EL DETECTIVE PRIVADO. (10)
Entiendo el viaje al exterior del padre de Candela y ayudo a un amigo-amiga de Andrea. Descubro al extorsionador y los tiempos se aceleran. .
LUISA-LUIS E INVESTIGACIÓN SENCILLA. – (10).
Me despedí de ellas y luego de besarla, le dije a Candela que iba a tratar de continuar el sueño, no era momento para hablar de nosotros y, aunque se mordió antes de decir algo, acabó por agradecer el que me hubiera ocupado del caso de su amiga, además, comprendió que no era momento para desatenderse de ellas.
Aprovechó para decirme que, luego de cerrar la confitería, iría a su casa, dormiría algo y la ayudaría a su madre a preparar una mudanza, fue cuando me contó por arriba que se iba a quedar sola en la casa debido a que sus padres se afincarían en el exterior. Yo actué sorprendido por la noticia.
- ¿Cómo es que salió tan sorpresivo eso del viaje?
- Según parece mi padre discutió la semana pasada con mi tío por problemas en las Estancias.
- Me comentó que andaba con problemas de “desaparición” de algunas cabezas de ganado, ¿le volvieron a robar?
- No sé bien que pasó, mi tío hizo muchos cambios en el personal, para colmo en medio de esto el Administrador se suicidó, ahorcándose en su oficina y, según dijo, como estaba estresado por eso, se fue unos días al Caribe con mi tía.
- ¿Qué tiene que ver tu padre en ese tema?
- Esos dos son terribles, se la pasan discutiendo por una cosa u otra, se enojan como chicos, se dejan de hablar unos días y luego vuelven a la normalidad. En este caso el enojo fue porque le pidió a mi padre que se quedara a cargo de las Estancias mientras él se iba y mi padre se negó.
- Es lógico, si tenía que irse al exterior no podía quedarse encargado de nada.
- No fue tan así, por esa discusión mi papá movió un par de influencias y consiguió el pase a Australia, lo hizo después de negarse a ayudar a mi tío. El tema es que mi padre me pidió a mí que me encargara de darme una vuelta por las Estancias, como para que el personal sepa que hay algún tipo de control.
- Bueno, después hablamos bien eso, ahora quedate con tus amigas, yo me voy a ocupar de este caso y luego veo de acompañarte a las Estancias para que no vayas sola.
- ¡Ohh, gracias cielo!, no me animaba a pedírtelo, quería que me ayudaras con ese tema.
- ¿Cómo que no te animabas a pedirlo?, metete en la cabeza que, mientras vos quieras, sos y serás mi novia, siempre vas a poder contar conmigo, no terminás de entender que mi problema no está dado porque me preguntes o me pidas cosas, mi problema son los tonos imperativos y algunos “arranques” que me suenan a inmadurez.
- No, sí, no, está bien, claro que quiero ser tu novia y tu compañera, yo te prometo que nunca más tendremos una discusión como la que tuvimos y no te voy a dar motivos, hablé mucho con mi madre y comprendo que, aunque me considero “madura”, muchas veces, actúo como una “pendeja”, no te volveré a dar motivos para quejarte, te amo y no voy a perderte por actuar como una estúpida.
- La seguimos en otro momento vida, me estoy cayendo de sueño y tengo que estar descansado para ver como encaro el tema de tu amiga cantante.
Luego de darle un par de besos “de novio” cuando me acompañó hasta el auto, volví para mi casa. En el viaje iba pensando el porqué de la actitud del padre de Candela y lo otro que me daba vueltas en la cabeza era el por qué Gloria se había callado lo del Administrador. Me imaginaba que lo del “suicidio” debió haber sido “armado” por Raúl, ayudado por vaya a saber quién o quiénes. Respecto al sorpresivo viaje al Caribe, mucho me temía que Raúl, el tío de Candela, regresaría viudo de ese viaje y tanto el Embajador como Gloria debían saberlo o imaginarlo, por eso es que ponían distancia ante posibles problemas.
En realidad, después de darle las fotos a Raúl y de entender que la “esposa infiel” era mucho más estúpida y soberbia de lo que nos había demostrado a Gloria y a mí, me había desentendido de todo ese tema, poco me importó cual sería el destino de ella y de su amante y, para darle la derecha a Gloria, estimé que no me quiso decir nada para no refrescar un tema del que ella misma quería escapar. No dudé que ellos dos sabían lo que había hecho o mandado a hacer Raúl.
Cambié esos pensamientos enfocándome en el caso de Lolita. Daba casi por descontado que ubicaríamos el teléfono de donde había salido el mensaje y las fotos, la tecnología que Gerardo me había hecho adquirir en el exterior estaba muy por encima de la que tenían nuestras Fuerzas de Seguridad y los programas de rastreo que habían hackeado nos permitían obtener ese tipo de información, máxime cuando todavía no existían los celulares y los chips descartables que vinieron mucho tiempo después y había sólo una compañía que brindaba ese servicio de telefonía.
