EL DETECTIVE PRIVADO. (21)
Tomo decisiones para mi vida, me importó más aquello de, “más vale prevenir” que los sentimientos y paso días internado..
DECISIONES – (21).
Cuando Andrea vino por la Clínica la acompañó hasta mi habitación un guardia de seguridad y, antes de dejarla entrar a la habitación, pasó primero él para preguntarme si la quería recibir. Me di cuenta que esa Clínica funcionaba de una manera muy particular o quizás era así para los pacientes VIP, el caso es que le dije que sí y que le tomaran los datos porque sería la única persona a la que recibiría.
“La ratita” entró con cara de preocupación y me ayudó a incorporarme un poco para sentarme en la cama, “¿es verdad que sólo fue apendicitis?, te tienen custodiado como si fueras un Jeque árabe” … “Sí, es verdad tonta, me va a salir carísima esta internación, jajaja, si todavía dudás, hago como hacen muchos en estos casos, te muestro el pedacito que me extrajeron, seguro lo tienen en un frasquito, jajaja”. Luego de eso se distendió y me contó que había hablado con Alicia y que como estaba todo en condiciones en el pent-house, le había dicho que se tomara franco, que le avisaríamos cuando yo volviera.
Le pedí que saliera y me comprara otro celular porque yo no había apagado el mío, pero lo haría no bien tuviera uno nuevo, del cual, ella sola tendría el número. Salía para cumplir el pedido y se iluminó mi celular que estaba sobre la mesa de luz, lo atendí porque me acusaba que era Gloria quien llamaba, me imaginé para que lo hacía y con ella no tenía ningún problema.
- Hola belleza, ¿qué hacés levantada a la madrugada?
- Hola Martín, estoy durmiendo a los saltos porque me llama Candela a cada rato, dice que no le querés atender el teléfono, no te puede ubicar y creé que rompiste con ella. ¿Qué pasó?…
- ¿Me vas a decir que tu hija no te contó lo bien que actuó después de saber lo que le había tocado de herencia?… ¿No te dijo que “mostró la hilacha”?… Ella tendría que saber que si no la atiendo es porque no estoy en condiciones de hacerlo sin insultarla.
- Sí, a vos no te puedo mentir, me contó todo y la forma en que te trató, si la hubiera tenido al lado le llenaba la cara de sopapos, pero ella te quiere, no tengo dudas de eso y reconoce que se equivocó, ¿por qué no le das una oportunidad?…
- ¿Otra?, querrás decir otra. Voy a ser claro contigo, no porque sos la madre sino porque sos Gloria. Yo también la quiero y es lo que más me duele, vos tenés claro que ya hubo una oportunidad, ella me prometió que cambiaría y no se comportaría como una pendeja caprichosa, bastó con que se sintiera, de alguna forma, liberada, protegida y con respaldo y le salió la “nena bien”, puso de manifiesto un trato caprichoso, prepotente, altanero y, y, y… yo estoy criado distinto.
- Lo sé, lo sé, ya me contó tu tía Alicia en su momento como eras, además, me lo demostraste, vos sabés como te adoro y me duele mucho esto, pero creo que todo es porque ella no tiene experiencia, los novios o amigos que ha tenido siempre fueron “manejables”.
- Yo de “manejable” no tengo nada, a eso le tenés que sumar los golpes que recibí y ahora pasa que, directamente no aguanto determinadas cosas. Hacete una composición de lugar, ¿qué sucedería si llegamos a casarnos y ella se comporta igual?, ¿qué tengo que hacer, colgarla de un árbol? Creo que lo mejor es que nos tomemos un tiempo, puede que ella adquiera experiencia y yo la vea distinta, no puedo estar con ella esperando que salga con alguna boludez de ese tipo, ni puedo estar diciéndole a cada rato como soy o dejo de ser.
- Decime por lo menos adónde te fuiste para que baje la cabeza y te vaya a buscar, que dé la cara y reconozca sus errores, haceme ese favor.
- Aún me duele la desilusión y no estoy llorando en los rincones, esto no pasa por no querer decirte sucede que, estoy internado en una Clínica dónde no permiten que nadie me visite, según la Doctora que me atiende, tenía tanta bronca, se me juntó con una mala comida y me explotó el apéndice, me operaron de urgencia y zafé de suerte, tengo para casi una semana de internación, pero no quiero que le digas, lo que menos pretendo es que se arrime por lástima o para remover mis broncas.
- ¡Oh, por Dios!, ¿cómo estás ahora?
- Estoy bien, se produjo una peritonitis, me operaron de urgencia y tengo que tomar un coctel de antibióticos, pero insisten en que no tengo que estresarme y que ella aparezca no me va a ayudar, de hecho, ahora mismo están esperando para que les entregue el teléfono, me lo devolverán en dos o tres días cuando mejore mi situación. El tema es claro, primero yo y mi salud, después veremos.
- Le conté al padre algo de lo que sucedió y está furioso con ella, quiere sacarle la confitería.
- Eso es una idiotez, no pueden ponerse a protegerla ni a castigarla, ella es una persona adulta y dueña de sus decisiones y de sus consecuencias, pero algo tendrá que hacer porque no podrá dividirse, tendrá que decidir a que dedicarse, no te enojes Gloria, tengo que entregar el teléfono, cuando salga de aquí te llamo, besos.
