Dos hermanos para una novia
Publico este relato pues me calenté al leer lo que me contó David, un lector de SST. Él me dijo: tengo a mi mujer, pero, por razones de espacio en la casa donde vivimos, mi hermano mayor me ayuda con la tarea sexual, más bien, yo los complemento..
Vivimos en una zona relativamente céntrica de la CDMX donde aún quedan varias vecindades (conventillos, dirían en el sur del continente) cuyas habitaciones tienen uno o dos cuartos. Para quienes conocen la ciudad, vivo en una de tantas vecindades como las que hay desde la colonia Guerrero hasta la colonia Morelos. Muchas de ellas fueron destruidas o demolidas a raíz de los fuertes terremotos, ambos del 19 de septiembre (1985 y 2017), y otras más, las más céntricas ahora son utilizadas como almacenes para los comerciantes, incluidos los comercios ambulantes.
Soy David, tengo 28 años (en pocos días cumpliré 29), Blanca es mi esposa, tiene 31 años y un cuerpo excelente. La conocí en mi vecindad cuando ella tenía 13 años y yo 11. Ella era mi vecina vivía casi frente a mi casa, y al poco tiempo la hice mi esposa. Bueno, esposa es un decir, pues como Manuel Sánchez dice en la clásica obra de Óscar Lewis: «Cuando el pobre examina lo que cuesta una boda, se da cuenta de que no le alcanza. Entonces se decide a vivir de esta otra forma, sin el matrimonio. Simplemente toma a la mujer.»
Mis padres se separaron cuando yo tenía 4 años y mi hermano Salvador, 15. Desde entonces mi figura paterna es mi hermano pues él es como un padre para mí. En estos lugares, uno aprende los goces sexuales desde niño. Lo clásico, jugando al papá y a la mamá. También, desde los 9 años me empecé a jalármela; mi hermano me enseñó, me mostró algunas revistas con mujeres desnudas o parejas en acto sexual y yo imaginaba a las mujeres de la revista al masturbarme. Mi hermano y yo ocupábamos un pequeño cuarto y mi madre dormía en otra recámara.
Mi madre era muy religiosa, pero también una mujer muy bella, tanto de cara como de cuerpo, a pesar de sus dos embarazos, el primero a los quince años. Sin embargo, siempre fue muy desinteresada con nosotros. Mi mamá, al separarse de mi padre, salió con algunos hombres, hasta que pronto encontró a Juan, quien sería su última pareja. Yo supongo que probó la funcionalidad de todos los hombres que conoció pues a veces, al llegar de la escuela, ellos salían de su recámara. Juan era al menos cinco años menor que mi mamá, con mucha vitalidad.
Al parecer mi mamá eligió adecuadamente al hombre que disfrutaría para siempre. Las primeras noches que se quedó a dormir en casa, eran más o menos recatados, pero al poco tiempo los gemidos de amor fueron subiendo de volumen. La primera vez que escuché con atención a mi mamá hacer el amor con su pareja, oí que ella le gritaba “¡Así, mi amor, la quiero hasta el fondo! ¡Lléname la panocha con tu leche! ¡Ah, ah, aaah…!” Además de los golpes que parecían aplausos, Juan le daba sonoras nalgadas que mi mamá disfrutaba por lo caliente que ella estaba. Me la imaginé como en las fotos de las revistas pornográficas que mi hermano me enseñaba y se me endureció mi pitito. Mi calentura subió, me la jalé como sabía y ahí ocurrió mi primer orgasmo con eyaculación (líquido muy transparente, comparado con el blanco que le salía a mi hermano). A partir de esa vez, casi todas las noches me ordeñaba con el acompañamiento de las exigencias y satisfacciones que mi madre y Juan se prodigaban.
Mi hermano Salvador es mecánico y me enseñó el oficio. Él sólo terminó la secundaria y yo, a insistencia de mi hermano, concluí la preparatoria apoyado económicamente por él. Lo anterior refuerza mi admiración y mi respeto de verlo como mi padre o el macho alfa de la casa, ya que la mayor parte del dinero que entraba al mantenimiento de la casa provenía de su trabajo, prácticamente él nos mantenía a todos.
Desde que conocí a Blanca empezamos de novios, y ya tenemos 17 años juntos. Después del primer año de novios la lleve a vivir conmigo a mi casa, donde habitábamos 4 personas; mi mamá con Juan, mi hermano mayor y yo. Dormíamos en el mismo cuarto que mi hermano, aunque juntamos las dos camas para tener más espacio y lo dividimos con una cortina en medio de las dos camas. Duramos casi 7 años compartiendo el mismo cuarto, pero siempre con la cortina en medio. Con el tiempo, Blanca me metió en la cabeza que le gustaría que alguien me enseñará a tocarla ya que yo no era muy fogoso. Era obvio que desde que nos hicimos novios, ella ya sabía cómo le gustaba que la trataran debido a las experiencias sexuales anteriores que ella había tenido.