Era muy temprano para ir a verla a Andrea y sí, se me cruzó por la cabeza ir a despertarla, pero desistí enseguida de esta idea, primero se imponía mi descanso y luego vería lo que debería hacer. “Cruzaba los dedos” para que el tema del celular fuera fructífero, de lo contrario tendría que hacer averiguaciones con otras personas, en primer lugar, con la “compañera de cama” de Lolita que salía en el video y luego con los integrantes de la familia.
Eran casi las cinco de la mañana cuando me acosté vestido porque ni ganas de sacarme la ropa tenía, apenas si me saqué los zapatos. Desperté como a las once de la mañana, me di una ducha rápida y como el hambre me estaba “atacando” feo, la llamé a Andrea para invitarla a almorzar en cualquier restaurant. Me atendió con voz adormilada y pastosa…
- ¿Me parece a mí o hay una “ratita” que anoche se fue de joda y ahora lo está “pagando”?
- Ni me hables, anoche me di un gusto, después de casi haberme olvidado, salí a tomar algo y luego a bailar en una confitería del barrio de La Recoleta, bailé un montón y tomé bastante, tengo una resaca terrible. -En ese momento escuché una voz pidiéndole una toalla-.
- Por lo que escucho estás acompañada, iba a invitarte a almorzar y a pedirte algo para un trabajo, pero mejor te llamo a la tarde.
- Nooo, pará, pará, es un amigo-amiga, se llama Luis o Luisa. Como le gusta más, lo encontré en la confitería y estuve toda la noche con ella. Nada que ver de mirar o buscar a otro, una porque no me interesan y, te voy a contar un secreto, existe uno que me “atiende el quiosco” mejor que nadie y merece mi respeto.
- Ahh, ahora entiendo, me estás “dorando la píldora”.
- No, jefecito tonto, te conozco y no pienso arriesgar todo lo que me das, mucho menos “tu cama”. Soy una “mina” fiel, mi vuelta de página incluye dejar de lado a los tarados, “ella” vive en la provincia y le quedaba lejos, apenas si pudimos llegar a casa. ¿Por qué no bajás y te la presento?…
- Bueno, dale, en veinte minutos bajo y decile a tu amigo-amiga que, si no está muy escandalosa con su ropa, también la invito a almorzar.
Después de una media hora pasé por el departamento de Andrea, toqué el timbre y me abrió la puerta una hermosa mujer de cabello largo de color castaño, un poco más alta que Andrea, vestía una pollera tableada negra, corta, pero que no llegaba a ser minifalda, botas de caña alta y una blusa blanca cerrada hasta el cuello que dejaba entrever un hermoso par de tetas medianas. Los ojos eran verdes e imaginé que eran lentes de color, apenas si tenía maquillados los ojos y los labios, pero de forma tenue.
- Hola señor, yo soy Luisa, encantada de conocerlo, ¿está bien esta ropa?…
- Jajaja, hola Luisa, soy Martín y, de acuerdo a lo que me decía Andrea, te imaginaba con una minifalda para el infarto poco apta para salir a la luz del día, veo que me equivoqué.
- No tanto, esta pollera y la blusa la sacó Andrea de sus cosas y es verdad la ropa que traía puesta era para una noche de boliche. La petisa ya viene, está con sus últimos retoques.
- Ya estoy, ya estoy, ya terminé, hola Martín, ¿ya se presentaron?…
- Sí, ya lo hicimos y tengo que decirte que tu amiga es muy simpática, tiene un bello rostro en que no se le nota una mala noche.
- Milagros del maquillaje querido. Hacía mucho que no la veía a Andrea y me estuvo contado su historia, la cual matizamos con algo de baile y algunos “chupitos”, tenía mucho para contar y se nos fue la mano con los tragos, menos mal que pagó ella porque yo no pude hacer ningún cliente.
- ¡Luisa!, te pedí por favor que fueras recatada con Martín, él es un amigo, pero también es mi jefe.
- ¡Ayyyy!, perdón Martín, no quise ofender, pero es lo que hago, nosotras no tenemos muchas posibilidades en trabajos comunes.
- No hay problemas, yo no soy quien, para juzgar, me interesan las personas, no lo que hacen con su culo.
- ¡No lo puedo creer petisa!, aparte de estar para “masticarlo” de a poquito, es un dulce, igual, tengo una duda, los pantalones, los zapatos y la campera de antílope no parecen que provengan del bolsillo de un Detective.
- Jajaja, no se te escapa una, digamos que la ropa la heredé. ¿Pensaron ya dónde quieren ir a comer?…
Andrea no sabía cómo hacer para que su amigo-amiga se callara la boca y me miraba como pidiéndome disculpas. Fue Luisa la que pidió ir a comer carne, “hace mil años que no como carne”, -me dijo sonriendo-. Como no podría ser de otra manera, bajamos a la cochera y el coche mereció otro comentario de Luisa, “¡qué te parió Martín, me siento Cenicienta aquí adentro!… El casi exabrupto generó las risas de todos y luego de acomodarse en el asiento trasero, dejándole el delantero a Andrea, saqué el coche para ir a almorzar a mi restaurant favorito cuando de carne asada se trataba.
