Diosa follada por un mortal
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Sentado en la parte de un autobús, viendo correr los arboles por la ventana, con ese olor en el aire que es típico del transporte público de Madrid en mi nariz, ahí estaba yo sentado, en un asiento para dos, solo, en dirección a mi apartamento.
La verdad es que nadie hubiera dicho, que el autobús iba cargado, pero tampoco desierto. Y así estaba yo cuando el autobús se paró, deteniéndose, recogiendo la gente que esperaba en la calle, entonces la vi por tercera vez.
Esa rubia que parecía haber salido de una revista de lencería, con una car angelical pero provocativa, con unos labios carnosos y unas curvas que derretirían a cualquiera, y para deleite de mis ojos se sentó enfrente mío, yo me puse tenso, la adrenalina inundaba mis venas produciendo que mi corazón se acelerara tremendamente; esos ojos verdes haciendo contraste con ese pelo rubio cubierto de algunos bucles dorados rozando esa piel blanca y tersa, con esa sonrisa sensual, atractiva que decía: ven, cómeme.
La miré de reojo; no era la primera vez que la veía, ya la había deleitado varias veces con los ojos, tres para ser exacto. Con esa cintura, esas curvas, que te hacían fantasear con sólo mirar y ahora estaba sentada en frente mío, mirando por la ventana con una cara de melancolía, con una chaqueta negra una camisa ajustada blanca y unos pantalones de tela negros, yo empecé a fantasear, que reunía el valor para hablarle y que incomprensiblemente ésta caía bajo mis encantos, dejándose llevas por mis seducciones y terminando misteriosamente en la cama, toda desnuda bajo mi cuerpo tenso y preparado.
El bus se detuvo zarandeándome hacia delante y interrumpiendo mi fantasía, la miré, sabía que era imposible que se realizaran mis fantasías, ¿pero….? ¿Y si me atrevía? ¿Qué podía perder? Luego de auto cuestionarme regresé a mi realidad, y entonces qué digo, cómo la abarco, cómo iniciar la conversación, yo sabía que eso era imposible, nunca reuniría la voluntad y el valor para hablarle.
El tiempo corría, el autobús seguía su camino y mi tiempo de verla se agotaba, pronto se detendría el autobús otra vez y ella se bajaría, alejándose hasta el próximo Jueves, de pronto observé sus ojos, me estaban mirando pero no con deseo, como en mis fantasías sólo pasaban sobre mí barriendo todo el panorama del autobús, observándome como algo más del decorado, yo clavé descaradamente mis ojos en los suyos, zambulléndome en sus verdes pupilas, para mi asombro ella mantuvo la mirada, desafiándome o retándome, en ese momento sentí que mi corazón latía a mil por hora, casi haciéndome daño contra mis costillas, la adrenalina se podía sentir fluyendo por el torrente, en ese momento el tiempo comenzó a ralentizarse, mi cerebro procesaba todo y yo no podía contenerme, era incapaz de controlarme, era un títere de mis señales hormonales y mi subconsciente y sus instintos, entonces dije:
-Señorita, la he visto varias veces en el bus, pero nunca he reunido el valor de hablarle, si me permite preguntarle, qué le sucede?, ¿porqué está triste? y sí creé, que no es demasiado descaro, me gustaría decirle, que nunca hombre alguno había visto mujer tan bella desde que Helena por voluntad propia cruzara las puertas de Troya-
Yo me quedé de piedra mientras veía que esas palabras salían de mi boca, eran hermosas, muy cursis, y realmente no eran yo.
La Chica me miró totalmente sorprendida, y unas lágrimas brotaron de sus ojos, realmente conmovida.
-Sabes aunque yo no me haya percatado de ti hasta este momento, esas palabras me han llegado profundo, cómo te llamas?- dijo ella con una voz que sonaba a un coro de ángeles.
Yo estaba embobado, no sabía cómo reaccionar, la adrenalina se retiraba de mi torrente y esa persona poeta se retiraba escondiéndose en mis entrañas dejándome solo, solo ante esa belleza, que derrochaba sensualidad entonces hablé.
-Mi nombre es irrelevante, es más importante el suyo, y al causa de tu tristeza- dije tranquilamente-, mi adrenalina no me había olvidado, todavía estaba latente en mis venas, ella me observó, y su mirada recorrió todo mi cuerpo.
