EL DEPRAVADO. PRIMERA PARTE.
Inicia la historia sobre Agapito, un depravado que, bajo la buena mirada de la comunidad y las instituciones, acosa descaradamente a las niñas frente a un colegio femenino. .
EL DEPRAVADO. PRIMERA PARTE.
ESCRITO POR SIREMIS.
Para empezar esta historia diré que alguien me contó que el viejo y depravado de don Agapito Vengoechea llegaba todos los días en su anticuado y destartalado carro al colegio de niñas. El vicioso salía de su feo y oxidado vehículo portando su larga gabardina y sus gafas oscuras y se ponía a esperar a las colegialas a la hora tanto de entrada como de salida de clases para mirarlas, molestarlas, acosarlas, ansiarlas y hasta manosearlas.
El cincuentón era tan descarado que no le importaba sacarse la verga y hacerse la paja recostado sobre algún morrito de pasto de la zona verde cercana o tras una de las tapias del instituto mientras veía, morboseaba y piropeaba a las nenitas con sus cortos uniformitos, a veces se paraba frente a ellas y se abría su gabardina mostrándose totalmente desnudo y con la verga parada. Todo eso era ya una costumbre y a las niñas les divertía sobremanera.
Aunque la presencia de ese sucio depravado en los alrededores del instituto femenino era tolerada por la comunidad y se estaba convirtiendo en un hábito y una tradición en la zona muchas madres y padres de familia novatos en la zona se quejaban sobre esto ante el rector del instituto, doctor Raimundo Pollerocho Uribe.
Sin embargo, esas quejas no podían hacer nada, pues la sabiduría antropológica de don Raimundo se imponía. El rector, quien era toda una eminencia y una celebridad del conocimiento en las dinámicas sociales y en las ciencias humanas explicaba que ese viejo Vengoechea era simplemente un incomprendido y una pobre víctima de una exclusión social provocada por las mismas comunidades, por tanto, no era culpa del viejo ser así, sino de toda la sociedad.
El rector manifestaba que don Agapito Vengoechea era solamente un loquillo, un vagabundo y resabiado, una partícula de la diversidad cultural que en realidad no representaba peligro alguno para las niñas ya que solo se dedicaba a pajearse, a elogiar a las nenas, a filmarlas y a sacarles fotitos, nada de eso era pecado y tampoco era como para formar tanto escándalo por esa bobada, además el viejo hacia parte de la idiosincrasia del sector y del colegio y por tanto debía respetarse, mantenerse y protegerse.
En verdad don Agapito era un personaje astuto, abusador, obsceno y pervertido, sin embargo, era alguien muy querido, admirado, mantenido y hasta apoyado en la localidad. La gente lo estimaba y las autoridades y políticos lo trataban con toda la compasión y la dignidad humana posible, nunca lo encarcelaban y más bien lo cuidaban muy bien cuando por fin alguien tenía la valentía de acusarlo de algún acto abusivo, desvergonzado o grosero contra alguna niña.
Esa mañana don Agapito llegó en su destartalado, ruidoso y contaminante carrito como de costumbre, pero más temprano que las otras veces. Dejó su vehículo estacionado al lado de la carretera principal y salió con una maletica terciada en la cual guardaba unas cuantas revistas e imágenes pornográficas y una cámara de filmar y de fotografía.
Agapito saludó a los tenderos y tenderas de los locales cercanos que a esa hora ya empezaban a abrir las puertas de sus negocios. Doña Minerva y don Cristóforo, dos de esas personas que tenían sus tiendas en el sector, muy amablemente le regalaron dinero, cigarros, bebidas y galguerías. El depravado ni siquiera les dio las gracias y se sentó en una de las sillas de la cafetería y tamalería de doña Minerva poniendo sus sucios pies sobre la mesa y soltando sonoros pedos y eructos que hacían reír a las demás personas que estaban tomándose un café o desayunándose.