- Cuidate Martín, yo también te mando besos.
Creí tener solucionado el problema de Candela y no me sentía nada bien en lo anímico, incluso me ponía mal no habérselo dicho directamente a ella, me puse a pensar que quizás yo todavía no estaba hecho para tener una pareja estable y se me volvió a juntar todo. Comencé a sentir como que me bajó la presión, empecé a marearme, a transpirar frio y me dieron ganas de vomitar. Alcancé a pulsar el botón llamando a Flor y no pude evitar vomitar bilis, era lo único que tenía en el estómago. Flor me acostó de nuevo y llamó con urgencia a la Doctora mientras la habitación parecía dar vueltas.
Rápidamente vino la Doctora Adelina, me tomaron la presión, me sacaron sangre, controlaron otros posibles síntomas, efectuaron un electro y me hicieron tomar sorbitos de agua mineral, me estabilizaron y cuando me volvieron los colores la vi a “la ratita” en la puerta, estaba más pálida que yo apretando contra su pecho una caja azul.
Llegaron a la conclusión que el antibiótico era demasiado fuerte y me había afectado, la Doctora ordenó que me dieran algo de comer porque el medicamento estaba actuando sin que tuviera nada en el estómago, sin embargo, yo pensaba que era por la conversación que había mantenido con Gloria y mi cabeza que me jugaba en contra. Me trasladaron para hacerme una tomografía y Andrea me acompañó tomándome de la mano y caminando al lado de la camilla, llevaba en la otra mano la caja del celular que había comprado. Ya frente al tomógrafo le dije que volviera a la habitación y pusiera a cargar el celular nuevo, primero se negó y cuando cambié la cara se fue diciendo que me esperaría allí adentro.
Me regresaron como a la hora y, por suerte, había salido todo bien. Debido al traqueteo Flor dijo que me volvería a cambiar las vendas y le pedí que la dejara a Andrea en la habitación mientras lo hacía, era extraño, la presencia de “la ratita” en la habitación me otorgaba una paz que no conocía. La herida de la operación había sido más grande que lo que se estilaba, pero no había sufrido daños y estaba cicatrizando normal. Se quedaron las dos charlando y bromeando y Flor nos explicaba por qué la herida había sido más grande de lo normal, parece que tuvieron que limpiar más de lo esperado.
Ya había oscurecido cuando vino el relevo de Flor y me dejaron a cargo de una señora gordita, chiquita y más que simpática que se presentó como Carmela, “soy todo tuyo Carmela, pero pienso dormir toda la noche después de cenar”, -le dije sonriendo-… “Eso espero, quiero tener una guardia tranquila”, -me contestó en el mismo tono-.
Antes le había dado a “la ratita” la llave del pent-house para que cenara allí de la comida que había preparado Alicia y que usara el lugar a su consideración, parecía una tontería, pero la Informática se puso muy bien con eso y no se cortó para besarme en los labios, diciendo: “Te voy a usar el jacuzzi hasta gastártelo”, no le importó la presencia de Flor que se sorprendió cuando escuchó “pent-house” y “jacuzzi”, noté que se quedó pensando, pero no dijo nada.
Esa noche descansé como nunca y se me dio que algún medicamento influyó en esto, algo a lo que no le di importancia, necesitaba esos días de completo relax. El día pasó normalmente, le avisé a Andrea que no era necesario que viniera y me dijo que era mejor porque estaba preparando otra serie de conversaciones telefónicas para el Fiscal, la única nota que se podía llamar discordante fue la atención de una enfermera flaquita, 100% de efectividad en lo profesional, pero cero% en empatía, me lo tomé con calma, esperaba la llegada de Flor, ya había visto el anillo en su mano izquierda y que estuviera casada era lo que menos que me importaba.
La mañana fue tranquila y el relevó a la “simpática flaquita” lo tomó un enfermero joven como de unos treinta años, de nombre Jorge y fue en todo momento muy amable y servicial, él me acompañó al servicio para que probara como me movía y si mis piernas no me fallaban, todo anduvo bien y me permitió darme un regio baño, ya bañado y con el perfume que me había traído Andrea, me sentía un tipo distinto, hasta la comida del mediodía me resultó deliciosa.
A la tarde apareció Andrea, yo estaba sentado en la cama leyendo una revista que había mandado a comprar, se puso bien viendo mi mejoría, me saludó con un beso y me contó que habían aparecido conversaciones comprometidas en los casos que llevaba el Fiscal y tanto él como el Comisario estaban contentos con eso. Me alegré por la noticia y le alabé la vestimenta, calzada con botas de caña alta y de pollera estaba sencilla, pero muy bonita, además de apetecible, no tenía lentes, aunque el color de los ojos había cambiado, eran de un celeste fuerte, índice evidente de que los lentes de contacto de colores le quedaban muy bien.
