EL CUARTO DE AZOTEA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por MONTANA16.
Por expansión de la empresa donde laboro, fui comisionado a trabajar en otro municipio, teniendo que estar ahí dos días completos a la semana, así como dos noches. Por tal motivo busque un cuarto económico, ya que los hoteles cobraban mucho.
Encontré un cuarto bastante económico en un barrio conocido como la colonia de “los viejitos”, ya que efectivamente, no hay gente joven por ningún lado, pura gente mayor.
Era un cuarto en la azotea de una casona, donde todo el día no había casi nadie, hasta parecía abandonada, ya que era cerrada, algo oscura y de acabados antiguos. Eso sí, siempre estaba limpia.
Un día antes de presentarme a trabajar fui de compras y adquirí una colchoneta, tres almohadas, un par de sabanas, unas toallas, una parrilla eléctrica, una grabadora, unos pocos de trastes y un despertador. Pocas cosas, ya que solo pasaría ahí un par de noches a la semana en aquel lejano municipio, al que me había mandado mi canija empresa con el argumento de que era el más capacitado para cubrir los fines de semana.
Ya después de haberme instalado, salí a dar una vuelta por la enorme azotea, había unos lavaderos, una gran pileta, un baño y unas pesas hechas de tubo, latas y cemento, a todo dar para hacer un poco de ejercicio, ya que así estaba acostumbrado. Como ya era noche y estaba todo tranquilo, comencé a hacer un poco de mi rutina, ya una hora después y con el cuerpo todo sudado por el esfuerzo, me despoje de la playera y me recosté sobre una banca de cemento para relajarme. Con la mente en blanco y sin pensamiento alguno, una dulce y tierna voz, me provoco un pequeño sobresalto.
-¿Cómo te llamas?-¿?
Pregunto una angelical voz, me levante de golpe y vi aquella chiquitilla vestida con un camisón blanco algo remendado.
-Yo me llamo Sara y vivo en el 16. Te acabas de cambiar ¿verdad?-¿?
-SI.- le conteste.
-¿De dónde vienes?- Sara.
Preguntaba mucho sobre mí y al mismo tiempo me decía todo sobre ella. Se arrodillo a mi lado y puso sus brazos recargados sobre mis piernas con absoluta confianza y familiaridad.
-Ven, siéntate.-
Le dije para poder verla mejor y así poder platicar, por lo que pude aprecia lo linda que era, su cabello era largo y castaño claro, sus labios delgados y rosados que dibujaban una sonrisa angelical, unos ojitos azules y que mostraban tristeza, delgadita de figura, pero con unos pechitos aunque pequeños ya se asomaban bien formados y puntiagudos que llamaban la atención sobre su camisón.
Empezamos a platicar ahí sentados sobre la banca y después de un largo rato mire el reloj y ya pasaban de las 11 de la noche, le dije que ya era tarde, que se fuera a su cuarto porque su mamá ya debería estar preocupada porque no regresaba, que al día siguiente podíamos seguir platicando si quería, ya que también era hora de irme a bañar. Sin decir más, acepto y se fue Sara a su cuarto, me metí al baño, el agua fría calmaría la sorpresa que me causo aquella chiquitilla.
Al regresar a mi cuarto con solo un bóxer puesto y la toalla sobre mis hombros, al abrir la puerta de mí cuarto, me tope con la sorpresa de que ahí estaba Sara, sentada sobre mi colchoneta y recargada sobre la pared.
-Bueno niña, te dije…-
-Sì, que me fuera a mi cuarto, pero mi mamá no está, sale todas las noche a trabajar y me quedo sola, no tengo papá, ni hermanos y me da miedo dormir sola, porque mi mamá regresa como a las10 o 12 del día. Llega, hace el quehacer, se duerme y cuando se despierta se vuelve a ir, solo me deja dinero para comer en la escuela o a veces ella me trae. Y con los vecinos no me deja, porque dicen que doy mucha lata y que no quieren compromisos. Déjame dormir contigo, por favor. Me da miedo quedarme sola y es que en la noche se oyen muchos ruidos allá abajo y tengo que dormir con la luz prendida, ¿sí? Por favor- Sara.
Con atención la escuche y me sorprendió su relato, pensé en los riesgos y…
-¡Ok! ¿Pero yo salgo a las 7 de la mañana a trabajar?-
-No importa, yo le limpio el cuarto y cierro, no va a tener problema conmigo.- Sara.
-¿Oye chiquitilla? ¿No te da miedo quedarte sola con una persona desconocida, de la que no sabes nada y que apenas conociste, con la que pudieras correr el riesgo de que te haga daño?-
-No ¿Y qué daño me pudieras hacer tu?-Sara.
