en la espalda, y cuando me soltó se volvió a agachar para que la nena le diera otro beso en la boca, y con eso se marchó.
Y al cabo de un par de horas regresó a casa mi flaca; la cual ahora estaba embarazada de casi 9 meses, esperando una bebita mía. Lo mejor de tener a mi puta preñada no sólo era lo más hermosa y rica que se había puesto, con los pechos bien inflados y su coñito con los labios vaginales más hinchados, sino que ella pasaba con más ganas de lo normal; por lo que yo me la podía coger todavía más que antes y hasta más duro como ella me lo pedía a gritos.
Esa noche que estábamos en el cuarto, yo la tenía de perrito sobre la cama y por detrás le deslizaba dentro del coño jugoso todo mi tremendo instrumento inseminador, follándola con tal fuerza que la cabecera daba topes contra la pared y mi flaca gemía a todo pulmón. Yo me encorvé sobre ella; metiéndole mi vergota más adentro, bien profundo hasta el cérvix, imaginando que el glande de mi macizo miembro llegaba a mi bebita; y como las enormes tetas de mi puta se bamboleaban con cada una de mis enérgicas embestidas, yo se las apretaba por debajo y con mis caderas se la clavaba con más agresividad, haciéndola gritar de placer.
— ¡¿Te gusta que te de duro?! ¡Te corres más cuando te parto todo el coño, ¿no es así puta?!
— ¡¡AH…SÍ!! ¡Dame más fuerte! ¡Más! ¡¡AY…SÍ!! ¡Métela toda! ¡¡AAAHHH!!
A mi puta parecía no preocuparle que su hija pequeña nos escuchara follar, o quizás a ella como a mí la idea le excitaba. Por mi parte yo sabía de primera mano que Matilde siempre nos oía cuando cogíamos; pues por esa razón a ella ahora le gustaba tanto jugar a montar mi mazo y metérselo entero por su culito infantil, así ella también recibía la leche que hacía bebés.
Al fin me corrí dentro de mi puta preñada y sólo después de hacer que ésta alcanzara múltiples orgasmos; entonces, satisfecha, ella se acurrucó en la cama y se dispuso a dormir. Yo salí de la habitación desnudo, con la habitual excusa de ir por un vaso de agua, sólo para poder pasar de regreso por el cuarto de la niña. Cuando abrí la puerta encontré a Matilde en su camisoncito rosa, pero sin ropa interior, de rodillas sobre la cama y con su almohada entre las piernas.
La pequeña se estaba masturbando, frotándose el cojín contra su vulvita y seguramente imaginando que era a ella a la que yo follaba y no a su madre.
— ¿Nos estabas oyendo, bebé? (le pregunté en lo que entré a su habitación y me acerqué a ella, acaeciéndole tiernamente una mejilla; mientras le sonreía complacido de ver cómo convertí a esa nenita, en una putita caliente con apenas 8 añitos de edad)
— Sí, papi… Hoy hiciste gritar mucho a mami (me respondió al mismo tiempo que se sacaba la almohada, algo mojadita, y se acercaba a mí al pie de la cama)
— Sabes, le metí tanto mi vergota que creo que hasta tu hermanita la sintió dentro en la panza de tu mamá (y me reí por la morbosa e inverosímil idea)
Matilde estiró sus bracitos y con ambas manos agarró mi carnoso leño; el cual seguía algo más grande y gordo de lo normal, colgado pesadamente desde mi peluda entrepierna.
— Yo también quiero que me des como a mami… Papi… ¡quiero que me hagas un bebé!
Me sorprendí un poco; pero más que nada me excité, que mi verga empezó a endurecerse entre los deditos de la niña, la cual me jalaba el prepucio y descubría mi jugoso glande enrojecido.
— Pero para eso tu papito te la tiene que meter por la vaginita (le dije mientras ella ya pajeaba con ambas manitos mi venoso y fibroso miembro masculino, de arriba abajo, y le daba tiernas lamidas a mi ojete) ¿Estás segura de que eso quieres, amor? ¿Aunque te duela?
— ¡Sí, eso quiero! ¡Por favor papi, quiero ser toda tuya igual que mami!
Y se engulló toda la gran y gorda cabeza de mi mazo, chupándomela con deseo, a la vez que me masturbaba hábilmente el resto del tronco de mi leño peludo.
