El ADN de mi hija Lucy
Ya he contado bastante del incesto entre los miembros de mi familia, desde mi abuelo, mis tíos y mis primos, pero ahora me estoy enterando que también ha continuado en los descendientes, particularmente con mi hija..
Después que platiqué con mi primo Francisco (a calzón quitado, obviamente), donde me aseguró, según la tía Lencha, que en paz descanse, que mi abuelo materno cogió con todas sus hijas y que seguramente mi abuela lo sabía y lo propiciaba, o al menos lo toleraba. Ya murió mi mamá y no podré comprobar lo que le dijo su hermana Lencha a Francisco. Ni modo.
En cambio, si sé que hubo incesto entre mis tíos, particularmente, mi tío Efraín sí ha cogido con varias de sus hermanas, y él me aseguró que con mi mamá no, incluso embarazó a mi tía Ofelia cuando ella ya estaba casada, aunque desde niños comenzaron a coger; y también ahora coge con Gaby, la hija de los dos. También el tío Efraín me da servicio a mí y desvirgó a los quince años a mi hermana Mague, que en paz descanse.
Ya conté de Francisco y Sandra, hermanos y primos hermanos míos, quienes cogen desde niños. Pues sucede que Teté y Jaime, sus respectivos hijos, también cogen desde niños entre ellos. Asimismo, Teté coge con Francisco y le pide que la embarace. Pero mi primo se opone con convicción “No nos conviene, ni siquiera conviene que la embarace Jaime, no hay que tentar a la suerte, la genética puede hacernos una mala jugada.
Además, Jaime se coge a su mamá con la venia de su padre. Ocurrió una vez que el papá, por estar borracho, no pudo cogerse a Sandra como ella lo demandaba; Jaimito, quien desde bebé estaba en primera fila en la fornicación diaria de sus padres, a sus diez años, le dijo a Sandra “Si quieres yo te hago lo que mi papá” blandiendo su pitito bien erguido. “Sí, cógetela tú, demuéstrale que eres muy macho”, dijo el papá. Y desde entonces… Después, cuando Sandra y su hijo Jaime estaban solos, ella le fue enseñando al crío cómo hacerlo bien. Cuando el marido llegaba algo tomado, le pedía a su hijo que fuera a ayudarlo a la cama. ¡Hasta sándwich le hacen a Sandra! Cuando me contó esto mi primo, yo me pajeaba lentamente, pensando en que me hubiese gustado tener un hijo hombre…
Uno de los lectores de este espacio dice: “por lo general, nadie habla de eso y sólo se sabe por ser testigos y se hacen de la vista gorda. En mi familia y en la familia de mi esposa sé de los casos que han existido (y existen actualmente). La verdad esto debería ser abiertamente aceptado para que se pudiera tomar como aprendizaje de vida. Y que mejor que sea en familia”.
Otra lectora a quien el sexo “le pasó de noche” en la infancia y no tiene hermanos, pero que es más empática, después de leer el relato anterior y algunos comentarios, dice: “Sé que hay muchos parientes que siguen teniendo sexo después de haberlo probado de niños, pero eso de que los hermanos incluyan a los hijos les parece alucinante a otros, simplemente porque está muy alejado de la experiencia cercana. Les parece tremendo que el padre se coja a sus hijas, pero si ellos hubieran tenido una familia promiscua, quizá todo sería normal. ¿Será envidia?”
En los comentarios de mi relato anterior me escribieron: “Tus primos te dieron bastante información sobre tu abuelo y sus hijas, pero no sabes si tu mamá aprendió a hacer el amor con su papá. Imagínate que tú fueras media hermana de tu madre… ¿Lo asumirías agradablemente?” A lo que contesté “Hasta donde me han llegado rumores, mi abuelo sí se fornicó a mi mamá, pero no creo que haya embarazado a alguna de sus hijas. Me preguntas si yo asumiría agradablemente el hecho de ser hija de mi abuelo. Obviamente entendería a mi madre, yo misma deseé que mi padre me cogiera y me embarazara, pero nada se dio”.
