EL DETECTIVE PRIVADO. (22: – FINAL.
La cocinera-enfermera, la hija y fundamentalmente Andrea por un lado y mis “madrinas” por el otro me hicieron pasar unas mini vacaciones de lo mejor. Después vinieron tiempo mejores..
ALICIA – ROSARIO – MINI VACACIONES Y VIDA. (22).
Me despertó a las cuatro para darme la otra inyección, en realidad, no fue que me despertó apenas se arrimó a la mesita de luz y encendió la luz del velador, yo ya estaba despierto, aunque tenía los ojos cerrados y como duermo boca arriba y estaba en la plenitud de la edad, la carpa era muy notoria, era imposible disimular la erección matutina. Entreabrí los ojos sin que se notara demasiado y traté de observar la actitud de Alicia.
No me quiso despertar de entrada y se quedó mirando con la boca entreabierta y un gesto de asombro, preparó todo rápido y acercó la mano a mi verga cubierta por el fino bóxer, amagó asirla y me miró a la cara, a simple vista mis ojos seguían cerrados y, creyéndome dormido, se animó a colocar su mano sobre el bulto, lo recorrió con la mano abierta y cerró un poco sus dedos, el apretón sutil le sirvió para notar el grosor y la dureza. No sé cómo hice para aguantar, pero justo ella no se animó a seguir y sacó la mano para tocarme el brazo y despertarme.
- Buen día Alicia, ¿ya es la hora?, -pregunté girando en la cama y sin hacer alusión al “palo” que tenía-.
- Buen día Martín, aflójese un poquito, ahora voy a ponerla en la otra nalga.
Fue lo que hizo y tampoco sentí ni el pinchazo, luego se dio vuelta para dejar las cosas preparadas sobre la mesa de luz y como la camisa le llegaba apenas a tapar las nalgas, observé que tenía los muslos gruesos, pero sin rastros de celulitis. Casi, casi estiró la mano para acariciarla, pero me aguanté, lo que si noté es que estaba bien peinada y solamente atiné a preguntarle si estaba cómoda en la habitación.
- De maravillas, la cama es enorme y no se escuchan ruidos del exterior, dormí como nunca y cuando escuché la alarma del celular, no sabía dónde estaba. ¿Se siente mejor?
- La verdad que sí, los analgésicos y los antibióticos cumplen su función a la perfección, ¿no te animarías a cambiarme la venda y ponerme la pomada?
- Sí hombre, sí, como no me voy a animar, ya lo hago, deje que lo acomodo.
- Está bien, yo me doy vuelta solo, te pido disculpas si me desperté un tanto endurecido.
- No hay problemas, dichosa juventud, jajaja, parece que su cuerpo viene bien “armado”.
- No me quejo, es un “buen amigo” y suele ser “cariñoso”.
- Mejor cambiemos de tema, yo estoy gordita y viejita, pero, todavía… y usted no puede hacer esfuerzos raros.
- Como hablamos de intimidades podés tutearme, el tuteo no exime el respeto y te tengo que decir que no me pude aguantar y te miré las piernas, tenés unos buenos y firmes muslos.
- Andar de un lado para el otro en la cocina del restaurant me ayudó mucho, estoy bastante firme de todos lados. La herida está bien, te saltó un puntito, pero lo deben haber cerrado con la gotita, te pongo la pomada, aunque esto está perfecto.
Cambió la conversación, pero creo que a los dos se nos notaban los colmillos porque ella me pasaba la pomada con una mano y la otra la había apoyado en mi estómago, como si quisiera reconocer las tablas. Luego de que cubrió la herida, guardó todo, se despidió y caminó hacia la puerta con un movimiento de nalgas que no era habitual, sólo me faltaba dar un pequeño paso, pero el miedo a sentir dolor en la herida me inhibía.
Me desperté como a las nueve de la mañana con un exquisito aroma a café y la llamé a Andrea para pedirle que subiera a desayunar, me contestó que enseguida subía, que ya había pasado el Comisario a retirar los nuevos datos. “La ratita” entró con una sonrisa a flor de labios y me preguntó cómo me había sentido, se paró de puntas de pie para darme un piquito y su mano me rozó el bulto que se notaba por debajo del pantalón de gimnasia…
- No empecés porque me olvido de la herida, esta mañana vino Alicia a despertarme y menos mal que dormí con el bóxer puesto.
- Jajaja, me imagino, debe estar con los cables pelados, te debe haber querido clavar los dientes, si supiera lo que se siente cuando entrás despacito en un culito, se vuelve loca, jajaja.
- Mejor vamos a desayunar, hoy andás con todas las luces.
Entró en la cocina tomada de mi brazo y la saludó con efusividad a Alicia que nos tenía preparado un desayuno espectacular con tostadas, manteca, mermeladas y unas masas que había horneado. Mientras comíamos unas exquisitas masas horneadas caseras Alicia contaba de la falta de ruidos y lo bien que había dormido y Andrea también me contó que habían descubierto una pista importante, pero hasta ahí llegó, dijo que después me contaría bien en la oficina. Luego de eso bajamos al estacionamiento a ver el auto que había devuelto Candela.
Estaba en perfectas condiciones y le dije a “la ratita” que lo usara ella, me lo agradeció comiéndome la boca y me dijo que tenía ganas de mimos, “yo también, pero mejor nos aguantamos, si me desato te voy a hacer vibrar el…”, “lo que quieras mi cielo, lo que quieras, soy tuya por completo”. Fuimos hasta la oficina y la llevé abrazada, notando al caminar hacia el ascensor que parecía fundirse conmigo tomándose de la cintura y volví a pensar en tomarlo con calma.
