El centauro
Relato de fantasía entre una joven doncella y un centauro..
Gotas de agua resbalaban por su piel clara y brillante. Su pelo largo y negro como el tizón caía pegado por la humedad sobre su rostro y sus delicados hombros. Desde las sombras en los límites de la poza, unos ojos grandes y azulados observaban cada detalle, cada milímetro de aquella piel clara y perlada en contraste con el negro de sus ojos y su cabello, cada curva de su cuerpo, de su esbelta y desnuda figura. Nada escapaba a la vista de aquel ser, que aún desde la distancia tenía la capacidad de observar al milímetro cada detalle sin ser descubierto.
Erik había tenido tiempo de memorizar el cuerpo de la doncella, pues cada tarde acudía en secreto a la poza para deleitarse con su hermosura. Algunos días como el de hoy, la suerte estaba de su lado y podía disfrutar de algo aún más especial. La doncella, después de haber disfrutado de un baño en las frías aguas de la poza, se encontraba ahora apoyada sobre una roca dejando que el sol calentara y secase su cuerpo, mientras ella disfrutaba no solo del calor del sol, sino del calor de su propio cuerpo, de una sensación que nacía de su interior cuando se dedicaba a su juego favorito. Un juego que jamás habría confesado a nadie, pero al que le encantaba entregarse en la tranquilidad de su poza escondida. Mientras se creía sola, sus dedos jugueteaban hundidos entre sus piernas, acariciando con ansia aquel lugar que hacía poco que había descubierto.
Erik observaba, mientras su doncella, joven e inexperta que acababa de descubrir tan solo hacía unos días aquel tipo de placer, se entregaba al disfrute de su cuerpo. Escuchaba su respiración, sus gemidos. Todo en ella le tenía totalmente absorto y obsesionado. Ella era su debilidad, aunque en aquellos momentos también representaba un problema. ¿El problema?, Erik no podía moverse su erección le tenía paralizado, casi clavado al suelo. Y para empeorar la situación, él no podía satisfacerse como en esos momentos lo hacía el objeto de su deseo. La anatomía de su cuerpo se lo impedía, pues Erik era un centauro. Para los de su especie, masturbarse era algo imposible pues a pesar de tener un pene equino de más de medio metro, el resto de su morfología humana les impedía llegar hasta él con sus propias manos.
Por esta razón, además de por su naturaleza más animal que humana, los centauros vivían siempre en busca de sexo. Pero esto tampoco era sencillo, pues entre los centauros no existían las hembras. Todos ellos, excepto los primeros hijos de Ixión, eran concebidos de un macho centauro y de una hembra humana. Puede parecer algo imposible pero la naturaleza mágica de los centauros, muy unida al deseo primordial y animal de la lujuria y la pasión desenfrenada, hacía posible que el cuerpo de las mujeres humanas pudiese alojar por completo aquellos 90cm de carne, así como más tarde dar a luz a su progenie.
Cuando una humana se unía a un centauro, jamás volvía a separarse de él. Por eso los humanos creían que estos raptaban a sus doncellas y por eso Erik debía tener cuidado mientras observaba como la adolescente se entregaba a los placeres recién descubiertos del onanismo. En estos momentos sus dedos eran casi una mancha borrosa deslizándose a gran velocidad entre sus labios y su clítoris. Hoy parecía estar disfrutando más que ningún otro día. De los labios de su entrepierna escapaban sus flujos, mientras que de los labios de su boca escapaban gemidos ya igual de incontrolables. Tal era su desinhibición, que cuando esta causo que el centauro no pudiese controlarse más y decidió acercarse a la muchacha, esta ni siquiera se percató de su presencia. En su lugar, la doncella comenzó a acercarse al orgasmo al mismo tiempo que el centauro se acercaba a ella. Cuando Erik llegó hasta ella, los gemidos ya eran casi gritos de placer. Y cuando finalmente alcanzó la cúspide, el pedazo de carne de nuestro centauro se encontraba a muy pocos centímetros de su rostro.
Finalmente la muchacha comenzó a calmarse. Con los ojos aún cerrados, se deleitaba acariciando su vientre y sus pechos mientras su respiración volvía poco a poco a la normalidad.
Erik trató entonces de alejarse en silencio. Pero la doncella, ya algo más calmada, escuchó el chapoteo de sus patas y abrió los ojos encontrándose con los del centauro. Sin embargo, no se asustó como cabría esperar, pues había algo en su mirada que le atrapó inmediatamente. De hecho, pasaron varios segundos hasta que la mujer se percató de que el dueño de aquella mirada embelesada, no era humano.
