EL DETECTIVE PRIVADO. (15).
La esposa y la hija del “bígamo” no resultaron tanto como aparentaban. Ramón se “deschava” y en la noche demuestra ser todo un profesional, el rescate fue mejor que lo esperado..
CHASCO – BUEN RESCATE. (15).
Al poco rato llegó Ramón, al hacerlo pasar no hizo comentarios, pero miró bien el pent-house, o, por lo menos lo que podía ver de él y disimuló su asombro. Se sentó el sofá ante una indicación que le di y esperó a que yo hablara…
- Tenemos que ver cómo vamos a proceder con tu modo de actuar. -Lógicamente yo quería hablar de cómo actuaría él con el tal Félix, pero entendió otra cosa-.
- En realidad, quería hablar con usted de eso, yo sé lo que es Luisa y tenía mis pruritos y mis preconceptos sobre “ellos”, pero, salvo por un pequeño “detalle”, me demostró que es más mujer que muchas. Me atrapó con su forma de ser, de mostrarse y de entenderme, ni hablar de su físico, ¿qué quiera que le diga?, a pesar del poco tiempo en que la conozco, estoy “muerto” por ella.
- Mi intención no era hablar de Luisa y de lo que puedas tener con ella, pero, ya que estamos… Luisa es una mujer muy “especial” y notarás que hablo de ella como si fuera mujer en un 100% hasta su modo de expresarse es “especial” y, para tu tranquilidad, no me jode en absoluto lo que puedan tener los dos, con una sola salvedad, la vida privada es una cosa, el trabajo es distinto y no se mezclan.
- Gracias por la comprensión, eso ya lo hablamos con ella y lo tenemos asumido, ninguno de los dos, juntos o separados le vamos a ocasionar ningún tipo de inconveniente.
- Lo doy por descontado, pero, siempre existen los “peros”, no quisiera que alguna pelea o disgusto de la pareja, incluso su rompimiento que, hago votos para que no se dé nunca, resienta el grupo de trabajo, de darse una circunstancia así, uno de los dos deberá quedar de lado.
- Por eso quédese tranquilo, los dos manejamos “códigos” profundos y estamos consustanciados en la idea de la lealtad y el reconocimiento por las oportunidades que nos da. Además, quiero que sepa que ya me mudé al departamento que me otorgó, para mí es como si fuera un palacio.
- Bien, por ese lado lo tenemos claro, pero lo que me urge es el tema de este tipo Félix y el paradero de la chica. Soy un convencido que esa clase de tipos son alimañas y muy posiblemente cobardes, yo tengo una idea de lo que se debe hacer con ellos, lo que necesito saber es si vas a estar a mi lado o tengo que hacer el trabajo solo.
- A su lado, sin ninguna duda ni condiciones, soy ciego, sordo y mudo, si por mí fuera, a esos tipos los desollaba en tiras finas… ¿Cómo es que quiere encarar el tema?
- Creo que la única manera es “chuparse” al tipo para llevarlo a algún lugar o sorprenderlo en la casa y sacarle la información a como dé lugar y después, bueno después veremos, de esto no se puede ocupar la Justicia, está llena de “arreglos” y componendas como para que pueda zafar, si lo hacemos dejamos a la familia y a la chica expuestas a represalias.
- Totalmente de acuerdo, seguramente debe “trabajar” con alguien más encumbrado que lo “protege”, también cabe la posibilidad que esto de explotar un tiempo a las chicas lo haga solo o con alguno de esos que lo acompañan, en cualquier caso, no se puede ni se debe dejar señales que nos comprometan.
- Bien, ¿cómo y cuándo lo hacemos?…
- Si por mí fuera, tendría que haberse hecho “ayer”, tenemos la dirección y Andrea ubicó la casa con no sé qué “cosa” o programa de la computadora, es una casa grande en el barrio de Belgrano. Podríamos ir, ver si se puede hacer algo en el momento o esperar la oportunidad.
- Listo, eso es lo que quería saber, ¿tenés armas?…
- No, al echarme de la Policía perdí el derecho de portar armas, distinto hubiera sido si me hubiese retirado de esa Fuerza. En un tiempo tuve una de marca “Bersa”, calibre 22, son chicas, fáciles de ocultar y con buena munición son mortíferas, la perdí o me robaron cuando estuve internado por el coma alcohólico.
- Eso es lo de menos, yo tengo autorización para portar cualquier tipo de armas, por ende, también tengo armas, luego te muestro para que elijas, si nos metemos en un lugar así, debemos ir preparados.
- Como guste, luego lo vemos, pero, no me dijo cuándo quiere hacer el “trabajo”.
- Esta misma noche, si el tal Félix sale a pasear, según el horario de las confiterías, no lo hará antes de las doce de la noche, con que estemos en esa casa a las once estará bien.
- Me parece bien, yo me voy un rato a la oficina, lo espero allí cuando Luisa se vaya.