-Por ejemplo, que tan pronto como te duermas, te viole y después te mate.-
-Yo no creo que seas malo o que me quieras matar. ¿Qué es violar?- Sara.
-Que abuse de ti, que por la fuerza te baje o arranque tu pantaleta, que te quite la bata y que te meta mi pene en tu panochita, eso es violar.-
-Ya te dije, no creo que seas malo y si quieres de una vez me quito mi ropa para que no me la rompas.-Sara.
-Mira, olvídalo, mejor acuéstate ya, solo cuídate de la gente porque siempre habrá alguien que desee hacerte daño.-
Nos acostamos a dormir los dos sobre la colchoneta, tapándonos con la misma sabana. Al principio no podía conciliar el sueño por pensar en lo que estaba sucediendo, ya después cuando comenzaba a dormirme, sentí un cálido y tierno cuerpecito abrazarse a mí. Yo estaba boca arriba con los brazos sobre mi cabeza, así que al sentirla, la abrace, pero sentí una electrizante excitación al darme cuenta que se había quitado la bata y sin darme tiempo a mas, sentí como su mano acariciaba mi pene ya erecto por encima de mi bóxer.
-Nunca he estado con un hombre. Tú eres muy bueno.- Sara.
-Dime la verdad ¿alguien ha abusado de ti? ¿Ten han tocado?-
-No, nadie. Pero quiero sentir la caricia de un hombre, que me quiera, yo tengo papá.- Sara.
-Chiquitilla, no sabes lo que pides y lo que dices.-
No dijo mas, metió su mano debajo mi bóxer para acariciar mi pene que estaba completamente erecto y duro, mi excitación estaba subiendo a mil. Lo recorría con cariño de arriba abajo, acariciándome también mis testículos. Aquella tierna y delicada manita recorría mi hombría con delicadeza, mientras sus labios besaban mi velludo pecho. Con la mano que la abrazaba, comencé a acariciar su hombro derecho.
-¿Por qué no me abraza?- Sara.
Con un poco de nervio pero excitado, acerque mi mano izquierda a su pechitos, duros y firmes, tenía una suave piel, como aterciopelada. Acaricie cada milímetro de sus pechitos, sus pezoncitos uno a uno, mientras su respiración se iba acelerando. Fui bajando despacio mi mano por su abdomen hasta llegar a su monte de Venus, el cual apenas si se sentían unos cuantos vellitos. Pequeña diablita, ya se había quitado también su pantaletita, hasta ahí la deje y solo le di tiernas caricias.
La acomode boca arriba y comencé a besar sus pechitos, recorriendo con mi boca cada centímetro de ellos. Mi lengua pasaba alrededor de sus tiernos pezoncitos, lamiéndolos, chupándolos. Poco a poco fui bajando con mis besos por su abdomen, hasta que llegué a su panochita, la que hurgue con mi lengua buscando su botoncito. Se retorcía de placer y al mismo tiempo con sus manos acariciaban mi cabeza y la empujaban más hacia ella, hacia su intimidad, donde unos dulces jugos ya brotaban. Subí mis manos y acaricie sus pechitos, con lo que comenzó a gemir de placer.
-Si mi hombre, tome todo de mi y dígame lo que desee. ¡Ah! ¡Ah! ¡Mmmmnn!- Sara.
Al escucharla, mi excitación creció aun mas, no podía creer lo que escuchaba, era sublime.
-Ven, quiero sentir tus labios en mi hombría.-
-¿No me quieres besar?- Sara.
-Sì, ven.-
Me recosté boca arriba y ella sobre mí, separo sus piernitas y acomodo mi pene en medio de ellas, luego lo aprisiono, apretándolo con su caliente y húmeda panochita. Comenzó a mover sus caderas de arriba abajo con cadencia, despacio y gozándolo, aun que se notaba que deseaba sentirlo dentro de ella, ya que por momentos se movía de tal manera que buscaba que la punta de mi pene presionara en su cuevita. Mientras nos besábamos con pasión y lujuria, par luego de un rato así, bajo a besar primero mi pene, para luego comenzar a chuparlo con ansias, como queriendo devorarlo todo, ya que más de la mitad se lo metía en su cálida boquita, aun cuando no cabía bien. Besaba mis testículos, los chupaba y era tan exquisito que me hiso venir dentro de su boquita, tomándose toda mi leche. Cuando termino de tomársela y de limpiar toda mi hombría, se acomodo junto a mí, me abrazo y así nos quedamos dormidos.
