EL DETECTIVE PRIVADO. (5).
No quedan dudas de la infidelidad de la tía de Candela y pienso en sacar un provecho de eso. En el edificio surgen problemas que también pueden beneficiarme y al final nada sale tan bien..
INFIDELIDAD – ANDREA Y GERARDO. (05).
Tenía la certeza de que Rosario, la mujer de Raúl estaba ahí adentro y, como no podía ser de otra manera, no estaría precisamente hablando de negocios con el Administrador. Calculando que yo fui a verlo a Raúl a eso de las diez de la noche y que ella había salido más temprano que él del hotel, lo más probable era que hubiese estado en las oficinas del tal Ignacio desde hacía bastante rato. Eran ya casi la una de la mañana y no debería tardar para salir.
Me la imaginaba a Rosario con sus largas piernas abiertas, totalmente entregada y pidiendo que la penetrara sin piedad mientras se agarraba ella misma sus grandes tetas y se pellizcaba sus pezones, me había excitado como un pendejo quinceañero imaginando situaciones y el bulto se notaba en mis pantalones, de inmediato me obligué a pensar en cualquier “verdura”, lo que estaba haciendo no era muy profesional, primero tenía que averiguar bien lo que estaba pasando y luego vería las posibilidades de actuar.
Como fuere, tenía la adrenalina a mil y me moría de ganas de entrar al edificio, la puerta grande estaba abierta para pasar a un hall chiquito que era donde estaba el cartel con la distribución de las oficinas, pero para ingresar al hall más grande, que era dónde estaban los ascensores había que trasponer otra puerta que estaba con llave y yo no había llevado mi ganzúa, jugado por jugado, me quedé a un costado, en la calle, esperando que apareciera alguien que abriera la puerta para poder “colarme”.
Si se daba entraría, pero miraría primero que la persona en cuestión no fuera Rosario, por las dudas tenía mi celular en la mano y preparado para sacar fotos y éstas, las que sacaba mi celular, eran bastante buenas, nada que ver con los de uso normal en el país, eso fue gracias a Andrea pues cuando compramos los equipos de computación, me insistió para que adquiriera dos celulares que, para ese tiempo, eran de última generación. Ya había sacado fotos del frente del edificio y del cartel, faltaban las de la mujer.
No pude llegar a entrar, vi que se abría el ascensor y de él descendía Rosario junto a un hombre un poco más joven que ella, de traje, casi de mi altura, cabello entrecano y de buena presencia, ellos no podían verme y saqué un par de fotos cuando, apenas bajados del ascensor, se despedían y ella le echaba los brazos al cuello para besarlo. Me dieron tiempo para cruzar la calle y desde un rellano en la vereda de enfrente, pude sacarles fotos cuando salían del edificio. Yo estaba en las sombras, pero ellos dos estaban debajo de las luces que alumbraban el hall y yo rogaba para que las fotos salieran bien. El tal Ignacio paró un taxi y fue ella sola la que subió al automóvil el tipo volvió a entrar al edificio después de darle otro beso al despedirse.
No tenía nada más que hacer en ese lugar y luego de esto, caminé hasta la esquina para tomar un taxi en la avenida. Estaba eufórico, si las fotos salían bien, la tenía agarrada de los ovarios a la “santa” Rosario, tomé otro taxi para volver al estacionamiento y ya en el coche regresé a mi casa pensando en que, si me guardaba esas fotos para lograr que Rosario me diera “bola”, tal como yo pretendía, ya no podría mostrárselas a Raúl para que actuara en contra del tipo, la fecha y la hora quedaban impresas en la misma.
Tuve un feo presentimiento cuando encaré el auto para entrar directamente al estacionamiento en mi casa porque había un patrullero estacionado frente al edificio y el portero estaba en el hall hablando con un oficial de policía, era una hora inusual y el hombre ni siquiera se había podido peinar, índice evidente que lo habían sacado de la cama. Estacioné el vehículo y, los dos, el portero y el policía se acercaron para hablar conmigo apenas bajé, el policía me saludó de forma deferente, se presentó y me preguntó sin más:
- ¿Conoce usted a Gerardo XXXX?
- Sí, trabaja para mí, vive con su novia en un departamento de este edificio, ¿por qué lo pregunta?
- Un llamado anónimo nos hizo saber que parecía haber una persona muerta en una de las habitaciones de una pensión del barrio “tal”, la persona en cuestión resultó ser este señor Gerardo y no estaba muerto aún, los paramédicos primero y ahora los médicos de la guardia del hospital están tratando de mantenerlo con vida.
- Pero, pero, ¿qué fue lo que pasó?
