EL DETECTIVE PRIVADO. (1).
Dando a conocer un poco de mi vida….
PRIMEROS AÑOS. (01).
Soy Martín, un tipo “común” y reconozco que tengo algunas ventajas, practiqué y practico algunos deportes, aunque cada vez menos, los fui raleando para dedicarme a las Artes Marciales y al gimnasio, tengo el cabello castaño, ojos pardos, que, algunas, dicen que son pícaros y esto me causa gracia, los ojos no son “pícaros”, es la mirada o la expresión de la misma, pero no viene al caso.
Hoy por hoy tengo treinta y dos años, mi rostro no es de una belleza masculina, aunque se destaca y nadie podrá negar lo varonil, mido un poco más de un metro con ochenta y cinco centímetros y mis espaldas no son de un Adonis, más, no me hacen quedar mal, en conjunto, soy un tipo “agradable” para el sexo contrario y éstas, las féminas, me gustan por demás, aunque apliqué, desde que comencé a rondarlas, una cierta selectividad.
Tengo un buen pasar, en realidad, siempre lo tuve, mi “viejo” era un empresario importante y como fui hijo único, no se privaron de darme todos los gustos, así y todo, me marcaron límites y me educaron bien, en la escuela, eso lo tenía claro, sólo recibí conocimientos y nunca me caractericé por ser “el nene de mamá y papá”.
En casa no se usaba el cinturón, la chancleta o los castigos físicos, pero al “viejo” o a la “vieja” no se les discutía cuando aplicaban su rol de Autoridad. No se me permitían berrinches o que me mandara “cagadas” propias de “hijo único”, supe desde siempre que, las que me mandara, conllevaban una sanción en base a prohibiciones que me jodían más que un chirlo en el culo o un tirón de orejas.
Noté desde chico que mi padre y mi madre eran, además de ser una pareja enamorada que lo demostraba en cuanta ocasión se les presentara, hubiera o no gente a su alrededor, compinches, compañeros y hasta diría que amigos aun a pesar de lo difícil que resulta que una pareja se muestre como tal. Tal como opinaban todos, eran la “pareja ideal”, yo estaba de acuerdo con eso, se complementaban en todo, además, la “vieja” era un “minón” y mi “viejo” tenía toda la “facha”, yo heredé algo de los dos.
Una vez la vi a mi madre en tanga, bueno, vale la aclaración, en ese entonces era el biquini que se colocaba dentro de la zanja de las nalgas para tomar más el sol y que no se notara tanto la marca grande en la piel. Estábamos en la pileta de casa y me calenté horrores con sus nalgas duras y paradas, sabía que era inalcanzable, además, mi morbo no llegaba a tanto, de todos modos, de eso, mi verga no entendía nada y unido a los dieciséis años que tenía, mis neuronas se alborotaban sin que pudiera hacer nada por evitarlo.
Mi casa era y sigue siendo enorme y antes de que lo notaran y/o hacer alguna cagada de la que tuviera que arrepentirme, traté de disimular el bulto que siempre se hacía notar, incluso más que el de mi padre, me levanté y me fui a una de las habitaciones con baño, la paja adolescente se imponía y no pensaba hacerla esperar.
Con nosotros, casi como todos los fines de semana, estaba mi tío, hermano de mi padre y socio de la empresa, junto a la esposa, mi tía política era una morocha alta, con un físico tipo “latino” y con cara de “alborotarte los ratones”, tal como me lo había hecho notar un compañero de escuela cuando la vio una vez en mi casa y me dijo: “Tu tía tiene una cara de puta gozadora que te tira de espaldas”.
Nunca lo había notado porque yo estaba en mi limbo y era bastante tímido, pero a partir de esa acotación, también la tuve en mi radar y no tardé en comprobar que mi compañero tenía razón. Mi madre tenía unas tetas que andarían en una talla 85 o un poco más, pero mi tía pasaba los 90 y le encantaba que se le notaran mostrando incluso parte de ellas, el culo tampoco era igual, era más grande y parecía más flojo, aunque llamaba la atención y como, para más, su forma de caminar era insinuante…
El tema fue que, mientras me estaba acomodando y sentado en el inodoro para hacerme una regia paja, se abrió la puerta y apareció mi tía, se reía por haberme descubierto, yo era bastante introvertido, realmente y lo reconozco, un “pelotudo importante” y no sabía dónde meterme ante la vergüenza experimentada, ella, luego de hacer una exclamación de asombro al mirarme la verga erecta, se acercó a mí diciendo:
- No me digas nada, ya me di cuenta que te calentaste con el culo de tu madre, tenés que aprender a disimular, yo te voy a enseñar, pero ahora dejala a la tía que se ocupe de ese “pedazo”. La tenés más grande que la de tu tío y vamos a disfrutar un rato, te la voy a chupar, vas a ver que lo vas a disfrutar y, si querés, tócame y apretame las tetas, pero rápido porque no tenemos mucho tiempo.
Casi se me baja por la sorpresa y la vergüenza, pero después de escuchar eso que me dijo, se revigorizó y pareció emerger en todo su potencial, tenía en ese momento y creo que tiene, nunca la medí, unos veintiún centímetros de largo y unos seis y medio, casi siete de diámetro, hoy en día lo tengo más que asimilado, mi verga nunca fue para despreciar.