No me aguanté y cuando se puso a mi costado aduciendo que quería ver lo que estaba leyendo, pasé una mano por debajo de la pollera y acaricié sus nalgas desnudas pues lo único que noté fue la tira de la tanga, “no me tientes porque trabo la puerta, me subo a la cama y te doy una cabalgada de aquellas, jajaja”, -dijo divertida-. Preferí aguantar y retiré la mano, en la cara y los gestos se notaba que “la ratita” estaba dispuesta a hacer malabarismos para sentarse sobre mí.
- Mejor no lo intentamos, la herida cicatriza bien, pero con las ganas que te tengo, seguro que saltan los puntos, jajaja, me alegro de verte contenta, ¿almorzaste en el pent-house?, -le contesté y pregunté-.
- Sí, pero antes me bañé en el jacuzzi, fue una delicia y más delicia fue la comida de Alicia, cocina como los dioses esa señora. Ahh, otra cosa más, llamó Candela, dice que mañana o pasado te devuelve el auto, según dijo compró uno nuevo, estaba mal y me comentó que había hablado con la madre y está dispuesta a respetar tus tiempos y que, si llamabas, te avisara que esto es lo mejor porque está llena de problemas, no me dijo cuáles.
- Ya me dijo Gloria que el padre está enojadísimo, le quiere cerrar la confitería, me imagino que habrán tenido algún tipo de charla familiar, espero que esté bien, que tengamos diferencias no implica que le deseé ningún mal.
- Me habló algo sobre las Estancia o las visitas a las Estancias, pero no le entendí bien.
- Bueno, dejemos eso de lado, cuando esté mejor hablaré con ella, aunque me estoy haciendo a la idea de dar una vuelta de página, la madre no me dio muchas esperanzas respecto a que vaya a cambiar su modo de ser.
- Que frio que sos, parecía que estaban tan bien…
- No es cuestión de frialdad, esto me jode y no me hace ninguna gracia, pero prefiero hacer de tripas corazón ahora y no penar el día de mañana, venía todo bien, aunque es evidente que somos incompatibles en determinadas cosas y a mí con una figurita decorativa, por más linda que sea, no me conformás y con ella debe pasar otro tanto, jamás dije que fuera fácil tratar conmigo.
- También llamó Ramón, lo de Luisa está evolucionando bien y todas las pruebas resultan satisfactorias, no le dije nada de tu operación, ni lo de Candela.
- Hiciste bien, ellos están pasando por sus propias incertidumbres y no hay que cargarles pálidas. ¿qué pensás hacer hoy?
- Nada, pensé en tener una charla con la locutora para cortar eso, pero me ganó de mano, parece que se buscó otra pareja. No me afectó, al contrario, fue una sola vez y su decisión me vino bien, estos de la farándula son de lo que no hay, hoy se enamoran y dicen estar en las nubes, a los dos días se separan y al otro día ya tienen pareja nueva, parece que fuera un deporte, buscan, encuentran, disfrutan un tiempo y vuelven a buscar, no sé si me causa gracia o pena por ellos.
Después charlamos de variedades, me contó que iba a aprovechar para ir a visitar a la madre, pero que antes pasaría por el supermercado para llevarle algunas cosas, había compuesto su relación con ella y no quería que decayera, le dije que utilizara mi automóvil y me contestó que lo pensaría. Luego de un rato más en que manifestó que no sabría manejarse bien con mi auto, expresó que si le quedaba tiempo pasaría a ver como la estaba pasando Gerardo, aunque ya no se hacía muchas ilusiones debido a su estado mental.
Cuando Andrea se fue, después de darme unos besos que estuvieron a punto de ser más que apasionados y apenas frustrados por el ingreso del enfermero, me quedé pensando en ella, “la ratita” era de “fierro”, ya me lo había demostrado al viajar a Colonia por el asunto de las joyas de Ana, estaba atenta a lo que a mí se me antojara, era inteligente, viva para darse con la gente “de la calle”, despierta, leal, fiel, en la cama era maravillosa, nos complementábamos al 100% y aunque no tenía el físico de Candela, no pasaba desapercibida estuviera dónde estuviera.
Sabía que dejar de pensar en Candela o dejarla de lado me iba a costar, por más que se lleve bien, una rotura siempre es un fracaso, tampoco quería apurar nada con Andrea, no quería que fuera “el clavo que saca a otro clavo”, ella no merecía eso y yo tampoco quería apurarme. Ejercicios físicos no podía hacer, pero ejercicios de meditación y concentración no me afectarían en absoluto y con eso me entretuve, estuve como una hora o más con esto, hasta que apareció un médico jovencito que junto con el enfermero limpiaron la herida y cambiaron el parche de vendas.
El médico me hizo saber que la herida cicatrizaba a pasos agigantados y me pidió que tratara de caminar para aflojar un poco los músculos, le dije que lo haría para conformarlo, pero no me pasearía como un león enjaulado dentro de la habitación, luego se retiraron los dos y me dijo el enfermero que ya estaba por venir el relevo y se despidió.
Media hora más tarde apareció Flor, la enfermera vestía el conjunto de casaca y pantalón típico y zapatillas con un poco de taco, estaba resplandeciente y tenía poco maquillaje, pero lo suficiente para resaltar los ojos pícaros. “¿Cómo estás enfermito?, espero que bien, no te imaginás las películas que me hice, ¿andás con ganas de hacer pis?, -preguntó sonriendo y saludándome con un beso de piquito-, le comenté que estaba bien y mientras ella miraba las informaciones en la planilla de mi historia clínica, le comenté que había caminado.