Mientras manejaba la miraba a Luisa por el espejo retrovisor, noté algunas diferencias que la “apuntaban” como hombre, sus manos, aunque bien arregladas, eran grandes, también la nuez de Adán, “ella” sabía disimular su presencia acomodando la cara para que no se notara, pero allí estaba, otra de las señales podía estar en sus pantorrillas que no podía notar bien por sus botas, por lo demás, era una mujer y muy atractiva y sus gestos y modos eran por demás femeninos.
Quedaron asombradas por el lujo del restaurant, pero la que supo disimular muy bien fue Luisa, a la que se la notó un poco más acostumbrada a determinados ambientes, Andrea comenzó un poco cohibida, aunque todo se normalizó cuando nos comenzaron a traer la comida. Nos comimos hasta las servilletas y todo acompañado con un excelente Borgoña.
Luisa nos contó o me contó a mí porque Andrea algo ya sabía, que vivía en un barrio de clase media baja, que la madre, la única que la apoyó siempre desde que se decidió a “salir del placard”, había fallecido hacía dos años, que vivía sola y que la conocía a Andrea desde el colegio secundario. Había trabajado como empleada administrativa en una empresa donde descubrió que las peores enemigas con que se encontró fueron las compañeras mujeres, “nos “apuntan” como putas a nosotras y ellas se abren de piernas con cualquiera y por deporte”, -dijo con cierta inquina-.
Nos dijo también que en su barrio existía mucha inseguridad, que había mucha droga circulando y los jóvenes ya ni respetaban a la gente del mismo barrio. Había intentado conseguir trabajo en varios lugares, pero no resultó y merced a una amiga travesti, se metió en el tema de la prostitución tratando de moverse en un lugar social medio-alto. Había tenido pareja, estuvo enamorada, pero descubrió que estaba casado y desde esa vez, se juró no pertenecerle a nadie y no depender de nadie para vivir.
- Por lo que sé, tu historia es similar a la de muchas de tu condición.
- Desgraciadamente, el trato de conocidos y extraños es mayormente peyorativo. Para muchos, no sos hombre ni sos mujer, los que se te acercan tiene sus propios “mambos” en la cabeza y también descubrís que los que son iguales a vos, entablan una competencia feroz para verse como “mejores”.
- ¿La casa en que vivís es tuya?, te lo pregunto por el tema de los gastos.
- No, le alquilo un departamentito a una señora que fuera amiga de mi madre. Esa es otra historia fea.
- ¿Qué pasó con la casa de tu madre?, tenían una casa muy bonita, -preguntó Andrea-.
- Sin yo saberlo, mi mamá hipotecó la casa para sacar un crédito y poder pagarme la cirugía de los pechos, el tratamiento con hormonas y la futura operación de cambio de sexo, me dijo que era dinero que ella tenía ahorrado y, obnubilada con la posibilidad de ser mujer, yo me lo creí. La hipoteca no se pudo pagar, mi madre se enfermó y lo que quedaba de ese dinero tuvo que aplicarse a sus tratamientos, al final mi madre se murió y a mí me sacaron la casa.
Andrea escuchaba atentamente lo que contaba su amiga y los ojos se le llenaban de lágrimas, se notaba que había cosas que no sabía, yo, no solamente la escuchaba, también miraba sus gestos y escrutaba su mirada, quedé convencido de que no mentía ni “agrandaba” la historia victimizándose y me sentí “tocado” por lo que contaba.
Me puse a pensar en cómo podría ayudarla, no era, ni por asomo, eso de sentirme mal porque tenía tanto y otros no tenían nada, pero tenía afianzado aquello de “dar una mano” y aplicaba una filosofía muy propia proveniente de mis padres, aunque, sólo aplicada a mi criterio y ganas. Además, tampoco me engañaba, creí que Luisa me podría acercar a un estrato social que, de hecho, tenía tantos o más problemas que los de una sociedad considerada “normal”, estaba metido en eso de pensar y ella me cortó los pensamientos.
- Martín, dejemos mis “pálidas” de lado, Andrea se va a poner celosa, te estoy contando cosas que ni ella sabía, ahora te toca a vos, contame cómo es eso de ser un Detective, se te nota un nivel distinto al que podría dejar aflorar un tipo que se dedica a eso.
- El tuyo es un error común, esto porque, en general, las personas, se guían por determinados estereotipos, es lo que me gusta y me agrada tener la posibilidad de “romper el molde”.
- Entiendo con eso que no necesitás que esta sea una profesión rentable, tampoco te veo como un tipo “cotilla” o “chusma” que busque de meterse en la vida de los demás, ¿me equivoco?…
- Te diría que no, tengo como para vivir bien, la disyuntiva era recibirme de Abogado o hacer lo que quería, no tengo a nadie a quien darle explicaciones y aunque lo tuviera no pienso darlas. Esto me gusta y me preparo con los mejores especialistas para aprender de la mejor forma. La calle y lo demás irá apareciendo a medida que se camina.
- Andrea me dice que sos su jefe y creo que los ojos de la petisa brillan muchísimo cuando habla de vos.
- ¡Luisa, pero, qué lengua suelta que sos!, -saltó Andrea por la infidencia-.