- En apariencia, un coma alcohólico y sobredosis de algún tipo de drogas de las denominadas “duras”. Sabemos por testigos que estaban reunidos con otros amigos de ambos sexos desde temprano, pero todos desaparecieron de la escena, ahora mismo estamos tratando de ubicar a alguno de ellos.
- Le avisaron ya a la novia, yo hablé con ella más temprano y estaba muy preocupada porque Gerardo no regresaba.
- No señor, no contesta ninguno de los dos teléfonos, el, ahora internado tenía la dirección de su domicilio en el celular y los números de su casa y el de la novia, pero no hemos podido comunicarnos, parecen estar desconectados.
- Bueno, subamos a su departamento, estaba bastante enojada y se me ocurre que desconectó ella misma los teléfonos, lo que me extraña es que hace bastante tiempo que lo conozco y nunca dio señales de ser alcohólico o de ser un consumidor.
Independientemente de eso que decía, saqué mi celular y la llamé a Andrea, efectivamente, con uno me avisaba la compañía del celular que podría estar apagado o fuera del área y en el de línea, llamaba, llamaba y no atendía nadie. Fui yo quien golpeé la puerta del departamento de Andrea y nadie atendía, volví a insistir y, luego de un instante, contestó desde adentro con voz de dormida…
- No te voy a abrir, me tenés cansada, me imagino como estarás, volvé con tus amigos …
- Andrea, soy yo, Martín, abrí por favor, no tengo muy buenas noticias.
La cara de “la ratita”, al abrir la puerta y fijarse en el portero y el policía, adquirió un tinte más pálido, tuvo miedo, incertidumbre, dudas y me miró como pidiendo ayuda. Vestía una remera corta y un shorcito de pijama y no atinó a ponerse nada encima, la noticia la desarmó y se abrazó a mí llorando a lágrima viva, no podía ni quería decirle nada para calmarla.
El policía me dijo entonces que Gerardo estaba internado en tal hospital y que necesitaría las declaraciones que se denominan “ambientales”, es decir, averiguar cómo era el damnificado, cómo se mostraba con los vecinos y algunas otras preguntas de esa naturaleza, ya que, de recuperarse, sería imputado en una Causa por tenencia y consumo.
Le tomó una declaración rápida a Andrea, “a qué hora se había ido, si conocía a los amigos, si eran habitúes esas salidas” y otras preguntas similares. Nos pidió los datos de identidad y permiso para revisar la casa, Andrea, el portero y yo le dimos los datos y le negué la entrada a la casa, explicándoselo de buenas maneras, enterarse de que yo era el dueño del departamento y de todo el edificio lo hizo titubear. Lo tuvo que entender, no tenía motivos legales para meterse en la casa ni órdenes para hacerlo, por otro lado, lo que menos quería yo era que se encontraran con todas las máquinas y se diera lugar a preguntas que nada tenían que ver con lo que el pelotudo de Gerardo había ocasionado.
El policía amagó con ponerse un poco en “pesado” cuando le dijo a Andrea que tenía que acompañarlo a la Seccional y le contesté que lo haríamos luego de llamar a mi Abogado. Finalmente, no fue necesario, quedamos en que pasaríamos por la Seccional para dar cualquier otro tipo de declaración. El policía y el portero se retiraron dejándome con “el muerto”, léase, con la llorosa, compungida y asustada Andrea, la cual no sabía qué hacer ni qué pasos seguir.
- Andá a lavarte la cara, cámbiate y arréglate un poco, vos no tenés culpa de nada y, si querés, yo te llevo al Hospital para que podamos tener más detalles de lo que pasó, mientras voy a preparar un café.
- Yo me imagino lo que pasó, esos hijos de puta de sus amigos, hombres o mujeres porque seguro habría de los dos, le deben haber hecho la cabeza, se habrán puesto a fumar marihuana y a chupar como escuerzos como hacían siempre y les debe haber costado poco para que Gerardo se “prendiera”, de ahí a consumir alguna droga más fuerte, debe haber habido sólo un paso.
- ¿Vos sabías que Gerardo “entraba” en esa?
- Hacía mucho tiempo que no lo hacía, dejó todo cuando comenzó a darte clases a vos y venir acá fue una forma de salir de esa especie de submundo que conforman esos fracasados.
- ¿Por eso estabas mal hoy?
- Sí, porque se había encontrado con dos de sus viejos amigos y le habían vuelto a surgir todas las “mierdas”. Yo estuve inmersa en todas esas reuniones de drogadictos, de charlatanes que quieren “arreglar el mundo” y no aportan nada positivo, de promiscuidad en que no se respetan ni unos ni otros, de cobardes, porque estoy segura que corrieron todos como ratas cuando vieron que él se sentía mal.
- ¿Tan así es?
