Dos sueños y una realidad
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Sarita__21.
Ya el viaje en tren estaba a punto de finalizar. Por fin iba a conocerla. Me había imaginado muchas cosas para la primera vez que mirara sus ojos. Pero ninguna de esas servía. Esa primera vez debía ser especial. Iba sin plan, iba a improvisar, iba a disfrutar.
Ya había llegado. Con la bolsa y unas ganas de verla. Salí de la estación y me dirigí hacia su casa. Ella no sabía nada. Era una sorpresa.
Cuando estaba cerca hice una llamada telefónica. De aquella llamada salió:
– Hola. Como está mi angelito particular? – dije con mi habitual y relajada voz.
– ¿Cómo? No se quien eres… – respondió con voz de sorpresa.
– ¿No te acuerdas de mi? ¿Seguro? A ratos caballero, a ratos golfo… ¿ahora sí? – le respondí dándole una pista.
– ¿Kasti? ¿Eres tú? – respondió ella cada al unísono de la finalización de mis palabras.
– Jajajajajaja… solo tú me llamas así. Sep, soy yo… ¿quieres un café? – le respondí con cierta gracia.
– Lo haría, pero zaragoza me pilla muy lejos de aquí – respondió con cierta pena en su voz.
– Bueno, debo estar cerca tuya, estoy tocando una de las paredes de la universidad – le respondí apoyando en el rectorado.
No recibí respuesta. Intenté seguir hablando pero nadie contestaba. Al momento, apareció el ángel más bello que jamás hubiera visto, iba con pantalón de chándal y camisetita, pero estaba bellísima.
Sonrisa perfecta, andares de sirena, mirada de ángel y cuerpo de diosa. Una combinación capaz de derretir al más frió de los hombres. Pero no era eso lo que me gustaba de ella. Lo que más me atraía de ella, no estaba a la vista. Era su forma de ser. Su fuerza. Sus ganas de vivir. Su alegría.
Por fin llegó a donde estaba yo. No es que no hubiera querido acercarme a ella. Es que me dejó hipnotizado. No todos los días ves a un ángel si no estas en el cielo.
Me besó como ninguna otra lo había hecho. En aquel momento le regalé mis labios, mi alma y mi corazón. Ese beso lo recordaré siempre, succionaba mi pasión, la transformaba en dulzura y me la devolvía cuando su lengua rozaba la mía. Mis labios se estremecían al mismo tiempo que cuerpo. Frío y calor recorrían mis venas. Terminó aquel beso con un par de mordiscos que de haber durado unos momentos más, me hubieran conducido a una experiencia orgásmica.
Nos tomamos ese café. Nos contamos mil y un recuerdos y experiencias. Compartimos miradas, recuerdos, sentimientos y algún beso, no como el primero, ese fue único.
Ella me invitó a su casa. Yo acepté encantado. Íbamos en el ascensor y algo pasó, le toqué el culo. Ella se sonrojó enormemente, cosa que a mi me excitó y acaricié sus senos con ambas manos.
Antes de salir del ascensor yo me había adueñado de su cuello y ella era dueña de una parte mis pantalones que estaba cada vez más apretada. Estaba totalmente claro, el deseo se había adueñado de nosotros. Me comentó que estaba sola en casa por los examenes. Eso nos dejaba toda la casa para nosotros.
Tras cerrar la puerta de la casa, empezamos a desnudarnos despacio, mientras nuestras miradas se cruzaban y teníamos amagos de besos. Ambos ibamos a lo mismo, disfrutar al máximo. Desnudos nos dirigimos a la ducha.
Dentro de ella, dejamos que el agua recorriera nuestros cuerpos. Y mientras nos mojábamos, nos acariciabamos mutuamente. En un momento, estaba de espaldas a mí, yo le toqué el omblligo, pasando mi brazo por entre sus piernas. Estaba depiladita, lo notaba mientras retrocedía mi mano acariciando su tesoro, su ano y el final de su espalda. Un arqueo de su espalda me confesó que le había encantado. La abracé fuerte mientras mi pene erecto se juntaba con su culo.
Mis manos jugaban con sus senos, apretándolos, acariciándolos, juntándolos, pero lo mejor vino cuando mis labios fueron a por sus pezones, grandecitos y en unos senos turgentes. Flujos y locura se dieron cita aquella tarde. Yo estaba de espaldas a ella, mis labios y una de mis manos jugaban con sus senos y la otra mano, se adueñaba de su sexo. Había llegado el momento, quería comerle su sexo.
Me puse frente a ella y me dirigí hacia su sexo. Lo tuve en frente, listo para ser conquistado, abierto y rosado. Empecé a lamerlo, pronto estaba jugando con mi lengua y mis dedos. La dejé descansar un rato, cuando vi que sus ojos querían más, acerqué mis labios s los suyos, y soplé lentamente, lo cual le provocó un orgasmo lento pero muy placentero.
