El cornudo de mi esposo ignora lo bien que la paso, cuando él sale de viajes de negocios.
Una mujer se aburre sola estando en su casa, ya que el marido se va de viaje de negocios, por lo que ella decide salir a divertirse sola, lo cual logra, y hasta le saca algunas ganancias a eso..
Me aburría como una ostra estando sola en casa, mi esposo aparte de que casi no me toma en cuenta, acostumbra a dejarme sola por varios días por atender sus negocios.
Así que más podía hacer sino salir a divertirme yo sola, llevamos varios años de casados, además mi esposo es diez años mayor que yo, no tenemos hijos, y por los momentos actuales, no pensamos en tenerlos.
Soy una mujer normal, digo físicamente hablando, tengo un par de kilitos de más, pero nada grave, que me quite el hambre, ni me obligue a ser esclava de las dietas.
Mido como un metro setenta y algo sin tacones, mi piel es morena clara, mi cabello es bastante ensortijado, herencia de mi abuela paterna, que era afrodescendiente, como dicen ahora.
Por lo demás, mis senos no son inmensamente grandes, ni extremadamente pequeños, aunque mis nalgas, sé que son bien llamativas para muchos hombres, excepto para mí esposo.
Uso lentes tanto para ver de cerca como de lejos, y mi nariz es algo grande, herencia de mi abuelito árabe, la que desde jovencita me creo un complejo de fea.
Como ya les dije me casé con un hombre, que aparte de ser diez años mayor que yo, entre otras de sus virtudes o defectos tiene que es un adicto al trabajo, lo que en un principio me incomodaba mucho, pero con el tiempo me fui acostumbrando.
Mientras que gracia a la educación que me dieron mis padres, hablo leo y escribo fluidamente, aparte del español desde luego, francés, inglés e italiano.
Por lo que cuando mi esposo me quiere hacer sentir mal me dice que soy bruta en cuatro idiomas, pienso, que debido a que siempre me consideré un patito feo, y a que mi esposo en ocasiones, como que no se da por enterado de que yo existo, ni reconoce mis virtudes, por lo que me encuentro en una situación bien frustrante.
Como mi esposo es el dueño, director, gerente, operador y cualquier otra cosa que su empresa necesite, por lo que en ocasiones debe salir de viaje, a visitar alguna de nuestras sucursales, lo que, por una parte, me deja cierto tiempo libre para mí.
Todo comenzó un día que él apresuradamente salió de viaje, y me llamó desde el aeropuerto indicándome que no iba a cenar, y que regresaría probablemente al siguiente día en horas de la noche.
Eso no es que me haya molestado mucho realmente, pero bien me pudo haber llevado, u ordenarle a cualquiera de sus asistentes que realizara el viaje, pero como sé, que no le gusta delegar algunas cosas, en ninguna persona, no me extraño que decidiera ir el mismo.
Así que ya a eso de las nueve de la noche, sola en casa, se me ocurrió salir a cenar fuera, al fin y al cabo, eso era lo que pensaba hacer, pero en compañía de mi esposo.
Por lo que me puse mis lentes de contacto verdes, mi peluca castaña clara, y un vestidito rojo, que a mi marido nunca termina de gustarle, que yo lo usé, ya que según él es demasiado corto y escotado.
Así sin más nada en mente, decidí entrar a un restaurante que recién y había abierto, como es de esperarse, había mucha gente, por lo que mientras se despejaba una mesa, me pidieron que pasara a una pequeña sala de espera, donde al igual que yo había un hombre como de mí misma edad.
Ya a los pocos minutos ambos manteníamos una amena conversación, y me propuso que como él al igual que yo se encontraba solo, bien podríamos solicitar una mesa para dos, por lo que probablemente nos las encontrarían mucho más rápido.
Así sucedió en efecto, el servicio fue muy bueno, y tanto la atención, como la comida, y los postres, fueron excelentes.
Ya estábamos por terminar de cenar, cuando mi acompañante insistió en pagar todo, aparte de que también me invitó a bailar, a otro negocio que al igual que el restaurante, también recién y había abierto sus puertas.
Yo no sé en qué estaba pensando en esos momentos, que sin pensarlo mucho acepté su invitación.
Por lo que primero me siguió hasta mi casa, para dejar mi auto, y luego en el de él nos fuimos, a ese lugar del que tanto me estuvo hablando, durante la cena.