- Te aseguro que sí, son lacras inmundas y un 90 o 95% no tienen solución ni cura por más que algunos hagan dinero con el “verso” de la internación, la desintoxicación y la recuperación. Tengo una bronca terrible, le dije, le pedí, me enojé, le rogué para que no volviera a encontrarse con ellos, pero ese machismo estúpido que late y los convierte en débiles siempre los lleva a cometer cagadas tras cagadas.
- Bueno, calmate un poco porque no vas a poder solucionar nada, cámbiate, tomamos un café y luego vemos que hacemos.
Andrea tenía sus razones para estar así y yo no iba a contradecirla, además, aunque me daba cuenta que no era algo que correspondía, no pude dejar de mirarle el culito apenas tapado por el shorcito de tela finita que usaba como pijama. Escuché que lloraba con bronca e impotencia en el baño y la miré cuando salió de éste para pasar a la habitación, desde allí salió cambiada con un jeans y un suéter de escote en “V” sin sostén que se notara. No le vi ningún tipo de “segunda intención” pero las tetas chiquitas, duras, paradas y en punta, me llamaron bastante la atención. Tomamos el café y casi que podía escuchar los pensamientos cuando me miraba dudando con lo que me quería preguntar, eso hasta que se decidió.
- Martín, no sé qué vas a decidir respecto a Gerardo, entiendo que es difícil que pueda seguir trabajando para vos, pero, ¿qué va a suceder conmigo?
- Eso va a depender exclusivamente de vos, si te sentís capacitada, vas a seguir llevando todo el tema de la investigación electrónica, te tengo mucha confianza, sólo espero que no me la defraudes.
- ¡Ni loca que estuviera!, te aseguro que no vas a tener una sola queja de mí, aparte de buen jefe, sos un tipo sensacional que sabés tratar a una mujer.
- Te trato como vos te merecés y no me halagues tanto porque sos una hermosa mujer y me voy a olvidar que sos la novia de Gerardo, jajaja.
- Si fuera por eso sólo, él nunca me tuvo muy en cuenta… ¿En serio me ves hermosa?, ¿no será que lo decís para levantarme el ánimo?, yo me veo como una “cagadita”.
- ¡Me cago en tu autoestima!, mirá, yo no sé cómo te trataba Gerardo o como te hacía sentir, pero tenés todo lo que a un hombre lo pueda hacer sentir bien, sos inteligente, viva, despierta, vas de frente, tenés mucha simpatía, generás una empatía que surge natural, sos compinche, compañera, hasta me imagino que mimosa. Se te adivinan un sinfín de cualidades y no te quiero contar de otras cualidades que se notan con sólo mirarte.
- Contame, por favor, hace un tiempo que vengo muy bajoneada, pensando si no me había equivocado con la persona que había elegido, temiendo porque me veía otra vez en la calle debido a que él no aprovechaba la oportunidad, le daba lo mismo un cuarto de mala muerte a una vivienda digna, bañarse o no bañarse, hacerte un mimo o ignorarte o no tenerte en cuenta, jamás había un piropo, una sonrisa o un halago porque habías cambiado de ropa buscando de agradarle.
- Hablar, podemos hablar un rato largo, pero hay que ir al Hospital.
- No creas que no me duele que esté en esa situación, pero tengo claro que, sola o con vos, ir al Hospital no soluciono nada, temo por lo que me pueda encontrar y según el policía, no estaba nada bien, por ahora prefiero conversar contigo, luego veré que hago. Sé que nunca voy a ser como la chica que despediste hoy al mediodía y que vi de casualidad, pero me interesa eso que dijiste sobre las “cualidades que se notan con sólo mirarme”.
- Candela, se llama Candela y es mi novia, pero sin ataduras ni celos. Es verdad, vos no tenés ni la altura, ni el físico ni las formas de ella y que conste que lo de la altura lo digo por el tamaño, pero tenés lo tuyo, reconozco que sólo ayer lo noté porque, ¿no sé porque putas ideas que tienen en la cabeza?, se visten para la mierda, con ropas holgadas y haciéndole ascos a las formas de su propio físico.
- Quizás sea por marginación o auto marginación, quizás por cierta rebeldía del “nada me importa” o el “da igual porque nunca trascenderemos” o porque, aun sin decirlo, se aplica un concepto de “tribu”, yo lo viví así y vestía igual, ¿no te diste cuenta que las parejas son tal para cual?… A mí me tocó experimentar un cambio enorme al venir acá, comencé a evaluar, a comparar y de a poco fui cambiando las costumbres para acercarme a lo que fui criada.