- Eso nos va a venir bien, después te explico porque, primero te quiero hacer una pregunta relacionada con tu trabajo.
- Vi que tenés anillo, ¿andás queriendo espiar a tu marido?, jajaja.
- Algo de eso hay, ex marido en todo caso, hace seis meses que estoy separada y el anillo lo uso para sacarme de encima a los babosos, ¿salen muy caros los servicios de tu agencia?
- Eso depende, habría que ver que es lo que querés hacer.
- Si se pudiera, pasarlo por encima con un camión. Trabajaba en una empresa como vendedor viajando al interior del país, de buenas a primeras, dejó el trabajo y se mandó a mudar con una menor de diecisiete años. Aparte de dejarme en banda, tuve que aguantar a la policía haciendo un allanamiento porque los padres de la chica hicieron una denuncia de secuestro. Tengo un hijo de ocho años, no te imaginás el susto que se llevó, para colmo estaba al cuidado de una sobrina.
- Sé cómo es eso y me imagino el susto de tu hijo y tu sobrina, pero, reitero, ¿qué es lo que querés hacer?
- Tratar de ubicarlo, la policía no lo busca más, tampoco se calentaron demasiado y en cuanto lo encuentre lo mando al frente para que lo detengan, dinero no tiene y no le puedo sacar nada, pero la bronca por la humillación todavía me dura.
- Mirá, vamos a hablar claro, yo te lo puedo hacer buscar, no es sencillo, pero, si tenemos suerte, no será tan complicado, estos casos de separaciones conflictivas me rompen un poco las pelotas…
- Pará, pará, si te jode lo dejamos acá, se me ocurrió preguntarte, pero si es para problemas, bastante tengo ya.
- Flor, Flor, el problema no es con vos, lo que sucede es que entrás en el combo, la mayoría de las mujeres, en lugar de buscar soluciones, se complican la vida sola por pretender que el tipo pague. Vamos a hacer una cosa, ayudar te puedo ayudar y olvídate del tema del dinero, pero antes te voy a plantear otro tipo de soluciones que te van a convenir más, primero voy a cenar y después cuando tengas un rato libre vení y lo charlamos.
Le dije eso porque escuché que se había detenido en la puerta el carrito con la comida. No me costaba nada ayudarla o tratar de ubicar el paradero del “fulano” en cuestión, lo que sucedía es que me molestaba la actitud de las mujeres, en este caso, pretendía que detuvieran al marido, tenía broncas y se las pensaba sacar de ese modo, pero, eso no la ayudaba en nada, mucho menos al hijo.
Mi idea era convencerla de hacerle pedir el divorcio definitivo y que se dedicara a ella y al hijo, incluso después podía pedir prisión por falta de manutención, en definitiva, estaría libre y se sacaría ese peso de encima. Además, no sabía si era de “cascos veloces” y sólo se quería sacar un gusto conmigo porque había descubierto algún “apéndice cilíndrico” que le gustaba o ¿acaso ella también tenía sus “muertos en el placard”? Apareció después de comer, me hizo algunas revisaciones y me dijo que volvía en un rato.
Luego de que se fue me empecé a sentir mal conmigo mismo, pensar que me podría estar demostrando algo que no era me jodió. Nunca me había pasado, tenía por cierto que las personas mienten y siempre tratan de llevar “agua para su molino” cuando aparecen los problemas, eso era algo que lo tenía asumido, por eso fue el aprendizaje respecto a las actitudes y los gestos, pues me ayudaba mucho a confiar en quienes me rodeaban o por los que me atraían de entrada y en el caso de Flor podía ser así, primero le otorgué la confianza y luego dudé temiendo que me desilusionara.
Algo estaba fallando, no me sentía tan seguro y las meditaciones enseñadas por el Sensei no me ayudaban, hasta llegué a plantearme que Candela estaba a mi lado por el dinero que tenía o que Gloria la incentivaba para no perder a ese “partido” o que quienes me rodeaban, Andrea, Luisa, Ramón y ahora Alicia estaban a mi lado porque les convenía … ¡La puta madre!, yo no era así y me puse a pensar mucho en esto. A los de afuera los podía manejar, no me interesaba lo que querían o pensaban, llegado el caso los descartaba, el problema se me daba con los “de adentro”.
No estaba muy seguro de poder sobrellevar esa posible desilusión. Menos mal que Flor tardó bastante porque me ayudó a tratar de pensar un poco más y todo me llevó a darme cuenta que el único culpable de la gran desilusión que Candela me provocó era yo. El tema de la oportunidad anterior me había jugado en contra porque me cegué por posibles sentimientos y había bajado la guardia dejando de observar modos y actitudes, el “directo” había sido devastador, de KO y me dejó “en la lona”. Concluí en que no cambiaría con mi entorno, era parte de mi esencia y de mi educación familiar, por ello, si alguno me desilusionaba, pues allá él o ella, no era a mí a quien debería afectar.
