El Ascensor
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por McFlow.
El Ascensor
Raúl caminaba apresuradamente por la Plaza de Castilla, llegaba tarde a la reunión mensual de su empresa y, aunque ya había avisado por teléfono móvil de su retraso, no quería demorarse mucho. Esta vez tenía un buen motivo para su tardanza, a la par que increíble, pero parece que el apagón fue general en varias manzanas de Madrid. Paró un taxi, entró y dio la dirección al conductor. Mientras el taxista emprendió la marcha, se puso a recordar los momentos vividos hace tan solo unos minutos.
Esa mañana había madrugado para terminar de cerrar una operación con unos clientes muy importantes en las Torres Kio. Una vez terminada la reunión se dirigió a los ascensores del edificio y entró en el primero que abrió sus puertas.
Una mujer joven muy elegante y sexy lo ocupaba, morena con media melena, una blusa blanca muy escotada, una falda gris plata que le llegaba hasta la mitad de los muslos y medias negras con dibujo geométrico en forma de rombos. Estaban los dos solos. Se cerraron las puertas y el ascensor empezó a bajar, cuando repentinamente se paró debido a un corte de luz. Con sorpresa se miraron sin decir nada. Raúl tomó el telefonillo interior del ascensor para comunicarse con el exterior pero no funcionaba. Raúl se dirigió a la mujer y le dijo: “no funciona”.
Ella sonrió resignada “Será solo un momento, supongo” dijo. Raúl asintió con la cabeza. La cabina estaba iluminada únicamente por la lámpara de emergencia. Ella lo miró de reojo, un hombre atractivo y bien formado con el cabello cuidado y ondulado, sus ojos azules la atraían poderosamente. Pensó: “qué bueno está el condenado, no me importaría que me follase aquí mismo”. Raúl fue a decirle algo a la mujer cuando ella se aproximó y empezó a besarlo en los labios. Sus bocas se abrieron y comenzaron a enlazar sus lenguas jugando, mordiéndose ligeramente los labios, sintiendo como se encendía el deseo en ambos. Se fundieron en un abrazo muy apasionado, acariciándose el cuello y los hombros, sin dejar de sentir sus lenguas juguetonas, percibiendo sensaciones únicas que cada vez más los llevaba hacia el éxtasis. Raúl bajó su mano y la metió por el escote para acariciar sus tetas, duras y turgentes.
Sus pezones se habían erguido y los pellizcó suavemente, ella gemía de placer y correspondió a sus caricias tocando su polla que ya empezaba a mostrarse dura. Al mismo tiempo seguían deleitándose con sus lenguas en un beso sin fin. Raúl descendió con su mano acariciando su contorno hasta su muslo y la subió por debajo de la falda hasta su entrepierna sintiendo sus medias suaves y el tanga sedoso y minúsculo. Lo separó con destreza y comenzó a acariciar su coño depilado y húmedo. “Qué bien me tocas el coño” dijo ella y siguió besándole en la boca. Raúl le metió un dedo enérgicamente, entonces ella le dijo: “espera” y sacando de su bolso un pequeño vibrador le sugirió: “usa esto”. Raúl tomó el juguetito y le empezó a rozar el clítoris. Ella jadeaba y gemía con cada toque. “Te gusta así” dijo Raúl. “Sí, así, muy bien, qué gusto” contestó, “métemelo ya” continuó diciendo.
Raúl así lo hizo, lo metió en el coño y comenzó a moverlo hacia adentro y afuera con ritmo, mientras con la otra mano desabrochaba la blusa y apretaba sus tetas y sus pezones que había sacado del sujetador de encaje blanco. Ella apoyaba su espalda contra una pared del ascensor y vibraba, gemía y jadeaba llena de placer. Lanzó un pequeño grito a la vez que se corría. Raúl bajó la intensidad del ritmo que imprimía al vibrador y la besó de nuevo en la boca mientras ella lo abrazaba con fuerza. “Sácalo ya, cómo he disfrutado” dijo ella. En ese instante regresó la electricidad y los dos se apresuraron a acomodarse.
Ella se colocó las tetas en el sujetador, se abrochó la blusa y se puso el tanga en su sitio. Raúl le devolvió el vibrador y le dijo: “Me llamo Raúl, ¿y tú?”. “Sandra” contestó. “Me gustaría volver a verte, ¿te parece bien?”, dijo Raúl. “Por supuesto, dame tu teléfono”. “Toma, esta es mi tarjeta. Espero que sea pronto”. Ella no contestó, simplemente le sonrió pícaramente. El ascensor llegó a la planta baja y los dos salieron cada uno para un lado. “Hasta pronto” dijo Raúl. “Chao” dijo ella.
El taxi paró en su destino, “ocho euros con treinta” le espetó el conductor sacando a Raúl de su ensimismamiento. “Cóbrese” dijo alargándole un billete de veinte euros “¿Me da un recibo?”. El taxista le hizo el recibo y le entregó el cambio. “Buenos días” dijo despidiéndose Raúl. Salió del taxi y se dirigió al edificio con la sensación del recuerdo que había dejado Sandra en él y preguntándose si ella lo llamaría un día de estos.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!