Otro comentario más fue el de otra amiga: “¡Qué bárbara! ¿Te hubieras tirado a tu hijo? ¡Qué bueno que Lucy salió mujer! A mí nunca me pasó por la cabeza coger con mi hijo. Sí le chupé palo y huevos de chiquito; y más grande, como de 10 años, él me acariciaba la panocha y las tetas cuando lo bañaba, pero nunca me dieron ganas, aunque le creciera el pito cundo nos bañábamos juntos y yo lo enjabonaba… ¿Lucy le hizo algo así a su papá?”
Bueno, esta amiga, aunque lo niegue, sí tiene deseos incestuosos (algunos los llevó adelante al mamarle el pene a su hijo y también a su hermano mayor, como contó alguna vez) y ha dejado ver que también le gustaría coger con su papá, pero se ha detenido al no saber cómo seducirlo. Respecto a Lucy, más adelante contaré lo que ha ocurrido. Antes, quiero aclarar que hay diversas clases de incestuosos.
Primero están (me incluyo) quienes se formaron en un ambiente familiar donde, de manera natural, fuese mediante los juegos infantiles o mirando el coito (escondidos o no) lo desearon al mirar a sus padres; o lo experimentaron, clásico entre hermanos, primos y tíos, pero que cuando se dio, se volvió en una conducta habitual y gozosa entre los familiares. Aquí caben aquellos que fueron iniciados por los amigos de la escuela y enrolaron a sus hermanos y primos. Una constante es que lo callan fuera del ambiente familiar o ante los adultos que no pertenecen a sus actividades sexuales.
Otra clase son los incestuosos “de closet”, es decir, aquellos que desean el incesto, pero no se atreven a ello. A lo más que llegan es a pajearse imaginando a la persona deseada, o viendo ocultos al pariente desnudo, o dormido. Incluso a aquellos que aprovechan que el pariente está inconsciente, sea por borrachera o porque ellos mismos lo drogaron; en esta situación pueden llegar al coito (embarazo incluido, si no se cuidaron). Siempre negarán esos deseos. Yo me atrevería a decir que, tanto en esta clase como en la anterior, el deseo surge en la infancia casi siempre. Además, en no pocas ocasiones se trata de un acto de amor para toda la vida, es enorme la fortaleza de los lazos que se tejen con el incesto. Por ejemplo, otra amiga nos contó que su cuñada, al no tener hijos, legó todos sus bienes a los hijos de su marido, a pesar de tener otros sobrinos más, porque los hermanos (cuñada y marido de mi amiga) se amaban desde adolescentes y tuvieron sexo durante décadas.
Claro, categoría aparte están los violadores, quienes toman a la fuerza al más débil, en contra de los deseos de éste. Es decir, no utilizan la seducción para calentar al prójimo inmediato.
Hace poco me enteré que mi hija se inició sexualmente con primos y tíos. Aunque la primera sospecha de ese despertar sexual la tuve hace años cuando Lucy, de adolescente y sin que yo estuviera presente, le pidió a mi amante José que le hiciera lo que él me hacía a mí, pues alguna vez vio cómo me chupaba las chiches y la pepa sin que nos diéramos cuenta. José se la quitó de encima diciéndole que ella era muy bonita, pero “quien me gusta es tu mamá” y ahí terminó el asunto, según me contó José.
Entre otras cosas, cuando mi primo Francisco me dejó en el estacionamiento, después que regresamos de retozar en el motel, se despidió de mí diciendo “Me saludas a la bella de Lucy, ella sabe lo que la queremos, sobre todo mi sobrino Jaime y yo”, cerrándome un ojo antes de retirarse. Era obvio a qué se refería, después de todo lo que acabábamos de platicar de los incestos de la familia. No obstante, en una reunión donde la prima Sandra, hermana de Francisco y mamá de Jaime, ya andaba pasada de copas, le pregunté si alguna vez le tocó ver a Jaime y a Lucy teniendo juegos sexuales o tocamientos. Ella respondió de inmediato “¡Uh, claro que sí! La primera vez que los vi fue en mi casa, aún eran unos niños y ya cogían”.
Es decir, la niña tuvo sexo desde los 10 años y yo ni idea. Ahora me parece obvio, la familia es así. Lucy es hija mía y de Felipe, mi primo hermano. El incesto le vibra en la sangre, es parte de su ADN.