Las cosas con Candela no habían salido todo lo bien que yo hubiese deseado, pero, bien dicen que “por algo es”, tendría que hacer de “tripas corazón” y seguir adelante. Ya en la oficina Andrea me contó sobre la investigación o por lo menos de los datos que había hecho llegar y me di por conforme, por lo que veía, el Fiscal y el Comisario estarían saltando en una pata, sólo tenían que darle un viso de legalidad y quedaba claro que, por las informaciones rescatadas de los teléfonos celulares de varias personas, ellos solos se ponían las esposas.
En ese entonces no era como en la actualidad, hoy es muy fácil ubicar a un celular y sacar la información de lo conversado y los que están mejor informado de esto son los delincuentes, pues a menos que haya algún tipo de error, se cuidan mucho de lo que se habla a través de los aparatos. La ventaja que teníamos en ese momento eran los equipos y contábamos con la ignorancia de los usuarios, ellos hablaban por los celulares sin ningún tapujo y sin saber que se los podía estar grabando.
Andrea me comentó que había contratado un nuevo servicio telefónico, el mismo consistía en pasar las comunicaciones del teléfono de línea de la oficina a cualquiera de los celulares, lo mismo se hizo con el teléfono del pent-house, eso implicaba que cualquiera de nosotros podía estar en otro lado y atender las llamadas a la oficina. Viendo esto y merced a que el día estaba espléndido y no tenía ninguna gana de estar metido en un departamento, le dije a “la ratita” de irnos a la mansión.
A ella le encantaba ese lugar y subió a su casa para meter cuatro cosas en una mochila chica, yo subí al pent-house a decirle a Alicia que preparara todo lo de las inyecciones para que nos acompañara, “yo no tengo problemas, pero falta una media hora para el horario de la inyección, si quiere se la doy ahora y nos quedamos tranquilos toda la tarde”, -expresó con criterio-. Le dije que me parecía bien y me contestó:
- Listo, andá preparando la colita, -afirmó con un brillo pícaro en los ojos-.
- Yo te dejo que hagas lo que quieras con ella, pero…
- No sigas, no sigas porque me va a temblar el pulso, jajaja.
No fuimos a la cama, me dio la inyección mientras yo me apoyaba en el respaldo del sofá y llamaba por teléfono a Ana para avisarle que nos tuviera el almuerzo preparado. Enseguida nos fuimos y, como esperaba Alicia se quedó impresionada con el lugar, mis “hadas madrinas” nos recibieron con alegría junto con la chica nueva y me aturullaron con preguntas cuando se enteraron que había sido operado del apéndice, luego de eso las mujeres se fueron para la cocina y yo me fui al living, moría de ganas de tomarme una copa de aperitivo.
- Me imaginé que ibas a venir por acá, qué ni se te ocurra tomar algo de alcohol, inconsciente, estás tomando medicamentos y no podés consumir alcohol, -expresó Ana apareciendo por detrás y poniendo cara de enojada-.
- No te enojes mi cielo, mami postiza, tenés razón, no lo había tomado en cuenta.
- Te lo digo por tu bien y no estoy enojada. Decime, ¿qué pasó con Candela?
- No funcionó, ¿por qué preguntás?
- Hace cuatro o cinco días me llamó por teléfono para que tratara de interceder contigo, pero sabés que yo no me meto en tu cabeza, ya sos grandecito para decidir por vos mismo.
- Es que ella demostró que está acostumbrada de una manera un tanto caprichosa y yo, bueno, ya sabés de mis pocas “pulgas”.
- Se me dio que algo así podía existir, creo que es lo mejor, ella y la madre se fijaron mucho, demasiado, en la casa, aunque creo que la madre es más disimulada, a la chica le faltó preguntar cuánto dinero tenías en el Banco.
- Puede ser, ahora estoy tratando de salir, me había “pegado” fuerte.
- Ay, nene, nene, no todo es un buen físico, venite unos días para acá y nosotras te vamos a mimar para que no pensés en nadie más y si querés tráela a Andrea, esa chiquita se muere por vos.
- Ya me parecía que estabas tardando mucho para que asomara “la Celestina”.
- No seas tonto, vos sabrás lo que hacés, sólo te digo lo que veo, otra cosa más, ¿qué tal cocina esa señora Alicia?, se quedó encantada con la cocina.
- Su comida es espectacular, no tanto como las de ustedes, la de ella la como con gusto y la de ustedes con gusto y sentimiento, la diferencia es abismal.
- Sí claro, “vendeme el paquete”, vos sabés bien como “derretir” a tus “madrinas”. ¿Qué vas a hacer, te querés quedar?, según el pronóstico, el tiempo va a estar lindo unos cuatro o cinco días más.
- Luego les pregunto a ellas lo que quieren hacer y te contesto, ganas no me faltan, me vendría bien un poco de oxigenación pura y algo de sol.
- Dale, avisá para poder mandar a comprar mercadería.
Al final, terminé por hablar con Andrea y Alicia, estuvieron de acuerdo en que les encantaría quedarse un par de días, pero, tendrían que ir a buscar ropa para cambiarse y Alicia me recordó que tenía que traer los medicamentos que faltaban pues había traído sólo lo necesario para ese día, también me preguntó si podía decirle a la hija y le contesté que la llamara por teléfono para avisarle y para decirle que le preparara ropa cómoda para unos tres días.