Ella se arrodilló luego de colocar una toalla en el piso, puso una de sus manos en mi muslo y con la otra se levantó el sostén del biquini para dejar sus tetas liberadas, sentí que me “derretía”, me puso como lelo cuando me miró mientras acercaba su boca al glande que parecía palpitar y engullía mi verga hasta la mitad, abrazándola con sus labios gordezuelos, ni siquiera atiné a tocarle las tetas, mi cuerpo se tensionó al instante y yo mismo tuve que taparme la boca para no gritar cuando le llené la boca de leche.
Mi tía no me dijo nada, en realidad, no podía decir mucho, estaba entusiasmada absorbiendo y tragando lo que yo expulsaba, tampoco le importó demasiado, siguió mamando e hizo que su garganta se adaptara para recibir lo mayor cantidad de “carne en barra”. Por la edad, yo seguía como para “voltear paredes”, notaba su lengua que se movía por el tronco y, aunque tenía ganas, aguanté un poco más, ni idea tengo de cómo lo hice.
Ella pensaba por los dos y tomó una de mis manos para que le tocara una teta, su otra mano estaba sumergida en su entrepierna e imaginé lo que hacía en ese lugar con sus dedos. Recordé que me había dicho que se las apretara y fue lo que hice, de inmediato me sorprendí, eran grandes y duras, además noté la suavidad de su piel y su pezón endurecido.
Era mi debut con una mamada y una teta en mis manos, resultado, se me cruzaron todos los cables, el “cortocircuito” se produjo cuando ella llegaba hasta mi pelvis con su nariz y gemía porque se le juntaba el placer de la mamada, lo que yo hacía con el pezón aprisionado entre mis dedos y, seguramente por sus tocamientos, por eso, tampoco pudo ni quiso aguantar.
Se movió como si temblara y gimiendo en un tono más alto, volvió a tragar todo lo que yo estaba acabando. Lamiendo despacio la sacó de su boca y me la limpió hasta dejarla reluciente luego me dio un piquito y me dijo:
- Esto tenemos que hacerlo mejor, me encanta tu “pedazo”, ¡qué pija que tenés nene!, la quiero disfrutar y vos tenés que aprender cómo es eso de estar con una mujer haciendo que ella se desespere cuando disfruta de tu verga. Inventá alguna excusa para tu madre y mañana te venís por casa después que salís del colegio, almorzamos y la pasamos bien toda la tarde.
- Está bien tía, ¿tengo que llevar algo?, -atiné a preguntar, dándome cuenta enseguida que era una tontería-.
- Trae todas tus ganas de aprender y, claro está, la verga, jajaja. ¡Madre mía!, ya me la imagino destrozándome la argolla, tu tío ya no me da bola porque anda con una de sus secretarias y vos me vas a “empachar” de pija. Ganas no me faltan ahora, pero no podemos hacer nada más, mejor me vuelvo con tus padres, te espero mañana después del mediodía.
Yo estaba en el aire y la miraba como bobo cuando ella se acomodaba el sostén de su traje de baño, me fascinaban sus tetas, era lo más hermoso que había visto en mi vida, en verdad, sólo había visto las de las fotos, pero con éstas aún sentía en mi mano la calidez que me transmitió.
Esperé un rato después de que ella se hubiera ido y salí para irme a mi habitación. Recuerdo que aún estaba “caliente” y la verga no se me bajaba del todo, pero, a la vez, me rondaba una enorme preocupación porque yo no entendía nada de eso de “hacer feliz a una mujer” y lo único que tenía a mano para “aprender” eran unas revistas de las denominadas “prohibidas” que me había prestado un compañero.
Tenía una de las primeras computadoras, aunque era sólo para el estudio, mi viejo se había encargado de bloquear el ingreso a las pocas páginas “sexuales” que existían. Ya sobre mi cama, era “al pedo” seguir aguantando y me puse a revisar las dos revistas que tenía guardadas y escondidas. Me di cuenta que nunca las había visto completas y en ese momento ni siquiera me calentaban, bueno, un poquito sí y algo más también, pero estaba más obsesionado con descubrir cómo era eso de “hacer desesperar a una mujer” y para eso me demoraba en cada página, haciéndolas girar en mis manos para ver las fotos en distintas posiciones.
Y sí, al terminar de volver a ver esas revistas, tampoco la “pavada” o hacerme el “niño bien”, tuve que pasar un rato por el baño, ya con tocármela no me alcanzaba, pero con las fotos que había visto tenía una idea más o menos cabal de lo que era sexo vaginal, anal y oral, éste me interesó bastante porque una foto en primer plano de una vagina me lo iba indicando. Nombraba distintos puntos donde tocar o lamer para que la mujer gozara, me sonreía mientras leía porque para algo había servido aprender a leer y hablar en inglés con clases particulares.
Otra de las cosas que me llamó la atención eran las fotos en que una rubia grandota recibía por el culo la verga de un negro enorme, sólo tenía conocimiento de esta forma de practicar el sexo por comentarios de mis compañeros y eran con respecto a usar el culo para no embarazar a ninguna chica o con algún putito que se dejara.
Esto provenía siempre de los alumnos “mayores”, de los que tenían un par de años más por ser “repetidores” y yo no pasaba de escuchar y hacerme el que entendía, pero… De ahí a ver la verga que le metía ese negro a la rubia y que, además la cara de la chica demostraba un goce tremendo, me llevó a pensar en tratar de probar el culo de mi tía.