— Mmmm… ya soy niña grande, papi… Mmmm… ¿me lo harás como a mami? ¡Por favor papi, seré muy buena! Mmmm… ¡Yo también quiero tener un bebé tuyo!
Mi pequeña Matilde claramente estaba celosa de su madre y me estaba rogado que la hiciera mujer igual que lo hacía con su mamá. Yo estaba más que feliz con la suerte que tuve de encontrarme con este par de putas; al mismo tiempo que la nena me estaba mamando la verga de una forma extraordinaria, atorándose con todo lo que le entraba hasta la garganta, hincadita al borde de su cama y yo parado frente a ella. Así que no tuve corazón para decirle que no y le prometí que lo haría, que la haría completamente mía. Sus ojitos parecieron iluminarse bajo la tenue luz de luna que se colaba por la ventana, viéndome con ojos de amor, mientras mi enorme vergota entraba y salía por su boquita hambrienta de mi virilidad.
Yo me puse tan caliente que comencé a transpirar a chorros nuevamente, apestando todavía más a macho; pero eso sé que le gusta a Matilde, puesto que a ella hasta le encanta comerme los pelos sudados. Ella abría bien su boquita y me dejaba follársela hasta la garganta a mi antojo, soportando las arcadas y produciendo unos sonidos guturales que me excitaban más. Mi niña luego se puso a pasarme la lengua por todos los 20cm de mi recia hombría, registrando los sabores de la vagina de su madre y los restos de mi semen seco, de la corrida que tuve escasos minutos atrás. También se puso a deleitarse con mis grandes y pesados huevos, los cuales ahora podía chupar uno a uno sin problema, y después regresó a mamármela pidiéndome desesperada mi leche de semental. Entonces yo le lancé el resto de la carga seminal de mis aún cargadas bolas a la pequeña; misma que se tragó uno a uno todos los chorros de mi caliente leche viril y ya con su pancita llena se acostó a dormir contenta.
Tuve que planearlo bien y prepararme, por lo que pasaron un par de semanas desde que le hice la promesa a Matilde. Ese día íbamos solos en el carro, tendríamos todo ese día para estar juntos; ya que yo no fui a trabajar y no la llevé a la escuela, avisando que la niña estaba enferma. Primero la llevé a comer un helado que tanto le gustan y después de eso llegamos a un pequeño hotelito; que yo antes solía usar con mucha frecuencia, en donde me metía con alguna jovencita menor, mujer casada o viuda urgida, para reventarlas duro a todas.
Cuando entré con la pequeña agarrada de la mano, el hombre de la recepción me vio con cierto recelo. Yo no lo había visto antes; pero luego supe era el nuevo dueño, un hombre más joven que yo, de unos 35 años, aunque ya estaba bastante pelón y usaba lentes gruesos. Yo le pedí una habitación y noté como él arqueó extrañado una ceja a la vez que veía a la niña, que claramente no se parecía en nada a mí; pero en eso Matilde habló:
— ¡Papi! ¡Papi, mira! ¡Son pececitos! (y mi nena señaló la pecera que estaba en una esquina del mostrador, de ese pequeño hotel de dudosa reputación)
Casi de inmediato la expresión del otro hombre cambió; entonces yo cargué a la niña en brazos para que ésta alcanzara a ver mejor los peces de colores.
— ¡Vaya niña tan linda! (le dijo el hombre de la recepción a Matilde, la cual se ruborizó un poco)
— ¿Cómo se dice, amor?
— Gracias… (y la pequeña me abrazó más fuerte y enterró su carita en mi cuello, espiando con cierta timidez al hombre que le había hecho el cumplido)
— Su hija es una preciosidad (dijo dirigiéndose a mí y viendo de pies a cabeza a Matilde, bien acurrucadita contra mi sudado y velludo torso), tiene usted mucha suerte.
— Lo sé, gracias. Salió a la mamá, ¿Verdad amor?
Y Matilde sólo afirmó con un movimiento de cabeza y me dio un besito bajo el bigote; que hasta me pareció que el dueño se relamió los labios al vernos hacer eso.
Después de eso el hombre me entregó la llave y no despegó la mirada de nosotros hasta que nos perdimos por el corredor y entramos en la habitación.
Matilde corrió a subirse a la amplia cama y con el control en mano encendió la TV y se puso a pasar canales; en lo que yo me quitaba la camisa y desabrochaba el pantalón para estar cómodo. Ahí la nena encontró una película porno, justo en la escena donde una pelirroja recibía dos gigantescas vergas negras al mismo tiempo, una por el coño y otra por el culo.
