EL DETECTIVE PRIVADO. (12).
Las cosas habían salido bien, ya me consideraba apto para largarme con la profesión y contrato a alguien que me puede hacer las cosas más “livianas”. Luego se da la despedida de Gloria..
RAMÓN – “DETECTIVE PRIVADO” – (12).
El hermano de Lolita, en un aparte, me había pagado en efectivo y le firmé un recibo por honorarios que me extendió, en el momento separé lo mío y lo que les daría a las chicas. Esto fue algo que hice cuando volvíamos en el auto. Andrea me dijo que no era necesario, que ella cobraba un muy buen sueldo por lo que hacía, “no me jodas “ratita”, tómalo como “extra”, la mitad es para vos y la otra mitad es para Luisa, con esto no vas a tener que sacar de tu bolsillo para ayudarla, creo que en este momento es la que más necesita, igual, tampoco es para que se haga costumbre, jajaja”, me lo agradeció con un beso en la mejilla.
Al llegar me preguntó si no quería pasar un rato por su departamento y le dije que no, ignorando el brillo sensual y sexual de sus ojos, en realidad, quería darme un regio baño, la tarde había sido “adrenalítica” y sentía aromas corporales que no eran los normales. Me tomé mi tiempo en el baño usando el jacuzzi, casi nunca lo usaba y noté con agrado que los chorros de agua que surgían de sus costados parecían masajearme el cuerpo provocándome una modorra a la que no me resistía.
El sonido del celular vibrando me sacó de un estado de somnolencia pasada por agua, no me costó alcanzarlo y atendí a Candela que me estaba llamando.
- Hola mi vida, ¿cómo estás?, hace un rato dejé de hablar con Lolita, está enloquecida, no podía pararla, hablaba hasta por los codos. Llamó para agradecerme porque le habías solucionado el enorme problema que tenía y porque no le habías querido cobrar lo que correspondía debido a que era un pedido que había provenido de mí.
- Era lo menos que podía hacer, tampoco fue una cosa tan difícil, además es verdad que vos me lo pediste.
- Te agradezco que me hayas dejado muy bien parada, pero, ¡flor de hijo de su madre el primo!, menos mal que estando preso ya no va a joder a nadie.
- Espero que no tenga más problemas, ¿está en pie lo del martes?, -cambié de tema porque estaba seguro que el primo ya no jodería a nadie más-.
- Sí, me lo confirmó, pero quiere que sí o sí estés presente y me gustaría que invites a Luisa y a Andrea.
- ¿Por qué no las invitás vos, te paso el número del celular de Andrea, tanto como para que no parezca que van por mí o como “furgón de cola”?
- Tenés razón, pasame el número y yo hablo con ellas. ¿Vas a pasar por el boliche esta noche?
- No te lo aseguro, estoy metido en la bañera tratando de recuperarme porque lo de hoy fue bastante estresante.
- Me lo imagino amor, igual, si venís vas a ser bien recibido. Besos…
- No cortes, ¿ya saben tus padres cuando viajan?
- Mañana le dan el nombramiento y viajan el martes después del mediodía, entre trasbordos y viaje en sí tienen como veinte horas agotadoras y por lo que sé hay una diferencia horaria de once horas, van a llegar molidos. Yo los voy a llevar al aeropuerto, luego regreso a cambiarme y a descansar un rato antes de ir a la confitería.
- Avisame si querés que te acompañe.
- Bueno vida, mañana te digo. Besos, muchos…
Luego de salir del agua me cambié y fui yo a comprar la comida, al final terminé sentado y cené en el restaurant de donde salían los delívery, me decidí porque no quería llevar la comida a casa, calentarla y generar la suciedad de platos y cubiertos y, además, ¡qué joder! podía hacerlo cuantas veces quisiera. Me tomé mi tiempo haciendo una larga sobremesa con postre y café, sin ganas de regresar al pent-house, tampoco eran ganas de buscar a una mujer para tratar de “embocarla”, ni de conversar con féminas.
Lo que rondaba en la cabeza era el triste papel, de alguna manera, “jugado” en la confitería de Candela, mirar podía mirar y darme cuenta de muchas cosas, pero me daba cuenta que no sabía nada de lo que era “la noche”, pues quedaba en “babia” de muchas otras y se me dio por salir a caminar por las calles importantes del centro de la ciudad en que siempre se movía gente, las llamadas “peatonales”, pensé en la calle Florida, o en Lavalle o en su paralela, la avenida Corrientes, donde se encontraban la mayoría de los cines, teatros, comercios e infinidad de restaurant y pizzerías o comidas al paso.
No era toda “la noche”, pero, alguna cosa aprendería al caminar un rato por esas calles, las cuales no conocía y menos que menos, en ese horario en que las luces deslumbraban y, de alguna manera, mareaban a los desprevenidos. Me gustaba observar y descubrí cosas que al que viene a disfrutar de un espectáculo o de un rato en alguna sala de juego o a cenar, le pasan desapercibidas, vi caminando a “locales” y a turistas, muchos extranjeros y muchos de ellos del propio país que vienen desde las Provincia a conocer “La Capital”.
Creo que pasa en todo el Mundo, como también creo que pasa en todo el Mundo que dentro de todo aquello que parece brillar subyace un submundo que, a mucha gente, principalmente a los “locales”, los hace mirar para otro lado, ni hablar de los Políticos.