“¿Y alguna otra vez los viste?”. Le pregunté. “Fueron pocas, y sólo de niños, después ya se iban juntos o con otros primos ‘a pasear’… ¡Oh, sí, cómo no…! ¿Tú les creerías?”, contestó. “Bueno, tal vez sí, tal vez no”, dije, “¿Le preguntaste alguna vez a tu hijo que hicieron?”, pregunté. “Pasear, decía Jaime y se retiraba haciendo un gesto de desagrado por mis preguntas inquisitivas” contestó.
“Pero en otra ocasión, también, ya más grandes, una noche de Navidad, en casa de la abuela, a Lucy, a Teté y a mí nos tocó dormir en el mismo cuarto, y a Francisco y Jaime en otra recámara. Vi que más tarde, creyéndonos dormidas, Lucy se levantó y se fue a donde estaban los varones” continuó bebiendo y cantando animadamente. “¿Qué más pasó?”, la urgí a contestar; “Lucy regresó silenciosamente, como tres horas después, casi al amanecer y se quedó dormida. Al día siguiente le pregunté a mi hijo ‘¿Por qué anoche hicieron tanto ruido con Lucy?’, lo cual no era tan cierto, pues yo misma tuve que poner la oreja en la pared para escuchar los gemidos de amor. ¿Qué crees que me contestó mi muchacho?”, preguntó para tener tiempo de dar un trago más a la bebida. Obviamente yo contesté “¿Qué dijo?”, y tomé todo lo que quedaba en mi vaso esperando la respuesta.
Sandra continuó: “No hicimos ruido, al contrario, a veces teníamos que taparle la boca a Lucy para que no gritara, me respondió”. “¿A quienes se refería Jaime?” pregunté enfatizando el plural. “Pues a Francisco y Jaime, hasta sándwich le tocó a tu cría”, me contestó haciendo un ademán de “¡Qué boba eres!”, pues sí, desde el principio dijo Sandra que ahí estaban ellos dos.
También mi prima Adriana me contó que su hijo ya se había fornicado a Lucy pues ésta lo seducía frecuentemente. “¡No me digas que no sabías que tu hija es muy caliente!”, me dijo, y abundó “Pero sabe cuidarse. Le comentó a mi hijo, y yo lo escuché, esto no lo vi ni me lo contaron, ‘No quiero llegar con encarguito al altar’, eso fue poco antes que ella se casara.
También, tratando de entender, platiqué con mi prima Gaby, hija de mis tíos Efraín y Ofelia, su hermana. Le conté que había descubierto que mi hija ya se había tirado a varios de los parientes.
–¡Uh, sí! –exclamó– ¿A poco no lo sabías? –preguntó mirándome como bicho raro.
–No, lo supe hasta hace poco –señalé, seguramente poniendo mi cara de ilusa.
–¿Ya supiste que ella también se tiró al primo Felipe, su papá? –dijo y me quedé helada.
Pero yo no lo creí, pues Felipe sigue viviendo en Los Ángeles y siempre fuimos juntas a verlo, salvo la última vez, que yo no quise ir a importunar pues Felipe ya tenía una novia formal. Las veces anteriores, aunque ya estaba claro que Felipe y yo no regresaríamos a estar juntos, la pasábamos en su cama las veces que podíamos, no sólo en las noches. Eso sí, como dormíamos los tres en el mismo cuarto, no es de extrañar que nos halla visto coger y que haya visto la verga de Felipe, crecida y babeante, como yo que, desde niña, llegué a ver la de mi papá cuando cambiaban de posición y desde entonces quería ser yo quien ocupara el lugar de mi mamá. ¡Cuántas pajas tan ricas me hice desde la adolescencia, hasta casi los 30, viéndolos coger desde mi escondrijo!
–¿Y cómo lo sabes tú? ¿Quién te lo dijo? –pregunté retándola.
–No fue Lucy, fue el primo Felipe, una vez que lo visité en Los Ángeles –contestó aclarándome el asunto.
–Sí, seguro que te dijo que se cogió a Lucy, así, sin más ni más –con cierta rabia, pero me arrepentí de inmediato porque supuse cómo fue: mientras cogían.
–Pues Felipe nos coge a todas las primas y tías que lo visitamos, ya sabes cómo es él desde niño. Creo que a la única que no se cogió fue a Blanca, tu hermana –dijo y recordé que mi hermana Blanca se le resbalaba mucho.