Ya antes de cenar bajé a saludar a mis tíos que se iban porque no se quedarían a comer, mi tía me saludó sin hacer ningún tipo de mención a lo del día siguiente, sólo me guiñó un ojo, eso solamente bastó para empalmarme y para que mis “ratones” corrieran desbocados entre mis neuronas alborotadas. Esa noche apenas pude dormir, pensaba en mi “debut” y nada menos que con mi tía que era una “mina infernal”. Me dormí re caliente pensando en que estaba dispuesto a aprender y mejor “maestra” no podía tener.
Ya había avisado a mi madre que me iría a estudiar a la casa de un amigo, no había problemas si hacía eso y no me puso ningún “pero”. La mañana en el colegio se estiró como chicle y a medida que pasaban las horas y se acercaba el mediodía mis huevos parecían hacerse más chiquitos, así y todo, no bien sonó el timbre de salida, saqué pecho, fui hasta la agencia que estaba frente al colegio y me tomé un remís.
Mis tíos no vivían en el centro de la ciudad, era cerca, aunque en un barrio cerrado. Bajé del auto en el portón de ingreso, me hice anunciar por la Seguridad del lugar y recorrí los casi trescientos metros hasta la casa “haciéndome la cabeza”. Ni recuerdo las boludeces que habré hecho en esos trescientos metros, lo que si recuerdo es que parecía que me miraban de todas las casas vecinas.
Traspuse el portón de ingreso a su propiedad y me recibió en la puerta, estaba descalza, vestida con una remera cortita que dejaba su cintura al descubierto y resaltaban el par de tetas con pezones erguidos que no llevaban sostén, además de unos pantaloncitos de un jeans recortado que más que short parecía un slip.
Verla así vestida, sonriente mientras se tocaba o arreglaba con la mano la cabellera suelta y que, después del piquito que me dio al saludarme, me preguntara tocándome el bulto, “¿la trajiste?”, fue suficiente para completar el empalme, ya venía medio “morcillón” pues la imaginación “peleada” en parte con el “cagazo” por el “debut”, me tenía a “media agua”. Luego de esto y de decirme que la chica del servicio no estaba, giró y caminó por delante pidiéndome que entrara.
Ahora lo sé, lo hizo ex profeso para que pasara lo que pasó, la vista de la parte baja de sus nalgas sobresaliendo por el short fue como un toque de corriente eléctrica. No bien cerré la puerta, la abracé y a la par que le apretaba las tetas, la besé en el cuello y apoyé el bulto en ese culo primoroso. Pareció que la cabeza me hacía un “clic” y, repentinamente, me sentí muy cómodo.
- Sí, así bebé, tócame los pezones, acariciame las dos a la vez, hoy te siento más grande, no te imaginás las ganas que tengo, estoy toda mojada, vamos al dormitorio, quiero que la rompas toda a la puta de tu tía.
Me decía esto a la par que movía las caderas haciendo que todo el culo se hiciera sentir sobre la verga erguida, se acomodaba y se ponía de puntas de pie para estar a la altura, pronto se giró para comerme la boca mientras usaba una de sus manos para recorrer, por sobre el pantalón, el bulto que palpitaba, éste parecía actuar independiente y daba saltitos cada vez que su mano lo apretaba.
Desvirgó mi boca con ese primer beso y no tardó mi respuesta, me sentía genial tratando de atrapar a su lengua y dejando que la mía jugara con sus labios y en el interior de su boca. Mostrándose jovial, me tomó de la mano y me llevó al dormitorio después de sacarme la camisa. Jovial, pero dominante en la escena y cuando estuvimos al costado de la cama, me empujó para hacerme caer de espaldas sobre el acolchado, tardó poco menos que nada en sacarme el pantalón junto con el bóxer y dejarme con el mástil apuntando al techo.
Yo había cerrado los ojos cuando toqué la cama con mi espalda y cuando los abrí ya tenía frente a mí a una “fiera” totalmente desnuda que subía a la cama gateando y relamiéndose cual felino, por lo menos era lo que a mí me parecía, la melena negra le caía sobre parte de la cara y se apoderó de la erección con una mano, de seguido, sin decir nada más, la hizo desaparecer en su boca.
Mi gemido de satisfacción no se hizo esperar y cuando la pija comenzó a palpitar, la sacó de su boca chorreando saliva y dejó que se “calmara”, “no te apures”, -me decía con voz sensual-, mientras giraba el cuerpo, cruzaba una pierna por sobre mi cabeza y ponía su vagina semi “afeitada” de labios cerrados y su culo frente a mi cara, sólo tenía una mata de pelo muy corto sobre la pelvis.
La grata impresión al tener su vagina y sus nalgas frente a mi cara no la podré olvidar jamás. Su boca se volvió a ocupar de mi ariete y mi boca, labios y lengua se ocuparon de lamer, besar y chupar lo que se me antojó como un manjar. Apliqué lo que había aprendido leyendo y me olvidé de la mamada que mi tía me hacía.