Chicos y grandes que buscan en la basura las sobras que tiran de los negocios gastronómicos, batallones de chicos de distintas edades que ofrecen flores o que te piden de modo insistente por alguna moneda, gays buscando parejas de ocasión, uno que otro travesti que están en la misma, en este caso “clientes”, tipos que parecen surgir de tenebrosos pasillos regalando tarjetas para concurrir a antros en los que apenas divisás las entradas y te vaticinan placeres con “las mejores chicas”, había de todo, como en botica y no siempre de lo mejor…
Iba a entrar en uno de esos lugares, tanto como para saber que eran, en el interín y antes de entrar, vi a un hombre de casi unos sesenta años con un cajoncito de lustrado y se me ocurrió cambiar unas palabras con él. Le sonreí saludándolo y noté que no era bajo, las rodillas dobladas y la posición incómoda hacían ver que chiquito no era, quizás no tenía mi altura, pero alto era seguro…
Le pregunté si se animaba a dejarme los zapatos impecables y me contestó, “van a quedar de lo mejor”, me pareció ver que sus ojos brillaban, incluso con una cierta sabiduría que trasuntaba al mirarme. En la charla mientras le miraba las manos impregnadas de betún y lo veía enfrascado en los zapatos como si se jugara la vida por lo que hacía, surgió la afirmación y la pregunta.
- Usted no es de acá, pero es argentino, de eso estoy seguro, ¿anda de turista o necesita algo?
- No, no soy turista, vivo a unas veinte cuadras de acá, pero hoy se me dio por salir a caminar por estas calles, para mí son toda una incógnita.
- Le pregunto porque lo vi pasar hace un rato, mirando todo, sus zapatos son muy finos y no necesitan una lustrada, me pareció que quería preguntarme algo.
- Nada en particular, sucede que, a pesar de vivir tan cerca, nunca se me dio por caminar por estas calles a esta hora, es muy distinto a las horas del día, se descubren otras cosas y me pone mal que haya tanta gente con necesidades.
- Le voy a decir algo, si lo dice por los chicos y por la gente que busca las sobras de los restaurantes, esos anduvieron siempre dando vueltas y lástima, hace casi veinte años que lustro por la zona y esos existieron desde hace tiempo, admito que ahora hay más porque la situación está mala, pero siempre hubo chicos pidiendo y “buscadores”, parecen perros, rompen las bolsas y si encuentran algo que les interesa hasta pelean por eso, las mujeres son las peores.
- Parece que no le agradaran o que los prejuzga.
- Me son indiferentes, no hay forma de cambiarlos, hambre y necesidades hubo siempre, pero muchos toman esto de pedir o revolver bolsas de basura como su único y excluyente trabajo, por desgracia, los chicos lo aprenden desde temprana edad, son inútiles para otra cosa y ni hablemos para trabajar, sin contar que el Gobierno no busca de generar trabajos para los que necesitan, ni le da mucha bola al hambre y necesidades de la gente pobre, salvo, claro está, en época de elecciones.
- Entiendo que es todo un submundo.
- Sin ninguna duda, pero no dejan de ser personas las que se mueven en ese submundo al que, hace tiempo, los han empujado y eso que ahora no hay “chicas”, antes andaban en la calle, ahora, la mayoría, trabaja en locales de mala muerte y los travestis tampoco se ven muchos porque tienen asignada la “zona roja” en el barrio de Palermo que se inauguró hace poco, allí hasta la Policía los cuida. A mí no me molestan ellos por ser lo que son, además hay muchos dramas personales detrás de lo que parece una fachada de alegría.
- Todo esto no deja de ser dramático para la gran mayoría de ellos, digo, para los que viven del sexo o de los restos de comida.
- ¿Usted es Periodista y quiere hacer alguna nota?
- No, Nada que ver, es sólo que me asombra darme cuenta que existe todo esto y uno lo suele pasar por alto.
- Y eso que usted no parece saber mirar bien, hay chicos que venden drogas mandados por los mayores porque si los agarran no son “punibles”. “Maricas” que dan asco de las plumas que muestran y “detractores” de éstos que se convierten en sus mejores “amigos” o clientes. La vida de noche te enseña mucho, se ven cosas malas, pero tiene una belleza que hay que saber descubrir, aunque también está llena de boludos como para ponerlos en cuadros.
- Algo de eso que dice me toca de cerca… ¿La de cosas que debe haber visto en todo el tiempo que tiene andando en la noche?
- Disculpe jefe no lo tome a mal, no lo digo por usted, pero es que en la calle y en “la noche” se ve de todo y los que dicen “saberlas todas” abundan.
Ya estaba terminando el trabajo, los zapatos habían quedado como recién salidos de la caja y le extendí un billete de los “grandes”. No le gustó nada…
- No jefe, no tiene más chico, me mata con eso, hoy apenas hice cuatro clientes y no tengo para darle el vuelto.
- No hay problemas, quédese con el vuelto, me agrada conversar con usted, es más, si no se enoja, me gustaría invitarlo con una copa y ofrecerle algo, en una de esas nos puede convenir a los dos.