— ¡Mira papi, esa mujer está jugando con dos hombres! (y se llevó una manito bajo la faldita que traía puesta, metiéndola por debajo de su calzoncito, para frotarse su vaginita; cosa que ahora hacía habitualmente cuando sentía cosquillas en sus partecitas por la excitación)
— Y mira como le gusta (yo tomé el control y subí el volumen), escucha como gime la muy puta.
Yo ahí me senté junto a la pequeña Matilde y comencé a darle besos en su cuellito, saboreando su dulce y tersa piel, y metiéndole mano a todo el resto de su hermoso cuerpecito infantil.
La película porno seguí a todo volumen, mientras yo ya había desnudado del todo a mi nena; dejándola bien extendida en medio de aquella cama usada constátenme por extraños para coger hasta el cansancio. Mi niña gemía de gusto; que sus jadeos y suspiros parecían acompasarse con los de la puta de la película, misma que ahora recibía las dos vergas negras por el coño a la vez; en lo que yo le succionaba a Matilde los pechitos, apretando suavemente sus tetillas entre mis dientes. Le pasé mi carnosa y salivosa lengua por todos lados, en especial en medio de sus muslitos, y luego me enfoqué de lleno en su maravilloso coñito lampiño; el cual ya se abría y humedecía con el contacto de mi bigote, labios, lengua, boca y dedos.
— Ah… ¡Hazme un bebé, papi! Ah… ¡Por favor…! ¡Ya quiero!
La inocente criatura estaba empecinada en que yo la embarazara, pensando que a su edad era posible; pero todo porque en el fondo yo sabía muy bien que ella estaba celosa de su madre, pues tiene que compartir su macho con ésta y para colmo su madre me iba a dar una hija.
Mi nervuda verga estaba tan erecta que casi desgarro la trusa; por lo que me la quité y ya completamente desnudo me acomodé boca abajo sobre ella, le abrí bien las piernitas blancas, me coloqué en posición para penetrarla por la vagina y lo volví a intentar después de casi dos años. Hice presión con mi hinchado glande, sintiendo como despacito su coñito se dilataba más, cediendo poco a poco a mi dura carne viril; usando como lubricante toda la saliva que le dejé, mis abundantes líquidos seminales y los juguitos que su coñito ya escurría. Maravillosamente, ahora con 8 añitos, la pequeña Matilde estaba logrando recibir mi miembro masculino; que sin darme cuenta le logré meter varios centímetros pasando la punta de mi rollizo mazo. Mi nena no pudo evitar soltar un grito, uno más fuerte que los gimoteos de la pelirroja de la porno, en lo que se aferraba con sus dos manitos a mi fornido y velludo torso.
Así que no me detuve y le metí más de mi verga; logrando introducirle increíblemente la mitad de mi venoso leño. Su interior vaginal era lo más delicioso que mi verga había probado en todos mis años de ser un macho pervertido. Era tan cálido, húmedo y apretujado que por un instante pensé que me correría prematuramente; pero en eso vi el lindo rostro de mi nena debajo de mí, sudadito y con las mejillas coloradas, mirándome con sus ojitos miel; los cuales reflejaban auténtico amor y verdadero deseo por mí, su papi semental.
— ¿Te duele, mi amor?
— No papi… siento rico… ¡Nnnghh…ay!
Fue su respuesta, aunque sé bien que no del todo cierta; pero el hecho de que mintiera con tal de complacerme, y lo que yo y mi enorme vergota estábamos experimentando, fue tan morboso que no me detuve y empecé a cogerla despacito. Le empujaba con mi pelvis de adelante atrás, metiéndosela y sacándosela suavecito, pero luego se lo hacía cada vez más rápido y fuerte.
Yo ya transpiraba a chorros sobre ella, tanto por el calor como por la calentura depravada que sentía de estar desvirgando a esa criaturita de 8 años de edad, la hija de mi nueva mujer, a la dulce y adorable Matilde quien me amaba y yo a ella.