El señor Vengoechea terminó su desayuno, salió de ese local y se recostó en uno de los morritos desde los cuales acostumbraba a ojear y morbosear a las niñas que pasaban. Se echó un cachito de marihuana, se desapunto su pantalón, se sacó su gruesa, larga, cochina y olorosa vergota y empezó a jalársela muy feliz, con turbias ansias, mientras miraba las osadas revistas porno y esperaba a que pasaran las colegialas para comenzar a asediarlas de lo lindo.
Pronto empezaron a llegar todas las estudiantes. Ellas eran de toda clase, desde las más bonitas hasta las más simplonas; desde las más recatadas y religiosas, que llevaban sus falditas larguitas, hasta las más putitas y descaradas cuyas falditas del uniforme eran tan corticas que parecían vulgares minifalditas de mujerzuela barata.
Algunas niñitas iban tomadas de la mano con sus mamás, y el hombre, ahí recostado, comenzó a filmar y a fotografiar a cuánta nenita pasaba y a decirles cosas sumamente subidas de tono a la vez que recibía malas palabras de parte de muchas chicas que no les hacía gracia y de sus amargadas madrecitas.
AGAPITO: ¡Uf!… ¡Mamasotas ricas!… ¡Están como para darles rico guamote por esas deliciosas cuquitas sin pelitos, ricuritas!
Las madres que pasaban con sus hijitas generalmente no le decían nada a Agapito, solo le sonreían, lo saludaban, le daban alguna moneda y luego caminaban rápidamente, casi sin mirarlo ni ponerle atención, y aceleraban su paso sin darle demasiada importancia al viejucho.
Pero doña Susana, una madre que llevaba a dos hermanitas de unos 9 añitos de edad, quiso hacerse la chistosa reprendiendo un poco al viejo y le lanzó las siguientes palabras mientras se le salía una sonrisita pendeja y nerviosa:
DOÑA SUSANA: Jejeje… ¡Hola, viejo hijueputa!… Jejeje… ¡Cochino asqueroso!… Jejeje… ¡Don Agapito vaya y busque empleo, degenerado de mierda! ¡Vaya a pajearse a otro lado!… Jejeje…
El viejo tampoco era de los que se dejaban madrear, aunque fuera en chiste, así que le pareció fácil responderle lo siguiente a la señora:
AGAPITO: Jejeje… ¡Venga y me lo mama junto a sus putísimas hijitas, doña Susana! ¡Tetona malparida carechimba! ¡Vil perra hijueputa!… Jejeje… ¡Se la voy a meter hasta por el culo a usted y a sus perrísimas niñitas!… Jejeje…
A la mujer le dio risa, y les dijo a sus hijas lo siguiente:
DOÑA SUSANA: Jejeje… ¡No le hagan caso, mijas!… Jejeje… ¡Estamos jodiendo!… Jejeje… ¡No se asusten ni miren a ese sucio degenerado!… Jejeje…
AGAPITO: ¡Deme para el desayuno, puta!…
La señora se hizo la loca y no le dio dinero al viejo. Las niñitas sonrientes no despegaban sus ojos del feo individuo y su gran vergota, y Dianita, la nenita menor, le dijo a su madre:
DIANITA: ¡Mamá, don Agapito se está pajeando como de costumbre!…
Doña Susana, agarrando con más fuerza las manitas de sus hijas, les dijo:
DOÑA SUSANA: Jejeje… ¡Caminemos rápido que ese malparido de don Agapito se está pajeando hasta el alma y nos quiere echar su leche!… Jejeje… ¡Qué asco!… Jejeje… ¡Rápido, mijas!… Jejeje… ¡No sé cómo el rector Raimundo sigue permitiendo esto!… Jejeje… ¡Pero bueno!… Jejeje…
El muy sinvergüenza, mientras seguía pidiéndole plata a la señora y piropeando y morboseando a las nenas, enfocó su cámara tratando de obtener imágenes de debajo de las falditas de las niñas e incluso se paró de donde estaba recostado con la intención de seguirlas.
