el baño de Sandra.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por argemon.
El día en el trabajo había sido agotador. Sandra sólo podía pensar en que su reloj marcara la hora de salida. Se le hacía la boca agua de saber que al salir iba a poder darse un baño relajante en las aguas calidas de un SPA. Había estado pensando en aquel momento toda la semana y, por fin, había llegado.
Fue salir del trabajo e ir a toda prisa a aquella sesión de SPA que la estaba esperando. El día había sido tan duro que Sandra sentía todos los músculos de su cuerpo doloridos y un peso sobre los hombros que le incomodaba. El calor había hecho que la ropa se le pegara y que unas pequeñas gotas de sudor perlaran su frente. Por eso, en cuanto llegó al centro de hidroterapia, lo primero que hizo fue quitarse la ropa, despojarse de aquellas prendas que por el calor se pegaban a su piel. Sandra se quitó los pantalones y la camisa. Sólo desprenderse de aquellas prendas ya fue para ella un alivio. En ropa interior se miró en el espejo de los vestuarios. El pelo negro recogido, la cara cansada, los pómulos colorados por el calor, una gota de sudor resbalándole por el cuello hasta perderse en las costuras de su sujetador. ¡Dios que ganas tenía de meterse en la piscina con burbujas!
Sandra se quitó su ropa interior de color azul celeste y la cambio por un bonito bikini de color blanco que, si bien cubría perfectamente todos sus encantos, le hacía verse muy atractiva. Guardó toda su ropa en la taquilla y, disfrutando de cada paso hacía el agua, como quien saborea una fresa a pequeños mordiscos para que nunca se acabe, llegó hasta la bañera de hidromasaje. Ver las burbujas de aquella bañera danzando sobre el agua le hicieron sentir un cosquilleo de placer que subió por su columna vertebral y terminó golpeando con una descarga de placer sus sienes haciéndola cerrar los ojos y morderse sus suaves labios rosados.
Sandra dejó que aquellas burbujas calidas bañaran su cuerpo. Lentamente fue metiéndose en la bañera, cubriendo primero sus piernas. Cuando el agua y las burbujas llegaron a sus muslos y mojaron su bikini Sandra volvió a sentir el escalofrío de placer y se mordió los labios otra vez.
Con todo el cuerpo ya dentro del agua, sintiendo como el efecto del hidromasaje empezaba a relajarla, Sandra soltó su pelo que quedó flotando como una pequeña marea negra sobre las aguas. Su cuerpo fue resbalando despacio hasta sumergirse del todo. Cuando salió del agua su pelo enmarcaba la sonrisa de satisfacción de su cara y tenía los ojos cerrados. Así se quedó apoyada contra la bañera mientras disfrutaba de las caricias de las burbujas en su, cada vez más relajados músculos.
Unos pasos le hicieron darse cuenta de que ya no estaba sola en la bañera. Un chico de pelo moreno, de piel bronceada y bonita sonrisa estaba entrando en el agua. Venía con un bañador muy ajustado al que Sandra no pudo evitar echar una mirada furtiva. El joven se sentó frente a ella y durante unos segundos ambos se quedaron mirando. Había algo en la sonrisa traviesa de aquel chico que atraía a Sandra. Sus miradas se cruzaron en un par de ocasiones más pero ninguno de los dos rompió el hielo con palabras
Sandra estaba pensando en decirle algo cuando un saludo desde la entrada rompió el silencio. Una joven de unos veinticinco años, de pelo castaño y cara de niña mala les daba las buenas tardes antes de entrar en la bañera. Llevaba un bikini de color azul turquesa que, en cuanto se humedeció al contacto con el agua dejó traslucir unos enormes pezones en su parte superior. El chico dejó de mirar a Sandra y durante unos segundos fijó su mirada en aquellas aureolas que se transparentaban. ¡Que todos los hombres sean iguales! Aunque a Sandra no le quedó más remedio que reconocerse a si misma que ella también había mirado la exhuberancia de aquella joven.
Verónica, que así dijo llamarse la niña mala, era muy habladora y por lo que pudo observar Sandra bastante lanzada ya que en cuanto el chico le dio un poco de conversación, ella y sus risitas traviesas, se fueron acercando a él hasta que estuvieron uno al lado del otro. Sandra cerró de nuevo los ojos centrándose en relajarse y obviando las técnicas de seducción de aquella descarada. Pero a Sandra le duraron poco los ojos cerrados.
Lo que le pareció un suspiro le hizo volver a abrirlos por curiosidad. El ver como el joven y la niña mala se comían la boca con desenfreno le hizo mantenerlos abiertos. En un principio aquella escena de lenguas entremezcladas le ruborizó y a punto estuvo de llamar la atención a los dos alertándoles de su presencia. Pero cuando el chico abrió sus enormes ojos negros y, sin dejar de besar a Verónica, los clavó en ella a Sandra le recorrió una extraña sensación por el cuerpo mezcla de rubor, morbo y excitación. Lo que en un principio le pareció una escena indecorosa se transformó en una escena de lujuria que se dispuso a disfrutar.