Subí lentamente, mientras ella me agarró el pene con dureza. Cuando estuvimos de frente, se lo introdujo en la vagina, yo empecé un movimiento casi calcado al suyo, inclinó la cabeza y se limitó a disfrutar. Mis manos jugaban con sus pezones. A los pocos minutos, nuestros flujos chorreaban por nuestras piernas. Los dos tuvimos la misma idea, con nuestro dedos nos dimos a probar nuestros flujos mezclados. Mmmmmmmm… Eran dulces, como azúcar y caramelo, y a la vez muy calientes. Habíamos alcanzado más temperatura que el agua que caía sobre nosotros.
Íbamos a tener el orgasmo deseado, cuando estaba a punto nos besamos como la primera vez, entre orgasmo y placer interminable, jadeábamos la unísono, no solo follabamos, no solo hacíamos el amor, eramos uno solo, dos cuerpos, un alma. Ese orgasmo se oye en todo el edificio a traves de nuestros labios.
Permanecimos abrazados unos minutos, cuando nos separamos fuimos a la habitación, nos secamos, y ella me dejó caer en la cama. Se quedó mirando mi pene aun algo erecto. Constató que se había quedado con ganas y empezó a comérmelo despacio. Lamiendo y besándolo como ninguna otra, succionaba sin descanso, empezó a eyacular sobre su cara, eso la excitó más.
Algo nos interrumpió, sonó un móvil…
– Kat, deja de tocar el timbre! Ya te he abierto la puerta! – me dijo sacándome de un sueño profundo y porque no decirlo, fantástico.
– Perdona cariño, estaba soñando… jejejeje – le respondí con una bonita carcajada.
– Pasa anda, estoy sola en casa, ¿qué tal el viaje? – me preguntó con mala carilla.
– Bien, cansado, pero ahora estoy mas alegre, ¿y tu? ¿qué te pasa cariño? – le pregunté siendo consciente de que le pasaba algo.
– Cosas de chicas, cotilla! – me respondió con una sonrisa.
Hablamos de muchas cosas, pero al final acabamos en su habitación. Nos disponíamos a desnudarnos. Ella me desnudó a mi suavemente hasta que vió a mi pene erecto bajo mis calzoncillos. La cogió, la desnudó y me dio dos lametones estupendos, la chupó un poco y me indicó que la desnudara a ella.
Esta era mi oportunidad de hacerla vibrar, la desnudé mientras acariciaba todo su cuerpo, la dejé solo con el sujetador y la besé despacio, mientras le quitaba el sujetador.
Nos tumbamos en su cama, y continuamos con el beso. De repente, le dió un dolor en la tripa, propio de la regla. Me dijo que no podía hacerlo. Lo comprendí enseguida. La abracé por la espalda mientras mis manos sujetaban su tripa. Eso la encantó y a mi también. Pero mi pene seguía erecto, me dijo que se lo metiera por el culito, lo cual obedecí al instante. Toda rojilla se acurrucó y se quedó quieta, al poco tiempo se quedó dormida.
Estando ella desnuda y desnuda allí al lado, me separé para verla bien. Estaba preciosa. La besé en la mejilla. Ella se desveló un poco, se dio la vuelta y para mi sorpresa, abrazó entre sus piernas a mi pene, se abrazó a mí y se acurrucó en mi pecho. Yo hice lo propio respondiendo a su abrazo, nos tape con una sabana azulona y la brisa que entraba por la ventana nos generaba unos escalofríos bien recibidos por los dos. Nos dormimos los dos, ella antes.
A la mañana siguiente, yo me desperté y la noté en la misma posición en la que la había dejado. Estaba mirándome dulcemente. Se dio la vuelta y me dijo si le cuidaba la tripita. La abracé de nuevo acariciándole la tripa y besándola en la mejilla.
Así pasamos una hora por lo menos. Mi tren salía temprano. Nos vestimos, me acompañó a la estación y me vine hacia mi casa. Durante el trayecto pensé en lo sucedido y me di cuenta de una cosa. Con una amiga puedes hacer el amor. Con una desconocida puedes follar. Pero solo con alguien muy especial puedes esperar o incluso olvidarte del sexo con tal de que la otra persona este bien.
Ese día nació una amistad difícil de romper, difícil de clonar y difícil de mejorar.
De repente, un zumbido me desveló…
– Niño! Que son casi las doce! Acuéstate que mañana tienes que trabajar! – Me dijo una voz amiga.
– Gracias cariño, me quedé transpuesto – le respondí.
– Venga, Agur niño! – dijo mientras se despedía de mí.
– Dews Sarita. Mañana te cuento, he soñado contigo. Tk. Siempre juntos – le dije como despedida.
Autor: Sarita__21
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