Al llegar, la verdad es que la impresión que me dio fue buena, y apenas entramos, prácticamente nos pusimos a bailar, cosa que yo no hacía desde hace algún tiempo.
Al principio bailamos mucha música moderna, pero después de un buen rato, el ambiente musical cambió a ser uno más sosegado, y a medida que continuamos bailando y bebiendo ocasionalmente, un suave vino rosado, que pidió especialmente para nosotros.
No sé a ciencia cierta, en qué momento mi pareja comenzó a decirme tantas cosas lindas, que al poco rato ambos nos besábamos intensamente, al mismo tiempo que bailábamos.
Para mí era como una locura, lo que yo estaba haciendo, pero me sentía tan y tan bien entre sus brazos, sintiendo el calor de su cuerpo, pegado al mío, que cuando una de sus manos se deslizó, por dentro del escote de la espalda, hasta que llegó a mis nalgas, no opuse la menor resistencia.
A medida que seguimos bailando, poco me importó lo que pensara o dijeran las otras personas presentes, al fin y al cabo, no conocía a nadie, por lo que los avances y caricias del, para nada me incomodaron, es más hubo un momento en el que nos encontrábamos besándonos en la mesa, en que yo misma abrí mis piernas y dejé que sus dedos explorasen descaradamente mi propio coño.
En ese momento me preguntó, si deseaba acompañarlo a su apartamento, que se encontraba al otro lado de la ciudad, o si prefería que fuéramos a mi casa, ya que nos quedaba más cerca.
Desde luego que preferí ir a mi casa, aun a sabiendas de lo que él al igual que yo deseaba, y esperaba.
Llegamos a casa, y estacionó su auto dentro de nuestro garaje, y una vez dentro de la casa, en medio de la sala seguimos besándonos ardientemente, en cierto momento saqué una botella de vino y nos la seguimos bebiendo, a medida que entre sus besos y caricias, así como por arte de magia, me quedé sin nada de ropa puesta.
Lo cierto es que él soltó el broche de la espalda, y yo dejé que el vestidito rojo se me deslizase hasta la alfombra de la sala.
Entre besos, y caricias por todo mi cuerpo, él me quitó el resto de mis prendas, hasta que yo quedé sin nada, fue cuando me propuso que fuéramos a mi dormitorio, y lo cierto es que me sentía tan segura, que le dije que sí.
Ya en la cama, me sorprendió al dirigir su rostro, directamente a mi peludo coño, sin inhibición alguna comenzó primero por besarlo suavemente, y poco a poco fui sintiendo su lengua acariciando mi clítoris, yo pensaba decirle que eso no era necesario que lo hiciera, pero el sentir su caliente aliento chocando contra la piel de mi vulva, su lengua y labios en pleno contacto con mi carne, me volví loca, jamás en mi vida ni mi propio marido, y ninguno de mis anteriores novios, me habían hecho eso.
Por un buen rato mi amante hizo delicias con su boca, en mi coño, al punto que no pude contenerme y disfruté de un húmedo y abundante orgasmo, como nunca lo había disfrutado.
Al abrir mis ojos, lo vi cómo se incorporaba y se terminaba de quitar su ropa, su velludo y bien formado cuerpo me impresionó, y cuando bajé la mirada a su miembro, quedé boquiabierta, era prácticamente el doble del tamaño que el de mi marido.
A medida que me comenzó a penetrar, fui disfrutando de cada centímetro que se iba hundiendo dentro de mis carnes.
Yo comencé a mover mis caderas, como nunca antes lo había hecho, y también a diferencia de mi esposo, mi amante comenzó apretarme con fuerza contra su velludo cuerpo, pero pasado unos pocos minutos, él continuaba penetrándome como si recién comenzara, con mucho ímpetu y vigor.
En esos instantes, pensé brevemente en mi marido, y hasta me llegué a cuestionar, ¿cómo era posible que yo le estuviese siendo infiel, con un perfecto desconocido? y para colmo en nuestra propia cama.
Pero el placer que me producía él era tal, que de la misma manera en que comencé a pensar en mi esposo, dejé de pensar en él, lo que deseaba intensamente era que mi amante me continuase dando verga, de la misma manera en que aún lo estaba haciendo.