- Es un dinero que no esperaba, me viene al pelo y yo tenía razón, algo se trae entre manos, espero que no sea nada turbio. No tomo alcohol ni tengo vicios, pero un buen sándwich de milanesa me vendría como anillo al dedo y, si es por hablar, podemos hablar de lo que quiera.
Le pedí que me dijera dónde podríamos sentarnos a comer, aunque le aclaré que lo haría él solo porque yo ya había cenado, al final no pude con mi genio y entramos en un buen restaurant. El hombre, de nombre Ramón, saludó y lo saludaron los mozos y el adicionista que estaba en la caja registradora, eso me dejó muy buena impresión, además ya había notado que, dentro de lo precario, estaba bien vestido y aseado, aunque la barba desprolija y las manos daban una mala imagen o, por lo menos, no la mejor.
Nos sentamos en una de las mesas cercana a un rincón y apenas acomodó la silla, me miró a los ojos y me dijo: “Usted dígame que es eso que nos puede convenir a los dos y yo le contesto de frente por un sí o por un no”, no me sorprendió el modo en que me habló, fue “de frente”. Le conté que estaba por tener la habilitación como Detective Privado, que lo mío no era por necesidad económica, que era una especie de “gusto” que me quería dar, pero enfocado en hacer las cosas bien y seguí…
- Estoy preparado en Artes Marciales, en armamentos y en todo lo que es teórico, mi mayor problema y no me da vergüenza decirlo, es la práctica y el trato con la gente. Se me dio que usted me podría ayudar con eso, la noche y la gente de la noche tiene demasiados secretos para mí. Quizá no me sé explicar bien.
- Le entiendo perfecto, lo que no entiendo son las ganas de meterse en todos esos entuertos pudiendo estar tranquilo, allá usted con la profesión que elige, conozco el “palo” y todo depende de los casos que elija, pero, en definitiva, ¿qué necesita de mí?
- Necesito que camine conmigo, que me “avispe”, que me haga notar lo que no veo, incluso, muchas veces, las formas en que debo actuar, creo que experiencia le sobra y es un tipo derecho.
- Alguna vez no lo fui y también cometí muchas cagadas, por eso ahora estoy como estoy, viviendo el día a día y las más de las veces, subsistiendo, eso sí, nunca fui corrupto, santo tampoco, pero si usted supiera…
- Yo puedo ofrecerle que dejé de ser lustrabotas y otras posibilidades, aunque me gustaría saber un poco más de usted, tampoco es cuestión de arrimarlo a lo mío, así porque sí.
- Puede que no sepa de la noche, pero no es tonto, genera empatía y si me va a ofrecer una especie de trabajo, es lógico que quiera conocer de mí. Bueno, el caso es así, conozco de su trabajo porque llegué a Sargento en la División de Drogas Peligrosas de la Policía de la Provincia, perdí a mi esposa por una enfermedad incurable y yo solo me puse el mundo patas para arriba, me convertí en alcohólico y aunque probé drogas no llegué a quedar preso de ellas, casi mato a trompadas a un oficial corrupto, lo dejé en coma y me echaron cuando tenía treinta y cuatro años. Tuve que borrarme de los lugares que frecuentaba, era un muerto caminando, si no eran mis compañeros corruptos serían otros mandados por ellos, lo podrido siempre estuvo presente, no es una cuestión de épocas, en este país son demasiados los “muertos que se asustan del degollado”.
- ¿Eso lo llevó al cajón de lustrado? ¿Le sirvió eso para ocultarse?
- Me tuve que mudar casi huyendo y acá en la capital, nadie pasa más desapercibido que un lustrabotas, me dejé crecer la barba y con una gorra pasaba totalmente de todos, además, no olvide que en la mayor parte de las lustradas yo tengo la cabeza agachada. El tema es que vivía con miedo y Peso que hacía, Peso que me gastaba en alcohol para tomar sólo cuando volvía a mi casa. Hasta que una vez me internaron por un casi coma etílico y comencé mi recuperación, ya repuesto, lo único que tenía y me daba seguridad era esto y seguí.
- ¡Dónde vive ahora?
- Mientras pueda pagar, en la pieza de una pensión, no necesito más. Salvo que usted me ofrezca otra cosa y desde ya le digo que me está interesando.
- Antes de hacerle un ofrecimiento voy a ser claro con usted. Quien trabaje para mí debe entender que soy el que mando, acepto algunas sugerencias, pero decido yo, ser leal y caminar derecho es primordial, puedo dar una segunda oportunidad, pero no soy de transigir cuando me traicionan. Una cosa es que ignore muchas cosas de la gente y de la calle, otra es que sea tonto o permeable. Si quiere cambiar le ofrezco la oportunidad, pero…
- ¿Hay otros que trabajan para usted?, -lo preguntó cómo dando por sobreentendido lo que le decía-.
- Hay una chica encargada de toda la parte Informática, está mi secretaria que es una chica “especial” y otro que me ayuda en ocasiones, cualquiera de ellos es intocable, el respeto entre todos es primordial y hay un solo jefe.
- ¿Se va a dedicar a algún caso en especial o tomará los que vengan?, digo, porque en algunos puede implicar “ensuciarse las manos”.
- Tomaré los que vengan y me interesen, respecto a las manos “sucias” no me calientan, tengo un buen detergente o Abogado, se le puede llamar como quiera, aunque trataré de evitar esos problemas.