- Dale, no me jodas, a mí también me brillarían los ojos si tengo a mano a semejante hombre, aunque sepa que nunca me daría pelota porque es hetero hasta la médula.
- Es verdad, la contraté a Andrea por su enorme capacidad en la Informática y sigue a mi lado porque es una excelente persona y una compañera fiel para mis Casos.
- Ahh, claro y me vas a decir que no hay algún “chingui, chingui” de por medio, cambió del día a la noche y, seguro que, gracias a vos. Además, se sacó de encima a toda esa banda de zaparrastrosos que tenía de amigos y brilla de felicidad.
- Lo de la intimidad no me lo vas a hacer decir ni con torturas y también es verdad que me encantó que se decidiera por el cambio “social” y se sienta bien con eso.
- Como sea, me alegro por ella, me encantó encontrarla anoche y, para mejor, me hiciste zafar con el almuerzo, ya venía de últimas, pero, esta noche debo regresar a las andadas, sino mañana no como. Vos no sos ni parecés un tipo prejuicioso, ¿no tendrías un trabajito para mí?, me vendría bien para dejar de lado a los supuestos “machos” que pagan para que les haga un pete, muchos de los cuales se desilusionan porque no puedo penetrarlos. –Andrea se agarraba la cabeza ante la salida de su amigo-amiga-.
- ¿Al final te operaste?
- No, mi cielo, las hormonas me atrofiaron el pene, ahora sólo es un guiñapo y un S.S.P.M. (sólo sirve para mear), igual me viene al pelo porque puedo lucir mejor la tanga, jajaja.
Me gustaba la forma de ser, un tanto desprejuiciada de Luis-Luisa y no me jodía para nada el que fuera un travesti o un hombre en cuerpo y mente de mujer. Se me ocurría que podía darle un trabajo y algún tipo de ventajas o beneficios, pero, era “ella” quien tendría que comportarse y demostrar que estaba al nivel de mis pretensiones.
- Andrea, vos la conocés a Luisa y conocés bastante de mi modo de ser y de pensar, ¿te animarías a salir de garante respecto del comportamiento y la lealtad de Luisa?…
- Es mi amiga desde hace años, me ha demostrado la lealtad desde siempre y, a pesar de que parece una descocida hablando, se sabe ubicar muy bien, ¿por qué lo preguntás?…
- Tengo otro Caso en mis manos y si sale bien, nos abrirá las puertas a muchos más Casos de buen nivel. Ergo: Pienso en rendir para recibirme rápido y abrir la oficina y para eso voy a necesitar a alguien que la atienda. Luisa cubre mis expectativas, pero… vos ya sabés lo jodido que soy, si me falla o me es desleal, hasta mi genia de la Informática va a “pagar el pato”.
- ¿Escuché bien o me estás ofreciendo un trabajo?, acepto lo que sea y no voy a darte ningún motivo para que desconfíes de mí y mucho menos, dejar “pagando” a Andrea, -expresó Luisa levantándose de la silla-.
- El tema es así, trabajarás atendiendo la oficina que tengo en el tercer piso, puedo ofrecerte un sueldo que sume tres sueldos básicos, más todos los beneficios sociales y es fundamental que entiendas que “en boca cerrada no entran moscas”, además, lo de tu trabajo “nocturno” hay que dejarlo de lado.
- ¡Ayy, mi Dios!, esto no lo esperaba, acepto, acepto, los secretos son parte de mi vida y dejar de lado la calle sería un sueño, trabajo de puta, pero te aseguro que no lo soy, es más, con ese ingreso puedo alquilar un departamento mejor y salir del cuchitril dónde me alojo ahora y de “cortar clavos” al caminar las calles de mi barrio.
- Martín, en lugar de alquilar en otro lugar podría venirse a vivir conmigo, hay lugar de sobra y nos llevamos muy bien las dos juntas, ¿qué opinás?… -Preguntó Andrea, con cierto temor-.
- Yo no tengo problemas, salvo lo que ya sabés, nada de “visitas” en el departamento y mucho menos algún tipo de escándalo. Otra cosa más, soy muy abierto, pero, no tolero chabacanerías en el trato cuando hay otras personas delante y a solas, las mínimas. Yo puedo dar una mano, aunque no tolero que se quieran tomar el brazo.
El almuerzo terminó con un tipo complacido y dos mujeres que se salían de la vaina para demostrar sus agradecimientos. Ellas se pusieron de acuerdo enseguida y Luisa quedó en irse para la casa a preparar sus bártulos, le di dinero para que se moviera en un taxi y, según nos dijo, estaría en casa de Andrea como a las ocho de la noche, vendría con un remís porque sus cosas eran las mínimas, ya que ni televisor propio tenía. Andrea y yo no dirigimos a su departamento.
En el viaje de regreso le fui contando cual era el Caso que tenía entre manos y me confirmó que se podría ubicar perfectamente al celular por el número, no le llevaría más que un par de minutos. No bien entramos al departamento me pidió unos instantes para ponerse cómoda y se dirigió a su dormitorio. Le miré el culo contenido por los jeans ajustados y recordando lo de Colonia, mi verga se comenzó a inquietar, decidí que, apenas volviera, convencería a “la ratita” para “retozar” un rato en su cama o en el sofá.