Esa noche fue de una pasión indescriptible, ya que nunca en mis locos pensamientos me imagine algo parecido, fue de una pasión casi celestial. Salí por la mañana atrabajar, dejándola completamente dormida. Todo el día pensé en esa chiquitilla que me había sorprendido y que me envolvió en sus encantos.
Al salir de trabajar, con prisa regrese al cuarto, sin saber realmente el porqué. Al abrir la puerta la encontré sobre la colchoneta recostada, vestida con una camiseta mía, con la que se veía preciosa.
-Buenas noches mi señor. Te traje pan que mi mamá compro.- Sara.
-Hola chiquitilla. Yo te traje atole y tamales. Te ves preciosa así vestida.-
-Gracias.- Sara.
Cenamos en completo silencio, ninguno pronunciaba ni una palabra, solo nos mirábamos y nos regalábamos una sonrisa. Al terminar salí a bañarme, regresando en mi acostumbrado bóxer. Sara ya había levantado todo y estaba sentada esperándome.
-Ven, acuéstese mi señor.- Sara.
Obedecí por completo. Se arrodillo a un lado mío, bajo mi bóxer y mi pene salto al momento completamente erecto. Con sus manitas lo acaricio con suavidad, así como a mis testículos, luego se inclino y comenzó a chuparlo con delicadeza, provocándome descargas de pasión. Jale sus caderas hacia mi cara, dándome cuenta al instante que no traía pantaleta, por lo que pude ver en su totalidad su exquisita panochita, suave y cerradita, adornada con unos escasos, pequeños y dorados vellitos de su monte de Venus. Me bebí sus deliciosos jugos que le brotaban y en un rico 69 nos entregamos nuevamente, solo que ahora por completo a la lujuria.
Por largo rato, Sara recorrió con sus labios cada milímetro de mi pene, con atención y suavidad. Con su lengua le daba giros a la cabeza, como un delicado masaje, lengüeteaba mis testículos, mientras yo chupaba su exquisita intimidad, recorriendo con atención su pequeño botoncito de amor. Introduje mi lengua en la cavidad de su vagina, provocándole con ello una descarga que la hiso apretar sus caderas contra mi cara.
No supe cuanto tiempo permanecimos así, solo que después de un rato, se giro y nuestros labios se unieron en un profundo y apasionado beso.
-Hazme mujer mi señor, hazme tuya. Eres bien dulce y te amo, nadie puede ser como tu.- Sara.
Yo estaba súper excitado, casi sin voluntad, pero aun tenía un poco de lucidez y sabia que eso no podía ser, ella era aun un chiquitilla y si se enteraba su mamá, yo tendría problemas.
Se sentó sobre mí y se quito la camiseta, quedando completamente desnuda frente a mis ojos. Que bella era, su blanca y suave piel como un terciopelo, conjugaba a la perfección con sus rosaditos pezones, pequeños y puntiagudos.
Se inclino hacia mí y me dio un suave beso en los labios, luego se aparto de mí y se recostó boca arriba a un lado mío, con las rodillas dobladas y los pies apoyados sobre la colchoneta, sus piernas completamente abiertas. Me levante y la contemple de arriba abajo, mire su panochita que invitaba a ser penetrada.
-¿Estás segura chiquitilla preciosa? Te puedes arrepentir después.-
-Sì, lo estoy. Quiero que me hagas mujer, poséeme, hazme tuya.- Sara.
-Te dolerá un poco.-
-No importa.- Sara.
Me arrodille frente a ella con mi pene bien erecto, duro y húmedo por su boca. Sara levanto sus caderas y puso una almohada debajo de ella. Acomode mi miembro en la entrada de su cuevita y ella con sus manos se abrió sus labios íntimos. Que exquisito panorama, ver lo rosadita de su vagina. Despacio comencé a hacer presión en la entradita, sintiendo la oposición de su virginidad. Poco a poco fue entrando la punta de mi pene, mientras Sara mordía sus labios por el dolor que ya le causaba. Entro la cabeza y las paredes de su vagina la apretaban deliciosamente. Seguí empujando hasta que “puff” sentimos como su virginidad se rompió, en ese momento ella me abrazo con fuerza y enterró sus uñas en mi espalda, eso me excito a un mas y me provoco un placer que nunca había sentido. Sara comenzó a gemir y a jadear, mientras sus piernas rodeaban mis caderas y la aprisionaban, jalándome más hacia ella mientras mi pene seguía entrando, hasta que toco el fondo.