No bien Ramón bajó para irse a la oficina vibró mi teléfono, era mi Abogado para decirme que lo que le había mandado ameritaba una denuncia urgente y no sólo sería un pedido de divorcio…
- Este tipo de denuncia lo debe efectuar la damnificada de forma personal, pero antes de hacerlo, tendría que hablar con esa señora para asesorarla sobre lo que tiene que decir, planteado el caso de la “bigamia”, lo del divorcio es por decantación, “sale con frutas”, además, el Estudio tiene contactos con Jueces que harán que esto salga rápido. Mándeme a la señora a primera hora y nosotros nos hacemos cargo.
No quedaba más que hablar, lo despedí agradeciéndole, quedaba avisarle a la “damnificada” que esperaba resultados para hundir al, hasta ese entonces, marido. La llamé a Olga y me atendió Carolina…
- Hola Martín, soy Carolina, mamá se está bañando y atendí porque vi tu nombre en la pantalla del celular, tengo ganas de “abonar alguna cuota”, ¿querés que suba o subamos a verte?
- No, pero, no, no puedo, -titubeé un poco con mi respuesta- estoy “hasta las manos” de trabajo, pero necesito verlas porque hay novedades y son bastante buenas para ustedes.
- Bueno, dale, bajá, estamos las dos en casa, te esperamos.
Bajé en el ascensor “haciéndome los ratones” con la madre y la hija que me esperaban, había dudado en la respuesta que le di porque se me cruzó en la cabeza el poder disponer de las dos en un trío para “alquilar balcones” y me tenté, claro que me tenté con eso, se me hacía que ninguna de las dos tendría ningún tipo de problemas en participar y colaborar conmigo y entre ellas, bastante era con lo “atorrantas” que demostraban ser, pero, si me dejaba llevar iba a quedar un poco “flojito” para hacer el “trabajo” programado en esa noche.
Cuando Carolina me abrió la puerta y me dijo que pasara casi mando a la mierda al proxeneta Félix, a la chica “secuestrada” y a quien puta fuera. Mi verga reaccionó poco menos que al instante y no me resultó agradable por la posición que tenía dentro de mi bóxer, no me “corté” para nada y me la acomodé mientras las dos me miraban…
- No pueden ser tan hijas de su madre las dos, estoy con un montón de trabajo que no puedo descuidar y se me muestran ambas en tangas y sostenes de media copa, ¿qué quieren hacer, matarme de un infarto?…
- Jajaja, Carolina me avisó que venías y lo que más trabajo me costó fue sacarme la cofia que tenía para no mojar mi cabello. ¿Te disgusta como te recibimos?… ¿Si querés nos damos unos besitos entre nosotras para que te pongas a tono?
- No me jodas, me encantaría, aunque, ya estoy a tono desde que entré, los pezones de ambas parecen querer romper el sostén y me imagino sus culitos con el hilo metido entre las nalgas, de todos modos, ya dije que no puedo, vamos a sentarnos.
Yo me senté en un sofá individual, Olga lo hizo en otro similar y Carolina quedó parada a su lado, la pendeja estaba recaliente y me lo demostraba mirándome como salida, a la par que, con una mano se acariciaba una teta que había sacado del sostén y con la otra mano, metiéndola dentro del sostén, jugaba apretando el pezón de la madre. Les pedí que la cortaran porque lo que les venía a decir era importante y me hicieron caso las dos al ver mi seriedad.
- Olga, ¿cómo pensás hacer o de dónde vas a sacar el dinero para iniciarle el juicio a tu marido?, te aseguro que no van a ser dos Pesos.
- No lo sé, tengo claro que sale un montón de dinero que no tengo y sinceramente no lo sé, apenas tenemos para la comida, hasta pensé en pedirte un préstamo que te devolvería cuando fallaran a mi favor.
- Ni borracho, todavía no me pagaron ninguna “cuota” por mi trabajo anterior.
- Eso porque vos no querés, yo estoy dispuesta a “pagar” hasta los intereses y mamá también, -expresó Carolina sacándose el sostén y mostrando unas tetas envidiables-.
- Las entiendo, pero comprendan que no tengo el tiempo necesario para ponerme en “cobrador”, ahora mismo estoy “jugando” a ser el “nene bueno” y les voy a ofrecer algo más. Mañana temprano van a ir el Estudio Jurídico “tal”, piden hablar con el Doctor “xxxxx”, es el dueño de ese Estudio y las va asesorar sobre cómo hacer las denuncias e iniciará el juicio.
- Pero, pero, ese Estudio es muy importante, representa a gente muy famosa, es imposible para nosotras, no podríamos pagar ni una consulta, -expresó Olga y yo sentía que mi verga me estaba jugando una mala pasada porque crecía actuando “per se”-.
- Puede que sea muy importante y todo lo que ustedes dicen, pero también es el Estudio que representa todos mis bienes y, no sólo no les van a cobrar por iniciar las gestiones, sino que van a activar las tramitaciones.
- ¡Ohh, por Dios!, no sé qué hubiésemos hecho si vos no aparecías…
A Olga se le llenaron los ojos de lágrimas cuando dijo esto y no tuvo mejor idea que levantarse de su asiento y arrodillarse frente a mi entrepierna, lo mismo hizo Carolina, parecía que había estado esperando el movimiento de su madre y ambas se dedicaron a tratar de bajar el cierre y sacarme los pantalones. Ya no pude resistirme más y levanté mis nalgas para que pudieran sacarme la prenda.