Pasé la lengua por los contornos de sus labios íntimos, besé y lamí todo lo que tenía enfrente y ubiqué pronto el “botoncito” endurecido, que, según la revista, le otorgaría placer a la mujer. Me prendí allí como con una sopapa y los gemidos que mi tía daba se incrementaron, dejó de mamar y se acomodó levantando un poco el cuerpo para que me dedicara mejor a lo que yo hacía. “¡Qué delicia Martín!, seguí, seguí, gastale la concha a tu tía, ¡me estás enloqueciendo!, mordé, chúpame bien, ¡por Dios… tomá, tomááááá!, meté tus dedos, ¡ahhh!, me estás haciendo acabar como una yegua”.
Yo me tragaba sus jugos y notaba que me encantaba eso, jugaba a la vez con mis dedos y como me resultaba difícil meter los dedos en su vagina pues la ocupaba con toda mi cara, llevé el índice y el medio al agujero de su culo. Estaban lubricados porque había intentado meterlos en la vagina y sin esperar, entré con los dos a su recto y los deslicé hasta llegar al final, luego los moví para adelante y atrás.
El grito y la contracción que experimentó el cuerpo de mi tía fue tremendo, pero no pareció que era de dolor, eso lo corroboré enseguida porque comenzó a temblar, se tensionó y volvió a gritar a la vez que un chorrito de sus jugos me daba en toda la boca. “Sí, la puta madre, síííí, estoy acabando como hacía rato que no lo hacía, movelos, mové los dedos y chúpame la concha”, -decía sin cortarse para nada-.
Yo me sentía en la gloria y ancho de orgullo porque la había hecho acabar a mi tía, de pronto me sacó del lugar, giró el cuerpo nuevamente y se puso en posición de cuatro patas diciendo, “metela Martín, metela, después te explico lo demás, ahora necesito sentirla”. Me arrodillé detrás de su culo y busqué con el glande el agujerito vaginal, su concha que había notado de labios cerrados estaba abierta como una flor y no me costó ver dónde tenía que meterla.
El tema es que yo no sabía de ritmos o de penetraciones lentas y en ese momento no iba a preguntar, sólo quería meterla y fue lo que hice no bien encontré el hueco “natural”. Acorde a mis ganas de “debutar”, avancé sin detenerme hasta que mi pelvis chocó con sus nalgas, “ayyyy, ¡qué te re parió Martín!, no estoy acostumbrada a tu pija”, me partiste la concha. Me asusté con el grito que, ahora sí, noté de dolor y quise retirarme…
“No salgas, quedate allí unos segundos y luego comenzá a entrar y salir”, -dijo al darse cuenta que yo no sabía qué hacer y amagaba con retroceder-. Fue lo que hice, me quedé quieto insertado en ella y pude notar como me apretaba la pija y moviendo sus músculos interiores para hacerme sentir como que me daba un masaje intra vaginal.
Todo era muy nuevo, el calor de ese lugar parecía extenderse subiendo por mi pecho, aunque no sentía ganas de terminar y acompañé sus movimientos cuando el interior se adaptó al miembro y comenzó a moverse, fui tomando el ritmo que ella marcaba, entré y salí las veces que quise porque estaba re duro, gozaba con ese movimiento y no pensaba en acabar, sólo tenía en mente hacerla disfrutar y, según parecía, por sus gemidos y temblores, lo estaba logrando.
Finalmente, ya no pude aguantar y conjuntamente con uno de sus temblores más fuertes, descargué el contenido de mis huevos en lo más profundo de su interior. Grité yo por esta descarga y gritó ella, moviéndose y pidiendo más. Luego, de forma lenta fue dejando que su cuerpo se relajara y se dejó caer apoyándose boca abajo a lo largo en la cama. Yo hice lo mismo sin salirme, apoyé mi pecho en su espalda transpirada y las manos en los costados de sus tetas aplastadas, ella no decía nada, sólo se movía de forma tenue y me masajeaba la verga con sus músculos interiores, al rato me dijo:
- Quería enseñarte y casi me muero de placer, me volviste loca con tu aguante, ¡qué cogida, por Dios, qué cogida!, me hiciste disfrutar como nunca, no puedo creer que este sea tu “debut”.
- Es verdad tía, es mi primera vez, pero me pareció que primero tenías que disfrutar vos.
- Dulce, sos un dulce, lo hiciste muy bien, mejor de lo que esperaba, yo pensaba enseñarte y a este paso, vas a terminar por enseñarme vos a mí.
- No lo creo, no sabés lo nervioso que estaba.
- Menos mal, si hubieras estado “tranquilo” quedaba totalmente de cama. Noto que tu pija está creciendo de nuevo adentro de mí y yo todavía no me recupero, mejor paramos un poco ahora y vamos a comer algo, después la seguimos, me encantó sentir que me llenabas, aunque me costó aguantarla de entrada, tenés que aprender a moderarte cuando entrás y tener presente que no tenés un “pedacito”, a nosotras nos gustan grandes, pero despacito, mi cielo, despacito.
Yo la escuchaba atentamente, incluso me hizo saber que tenía que preguntar antes de terminar, que a las mujeres esas demostraciones de respeto, haciéndoles notar que se las tenía en cuenta, les encantaba. La completó diciendo:
- Ya noté que te gustó incursionar con tus dedos en mi culo, el sexo anal me encanta y después vamos a probar por allí, pero sin apurarse ni desesperarse, hay que lubricar bien el agujerito porque te aseguro que duele y con tu verga es para que se te caigan las lágrimas, jajaja”, -lo dijo en tono de broma, pero yo entendí que debía ser cierto-.