- ¿Sabe una cosa, jefe?, usted me gusta, veo que puede no saber de algunas cosas, pero está determinado en otras y, sin hacerle la “pelota”, hay un enorme potencial… Si me interesa su ofrecimiento puede contar con mi lealtad y estaré un 100% a su lado, aunque no sé si mi presencia le pueda resultar beneficiosa en los ambientes en que, seguramente, se moverá. Ropa no tengo para un empleo así y mi vivienda, da para dormir, pero no podemos hablar de mucha pulcritud, de hecho, el baño es de uso común, le aseguro que tengo mucho en contra que hay que pulir.
- Ya lo pensé, pero la presencia nunca deja de ser una especie de “disfraz” y se puede cambiar a gusto. Habrá que ubicarlo en otro lugar, nutrirlo de un nuevo guardarropa y adornar un poco su cabello y aseo, de las manos, por ejemplo, amén de la barba recortada, nada que un buen salón masculino no pueda lograr. El tema es que sepa “mimetizarse” según el entorno. El salario lo podemos hacer en blanco o sin aportes, usted verá cómo y éste sería de XXXX Pesos libre de gastos, pero full-time.
- ¡Mierda!, eso es como cuatro veces un salario mínimo, ¿a quién hay que matar?, jajaja… Por ese dinero mensual soy capaz de lavarle la ropa y limpiar su casa también, fuera de broma, prefiero que sea “en negro”, puede que haya pasado mucho tiempo, pero no quiero “blanquearme”, por lo demás, puede contar conmigo, no lo voy a defraudar.
- Bien, anoté mi número de teléfono y la dirección que le voy a dar. Véngase mañana a media mañana y hable con Andrea o con Luisa, cualquiera de las dos o las dos lo van a acompañar a comprar ropa y a ir a un salón para el tema de su “puesta a punto”, ya veremos en el día dónde lo ubicamos. Creo que es una buena oportunidad, no la desperdicie.
- Quédese tranquilo, mañana a las nueve y media me tiene allí como un solo hombre y jamás tendrá una queja.
Me despedí de Ramón, aboné la cuenta del restaurant y le dejé unos Pesos para que se moviera cómodo. Tuve un poco de dudas cuando comencé a hablar con él en el restaurant, pero siempre me miró a la cara y sus gestos, ademanes y contestaciones me demostraron que era un hombre sincero y franco.
A medida que conversaba con él me di cuenta que lo iba a tener de ladero en cualquiera de los Casos que tomara, Andrea era una chica genial para acompañarme, pero su fuerte era otro y Pedro era demasiado tosco, no siempre sería producente eso de llevar a los demás por delante. Ramón me ofrecía experiencia y la facilidad para moverse en cualquier ambiente. Volví para casa contento y convencido de haber hecho bien.
Algo había sacado de positivo en ese paseo por las “peatonales” de la ciudad capital, estaba más convencido que nunca respecto a ir a hablar con el Director de la Academia donde cursaba para obtener el carnet, pero antes, a pesar de la hora, la llamé a Andrea. Me atendió enseguida y le avisé de la visita que tendría en la mañana…
- Antes de que llegué ese hombre tenés que subir al pent-house y yo te voy a dar una tarjeta para que cargues todos los gastos allí. Lo primero es llevarlo a un salón para que lo dejen de “punta en blanco” y luego lo llevás a comprar ropa y calzado, no te fijes en gastos. Le buscas un hotel cercano para que se quede dos o tres días y luego vemos de arreglar el departamento chico que está junto a las bauleras, hay que ver como está y comprar los muebles necesarios, movete con Luisa, seguramente les llevara todo el día y tendrán que almorzar y merendar afuera.
Andrea me dio el conforme y quedamos en que vendría a eso de las ocho y media para que le explicara por si surgía alguna duda. Me vino justo recordar que en la cochera había un departamento de dos ambientes que, originalmente debería ser destinado a gente de la custodia, pero como custodia de seguridad no había, se usaba en parte como trastero y debía hablar con el portero por eso. Me fui a dormir satisfecho.
En la mañana me levanté con ganas de hacerle mimos a Andrea, pero si me ponía a la tarea, a ambos se nos haría muy tarde. Vino temprano junto con Luisa, les expliqué, les di dinero en efectivo y una tarjeta a mi nombre, que podía ser usada por el portador y algunas indicaciones pertinentes.
Andrea no conocía el pent-house y Luisa menos que menos, “la ratita” miraba todo abriendo grandes los ojos y tratando de disimular lo que le agradaba el lugar, Luisa, en cambio, no pudo con su genio y abrió la boca, “qué los parió jefe, esto es el sueño de toda chica, si no fuera por “mi manija” y porque es el novio de una amiga, ya le estaba “echando los perros”, jajaja”. El comentario generó que Luisa se agarrara la cabeza y yo no pude evitar lanzar la carcajada que distendió todo.
Ya de salida hacía la Academia, hablé con el portero y le pedí que me desalojara el departamento de las bauleras, que lo pusiera en condiciones y que, si era necesario, lo hiciera pintar, me contestó que estaba en óptimas condiciones, pero que no tenía muebles, en lo inmediato eso no importaba, Andrea se encargaría de eso.