- En buena hora, por lo del cambio digo, se te nota distinta con el cabello lacio y bien peinado, te brillan los ojos distintos detrás de esos lentes que te hacen más interesante, dicen, hablan, dan a entender y se levantan orgullosos, los labios, con o sin brillos de pinturas se muestran altivos cuando dibujan y le dan marco a tu sonrisa y después está todo lo demás y acepto que todo el conjunto es chiquito, pero proporcionado y excitante, a lo mejor te resulta tonto lo que digo, yo seguiré opinando que, si tal como estás ahora vestida “levantás a los muertos”, si te producís un poquito, los harías bailar a tu gusto, a los muertos y a los vivos, me encanta mirarte.
- “Cartón lleno” me mataste y esto es sólo para decirte algo y no olvidarme que sos mi jefe, mejor lo dejamos acá, me hiciste sentir muy bien, ahora andá a dormir un rato, yo voy a ir después al hospital y te tengo al tanto. Gracias por el momento y por todo.
Aproveché lo que Andrea me había dicho y subí para dormir algo, faltaba poco para amanecer y me caía de sueño. Lo que pasaba con Gerardo no me importaba tanto, ya estaba decidido a “pegarle el toque” o “darle el raje”, lo único que me hacía dudar era por el conocimiento que él tenía sobre el trabajo que realizaba. Se me había dado por pensar que, si no respetaba el Contrato de Confidencialidad y abría la boca me iba a meter en un problema engorroso del que podría zafar fácilmente, pero nadie me quitaría el mal rato y me obligaría a tomar otro tipo de medidas con él. Por otro lado, había “morboseado” un rato con “la ratita” y me di cuenta que se había “calentado” con el jefe, quedaba como un pendiente agradable.
Dormí como un bendito y me desperté pasado el mediodía, lo primero que hice es bajar a la que sería mi oficina, trasladé las fotos de mi celular a la computadora y las mandé a imprimir, uno de los nuevos programas que había aprendido a usar me permitía darles más claridad, acercamientos y mejor definición a las fotos. Me sirvió, aunque no tanto, éstas habían salido espectaculares, no cabía ninguna duda de que era Rosario la que besaba al fulano en cuestión, además, como si algo faltara, a un costado de la imagen salía la fecha y la hora en que habían sido tomadas. No lo pensé más, tomé el teléfono y la llamé a la hacendada infiel.
- Hola, ¿Rosario?…
- Sí, soy yo, ¿quién habla?
- Soy Martín el Detective que habló con su esposo en la confitería de Candela… ¿Puede hablar?
- Ah, sí, ya lo recuerdo y sí, puedo hablar, estoy sola, ¿qué es lo que necesita?, -se mostró fría y distante en el saludo y la pregunta-.
- Sólo era para que supiera un poco más, ya sabe que su marido desconfía del tal Ignacio, el administrador la Estancia, pues bien, anoche, como a la una de la madrugada obtuve unas pruebas en la puerta del edificio dónde tiene las oficinas y por las fotos que tengo, desde que salió del ascensor y llamó a un taxi para que se fuera la persona que estaba con él, creo que puedo entender quiénes son los que lo joden y le roban a mi cliente. Ahora mismo estoy decidiendo sobre si informar a su marido o no por estas pruebas. ¿Qué cree usted que debo hacer?
- No, no, pero, ¡¿qué está diciendo?!, ¡usted está desquiciado!, no sé nada de lo que dice y de lo que mi marido le pidió.
- Está bien, entiendo, si es todo lo que tiene que decir, le ruego que me disculpe, trataré de ubicar a su marido, gracias por atenderme, -no le di tiempo a responder y corté la comunicación-.
Ocupé el teléfono por un rato para llamar a un servicio de catering, tenía hambre y no pensaba en salir a comer afuera, para mejor no bien corté la comunicación con el restaurant, me llamó Andrea desde el hospital para contarme que no había podido verlo porque lo llevaban de un lado al otro y le estaban haciendo análisis y distintas pruebas a Gerardo, igualmente, los médicos no le dieron muchas esperanzas.
Según le dijeron, había estado mucho tiempo sin que le llegara oxígeno al cerebro, las drogas “duras” no ayudaron en esto y le anticiparon, sin decírselo directamente, que Gerardo tenía muerte cerebral, no podían decirlo aún de manera oficial hasta que no le hicieran las pruebas, aunque las posibilidades de que así fuera oscilaban en un 95%. No se la escuchaba bien de ánimo a “la ratita” y le pedí que se volviera a la casa…
- Belleza, si no podés hacer nada y no podés verlo, es mejor que vuelvas para casa, necesitás estar bien enfocándote en lo tuyo, hablá con los médicos y/o con la administración para que le brinden toda la ayuda necesaria, dale mis datos y que me llamen, yo me ocupo de que no le falte nada y volvé, no te hace bien “hacerte la cabeza”, cuando esté más recuperado buscaremos a alguien para que lo atienda sin que vos tengas que estar “prisionera”.