Con Andrea no hubo problemas, en la mochila había puesto ropa interior y dos trajes de baño, al final decidimos que yo las llevaría al caer la tarde y regresaríamos para pasarnos unos tres días en el lugar. Me sentía mucho mejor y la herida ya no me molestaba ni me daba pinchazos, no estaba al 100%, pero me alcanzaba de sobra para lo que se presentara, en principio, el culito de “la ratita” y luego vería como se daba la mano con Alicia.
Eso fue lo que hicimos y cuando caía la tarde las llevé a buscar a Rosario, -la hija de Alicia– quien nos esperaba con un bolso en la mano. Subió al coche un poco cohibida, pero entre la madre y Andrea pronto participó más, incluso con risas y la miré de otra manera, sin el delantal y la especie de mameluco que usaba en el restaurant, se la vio distinta. Sin dudas que era más grande que la madre y a pesar de los “rollitos”, su culo se veía, por lo menos mirable, ni hablar de sus tetas, tendría una talla 110 de sostén y no parecía nada flojas. De vuelta compramos los medicamentos que faltaban en una farmacia de turno.
“Eso que todavía no viste nada”, -le dijo la madre a Rosario cuando se sorprendió ante la casa que tenía todas sus luces prendidas, las del parque inclusive-. También yo me sorprendí, Ana había encendido todas las luces, algo que, normalmente, no se daba, hacía mucho tiempo que no veía la casa así y de pronto me entró una congoja que me supe tragar. Recordé la alegría de mi madre cuando cenamos la primera vez en ese parque junto a mis tíos, frente a la casa, con las luces que había hecho instalar mi padre para agasajarla, aunque no recordaba cual era la fecha que festejaban.
Lo pasamos genial en la cena, Alicia no tuvo ningún prurito para alabar la comida que “mi madrina” había hecho, en realidad, todos alabamos los pollos rellenos con que nos había agasajado y no, no, los platos no los comimos, pero nos faltó poco. Llegado el momento de irnos a dormir, Ana les avisó a madre e hija que les había preparado una habitación y con un guiño pícaro que me hizo, giró la cabeza para decirle a Andrea que su habitación era la que estaba al lado de la principal en la que yo dormiría.
Nos despedimos y las chicas se retiraron a sus aposentos en la planta alta, las “madrinas” y la chica nueva a la casa en que se alojaban, yo salí a la galería a tomar una gaseosa cortada con un poco de vodka aprovechando que Ana no estaba. Dentro del silencio de la casa y con las luces ya apagadas sentía la presencia abrumadora del silencio y de lo imponente de la edificación. Me había criado allí adentro y recién ahora tomaba conciencia de lo majestuoso de la edificación y de los hermosos sonidos que me brindaba la noche. Estaba disfrutando de ese momento y apareció Andrea con un camisón cortito y con volados en que se podía apreciar la mancha de la tanga que tenía debajo de éste. No le dije nada, pero me encantó ver que destilaba sensualidad.
- ¿Estás disfrutando de la noche o recordando cosas que no debés?, -preguntó sentándose a mi costado en el sillón hamaca en que me encontraba-.
- En realidad, estaba recordando cosas que debo recordar, pensaba en mis padres y mis tíos, ¿cuántas veces se habrán quedado aquí disfrutando de los sonidos de este silencio?
- Segura que, en muchos momentos, es que todo esto se impone disfrutarlo, ¿vos nunca lo viste así?…
- No, cuando se es chico o adolescente las cosas se ven y se sienten de otro modo completamente distinto, para disfrutar de estos momentos son necesarios los años y, a veces, los sopapos que te hacen madurar a pasos agigantados.
- Bajé porque no te encontré en tu habitación y me imaginé que andarías taciturno, antes pasé por el bar del living y me serví un poco de vodka, te encontré acá porque me habías hablado de esta galería y vi tu sombra a través del ventanal, ¿si querés quedarte solo, decime?, la habitación que me dio Ana es hermosa.
- Quedate un rato a mi lado, me ahorraste de ir a buscarte, quiero estar un rato con vos, acá afuera y allá adentro, eso sí, no esperes malabarismos.
- Jajaja, ni loca, yo quiero que te sientas bien a cada instante, si algo te duele, seguro me duele a mí. Yo me ocupo de que no te desbandes y además agradecida porque voy a poder disfrutar de modos tranquilos, cariñosos y amorosos de los que necesito más que la rudeza y la falta de estima a que estaba acostumbrada.
Luego de un piquito o de varios piquitos que querían pasar a mayores, nos fuimos a la habitación. No dejé agujerito por visitar y “la ratita” se enloquecía manifestando con orgasmos el placer de sentir que todo era con amor y con entrega mutua. Sin contar que entrar “despacito” como a ella le gustaba terminó por dejarla desmadejada y dormida casi al instante en que terminé dentro de su culito, a esta altura, más que pedigüeño.
A las cuatro de la mañana escuché que la puerta del dormitorio se abría, era Alicia que venía a pincharme y, ex profeso, no me tapé ni la tapé a Andrea que dormía profundamente, boca abajo y con el culito en primer plano de quien quisiera mirar. Alicia se sorprendió cuando prendió la luz del velador y la vio a “la ratita” durmiendo tan plácidamente, lógicamente, no había nada que explicarle y abrí los ojos no bien prendió la luz.
- Vine a pincharte, veo que tuviste “actividad”, parece que el sueño de Andrea proviene de un cansancio más que placentero, ¿son pareja los dos?…
- No, me siento muy bien con ella, Andrea fue la primera que entendió que lo mío es sin reproches, celos o exigencias, es sexo, es placer sin ataduras, aunque con ella es distinto porque tengo mis sentimientos con esta mujer.