Me presenté en la Academia, la única autorizada y reconocida por los Organismos de Seguridad para funcionar como tal y pedí hablar con el Director, que era un ex Jefe de la Policía Federal, el hombre conocía mi historia, había sido, no sé si amigo, pero seguro, conocido de mi padre, si bien es cierto que se había extrañado por mis ganas de ser Detective, nunca me puso el mínimo “pero”. Me hizo pasar a su despacho, me convidó con un café y preguntó que me llevaba por allí…
- Tengo claro que aún me faltan un par de materias para recibirme, pero, por un lado, mis ganas y por el otro que tengo todo encaminado, oficina, personal y, entre nosotros, ya he llevado a buen puerto un par de casos que me han dado, necesito la autorización de la Academia para operar como tal, -le dije mientras me miraba serio-.
- No acostumbro a este tipo de cosas, aunque veo por tu expediente -miró en la pantalla del ordenador de escritorio- que lo teórico anduvo de maravillas y lo práctico otro tanto, en realidad lo que te falta no influye, pero… verás, como dice el dicho, “una mano lava la otra y las dos lavan la cara” …
- Bien, usted dirá cuál es el “jabón” que tengo que aportar.
- No me mal juzgues, ni saques conclusiones que no me benefician, el “jabón” no sería para mí… Sucede que hay una serie de equipos nuevos que son de gran utilidad para la Academia y los estudiantes, como sabrás, no son muchos los que quieren ser Detectives y los fondos son escasos para adquirirlos.
El caso es que me pasó un listado con los equipos que necesitaría y, como la lista tenía los precios que éstos saldrían al comprarlos, vi que no era una erogación que a mí me podría hacer mella. Le dije que no había inconvenientes, que estaba en condiciones de aportar los equipos de ese listado, pero, el tema pasaba por cómo él quería que lo hiciera para que no hubiera problemas ni malos entendidos.
Esto era muy claro y lo entendió a la perfección, o era en efectivo y “bajo cuerda” o le extendía un cheque en calidad de donación. No me dejó ni tiempo para pensar mal, me pidió un cheque y que fuera en calidad de donación. Le hice dos, uno por el importe que tenía el listado y otro para que se utilizara en refacciones de la Academia o en lo que él considerara pertinente.
Tampoco me dio tiempo a ponerme a hacer los cheques, no bien le dije que sí, llamó a la Secretaria y le pidió los papeles que me acreditaban como Detective egresado. Estos papeles incluían un Certificado de Estudios firmado por el Director, el número habilitante para funcionar como Agencia y una especie de billetera de dos cuerpos, la que al abrirla mostraban en uno el logo de la Academia y en el otro mi carnet habilitante.
Luego de saludar efusivamente a él y al socio y Subdirector que entró en esos instantes, salí de la Academia con una euforia que costaba contener… ¡Ya era Detective Privado!, ¡ya podía mostrarme como tal y poner en marcha la oficina!, poco importaba si habría ganancias o no, era asquerosamente pudiente como para tener en cuenta o fijarme en esos detalles, el tema pasaba por otro lado, era mi primer logro y sabía que me había preparado bien para eso. Que me faltaba, no me cabían dudas, pero, como dicen los chinos, “el camino más largo o más corto, se inicia dando el primer paso”.
Cuando llegué a casa estaba exultante, primero pensé en Candela para darle la noticia, pero como todavía no eran las doce del mediodía y me la imaginé descansando, no quise molestarla. Esto de la bondad y dejarla descansar me duró hasta que miré nuevamente el teléfono y ¡al cuerno!, si Candela dormía ameritaba el despertarla y pulsé el botón de llamada para hablar al teléfono de línea, de esto me di cuenta cuando fue Gloria la que atendió.
- ¡Qué raro vos llamando al teléfono de línea!, ¿pasó algo?, -preguntó de inmediato después de atender-.
- Hola preciosa, no, no pasa nada en particular, estoy acelerado y apreté el botón que no debía, pensé que no estarías o que seguirías muy liada con el tema del viaje. Quería avisarle a Candela que ya estoy recibido, ya soy Detective y homologado como tal.
- En buena hora y felicitaciones, no te preocupes, no pienso decirle que me avisaste primero a mí. Candela se acostó re tarde porque apenas llegó se dedicó a ayudarme con las valijas, viajo mañana un poco después del mediodía.
- Ya me avisó tu hija, no me lo recuerdes, comprendo lo tuyo, pero, se me va lejos uno de mis culitos preferidos, esas nalgas son únicas, las voy a extrañar.
- ¡Mirá que sos malo!, ¿no pensás que yo paso por algo parecido?, por lo menos a vos te queda el de mi hija.
- Me encanta, pero no se come mi verga como el tuyo, jajaja, mejor no la sigo porque estoy solo en casa y voy a terminar la charla “a mano”.
- ¡Qué ni se te ocurra!, mi marido no está y mi hija dormirá un par de horas más, ya estoy saliendo porque quiero la “despedida”.
Cortó la comunicación y se le notó el apuro en la voz, yo me hice a la idea de que Gloria tardaría unos quince minutos, tampoco le iba a decir que no viniera, a la exaltación que tenía por el tema del título se le sumaban las ganas de sexo y que mejor que quien, desde la primera vez en que nos encontramos en el departamento de mi tía, siempre se brindó a mis caricias y me las devolvió con una entrega total, buscando no sólo su placer sino el mío también, haciéndome sentir un semental.