Flor abriendo la puerta me sacó de esos “matetes mentales” y entró diciendo que podía disponer de ella toda la noche, para hablar o para lo que quisiera y, tras cartón, trabó la puerta. La miré como interrogándola y expresé…
- ¡Toda la noche!, no creo que pueda aguantar, estoy convaleciente.
- No tonto, es verdad que quiero cumplir una fantasía con vos, pero, aunque muchos creen que las enfermeras somos todas putas, yo hace más de ocho meses que no estoy con un hombre y ese era mi marido. Sucede que cuando vi tu “pedacito” se me alborotaron las neuronas, aunque no sé si daré la talla, además, me interesa charlar contigo para saber cómo solucionar mis problemas, por lo menos para que me orientes.
- Bueno, bueno, aunque no lo creas, me acabás de aclarar un panorama medio confuso que tenía.
- ¿Por qué?, ¿dije o hice algo malo?
- Tenía dudas, querés castigar a tu marido y si te gusta acostarte conmigo o con otros hombres, de hecho, a mí me lo dijiste sin tapujos, estaría actuando como una hipócrita y eso no me agrada tanto.
- Pues te equivocaste, las cosas con mi marido andaban mal desde antes de que se mandara a mudar, sin embargo, nunca busqué algún sustituto y te aseguro que aquí los hay, porque mirar los miro, tal como hacen ustedes con las mujeres, pero jamás transigí con nadie a pesar de que me “atacan” por todos los flancos, lo tuyo es especial porque tengo una fijación desde chica con un miembro grande y era mi oportunidad, algo que de estar con mi marido nunca se me hubiera cruzado por la cabeza.
- A mí me parece perfecto que te hayas fijado en mí porque sos una belleza de mujer, pero no me des explicaciones, yo no estoy aquí para juzgarte, es más, me voy a aguantar las ganas de besarte y vamos a ver en qué te puedo ayudar con tu problema, lo otro se dará por decantación o no.
El tema fue que, luego de la “parada de chata” que me había dado Flor, la convencí para que iniciara el pedido de juicio de divorcio por abandono de hogar y manutención familiar, haciendo hincapié en que ella se debería de preocupar por encausar su vida y la de su hijo sin ese tema pendiente sobre sus hombros, los “peros” que me puso respecto a no tener un Abogado bueno o a los gastos que le insumiría todo eso, como no podría ser de otra manera, se los solucioné y el beso que primero fue de agradecimiento pasó a convertirse en uno de entrega, para mejor, recíproco.
Sus labios eran encantadores y como no me podía mover tanto, cuando bajé a besarle el cuello, ella misma se acomodó para que lo hiciera conteniéndose para abrazarme. Sentada en una silla que colocó al costado de la cama, se agachó y corrió las sábanas para hacerse dueña del ariete, la apretaba con suavidad usando las dos manos y los ojos le brillaban, la chaqueta pronto quedó a un costado, dejó las tetas a mi disposición y, aunque sólo podía llegar a una, la sentí plena en mi palma y mejor aun cuando su pezón endurecido respondía a mis pellizcos provocando gemidos de satisfacción.
Lamía desde mis testículos y ascendía a todo lo largo del tronco para terminar pasando la lengua por todo el glande, metérselo en la boca no le fue tan fácil y más de la mitad no pudo entrar, además, los dientes me rasparon en un par de oportunidades dejando claro que la mamada no era uno de sus fuertes, pronto dejó de hacerlo y me miró. “Desde que era adolescente soñé con tener un pene así a mi entero gusto y ya te habrás dado cuenta que no sé qué hacer con él, imagino que me van a doler hasta las muelas, pero quiero tenerlo adentro, vení, levántate de la cama y dejame que me estire en ella”, -pidió con voz dulce-.
Entendí porque me había dicho que era mejor que hubiese caminado y fortalecido, de algún modo, mis piernas, pues se tiró de bruces sobre la cama dejando sus pies apoyados en el suelo y me dijo que me pusiera detrás. Le bajé el pantalón elastizado que quedó en sus tobillos y moviendo una de sus piernas lo desprendió de una de ellas. Así quedó, con las piernas abiertas y aseguro que el paisaje era para levantar a los muertos, su culo era perfecto y su vagina, que no la cubría ninguna ropa interior, estaba humedecida por demás. No me bastaba con acariciarla, las manos no me alcanzaban y quise arrodillarme para hundir mi boca para deleitarme con labios y lengua en medio de sus nalgas.
El tirón de la herida hizo que me quejara y me dijo que no adoptara posiciones difíciles, “así es la mejor posición, no hagas tonterías, tratá de meterla y no hagas movimientos bruscos”, -dijo sacando la cara de las sábanas-. No obstante, a pesar del pedido, me puse a jugar con el glande recorriendo desde su clítoris hasta el agujerito más chiquito, lubricación sobraba y Flor se desesperaba moviéndose como una culebra, “no me hagas esperar, -dijo luego de tener un orgasmo pequeño-, metela despacio, pero metela, ya no me aguanto”.