- Te entiendo y, para ser sincera, envidio un poco su juventud y el que pueda disfrutar así con vos, yo casi lo tengo olvidado.
Después de que Andrea se durmiera yo me había dado una ducha rápida, estaba fresco como una lechuga y me calenté, mi verga se estaba poniendo morcillona porque Alicia tenía puesto un baby-doll blanco que dejaba entrever sus tetas de areolas grandes y pezones chiquitos, pero endurecidos, aparte de eso, lo único que se le notaba por debajo era una vedettina casi transparente, también blanca que hacía resaltar sus labios íntimos y su pelvis desprovista de pelos. Me giré despacio para que me pinchara porque ya tenía todo preparado, volví a girarme cuando terminó la aplicación y mi verga ya pasaba de morcillona, Alicia la miró como relamiéndose y le hablé.
- Si entendiste el juego y mis condiciones, podés servirte, me calienta verte así.
- ¿De verdad puedo?
- Claro que sí, servite a gusto, eso sí, sin celos ni condiciones o exigencias.
- Quedate tranquilo, a mí no me caben esas boludeces, sólo espero que ella no se despierte.
Decía eso mientras dejaba la jeringa usada sobre la mesita de luz y se giraba para hincarse arrodillada al costado de la cama. No tardó nada en tener mi pene en sus manos y apenas lo tocó y acarició supe que la mamada sería memorable. Fueron dos lamidas largas, desde la base hasta el glande, primero de un costado accesible y luego abarcando todo el meato, pasó la lengua por todo el cuello del glande y aspiró…
Sí, lo escribí bien, aspiró y se tragó tres cuartas partes de verga y allí comenzó a entrar y salir tratando siempre que entrara un poquito más, estuvo un rato así hasta que mi verga “desapareció” en su boca, todo desembocó en una cogida de boca total y profunda en que ella hizo todo. Chorreando saliva de sus labios me habló despacio y comentó: “No sé cómo mierda aguantas tanto, estoy mojada hasta las rodillas, tratá de levantarte, ponete atrás y hacé lo que quieras, trataré de no gritar”.
Sacándose la vedettina, adoptó la misma posición que había adoptado Flor, – ¿sería cosa de enfermeras? -. Tener ese culo a mi disposición hizo que casi me olvidara de la herida, me agaché para darle lengua en el “chiquito” y sentí un pequeño tirón, tuve que dejarlo sólo en un intento y era una lástima porque el culo era especial, bien armado, duro y dispuesto, ya le tocaría gozar con mi lengua.
Luego de eso encontré el agujero de su vagina y comencé a entrar todo lo despacio que me permitía su estrechez y tardé bastante, se notaba que allí hacía tiempo que nadie entraba y menos con mi calibre, pero ella y yo sabíamos que son músculos muy elásticos, no quedó nada afuera y sentí como los músculos se abrían permitiendo el paso del ariete que era ayudado por ella reculando para sentirse mejor cogida. Finalmente, choqué con sus nalgas y la lubricación ayudó a mis movimientos.
Alicia aguantaba mordiendo las sábanas y yo sentía las contracciones de lo que parecían ser orgasmos, el morbo, al estar al lado de Andrea que dormía “a pata suelta” nos incentivaba. Me encantaba esa concha y, sin embargo, la saqué de allí para “picarle” el ano. La verga, como si tuviera pensamientos independientes, parecía querer entrar de una y hasta el fondo, pero me conminé a entrar despacio.
Sentí lo liso de esas paredes y también cierta resistencia cuando ya había metido más de medio miembro, eso no me detuvo, tenía claro que, aunque Andrea se despertara no me diría nada y empujé… El sonido gutural apagando el grito con la almohada retumbó en la habitación y me quedé quieto, pero sólo por unos diez segundos, Alicia comenzó a mover las caderas y me pedía en susurros que se lo rompiera.
La bombeada fue con ganas y no hubo pinchazos que me detuvieran, que, por otro lado, no los hubo. Le di con ganas tratando de no golpear mi pelvis para que no se escucharan esos “aplausos”. No quise aguantar y estando en lo más profundo le inundé las tripas a la vez que sentía un apretón que casi me hace gritar a mí, ya había sentido varios y éste fue más fuerte, Alicia quedó desmadejada y acostada boca abajo, tardó un rato para recuperarse y me encantó sacarla antes para verle el culo abierto.
- No sé si voy a poder llegar a mi dormitorio, ¡por Dios, que cogida tremenda!, valió la pena la espera aún con las ganas que te tenía.
- ¿Estás bien?
- Más que bien, pero estoy toda rota, mañana te cuento.
Se despidió dándome un beso en los labios y caminó hacia la puerta, pero ya no movía el culito como antes, iba un tanto endurecida, como si todavía tuviera un palo metido adentro. Me fui a lavar al baño porque habían quedado algunos restos y volví para dormir tirado sobre las sábanas… “Pobre Alicia, le debe haber quedado el culo destrozado, pensé que no te ibas a animar, hace rato que se le notaban las ganas de ser perforada y hoy se sacó el gusto, abrazame”, -la voz de Andrea me sorprendió y largué la carcajada cuando me dijo que apagara la luz-.
Me puso bien la actitud de Andrea y el único comentario que me hizo en la mañana fue: “Si te la querés coger cuando te da la inyección, yo no tengo problemas, pero si vas a cogerme a mí en la noche, yo me hago la dormida y después de darle a ella me vas a tener que atender a mí, cuando los escuché anoche me chorreaban hasta las orejas”.