- Gracias Martín, sos de lo que no hay, parecés mi Ángel Guardián, me ayudás y prevés los problemas antes de que aparezcan.
- No te creas, ni sabés lo que oculto debajo de mis alas negras, vení tranquila para casa.
No quise decirle más, de a poquito la acercaría al fuego para que se quemara como si fuera una polilla, aunque esperaba que me diera alguna sorpresa. Ya buscaría la manera, si es que Gerardo sobrevivía, para internarlo en algún lugar dónde le pudiera dar atención especializada, bajo ningún punto de vista podría estar en el departamento que ocupaba con Andrea, era como condenarla a ella a un martirio por la estupidez e irresponsabilidad de éste. No bien dejé de hablar con “la ratita”, el teléfono volvió a sonar. El nombre Gloria aparecía en la pantalla de mi celular, “hola hermosa, estoy terminando un trabajo a contra reloj y no pude ponerme en contacto contigo”, -dije apurado porque tuve un pálpito-.
- No soy Gloria, soy Rosario, me vine a la casa de mi cuñado para ver si Candela o Gloria podían ubicarlo mejor y estoy llamando desde su teléfono.
- Hola Rosario, ¿cómo está?, precisamente estaba ensobrando unas fotos, como usted opina que yo soy un desquiciado y me expresó que no sabe y no entiende nada, además de tratarme con soberbia, dejando notar que esto no le interesa, estaba por salir para dejárselas a Raúl, después de todo es el que me paga. Las fotos son muy nítidas, que decida él si conoce o no a los que aparecen en ellas.
- Por favor Martín, sé que estuve mal, se lo pido encarecidamente, usted parece buena persona, se lo ruego, no sabe lo que esas fotos pueden generar, -lo dijo bajando la voz-.
- No sólo no lo sé, tampoco me interesa, mi trabajo está cumplido, Raúl me pidió que solamente le hiciera llegar algún tipo de pruebas y que él se ocuparía después, es más, no creo que haga falta tener que ir a la Estancia.
- No me haga esto Martín, si es por dinero le pago el doble, el triple o más de lo que le ofreció mi esposo, no sé, usted dirá, es como si esto fuera un castigo a mi debilidad y voy a pagarlo, dígame una cifra.
- ¿Dinero dijo?, continúa usted enarbolando su desconocimiento y su soberbia inútil, no me insulte, pregúntele a Gloria si yo tengo algún tipo de solvencia económica, ella le dirá si me importa o no eso de hacer unos “dinerillos” más y, por otro lado, “señora”, soy joven, pero no me tome por tonto hablándome de debilidad, si usted hubiera visto a la mujer a la que le saqué las fotos, se hubiera dado cuenta que ella hacía todo con sumo gusto.
- ¡Por Dios, Martín, usted no entiende, me van a matar, estoy desesperada!, -levantó un poco la voz y la volvió a bajar-.
- No me diga así, ¿acaso será por culpa mía?, de todos modos, no debe ser para tanto, no se haga tantos problemas, dicen que nadie se muere en la víspera. Por otro lado, para que yo cambie mi modo de proceder y traicione mis responsabilidades, la persona en cuestión debería dejar de lado soberbias, mentiras y traiciones conmigo, es más, debería exhibir un comportamiento rayano con la sumisión, no soy sádico ni me gusta el “si amo”, pero me encanta el “si querido” y sin inhibiciones. No sé si alcanza a comprenderme.
- Vamos, jajaja, se da cuenta lo que está diciendo, usted es un chico, yo soy una señora adulta, no me puede pedir eso, me está extorsionando descaradamente.
- Puede ser y usted es una infiel desorejada e hipócrita que me toma de estúpido y a la que le queda poco tiempo de vida, bueno, bah, el tiempo que decida Raúl. Es evidente que ya eligió su destino, si están Gloria o Candela por allí, dígale que me llamen.
Volví a cortarle la comunicación y atendí al chico del catering que me traía el almuerzo tardío. Estaba poniendo las cosas sobre la mesa y el teléfono volvió a sonar, esta vez sí era Gloria y le noté la voz con un tono de intriga…
- Hola “yerno”, ya me estuvo contando Candela, me alegro mucho y, ¡no sabés!, la escuchaba y aunque no me contó en detalles, se me volaban todos los pájaros. Ahora no está, se fue temprano a la confitería porque tenía que atender proveedores, nunca la vi así, está en el aire por vos y enloquecida con el auto que le prestaste, ¡quién pudiera!…
- Ya sabés como soy, hicimos un pacto y hay algunos “compromisos” que no pienso dejar de lado, el tuyo, por ejemplo, de todos modos, trataré de que no le falte nada, me siento muy bien con ella.