No había dudas de que faltaba uso, tal como pasaba con la boca, no había habido mucha acción por allí y me costó avanzar, Flor se quejaba mientras mi verga penetraba sus carnes, la estrechez se hacía sentir, pero la vagina lubricada lo permitía. De a poco y, con un poco más de la mitad adentro, me paré para dejarla que se acostumbrara, “no te pares, metela hasta el fondo y después dejame a mí”, -pidió y entendí que merecía darse el gusto-. El caderazo no le arrancó un grito sonoro porque su cara estaba hundida entre las sábanas, pero se tensionó toda hasta que poco a poco se aflojó y comenzó a moverse ella sola.
Hasta allí había llegado con mi supuesta pasividad e hice dos o tres salidas y entradas fuertes, agresivas, a fondo, más no pude, otra vez el pinchazo se hizo sentir y moderé mis movimientos, no importaba tanto, a esta altura la que se movía con ganas, moviendo las caderas para atrás y adelante era Flor y la dejé porque el costado me dolía bastante. Traté de aislar el dolor y ayudé incursionando con mis pulgares en el agujerito del culo que se resistía, ganas no me faltaban, pero desistí de entrar en ese culito inexperto.
Los gemidos sordos de la enfermera se habían multiplicado y al notar que el vendaje estaba manchado de un color rosado traté de aguantar a que ella tuviera otro orgasmo y luego de éste, a medida que se recuperaba, salí de ella despacio y me subí a la cama, “¿qué pasó?, no sentí que terminaras”, -acotó y le señalé el vendaje manchado-. La pobre se puso pálida, me acomodó rápido en la posición requerida y acercó los implementos para curarme. Me lavó, me desinfectó la herida, me dijo que se había soltado un punto, me lavó con una toallita húmeda y se vistió para llamar al médico de turno, no sin antes perfumar el ambiente.
El médico de guardia, un hombre de unos cuarenta años que, a la vez era Cirujano, opinó que no era nada. La excusa fue que había caminado hasta el baño y me pidió que lo hiciera con cuidado bajando de la cama por el lado contrario de la herida y después se retiró indicándole a Flor que me pusiera una pomada cicatrizante. Ésta me pidió disculpas diciendo que no había querido que sintiera ese dolor ni que la herida se abriera…
- No hay problemas Flor, quedamos a mano, a vos también te dolió y también pareció como que todo se abría.
- Tonto, lo mío fue un dolor placentero, me costó, pero pude, eso es lo que más me importa, estoy como realizada.
- Eso que me quedó un pendiente, me tuve que entretener con los dedos.
- Jajaja, me salvó la campana, aunque estaba decidida a probar, ibas a ser el primero, siempre tuve terror por ahí y tu “chiquitín” no deja de ser amenazante.
- Ya habrá oportunidad, algún día que tengas franco podés pasar por casa.
- Prometido, aunque con una condición, me vas a tener que dejar bañar en el jacuzzi que dijo esa chica, Andrea, que tenés. De todos modos, esto está incompleto, vos no terminaste.
- No hay historia, no me urge, lo que me interesa que entiendas es que vos estás primero, con tu hijo, claro está, andá mañana al Estudio Jurídico y hace las cosas bien, nadie merece que estés perdiendo de vivir por buscar una venganza tonta, cuando te liberes de las broncas todo va a andar mejor.
- Gracias Martín, no tengo palabras y te aseguro que te haré caso en todo.
Después de ponerme la pomada y vendas nuevas se quedó a mi lado charlando de varias cosas más, se llevó mi nuevo número de teléfono y luego, a pesar de que el cansancio no era tanto, me dormí como un bendito. En la mañana, muy temprano, Flor me dio un hermoso e intenso beso para despedirse, pero no pasamos de allí, me sentía relajado y como no había mayores complicaciones me dormí nuevamente pensando en que en casa estaría mejor.
Volví a despertar como a las nueve cuando apareció la enfermera gordita a hacer los controles, ella me dijo que había venido más temprano y que yo estaba durmiendo muy plácidamente, lo mismo había pasado con el desayuno y que lo pediría nuevamente. La médica que vino después no era tan agraciada y pregunté por la Doctora Adelina, me contestó que no sabía bien, pero que le habían dado tres días de licencia por el fallecimiento de un familiar.
Eso, como que cerró el círculo, esperar por lo que podía pasar con la Doctora de color ya no era posible y activó mis ganas de pasar la convalecencia en casa. Después del almuerzo lo mandé a llamar al médico y le pedí que me diera el alta, primero se negó poniendo una serie de excusas, pero cuando se dio cuenta que la cosa pasaría a una discusión más seria en la que haría intervenir al Director de la Clínica, me hizo hacer una serie de análisis y me confirmó el alta para las últimas horas del día, me recetó lo que tenía que tomar, la pomada que debería usar y los antibióticos inyectables que debería colocarme.