Habiéndose visto descubierto, Erik abandonó la precaución y alargó su mano hasta acariciar el pómulo de la doncella. Su mano, grande, áspera, y cálida, amedrentó e hizo las delicias a partes iguales de la doncella. El tamaño del centauro era ciertamente intimidante. Pero parecía actuar con cautela, de forma cariñosa y respetuosa a pesar de la situación y a pesar del estado de dureza de lo que colgaba debajo de su lomo que para nada había pasado desapercibido a la doncella.
– “¿Vuestro nombre, mi señora?”
Su voz grave y profunda retumbó en las cavernas de la poza escondida. Nuevamente aquello intimidaba a la doncella, pero también la cautivaba en cierta medida. El encuentro con aquel ser era algo nuevo, peligroso, desconocido, mágico, cautivador. Una maravilla de la naturaleza. Además, la doncella se daba cuenta de que aquella poderosa criatura, debía haberle estado observando durante su acto y de que, sin duda, esa era la causa de su tremendísima erección. Estaba asustada, pero alagada también.
– “Vinca.”
– “Hermoso nombre, tanto como la flor de la que proviene, pero no tanto como vos.”
Mientras hablaba, Erik se alejó de la doncella en dirección al matorral donde se encontraban sus ropajes. Esto permitió a la doncella observar mejor el portentoso cuerpo del centauro que al darse la vuelta mostró más de su parte equina. Sus cuartos traseros, su pelaje, su cola, su crin que crecía hasta la mitad de su espalda. Espalda marcada, fuerte, ancha y en V. Sus poderosos hombros dando paso a sus anchos brazos. Su parte humana no solo estaba en forma, musculada y fibrada, tanto como la de un caballo, si no que además era, en general, de un tamaño muy superior a un hombre, acorde con el resto de su cuerpo.
Además, ahora que estaba de espaldas, Vinca dejo que su mirada recayese en su verga de caballo. Vinca que, exceptuando sus recién descubiertos juegos consigo misma, se consideraba una doncella de bien, nunca había visto el pene de un hombre y, por supuesto, tampoco el de un caballo, al menos en erección. Cuando Erik volteó de nuevo ofreciéndole sus ropas recogidas del matorral, Vinca disimuló en seguida su mirada fija en aquel ser formidable.
– “Con permiso, mi señora…” – Ofreció amablemente el centauro tendiendo su mano.
Vinca, se apoyó primero en su antebrazo para levantarse de la roca en la que se había sentado para disfrutar de su momento. Sintió nuevamente la aspereza y la calidez de la piel de Erik, así como su dura musculatura. Una vez en pie, Vinca recogió con una sonrisa sus ropas de la mano del centauro y comenzó a vestirse con cuidado para no caerse mientras le daba la espalda a la criatura.
Una vez vestida, Vinca miró de nuevo al centauro. Y esta vez, no pudo evitar que su vista se fijara en todo su cuerpo y especialmente en su gruesa polla. Al darse cuenta de que estaba resultando obvio, se aclaró la garganta y trató de retomar el control.
– “Ejem. Mi señor. Lamento importunaros, pero debería marcharme ya. Mi padre me espera en la aldea. Pero volveré aquí mañana y estaría encantada de conversar más con vos pues nunca me había encontrado con un centauro. ¿Me daríais este gusto, mi señor? ¿Además del de conocer vuestro nombre?”
– “Mi nombre es Erik. Y no, no podré daros ese gusto. Aunque si os daré otros.”
– “¿Mi señor…?”
– “Os deseo, bella doncella. Seréis mía. No podéis volver a vuestra aldea pues vuestros congéneres me atacarían si supiesen de mí. Y además no pienso dejar escapar a alguien tan hermosa, lujuriosa, y caliente como vos.”
– “P… Pero… Mi señor. No puedo… Mi padre, mis hermanos…”
– “Pueden arreglarse sin vos. Yo, sin embargo, os necesito. ¿Es que no lo veis?”
La mirada de Vinca se fijó de nuevo en el miembro erecto del centauro. ¿Acaso se refería a eso?
Sin más preámbulos, el centauro agarró a la doncella en volandas, y de un fuerte pero suave tirón, la levantó y la lanzó desde el suelo hasta su lomo. Tomada por sorpresa, Vinca se asustó y se agarró al torso de Erik al caer sobre su lomo. De nuevo el contacto con su piel. Esta vez, la doncella podía sentir en todo su cuerpo el calor que emanaba del centauro. En lo más profundo de su ser, algo en aquella criatura le atraía sin remedio. Permaneció, pues agarrada a su torso fuerte y desnudo aplastando sus pechos contra su espalda a través de su fino vestido.