Yo no podía creer lo que me sucedía, él me hizo cambiar de posición, y yo desesperada por complacerlo le obedecía hasta el más mínimo detalle.
En cierto momento me dijo que me pusiera en cuatro, y ni tan siquiera lo dude por un segundo, a pesar de que en infinidad de ocasiones le había negado ese mismo placer a mi propio marido.
El ser penetrada, por el culo, fue toda una nueva y diferente experiencia, máxime como ya les comenté, nunca había dejado que mi marido lo hiciera.
Fue una mezcla entre dolor y placer que, aunque se me saltaron las lágrimas, por el dolor, poco a poco el placer que fui sintiendo fue mucho mayor, tanto que yo restregaba mi culo contra su cuerpo, buscando un mayor placer, al tiempo que salvajemente introdujo una de sus manos dentro de mi coño, haciendo que yo me sintiera como nunca antes me había sentido al momento de tener una relación con mi esposo.
Lo increíble para mí de mi momentánea pareja, era lo mucho que había durado sin llegar a venirse, yo parecía una muñeca de trapo entre sus brazos, haciendo con mi cuerpo lo que a él se le antojaba, cambiando de posición una y otra vez, hasta que, finalmente extrayendo su verga de mi coño, me agarró por la peluca con tal fuerza que me la arrancó.
De inmediato sin detenerse a pensar en lo sucedido, la soltó y me agarró por mi propio cabello, y dirigió mi rostro contra su verga, la que sin demora me dediqué a mamar salvajemente, hasta que sentí que mi boca y garganta se llenaba de su caliente semen, que salía de su verga.
Yo quedé hecha todo un guiñapo, pero extremadamente satisfecha, él entró al baño se dio una ducha, pero antes de marcharse me pidió que nos volviéramos a ver.
Lo acompañé hasta el garaje, tal y como me encontraba completamente desnuda, y desde luego que le dije que sí, pero como ya yo le había dicho que era casada, él entendió que debía esperar la ocasión.
Es cierto que durante los siguientes días sentí un complejo de culpa tremendo, pero nada más en pensar en su vitalidad, se me quitaba.
Por buena o mala suerte mi esposo volvió a salir de viaje, durante varias semanas estuvo quedándose en casa prácticamente un día sí y otro no, momentos que yo aprovechaba para encontrarme con mi amante, mayormente en algún bar o restaurante para luego finalizar acostándonos en mi propia cama.
El pendejo de mi esposo jamás tuvo la menor sospecha sobre mí persona, mientras que mi amante me hacía vibrar intensamente, tanto que en una ocasión me preguntó si yo estaría de acuerdo en que realizáramos un trio, y sin demora le respondí que sí.
En ese instante pensé que sería una manera de excitarse más aun, pero cuando al siguiente día que nos volvimos a encontrar, de manera muy especial, me presentó a un amigo, supe de inmediato por la manera de ese tipo quedárseme viendo, que los tres terminaríamos en la misma cama esa noche.
Y así fue, como en otras ocasiones desde que comencé a salir de noche para encontrarme con mi amante, dejaba mi auto en casa, y pedía un taxi que me llevase hasta nuestro punto de reunión.
Esa noche después de hablar por teléfono con mi esposo, salí de casa, al sitio donde me citó, se trataba de un pequeño bar, donde excepto por mí, todos los presentes eran hombres, no había pista de baile, ni nada en especial, simple y sencillamente era un bar.
Apenas llegué, lo localicé en la barra acompañado de su amigo, y como ya les dije apenas me lo presentó, supe cuál era su intención.
Los tres después de tomarnos unos tragos en la barra, mi amante sugirió que nos sentásemos en una de las mesas, y apenas lo hicimos, mientras me daba un beso en mi cuello, me dijo que me quitase mis pantis y se las entregase.
Aunque dudé por unos instantes en seguir su orden, finalmente de manera bien discreta así lo hice, para entregárselas inmediatamente.
No bien lo había hecho cuando sentí un par de manos entre mis piernas, una indudablemente era la de él y la otra para mi sorpresa era la de su amigo que, sin pérdida de tiempo, se dedicó acariciar mi vulva y restregar suavemente sus dedos contra mi clítoris.
Mientras que mi amante, evitaba que cerrase las piernas, y ocasionalmente me daba pequeños jalones a mis labios vaginales.