“¡Madre de Dios!”, expresó Carolina cuando junto con los pantalones bajaron mi bóxer y mi verga se irguió dura, altiva y desafiante ante sus ojos. “No voy a poder con eso”, -siguió diciendo y el comentario de Olga no tuvo desperdicio, “aprovecha gaviota porque no te verás en otra”, no seas tonta, te “comes” una verga así y vas a aprender de que trata la verdadera historia”. No entendí a qué se refería, pero me dediqué a tratar de gozar con la mamada que Olga me comenzó a dar.
Experiencia no le faltaba, pero no llegaba a tragarla toda, es más, tuvo una arcada grande y comenzó a salivar cuando Carolina se puso a “manejar” sus dedos arrodillada detrás de ella, algo debe haber hecho con ellos porque Olga gimió e hizo el intento de tragar más. Dejando a la madre, la “nena” quiso darse el gusto y demostrar que ella también podía, la apartó y se abocó a la tarea. Resultó un fiasco, no pudo pasar de la mitad, entonces le dije a Olga que se apoyara en el sofá dejando el culo a mi disposición.
Tardó apenas un parpadeo y me puse atrás presto a penetrarla, pasé el glande por sus hendiduras y me lo “tragó” con su vagina, o eso me pareció, lo que vino detrás no fue tan cómodo y no pudo reprimir un grito cuando lo metí completo y sin detenerme. Pude sentir desde mi tronco como rozaba los pliegues de su intimidad y como el conducto se amoldaba para recibirme. La “veterana” comenzó a mover las caderas conjuntamente con un concierto de gemidos en los que se mezclaba el placer con el dolor de algunas penetraciones más profundas.
No aguantó demasiado y empezó a temblar como desencajada, el grito de placer que enarboló junto con su orgasmo se juntó con el gemido de voz ronca que expresó Carolina. Me había olvidado de ella y la miré, estaba sentada en el sofá que yo había dejado, tenía una de sus piernas sobre el apoyabrazos del costado y las dos manos ocupadas, una en su teta y la otra en su vagina. “No puedo más, de verdad, no puedo más”, -dijo Olga y se la saqué arrastrando sus líquidos para acercarme a su hija que me miraba con algo de temor.
De todos modos, no tuve que decirle nada, adoptó la misma posición que su madre y se abrió los cantos con las manos, no emitía palabra, pero me miró torciendo la cara y sus ojos me rogaban, se me había mostrado como una pendeja provocadora con actitudes de “mujercita fatal” y como “conocedora”, entonces me hice a la idea de darle un buen pijazo, sólo por ego, buscando de marcar la diferencia con otras que pudiera haber probado. Menos mal que no lo hice así, era todo “jarabe de pico”, no bien el glande jugó con su entrada, se tensionó por completo.
Viendo esto, comencé con una penetración lenta o eso fue lo que pretendí, el glande me costó y cuando pude guardarlo, me costó continuar, ni siquiera estaba húmeda y para colmo comenzó a pedirle ayuda a la madre, “me duele mucho, mamá, no puedo aguantarla, sacala Martín, me duele, me duele”, fue Olga la que me sacó de la sorpresa y me pidió que la sacara un poco para poder echar un chorrito de un líquido lubricante, de esa manera entró un poco más y volvió a repetir el pedido para realizar el mismo procedimiento.
Le metió el dedo medio en el culito y le apretó uno de los pezones mientras me decía, “anda metiéndola de a poco para que se amolde”. Yo sabía lo que tenía que hacer y el entrar y salir se convirtió en una especie de caricia mientras su vagina tragaba cada vez un poco más y Carolina gemía quejándose. Olga volvió a ponerme un poco más de lubricante y cuando llegué a meterla toda, las dos dieron un gritito de alegría.
Apenas esperé un poco más y comencé a incrementar mis movimientos, hundiéndome lo más profundo que podía cuando avanzaba. “Nunca pudo estar con un hombre, no puede lubricar, yo tuve que desvirgarla con un consolador”, -me dijo Olga en voz baja-. Fue como un incentivo extra y me decidí a regular el ritmo para que llegara a gozar con ganas, eso me llevó varios minutos y recién me moví mejor cuando Carolina comenzó a colaborar con sus movimientos.
La “nena” pareció desatarse y se puso a mover las caderas con ganas y a gemir gozando con las penetraciones, fue evidente que ya no tenía los miedos iniciales y la lubricación se notó más abundante. Se animó a pedir más y el “dame más, dame más”, sonó a música para mis oídos y me desfasé un poco dándole otro ritmo a mis movimientos. “Usala tranquilo, toma pastillas”, -me dijo Olga-, fue otro aliciente y cuando Carolina estalló en un orgasmo brutal con un agitar de caderas y gritos un tanto destemplados, me afirmé bien y la llené de leche. Después de un ratito en que se recuperó, salí de ella despacio y Olga se ocupó de dejarme la verga reluciente con su boca, lo que completó al secármela luego con una pequeña toalla, después de esto dijo:
- Estaba segura de que ibas a tomarte tus tiempos y la ibas a hacer gozar.