- Te entiendo, otra cosa, ¿qué le dijiste a mi concuñada?, habla conmigo, aunque parece estar en otro mundo y tiene un miedo atroz, no lo dice, pero recién sonó el teléfono de línea y pegó un salto. Antes me devolvió el teléfono y me dijo: “llamalo al Detective”, le noté cierto temor en la voz y me pidió que te solicitara que la ayudaras. Antes me había preguntado si vos tenías recursos, dando a entender algo así como, si eras “comprable”, no podía creer cuando le dije lo que tenías… ¿A qué se debe eso?… ¿La estuviste investigando?… ¡Ayyy, me muero si la agarraste en algún renuncio!… ¿es eso?, contame por Dios, me vuelvo loca.
- Sos de lo más “chusma”, mis secretos profesionales no los ventilo. Decime, ¿cómo está vestida?
- Bien, como siempre, tiene un físico privilegiado y lo sabe, está de botas de caña alta con pollera tableada y tiene una camisa blanca ajustada al cuerpo, pero vino de campera de cuero, tiene poco maquillaje, pañuelo tipo chalina al cuello, está muy buena mi concuñada y sé que mi cuñado no le da mucha bola, son tal para cual los hermanos.
- ¿Me pareció a mí o tiene buenas tetas?…
- Las mejores, en eso no la puedo igualar y entre nosotros, me gusta, pero jamás se lo diría.
- No soy de comparar, me basta con saber que las tuyas son bellísimas y tu culito es incomparable, ni hablar de tu garganta, ¿cómo es eso de que te gusta?, ¡¿te querés coger a tu concuñada?!…
- Vos me conocés, te prometí que sería sólo tuya, pero, a veces, me vienen recuerdos de algunos “tiroteos” que tuve y no está para despreciarla.
- ¡Sos terrible!… ¿No te gustaría que le demos una buena “zamarreada” entre los dos a Rosario?, ¿te imaginás “embocarla” con un strapón?, jajaja.
- No jodas, me encantaría, se hace la remilgada, muy de “señora hacendada”, pero yo no me lo creo tanto… No me vuelvas loca, ¿qué tenés pensado mi cielo?
- Nada, todavía nada, es sólo un decir, por ahora, contale que yo te contesté que no hablo de los acuerdos con mis posibles clientes y que voy a esperar hasta mañana al mediodía para reunirme con Raúl, hacé como que no entendés de que se trata, pero vos sabés que, si digo algo lo mantengo y que cumplo si cumplen conmigo, te repito, vos no entendés nada y no trates de averiguar, hacé de “tonta”, luego te cuento parte de la historia.
- ¿Entonces es cierto, algo hay “por izquierda”? Ya me imaginaba que de “santa” y mojigata nada de nada. Contá conmigo para esto y para lo otro también, jajaja, ya se me está haciendo agua la boca.
- No te hagas ninguna “película”, cuando pueda y cierre todo te cuento bien.
Me quedé más que tranquilo por lo que me decía Gloria, sabía que había agarrado algo del “hilo de la historia”, pero sabía también que era muy difícil sonsacarle algo y que no diría más allá de lo que yo le había pedido. Rosario había quedado “entre la espada y la pared”, en la “pared” estaba yo y pensaba hacer que la pasara bien, con la “espada” se las iba a ver muy fea y ella lo tenía claro. Para completar el domingo de llamadas telefónicas, me comuniqué con Candela.
- Discúlpeme, mi novio está al teléfono y no me gusta hacerlo esperar, usted afine el lápiz, a mí siempre me queda la posibilidad de acudir a otra distribuidora.
La escuché decir eso apenas atendía la llamada e imaginé que estaría ocupada comerciando y regateando con los proveedores. Efectivamente, eso es lo que era porque se disculpó enseguida conmigo cambiando el tono de la voz…
- No te enojes mi vida, estoy enloquecida, cerró una de las distribuidoras de bebida y estoy tratando de conseguir buenos precios, el Gobierno te aprieta tanto con los impuestos que las firmas cierran o quiebran, los que quedan quieren salvarse y te cobran unos precios exorbitantes …
- Te llamaba para saber cómo estás.
- Con mucho trabajo, pero, extrañándote, ¿pasás a buscarme esta noche?
- Tengo ganas, aunque yo también ando con mucho trabajo por el tema de tu tío, veré si puedo zafar, por ahora no te prometo nada, si no puedo ir te invito a cenar el lunes a la noche y luego nos vamos para casa, ¿te va el programa?…
- Me encanta y preparate porque ando con todas las pilas puestas, necesito mimarte y que me mimes, además de otras cosas, jajaja, te adoro.