Al abrirle la puerta entró sacándose la campera que dejó tirada sobre el sofá y me abrazo pasando un brazo sobre mi hombro para prenderse a mi boca con un cierto puntito de desesperación. Luego de los besos que se estiraron haciéndome calentar como nunca, se arrodilló y mientras me bajaba el bóxer que era lo único que llevaba puesto se prendió a mi verga como ternero a la teta. Sus manos no se quedaban quietas y se desabotonaba la camisa, la que se sacó mientras me miraba con ojos de viciosa apoyando su nariz en mi pelvis y amagando una arcada.
A la camisa le siguió la pollera a la que le aflojó el broche, le bajó el cierre y la dejó suelta, esperando, como pasó, que cayera al levantarse. Fue lo que hizo, se levantó y quedó desnuda, no llevaba ropa interior, sólo le quedaron las medias negras adheridas al muslo y los zapatos de tacones. “Vamos a la cama, no quiero preliminares, rompeme el culo como sabés que me gusta, después, si queda tiempo, jugamos a lo que quieras”. No daba para más, la verga estaba endurecida y lubricada con sus babas, ella lo sabía y le daría lo que buscaba.
Se acomodó en el medio de la cama parando el culo y mirándome expectante, gemía quedamente cuando me coloqué detrás e inicié un punteo en su agujerito. “No puedo más”, -expresó- y comencé a penetrarla, despacio hasta que el glande estuvo bien ubicado en su recto y noté como se tensionó sabiendo lo que venía. El caderazo y la penetración total, no por esperada, se sintió menos, Gloria no pudo aguantar el grito de dolor cuando choqué mis huevos con su vagina empapada y mi pelvis en sus nalgas.
“¡Mierda!… Parece que nunca la hubiera tenido ahí adentro, dame con todo”, -volvió a pedir totalmente entregada-. Pareció como que este pedido me había dado “cuerda” y mis movimientos se intensificaron, el placer se le notaba por los continuos estremecimientos y por las contracciones, pero, no por ello dejó de gritar acusando el dolor por las penetraciones profundas que su recto absorbía. “Rompelo, mi amor, rompelo con ganas, te juro que nadie lo tocará en mucho tiempo”, -decía a viva voz mientras movía las caderas acoplándose a mis movimientos.
Ni idea de los orgasmos que Gloria había tenido, hacía mucho tiempo que había desistido en la idea de contarlos, lo único que tenía claro era que le quería llenar el culo de leche que ya me costaba retener y entrando lo más profundo que pude, la inundé. El líquido caliente la desquició y gritando como desaforada con la boca que se quería devorar la almohada para ahogar el grito destemplado, tuvo un orgasmo fortísimo, a la par que golpeaba la cama con los puños cerrados.
Nos quedamos un rato quietos tratando de recuperarnos y mis ganas no declinaron, ella no dejó que lo hiciera, los músculos de su esfínter trabajaban apretando y aflojando y mi verga feliz de la vida con el tratamiento. “Este polvo tendríamos que haberlo filmado, me voy a matar a dedos recordándolo”, -dijo cuándo me salí de ella, dejando su culo abierto en un redondel que ella cerraba de a poco manejando sus músculos a voluntad.
Pensé que no querría más y amagué con levantarme, pero Gloria se giró con una agilidad impensada y, metiendo la cara en mi entrepierna, se tragó mi verga como sólo ella podía hacerlo, de una y hasta el fondo. Me mamó gimiendo complacida y me apretaba los muslos con las manos en una caricia felina y excitante. No sé el tiempo que estuvo subiendo y bajando mi calentura con su trabajo bucal, pero no me dejó terminar, ella dominaba toda la escena y me pidió que le hiciera un misionero, “quiero sentir toda tu piel sobre la mía”, -pidió con una voz que enternecía-.
¡Qué quieran que les diga!, Gloria era y es una mujer “especial” y fueron besos en su boca, en su cuello y en sus pechos endurecidos de pezones como piedras, mientras ella se desesperaba y la verga, que ya conocía el camino, comenzó a introducirse en su vagina que chorreaba. Las pieles transpiradas parecían fundirse y la penetración fue lenta para que el miembro inflamado hiciera sentir todos los pliegues de su vagina y nos lo transmitiera a los cerebros. “No, no, por Dios, es una tortura deliciosa, sí, sí, sí, te siento como nunca”, -decía mi suegra en un delicioso delirio-.
Aprovechaba su boca entreabierta para besarla profundamente, comiéndome sus labios, a la par que las lenguas danzaban entrelazándose. Fueron dos o tres veces de lentitud hasta que nuestras propias ansias pidieron más y el movimiento se incrementó, Gloria dejaba caer lágrimas silenciosas que corrían desde sus ojos hacia sus sienes y movía la pelvis dando caderazos que se acompañaban de apretones de sus músculos vaginales. Tanto trajín no se podía aguantar y tampoco lo intenté, me dejé ir derramándome en su interior sin poder contener un grito placentero de descarga.