Después de eso todo fluyó sin ningún contratiempo ni problema; ella se olvidó de su parada y siguió en el bus conmigo, al aparecer nuestra conversación era suficientemente interesante para hacerla olvidarse de todo, yo me disculpé y me despedí, ofreciéndole que si quería bajarse conmigo, me ofrecía a llevarla en mi moto a su casa, siempre que ella pagara la gasolina, a lo que ella accedió con gusto.
Así que de la nada nos vimos subiendo a mi apartamento a buscar las llaves de la moto, que estaba guardada en el garaje de la urbanización. Como es la costumbre le ofrezco agua un refresco o una copita, no iba a ser yo descortés o menos que nadie, ella dice que le gustaría un té de jazmín, que ha tenido un día algo extraño y que algo relajante y aromático le sentaría bien; yo claro está, no tenía eso, así que le ofrezco té negro, normal y corriente, ella lo acepta y se saca la chaqueta colocándola en el perchero cerca de la puerta y cerrándola misma, en ese momento amigos os cuento que tuve la erección más grande conocida en la historia, ver esos pechos que sobresalían por la camiseta esa cintura asemejándose a una diosa griega, ese cuerpo sacado de una revista de lencería puso todo mi mecanismo en acción, yo sudaba testosterona y inundaba el ambiente con hormonas invitándola a el sexo.
Rápidamente me giré y apunte mi amiguito despierto hacia la pared para que ella que se encontraba en el salón no lo viera tan contento (era un poco engorroso que me viera levantando el pantalón).
La miré, mi cabeza daba vueltas y no sabía cómo llegar a la siguiente fase (no deben de creer que era o soy un novato sólo que la chica que estaba en mi sillón era de otro nivel).
Yo preparé el té, se lo serví colocándola en la mesilla, acomodándome antes la camisa por fuera para disimular, me senté junto a ella, entonces ocurrió:
-Bueno chico sin nombre, la realidad es que dos adultos desconocidos no suben a su apartamento si no tiene una idea en mente, ¿tú lo que quieres en follarme vedad?- dijo ella con toda soltura, yo me puse rojo, la sangre se apretaba en mi cara delatándome, era verdad que era un alivio que ella diera el primer paso, porque así me libraba de todos los problemas mentales que eso acarreaba, pero que lo dijera tan abiertamente me sorprendía.
Ella se sacó la camisa, sobre sus hermosas y redondas tetas un sostén rojo burdeos resaltaba contra su piel tersa y blanca contrastando, ofreciéndoseme para que yo al tomara, yo temblaba de excitación, ni siquiera el mejor pantalón jean hubiera podido disimular la tremenda erección que tenía entre piernas, esas tetas como naranjas, perfectas redondas, se veían tan turgentes. Rápidamente reaccioné, no debía ser tan desconsiderado, no podía quedarme embobado mirándole las tetas, miré sus ojos que me invitaban a desvestirme, mis manos me temblaban, así que respiré profundamente eso me tranquilizó bastante, me desabroche el pantalón y me lo saqué, con delicadeza sin prisa, luego me empecé a desajustar los botones de la camisa, en mi mente daba gracias a la decisión que había tomado hacía tres meses de empezar a ir al gimnasio una vez por semana, era verdad que no era un modelo físico, pero por lo menos estaba en forma.
Cuando me encontraba solo con calzoncillos, me abalancé delicadamente sobre ella, sintiendo la temperatura y le textura de su piel, comprimiendo sus tetas sobre mis pectorales, le metí la manó por debajo del pantalón de tela negro, tenía depilado su papucho, era delicado, con labios finos y suaves, introduje un poco el dedo, ella se mordió los labios, yo la gatillé un poco. Cerré los ojos y sólo con el tacto me lo podía imaginar, al igual que sus pezones erectos, seguro que eran pequeñitos y rosados, la desabroché el pantalón, y con las dos manos se lo saqué.