Era tanta la excitación que esos dos me estaban produciendo, que de seguro más de uno de los presentes en el bar, se debió dar cuenta de lo que pasaba en nuestra mesa.
Lo que a su vez producía en mí una mayor calentura y excitación solo de pensar que otras personas se daban cuenta de lo que ellos me estaban haciendo bajo la mesa.
El deseo de que me lo metieran sobre esa misma mesa, era bien grande, por lo que cuando de momento pidieron la cuenta, casi les pido que no lo hicieran, esperando que de un momento a otro me tomase entre sus brazos y recostándome sobre la mesa y frente a todos los presentes, me clavase su verga, por donde él quisiera.
Pero no fue así, los tres al salir del bar de inmediato nos subimos al auto del, y a medida que él conducía, yo me encontraba sentada entre ellos dos, mi amante de inmediato enterró su mano dentro de mi coño, mientras que su amigo se dedicó a mamar mis tetas la mayor parte del camino a mi casa, sin que en nada me molestase su atrevimiento.
Como de costumbre, él guardó su auto en nuestro garaje, y apenas se cerró la puerta los tres entramos a mi casa.
Ya dentro como buena anfitriona y segura de que mi marido no regresaría hasta la noche del siguiente día, les brinde algo de beber.
Fue cuando terminé de servirles a ellos dos, que me pidieron que me quitase toda la ropa, pero como si yo fuera una bailarina exótica, de esas que se van quitando la ropa poco a poco.
Contrario a lo que quizás los dos esperaban, me desnudé lo más rápido que pude, y aun deseosa de ser penetrada, me puse a bailar de la manera más vulgar que pude hacerlo, agarrando los labios de mi vulva, y abriéndolos por completo frente a mi pequeño y selecto público.
Yo seguí mostrándoles y moviendo mis nalgas de la manera más descarada que pude hacerlo, hasta que, de momento, el amigo de mi amante me ha sonado tremenda nalgada, que aparte de sonar bien duro, y dejar ardiéndome una de mis nalgas, me dejó bien marcada toda su mano.
Esa como que fue la señal, que nos indicó a los tres que fuéramos a mi dormitorio, ya dentro, lo primero que me han puesto hacer, fue ponerme a mamar a las dos vergas a un mismo tiempo.
Mientras que yo, bien deseosa, al tiempo que introducía mis propios dedos dentro de mi coño para autosatisfacerme, esperaba deseosa el momento en que me hicieran realmente suya esa noche.
Ambos se dedicaron por un buen rato a satisfacer su curiosidad, y aparte de tocarme por todas partes, sentía sus dedos recorrer por toda mi vulva, así como por mi esfínter.
Lo que en parte me fue indicando que era lo que me esperaba de un momento a otro, mi amante fue el primero en penetrarme, y por donde él dice que le gusta más, por mi culo.
Mientras que su amigo, prefirió que se lo siguiera mamando por un buen rato, hasta que ya no pudiendo más controlar mis ganas de sentir su verga dentro de mí, que le pedí que me la metiera.
Yo en más de una ocasión, estando sola y de ociosa, soñaba despierta con la fantasía y hasta me visualizaba a mí misma siendo clavada por dos hombres a la vez, mientras que a un tercero le mamaba su verga.
Pero cuando comencé a sentir la realidad de estar siendo clavada, tanto por el culo como por mi coño, pienso que casi me meo de la alegría, ya que el placer que sentía era inmensamente grande, por mucho muy superior a las fantasías o imagines que yo me formaba en mi cabeza relacionadas al momento en que mantuviera sexo con dos hombres a la vez.
Esa misma noche mientras que me tenían entre ellos dos, como si yo fuera el jamón de un sándwich, me di cuenta de dos cosas, una era que le estaba agarrando un gusto casi enfermizo, a tener sexo sin ningún tipo de traba, y la otra cosa que también me di cuenta era que, prácticamente me había vuelto en una sumisa esclava de mi amante, y lo peor de todo era que eso no me gustaba para nada.
Aunque es cierto que en esos instantes disfrutaba como una loca, de todo lo que ellos dos me estaban haciendo, ya que me penetraban, me ponían a mamar o me mamaban mi coño salvajemente, lo cierto es que eso de ser esclava no me agradaba para nada, aunque él nunca me hubiera tratado abiertamente de esa manera, pero en la realidad yo sentía que era su esclava, ya que le obedecía ciegamente, todas sus peticiones o simples insinuaciones o comentarios, que me hacía, sin ningún tipo de respeto, ni consideración a mí persona.