DOÑA SUSANA: ¡No miren hacia atrás, mijas!… Jejeje… ¡Creo que ese pervertido de don Agapito se va a poner a seguirnos con banana en mano!… Jejeje… ¡Pero no le voy a dar dinero!…
Al pervertido no le importó que la risueña madre de las niñas lo siguiera hijueputeando con risita nerviosa, el degenerado se acercó tras de ellas y las siguió un buen tramo a la vez que las piropeaba cochinamente e intentaba poner su cámara bajo las falditas del uniforme de las chicas.
La mamá no sabía qué hacer, solo reía, y mientras el pervertido con una mano les levantaba la faldita a las niñas con la otra obturaba su cámara y no las dejó en paz hasta que logró obtener algunas buenas fotos y filmaciones de sus calzoncitos. La señora solo pudo dejar al lado su tacañería y le arrojó unas monedas para que el viejo ya no las siguiera, las niñas hicieron lo mismo, el tipo recogió las monedas y dijo:
AGAPITO: ¡Muchas gracias, mis niñas! ¡Muchas gracias, mi señora! ¡Para la próxima las meteré entre mi campero y les daré rica vergota por esos culazos, mamasotas! ¡Se los juro!…
Las sonrientes nenitas se despidieron del señor agitando cariñosamente sus manitas y la madre, sin dejar de mirar la gran vergota del viejo, dijo:
DOÑA SUSANA: ¡Chao, don Agapito cansón!… Jejeje… ¡Viejo cochinote!… Jejeje… ¡Y lo tiene grande y jugoso ese viejo hijueputa!… Jejeje… ¡Tiene el pipí más grande que el de su papá, mijas!… Jejeje…
AGAPITO: ¡Venga y me lo mama, señora!…
DOÑA SUSANA: ¡Otro día, viejo cochino!…
La señora se despidió del viejo haciéndole el vulgar gesto de pistola con sus dedos e ingresó con sus hijitas al plantel educativo, cualquiera podría pensar que de seguro le iba a dar las quejas al rector, pero no fue así, a pesar de sus palabras la señora era tolerante con el cincuentón depravado, le hacía recordar a su propio padre y su locura senil.
Agapito se siguió haciendo tranquilamente la paja a la vez que molestaba a otras estudiantes y las filmaba y les sacaba fotitos. A una que otra desprevenida le alzaba la faldita, le robaba un piquito en los labios e incluso les sobaba el culo y las tetitas sin importar que fueran acompañadas por sus madres, por hacer eso lo máximo que se ganaba por parte de las señoras era un leve carterazo y unas cuantas palabrotas mezcladas con burlonas risitas, pero de resto nada más.
Todas las colegialas ingresaron al colegio y el tipo se montó en su carro, miró las fotos y las filmaciones logradas, se hizo la paja y luego arrancó y se fue. Después de unas horas volvió, minutos antes de la hora de salida de las niñas, y mientras se llegaba el momento en que al terminarse las clases abrían la puerta y ellas empezaban a retirarse del plantel pidió regalado un tinto donde doña Minerva, se fumó un porrito y se puso a hablar con los celadores del instituto femenino quienes eran tan morbosos y vulgares como él, también charlaba con las aseadoras, con las vendedoras y con los vendedores que esperaban a que las niñas salieran para que les compraran las galguerías y las bobadas que vendían.
CONTINUARÁ…
ESCRITO POR SIREMIS.
Que hueva tus relatos mierderos
«Jejeje» que buen contexto de relato «jejeje» pero que mala y pauperrima redacción «jejeje»
Pésima inclusión poner a todo el mundo a reírse de esa manera en cada diálogo, ni consumiendo crack se reiria alguien tanto. 🤢
PD: jejeje
Aclaro… este relato, al igual que otros que he escrito, se trata de una serie de críticas sociales e institucionales más que de cuentos vulgares y pornográficos, por eso está escrito de esa manera, risitas descaradas, atrevidas, inauditas, numerosas y ridículas con personajes detestables, cínicos y patéticos.