Ella sabía que yo no saldría enseguida y mientras se recuperaba de su propio orgasmo que pareció vaciarla, decía entre gemidos con voz temblorosa, “no salgas, no te vayas de allí, dejame sentirte un poco más, nunca fue como hoy”. Me sonreí desde mi interior, no hubiera podido salir, aunque quisiera, sus piernas cruzadas a la altura de mis riñones, ejercían una presión agradable, pero intensa. Todo hasta que ella misma se fue aflojando y por si sola despidió al miembro convertido en una piltrafa medio morcillona y amorfa.
Nos quedamos un rato abrazados mirando el techo de la habitación y seguros los dos de no querer ni poder hacer algo más, luego nos levantamos y nos bañamos juntos conjuntamente con besos y caricias, pero sin resto para seguir batallando. Las risas tontas eran producto de la felicidad que ambos sentíamos y después de secarnos y cambiarnos nos tomamos una copa, yo le deseé feliz viaje y buena estadía y ella prometió que trataría de volver un par de veces al año arrancándome la promesa que se los dedicaría sólo a ella.
Tenía que ir a verlo al portero para ver cómo había resultado la limpieza del departamento, pero nadie me levantaba del sofá grande en que me había sentado después de despedirla a Gloria con un último beso. Estaba totalmente agotado y a punto de caer rendido del sueño pensé que ni siquiera había almorzado y a lo único que atiné fue a apagar el teléfono celular y descolgar el de línea que, afortunadamente, estaba cerca de mi mano. Luego de eso sólo recuerdo una nebulosa hasta que me despertaron unos golpes en la puerta.
Pegué un salto y fui directo a abrir sin ponerme los pantalones, eran Andrea y Luisa que venían a avisarme que lo de Ramón estaba listo y me esperaba en su departamento. Los ojos de Luisa brillaron cuando me vio sólo con el bóxer puesto, pero se abstuvo de hacer ningún comentario.
- Te llamé como tres veces a los dos teléfonos y como no contestabas medio que nos preocupamos, por eso subimos, -expresó “la ratita”, a la que, no sólo le brillaron los ojos, sino que se relamió sin que la viera Luisa, pero sabiendo claramente lo que ocultaba el bóxer-.
- Me embalé tanto con la alegría de la noticia que quedé “planchado” sin darme cuenta, -le dije encendiendo el celular en el que empezaron a entrar mensajes-.
- La pasamos genial con Ramón, es un tipo fenomenal y lo hicimos “a nuevo”, no lo vas a conocer. Acá tengo todas las facturas y los detalles de las compras y como nos dijiste, almorzamos y merendamos afuera.
Sin dudas que estaba todavía adormilado porque ni siquiera me había fijado que los ventanales denunciaban que, de la tarde, nada de nada. Recién allí miré la hora y el celular acusaba casi las veinte horas, había dormido de un tirón por casi cuatro horas y apenas pude calibrar lo que me decía Andrea cuando me preguntó por qué era la alegría, pero me recuperé enseguida y le contesté:
- De las facturas y los recibos no me expliques, que los junté y los archive la Secretaria, Luisa, hacete cargo y lo de la alegría es porque ya me homologaron, tengo la credencial y la autorización para operar, desde mañana hay que hacer la publicidad y abrir la oficina al público.
Las dos dieron un grito que trasuntaba la felicidad por la noticia y Luisa opinó enseguida que, con el número de habilitación, mandaría a hacer las tarjetas, dijo también que, entre las dos iban a tratar de dibujar un logo para colocarlo en la puerta y en las publicidades. Las escuchaba haciendo planes mientras me dirigía a la habitación para ponerme los pantalones y una camisa, de calzado opté por zapatillas deportivas, luego las acompañé a su departamento escuchando su “cotorreo”.
Yo mismo me sorprendí cuando lo vi a Ramón, poco quedaba del lustrabotas que había conocido la noche anterior, usaba pantalones de vestir, camisa al tono, mocasines italianos, el cabello corto peinado con raya al costado, la barba bien recortada con un largo parejo de no más de un centímetro y en la sonrisa se lo notaba pleno y contento, ya no pensé que tendría sesenta, apenas, acorde a lo que nos dijo, tenía cincuenta y cuatro y así vestido y arreglado, “producido”, como dirían las mujeres, aparentaba menos.
- Hola Jefe, estas dos niñas me torturaron todo el día, pero, según ellas, sacaron algo bueno.
- El cambio es espectacular, hicieron un buen trabajo, ahora hay que ubicarlo en un departamento que tengo para usted, -le dije mirando la cantidad de bolsas que había desparramadas en el living-.
- Las chicas me sacaron una habitación para dos días en un buen hotel, tendré que acostumbrarme, pero dos días pasan rápido.
- No hay problemas, eso es hasta que pongamos en condiciones su departamento. Andrea, anda de una corrida a verlo al portero y decile, de parte mía, que te de las llaves de departamento de las bauleras.
Nosotros nos fuimos a ver el departamento que usaría Ramón y Andrea salió disparada a ver al portero, bajando en el ascensor, vibró mi teléfono, era Candela y recién allí recordé que no la había llamado…
- Hola mi vida, estás perdido, te llamé un par de veces y no me contestaste, ¿estás bien?…
- Sí mi cielo, muy bien, no te contesté porque no tenía batería, además ando loco con la organización de la oficina, preparate para la noticia, me dieron la habilitación para comenzar a funcionar como Agencia de Detective y ya tengo el nombramiento.