– “¿Vendréis conmigo a mi hogar en el bosque?” – Aunque la pregunta estaba de más, pues él ya había expresado su intención de llevársela, Vinca afirmo con la cabeza mientras dejaba escapar un tenue y silencioso “sí”.
Durante el viaje a lomos de Erik, Vinca se agarraba fuertemente a su torso. Al rato de comenzar el viaje, Erik había empezado a cabalgar. Vinca, como buena amazona, sabía que debía acompañar los movimientos del centauro con su cadera para no lastimarse las piernas y la columna. Claro que al montar sin silla y con ropa interior fina esto tenía sus complicaciones.
El calor que emitía el cuerpo del centauro, pronto no fue nada al lado del calor que Vinca sentía de nuevo en su interior. El pelaje del centauro rozaba sus muslos y su entrepierna. El continuo vaivén de cadera le tenía ya más que extasiada. Al rato, Erik era plenamente consciente de esto, no solo por los pequeños gemidos que nuevamente se le escapaban a su querida doncella, sino también porque Erik, no podía ya evitar sentir parte de su lomo y de su espalda totalmente empapados.
Vinca trataba inútilmente de controlarse, pero a pesar de que hacía poco que acababa de aliviarse, le resultaba imposible. No era solo físico. El saberse estimulada, aunque fuera de esa forma, por el cuerpo de otra persona. El sentirse tocada por un hombre tan poderoso. No, un hombre no, un centauro. Un centauro que hacía cosa de media hora le había estado espiando mientras se tocaba. Un centauro que se había excitado con ella, y que le había dejado ver su enorme y erecto miembro equino, y que aún sin hacer mención directa al mismo, había expresado que la razón de eso había sido ella.
– “¿Un descanso, mi señora?”
– “Cla… Claro.”
Erik no se detuvo, si no que aminoró la marcha del galope a un paso más lento. Sin embargo, Vinca, contradiciendo sus conocimientos de amazona, continuó moviendo sus caderas al mismo ritmo, incluso incrementándolo hasta llegar a un movimiento frenético, agarrándose aún más fuerte del cuerpo, las abdominales, y el pecho del centauro.
Erik, sin decir nada, sonreía y continuaba la marcha, dejando que Vinca siguiera a lo suyo. Sin duda era una chica muy caliente. Y sin duda la magia y el efecto embriagador de la presencia de un centauro estaban surtiendo un gran efecto en una joven que ya de por sí se encontraba en un momento de descubrimiento y despertar hormonal.
Erik se detuvo y Vinca aprovechó el momento para levantarse un poco del lomo del centauro y seguir frotándose, no contra su lomo de caballo, sino más contra su espalda humana utilizando también la crin que nacía en la base para obtener un mayor roce.
Erik echó las manos hacia atrás y agarró las piernas de Vinca tirando de ellas hasta hacer que le rodeasen la cintura. Dejó que Vinca se deleitase un poco más y luego echo de nuevo sus manos hacia atrás, rodeando el joven y terso culito de Vinca, levantándole, y haciendo que su cuerpo rotase alrededor suyo hasta quedar frente a él. Vinca seguía con su movimiento de cadera, ahora frente al cuerpo de Erik, con los ojos cerrados y la frente sudada apoyada en el pecho en el pecho de Erik.
Erik sostuvo a Vinca con un solo brazo, mientras ella misma se agarraba con sus piernas rodeando su cintura, y llegó con su otra mano hasta la entrepierna de la chica. Con su fuerte manó, le rompió y le arrancó las bragas y comenzó a tocarle como nadie lo habría hecho jamás. Y es que está en la naturaleza de un centauro saber cómo tocar a una mujer hasta llevarla al máximo de su placer.
Al rato, Erik comenzó a intentar introducir uno de sus grandes dedos en el coño de su amada. Vinca gritó, no de dolor, no, se sentía llena, completa, con su coño dilatado casi a punto de explotar. El dedo de Erik emitía muchísimo calorcito en su interior. De hecho, todo su cuerpo era unos cuantos grados más cálido que el de un ser humano. Su piel, también más áspera que la de una persona, le producía un roce suave y fuerte a la vez. Vinca empezó a gritar aún más fuerte, abrazada al gran cuerpo del que en esos momentos ya era su centauro, con los ojos fuertemente cerrados, la cara roja, su frente apretada con fuerza contra su pecho, sus manos apoyadas en la abdominales de Erik que casi parecían piedras cubiertas de áspera y cálida piel.