En la madrugada cuando ellos dos finalmente se retiraron después de haberme hecho de todo, incluso hasta a ponerme a autosatisfacerme frente a ellos nuevamente, introduciendo dentro de mi coño, una de las botellas de vino que habíamos estado bebiendo.
Tomé la decisión de terminar con él, claro que no de un solo golpe, simplemente comencé por ir espaciando nuestros encuentros, hasta que finalmente los suspendí.
A todas estas, mi marido ni tan siquiera sospecha de mí en lo más mínimo, ya habiendo dejado de frecuentar a mi ex amante, aun estando mi esposo en casa, un día lunes me entraron unas ganas locas de agarrar calle, o sea de salir a bailar, pero esa era una de las cosas que primero llueve para arriba, antes de que mi esposo me saque a bailar, y mucho menos dejar que yo salga sola.
Por lo que después de la cena, como es nuestra costumbre, le serví una taza de chocolate caliente, solo que lo aderecé con varias pastillas para dormir, las cuales molí hasta hacerlas polvo, y después se las puse en su chocolate.
Él ni cuenta se dio de la pequeña diferencia de sabor, por lo que como a eso de las diez de la noche ya estaba metiéndose en la cama.
Yo más rápido que inmediatamente, me cambié de ropa, me puse mi peluca y mis lentes de contacto, para salir de casa, sin la menor idea a dónde dirigirme.
Básicamente lo que hice fue pasear, ya que los lunes es un día flojo para salir a divertirse, tras lo cual regresé a casa, pero ya con mejores planes en mi cabeza.
Así que la siguiente ocasión en que le volví a servir el chocolate cargado, supe muy bien lo que iba hacer.
En esa segunda salida estando mi marido en casa, fue un jueves en la noche, y en lugar de ir a un pub, decidí ir a uno de los mejores hoteles, ya que por lo general las personas que se encuentran en la barra, son huéspedes, que se alojan en el hotel, lo que me permitiría conocer a alguien, que, debido a eso, que no me iba a estar fastidiando una y otra vez.
Al llegar me ubiqué en la barra, supuestamente en la espera de mi esposo, que para quien se me acercaba, y no era de mi agrado, eso era lo que le decía.
De esa manera conocí a un comerciante chino en viaje de negocios, aunque evidentemente era extranjero, su manera de hablar no le delataba, por lo contrario, daba la impresión de que fuera del país.
Él tuvo la paciencia de esperar un buen rato a mi lado, hasta que después de una corta conversación, le confesé que mi esposo jamás vendría, por lo que él sin dejar de ocultar su alegría, me invitó a bailar.
El chino resultó ser un estupendo bailarín, además de todo un caballero, quien no realizó ningún avance, hasta que yo me le insinué ligeramente.
Después de eso, las cosas cambiaron, para bien de manera total, esa noche terminé acostándome con el chino en la cama de su suite, y quizás sea idea mía, pero si anterior amante tenía la capacidad de aguantarse por un buen rato las ganas de venirse, el chino prácticamente no paraba, haciendo que yo disfrutase de un sin número de múltiples orgasmos en su compañía.
Lo más especial de todo fue que al momento de marcharme, me hizo entrega de un paquete de dinero, que me dejó boquiabierta.
En otras palabras, me dijo puta, y lo mejor de todo fue que me sentí fantásticamente bien sobre todo al momento en que lo pude contar mientras bajaba en el ascensor.
En otras ocasiones salí con otros extranjeros, con resultados similares, no con cantidades tan abultadas, pero si lo suficientemente buenas como para despreciarlas.
Pero no se cran que todo ha sido un cuento de hadas, en una ocasión me topé, con un americano loco, el muy desgraciado después de haberme obligado a que se lo mamase, se enojó conmigo porque se vino casi tan rápido como mi marido, suerte que pude salir corriendo semidesnuda, y en el ascensor me volví a vestir, de lo contrario creo que me hubiera caído a golpes y como le hubiera explicado eso a mi esposo.
Actualmente regresé a esperar a que mi esposo salga de viaje, para yo salir a divertirme.
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