-¡¡Ah!!¡¡Ah!!¡¡Mmmmnn!!¡¡Mmmmnn!!- Sara.
Nos volvimos a besar, mientras reposaba mi pene dentro de ella y se acostumbra a su rota virginidad.
-Gracia por hacerme feliz, gracias por hacerme tu mujer.- Sara.
-Chiquitilla, me tienes loco. Ojala no te arrepientas.-
-Si eres casado no importa, te obedeceré y no te causare problemas.- Sara.
Nos besamos con pasión. Comencé a bombear, apoye los puños a los lados de ella y me separe ligueramente, solo nuestras pelvis estaban unidas. Mi húmedo pene con sus jugos y la sangre de su pureza entraba y salía de su apretada y deliciosa vaginita. Todo era sublime, ella gimiendo de placer y yo bufando por la lujuria y la pasión que ella me provocaba.
-Así mi señor, así, con más fuerza, métemelo mas, es delicioso sentir como golpean, tus huevos mis pompis.- Sara.
-Chiquitilla, lo tienes casi todo adentro, siente como toca el fondo de tu vagina mi pene.-
-Sí, si lo siento y es delicioso.- Sara.
-Ven, acuéstate boca abajo y ponte la almohada debajo de tus caderas.-
Así boca abajo le metí de nuevo todo mi miembro en su panochita, sintiendo en mi pelvis la redondez de sus bellas nalgas.
Con sus piernas abiertas y con su cadera levantada, Sara gemía y jadeaba de placer, mientras apoyado sobre mis brazos, seguía embistiéndola con fuerza, hasta que al mismo tiempo llegamos juntos al clímax, ella en un orgasmo sublime y glorioso y yo con una venida tan abundante que fue incapaz su vagina de contener y brotaba fuera de ella.
Caí sobre ella y la abrace, bese su espalda, su nuca, su cabello, sus mejillas. Nos agarramos de las manos y las apretamos con fuerza, como señal de que nos mantendríamos unidos. Ya nada volvería a ser igual.
Nos acomodamos, nos abrazamos y así nos dormimos. Al llegar la mañana, antes de salir me despedí de ella con un beso en su frente. Que angelical se veía dormida. No me quería ir, pero tenía que hacerlo, le deje una nota donde le decía que la vería la próxima semana y que la amaba.
Al partir no sabía que sucedería al regresar, si me acusaría de abusar de ella, si aun la encontraría, si podríamos volver a entregarnos a ese exquisito placer, no sabia y mi cabeza era una bomba a punto de estallar.
Regrese un día antes de lo planeado, a medio día, quería saber de ella, quería saber de una vez lo que pasaría. Al entra a la casona, me tope con una señora muy joven, me saludo.
-Buenas tardes señor. Disculpe ¿es usted el nuevo inquilino, el de la azotea?- ¿?.
-Buenas tardes. Si, para servirle.-
-Mi niña me ha hablado mucho de usted, que es su amigo y que estuvo al pendiente de ella, espero que no le moleste y que no le cause algún problema.- ¿?.
-No se preocupe, ella es buena niña, se porta bien y es bien simpática en sus comentarios.-
-¿Gusta pasar a tomar un refresco para platicar?- ¿?.
-Bueno.-
Era simpática la señora, pero se veía algo angustiada.
-Ahorita Sara está en la escuela, viene llegando cerca de las 6:30, pero yo me voy a las 7:00 así que casi no nos vemos, no convive con nadie y creo que ni amigos tiene. Yo trabajo en un pueblo que esta a una hora de aquí.- ¿?.
Platicamos por largo rato, tomo confianza conmigo, se notaba que deseaba confiar en alguien. Tanto que me la encargo mucho, repitiéndome esto en varias ocasiones. Y por su iniciativa, me pidió que me presentara en la escuela como su tutor, a lo que accedí. Así como también me permitió comprarle ropa la cual le compre esa misma tarde cuando regreso de la escuela. Le compre unas faldas, blusas y ropa interior. Cuando salió de vacaciones de la escuela su mamá me permitió llevarla a la playa. Todo iba bien, en las noches que nos quedábamos solos, nos entregábamos a la pasión y a la lujuria, en el día, yo era su tutor hasta que un día, nos avisaron que su mamá había fallecido en un accidente. No la iba a dejar sola, por lo que la lleve a casa. En parte le conté a mi esposa, después ella me pidió hablar con Sara.
Ahora a dos años de su llegada, hemos formado una bella familia, pero en las noches es solo placer y lujuria la que se respira en mi casa. Cuando todo inicio en aquel cuarto de azotea.
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