Habían sido tres días, dentro de todo, agradables, pero ya no aguantaba más el encierro. Andrea tardaba, ya se había pasado más de una hora y media de la hora en que normalmente debería aparecer y me mordía ante las ganas de llamarla, aunque opté por esperar. Finalmente apareció dos horas después de lo que se acostumbraba, el horario de visitas ya había pasado, sin embargo, no le pusieron trabas para ingresar y cuando lo hizo me pidió disculpas por la demora…
- No pude venir antes, cuando estaba a punto de salir apareció Candela para devolverte el auto y dejó un cheque por lo que le habías prestado para comprar mercaderías. Primero se mostró compungida preguntando si sabía cómo estabas y dolida por el “pedido de tiempo”, pero terminó enojada diciendo que ella no necesitaba nada de vos afirmando que la experiencia no había sido de lo mejor. La dejé hablar porque parecía una descarga armada para sacarse culpas y de última terminó llorando a lágrima viva, la verdad, no la entendía demasiado y estuve a punto de echarla cuando me pidió quedarse un rato en el pent-house, por lógica le dije que no tenía las llaves y se volvió a molestar. Me pareció un poco desquiciada.
- Está bien, posiblemente lo esté y esos cambios de humor sean más habituales de los que nosotros conocemos, por algo de eso o por todo eso preferí apartarme, tiemblo al pensar que esa forma de actuar podría haberse dado en la convivencia. Mejor dejemos ese tema de lado, te cuento que hoy me voy a casa, tengo que conseguir a alguien para que me inyecte el antibiótico dos veces por día.
- ¿No me dijiste que Alicia, la cocinera, había sido enfermera?, en una de esas se anima, yo me prestaría a tocarte el culito, pero no sé dar inyecciones, jajaja.
- Vos podés tocarme el culo las veces que quieras, pero ahora cerrá la puerta con traba porque tengo ganas de pedirte que me ayudes a vaciar, ya te imaginás que… Jajaja.
“La ratita” no perdió tiempo ni necesito explicaciones, le brillaban los ojos y puso cara de pantera a punto de saltar cuando, después de trabar la puerta, se acercó a la cama soltándose el broche del jeans, “no te saques la ropa, no puedo hacer ningún esfuerzo, ni dejar que te subas a la cama” … “No importa, está todo bien, pero mover los dedos no creo que te joda la herida, sé adónde van a ir tus manos y con el jeans puesto no creo que puedas” …
Nos reímos los dos con su salida y se puso de forma acelerada a su tarea pidiendo primero que le empujara la cabeza. Me gustaba eso de Andrea, su entrega mostraba todas las formas de la calentura, de la pasión, de la ternura e incluso del humor. Ayudada por la presión de mis manos en su cabeza pronto tocó mi pelvis con su nariz y la sacaba de su boca dejando fluir su saliva, los ojos le lagrimeaban, pero no dejaba de insistir, gozaba con ello y me hacía gozar a mí.
Lo del empujón con las manos era sólo al principio y porque ella lo pedía, luego hacía todo sola y cada vez mejor, entonces solté mi mano izquierda, la otra quedó sólo apoyada en sus cabellos y con la de los dedos libres me ocupé de sus nalgas descubiertas y de su vagina empapada. Ella acomodaba sus caderas y rápidamente uno, dos y tres dedos jugaron con su agujero empapado mientras un cuarto acariciaba su clítoris. Hacía sonidos guturales producto de sus gemidos y trataba de exprimirme con los apretones de sus labios.
¿Cómo hacía, no tengo idea?, pero yo sentía moverse su lengua mientras se la tragaba toda y me otorgaba un placer extra. Una y dos veces fueron temblores y contracciones cortas y más que húmedas, hasta que tomé su clítoris con las yemas del pulgar y el medio, sólo se lo acaricié dándole un par de apretones y, como eso también me calentaba a mil, no pude contenerme y acabé en el fondo de su garganta mordiéndome para no gritar, para ella fue el detonante y sus gemidos parecían rugidos cuando cerró las piernas atrapando mi mano y dejándose ir.
Fue un “señor polvo” compartido y todavía temblaba cuando comenzó a limpiarme con su boca y a no dejar rastro alguno de semen o saliva, lo poco que faltaba secar lo suplantó con la sábana y se tiró cruzando el cuerpo en la cama, “estoy destruida, esto es cada día mejor y eso que faltó entrar despacito en mi culito, jajaja”, -dijo mirándome, apartando los cabellos de su frente transpirada y sonriendo satisfecha por el placer recibido-.
Yo estaba igual o mejor porque me sentía bien anímicamente y físicamente descargué todo lo acumulado. El caso es que esperó conmigo a que me trajeran el papel del alta, la mandé a abonar la factura con mi tarjeta de crédito y aproveché para cambiarme con la ropa que me había traído anteriormente, luego guardó todo en la misma bolsa de plástico utilizada para la ropa nueva y salimos abrazados para pedir un taxi, “yo estoy chocha con abrazarte, vos pensá que es para que no te caigas”, -expresó divertida y yo le seguí el tren-.
Al llegar al pent-house ya eran como las ocho de la noche y Alicia me estaba esperando, la había llamado por teléfono cuando Andrea me dijo que ella podría darme las inyecciones, ni lo dudó, sólo me pidió que comprara la medicación mientras iba para mi casa y eso fue lo que nos demoró porque esa compra la hizo Andrea mientras la esperaba en el taxi. La cocinera tenía un vestido ajustado que resaltaba sus curvas, no era muy alta y volví a afirmarme en la idea que no era gorda como la hija, ésta era dura, lo que se podría llamar robusta. El cabello lacio le caía un poco sobre la cara y estaba maquillada en los ojos, pero algo muy sutil.