Estaba al pedo como cenicero de moto o como timbre de bóveda, pensé en pasar por el departamento de Andrea, pero imaginé enseguida que debía estar bajoneada y no tenía ganas de levantarle los ánimos a nadie, por otro lado, estaba un tanto dubitativo con el tema de Rosario, conociendo ella cómo se las “gastaba” el marido, yo entendía que debía estar un tanto desesperada. Lo que me extrañaba era que no hubiera llamado, yo lo hubiera hecho más que volando, cabían otras dos posibilidades, “blanquearse” con Raúl o avisarle a su amante, pero no creí que fuera tan estúpida para llevar a cabo ninguna de ellas.
La llamé a “la ratita” para decirle que activara el tema de los datos que requería del Administrador, me confirmó que tenía datos de sus saldos bancarios, el detalle de dos propiedades, una era un piso cercano al lugar en dónde tenía sus oficinas y la otra una casa de fin de semana, la cual tenía todas las comodidades y varias habitaciones, según los planos que había rescatado, tenía cinco habitaciones y dependencias, además de terreno libre y piscina. Me hizo saber que era divorciado, que abonaba mensualmente y en fecha la cuota de manutención para el hijo de diez años y la ex mujer, acorde a sus pagos bancarios, no le había salido barato el divorcio al tal Ignacio.
“La ratita” me informó también que tenía cuatro empleados en las oficinas del micro centro y otros dos en la casa de fin de semana, que a todos los tenía en blanco. A simple vista parecía gastar más de lo que le entraba. También que el sondeo para averiguar el movimiento y los saldos de cuentas bancarias en el exterior, lo podía hacer a partir de las primeras horas del lunes. Me daba cuenta por lo que me decía, que el “fulano” en cuestión se movía dentro de las formas legales y no tenía nada de tonto para “mostrarse” dentro del nivel social en que se movía.
Era más simple que un dos más dos, las personas que requerían de sus servicios solían ser empresarios o hacendados y yo había llegado a la conclusión que, a éstos, para llegar, estar y mantenerse dentro de sus niveles y status, no les faltaban uno o varios “muertos en sus placares” y, por ende, lo primero que exigían era una determinada probidad en sus empleados cercanos. Algo así como decir, “yo las hago, pero no me gusta que me las hagan”.
Aunque yo era joven y había sido bastante tímido y retraído, nadie podía negar que, aparte de curioso era observador y que me había criado en ese ambiente y, a pesar de que me dieron una Educación con límites y me “apretaban las clavijas” para “sacarme bueno”, había notado las hipocresías y alguna que otra conversación en que se “tejían entuertos” o “negocios” que le decían, “entuertos” en que alguno ajeno siempre terminaba perjudicado y no faltaban los “leales probos” a los que se les daba determinada confianza.
Como sea, yo me entendía y entendía la “papeleta en blanco” que exhibía el tal Ignacio. Andrea, un tanto titubeante, me preguntó si quería que se acercara a mi departamento para darme todos los datos obtenidos, dudé unos segundos y finalmente le pedí que me los mandara vía mail, no quería apurarme con ella, además, seguía sin entender los pasos que estaba dando Rosario porque su llamada se hacía desear.
La tarde del domingo estaba pasando y me hice a la firme idea de que Rosario no iba a llamar, tampoco me iba a obsesionar con ella, su soberbia, los modos despreciativos, el pretender engañar con “poses” de mojigatería y el engaño a que lo sometía a su marido, aunque esto en menor medida porque Raúl parecía merecer lo suyo, me habían llevado a tratar de doblegarla ocultando su traición en favor de mis ganas de “pasarla por la piedra”, pero eso no era nada profesional de mi parte, preferí tomarlo como que había jugado y había perdido, ganando en experiencia.
Convencido de pasarle las fotos en la mañana a Raúl y que hiciera él lo que se le diera la gana, con su mujer y con el Administrador, me di un regio baño para luego cambiarme y salir a cenar, pensaba en pasar luego por la confitería para verla a Candela y cuando me metía dentro del auto, alcancé a ver de reojo cuando un tipo grandote, saliendo de atrás de otro de los coches estacionados, se me abalanzaba con un objeto en la mano.
Los reflejos me funcionaron bien, alcancé a cerrar la puerta y el golpe del hierro contra el marco de arriba de la puerta y el techo del coche, retumbó como un alarido metálico en el silencio del estacionamiento. De inmediato abrí la puerta haciendo que el atacante trastabillara y retrocediera unos pasos al golpearle la cadera con la misma puerta.
Salté enseguida saliendo del auto y a duras penas eludí un golpe en la cabeza con lo que vi que era una barreta, sin embargo, no pude evitar que me diera de refilón en el músculo entre el hombro y el brazo derecho. El dolor fue intenso y el brazo quedó “dormido” como cuando te golpean fuerte el muslo y te hacen lo que en el fútbol se llama “paralítica”. No me hicieron falta poses y movimientos de brazos para aplicar las enseñanzas de Artes Marciales “callejeras” que me había enseñado el Sensei.