¡Qué ilusos que solemos ser los hombres!, es evidente que la mujer que se precie, siempre está un paso por delante. Andrea salió de su dormitorio luciendo sólo un minúsculo “trapito” que tapaba los labios de su vagina, todo lo demás era piel y sus infaltables anteojitos redondos que incentivaban mi morbo.
Cuando llegó a mi lado ya me había aflojado el cinturón y bajado el cierre de mi bragueta. El beso que me dio arrojándose sobre mi pecho y abrazando mi cuello, fue de película porno. “Primero quiero tragarte todo y después quiero que me des por el culito, despacio o fuerte, de las dos maneras me enloquece, pero necesito tu carne en mi interior”, -expresó con la voz ronca por la excitación al dejar de besarme-. No podía tener mejor incentivo y me olvidé de Luisa, de Lolita y de sus avatares, nada más importaba que la hembra chiquita que tenía a mi disposición.
No la dejé arrodillarse allí, pisando mis pantalones caídos, que quedaron hecho un bollo en el comedor de su casa, la tomé de las nalgas y con ella abrazada me dirigí a su dormitorio. Llegué como pude porque Andrea me comía a besos obligándome a torcer la cara para ver por dónde caminaba. Hasta sus labios que parecían querer devorarme me resultaban más rellenos y al soltarla sobre la cama quedé parado con las rodillas tocando el borde, ella hizo una pirueta y quedó estirada con la cara pegada al bulto que escondía mi bóxer.
Décimas de segundos más tarde ya lo había bajado hasta la altura de las rodillas y se prendió al ariete que se movía dando cabezazos como con vida propia. La boca, de labios deseosos de mi carne, se hizo un festín y me llevó y me trajo cogiéndose la cavidad a lo bruta o usando la mejor de las delicadezas. Decidió que ya estaba más que dura y suficientemente lubricada con su saliva espesa, entonces giró en la cama, sacó las piernas a los costados de mi cuerpo y me dejó su culito a disposición.
Me esperaba con la incertidumbre sobre si iba a penetrarla despacio, algo que la desquiciaba o se la metería sin detenerme a pensar nada más que en chocar rápido mi vientre con sus nalgas. Hice un poco de las dos cosas, hasta la mitad la penetré despacio tomándome todo el tiempo del mundo y poco le faltó llorar por la desesperación que la embargaba.
Con la otra mitad de la verga fue distinto, la miraba cuando abría y cerraba sus manos contra las sábanas gimiendo hasta el punto de alzar la voz y el caderazo me llevó de una hasta el fondo de su recto, a mí me gustaba de las dos formas y Andrea balbuceaba con la boca hundida en la almohada que había agarrado para amortiguar el ruido de su placer y fue ruido porque el grito que ahogó no fue sonido.
Fue previsora con la almohada porque al comenzar a moverme dándole ritmo a las entradas y salidas, de no haber tenido la almohada, se hubiesen enterado todos los vecinos de la manifestación del placer que le otorgaba ese entrar y salir de su culito. Las contracciones que experimentaba en mi verga denotaban sus orgasmos pequeños, pero yo sabía que el que experimentaría cuando la llenara iba a ser tremendo.
Las previsiones no fallaron, Andrea reculaba pretendiendo más pija y, por momentos, sus nalgas y mi pelvis parecían soldadas. Todo lo fuerte y duro que le imprimía al acto no le alcanzaban, yo me había aguantado un par de veces, no daba para aguantar más y la inundé en lo más profundo de sus tripas, no pude detener el gemido casi grito que acompañó a la eyaculación y “la ratita” explotó no bien sintió el líquido caliente en sus entrañas.
Hice bastante fuerza para que no me hiciera salir del lugar, mis manos en sus caderas la atenazaban y la apretaban contra mi cuerpo, esto hasta que sus temblores, gemidos y temblores fueron amainando, entonces la solté y se dejó caer sobre la cama, yo todavía mantenía la erección y el “plop” fue bastante sonoro, el “ayyyy” que dejó escapar Andrea también y me llevó a mirar con morbo el culo abierto por el que asomaba un hilito de semen.
Me tiré a su lado y descansamos unos cuantos minutos, yo tenía los ojos cerrados y los abrí cuando escuché la risa y la voz de la petisa, “es increíble, a medida que la siento me parece más grande y me gusta cada vez más”, -dijo poniéndose boca arriba en la cama y después de acercarme a ella y besarla con el poco resto de ganas que quedaban, le dije que nos fuéramos a bañar porque tenía que averiguarme lo del teléfono celular.
El baño nos recuperó totalmente y, salvo los mimos por las enjabonadas, no pasó de un baño compartido, ya cuando estábamos secándonos le hablé:
- Espero no haberme mandado una cagada al darle un empleo y un lugar para vivir a Luisa, vas a tener que hablar bien con ella y explicarle como soy y lo que tolero o no. Además, lo de no traer a nadie al departamento no es joda, hagan la vida que quieran, pero afuera, en el departamento se centra todo el complejo de Informática y, aparte de lo caros que son los equipos, es nuestra mejor baza para el trabajo
- Quedate tranquilo, yo la conozco bien, aunque no lo parezca, es muy respetuosa y discreta, además de organizada para trabajar, aparte de eso, creo que ya se dio cuenta que la pobre contigo tendría que nadar en una pileta vacía, jajaja.