Después de esto y de acicalarnos un poco, almorzamos algo de lo que tenía preparado y allí fue cuando me contó que no andaban bien las cosas con mi tío, dijo de los deslices que él tenía con su secretaria y la poca atención que le brindaba a ella en la cama, aunque lo que me contaba me sonaba como a justificaciones yo pensaba que la secretaria de mi tío debía ser un portento de mujer, mi tía no era una mujer como para que no se le prestara atención.
El caso es que almorzamos casi desnudos, ella se había puesto una bombachita de tiro muy corto y yo me enfundé el bóxer, no tenía idea si se calentaba viéndome en bóxer, pero yo puedo asegurar que estaba “pasado de rosca” viendo como caminaba por el comedor mostrando las nalgas bastante descubiertas. Ni hablar de las tetas que continuaban erguidas y con los pezones endurecidos.
Al final obviamos el café porque se levantó de la silla, se acercó a mí y, poniéndome una teta en la cara, me pidió que se la chupara. Escucharla gemir y notar como me apretaba la cabeza cuando yo mamaba de esas tetas y mordía suavemente los pezones, me ponía como un burro en celo. No me aguanté más, la levanté y la llevé hacía el sofá del living, ella me lo hizo fácil, se puso de rodillas en el asiento y apoyó los brazos en el respaldo. Enseguida, como recordando algo, me pidió que esperara, se salió del lugar en que estaba y corrió al dormitorio, regresó rápido con un tubito de lubricante íntimo, me lo dio y se colocó nuevamente en la posición anterior.
- Hacé lo que quieras conmigo, aunque unos besitos en el culito no vendrían nada mal, después usá el lubricante, vamos a ver si te aguanto, pero tenés que prometerme que vas a entrar despacio.
En ese momento, mirando su sonrisa en la cara ladeada y teniendo su culo en primer plano, estaba dispuesto a prometerle cualquier cosa. Se comenzó a desesperar cuando zambullí mi boca entre sus nalgas y comencé a “jugar” con mi lengua en su agujerito. Se retorcía y tenía temblores uno detrás del otro cuando metí la mano por debajo de mi cara y con el pulgar y el índice comencé a tocar y apretar su clítoris, había recordado como se llamaba el “botoncito” e hice como explicaba la revista, dio resultado porque entre todas las cosas que decía y que no le llegaba a entender pronto surgió el: “Metela nene, rompele el culo a tu tía, ya no aguanto más”.
Me di cuenta que con la saliva no alcanzaría y tomé el tubito de lubricante, le metí todo el largo de los dedos embadurnados de esa especie de gel y después me puse en la cabeza y parte del tronco de mi miembro. Yo estaba durísimo y se me dio por pasar el glande por el lugar, mi tía respondía moviéndose como una víbora y me pidió con voz sollozante que no siguiera jugando, que se la metiera sin esperar más.
Le di lo que pedía y desde que ingresó el glande comenzó a gritar y a putearme por el grosor… “¡Qué pija, madre mía, hijo de puta, sobrino de mi alma, me estás haciendo ver las estrellas, no te apures, entrá lo más despacio que puedas, voy a dejar que me cojas siempre y te voy a presentar a mis amigas, ¡esto es la gloria!, ni te imaginás lo que tenés entre las piernas, seguí, seguí” …
Claro que seguí, no me bastó con estrellar mis huevos contra su vagina al chocar mi pelvis con sus nalgas y no esperé. Estaba contento porque la estaba haciendo gozar y comencé a entrar y salir dándole un ritmo que se me antojó natural y lógico, además ella me demostraba que le gustaba en demasía. A mí me pareció natural no tener ganas de terminar enseguida, sentía que lo podía “manejar” y a ella le provocaba temblores, contracciones y algo de desesperación.
Había entrado, sin yo buscarlo, en una seguidilla de pequeños orgasmos y como me encantaba eso la dejaba seguir cambiando, de vez en cuando, el ritmo de las penetraciones, unas veces era como un martilleo en sus nalgas y otras veces la sacaba despacio para meterla a fondo con un poco más de velocidad y eso la desquiciaba, lo cual me hacía bien… “No seas sádico, por favor, terminá rápido, siento que voy a desmayar del placer”, -me pidió como rogando-.
También en eso le hice caso y apuré mis movimientos, ¿dónde la querés?, -le pregunté recordando que me había dicho que les gustaba que preguntara-. “En el culo, llename en lo más profundo de mi culo”, -me contestó con un hilo de voz y no la hice esperar-. Estábamos los dos transpirando hasta por los ojos y cuando choqué con sus nalgas, dejé que toda mi acabada quedara dentro de sus tripas, yo quedé temblando por la descarga, las piernas se me aflojaban, pero ella tuvo un orgasmo que se manifestó con un grito largo y quedó laxa y con los brazos colgando por detrás del respaldo del sofá.
Me asusté por esto, ella no respondía y salí rápido de su culo para tratar de reanimarla, como un ramalazo me pasó por la vista el hueco en el culo abierto de mi tía y fui rápido a buscar un vaso con agua. Regresé lo más rápido que pude y noté con alivio que comenzaba a moverse, le alcancé el vaso y ella, dando un sorbo, se rio diciendo:
- No te asustes mi cielo, disculpame por esto, el placer me superó, nunca tuve orgasmos de estas características, estoy molida y por hoy ya no quiero más, no te puedo enseñar nada hablando, vamos a tener que practicar más seguido, ¡Madre de Dios, qué cogida me diste sobrino!
