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Heterosexual, Sexo con Madur@s

Don Luis y mi hermanita

Me llamo Ignacio, aunque todo el mundo siempre me ha dicho Nacho, o Nachito, vivía con mis padres y mi hermana menor en un complejo de apartamentos construidos con el fin de ayudar a las clases menos favorecidas. O, en otras palabras, vivía en un edificio, en donde la mayoría de los residentes eran .
Me llamo Ignacio, aunque todo el mundo siempre me ha dicho Nacho, o Nachito, vivía con mis padres y mi hermana menor en un complejo de apartamentos construidos con el fin de ayudar a las clases menos favorecidas. O, en otras palabras, vivía en un edificio, en donde la mayoría de los residentes eran personas de clase media baja y baja.

Las familias que allí residían eran muy variadas, ya que había desde las que se componían de 10 integrantes, hasta adultos mayores que vivían solos. Y esto era lo más fantástico, ya que nunca faltaba la diversión por los personajes tan pintorescos que te podías encontrar en el edificio, como aquel señor en silla de ruedas que juraba que de joven se había peleado con el diablo, o aquella señora que decían que era una bruja.

En fin, mi niñez estuvo plagada de muchas aventuras, las cuales compartía con mis amigos del edificio. La verdad yo era un niño bastante social, por lo tanto, en pocos minutos podía hacerme amigo de todos, caso contrario era mi hermana, Julieta (tres años menor que yo), a quien le costaba sobremanera hablar. Por este motivo yo tenía que incluirla en muchos de mis juegos, ya que me daba pena dejarla sola.

Ahora bien, todo esto cambio cuando cumplí once años, recuerdo que en ese entonces mis papas trabajan todo el día, por lo que Julieta y yo nos regresábamos juntos de la primaria, la cual estaba a unas calles del edificio. Además, nosotros teníamos que recalentar la comida que nuestra madre nos dejaba en el refrigerador, por lo que nuestros horarios de comida eran muy variables, ya que yo prefería comer después de jugar un rato con mis amigos.

En el caso de Julieta, recuerdo que ella comenzó a frecuentar a uno de nuestros vecinos mayores llamado Luis (a quien todos le decíamos Don Luis), ya que este señor se sentaba a la entrada de su departamento en el primer nivel a vernos jugar (ya que su puerta daba hacía el estacionamiento del edificio). Allí mi hermana se ponía a platicar por horas con Don Luis, mostrándole sus muñecas y contándole toda clase de historias.

Al ver esto, fui a decirle a Julieta que no molestase al señor, sin embargo, Don Luis me dijo que no era ninguna molestia, que a él le gustaba mucho platicar con Julieta. Esto me tranquilizó un poco, por lo que volví a jugar con mis amigos, aunque de vez en cuando volteaba a ver a mi hermana, y como siempre que volteaba la veía platicando con Don Luis, dejé de preocuparme.

Así pasaron los días, y Julieta siguió con sus pláticas con Don Luis, hasta que un día Julieta vino corriendo hasta donde yo estaba jugando y me dijo que, si le daba permiso para entrar en la casa de Don Luis, ya que este la había invitado a comer unas galletas y ver las caricaturas. Yo lo pensé un poco, ya que sabía que no era correcto, sin embargo, si ella entraba con Don Luis, yo ya no tendría que cuidarla, por lo que terminé aceptando.

Julieta se fue sumamente contenta con Don Luis, para poco después desaparecer al interior del departamento. A partir de este momento, todos los días Julieta entraba al departamento de Don Luis por un par de horas, para luego salir, ir a comer conmigo a la casa, y volver al departamento de nuestro vecino.

Para mí esto fue genial, ya que ya no tenía que preocuparme de mi hermana durante mis horas de juego, llegando incluso a olvidarme de la hora de la comida, aunque Julieta me recordaba, ya que ella salía del departamento e iba a decirme que fuéramos a comer.

En una de mis sesiones de juego, mis amigos fueron llamados por sus mamás para ir a comer, por lo que me quedé solo, y a pesar de que aún no era nuestra hora de comida, decidí ir por Julieta para recalentar el guiso que nos había dejado mi mamá.

Al llegar a la puerta de Don Luis, toqué para hacer salir a mi hermana, sin embargo, nadie respondió, por lo que seguí insistiendo durante un buen rato, hasta que por fin Don Luis me abrió. Me sorprendí mucho al verlo, ya que estaba en ropa interior, y tenía cara de somnolencia. Me volteó a ver y me dijo. – ¿Qué pasó?

Yo. – Vine por Julieta para ir a comer.

Don Luis. – Esta acostada en el cuarto. Pásate.

Yo me pase, la verdad no entendía que estaba sucediendo. Cuando entre al cuarto, note un olor muy extraño, como a pescado, y fue justo cuando vi a mi hermanita acostada bocabajo, completamente desnuda y con las piernas abiertas. Pude notar que su vagina estaba roja y de ella brotaba algo blanco y espeso, como yogurt.

Don Luis. – Es que estábamos jugando y nos dio sueño, y como aquí hace mucho calor, pues nos quitamos la ropa para estar más a gusto.

Después de eso se dirigió a Julieta, y se agacho para despertarla, mientras hacía esto, vi como con su mano izquierda agarraba una de las nalgas de mi hermanita. Julieta respondió a sus caricias y le pregunto que si ya era de comer. Don Luis le dijo que si, que tenía que vestirse, y que la esperaba para seguir jugando al rato.

