Doña Juana
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me llamo Gonzalo, soy argentino, 25 años, vivo en España hace cuatro años.
Cuando llegué al país alquilé un departamento de esos antiguos, un tercero por escalera, un edificio del año del pedo.
Hay dos departamentos por piso, son todos mayores, habían vivido toda su vida ahí.
Frente mío vive Doña Juana, una señora viuda, muy simpática, 67 años.
Una señora de estatura baja, unas enormes tetas y unas nalgas enormes.
Muy buena vecina.
Al poco tiempo de vivir ahí, ya me hablaba con todos, unos viejos re macanudos.
A dos cuadras de casa hay un supermercado, donde una tarde estaba haciendo mis compras y me encuentro con Doña Juana, nos saludamos y seguímos haciendo las compras juntos.
Cuando salimos nos fuimos juntos, la ayudé a subir el carro de la compra y ella me invitó a pasar a su casa.
Fue como entrar en la camara del tiempo que me llevó al pasado.
Seguimos hablando y ella me contó que es viuda hace muchos años, «y nunca rehizo su vida?», le dije siguiendo con la conversación.
«No, nunca.
Desde que quedé viuda, no volví a estar con nadie, seguro que soy virgen de nuevo», dijo riendo a carcajadas, haciendo que sus enormes tetas se muevan dentro de su ropa.
«Y ahora de vieja, quien se va a fijar en mi, y tener un viejo para que le tenga que calentar los pies, mejor así, sola», me seguía diciendo sin dejar de reír.
Así fue cómo siempre que tenía tiempo, me cruzaba a su casa y pasábamos la tarde hablando y riendo, «seguro que la gente a de pensar que entre tú y yo tenemos algo, que vienes seguido a visitarme», dijo con esa risa contagiosa que tiene.
«Bueno, yo no quiero apuntar tan alto», le dije riendo también.
«Que puedo ser tú abuela», me dijo yendo a buscar otra cerveza para mí.
«Bueno, mal no estas», le dije empezando a tutearla.
«Huy sí, seguro que te excito», decía yendo a la cocina sin dejar de reir.
Me puse en pie y fui detrás de ella, «oye, que haces?», me dijo cuando pasé mi brazo por su cintura.
«Te molesta?», le dije abrazando su cintura y pegando sus nalgas a mí.
«Pero que haces, que soy una vieja», dijo intentando liberarse de mis brazos, «pero muy atractiva», le dije apoyando mis labios en su oreja y apretandola un poco más contra mí.
«Espera Gonzalo, que estamos yendo demasiado lejos», me dijo, «que, tenes miedo de volver a ser mujer?»,.
le dije subiendo mis manos y agarrando sus tetas, restregando mi pija que se estaba poniendo dura contra sus nalgas.
«No, no tengo miedo de volver a ser mujer, tengo miedo de no estar a tú altura», me dijo dejando que le sobe las tetas por sobre la ropa.
«Y probemos», le dije subiendo su ropa para desabrochar el sujetador, dejando esas dos enormes y flacidas tetas al aire.
«Hay Gonzalo, debo de estar loca», me dijo dejando que pellizque sus pezones que estaban duros.
Así abrazados por la espalda como estábamos le empecé a subir su falda, pasando mis manos por sus piernas, subiendo hasta su concha.
«Como te puede gustar una vieja como yo?», dijo abriendo sus piernas y dejando que pase mi mano por toda su concha.
«Vamos a la cama?», le dije besando su cuello, su mejilla, pasando una de mis manos por su concha y la otra por sus tetas.
Sin decirme nada, me agarra de la mano y nos fuimos a su habitación, era más de lo mismo, muebles antiguos, una cama antigua, muy bien tendida, la hice acostar sobre la colcha, empezando a desnudarla entre besos y caricias.
Unas piernas ni gordas ni flacas, rematadas con una concha bien peluda, de pelos blancos.
Doña Juana estaba boca arriba en la cama y me miraba mientras yo la miraba desnuda a ella.
«Que polla que tienes», exclamó cuando me vio desnudo a mí.
«Ya la vas a tener toda adentro», le dije acariciando y abriendo sus piernas, exponiendo bien su concha.
Le empecé a oler la concha, a pasar mi lengua, notaba como se movía, como gemia fuerte a medida que yo le lambia y le chupaba la concha.
Sentía un olor y un sabor como a rancio, a viejo, me fui subiendo, besando su cuerpo, chupando sus tetas, «agarrala con tú mano y acomodala vos», le dije sin dejar de chupar sus enormes tetas, metiendo en mi boca esos pezones duros y grandes.
Siento como me agarra la pija y la acomoda contra su concha, dando un fuerte gemido cuando se la empecé a meter, pero la tuve que sacar para pasar saliva por mi pija, ya que Juana tenía bastante seca la concha.
Entre gemidos y ayes de Juana se la fui metiendo muy despacio, hasta que se la metí toda.
Juana jadeaba, estaba con sus piernas bien levantadas y abiertas gimiendo mientras la cogía.