Demás está decir que me convertí en el amante de mi tía, día por medio teníamos en su casa “maratones de sexo” en que quedábamos los dos como piltrafas. Llegó un momento en que el sexo con mujeres de la edad de mi tía y mi madre no tenía secretos para mí. Para mejor, mi reacción y erección ante un apetecible cuerpo de mujer nunca me dejó “pagando”, siempre estuve listo para responder y ninguna se retiraba insatisfecha, por lo menos, eso era lo que me demostraban. Hablo en plural porque mi tía cumplió con lo que me dijo el primer día respecto a “presentarme” a sus amigas.
Durante los cinco años y algunos meses que eso duró, llegó a comprar un departamento en pleno centro de la Capital, era para mí uso casi personal, lo usábamos encontrándonos allí y para tener “reuniones” con una o dos amigas, todas verdaderas MILF que orillaban los cuarenta, estaba una mejor que la otra y allí adentro se desinhibían completamente.
Había bastante hipocresía en medio de todo esto, lo digo porque, las “santas señoras de sus casas”, se desmelenaban cuando estaban en ese departamento con el “pendejito”, pedían penetraciones por donde fuere y más de una se trenzaba con la otra para despuntar sus lesbianismos escondidos, no había parafilias raras, pero ninguna se iba descontenta.
Había terminado muy bien el colegio secundario, sólo me dedicaba a estudiar y a practicar mis “aprendizajes” con mi tía y sus amigas, no había ni hubo compañeras de estudios o noviecitas, no las necesitaba, estaba más que bien servido, tampoco había mayores acercamientos con los compañeros varones, salvo con uno, tan tímido como yo que dejé de ver porque se mudó a otra ciudad.
Nunca nadie supo de mis “tiroteos” con las “señoras”, pero mis experiencias con las mujeres “maduritas” me hacían notar demasiadas diferencias con el trato hacia las más jóvenes, yo no perdía tiempo con éstas y era muy reservado porque eso de guardar secretos se me había impregnado en mi modo de sentir.
Esta dedicación por el estudio me fue muy provechosa, los años de Universidad pasaban cómodos, pero ya después de haber aprobado el tercer año con bastantes materias adelantadas de cuarto año, me di cuenta que no era lo que yo quería. El Título era importante, pero la profesión de Abogado en sí no me llenaba. Para más, había ocurrido algo en el seno familiar que me obligaba a largarme solo, eso no me asustaba, pero hacer un medio de vida con una profesión que no me gustaba, no era muy de mi agrado.
Seis meses antes mi “viejo” y mi tío habían vendido la empresa a una firma multinacional, ambos, por partes iguales, recibieron millones de dólares por esa venta y estábamos llenos de dinero invertido en bancos extranjeros. Sólo una ínfima parte de los intereses que devengaban esos fondos invertidos y, debido al cambio que nos beneficiaba en nuestro país, nos daba para vivir muy cómodamente y los “veteranos”, junto a sus esposas, se dedicaban a disfrutar viajando y conociendo lugares que antes, por el trabajo que tenían, sólo podían hacer en épocas de vacaciones.
Precisamente, en ese verano, me quedé solo. Habían ido a Las Vegas, estaban hacía casi una semana allí y decidieron viajar en un helicóptero para ir a conocer parte del Gran Cañón del Colorado, eran casi quinientos kilómetros que cubrirían en una hora y media horas de vuelo, pensaban pasar dos o tres días allí y regresar a Las Vegas, según me había contado por teléfono mi madre, pues se comunicaba todos los días conmigo y los cuatro pensaban que sería una hermosa aventura.
No se sabe por qué fue ni cómo fue, sucedió que se estrellaron contra la ladera de una montaña antes de llegar a su lugar de destino. El hecho fue que las cuadrillas de rescate, extrajeron desde los hierros retorcidos a cinco cadáveres, mis padres, mis tíos y el piloto del helicóptero. A mí me avisaron desde la Embajada de EE.UU. al día siguiente, enviaron un auto a mi casa y después de aguantar el cimbronazo por la noticia y esperar a que me recuperara, se brindaron para efectuar los trámites de repatriación de los cadáveres, sólo tuve que firmar las autorizaciones pertinentes y de todo se ocuparon las Embajadas de los dos países.
No hubo velatorios ni nada de lo que se estilaba en esos momentos, de acuerdo a mi pedido, los cuatro fueron cremados y sólo me ocupé de recoger sus cenizas. Pasé un verano de mierda y sólo Ana, el Ama de Llaves de la casa, quien también había sido mi Aya desde mis tiempos de bebé estuvo a mi lado apuntalándome y no dejándome caer en un estado depresivo en que llevaba todas las de perder.
Ni mis tíos ni mis padres tenían otros familiares y tuve que hacer muchos y variados trámites para acceder a todos sus bienes, al final, como no había otros para repartir, me quedé como representante y único heredero de todo lo que tenían. Dejé de tener una familia, pero mis bienes eran incalculables. El ingreso por los intereses de los depósitos pasó a ser el doble, la casa paterna, la casa de mis tíos, el departamento en que tuve mis “tiroteos” de aprendizajes sexuales y un edificio de departamentos de diez pisos, de cuatro viviendas por piso, todos ellos alquilados y situado en el barrio más “chic” de la Capital Federal, además de los autos y diversas acciones en varias empresas.