- Está todo bien, pero, acorde a sus actitudes provocativas tuvo suerte de que fuera yo, aunque en un primer momento pensé en “romperla”.
- Se lo dije, varias veces se lo dije, “no podés demostrarte como una puta con un hombre que te gusta porque te va a tomar como tal y vas a sufrir mucho tu primera vez”, ni te imaginás las veces que se lo dije, menos mal que fuiste vos. -La jovencita miraba avergonzada-.
- Está bien, pero háganse a la idea que esto sólo fue una muestra, volveré por más y por sus culitos.
Les decía esto mientras me cambiaba y noté alegría en la madre, pero también noté otra vez el temor en la cara de Carolina, “hace de cuenta que tu culito es por los intereses y por haberme hecho creer lo que no eras, ocupate vos Olga y vayan mañana al Estudio”, esto se los dije luego de saludarlas e irme hacia la puerta. “Gracias de nuevo Martin”, -me dijo Olga al darme un piquito cuando me despedía al salir-.
Al final el cansancio no fue tal y, de algún modo, gratificante. Me di un regio baño y me puse ropa oscura, lo llamé por teléfono a Ramón y me contestó que estaba solo en la oficina esperando a que yo fuera. Bajé al tercero y como había tiempo le pregunté a Ramón si quería cenar, dijo que si, que le vendría bien y encargué comida al restaurant y conversamos mientras esperábamos…
- ¿Le puedo hacer una pregunta, jefe?, -afirmé con la cabeza y siguió-, ¿anda enojado con Andrea?
- No, para nada, ¿qué “ataque” le agarró ahora?
- No, nada…
- Ramón, a ver si nos entendemos… Si yo pregunto es porque quiero respuestas, el “nada” me hace sentir como si me tomaran de boludo, ¿qué fue lo que dijo Andrea?
- Bien, le cuento como fue todo… Cuando regresé de verlo a usted estaba hablando con Luisa, se la notaba mal y le decía a Luisa que usted estaba enojado con ella. Me preguntó a mí como estaba usted de carácter y antes de que contestara saltó la que le dije con una de las suyas.
- Si está enojado con vos, cuando se entere lo nuestro me corta las bolas, no me sirven de mucho, pero están y debe ser doloroso, jajaja.
- Le contesté que de lo nuestro ya se había enterado y que no me había dicho nada, es más, seguí diciendo, lo aceptó, aunque fue reticente, dijo que todo dependía de nuestro comportamiento separando lo personal de lo laboral.
- La bronca es conmigo, le fallé al irme sin avisarle y no fui leal, me va a dejar en la calle y con razón.
- ¡Vos estás en pedo nena!, no creo que Martín sea de esa clase de tipos, te estás haciendo una película de terror.
- Eso se lo dijo Luisa y Andrea no le contestó, dijo que se iba a la casa y nos dejó solos, después de un rato Luisa subió a hacerle compañía, entre ellas hablan de otra manera.
- Es verdad que no me avisó y respecto a lo que podía hacer y que después seguramente hizo, me di cuenta de entrada y si no le dije nada antes, tampoco se lo voy a decir ahora. Ella había hablado algunas cosas conmigo y creo que mezcló los tantos, yo no me siento agredido, es ella la que carga sus propias culpas. Ya lo hablaré, hoy quiso hablar conmigo y como estaba enfrascado en el tema de este tipo Félix, le dije que no era momento.
- Por eso se debe haber creído que usted estaba enojado.
- Mala lecha, mañana hablaré con ella, ahora vamos a ver el tema de las armas.
- ¿Dónde están?, no me diga que las tiene acá, no hay dónde guardarlas, -me dijo cuando vio que yo me iba para el interior del departamento-.
La apertura del panel que tapaba la biblioteca se activaba electrónicamente y cuando toqué la llave que llevaba en mi bolsillo y se movió la biblioteca para dejar al descubierto la entrada al “privado”, Ramón quedó de lo más sorprendido…
- ¡Lo parió jefe, esto es increíble, jamás lo hubiera pensado, tiene un arsenal acá…
- Esa es la idea Ramón, nadie sabe de este cuarto secreto y nadie más que vos debe saberlo.
Ramón se quedó mirando el tablero que ocupaba casi toda la pared y el mueble que guardaba los silenciadores, los cargadores y las municiones. Miró y sopesó varias pistolas diciendo que le gustaba el calibre 9mm, una Ruger Commander SR1911, de las primeras que salían a la venta, una Astra 4000, la Beretta, la Taurus PT917 y terminó por decidirse por la nacional, por la Bersa Thunder TPR9 Compac, que, bueno está decirlo tenía trece tiros y era un chiche, seguramente mortal en manos de quien sabía usarla, pero chiche al fin.