El Orgasmo llegó entre gritos y alaridos – “¡¡¡ERIK, ERIK!!!” – El centauro continuó con su labor hasta que Vinca cayó rendida, desmayada en sus brazos.
Horas después, caída ya la noche, Vinca recuperó el conocimiento acostada en un camastro en un hueco en la roca, en el interior de una cueva en lo profundo del bosque que el centauro habitaba. El sonido de las ascuas de la hoguera que caldeaba el centro de la cueva, terminó de despejar su mente al tiempo que Vinca recordaba lo sucedido en las ultimas horas. No podía creer que se hubiese excitado tanto sobre el lomo del centauro, y que se hubiese dejado llevar hasta el punto de desmayarse tan solo con el dedo de Erik. Realmente se trataba de una criatura impresionante.
En aquel momento, el centauro se encontraba acostado sobre la roca, en el suelo, al otro lado de la cueva. Erik observó como la joven doncella se desperezaba sobre el improvisado camastro que había preparado para ella mediante paja y pieles de animales que había secado hacía ya un tiempo.
– “¿Os encontráis bien, mi señora?” – Le preguntó a la joven Vinca desde el lugar en que estaba descansando.
– “Así es… Erik, yo… Estoy avergonzada. No me había comportado así antes. Y… Desde luego nunca me había desmayado.”
El centauro sonrió. Solía ser normal que las mujeres humanas reaccionasen así al principio, tras haberse dejado llevar por la sobreexcitación provocada por la mágica lujuria que la presencia de un centauro imbuía en cualquier hembra.
– “No debéis preocuparos, mi señora. Ya os dije que os deseo y… Vuestro gozo es el mío.”
Las palabras de Erik, aunque sosegadas y tranquilizadoras, consiguieron que Vinca enrojeciese de pudor. No obstante, la grave y suave voz del centauro, también provocó que su vista se levantase del suelo a los pocos segundos y se dirigiese hacia el cuerpo acostado del centauro. Vinca observaba su anatomía por encima de las llamas de la hoguera, deleitándose con las vistas, pero también curiosa por conocerlo mejor.
Aquello era una locura, se trataba de un centauro. Una extraña criatura que le había raptado tras espiarle durante sus actos íntimos en la poza y que, posteriormente, se había aprovechado de su estado de excitación, para volverle loca. Aunque eso sí había que concedérselo, realmente había sabido volverle loca de placer, y pensándolo bien, le había tratado con respeto y amabilidad en todo momento. No solo eso, sino que además tenía algo que le atraía como un abismo.
Vinca se levanto entonces del camastro y se dirigió hacia el centauro acostado sobre el suelo, pasando al lado de la hoguera. Al llegar hasta él, se agachó a su lado apoyándose contra su cuerpo de caballo entre sus patas delanteras y traseras, y dirigiendo su mirada hacía su parte humana.
– “¿Podríais hablarme de vos y vuestro pueblo?” – Charlaron durante gran parte de la noche. Los ojos de la doncella fijados en los del centauro, mientras su voz le llegaba hasta lo más profundo.
Finalmente, la conversación derivó hacia lo que había sucedido entre ellos aquel día.
– “Erik, yo… Me he dado cuenta de que hasta ahora no he hecho nada por vos. Todo esto es nuevo para mí, pero… aún con lo raro e inesperado de la situación, no puedo evitar sentirme en… ¿deuda?”
Una vez se hubo lanzado, continuó hablando sin dejar que el centauro respondiese.
– “No creo que pueda daros tanto placer como el que vos me habéis proporcionado, pero puedo intentarlo.”
Erik, la trajo hacia él y le besó por primera vez, acariciando su cuerpo una vez más, mientras sus grandes pero hábiles manos le despojaban de su vestido. Vinca pensó, que de nuevo iba a dedicarse a ella. Pero entonces el centauro se puso en pie, levantándole a ella en el aire al hacerlo, y dejándole después en el suelo frente a su imponente figura.
Vinca no pudo evitar dar unos pasos atrás, sobrecogida por el tamaño y la calidez de aquel cuerpo. Enmendó, sin embargo, aquel movimiento un instante después pegando su cuerpo desnudo al pelaje de la cruz del centauro y poniéndose de puntillas después para llegar con sus labios hasta los abdominales de su mitad humana.
Fue entonces Erik quien dio unos pasos atrás, haciendo resonar sus cascos en la roca de la cueva. Vinca se ladeó, agachándose ligeramente para llegar a ver el pene de caballo de su amado, que estaba ya crecido y duro fuera de su funda. Inclinó la cabeza hacia arriba mirando a los ojos de Erik, como pidiendo permiso. Este respondió adelantándose de nuevo y girándose ligeramente para que Vinca quedase de pie a su lado.