A este punto yo ya estaba queriéndola follar durísimo, acelerando mis embestidas cada vez más y bufando como una bestia embramada. Quería cogérmela como si no fuera una niña y más bien se tratara del coño de una mujer adulta; sintiendo como su menudo cuerpecito apenas y soportaba mis abates, y como mi verga topaba en el cérvix de esa pequeñita; cuya vagina anatómicamente no podía contener dentro más de mi maciza virilidad, pero que aún así lo que ya le entraba, lograba acoplarse de una manera fantástica y placentera.
— ¡Ooohhh… qué delicia de coñito tienes mi amor! (le decía entre jadeos y al mismo tiempo en que mis estocadas eran más enérgicas) ¡Es más delicioso que el de la puta de tu madre!
La pobrecilla de Matilde no podía responderme. Ella se estremecía y contorsionaba cada vez que mi enorme verga le entraba a fondo, hasta quererle traspasar el útero. Mi niña siendo tan pequeña y delgadita, y mi miembro masculino tan morcillozo, que cada vez que yo se la clavaba bien profundo, la forma de mi gran glande se marcaba debajo de su plano vientrecito.
— ¡Ooohhh… no puedo más! ¡Aquí viene la leche de papi, amor! ¡¡OOOHHH!!
Y así fue como me corrí en el interior de mi bella Matilde. No sé cuánto semen le habré botado dentro; pero aun así cuando le saqué la verga, seguí lanzando chorros de mi espesa esperma sobre ella; por lo que la niña quedó bañadita en nuestro sudor mezclado y mi leche de macho. En eso vi como la pequeña juntó una parte de sus pechitos y se la llevó a la boca para comerla; pero lo que más me sorprendió fue ver cómo tomaba el resto con sus manitos y con los deditos se la metía dentro del coñito, diciéndome que así seguro quedaría preñada como su mamá.
Que maravilloso era que esa putita todavía fuera tan dulce e ingenua; que, con el pecho inflado de amor por ella, me la comí a besos. Nos besamos como dos adultos, metiéndonos las lenguas y yo saboreando mi semen de su boca. Luego nos quedamos abrazados en la cama, hasta que ella por el cansancio se quedó dormidita en mi pelo en pecho, con una de sus piernitas sobre mi panza, y con el coñito muy abierto y escurriéndole todo el excedente de cremosa esperma que no había podido contener.
Pasamos el resto de ese día juntos en esa habitación de hotel. Le pedí una pizza para el almuerzo y comimos desnudos sobre la cama viendo sus caricaturas. Después de la siesta la volví a follar, pero le dejé descansar el coñito; así que la cogí fuerte por el culo como, a ella ya tanto le gusta. Y ya para el inicio de la noche nos bañamos juntos, en donde ella me pidió leche; por lo que la dejé mamármela hasta correrme en su gargantita y llenarle la pancita, y con eso nos marchamos. El dueño no dejaba de vernos con cierta complicidad y cuando se despidió al momento en que le entregué la llave, me dijo que volviera otra vez.
Cuando Matilde y yo llegamos a casa, su madre nos estaba esperando. Nos preguntó dónde habíamos ido y fue su hija quien le contestó, diciendo que después de la escuela yo la había llevado a dar una vuelta y a comer helado, y con eso se fue a su cuarto dando saltitos de alegría. Yo entonces besé a mi flaca, apretándole con una mano una de sus ricas nalgas y con la otra le acaricié la pancita de embarazada, imaginando las cosas maravillosas que me esperaban con mi futura bebita…
—El Fin…
Y aun no subes mas ?? Mojadisima quede! Que rico final ojala te animes a seguir escribiendo, me encantaria leer que sigue…
Pues no, porque aquí nadie comenta.
Así que lo continué en categoría GAY, donde si apoyan más. Acá los heteros son una M*
Excelente relato muy excitante 🍆💦💦
Leí que no seguiste porque no comentan, pero deberías. El apoyo está en la nota, y es casi 5. ¿La viste? La no réplica no es indiferencia. Tampoco ataques a «los hetero»: no comentan, pero sí votan arriba. Deberías publicar por disfrute, no esperando sí o sí opiniones escritas.
Ojalá haya más relatos de esta categoría. Redactas con morbo tremendo pero tu actitud no suma, y va con buena onda. No te ataco. Por favor, piénsalo. Besos.
Buenísimo y excelente me gustaría tener una nena asii
hoola, puedo saber mas de tus relatos? tienes cuenta de tele-gram? espero pueda leer mas acerca de la hermosa Matilde, gracias. Espero me respondas, por favor …
Se hubiera unido el otro tipo