Me sonreí recordando que cuando salía una pistola nueva, el armero me llamaba urgente por teléfono para vendérmela, era su cliente número uno. Ramón me dijo que él recordaba sólo la Browning calibre 9mm que usaba en la Policía, pero que se decidía por la de fabricación nacional porque sabía que eran buenas armas, guardó también un cargador de repuesto y se sorprendió aún más cuando le di el silenciador. “Está prohibido usarlos, pero a nosotros nos es imprescindible ser silenciosos, me los hacen por encargo”. No comentó nada y lo atornilló a la pistola.
Tomó también un pequeño cuchillo curvo de doble filo con anillo, conjuntamente con su funda y me dijo: “Uno nunca sabe cuándo debe necesitar un cuchillo”. En ese interín llamó el del delívery y Ramón fue quien salió a atenderlo, salí de la habitación y volví a cerrarla, ya teníamos lo que necesitábamos. Comimos un tanto apurados porque la hora parecía “galopar” en el reloj y a las diez y media salimos para el barrio de Belgrano.
La casona se encontraba en el denominado Bajo Belgrano, pero de “Bajo” no tenía nada, estaba lleno de viviendas residenciales, a cuál mejor, sucede que es la parte que da al Río de la Plata y en esa zona, después de las residencias, vivían esclavos y sirvientes (hoy por hoy, las distintas inmobiliarias denominan la zona como “Belgrano chico”).
No fue difícil ubicar el domicilio, había cuatro casas en la cuadra, dos de cada vereda y todas tenían un trecho de más de cincuenta metros para llegar a la puerta de entrada. Las otras casas tenían amplios portones y sus parques se veían bien cuidados y conservados, pero, dónde presuntamente estaría el tipo que buscábamos se notaba la desidia y el abandono, faltaba una hoja del portón de rejas y el jardinero nunca pasaba por allí. La iluminación en el parque era inexistente y sólo se veía una luz que alumbraba la puerta de entrada y una sola luz interior.
Teníamos solamente una foto del tipo que había sido rescatada de las Redes Sociales por Andrea y había que meterse para ver si se encontraba allí, “está jodido porque no sabemos quienes habitan la casa, pero la única manera es entrar y ver quienes o quien está adentro”, -expresó Ramón-. Estuve de acuerdo y como ya habíamos pasado dos veces por allí con el auto, decidimos dejarlo a unos ciento cincuenta metros y regresar caminando. Fue lo que hicimos y salvo un coche que pasó rápido no vimos ni a un alma en esas calles, la hora ayudaba bastante.
No lo dudamos, no bien llegamos al portón, nos mandamos hacia la casa, no nos quedó otra que hacerlo por el camino de entrada de autos, fuera de esa huella no podríamos ver dónde pisábamos, pero, al llegar cerca de la puerta y antes de entrar bajo el haz de luz de la entrada, sacamos las armas y nos fuimos por el costado de la casa buscando alguna puerta o ventana que nos permitiera entrar. Lo hicimos despacio, una porque se veía muy poco y otra porque había un auto Chevy Coupe serie II, estacionado a un costado de la entrada y estimamos que alguien había adentro de la casona.
Ramón encontró una puerta que comunicaba el interior con la zona de la piscina e intentó entrar por allí, la ventana anexa nos decía que no había nadie adentro de ese lugar, además estaba a oscuras, tanteó la puerta y al comprobar que estaba cerrada, se arrodilló, sacó una linternita chica que se puso en la boca y una ganzúa, “cúbrame la espalda”, -me dijo y trabajó en la puerta hasta que se escuchó el “clic” que nos faltaba-. “Se aprende de todo un poco siendo policía de Drogas Peligrosas”, -murmuró, yo sólo le palmeé el hombro-.
Entramos tratando de no hacer ruido con la puerta y dimos con una especie de lavadero, la linternita de Ramón apuntando al suelo nos alumbraba bien y desde ese lugar pasamos a lo que era la cocina, aquí la puerta estaba abierta y se escuchaba el sonido de la televisión encendida. Me asomé con cuidado presto a saltar sobre quien fuera, la mano que apretaba la empuñadura de la pistola estaba firme, pero no tensa, segura y sin temblores, yo estaba calmado y con todos mis sentidos “afilados”, a Ramón se lo notaba igual.
No había nadie frente al televisor, ni siquiera dentro de esa habitación que parecía el living de la casa, pero nos llegó una voz desde el interior, “dale boludo, apurá con esa pendeja que nos tenemos que ir al boliche”, había un pasillo desde dónde provenía esa voz y Ramón me hizo una seña indicándome que era uno y caminaba hacia donde estaba yo, escondido detrás de la pared que comunicaba el pasillo con el living.
La cara de sorpresa del tipo cuando me paré frente a él era para filmarla, no llegó a emitir ningún sonido, el golpe aplicado con fuerza con el canto de la mano libre sobre el costado de su cuerpo fue impecable e implacable, fueron dos únicos sonidos apagados, el golpe en el cuello y el cuerpo del tal Félix que caía desmoronado. Ramón se movió rápido, le puso una cinta de embalar sobre la boca y le giró el cuerpo para ponerle las tiras de plástico en las muñecas y en los pies, luego de palparlo de armas ahí quedó, desmayado e inmovilizado.