Le prometí que así sería y después de darle un beso profundo, le pedí que se arrodillara dejando las rodillas y los muslos al costado de mi cara, yo no haría movimientos raros y mi boca se ocupó de su vagina. Cada vez me gustaba más recorrer con mis labios y lengua todo lo que su vagina me brindaba y no se privó al dedicarme dos orgasmos casi consecutivos cuando absorbía su clítoris. Luego quiso devolverme la gentileza y no la dejé, “me guardo para tu culito” -le dije- y nos levantamos riendo para ir a darnos una ducha.
Pasamos allí cuatro días y tres noches y me sentí genial, era mimado y atendido por un montón de mujeres que dejaban asomar sus sentimientos, hasta Rosario terminó por soltarse y tutearme a mi pedido. La gordita y en ella se notaba, se movía por la casa y sus adyacencias con un pantalón estrecho que le apretaba un culo similar en forma al de su madre y dejaba ver sus nalgas que asomaban, tenía un poco de celulitis y algunos rollitos que sobraban, pero la edad la favorecía.
Luego de lo que me había dicho Andrea y después de desayunar, tocaba otra inyección y yo ya estaba caliente de antemano. Subimos con Alicia a la habitación y me dijo cuándo subíamos la escalera: “Tengo la chuchi y el culo a la miseria, pero, lo que cuesta vale, si querés, siguen a tu disposición” … La miré y me sonreí, pero no dije nada, ya dentro del cuarto y después de haberme inyectado, le hablé:
- Tengo ganas de chuparte las tetas hasta que me pidas clemencia.
- Vos querés que me muera, es mi punto más erógeno, si me chupás las tetas voy a quedar deshidratada en base a orgasmos.
- Vamos a ver si es cierto…
Ella vestía una falda amplia que le llegaba por sobre las rodillas y un top que se ajustaba por sobre sus tetas, no tardó nada en guardar los medicamentos, me hizo sentar en el borde de la cama y parada como estaba, se bajó el top para que sus tetas medianas, duras y bien armadas quedaran frente a mis ojos. Primero las acaricié apretando de paso sus pezones, desde allí comenzó a gemir, luego me prendí a cada una alternando chupadas profundas con lamidas. Alicia temblaba sin parar y se apoyaba en mis hombros con las manos, sus orgasmos eran evidentes y se mordía para no gritar en cada uno de ellos.
En un momento parecía que se iba a desvanecer y cambiamos los lugares, se tiró boca abajo sobre la cama y le levanté la pollera, comprobé con agrado que no tenía ropa interior y no tuve necesidad de pedirle que se abriera los cantos, lo hizo con ambas manos y me volví a perder en su culo, esta vez lo hice de una y sin detenerme. Acusó el ingreso y se quejó, pero no hizo nada por impedirlo, sólo dijo con voz sollozante: “La puta madre, tuve que llegar a vieja para saber lo que es sentirse bien cogida, dame más fuerte, quiero que mi culo te sienta bien profundo”, más adentro no podía y los “aplausos” contra sus nalgas se sucedían, luego comenzó a mover las caderas como si fuera una pendeja y me vacié en el fondo de sus tripas escuchando sus gemidos de placer. Cuando nos recuperábamos me hizo un pedido que me sorprendió…
- Martín, no quiero que sientas que abuso de tu predisposición y lo magnánimo que has demostrado ser para con nosotras dos, pero quiero pedirte un favor enorme.
- Pedí, si está a mi alcance, no tengo problemas en ayudarte.
- Le conté a mi hija lo de anoche y se puso muy mal…
- No sé porque hiciste una cosa así, era lógico que se molestara.
- No, no se molestó por la cogida a la madre, lo suyo es más profundo, nunca estuvo con un hombre, ella dice que es porque es gorda y fea, se desvirgó sola y cree que nunca podrá gozar con ningún hombre, ¿no te animaría a darle un poco de “alegría”.
- Esto que me pedís es muy raro, no me gustan mucho las gorditas y no sé cómo podría responder, además tu hija no es una mujer para despreciar, por otro lado, tiene lo suyo y bien puesto.
- Yo pienso igual, pero sus complejos la pueden, pensé que podrías ayudarla y quizás me apuré, no lo tomes a mal.
- No lo tomo a mal, me sorprende un pedido de esta índole. Vamos a hacer una cosa, podemos aprovechar a la hora de la próxima inyección, pero quiero que estés presente, si aflojo te vas a tener que ocupar vos con tus mamadas y teniendo siempre presente que es sin compromiso, sin exigencias ni celos, si les interesa, trae lubricante, para hacerlo lo hacemos completo.
Eso no se me hubiese ocurrido nunca, pero me llevó a observarla más detenidamente a Rosario, se ponía colorada cuando advertía mis miradas y yo sabía que era por lo que la madre le había dicho, aunque advertí que no era nada fea la chica. Seguimos disfrutando del día, Andrea tomaba sol como una lagarta y las demás paseaban o caminaban o andaban en bicicleta y yo me sentía cada vez mejor. Al llegar la hora de la inyección de las cuatro de la tarde, Alicia le pidió a la hija que la ayudara y subimos los tres al dormitorio.
- Señor Martín, espero que no lo tome a mal, mi madre insistió y…
- Para nada Rosario, quedate tranquila, el tema es sentirnos bien, pero ya se lo dije a tu madre, no quiero problemas después.
- No para nada, acepto todo lo que usted me diga y bueno, haga.