La doncella se agachó y se atrevió a agarrarla con sus dos manos. Su calor casi quemaba su piel, y su tamaño hizo que su boca se abriese ahogando un grito de asombro. No se trataba solo de la forma de caballo, pues un centauro era siempre más grande que el mayor de los caballos. Ese pedazo de carne tan duro como una piedra y tan ardiente como la hoguera tras de Vinca, era del grosor de sus antebrazos y de casi un metro de largo.
Vinca intentó meter la punta en su boca, y aunque le resultó imposible, lamió y lamió mientras Erik empezaba a relinchar. Le masturbaba con ambas manos mientras lamía su glande, saboreando el liquido pre-seminal que no paraba de fluir. Al rato no pudo evitar llevar una de sus manos a su propia entrepierna mientras trataba de no disminuir el ritmo de su trabajo en el pene del centauro.
Vinca no podía controlarse, sabía que era imposible, pero lo necesitaba. Necesitaba sentir a Erik en su interior. Se alejó de él y le condujo de la mano hasta la mesa que había cerca de la hoguera. Se tumbó boca arriba y agarrando a Erik directamente del nabo, le hizo colocarse sobre ella. Se abrazo a su polla con manos y piernas y trató de moverse para darle placer mientras lamía de nuevo su enorme cabeza.
– “Erik. Erik, sé que no es posible, pero te necesito. Te quiero dentro de mí.”
– “Sí que es posible” – Escuchó atónita mientras el centauro se reposicionaba colocando aquella cabezona cosota en su entrada.
Su vara empezó a penetrarla, dilatando su estrecho y virginal coño, mientras Vinca gritaba. Pero no gritaba de dolor, si no de placer, pues la magia sexual innata y ancestral de los centauros, hacía que su cuerpo se adaptase a aquel enorme intruso. Permitiendo que el centauro se la follase penetrándola hasta mitad de su miembro y haciendo que su vientre se menease dejando ver la cabeza de su enorme polla moviéndose en su interior.
– “Córrete, Erik. Córrete conmigo, córrete en mí.” – Gritaba Mientras sentía que las embestidas del centauro aumentaban en ritmo, dureza y profundidad.
– “No. No estás lista.” – Susurro Erik mientras le dejaba vacía. – “Aún no.”
Sin embargo, el placer no terminó ahí. Erik volteó el cuerpo de Vinca, haciendo que esta se colocase a cuatro patas sobre la mesa. Comenzó a penetrarle de nuevo, pero esta vez lo hacía por otro lugar. Vinca sintió como, esta vez, era su culito el que se dilataba hasta limites imposibles. Erik comenzó a fornicarla de nuevo, ahora desde atrás y sin ningún tipo de contemplación. Los ojos de Vinca estaban otra vez cerrados con fuerza, la saliva escurría de su boca abierta mientras su cuerpo apenas soportaba el placer que sentía. Su mano derecha se encontraba apretada con fuerza en su vientre, sintiendo la polla del centauro deslizándose en su interior, abriéndole desde dentro.
– “Dámelo, Erik. Dámelo. Préñame.” – Suplicaba de nuevo Vinca, aunque esto último por supuesto, no era posible en esa postura.
– “No.” – Respondió una vez más el centauro desesperando a su joven amante.
No obstante, esta vez Erik no se echó hacia atrás, si no hacia delante ensartando a Vinca por completo, atravesándole. Cuando se la hubo metido entera, Vinca sintió como su boca se abría y de ella, salió la punta de la cabezona polla de Erik. Estaba realmente atravesada por su verga. Creyó que moriría, pero en lugar de eso solo podía disfrutar. Abrió sus ojos y agarró con ambas manos la polla que salía de su boca. La acarició y masturbó mientras Erik no paraba de embestir y relinchar. Pudo ver como un rio de semen salía disparado del miembro que le atravesaba de parte a parte.
Erik salió lentamente de ella y le llevó consigo en volandas mientras se acostaba en el suelo. Ella se abrazó a él, plenamente feliz y satisfecha.
– “¿Cómo es posible, Erik?”
– “Centauros. Sexo. Poderes ancestrales… Si no fuese así, los centauros no existiríamos. Todos los centauros provienen de un centauro y un humana.”
– “¿Por eso no querías…?”
– “Así es, aún no estás lista. Lo cual no significa que no podamos seguir jugando.”
– “¿Y después? ¿Cuándo estemos listos, podré…? ¿Podré tener a tus hijos?”
– “Así será.” – Confirmó Erik apretando su abrazo.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!