Nos movimos los dos hacia la habitación del fondo que estaba iluminada y donde suponíamos que, acorde a lo que habíamos escuchado había gente. Nos asomamos y el cuadro nos hirvió la sangre a ambos. El tipo alto, que se notaba que era un muchacho, nos daba la espalda, tenía los pantalones a la altura de la rodilla y penetraba a una chica jovencita a la que sólo se le veía la cara, los brazos abiertos en cruz y atadas sus muñecas y tobillos a un madero inclinado y en forma de “X”.
Esta vez el más rápido fue Ramón, dio dos zancadas y ante la cara de horror de la chica, le aplicó al tipo un golpe en la parte baja de la cabeza sosteniendo en la mano abierta todo el cuerpo de la pistola. Ni “ay” dijo y se desplomó al piso para quedar boca arriba, las piernas abiertas y el pene, de respetables dimensiones, totalmente erecto.
Le vi la intención a Ramón y sólo me acerqué rápido a la chica desnuda para evitar que mirara, no llegué a tiempo, pero ella cerró los ojos y esbozó un gesto como de dolor cuando el ex policía estrelló con fuerza el empeine de su pie en los genitales del caído, hasta a mí me pareció sentir dolor, por lógica, el tipo desmayado no acusó el impacto. Luego hizo lo mismo que con el otro, le tapó la boca y le ató las manos y los pies con esposas de plástico dejándolo semidesnudo.
La chica tenía una bola en la boca que estaba atada con una cuerda por detrás de su cabeza, esto le impedía hablar o gritar y se le notaban golpes en los muslos, estómago y sobre las tetas, no parecían ser recientes y los moretones indicaban que habían sido hechos con una vara o con una fusta. Le saqué la bola de la boca y le pregunté en voz baja si había más tipos en la casa mientras Ramón la soltaba cortando las cuerdas que ataban las manos y las piernas. No hablaba, estaba muerta de miedo y a punto de aflojarse toda, posiblemente por desmayarse.
Ante esto Ramón se incorporó después de soltarle los pies y le cacheteó la cara diciéndole que habíamos ido a rescatarla, eso pareció hacerla reaccionar, “deben estar allá”, -nos dijo levantando apenas la mano y sin darnos ninguna indicación concreta-. Había varias habitaciones y no nos quedaba más remedio que recorrerlas una por una, incluso por nuestra propia seguridad.
Ramón me señaló a la chica y me preguntó con la mirada que haríamos con ella, como no terminaba de reaccionar le di una campera grande, tipo camperón que estaba sobre una silla y le dije que se la pusiera, había que llevarla con nosotros. Nos quedaban cinco habitaciones y fuimos entrando en cada una de ellas dejando a la chica afuera de la misma, salvo en una en que había dos camas de plaza y media y un placard, en ninguna otra se notaba el uso y, a más de muebles pasados de moda y suciedad, no encontramos a nadie.
Después de salir de la tercera habitación noté que la chica se sentía más segura, quizás porque se tapaba su desnudez o porque nos vio actuar como una especie de equipo de rescate y nos dijo que en la siguiente habitación se filmaba y en la última estaban las chicas. El pasillo hacía una “L” y nos metimos en un cuarto en que había dos cámaras portátiles grandes apoyadas sobre un mueble, una gran cama de sábanas negras, reflectores y varias pantallas reflectoras de distintos colores.
También había allí una computadora y sacando una navaja suiza de varios complementos, Ramón se puso a desarmar un panel del CPU, “me dijo Andrea que toda la información de una computadora está en el disco duro, si se saca el disco queda vacía”, -expresó guardando el disco en el bolsillo de la campera y además sacó los casette-archivos de las cámaras-, yo sabía de eso, pero no lo había pensado al tener la computadora y las cámaras enfrente, era indudable que el “operar” del ex policía me llevaba varios cuerpos de ventaja.
En la última habitación no encontramos a nadie, estaba vacía, salvo por algunos muebles dispersos, un mueble grande que ocupaba gran parte de una pared y una mesa de comedor con seis sillas en el medio de ésta. Los dos miramos a la jovencita porque ni rastros de que estuviera allí ninguna otra chica.
No nos dijo nada se adelantó y se acercó al mueble grande, el que intentó abrir haciendo fuerza desde un costado, “nos tenían acá adentro”, -dijo sollozando- entonces nos unimos nosotros dos para tratar de abrirlo, no hubo caso y fue Ramón quien opinó que era parecida a la mía y encontró una tecla como de veinte centímetros por diez, disimulada al fondo de unos de los estantes, la pulsó y el mueble se movió lo suficiente para poder pasar.
Apareció una puerta más chica y gruesa que abrí aplicando una patada cerca de la cerradura, entré y me encontré con una casi total oscuridad, sólo podía ver algo por la luz que proyectaba la habitación en que nos encontrábamos antes. Ramón se dio cuenta y buscó una tecla de luz en la pared, había una con tres pulsadores y oprimió el único que estaba en una posición distinta. El cuarto oscuro, frio y sin ventanas se iluminó con una luz mortecina y vimos a las dos chicas restantes, muertas de miedo, desnudas y abrazadas en un rincón.