Alicia estaba más caliente que la hija y se apuró a preparar todo para darme la inyección, parado al costado y con los codos apoyados en la cama cumplió con el pinchazo y luego me pidió que diera un giro para que me sentara en la cama. Un tanto apurada le pidió a la hija que me bajara los bermudas y la apartó mientras la chica trataba de sacarse el short para amorrarse a mi verga, que, extrañamente, ya estaba exigiendo.
Seguramente aleccionada por la madre adoptó la misma posición apoyando los codos en la cama con los pies en el piso y las piernas abiertas, pero no por eso dejé de notar la cara de sorpresa cuando vio que la madre se tragaba todo el ariete. Pensé que era una pena que no se ejercitara y le sobraran algunos kilos, no era nada fea y el culo daba como para partirlo. Alicia me pidió que esperara y le lubricó con un gel tanto la vagina como el agujerito del culo, luego le pidió que se abriera los cantos con las manos mientras lubricaba mi verga.
“Sin miedo Martín, en casa ella usa un consolador”, -me dijo Alicia al oído-, sabiendo esto me preparé acariciando toda su intimidad con el glande que pasaba de un lado al otro y Rosario comenzó a gemir. Noté que la chica estaba tensionada, era lógico, pero yo la necesitaba más flojita y le di un chirlo en una nalga pidiéndole que se aflojara, la vi temblar cuando el chirlo se escuchó, se soltó la “fiera” y comenzó a mover las caderas … «Síííí, deme más, otro más, me gustan, me dan como electricidad, deme más y rompa lo que quiera», -me dijo en un tono que a la madre y a mí nos sorprendió-.
No esperé, pero tampoco quería lastimarla y a medida que entraba en su vagina encharcada, le daba unos chirlos en las nalgas, gritó y se contrajo, pero no era por dolor, el orgasmo apareció repentino y en medio de sus contracciones, se la mandé a guardar de una. Fue Alicia quien le tapó la boca porque el grito se hubiera escuchado desde afuera y no paré a esperar, mis movimientos tomaron el ritmo que a mí me venía cómodo y Rosario entró en una sucesión de orgasmos que ni ella esperaba.
Alicia corrió para poner una toalla debajo del vientre de su hija, yo no le di pelota a eso, seguí martillando hasta que vi que el agujerito del culo parecía abrirse y cerrarse, recordé que ese hueco estaba lubricado, mi verga tenía suficiente y salí de un lugar para entrar en el otro. La contracción de Rosario fue evidente cuando sintió la punta y mi otra mano se ocupó de la nalga todavía virgen de sopapos, santo remedio, se volvió a aflojar y sus gemidos se incrementaron, enseguida me di cuenta que ya había “jugado” con el consolador por allí y no me anduve con chiquitas.
Claro está que no es lo mismo el grosor de un consolador común y ella lo sintió, “mami, mami”, -gritó sin contenerse y trató de sacarse el miembro que, a esta altura, había llegado a lo más profundo-. Paré un instante y se la escuchaba sollozar, pero la madre me dijo que siguiera y no me detuve más. No sé cuánto tiempo estuve perforando su culo, lo que sí sé es que ya no se escucharon sollozos, ni gritos, todo era gemidos, contracciones y pedidos de más.
Alicia se masturbaba sentada en la cama mostrándome las tetas y la hija movía las caderas como si fuera una víbora. Inundarle las tripas fue un placer tremendo y el orgasmo que a ella la asaltó cuando recibió el líquido caliente en sus tripas, fue para filmarlo. Seguí un ratito más por inercia, ella no se movía, Alicia miró a la hija y después me miró a mí diciendo: “Se desmayó Martín, no aguantó el placer, ¡la puta madre, la envidio!” …
La saqué despacio y tenía el culo exageradamente abierto. La que quedó “viva” me limpió el miembro con una toalla húmeda, luego se lo tragó y terminó la tarea con la boca, la dejé un rato, pero pensé en “pajaritos”, tenía que guardar para Andrea. Lo de la toalla debajo del cuerpo sirvió para no hacer enchastre en la cama, estaba empapada y con la misma toalla la limpió a Rosario, masajeándole, a la vez, la nuca con la mano libre. De a poco volvió en sí y se mostró como la chica sumisa de todos los días y, a mí me pareció que, era sumisa para todo, algo de eso debe haber para que te pidan que la cagues a chirlos en medio de una cogida.
- Gracias señor Martín, no se imagina lo que esto significó para mí.
- A mí me encantó y te voy a decir algo, está en vos darme pelota o no, sos una chica muy linda y hay miles de hombres a los que les gustaría el sexo contigo, pero tendrías que quererte un poco más, dedícate a cultivar el cuerpo, anda a un gimnasio, hacé Yoga y no tengas miedo de brindarte, a poco que te vistas bien y pongas a tono tu cuerpo, vas a tener a varios haciendo fila para darte lo que quieras.
- Yo también se lo digo y no me quiere hacer caso, a su edad yo era más gorda y ella sabe que todavía me miran, tan mal no estoy, pero tuve que cuidarme, -expreso Alicia, todavía despeinada y muerta “a dedos”.
Andrea no aguantó a esperar a Alicia, en las noches me buscaba apenas íbamos a dormir y después de que se iba “la pincha-culos”, aunque con ésta no volví a repetir, tampoco con la hija, pero las dos andaban entre nubes. Pasamos un tiempo de relax que nos vino bien a todos, nadie había jodido por teléfono, salvo Ramón para contarnos como iba todo, pero eso lo esperábamos con ganas y a mí que me había llamado Flor para agradecerme las gestiones ante el Estudio Jurídico, la voz sensual de la enfermera de la Clínica me aseguró que en cuanto yo pudiera, saldaría sus “deudas” conmigo.