- Está, no se hable más, ahora vestite y vamos a la máquina, necesito lo que te pedí.
Se vistió con una remera que dejaba el ombligo al aire y con unos shorts cortos de jeans y encendió la máquina para ponerse a buscar. Pronto en la pantalla apareció el listado completo de todos los números telefónicos y los nombres de los usuarios, era una chorrera de números y nombres divididos en Capital Federal y las provincias de todo el país. Andrea estaba enfrascada en eso y oprimió teclas en el teclado para que se abriera una ventana adicional, allí descargó el número que le había pasado.
El nombre del titular de la línea de referencia no se correspondía con los nombres que me había pasado Lolita de sus familiares más directos, ni de amigos. Andrea no se inmutó, buscó en las Redes Sociales de las personas que tenía yo anotadas e indagó en la lista de amigos o familiares. ¡Bingo!, el nombre del titular del número telefónico aparecía como amigo del hermano y de un primo de Lolita. Sin dudas, éste había sido quien había prestado el teléfono, aunque no necesariamente tuviera que ser parte de la extorsión, eso había que averiguarlo.
Restaba averiguar el domicilio del tipo que aparecía en pantalla y Andrea tenía dos opciones, entrar en la Informática del Registro Civil o buscar en el Padrón de Electores, esto era más engorroso porque aun viviendo en otro lado, el individuo podía sufragar en el lugar que le correspondía por su domicilio anterior y optó por el Registro Civil central. Anotó el nombre y el número de documento y por el monitor comenzaron a pasar infinidad de nombres y números, “puede llevar un par de minutos, voy a hacer un poco de café”, -dijo levantándose de la silla-.
Era un encanto notar el cambio que había experimentado “la ratita”, trasladaba con sus movimientos, sus sonrisas y sus gestos lo bien que se sentía, además, para quien la miraba era como un premio “extra”, detrás de sus anteriores ropajes amplios se escondía una bellísima flor a la que le costó muy poco poder salir y mostrarse al sol. Se dio cuenta que la acompañé a la cocina mirando las nalgas que asomaban por sus shorts y me dijo sonriente:
- Que ni se te ocurra, hoy estoy peor que cuando vine de Colonia.
- ¿Arrepentida?
- ¡Ni borracha!, pero tiene sus bemoles eso de tener toda tu carne en mi culito, jajaja.
- Mañana o pasado te voy a presentar a Candela, tuve un par de roces con ella cuando me llamaste la otra noche y si te conoce me evito esas “pendejadas”.
- Me quedé preocupada por eso, no quise molestarte a esa hora, mucho menos, saber que estabas con tu novia al lado. ¿Se molestó mucho?…
- No, el tema no fue por tu llamada, fue por el tono en que me preguntó quién eras, de todos modos, ya lo solucioné, pero quiero que conozca a quien me ayuda con el tema de las investigaciones, para más, ahora se agrega Luis-Luisa, jajaja, va a tener que acostumbrarse rápido.
- No creo que haya problemas, tanto Luisa como yo sabemos el lugar que ocupamos, aunque yo tengo un poco de ventajas que ella no va a tener, lo digo por Luisa.
- Pasa perfectamente por una mujer muy atractiva, pero… en algunas cosas, prefiero seguir con la mía, la respeto, aunque en el aspecto del sexo, ella en su vereda y yo en la de enfrente.
El sonido del pitido de la máquina nos sacó de la charla, el nombre del tipo apareció en la máquina junto al número telefónico y la dirección. Correspondía a un barrio de clase media-alta situado casi en el límite que separaba la Capital Federal de la Provincia. La tarde estaba cayendo y me vi tentado de decirle a Andrea que me acompañara a conocer la casa del tipo en cuestión, pero recordé que en poco tiempo más, arribaría su compañera de departamento y preferí dejarla sola, entendiendo que tendrían bastante para hablar.
Me despedí y subí al pent-house. Al salir del ascensor vibró mi teléfono, era Candela, me dijo que recién se levantaba de dormir un rato después de haber pasado todo el día ayudando a la madre a seleccionar las cosas para la mudanza. Sabía que después de cenar se iría a la confitería y le comenté que tenía ganas de pasar por allí, pero que lo haría después de las dos de la mañana, debido a que estaba enfrascado con el caso de Lolita.
- Hablando de Lolita, luego de que vos te fuiste estuvimos conversando sobre que quiere brindar una fiesta con motivo del festejo de la pre-gira y me pidió alquilar la confitería. El lugar se lo voy a prestar, pero la bebida la tendrán que pagar.
- Está bien, eso hace a tu negocio. ¿Cuándo quiere hacer esa fiesta?…
- El martes a la noche, empezaríamos como a las once de la noche y luego veremos qué pasa porque van a estar los directivos de la Discográfica y gente del ambiente de la música, incluso algunos de la farándula.