–¿Por qué a Blanca no?, si siempre la buscaba en la casa –pregunté extrañada, ya que oportunidades tuvieron muchas.
–Porque eras tú a quien él quería ver y Blanca te ahuyentaba –contestó coincidiendo lo que me dio telefónicamente Felipe al pedirme que me casara con él.
–Pero volvamos a donde estábamos –dije para que me contara lo de Lucy y su papá–. ¿Qué te dijo Felipe de Lucy? ¿Cómo se la cogió? –insistí.
–Mira yo no le pregunté cómo le hizo ni cuántas veces se la metió –contestó con aspavientos–. El asunto salió porque estábamos haciendo recuento de primos y primas con quienes habíamos cogido. Cuando mencionó a dos tías, Ofelia y Lencha, le dije “¡Cabrón, tú te cogerías a tu mamá y a tu hija, eres un garañón!”, y ¿sabes qué dijo el puto?
–¡No sé! ¿Qué dijo? –la apremié a que respondiera.
–Felipe me dijo “No, a mi mamá no me la cogí, pero yo sí hubiera querido. Además, ya se murió. Pero a Lucy sí. Ella me lo pidió una noche que se pasó a mi cama y me despertó al mamarme la verga. ¡Esa boquita Sabe cómo ordeñar!, seguro que la enseñó la puta de su mamá” –cuando Gaby dijo eso, me quedó claro que verme mamar a su padre fue la impronta que le surgió a Lucy como deseo–. Así que a Lucy le tocó una semana de verga por todas partes –aseguró Gaby, yo sentí alegría por mi hija, ella sí pudo, y tristeza por mí, yo no pude…
–Al menos Lucy no se quedó con las ganas de coger con su papá –balbuceé.
–Es una práctica extendida en la familia. Es decir, todas las tías, además de Lucy, Adriana, Gloriela, Asunción, yo, ¡y a saber cuáles otras más!, tuvimos al padre entre las piernas” –dijo y me sentí muy triste porque yo me quedé con las ganas de coger con mi papá y me puse a llorar a moco tendido.
–¿Qué te pasa? No se va a acabar el mundo porque a Lucy le guste coger como a ti y a mí, ni porque ella se haya tirado a su papá, ya te dije que somos muchas las que hemos hecho el amor con nuestro respectivo padre –señaló abrazándome para reconfortarme.
–¡Lloro porque yo no lo hice con el mío! Incluso me hubiera sentido feliz de que me embarazara –externé y continué llorando.
–¿Por qué no le dijiste a tu papá que te cogiera? –me preguntó sobándome la espalda.
–No pude, siempre me reprimí ¡Hubiera querido tener la oportunidad, pero se murió repentinamente cuando ya había decidido seducirlo! Pensaba encuerarme frente a él si fuera necesario –recordé mi plan de seducción y lloré más.
Gaby me siguió consolando con caricias y besos, los cuáles fueron cada vez más atrevidos hasta meterme la lengua en la boca mientras me acariciaba las tetas y las nalgas por debajo de la ropa. Gaby sabe cómo calentar a cualquiera, pues me acosté sobre ella y la besé tallando mi pubis en el suyo. Suspendimos porque llegó la tía Ofelia, quien sólo dijo “Hola” y se siguió de largo.
–Seguro que viene de estar con Efraín, tiene cara de estar aún en el Nirvana –dijo Gaby–. Por cierto, ¿sigue en pie lo de tirárnoslo juntas?
–Pensé que alguno de ustedes ya no quería… –externé.
–Pues después de sentirte hoy, sí quiero, me gustas más y la verga de mi papá nos dará diversión adicional –afirmó, respecto al trío MHM que queríamos hacer hace tiempo con el tío Efraín.
–Pónganse ustedes de acuerdo, yo sólo puedo entre semana, a partir de las ocho y antes de las dos de la tarde, pero será después de las vacaciones de diciembre –precisé y nos despedimos con un pico en la boca.
Ya en casa, me puse a hacer recuento de las veces que mi hija anduvo con primos o tíos y yo creía otra cosa. Que andaban paseando… A ver cómo lo ve ya casada, o cuando tenga críos.


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