La que venía con nosotros corrió a abrazarlas diciendo que habían venido a rescatarlas, las tres se abrazaron apiñándose y comenzaron a gritar, a reírse y a llorar, lo único que pregunté es quién era Elizabeth, una levantó la vista para mirarme y vi que era la de la fotografía que yo tenía, no dije más nada, las dejé que siguieran desahogándose. Ramón me hizo salir del cuarto para hablar tranquilo…
- Los tipos no nos sirven para nada, aun si averiguamos quien es que los protege, no es un tema en que nos convenga meternos.
- Tenés razón, ¿qué idea tenés? -Era evidente que tenía pensada su propia solución-.
- Busquemos ropa para las chicas, en algún lado deben estar las que tenían y nos las llevamos de aquí. Yo me ocupo de los tipos.
- Está bien, pero, ¿cómo hacemos con las chicas?, nosotros tenemos guantes, no dejamos huellas y estimo que las huellas de ellas deben estar por toda la casa.
- Voy a tratar de borrar las lógicas, pero, de alguna manera hay que involucrarlas y hacerles entender que, si abren la boca, pueden ser acusadas de cómplices o ser perseguidas por venganza por los tipos de una “X” banda de Tratantes de Blancas.
Tenía una idea acabada de lo que pensaba hacer Ramón con los dos tipos, yo mismo estaba tentado de cortarlos en tiritas, pero… las chicas nos habían visto la cara, estaban buscadas por la policía y si las interrogaban podíamos quedar expuestos. Luego de que las chicas se calmaron me fui con ellas a tratar de ubicar sus ropas y de paso, a hacerles saber que tenían que urdir una historia en que no nos involucraran a nosotros dos.
Ubicamos las ropas, sus documentos y teléfonos en el placard de la única habitación que se usaba y mientras se cambiaban, la mayor de ellas que tenía dieciocho años dijo que podrían decir que dos hombres encapuchados las rescataron, que redujeron a los secuestradores y que habíamos llamado al padre de una para que las viniera a buscar, que no sabían que había pasado con los tipos que las secuestraron.
Otra historia que cuadraba era decir que las tres habían decidido alejarse un poco de la custodia de los padres, que estuvieron solas en la casa de fin de semana de uno de ellos y decidieron avisar al quedarse sin dinero. Esto podía cuajar y fue una idea que se le ocurrió a Elizabeth, esta idea me hizo pensar en llevarlas con el padre y la madre de Elizabeth, precisamente los que me habían contratado, para que apoyaran esa historia, incluso llevarlas a la casa de fin de semana y tenerlas ahí un par de días.
Se pusieron de acuerdo las tres en decir eso, claro está que antes de eso les metí un miedo tremendo al decirles que, si hablaban de más o se hacía mención a lo sucedido esa noche, se exponían ellas y a toda su familia por las represalias de alguna organización que se dedicaba a la Trata de Mujeres, lo mismo les diría a mis clientes.
Todas habían caído con el cuento del “noviecito”, dos con el tal Félix y otra con Julio, que era el que recibió esa hermosa patada que le debía haber emparejado los huevos con la nuez de Adán, eran a los dos únicos que habían visto. Ellas provenían de familias de buena posición, eran caprichosas hijas únicas y después de la fea experiencia estaban desesperadas por encontrarse con sus padres.
Nos pusimos de acuerdo con eso y cuando regresamos con Ramón, éste estaba limpiando con un trapo, los picaportes, mesas, sillas y toda superficie lisa que pudiera tener huellas, ya lo había hecho en los dos baños de la casa y les pidió a las chicas que no tocaran nada más. Los tipos ya no estaban y me hizo saber que los había llevado al cuarto “secreto”. Le conté lo de las chicas en la casa de fin de semana y estuvo de acuerdo.
Lo siguiente era ir a buscar el coche, lo hice yo y Ramón se quedó esperando con las tres chicas detrás del portón abierto, apenas estacioné sobre el cordón entraron las tres en la parte trasera y Ramón lo hizo por la puerta delantera del acompañante, no bien se sentó comprobó que las chicas se hubiesen agachado para que no vieran el lugar de dónde salíamos ni que las vieran a ellas, yo lo había hablado cuando me esperaban y las chicas cumplieron.
No le dije nada, aun sabiendo que no podrían verlas por los vidrios polarizados, que no supieran de dónde habían salido y cuál era el lugar en que estuvieron, era importante. Luego de un rato en que viajaron agachadas sin ver el lugar del que nos íbamos, encaré directamente a la casa de fin de semana de los padres de Elizabeth y mientras íbamos en camino, los llamé por teléfono, eran un poco pasadas la una de la mañana y me atendió preocupado y con cierto temor que se le adivinó en la voz.
- Martín, hola Martín, ¿qué pasó?, ¿tiene novedades de mi hija?, ¿se sabe algo?