- ¿Cómo está jefe?, nos dio un lindo susto.
- Hola Alicia, por suerte ya pasó lo peor, te mandé a llamar porque tengo que aplicarme una intramuscular y no sabía a quién recurrir.
- Hizo bien, en el barrio suelo dar este tipo de inyecciones a conocidas, siempre son mujeres.
- Eso no importa tanto, un culo es un culo, pero antes de pincharme la nalga vamos a comer algo, días atrás me hizo mal tomar antibióticos con el estómago vacío.
- No hay problemas, ¿puede comer de todo?, porque tengo carne al horno con papas, sólo tendría que calentarlo.
- Yo paso Martín, tengo que ir a cambiarme y voy a aprovechar a pasar algunas conversaciones, mañana vienen temprano a buscarlas.
- Pero, vos no cenaste, ¿no tenés hambre?
- No, igual en casa tengo comida, -se acercó a mí y me dijo por lo bajo-, estoy toda mojada, tonto, quiero ponerme otra ropa interior.
La cuestión que Andrea se fue luego de darme un rico beso a la disparada. Cuando regresé a la cocina Alicia estaba leyendo las indicaciones del médico y levantó la vista para decirme: “Martín, las inyecciones no son muy fuertes, pero hay que aplicar cuatro al día durante tres días, esto es cada seis horas, si comemos y si aplico después de cenar, hay que volver a repetir a las cuatro de la mañana, ¿cómo vamos a hacer con eso?” … “Es fácil, te quedás a dormir conmigo” … Juro que lo dije sin mala intención o sin segundas intenciones.
- ¡Epa, había sido rápido para los mandados!, no me ilusione Martín o, en todo caso no haga broma, yo estoy gorda y vieja para esos trotes, jajaja.
- No me mal interpretes mujer, lo decía porque podés usar otra habitación y respecto a lo de gorda y vieja, podemos llegar a disentir, yo te veo robusta y sos una “veterana” apetecible, en cuanto a eso de los “trotes”, vos sabrás, seguro seguirás dejando el tendal, mejor no me hagas hablar.
- Usted me genera confianza y le puedo contar, mientras vivía mi marido y trabajaba de enfermera, traté de portarme bien, aunque hubo un par de tentaciones, después de que quedé viuda, salí dos o tres veces con clientes del restaurant, pero, nunca tuve suerte.
- No sé qué interpretarás por “no tener suerte”, eso no es cosa de suerte, es todo un conjunto de cosas y saber diferenciar para no confundirse.
- Usted debe ser un pillo, jajaja, ya me lo imagino.
- No lo sé, no me corresponde a mí hacerme la propaganda, pero creo que ninguna puede quejarse.
Me sirvió la comida y, verdaderamente, lamenté estar en una situación en que no podía intentar nada más, el culo redondo, duro y bien armado de Alicia y las miradas pícaras que esgrimía, me llamaban a intentar algo más, pero no podía hacer nada, el temor al dolorcito o a que se me abriera la herida me inhibían para “echarle los perros”. Estaba seguro que no diría que no, era yo quien no rendiría al 100% y preferí “dejarla picando” …
- Decí que ahora estoy un poco dolorido, sino te haría saber que tan gorda y vieja te veo yo, -le dije y seguí comiendo, pero noté que le agradó escuchar eso-.
- Cuando guste me lo demuestra, digo, eso de mostrarme que no estoy gorda y vieja, jajaja, -noté que lo dijo como para quedarse con la última palabra y no le insistí-.
Terminamos de comer y luego de ordenar la cocina me dijo de preparar la inyección, iba a hacerlo allí y opiné que era mejor en el dormitorio y que, de paso, me acostaba. No puso objeciones y preparó todo sobre la mesita de luz mientras yo me sacaba la ropa con cuidado, a la par que hacía un par de muecas por algún que otro tironcito, “dejo el bóxer para que no se sientas incómoda, suelo dormir desnudo”, -dije como al pasar-, Alicia, ni se mosqueó y me contestó en un tono profesional, “haga como le sea más cómodo”. Como para que no quedaran dudas, fue ella la que me bajó el bóxer luego de que me pusiera “culito al techo”, la sentí cuando me tanteó una nalga y después hizo lo mismo con la otra diciendo:
- Trato de ver cual nalga tiene más blanda, pero su culito es una belleza, está durito por todos lados, jajaja, da gusto sentirlo…
- Dale, decidite por alguna nalga porque me vas a hacer…
- ¿Qué, hacer qué?…
- Eso, saltar los puntos, jajaja.
El pinchazo ni lo sentí y Alicia se tomó su tiempo para masajearme la zona con la excusa de disolver bien el líquido en el músculo. Las cartas estaban echadas, a la cocinera se la notaba muy caliente y ya sólo sería cuestión de un poco de tiempo, pero ese culito sufriría o gozaría de una “señora penetración”. Me subió el bóxer que había quedado a la altura de mis rodillas y me pidió una camisa para usar de camisón, le dije que buscara en el placard y me quedé dormido mientras hablaba con la hija explicándole lo de las inyecciones.
Continuará… GUILLEOS1 agradece comentarios y valoraciones.
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