«Estas bien Juana?», le dije besando sus labios, moviendo mi cintura, haciendo que mi pija entre y salga de su concha, la cogía muy despacio, no quería que le duela.
«Sí, estoy bien, lo que pasa es que hace muchos años que no tengo a nadie dentro mío», me dijo gimiendo.
«Correte tú, hoy no creo que llegue», me dijo y vi que tenía un gesto de dolor en la cara.
Yo seguí cogiendola hasta que me acabé dentro de ella.
«Uffff, me duele todo adentro, pero seguro que la próxima vez va a ser mejor», me dijo, abrazandose contra mí.
Así fue como empecé a frecuentar la casa de Juana, aunque no siempre cogiamos, jugábamos de mano, sí, yo le sacaba las tetas, se las chupaba, hasta un vez hice que me chupe la pija, la chupo bastante bien, aunque me la mordió dos veces y no me dejó que me acabe en su boca.
Juana se ponía medio reacia para dejarse coger la cola, hasta que un día estábamos en la cama y me dijo que solo lo había echo una vez, cuando recién se había casado, y que le dolió tanto, que nunca más lo hizo por ahí, y según ella, yo tengo una pija muy grande, que le iba a hacer daño.
«Bueno, vale, venga, intentemos a ver si logras que me entre sin hacerme mucho daño en el culo», me dijo una tarde, despues de tanto y tanto insistir.
Empezamos a jugar, a besarnos, a Juana le encanta que le chupe la concha, se la chupe bien chupada, la empecé a coger por la concha, haciendo que se relaje, la hice dar vuelta, besando y mordiendo sus enormes nalgas, las abrí viendo su ojete, peludo, oscuro, se lo veía cerrado.
Le empecé a pasar la lengua, a darle besos en su ano, se lo chupaba, así como estaba, en cuatro patas, metí mi cabeza entre sus piernas y mientras le chupaba la concha, le empecé a meter el dedo en la cola.
Juana gemia y apretaba el ojete, yo le decía que se relaje, poco a poco le metí el dedo, seguía chupando su concha, subí a su ojete y se lo lamia moviendo mi dedo dentro de su cola.
Sentí que Juana había relajado su ano, agarre el pote de vaselina y le pase mucha, metiendo bastante dentro de su cola, me pasé bastante vaselina por la pija, me ubique detrás de ella, haciendo que abra sus nalgas, pasaba mi pija para arriba y para abajo rozando su ojete.
La escuchaba respirar nerviosa en cuatro patas, abriendo sus nalgas.
«Haaaaaa», dijo cuando haciendo fuerza se le empieza a abrir el ano, entrando de a poco mi pija.
«Así, despacito», me decía con la voz como temblorosa, relajando el ano, y volviendo a quejarse cuando hice otra fuerza y otro centímetro de pija le entró.
Así, despacito, empujón tras empujón la fui metiendo en la cola de Juana, escuchando sus ayes y pidiendo que siga, pero despacio.
«Deja que descanse un poco», me dijo haciendo que le saque la pija.
Juana se acostó de costado, yo me pegue bien a ella.
«Faltaba mucho para terminar de meterla?», me dijo pegando mas su cuerpo contra el mío.
«Dos empujones más y te la hubiera metido toda.
«Bueno, sigamos, terminemos con esto de una vez», me dijo volviendo a ponerse como estaba, pasé más vaselina y se la volví a poner, ahora si, dos tres, cuatro empujones y se la metí toda.
«Ya?», me dice, «sí Juana, ya la tenes toda dentro, no te dolió tanto», le dije moviendo mi pija dentro de su cola.
«Que rica cola que tenes Juana», le dije moviendo mi pija para los costados, sacando un poco y volviendo a meterla, «pensé que me iba a doler más», me dijo Juana, abriendo bien sus nalgas y moviendo su cola para los costados.
«Que delicia que es cogerte la cola», le dije, apoyando mis manos sobre sus nalgas y sacaba y metía mi pija de su cola, abriendo su ano.
«Vas a dejar que te siga cogiendo la cola?», le dije sacando casi toda la pija y volviendo a metersela hasta aplastar sus nalgas contra mí.
«Si me follas el culo así, sin hacerme doler, puedes hacerlo todas las veces que quieras», me dijo gimiendo y dejando que la siga cogiendo por el ojete.
La verdad, que me tomé mi tiempo en cogerle la cola a Juana, disfruté hasta el último momento, ya que ella a su edad, disfruta, pero no llega al orgasmo.
Seguí con el mete saca de su cola, hasta que se la metí bien adentro y sentia como me salían los chorros de leche llenando la cola de Juana.
Yo gemia, movía mi pija dentro suyo, era una sensación maravillosa estar dentro de la cola de esa mujer madura, que en cuatro patas, abría sus nalgas, dejando que le llene los intestinos con mi leche.
Así nos hicimos amantes, de echo hemos dormido juntos muchas veces.
Lo que no logro, por mas que insisto es que me deje acabar en su boca, le da unas chupadas, pero como dice ella, la leche para el coño o ahora para el culo también, pero nada de eso en mi boca.
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