Verónica devoraba los labios del chico. Sandra podía ver la lengua de ella recorriendo cada centímetro de los labios de él. Luego, cuando el joven la agarraba de la cabeza e introducía su lengua en lo más profundo de su boca él seguía abriendo los ojos y mirando a Sandra con descaro. Sandra no lo podía explicar pero cada vez que aquellos ojos profundos la miraban mientras besaba a la otra chica ella sentía que su excitación aumentaba tanto que cuando vio que la mano del chico se perdía dentro del minúsculo bikini de Verónica sintió un pequeño espasmo de placer entre sus muslos.
La niña mala dejó escapar un gemido ahogado al sentir los dedos del joven explorando dentro de su bikini. Sin pensarlo dos veces se sentó sobre las piernas de él. Al hacerlo, durante unos segundos, se colocó de pie de espaldas a Sandra que se ruborizó al sentir una nueva contracción de placer entre sus piernas al ver transparentado en aquel bikini color turquesa el apetecible culo de Verónica. Sandra tuvo que morderse los labios y cruzar las piernas para controlar las sensaciones que empezaba a sentir. Se veía inmersa en aquel torbellino de lujuria que sus dos compañeros de bañera estaban formando y sentía una fuerte atracción a seguir mirando.
En aquel momento otra pareja llegó a la piscina. Al verlos Sandra se sintió aliviada. La llegada de aquellos dos nuevos inquilinos a la bañera tranquilizaría los ánimos del joven y la niña mala y así podría escapar del influjo de ellos dos. Pero Sandra se equivocaba.
Verónica saludó a los dos nuevos acompañantes con su habitual sonrisa sin bajarse de las piernas del chico y, una vez echas las presentaciones siguió comiéndose los labios de su acompañante con el mismo deseo o más que minutos antes. Era tal su ansia que parecía querer arrancarle los labios en cada beso. Roberto y Sara, que así se llamaban la pareja se sonrieron al ver los apasionados besos de los dos jóvenes.
Roberto y Sara eran algo mayores. Roberto tendría ya sus treinta y cinco años y Sara tenía pinta de haber superado recientemente la barrera de los treinta. Él era un chico normalito, de pelo castaño corto y con alguna cana que delataba su edad. Sin embargo Sara era preciosa. Tenía unos ojos grises y profundos en los que resultaba fácil perderse. Su larga melena rubia y rizada caía sobre sus hombros y terminaba sobre sus pechos dotándoles de un marco inmejorable. Tenía los labios carnosos y de un suave tono rosa pastel que los hacía tremendamente apetecibles y su sonrisa y su voz eran tan dulces que cautivaban a quien la escuchaba. Sandra esperaba que fueran ellos quienes cortaran la efusividad de Verónica y el joven pero en vez de eso ambos se reían divertidos al ver como sus besos se iban apasionando, como sus respiraciones se iban entrecortando y como sus cuerpos empezaban a contonearse sobre las aguas. Sandra no se lo podía creer, el joven y la niña mala estaban a punto de ponerse a follar allí mismo. Y lo peor…ella estaba deseando verlo.
A duras penas sí podía contenerse quieta en su lado de la bañera. No podía evitar imaginar el miembro erecto de él rozándose en la entrepierna de la niña mala, creciendo con cada caricia, tensándose hasta marcarse de venas hinchadas de placer.
Imaginaba las primeras gotas de flujo saliendo de un capullo rosado y sensible y a la vez pensaba en el clítoris igual de sensible e hinchado de Verónica empapado del placer de aquellas caricias lujuriosas. Sandra se mordía los labios. Cruzaba las piernas y las apretaba con fuerza intentando apaciguar los latidos, cada vez más evidentes, de su sexo. Estaba al límite de su capacidad de control, como un volcán a punto de entrar en una erupción pecaminosa. Pero Sandra se veía capaz de aguantar si la niña mala y el chico no pasaban de aquellas caricias
Pero no fueron Verónica y el chico moreno quienes acabaron con el control de Sandra. Un gemido llegó desde la esquina de la bañera a sus oídos. Eran Roberto y Sara que llevados por el calor de las caricias de la otra pareja habían empezado un juego igual, o más, peligroso. Sara estaba sentada en el borde de la bañera, con su escultural cuerpo fuera, sólo con las piernas colgando dentro del agua burbujeante. Roberto estaba arrodillado delante de ella. Con el cuerpo dentro del agua y la cabeza asomando apoyada entre los muslos de Sara. Su lengua la lamía. Recorría el interior de aquellos muslos. A Sara se le había escapado aquel gemido, que había llamado la atención de Sandra, al sentir la primera caricia de la lengua de su acompañante sobre la tela mojada de su bikini. Y aquel gemido no sólo había llamado la atención de Sandra.