Su cuerpo semidesnudo cubierto por una tanga y un sujetador burdeos era una belleza que rozaba la locura, yo sentía mi excitación, nunca había visto a mi amigo tan grande, ella ya estaba lista para recibirme, lo notaba por la humedad que brotaba de su pozo, me agache poniendo mis rodillas en el suelo, y colocándome a la altura perfecta para que su papucho quedara a la altura de mi cara sentado en el sofá, suavemente le arranqué la tanga con los dientes, ahora su sexo era mío, estaba indefenso abierto como una flor para que yo incursionara en el, con los labios rosados iguales a los imaginados, depilado y suave, todo húmedo. Me detuve, no tenía ningún condón a mano, ella me miró y dijo:
-No te preocupes chico erecto, yo tomo pastillas no hay problemas- en ese momento reventé por dentro, derramándome en mi calzoncillos, disimule mis movimientos de eyaculación sumergiéndome entre sus suaves piernas, era justamente lo que necesitaba, me saqué el calzoncillo y lo tiré debajo de la mesa del salón, cargado de leche, ahora aguataría mucho más y no quedaría en ridículo, corriéndome a los pocos minutos, y ella no se enteraría.
Habilidosamente, apasionadamente me dedique a besuquear, mordisquear, el delicioso papucho que tenía enfrente, me encantaba tener un dedo metido dentro de ella mientras mi lengua golpeaba su clítoris, mi compañero se animaba a ratos y pronto estaría en su máxima expresión luego de haber vomitado todo su contenido, ella gozaba dejando escapar pequeños gemidos entre sus dientes blancos; que yo interpretaba y así volvía a hacer aquello que la excitaba más, esa es la clave del amante, saber interpretar los gesto y reacciones de tu pareja para así no cometer errores y superarte a ti mismo.
Ella se sentía como en el cielo con mi legua penetrándola y mis dedos dentro de ella, el placer la inundaba, luego me levanté, la giré y la puse en cuatro, sobre la mullida alfombra, ella se dejaba hacer.
Pasé la mano por su espalda y con un gesto rápido desabroche su sostén, sus preciosas tetas reclamadas por la gravedad se soltaron, yo aproveché para tocarlas, duras, redondas, la experiencia mejor que he conocido, totalmente excitante, luego delicadamente pasé la mano por su columna, bajando hasta la base de las nalgas y deslizándome por el canal que formaban sus posaderas turgente y duras, deteniéndome en su ano con mi pulgar, acariciándolo, presionándolo con la yema de mi dedo gordo, inesperadamente obtuve una respuesta de máxima excitación por parte de ella, luego descendí hundiendo el dedo por labios inferiores, saqué mi dedo de su vagina, ella estaba empapada, me agarré el pene y con un glorioso empuje la penetre, ella gimió de placer, yo sentí una oleada de placer que llegó hasta mis dedos. Comencé a moverme despacio, acelerando, bombeando con toda mi potencia dentro de ella mi pena, ella trataba de no dejar en evidencia su excitación, intentando controlar sus gemidos, pero de todas formas luchaba contra lo inevitable, las oleadas de placer y escalofríos la sacudían arrancándole de sus labios gemidos de satisfacción, con cada empuje sus tetas se movían al compas de una ritmo sexual, balanceándose.
Con mis manos tocaba sus senos, masajeándolos y apretando sus pezones duros y excitantes, produciéndole que su espalda se arquera de placer. Luego con mis manos acaricie su espalda, de arriba a abajo, era increíble la belleza de su cuerpo, esa desnudez nívea y su generosidad en curvas, bajé con mis manos hasta sus nalgas, sobándolas, con mi mano derecha descendí más, palpando el papucho y concentrándome en su clítoris, excitándolo, apretándolo con mis dedos y sobándolo, con la izquierda le tocaba el canal que creaban de sus imponentes nalgas, acercándome y alejándome de su ano, en un juego como el que no quiere la cosa, mientras mi mástil le penetraba rellenándole su agujero, luego sin previo aviso metí al mismo tiempo mi pene en su vagina y mi dedo índice en su trasero, mientras le masajeaba el clítoris, ella explotó, su vagina se comenzó a contraer y convulsionarse, ella en un largo gemido de placer absoluto se corrió, con una penetrada que desplazó sus jugos estos chorearon y cayeron, era una belleza satisfecha, yo saque mi dedo de su culo; ella había quedando exhausta, pero yo no tenía intención de dejarla ir tan fácilmente, así que la di vuelta subiéndola al sofá y yo de rodillas, emprendí de nuevo el bombeo, ella comenzó a gemir de nuevo, me miraba con sus penetrantes ojos verdes, pidiéndome más, más, más, y yo la complacía, con acelerones y lentos, pero siempre con fuerza y dedicación, ahora, tenía mis manos libres, estaban para tocarle sus pechos, dedicarse a ellos, mientras mi pene penetraba su hermoso papucho, arrancándole deliciosos gemidos, puse mis dos manos, una para cada pecho, y comencé a tocarlos rítmicamente, al compas de mis arremetidas, ella soltaba suspiros, y me miraba, yo bajé mi cabeza y sin dejar de producirle placer en sus tetas y en su agujero la comencé a besar, esos labios me sujetaban con fuerza, sus brazos me rodearon el cuello en un intento paro no dejarme escapar, pero esa era una postura poco cómoda y me deshice de su abrazo para enderezarme y continúe con mis tareas de penetración, amasar tetas y de vez en cuando bajar la cabeza para besarla, en el cuello, en las orejas o en la boca.