Supe de este edificio, comprado por ellos dos en épocas de bonanza de la empresa, cuando me citó el que era Abogado de mi padre y me leyó la lista de propiedades que pasaban a ser mías. Nunca hubo problemas con él, de hecho, sabiendo que era amigo de mi padre desde la adolescencia, él y su Estudio Jurídico siguieron haciéndose cargo de la administración de esos bienes.
La casa de mi tío se alquilaría, lo que si puse en venta fue el departamento de mi tía y yo puse a mi gusto el pent-house que existía en el edificio antes mencionado. El tema es que, sumando todo lo que recibía por mes, entendí porque a mis tíos y a mis padres nunca les interesó lo que gastaban, estaban, tal como lo estaría yo, “podridos en dinero” aunque nunca lo ostentaran, igual haría yo.
La Universidad quedó de lado, tenía casi veintitrés años y me dediqué a perfeccionar mis conocimientos de Artes Marciales contratando a un Sensei particular que venía tres veces por semana. Éste, a expreso pedido, me enseñaba defensa y ataque, pero a nivel de calle, no de gimnasio o el que se practica en “Tatamis” de academias. Además, como tenía tiempo al pedo, lo utilicé para perfeccionarme en algo que me había gustado desde chico pues, aun siendo callado y tímido, me encantaba todo lo que tenía que ver con las investigaciones criminales.
En esto había salido a mi madre, no se le pasaba nada por alto y era muy difícil engañarla cuando quería llegar a alguna verdad, debía ser por eso que siempre pensé que ella sabía lo de mi tía o que estuvo de acuerdo con ella para que no apareciera ninguna “aprovechadora” a engatusarme, como fuere, era muy capaz de haberlo hecho y ya no podría preguntarle.
Contraté además a un Profesor en Interpretación de Gestos y Movimientos Corporales, aprendí Lenguaje de Señas con otro y Computación avanzada, para lo cual, me hice de los servicios de un hacker, lógicamente que para esto tuve que adquirir los equipos más avanzados en computación, equipos que hice traer desde Estados Unidos porque, aunque se había avanzado mucho en el país, faltaba y faltaría muchísimo para estar a la altura de la Tecnología de otros países del denominado “Primer Mundo”.
Conjuntamente con esto tomé Cursos de Investigador Privado y de armas, todo esto que, implicaban prácticas en la calle o en un polígono, fue lo único que no llevé a cabo en el pent-house. Perfeccionarme en distintas cosas me llevó casi tres años de aprendizaje continuo y logré el Titulo de Detective Privado homologado ante todas las Fuerzas de Seguridad del país.
Esos tres años de “estudios variados” me otorgaron la posibilidad de lograr muchos y muy variados contactos en distintas ramas que iban desde lo Social, los Organismos de Seguridad o lo Gubernamental que, dicho sea de paso, me permitió obtener una portación y tenencia de armas de fuego portátiles de cualquier tipo. Era un jovencito, un “pendejo” que se le dice, pero parecía mayor y tenía un respaldo inusitado detrás, mi dinero y el Estudio Jurídico con su Abogado más importante que me apoyaba en todo.
Me di cuenta que no necesitaba Títulos y Honores, las puertas se me abrían solas, por el dinero que tenía o por la empatía que generaba, porque eso también lo aprendí, el Don de Gente, la Elocuencia, la sonrisa a tiempo que genera confianza, la mirada fría y descarnada, mentir y mantener las mentiras, enfatizar en lo que se afirma, generar dudas o saber descartarlas.
Todo lo que puede llevar años de vida, lo aprendí por medio de profesores idóneos, de los mejores que pude conseguir. Hice caso a lo que siempre decía mi padre, “Si vas a hacer algo, hacelo sabiendo que tenés capacidad para lograr un resultado positivo, si falla será culpa de los imponderables, pero vos tenés que poner lo mejor de vos mismo para lograrlo”.
Sólo me quedaba proceder a abrir la oficina y para eso hice acondicionar uno de los departamentos que había quedado vacío. Tenía tres habitaciones, living-comedor, cocina y baño amplio, pero a la vista de todo el mundo sólo habría dos habitaciones, una de ellas quedaba oculta por una puerta trampa que se abría pulsando un determinado mecanismo en la biblioteca que tapaba la entrada, lo había visto en una película y como me podía dar el gusto de hacerlo, lo hice.
Allí adentro había una cama de plaza y media, una computadora de primer nivel, impresora a color de alta fidelidad y un placard con ropa, además, un panel con toda la colección de armas que había ido adquiriendo, entre ellas, un rifle de precisión con mira telescópica, un arco de competición y una ballesta potente de culata rebatible junto con proyectiles de cualquier calibre.
Tenía más de diez pistolas de diversos calibres y marcas, adaptadas para el uso de silenciadores, pero mi preferida y la que usaría siempre era una Glock 27 40 SWGen4 con cargador de 9 proyectiles, era chica, muy portable y totalmente mortal, más no necesitaba. Respecto a las pistolas, las compré por la vía “normal”, es decir, fui a una armería, llené la papelería necesaria y las adquirí, pero, merced al Profesor de tiro, las había hecho preparar por un armero de suma confianza.