- Dígame Martín, ¿se sabe algo de ella?, -preguntó la madre a la que también escuché un tanto alterada-.
- Quédense tranquilos, la chica está conmigo, pero necesito que me hagan un favor, vengan los dos solos a su casa de fin de semana y traigan ropa para tres chicas, no les puedo explicar por teléfono, esto necesito explicárselos personalmente, ya les paso con ella.
Le di el teléfono a Elizabeth que se largó a llorar cuando hablaba con sus padres y se deshacía en pedidos de disculpas, pero, cuando pretendía contarles más, Ramón le hizo señas con los dos dedos para indicarle que cortara la comunicación. “Si se quedan escuchándote, van a tardar más en llegar a la casa, después vas a tener tiempo”, -le dijo a modo de explicación que ella entendió-. Les avisé a las otras que cuando cargaran sus teléfonos podrían llamar personalmente a los padres, no hubo “peros” por esto.
Primero había pensado en llevarlas a la casa principal y explicarles allí la idea que había tenido la hija, pero, lo ponía en un compromiso enorme al hombre, puesto que él tendría que llevar a las chicas a la casa de fin de semana y debería moverse en el auto junto a tres chicas que estaban siendo buscadas como secuestradas. El riesgo era enorme, pues si lo paraban en algún puesto policial de control, le sería difícil explicar el porqué de esas “pasajeras”.
Pregunté cómo estaban de hambre y como ya estaban tranquilas pareció que se les despertaba, por eso paré en un Mac Donald que estaba abierto y compré tres hamburguesas grandes con gaseosas, quedó completamente de lado el tema de “cuidar la línea”, se pusieron a comer con ganas mientras seguíamos viaje. Ramón las miraba con una sonrisa no exenta de ternura, vaya uno a saber lo que le pasaba por la cabeza, pero de algo estaba seguro, había actuado con rapidez, profesionalismo, con pocos escrúpulos o ninguno y se sentía complacido de haber liberado a las chicas.
Afortunadamente la casa de fin de semana de los padres de Elizabeth no estaba en un barrio cerrado y pudimos esperarlos estacionados frente al portón de entrada, la mayor se llamaba Azul, la que desatamos con Ramón se llamaba Rocío y nos contó que hacía dos días la había golpeado el hijo de puta de Julio porque había tratado de escapar, en líneas generales no las habían tratado mal, salvo por el tema de las relaciones sexuales, pero ya las habían tenido antes, además, supieron que serían filmadas después de la “subasta” que harían con gente conocida de ellos y eso es lo que les daba más miedo.
Unos veinticinco minutos después llegaron los padres de Elizabeth y después de los abrazos y pedidos de perdones, amén de las presentaciones con las otras chicas, entramos en la casa, nos sentamos para arreglar el asunto de la idea pergeñada, la aceptaron sin tener ninguna duda y quedaron de acuerdo para que las chicas llamaran a sus padres en la mañana e hicieran el paripé de todo su arrepentimiento con previa anulación de las denuncias.
Las chicas se fueron con la señora para bañarse y cambiarse, pero antes se despidieron de nosotros, dejando en claro que estarían agradecidas de por vida y todo ese “piripi”. El padre de Elizabeth se sentó con nosotros y nos preguntó dónde las habían tenido secuestradas y que había pasado con los secuestradores, junto con eso agregó el asunto de los honorarios, agregando que sabía que no había dinero que pagara lo que habíamos hecho, no obstante, sacó la chequera.
- Deje de lado el tema de los honorarios, usted sabe que yo no necesito cobrar, me doy por bien pagado por haberlas liberado a todas, lo único que le pido es que no olvide nunca que nos debe una grosa. Con respecto al lugar, creo que las chicas no saben dónde estuvieron y es mejor que nadie lo sepa. Con los secuestradores, bueno con ellos…
- Le aseguro que no los verá más y nadie los molestará, esos tipos no merecen ninguna misericordia, -acotó Ramón y la dureza de su mirada provocó escalofríos en el empresario y a mí también, para que negarlo-.
No sabía cómo demostrar su agradecimiento y pedirle que le prestara más atención a la hija quedaba un poco fuera de lugar, lo único que quedó es despedirnos y regresamos en un viaje tranquilo y sin sobresaltos, pero con la tranquilidad y la satisfacción de saber que todo había salido bien. Ramón estaba callado y no pude resistir la tentación de preguntar…
- Ramón… ¿Qué pasó con esos dos idiotas?
- Debe haber muerto desangrados y encerrados en un cuarto secreto que sólo ellos conocían, es lo que se merecían, no volverán a joder a ninguna otra chica, -contestó conciso, duro, cortante y no hizo falta preguntar nada más-.
Me dediqué a prestar atención al camino pensando en hablar con Andrea, para que no se siguiera haciendo “películas” sobre mi supuesto enojo, también se me cruzó por la cabeza que tendría que ver el tema que aquejaba al otro empresario, aunque con éste me quedaría esperando a que me llamara su esposa, “la gritona” pintaba bien y no pensaba dejarle pasar ninguna.
Continuará… GUILLEOS1 agradece comentarios y valoraciones.
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