Verónica había dejado de besar a su chico y miraba atenta la evolución de la lengua de Roberto entre las piernas de Sara. Al parecer aquella escena de sus acompañantes acabó de excitarla y descontrolada se levantó de las piernas del chico moreno, le quitó el bañador dejando a la vista su miembro viril y erguido, y apartándose su bikini turquesa con los dedos se sentó sobre aquel mástil de placer y comenzó a mover sus caderas sin dejar de mirar a Sara. Al hacerlo también quedó de cara a Sandra.
Sandra miraba a las dos parejas. A Roberto devorando la entrepierna de Sara, a Verónica cabalgando sobre el sexo erecto del chico moreno que había roto en gemidos de placer. El SPA se llenó de suspiros y jadeos y Sandra se sorprendió a si misma al escuchar un gemido que no venía de ninguna de las dos parejas, si no de ella.
Había perdido el control y no puedo evitar que una de sus manos se colara descarada dentro de su bikini blanco y estuviera masturbándola. Sus dedos la recorrían con descaro. La acariciaban desde la entrada de su húmedo sexo hasta la cima de su latente clítoris que sufría espasmos placenteros con cada caricia. Sus gemidos se unieron a la sinfonía de placer de las dos parejas. Se hicieron tan presentes que Sara y Verónica la miraron y ambas se sonrieron al verla disfrutar de aquella manera. Sandra se sonrojó al verse observada pero era tanto el placer y el deseo que sentía que siguió masturbándose. En ese momento de clímax otro chico entró en el SPA.
Era un chico de pelo castaño, delgado, no muy atlético pero bien parecido y de unos bonitos ojos color caramelo. Al ver la escena de la bañera se quedo boquiabierto sin atreverse a entrar en el agua. Pero no apartó la mirada de lo que allí ocurría y pronto se hizo evidente de que la escena lo excitaba sobre manera. El bulto que se formó en su bañador lo deformó por completo haciendo más que clara su excitación.
Aquel miembro erecto no pasó desapercibido a los ojos de Verónica que, sin dejar de cabalgar sobre su chico moreno, invitó a pasar al otro joven a la bañera. Sandra no pudo más.
Levantándose como un resorte del agua agarró al chico del cuello y lo besó con una lujuria desenfrenada antes de que él pudiera acercarse a Verónica. No estaba dispuesta a que aquella chica se quedara con dos hombres mientras ella seguía masturbándose. El chico recibió aquel beso primero con sorpresa pero la excitación de Sandra, la habilidad de su lengua que se movía con destreza dentro de su boca y las ganas de sexo que aquella escena le habían hecho tener acabaron por hacerle dejarse llevar y corresponder al beso de Sandra con la misma intensidad. Sandra ya no podía más. Le temblaban las piernas. Su sexo latía con fuerza pidiéndole a gritos que calmara su deseo. Sentó al chico en la bañera, le quitó el bañador y una contracción de placer le recorrió el cuerpo entero al observar aquel miembro preparado y dispuesto para ella. Se quitó la parte de abajo de su bikini blanco y se sentó sobre él dejando que aquella erecta polla la llenara por completo. Luego la cabalgó con ansia y descontrol. Fue tanto el placer que sintió que sus jadeos silenciaron los de Verónica y Sara. Su orgasmo cada vez estaba más cerca y podía sentirlo nacer ya dentro de ella. A la vez sentía como aquella polla se tensaba dentro de su sexo y hasta podía notarla arder. Y entonces ocurrió.
Roberto y el chico moreno dejaron a un lado a Verónica y Sara. Ambos se levantaron con sus miembros erectos y se acercaron a Sandra. Las dos chicas, desprovistas de sus juguetes, se dedicaron a masturbarse la una a la otra mientras se besaban en un beso lésbico apasionado. Mientras Roberto y el chico moreno se masturbaban delante de los ojos de Sandra que acercaba su lengua para lamer los capullos sonrosados de ambos sin dejar de sentir el otro miembro atravesándola por dentro. El placer de tres pollas sólo para ella acabó por hacerla desfallecer. Con un grito ahogado anunció a los presentes su orgasmo y, en el mismo momento que su placer se desbordaba y la dejaba vacía, los tres chicos se encargaron de llenarla.
Roberto y el chico moreno estallaron casi al unísono sobre su boca y su cara llenándola del semen sabroso y caliente de sus sexos. Y su chico, aquel sobre el que cabalgaba sin siquiera saber su nombre, se corrió dentro de ella tan fuerte que Sandra podía sentir después su semen resbalando por sus muslos. Agotada Sandra se dejó caer dentro del agua.
Cuando salió a tomar aire, con la respiración aún entrecortada y el corazón acelerado, estaba sola en la bañera. Sandra miró a todos los lados sin entender. Cuando se dio cuenta de que tenía la mano entre las piernas, que su bikini blanco estaba manchado y que sobre el agua del SPA podían verse unos hilos de flujos blanquecinos lo entendió todo.
Había llegado al SPA muy cansada y el efecto del agua le había relajado tanto que se había quedado dormida. Aquella escena con las dos parejas y el chico desconocido sólo había sido un sueño. Un sueño tan real y excitante que le había hecho masturbarse en sueños hasta alcanzar el orgasmo.
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