Desde siempre, me dijo que el mejor maestro sería mi hermano mayor, pues él fue quien la desvirgó a los 11 años y le gustó cómo lo hizo. Ahora que los tres convivíamos juntos, las pláticas entre ellos incluían de todo, hasta el punto de hablar de sexo. Blanca, cada vez era más insistente en que mi hermano me enseñara a desempeñarme mejor en el sexo.
Una ocasión, en que hacía mucho calor, ella decidió que lo mejor sería dormir desnudos yo acepté, pero en las noches, sin que yo me diera cuenta, ella se pasaba hacia el otro lado de la cortina y obtenía la satisfacción que yo no le daba. Al regresar a mi cama, se hizo más frecuente que me despertara de madrugada para que le hiciera sexo oral. En ese momento, al saborearle la panocha muy mojada, me di cuenta que tenía sexo con mi hermano porque, junto con el flujo, le salía le corrida de él. Evidentemente, tuve sentimientos encontrados, pues me sentía traicionado por ella, pero también, como yo quería y admiraba a mi hermano, chupé con deleite la almejita de mi esposa y me calenté al probar la corrida de mi hermano.
Con el tiempo, me empezó a gustar esa subrepticia relación. Me calentaba mucho que mi hermano se la cogiera, lo gozaba tanto que me jalaba la verga cuando escuchaba cómo mi hermano Salvador se estaba cogiendo a Blanca, mi esposa, aunque nunca sus gemidos y palabras eran tan candentes como los de mi mamá y Juan.
Alguna vez que le recriminé a Blanca su comportamiento, más por calentura que por disgusto, ella me dijo que el tener sexo con mi hermano no cambia su amor por mí. Después de ese momento, ellos hablaron conmigo. David me alentaba a aceptar que ellos pueden relajarse y que sólo es por sexo y que él lo hacía sólo con el fin de que Blanca aprendiera mejor cómo seducirme y calentarme para que yo no fracasará en mi relación marital. Mi hermano nos enseñaba cómo coger y yo le limpiaba a Blanca la lefa que él le dejaba en cada lección que él nos daba.
Así, quedó establecido que, de puertas para afuera, somos un matrimonio común y corriente y expresamos nuestro amor ante el mundo, pero dentro de la casa, éramos una mujer y dos maridos, o más precisamente, ella tenía a Salvador como su macho y a mí como su cornudo. Nos complementábamos bien para servirla: Salvador le daba los de maciza y yo los de lengua.
Reflexiono que, aunque mi hermano tuvo diversas parejas, nunca aceptó una relación estable. Puesto que mi hermano fue y es nuestro maestro sexual cuando ella apenas tenía 13 años. Además, cuando empezó a “darnos clases” se aseguró que fuera por separado; creo más bien ya él ya tenía un plan para poder estarse cogiendo a Blanca, aprovechando que en ese momento yo era muy tímido e inseguro, siempre haciendo caso a todo lo que me dijera mi hermano. Así, poco a poco volvió a Blanca su puta y que entre los dos me convencieran para aceptar y verlo como algo normal.
Ahora, eso de cogerla entre los dos fue después de casi 5 años, aunque eso de también cogerla yo, ya no me llama mucho la atención pues tengo una amiga con quien cojo regularmente y a Blanca me la cojo una vez por semana pues la mayor parte del tiempo coge con mi hermano, y les puedo asegurar que me gusta más que él se la coja para lamerle yo la pepa llena del semen de mi hermano y los jugos que ella soltó al gozar la cogida. Así fue como me convencieron para que sólo él se la estuviera cogiendo y Blanca y yo aparentáramos ser un matrimonio normal ante la sociedad. No tenemos hijos, ella usa un DIU ya que queremos seguir adelante con esto.
Sin embargo, hay otro macho más que mira a Blanca con lascivia. Se trata de mi padrastro, el último marido de mi madre. Mamá murió hace 4 años y él aún vive con nosotros, se quedó en casa porque no tiene más familia y no quisimos echarlo a la calle. Frecuentemente, los tres lo hemos sorprendido mirándole las nalgas a Blanca o tratado de rosarse con ella con lujuria. Este hecho, como buen cornudo que soy, me hace fantasear en agregar un macho más para mi esposa. Me gustaría que también Juan se estuviera cogiendo a Blanca con tanta enjundia como éste se cogía a mi madre y la llenara de semen como llenaba a mamá, ya que me encanta limpiar su vagina con la lefa de mi hermano y creo que también me gustaría la de Juan.