Lo había pasado genial con la compañía de Andrea, pero ella misma se cuidó de exigir nada y después de dejar a la madre y a la hija en la casa nos fuimos al edificio, se despidió en el ascensor diciendo que la había pasado sensacional y se fue a la casa. En los diez o doce días que quedaban para la vuelta de Ramón y la “señora” Luisa, atendí los dos casos de infidelidades a que ya hice referencia y me sentí muy bien, retomé las clases con el Sensei que me fue exigiendo de a poco haciéndome sentir bien.
Salí un par de veces a cenar con Andrea y nos comportábamos como “amigovios” con “derecho a roce”, aun cuando nuestros “roces” siempre provocaban chispas, algunas veces era ella la que hacía de fósforo y yo de cajita en la que bastaba una ligera rozadura y otras veces era yo quien pasaba a ser fósforo, el resultado era siempre el mismo, la llama aparecía hasta que ya cansados se iba apagando, aunque siempre estaba latente.
Finalmente llegó el día en que fuimos a buscar a Ramón y a Luisa al aeropuerto, esperamos en el hall a que terminaran con sus trámites de Aduana y los vimos aparecer abrazados y arrastrando las valijas con sus manos desocupadas. A Ramón se lo veía muy bien y Luisa estaba despampanante, ¡un minón infernal!, estaba para parar el tránsito, tenía un color rubio ceniza en el cabello que le quedaba muy apropiado, una remera que marcaba tetas de pezones excitados y una calza ajustada que dejaba entrever, sin ningún tipo de dudas, que los labios que se marcaban eran de una verdadera mujer.
Los grititos de Luisa se hicieron escuchar en todo el hall cuando nos vio y corrió a abrazarse con Andrea que quedó estrujada contra sus tetas erguidas, todas eran risas, pero cuando se volvió hacia mí, no aguantó y se largó a llorar sin ningún tipo de vergüenza.
- Sacame a esta llorona de encima, -le dije riendo a Ramón que la miraba embelesado-.
- No puedo hacer nada jefe, si no llora ella voy a llorar yo, ya aprendí a no meterme y a sólo disfrutar cuando manifiesta su alegría, -me contestó con los ojos llenos de lágrimas-.
- Gracias Martín, gracias, no me va a alcanzar toda la vida para pagarte esto que hiciste por mí, -decía una Luisa más que emocionada-.
- Puta madre, si sabía esto no venía a buscarlos, déjense de joder con los agradecimientos y vámonos para casa, vos no podés andar por la calle con esas calzas, -dije riendo con ganas-.
- Que se fijen, carajo, que se fijen y se imaginen la concha que tengo, el dolor y el cagazo para sentirme una mujer completa lo pasé yo y no te imaginás las ganas que tengo de mostrar todo, jajaja, -la alegría y el desenfado de Luisa era para grabarlo, Ramón se agarraba la cabeza, muerto de risa-.
Salieron abrazadas con Andrea y lo ayudé a Ramón con las valijas, alcancé a escuchar cuando Luisa le preguntó a “la ratita”, ¿no vino Candela, que le pasó?… “Ya fue, después te cuento en casa”, -le contestó Andrea– y me hice el desentendido cuando Luisa giró la cabeza para mirarme, luego le volvió a preguntar, ¿qué hizo esa idiota esta vez?… Andrea le preguntó como la habían pasado y si habían conocido algo de Santiago de Chile. En el viaje de regreso algunas cosas contaron los dos, pero a Luisa se la notaba un tanto histérica, desesperaba por preguntarle a Andrea lo que había pasado con Candela, aunque se las aguantó bastante bien hasta que llegamos al edificio.
Andrea había hecho mudar todas las cosas de Luisa al departamento de Ramón y ésta riendo le dijo a Ramón, “ahora me voy un rato a charlar con Andrea, son cosas de mujeres, así que ustedes no cuentan, luego me venís a buscar porque me tenés que hacer entrar al departamento llevándome en brazos, como toda novia que se precie, el postre viene después de los mimos”. Demás está decir que los cuatro largamos la carcajada.
Me quedé charlando con Ramón, habíamos ido directamente al pent-house y tomamos algo sentados en las butacas del coqueto bar que yo tenía allí, después de contarme como las habían pasado en la Clínica, en el hotel y haciendo un poco de turistas, preguntó si había trabajo en la oficina. Le contesté que no, estaba medio parado y le comenté de los dos trabajos que había hecho, incluso los del Fiscal y el Comisario. Al final, terminó su copa y me dijo que la iría a buscar a Luisa para llevarla a la casa, “le prometí que la ingresaría a la casa como una recién casada y no va a dejar que lo olvide”, -dijo resignado y alegre-, a todo esto, le pedí que se tomaran una semana más antes de comenzar a trabajar y se fue contento agregando que igual iban a estar por cualquier cosa que surgiera.
Yo sabía que estarían ante cualquier pedido que surgiera y tampoco me enteré lo que hablaron Luisa y Andrea, ni siquiera quise preguntar, había mierdas que yo no quería revolver y Andrea lo sabía. Decirle algo así a Luisa era como hablarle a la pared y en la noche siguiente que era viernes, se lo llevó a la rastra a Ramón para ir a la confitería. Andrea después me dijo que no se quisieron llevar el coche de ella y que se habían ido en taxi. La cuestión es que, según Andrea me contó, casi obligada por mi insistencia, que, Luisa no fue a buscarla a Candela, entraron con Ramón y se ubicaron en dos sillones apartados de la pista y de la barra, fueron atendidos por camareros, esto hasta que apareció Candela acercándose a la barra con un tipo, “musculito de gimnasio” que la llevaba del hombro.