Yo salí del cuarto y esperé por mi hermana. Tras un rato al fin salió, por lo que nos dirigimos a nuestro departamento a comer. Mientras comíamos no me podía sacar de la mente la imagen que acababa de ver, lo que me llevó a preguntarle a Julieta sobre lo que le salía de su colita.

Yo. – ¿Qué es esa cosa que está saliendo de tu colita?

Julieta. – Es la lechita especial de Don Luis. Dice que solo las niñas como yo pueden tenerla.

Yo. – ¿y a qué estaban jugando?

Julieta. – A las cosquillas.

Yo. – ¿Y te gusta?

Julieta. – Al principio me dolía un poco, pero ahora ya no. Pero no les vayas a decir a mis papás.

Yo. – Ya sé, yo tampoco quiero que me regañen por no cuidarte. – Tras decir esto, seguí comiendo, sin embargo, no se esfumó de mi cabeza aquella imagen de la “lechita de Don Luis” saliendo de su colita, por lo que le dije a mi hermanita.

Yo. – Quiero ver cómo es la lechita de Don Luis.

Julieta. – No quiero.

Yo. – Si no me la enseñas le voy a decir a mis papás, no me importa si a mí también me regañan.

Julieta. – No, no les digas. Te la enseño, pero no le digas a nadie.

Acto seguido Julieta me guio al baño, se quitó sus pantalones y sus calzones de princesas, y me mostró su colita, la cual, seguía rosita como la había visto hace un rato, además, pude ver ese líquido blanco saliendo de su vagina. Al tratar de tocarlo, Julieta se movió y me dijo.

Julieta. – No lo toques, solo te voy a dejar verlo.

Yo. – Esta bien -. Decidí no insistir en tocarlo, sin embargo, esto me siguió intrigando, por lo que le dije. – De ahora en adelante debes decirme lo que te hace Don Luis.

Julieta. – No quiero.

Yo. – Si no lo haces, yo le voy a decir a mis papás.

Julieta. – Esta bien, pero no les digas, y tampoco le digas a tus amigos, porqué si no Don Luis se va a enojar conmigo -. Después de esto, se puso de nuevo su ropa y añadió. – Ya me tengo que ir, que Don Luis me está esperando.

Yo. – Esta bien.

Después de esto, volví con mis amigos, aunque mi mente estaba en otro lado, específicamente en lo que estaba sucediendo en el departamento de Don Luis.

Durante el resto de la tarde no di pie con bola, ya que estaba sumamente distraído, tanto así que me gané varios insultos de mis amigos por haber dejado que nos anotasen gol, sin embargo, esto no me importó, ya que yo solo tenía mente para lo que estaba pasando dentro del apartamento de Don Luis.

Por fin después de un rato que me pareció eterno, llamaron a todos mis amigos para que se fueran a sus casas, momento en el cual fui a buscar a Julieta. Al tocar a la puerta de Don Luis no tuve que esperar mucho a que me abrieran, aunque para mi sorpresa la que me recibió fue mi hermanita, quien ni me saludó, solo se limitó a despedirse de Don Luis y prometerle que mañana volvería a jugar.

De regreso a nuestro departamento traté de preguntarle a Julieta, pero me dijo que solo me contaría ya que estuviéramos en casa. En cuanto cerré la puerta le dije a Julieta. – Ahora sí, dime.

Julieta. – No sé, creo que no debería.

Yo. – Lo prometiste.

Julieta. – Está bien, pero quiero que me des de tus dulces.

Yo. – Si, lo que quieras, pero ya dime.

Julieta. – Pues bueno. Primero Don Luis me dio muchos besos como siempre, luego me pidió que me quitara mi ropa y que me fuera al cuarto. Me acosté en la cama y él también se quitó la ropa, luego sacó su pipi y lo metió en mi cosita.

Yo. – ¿Te metió su pipi?

Julieta. – Sí, duele un poco al principio, pero luego se sienten como cosquillas, además, Don Luis me da muchos besos, sobre todo en mis pechos, parece un bebe.

Yo. – ¿Y la cosa blanca?

Julieta. – Esa sale del pipi de Don Luis cuando me la mete y saca rápido.

Yo. – ¿De su pipi?

Julieta. – Si, al inicio es como el tuyo, así chiquito, pero cuando me pide que le dé besitos o que me lo meta en la boca se hace grande y duro. Es ahí cuando me lo mete en mi cosita, y después de un rato sale, algunas veces me lo hecha adentro de mi cosita, aunque otras me lo hecha en la cara, o me pide que me lo trague.

Yo. – ¿Y a qué sabe?

Julieta. – Sabe raro, como salado y amargo. La verdad no me gustaba al principio, pero ahora ya lo soporto.

Yo. – ¿Crees que a mí también me salga?

Julieta. – No sé, pero ahora ya déjame ir a hacer mi tarea, si no me van a regañar mis papás.

198 Lecturas/9 junio, 2025/1 Comentario/por relator15
Etiquetas: amigos, baño, hermana, hermanita, madre, mayor, mayores, vecino
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1 comentario
  1. Incestangel Dice:
    9 junio, 2025 en 11:22 pm

    Buen relato, tiene potencial para una saga

    Accede para responder

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