- Tendré que apurar un poco el esclarecimiento del caso, no vaya a ser cosa que salté el lío justo en esa fiesta. Esta noche te cuento bien.
- Bueno, mi vida, te amo, te veo esta noche.
Luego de despedirme de Candela fui a sacar el auto y me trasladé hasta el barrio que limitaba, carretera mediante, con las localidades de la provincia. No me costó ubicar la calle y la casa, la misma no era gran cosa, había tenido tiempos mejores y estaba rodeada de hermosos chalets, algunos de ellos de dos plantas.
Me extrañó que la casa, que se veía mal pintada y descuidada, tuviera estacionado en la puerta, introducida su trompa en la entrada de autos que tenía los portones de rejas abierto, una de las camionetas 4×4, de las primeras que ingresaban a la venta en el país. Estacioné el auto en diagonal a la casa y me disponía a bajar para ir a tocar la puerta y preguntarle directamente al tipo por el tema del número telefónico y las fotos y video que había mandado por mensaje.
No estaba para perder el tiempo y, de acuerdo a la reacción que tuviera, iba preparado para pegarle un par de golpes y dormirlo aplicándole un apretón a la vena yugular en la zona del cuello, acordarme de ese apretón me dio escalofríos, el Sensei lo había aplicado conmigo y se me acabó el mundo cuando caí desmayado de inmediato y como bolsa de papas.
Había practicado mucho con una cabeza de hule que traía el Sensei para eso y con la cual me explicaba todos los puntos del cuello y de la cabeza en que podría actuar para inmovilizar al contrincante y/o para que no molestara más, pero eso ya era más extremo. El plan era ese y ni siquiera me puse a pensar si había otras personas más en la casa, después me tomaría el tiempo para interrogarlo. Como dije, me disponía a bajar, no lo hice porque la puerta de la casa se abrió y salieron dos personas de ella.
A uno de ellos lo identifiqué rápido como el dueño de la camioneta, era un tipo delgado, bien vestido de jeans y campera de marca, un poco más bajo que yo y tendría unos veinticinco o veintiocho años, quizá un poco más, el otro, efectivamente, me pareció el dueño o morador de la casa, era de la misma altura que el anterior, pelado en la parte media de la cabeza con cabello largo sólo sobre las orejas, tenía puesto un suéter de escote en “V” que tapaba una panza “cervecera”, un pantaloncito similar a los de los jugadores de básquet y calzaba zapatillas.
Evidentemente, las fotos que ponía en las Redes Sociales, tenían varios años de antigüedad, pero, sin dudas, que era el mismo tipo, del otro no pude ver mucho porque se despidió, subió a la camioneta, retrocedió y luego se alejó, apenas si me dio tiempo para anotar el número de la patente del vehículo. Se me hacía que el tipo era un solitario, si tuviera mujer no tendría la casa tan abandonada, ni el jardín del frente tan descuidado. Esperé unos cinco minutos y me mandé a la casa llevando en el bolsillo de la campera un rollo de cinta de embalar.
Las charlas que me daban en la Agencia en que tomaba el Curso de Detective, hacían hincapié en que había que averiguar bien con cuantos me podía encontrar, hacer un relevamiento del lugar con vigilancia incluida para después poder actuar. No le di pelota a eso, yo quería actuar rápido y sin perder más tiempo del debido, pero cuando estaba a punto de golpear las manos, escuché al tipo vociferar, “no me rompas las pelotas, en un rato te llevo la comida”.
Eso me hizo replantear todo, había más gente adentro de la casa y me vi obligado a retroceder. Ya vería como lo encaraba. Regresé al auto y volví para mi casa, era evidente que había alguien más adentro, podía ser un chico o una persona anciana a la que tenía que atender. Estaba un tanto frustrado porque el trabajo lo podría haber hecho igual, pero, me surgieron dudas y eso era lo peor que me podía pasar, enseguida pensé en Andrea para que me ayudara y en Pedro.
El tal Pedro era el tipo al que le había roto la muñeca cuando me atacó con la barreta, mandado por el “suicidado” Administrador de la Estancia de Raúl, ese no tendría problemas en dar la cara y en, llegado el caso, darle una soberana paliza al “pelado” de la casa, lo cual me evitaba exponer mi cara.
Me había olvidado de esos dos y ahora iba a necesitar de sus servicios, por lo menos de uno de ellos. Lo llamé citándolo para las tres de la tarde del domingo en un bar cercano a mi edificio y le recalqué que viniera solo, me contestó que contara con él, que era hombre de palabra y que le venía de maravilla porque necesitaba unos Pesos.
Al llegar al estacionamiento me quedé un rato sentado dentro del auto tratando de centrarme en los pasos a seguir, no quería volver a tener dudas como las que había experimentado frente a la casa del “fulano”. También me decidí por otra cosa y para eso subí al departamento de Andrea. Esta vez me atendió Andrea y, al pasar al interior, la saludé a Luisa que estaba ordenando los bártulos que había traído de su anterior domicilio.
- Hola Martín, estamos ordenando un poco lo que trajo Luisa, estoy segura que fuiste a tratar de averiguar el paradero de este tipo.
- Sí, en efecto, el tipo vive en ese domicilio, pero quiero que me averigües otra cosa más.