- ¡Genial!, esto hay que festejarlo, ¿querés venir a cenar a casa?
- Estaría bueno, pero ya que tus padres se van mañana no te querría poner en el compromiso, podemos hacer algo mejor, vení por casa y nos vamos a cenar afuera, elegí vos el lugar.
- Listo, te tomo la palabra, en una hora estoy por allí.
Enseguida se nos unió Andrea con las llaves y miramos el departamento, a Ramón le costaba creerlo y miraba embobado el lugar, para él era un palacio con baño propio, comedor, dormitorio y cocina amplia, era más de lo que pretendía y tenía, enseguida las chicas hicieron una lista con los muebles que habría que comprar, añadieron también un televisor y un ordenador de escritorio que estaría obligado a aprender a usarlo, profesora ya tenía. Le dije que se sentiría cómodo viviendo allí, le recordé que estuviera al otro día a las nueve tenían que proceder a amueblar el inmueble, los saludé y subí al pent-house.
Me había agarrado el apuro porque iba a venir Candela y el dormitorio no estaba en condiciones, había demasiadas señales de la batalla sexual que habíamos protagonizado con la madre, perfume de ella incluido sobre las almohadas. Más rápido que un bombero saqué las sábanas, cambié las fundas, puse sábanas nuevas aromatizadas por el perfume del lavadero y luego me senté a tomar un refresco mirando desde lo alto las luces de la ciudad, faltaba mucho por recorrer, pero… me sentía algo así, como “realizado”, le había puesto ganas y dedicación a lo que había elegido y lo había logrado. Tuve que apurar la entrega del título, pero eso no me calentaba ni incidía, en cuanto a la experiencia, la iría adquiriendo con el tiempo y la ayuda de Ramón sería primordial.
El sonido del timbre en el portero eléctrico me sacó de mis pensamientos, era Candela y le dejé la puerta entornada para que ingresara mientras me iba a cambiar de ropa, el hambre ya se hacía notar en las tripas. Mi novia estaba bellísima, minifalda, aunque un tanto recatada para lo que había visto en la confitería con otras, no dejaban de ser minifaldas, botas de caña alta, un suéter liviano con escote en “V” que atraía las miradas a ese maravilloso par de tetas y una fina campera de cuero, poco maquillaje, más que nada resaltando sus ojos claros y el jopo de su abundante cabellera rubia que caía sobre la frente convirtiendo su rostro en una suma de candidez e inocencia que ocultaba a la “fiera” y a la mujer que yo conocía en su entrega.
No me dejó terminar de cambiarme, tenía los pantalones a medio poner cuando ella entró en el dormitorio y junto al grito de “felicitaciones amor”, se arrojó encima de mí queriendo devorarme con sus besos. Aguanté el cimbronazo cuando se prendió a mi cuerpo tal como si fuera un chimpancé cariñoso y retrocedí hacia la cama mientras le devolvía los besos aferrando sus nalgas desnudas que sólo tapaba la tirita de su tanga. Primero fue sorpresa porque todo fue muy rápido y luego terminamos riendo los dos a mandíbula batiente.
Me encantó el ímpetu de Candela, me presté a ese arresto cariñoso y aguantándola, me dejé caer en la cama. Mis cálculos se habían ido de paseo y a mitad de camino me di cuenta que le había errado a la distancia, no hubo forma ni modo de manotear nada, mis manos estaban ocupadas y sólo el culo aguantó el golpe contra el piso alfombrado, a lo único que atiné fue a llevar una mano a la espalda de ella para apretarla fuerte e impedir que se golpeara con la mesita de luz.
No fue un golpe fuerte, fue sorpresivo y luego de unos segundos de silencio en que nos miramos asombrados, estalló la risa que nos hizo derramar lágrimas. El culo me quedó dolorido y a ella le dolían las rodillas porque a último momento sacó las piernas que me rodeaban y dio con las rodillas en el piso porque mis piernas se abrieron al golpearme. Quedé sentado con ella estirada sobre mi torso…
- Es la primera vez que te mostrás tan efusiva, me encanta que seas así, pero, tengo que aceptar que tu alegría me genera un fuerte dolor de culo, jajaja.
- Perdoná amor, te juro que no quise esto, -me decía con la voz entrecortada por la risa-.
No podíamos parar de reír y poco a poco nos fuimos incorporando, parecíamos dos borrachos tratando de ayudarse mutuamente al incorporar sus cuerpos, todo siguió con Candela pidiéndome que me tirara boca abajo en la cama para darme unos masajes en los glúteos como una forma de aligerar el dolor. Me lo decía seria, pero el brillo de deseo de sus ojos la delataba, le encantaba apretar mis glúteos duros cuando “jugábamos” en la cama y esta era una linda oportunidad para darse gusto. “Primero vamos a cenar y después te dejo hacer los masajes”, -le dije levantándome los pantalones que habían quedado en mis tobillos.
“Que no se te olvide, ya lo prometiste”, -expresó con toda la picardía en su mirada-. Gloria me había exprimido e iba a resultar una noche deliciosa, pero un tanto dura, Candela era muy parecida a su madre…
Continuará… GUILLEOS1 agradece comentarios.
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