Allí se acercó y cuando Candela los iba a saludar, la puso de vuelta y media, la basureó, sacó delante de todos los “trapitos al sol” que Candela arrastraba desde la época de la universidad, lo menos que le dijo fue: «Demostraste lo mierda y poca cosa que sos, justamente con el único hombre desinteresado y buena gente que te podía querer como corresponde. Ninguno de los que te cogiste antes ni de los que te podrás coger desde ahora le pueden llegar a la altura de los zapatos. La “nube de pedos” en la que pretendés vivir, algún día se va a disolver y te vas a hacer mierda contra el suelo, lástima no estar ni querer estar cerca tuyo para darte el empujón final. No valés como persona y con eso lo digo todo».
Me dijo que Candela se puso a llorar sin consuelo y que cuando el incipiente noviecito quiso intentar interceder, lo trató para la mierda y lo echó de su lado. Nadie se metió en esa discusión y pegando media vuelta Luisa y Ramón se fueron de la confitería. Nunca me contó sobre el pasado de Candela y yo tampoco pregunté.
¿Qué pasó después con Candela?, no lo sé, aunque no la hubiese recibido, no supe que intentara contactarme nuevamente. Como al año me volvió a llamar Gloria y, entre otras cosas, me dijo que había vendido la confitería y vivía en la Estancia ocupándose de todo lo de los campos, pensé que, por lo menos, se había comprometido con algo, aunque para mí, eso era un capítulo herméticamente cerrado.
La vuelta de Luisa y Ramón devolvió alegría al grupo y, creer o reventar, nos empezaron a caer Casos, ninguno muy complicado y todos gratamente resueltos, la tecnología que se renovaba día a día y que Andrea manejaba a la perfección, nos solucionaba el 90% de los Casos.
Luego de que Luisa lograra el cambio de sexo en los documentos, se empeñaron en la búsqueda de algún bebé para adoptar y a pesar de que la “señora” quería llevarse a la casa a cualquier chico que le ofrecían, Ramón se mantuvo firme en que quería un bebé. Finalmente, como a los dos años apareció uno, de tez mate, ojos oscuros y vivarachos, saludable y que había pesado 3,6 kilos al nacer, esto tres días antes y fue una adopción legal, aunque acepto que en la Oficina de Adopciones había varios repartos de “incentivos” para que avisaran cuando se produjera algún nacimiento, de esos que son rechazados por madres primerizas. Alguna ventaja te da el dinero y yo había aprendido a usufructuarlas.
Pasó bastante tiempo, bueno, quizás no tanto, ya lo dije, recién tengo treinta y dos, desde todo lo que comenzó casi como un capricho de un estudiante que quedó huérfano, que no quería seguir la carrera de Derecho y se empeñó en lograr ser un Detective Privado. Hoy por hoy la Agencia no da abasto y los cuatro departamentos del tercer piso pertenecen todos a la Empresa, Ramón es el segundo al mando, aunque son más las veces que hace de primero. Viven con Luisa en el departamento grande que era de Andrea.
Respecto a “la ratita”, merecería un capítulo aparte, hace tres años que vive conmigo en el pent-house, nunca se quejó, se las bancó todas y cuando exigió me la mandó siempre doblada usando la sutileza, jamás le negué nada y lo mismo hizo ella para mi persona. El viaje al Caribe que alguna vez le prometí a otra persona, fue maravilloso y con Andrea a mi lado lo disfruté como nunca, volvimos a repetirlo al año siguiente, pero a otro lugar caribeño, a los pocos meses, recorrimos Europa en época de verano y nos pasamos un mes y medio de película.
Junto a la Fontana de Trevi, luego de arrojar las monedas y pedir nuestros deseos, insistimos ambos en contárnoslo, ella dijo que quería pasar toda la vida a mi lado y yo dije que quería que ella me diera el sí cuando le pidiera matrimonio, esa noche terminamos desmayados y empapados de placer. Estamos con esos preparativos, pero… con lo de Luisa, creo que tendremos que apurar las cosas, ya me dijo que dejó de tomar las pastillas y está más pedigüeña que de costumbre, algo que no me incomoda para nada.
Alicia vivió un tiempo en casa y alguna que otra vez recibió sus “alegrías”, hasta que decidió irse a vivir con la hija porque estaba felizmente casada y esperando familia, muchas veces la extrañamos. Andrea cocina poco en casa, pero cuando lo hace no extraño nada, se esmeró en aprender de Alicia el arte culinario, aunque, muchas veces preferimos ir a comer afuera, poder, podemos, lo disfrutamos y no nos quejamos.
En la mansión todo sigue igual, han intentado comprármela, pero esa casa es la casa de “mis madrinas” y jamás les daría esa puñalada en la espalda, estará allí hasta que ellas estén, además, la adoran a Andrea y ésta a ellas. También conocí a mi suegra y Andrea resultó ser un clon de su madre, es tan “polvorita” y de armas tomar como la hija, pero jamás lo deja entrever, nos llevamos muy bien y la visitamos seguido. Otras personas que pasaron por mi vida, pasaron, no las olvido, pero pasaron y sólo espero que estén bien, es lo más que hoy puedo hacer por ellos.
Hasta acá llego porque acaba de entrar Andrea, viene con Luisa que lleva a su bebé en brazos, las dos están lagrimeando y “la ratita” tiene un test de embarazo en la mano… FIN.
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