- Dale, ¿qué datos tenés?
- Es un número de patente de una camioneta, quiero saber a nombre de quien está y todos los datos de referencia.
- Dame unos minutos, Luisa, seguí vos si querés, yo tengo que trabajar.
- Ya casi terminé, ¿quieren que les prepare un café?
Los dos le dijimos que lo hiciera y nos pusimos a buscar los datos, en realidad, fue Andrea, yo tenía algún tipo de noción, pero “la ratita” me dejaba a la altura de un trapo de piso al manejar el teclado. Enseguida obtuvo lo que quería, los dos miramos el monitor y volvimos la cara para mirarnos con la sorpresa dibujada en nuestros rostros. El nombre que aparecía en la pantalla era el del primo de Lolita…
- ¡Me cago en la hostia!, estos dos son cómplices en la extorsión y Lolita debe estar en pelotas. -No lo dudé y la llamé por teléfono-.
- Hola Loli, soy Martín, el novio de Candela. ¿Podés hablar?
- Hola Martín, justo estaba pensando en llamarte, este tipo está loco, hace unos cuarenta minutos acabo de recibir un nuevo mensaje, quiere que mañana a las cinco de la tarde le entregue doscientos mil dólares, si no lo hago, me amenaza con mandar el video y las fotos a la Discográfica y a un programa de chimentos.
- Le avisaste a alguien del mensaje que te mandaron.
- Estoy en la casa de mi madre y lo saben sólo mi hermano y mi primo, no pude evitarlo porque me puse a llorar de la rabia. Si me hace eso destruye mi carrera.
- ¿Qué pito toca tu primo?, ¿él vive en tu casa?
- No, pero está siempre conmigo porque, por ahora, es mi representante, digo, por ahora, porque la Discográfica pasaría a ocuparse de toda mi carrera.
- Entiendo, ¿estás sola como para hablar sin problemas?
- Sí, en este momento estoy en mi habitación, bueno, la que tenía antes de mudarme, ¿por qué la intriga?, ¿qué sucede?…
- Nada en especial, el círculo se está cerrando. ¿Qué opinaron de eso tu hermano y tu primo?
- Mi hermano insiste en que no pague, él dice que no cree que se animen y mi primo insiste en que pague porque mi carrera está en juego. Yo, verdaderamente no sé qué hacer…
- Yo sí sé que hacer, por lo pronto, como al pasar, deciles que decidiste que vas a pagar, pero que tenés que esperar hasta el lunes por el tema de sacar el dinero del Banco, que vos no tenés esa suma encima.
- Y es verdad, no tengo ese dinero para mañana.
- Bien, decí eso que te dije y no des ninguna otra explicación, no te preocupes, ya tengo individualizado al tipo que te mandó los mensajes y creo saber quién está detrás y porqué.
- Decime, por favor decime, te juro que le saco los ojos. ¿Es conocido mío?
- No te voy a decir porque vas a arruinar todo y lo primero que tenemos que hacer es tratar de recuperar el video y/o las fotos que pudieran tener. Creo que mañana a las cinco de la tarde ya te puedo dar una respuesta a tus dudas, hasta el momento, actuá compungida y dispuesta a pagar. Confía en mí, pero es primordial que no abras la boca antes de recuperar todo lo que te involucra.
- Está bien, voy a confiar en vos y no diré nada a nadie, pero, por favor, Martín, tratá de recuperar todo.
Luego de despedirme de Lolita, les hablé a Andrea y a Luisa. “Más o menos a la doce de la noche las paso a buscar, vamos a ir a la confitería que tiene mi novia, quiero presentarlas y de paso aprovechan para divertirse un rato”. Las dos saltaron de contentas, luego dirigieron sus miradas a mi persona y… me echaron, lisa y llanamente me echaron, se acercaron a mí, me hicieron girar y poniendo sus manos en mi espalda y muertas de risa, me llevaron hasta la puerta, no me pude resistir, pero entendí perfectamente lo que hacían.
Yo me fui a descansar un rato, tenía un par de horas a mi favor, antes de las doce de la noche, bañado, perfumado y vestido con pilchas de lo mejor, me llegué hasta el departamento de las chicas. Andrea no tenía puesto los lentes con armazón que obraban maravillas en mi libido y sus ojos eran ya de un color verde claro, el cabello suelto, blusa blanca y minifalda negra, las botas altas también eran negras, Luisa vestía similar pero la mini de color ocre hacía juego con sus botas marrones. El maquillaje era moderado.
Se giraron para mostrarse y sus nalgas se hicieron notar debajo de esas polleritas. Con un par de copetines encima, cualquiera le hubiese “echado los perros” a Luisa, estaba infartante, lo que descubriera a posteriori, seguramente se ignoraría. Andrea no le iba en zaga y esperaba por mi aprobación, les dije a las dos que estaban “mortales” y que me iba a costar hacerle entender a mi novia que eran tan sólo empleadas. “Ni te hagas problema por eso, en un ratito le hacemos ver que no hay historias contigo”, -dijo Luisa convencida-.
Continuará… GUILLEOS1 agradece comentarios.
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