El cuello me molestaba por mi bajadas a besar, así que lo troné, para aliviarlo sin dejar de masajear esas montañas blancas coronadas por coronas color rosa, y esos pezones que daban ganas de mordisquearlos eternamente, en eso estaba cuando vi sobre la mesa del salón un lápiz, para ser exacto un bolígrafo, lo tomé y si previo aviso se lo introduje como “el que no quiera la cosa” por su trasero, ella gimió, soltándose por completo, dejando de controlarse, liberándose a experimentar y dejarse penetrar y sentir mi pene, luego por su excitación y ganas de follar comenzó a moverse a mi compas, acompañándome, gimiendo de placer y excitación, mi pene reaccionó a esta excitación ensanchándome y tomando más vigor, yo me asustaba, cómo era posible que fuera tan grande, realmente tenía miedo de que alguna vena se reventara, pero mi amigo respondía de maravilla; ella a su vez respondió a mi expansión de pene con más excitación y más movimientos, yo no podría creer que fuera posible tanta excitación en una mujer, introduje el lápiz todavía más, moviéndolo delicadamente, ella parecía enloquecer, sus pezones eran piedras duras y sus vagina se contraía de puro gusto, soltando lubricante. Yo sólo quería penetrarla con todo mi fuerza, levanté sus piernas y me las puse en los hombros (todos sabrán que esta postura te permite llegar más a fondo).
Mis arremetidas la hacían suspirar y gemir de placer, ya no trataba de controlarle, extendía sus brazos y me agarraba por la cintura, pidiéndome más, su voz era increíble, me quedaba poco tiempo para correrme, así que dije: -Me corro, me corro, – gritándolo sin importar que mis vecinos me oyeran o cualquier persona, ella reaccionó a mis palabras gritando que ella también se corría, y era verdad su respiración era rápida, agitada y entrecortada llena de grititos de placer.
Gotas de sudor perlaban su cara y lubricaba su cuerpo concediéndole una imagen salvaje. Era una diosa follada por un mortal, un chocho de ensueño relleno por mi pene, que lo llenaba rozando su interior con su punta, cada vez que arremetía con fuerza tocando el fondo de su coño ella se volvía loca. Ella era sin dudas una diosa y mi desempeño era increíble, más de una hora frotando mi mástil con su barco, ella empezó a gemir anunciando su orgasmo gigante, yo me excité más y mi pene bombeo todo el esperma que quedaba, ella se convulsionaba de placer, luego todo, se fue calmando yo me eché encima de ella sin retirar el lápiz de su trasero y con mis manos sobre sus tetas como tenazas, y mi pene en su papucho, regresando a la normalidad, ella me miraba, luego se levantó, con delicadeza extrajo el lápiz de su hermoso trasero y se puso su ropa dejándome sentado en el sofá, ella se fue finalmente, yo sólo la despedí con un beso en la boca a lo que ella respondió agarrando a mi amiguito y susurrándome en el oído “Te has lucido”, mi ego se hinchó y bajé mis manos sobre sus hermosos pechos cubiertos por el sostén y su camiseta, masajeándoselas en círculos, ella se dejó hacer y luego se fue, yo me senté en el sofá con una cara de satisfacción total bebiéndome su té, cuando me lo terminé con pequeños sorbos y puse mis pies sobre la mesilla del salón para acomodarme más estos se toparon con un tarjeta sobre la mesa, me levanté y la tomé, esta tenía un nombre y un número de teléfono que no os diré, ya que ella es solo mía.
FIN
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