Lo que en un momento de mi vida casi se transforma en depresión, lo canalicé por medio de una ficticia armadura de frialdad que, poco a poco, dejó de ser ficticia para convertirse en parte de una personalidad que nunca dejaba entrever. Esa misma personalidad era la misma que no dudaría en apretar el gatillo cuando la situación lo ameritara y dentro de ese modo de pensar, tenía claro que debía evitar los “ruidos molestos” cuando esto pudiera acontecer, por eso fue lo de los silenciadores para las armas de puño.
La prohibición existente para usar armas con silenciador me la pasaba por las… pestañas… Tenía suficientes recursos para que no me “tocaran” las Leyes, el Estudio Jurídico que, de muchas maneras, me amparaba y una ristra de informaciones comprometedoras contra Jueces, Fiscales, Policías y Funcionarios.
Es así, una de las cosas que el hacker me había hecho saber, es que por medio de las computadoras se podía averiguar mucho sobre la vida de cualquier persona y cada vez era mejor este “beneficio” porque la gente y las empresas, de manera progresiva, dependía mucho más de la Informática. Debido a esto, llegué a un arreglo económico con él para que trabajara conmigo en relación de dependencia, nos pusimos de acuerdo para montar un lugar que funcionaría como Centro de Información y lo instalamos en otro de los departamentos vacíos del edificio.
El muchacho, de nombre Gerardo vivía con la novia (Andrea) en una Pensión y eso les vino de maravillas, para mejor, resultó que la novia tenía tanta o más capacidad que él para el uso de la Informática y ya fueron dos los que trabajarían para mí. Ambos eran más que reservados, “nerds” de pies a cabeza y, para todos los demás, serían una pareja conviviendo en su “nidito de amor”, el cual tenía en una de sus habitaciones un arsenal de máquinas para su trabajo de Informática.
Se me ocurrió que todo aquel que trabajara para mí debía firmar un acuerdo de confidencialidad, no se estilaba mucho en estas latitudes, pero los Abogados adaptaron uno extraído de la legislación yanqui y cumplía lo necesario para nuestras Leyes. Cada uno de ellos cobraría una cantidad que no podrían ganar en otro lado y no tuvieron inconvenientes en firmarlo.
Mi modo anterior de ser, callado, solitario y un tanto desconfiado, se había agravado por los comentarios que escuchaba de las amigas de mi tía y los de ella misma. La hipocresía y los engaños parecían reinar en el mundo “acomodado” en que nos movíamos y yo decidí que no era cuestión de status, pensé que, en todos lados y en mayor o menor medida, sería igual.
Por eso y más en ese momento en que había experimentado grandes cambios en mi modo de pensar y obrar, se me hacía fácil desconfiar de todos con los que trataba. “Más vale prevenir y curarse en salud”, decía mi padre y nunca estuve más de acuerdo, de todos modos, yo no era el “ogro malo” de las películas, pero eran las personas que se acercaran las que deberían ganar mi confianza.
No todo fue estudio y encierro en el pent-house, desde el momento en que decidí encarar esta tarea supe que debía conocer más de la noche y hacerme al roce con la gente. El común de las personas, la denominada Clase Media o Baja, no necesitaría de mis servicios y yo sabía que debía relacionarme con gente de un status social alto, la “mierda” era más espesa en esos ámbitos.
No renegaba de la gente “común” y me jodía bastante esa separación que, muchas veces, ellos mismos hacían, eso fue parte de mi Educación familiar, mis padres no permitieron nunca que esa separación de “clases” existiera y “guay” de que yo lo hiciera, sin embargo, fui un estudiante solitario porque experimenté siempre una brecha enorme en el trato de los demás hacia mí y tampoco supe “acercar a las partes”.
Estudié en un solo Colegio que tenía los tres niveles, era algo así como un Instituto semi público y tuve compañeros y compañeras desde los primeros años, pero siempre me hicieron notar las diferencias, ellos mismos se las ponían y ya de más grandes rondaron envidias, acercamientos interesados y otras “fallas” o que yo entendía como “fallas”, la cuestión es que, simplemente, pasaron, menos mal que apareció mi tía y luego sus amigas…
El primer viernes en que salí sólo para tratar de conocer más y pasarla bien, me había pasado todo el día pensando en mi tía y sus amigas, ya había pasado bastante tiempo de la desgracia familiar y mis obsesiones con mis nuevos proyectos estaban un tanto encaminadas, por ende, comencé a sentir la falta de sexo, sin embargo, sabía que tenía que haber otras mujeres y me resistí a la idea de contactarme con algunas de las MILF que conocía.
Intentaría relacionarme con alguien de mi edad o, de última, pagaría, así que esa noche, convencido de que iba a “ponerla”, me fui a una confitería bailable de última moda inaugurada hacía poco tiempo. Me había quedado con los autos de mis padres, uno, el de mi “viejo” era un BMW negro, de alta gama, como se les comenzaba a decir en ese momento, me pareció muy “señorial”, pero, sin dudas llamaría la atención, el otro lo descarté porque era muy “deportivo”. Ya veríamos lo que sucedía.
Continuará… ¿Les gustó?, por favor, valoren y comenten… GUILLEOS1 lo agradece.
Muy bueno. Atrapante.
Excelente historia muy interesante.