A Blanca ya le empecé a decir que sería bueno que Juan también se la estuviera cogiendo para que no se acostumbre a que sólo sea con mi hermano. Ella quien también escuchó a mi madre cuando Juan se la cogía y sus gritos nos ponían a coger desenfrenadamente, sí quiere que sea nuestro padrastro quien se adicione a su menú de cogidas, pero me advirtió que lo haría sólo con la condición de que yo se lo pida a Juan de tal forma que pueda parecer que se lo suplico.
¿Será esto de que ella quiera humillarme o algo que mi hermano le aconsejó para poner el asunto más candente? ¿Será necesario pedirle a Juan que se coja a Blanca, en los términos que ella quiere?
¡Esa Blanquita sí que goza y gozará más todavía! Es claro que es ella quien orquesta todo para tener sus machos en casa y a su disposición. La duda final de David sobre si se tratará de algo maquinado por Salvador, su hermano, es retórica. A él le gusta tomar la lefa en la panocha de su esposa y, como Mar lo sabe con Bernabé, el atole le sabe delicioso cuando la mujer se viene mucho. Cuando la mujer tiene disponibilidad de varios machos calientes ,lo goza mejor y se viene abundantemente.
Aunque Salvador sólo lo menciona por encimita, el hecho de tener otra mujer a quien cogerse, da pie para pensar que esa otra mujer, también lo ha de usar para satisfacer al hombre con quien ella vive o con quien ella acostumbra coger y darle el atole. Habrá que preguntarle a Salvador si también a él le gusta la lefa que le dan a esa mujer, y si a su hombre también le gusta el atole de Salvador.
Mar, ese gusto de chupar vaginas con leche, y de darle tamal con leche a tu marido y amantes es lo que, creo, te calentó para escribir la historia que te contaron. ¿Es cierto, mi nalgoncita hermosa?
Me conoces bien, mi amor. Pero también me calentó sentirme en el lugar de Blanca, con tres vergas en casa para sentir el amor.
¡Me gustó! Me sentí como Blanca y pensé que hubiese estado muy bien vivir con varios primos y tíos, ordeñándolos para darles el atole de los otros. ¡Claro!, viviendo en casa de mi padre como un macho más de mi ganado lechero…
Incesto al máximo es lo que tú quieres.
Lo obvio, a David le gusta la lefa en la panocha de su mujer (¿sus mujeres?, no sabes si de la otra ¿también le chupa?) y quiere tener la suficiente para alimentar su parafilia.
No se me ocurrió preguntarle, pero parece razonable tu suposición.
Mmmm que rico relato espero la continuación así quiero que mi esposa lo haga con mi hermano
Salvador quiere que yo escriba ahora cómo desvirgaron a Blanca, que él tenía toda la información. Le sugerí que la escribieran ellos y yo les ayudaba, pero no ha contestado.
Rikisimo
Sí.
Que rico quisiera que mi hermano me comparta a su novia🥵
Puedes hacerlo tú, compártele a la tuya.
No es mala la idea. Precisamente, hace unos días, le decía a mi marido que viviésemos todos (él, yo, Laura y Mario) en la misma casa. Él sonrió y me dijo «Eres muy puta, quieres tener dos vergas y una panocha a tu disposición…»
Efectivamente, por eso se lo comenté. No estaría mal que Blanca tuviese tres vergas para cumplir sus gustos a la hora que quisiera…
Te descubrió las intenciones. Lo bueno es que ustedes sí pueden hacerlo. (¿Se me nota lo envidiosa?)
Hay gustos para todos, pero la señora del relato es muy afortunada. A mí me gusta coger con otros y mi marido me lo tolera, es más, creo que le gusta. Las mamadas de panocha que me da cuando otro me cogió, lo enardecen y yo me vengo mucho, tanto con su boca, como con su verga; y me fascina sentirlo caliente con el miembro crecidísimo entrando y saliendo en mí, besándome y gritándome «¡Te amo puta, mi Nena!».
¡Claro que Blanca quiere que también Juan se la coja!, quizá ya se la cogió, pero ella inventa lo relativo a la petición con súplica para que su marido disfrute más sus cuernos. A mí me calienta que me vean con lascivia quienes ya me han cogido. Eso me calentaba mucho cuando mi marido estaba presente y, según yo, mi marido no sabía que el galán que me miraba ya me había hecho el amor.
Sí, sentí esa calentura algunas veces que mi marido y Bernabé coincidían. ¡Me calentaba tanto que mi marido se me figuraba un reno de Santa Claus, por los cuernotes!