El tipo era más alto y más grandote, pero el golpe de la patada utilizando el empeine del pie fue bien dirigido al costado de su rodilla, le entré con toda mi fuerza y el crujido, junto con el grito de dolor del grandote doblándose como una paja, me erizó los pelos de la nuca. El otro era tan alto como el primero, pero más delgado, ese ni siquiera pudo acercarse, la patada y el talón de mi pie estrellándose contra su mandíbula, no sólo se la quebró, sino que le hizo dar una voltereta y cayó dando con la cara frente al piso de cemento del estacionamiento, allí quedó.
No habían sido nada profesionales, me di cuenta que el que me atacó en segundo lugar, había tardado en reaccionar y me dio los segundos necesarios para frenarlo en seco con la patada. Yo no tenía enemigos, tampoco me parecía un robo, se caía de maduro que era cosa de Rosario o bien del Administrador.
Me sería fácil averiguarlo, pero como aún la bronca me duraba y lo del auto abollado me molestaba todavía más, cuando el grandote apoyó una mano para intentar levantarse, le quebré la muñeca pisando fuerte su antebrazo. El tipo me miraba desde el suelo tomándose la muñeca y con la pierna doblada en una posición rara, parecía entregado además de dolorido, pero no me confié.
Miré al otro que estaba tendido boca abajo sin moverse, tomé la barreta y la apoyé en el costado de su rodilla sana, la pregunta fue una sola, ¿quién los mandó?, sólo hizo un movimiento con la cabeza negándose a contestar y el golpe se hizo sentir, aunque no fue tan fuerte, igual lo acusó y gritó. Lo empujé para que quedara boca arriba y acuclillándome al lado de la cabeza apoyé la barra de hierro en su garganta, “yo ya tengo una idea y te voy a dar otra oportunidad, si no me contestás, el “fierrazo” se lo “come” tu garganta, ya te imaginás lo que sucederá contigo después”.
Le hablaba con calma, pero con un tono de frialdad que hasta a mí me daba grima, casi le pegó para que se callara, se dio cuenta enseguida que yo no hablaba por hablar y dijo cosas que ni siquiera le preguntaba. El “fulano”, el tal Ignacio los “usaba” para algunos “trabajos” de las mismas características, les había dado la dirección y la marca del coche que usaba, por eso fue que me esperaban escondidos detrás de otros coches estacionados. Se les había hecho fácil porque ni el edificio ni la cochera tenían Seguridad, se dio justo que yo bajé porque, si tardaba más, pensaban romperle los vidrios al auto y, tal como si fuera otro vecino, avisarme por el portero, que “alguien” había roto el auto y al bajar yo, me “atenderían”.
Cuando se recuperaron un poco, los hice sentar apoyados en la pared y les saqué fotos a los dos, en las condiciones en que quedaron y fotos a los documentos de identidad con las direcciones -me di cuenta por éstas, que vivían en los límites de la Capital en un barrio carenciado-, asimismo, con sus celulares llamé al mío para que quedaran registrados los números y luego borré esas llamadas. Se me ocurrió que podían servirme a mí y me jugué en una diciéndoles:
- Los voy a dejar ir, ayúdense entre ustedes y tómense un taxi para que los lleve al Hospital, no voy a denunciarlos a pesar de tener la grabación de la cámara del estacionamiento -mentí, pero ellos no lo sabían-, voy a seguir su evolución, no le digan nada al tipo que los mandó, ni siquiera le contesten el teléfono, van a trabajar para mí, haciendo lo mismo que hacían para este tipo, yo los voy a llamar en unos veinte días para conversar de las condiciones. Que les quede claro, es eso o se mueren apenas se lo esperan, yo no ando con medias tintas.
Se dieron cuenta que yo no bromeaba y estaba haciéndolos “zafar” del problema, además, por si fuera poco, les pagué lo que debería haberles pagado el otro tipo, con la “yapa” para el taxi. Casi me les río en la cara, me obligué a mantener la “cara de piedra” cuando el grandote (el otro no podía hablar) me dijo que no me hiciera problemas, que lo de ellos no había sido nada personal y que quedaban a la espera, los acompañé hasta la puerta mientras caminaban abrazados ayudándose mutuamente y esperé a que subiera a un taxi.
Entré en el ascensor caliente como un chivo, notaba el brazo hinchado y los interrogantes se me cruzaban, ¿cómo había averiguado ese Ignacio mi dirección?, ¿cómo sabía qué tipo de auto tenía? que, para colmo, era de los pocos que había en el país, todo apuntaba a Rosario, seguramente había hecho una de las cosas que yo pensaba que no haría, ir a contarle a su amante. Asimismo, como ella no sabía mi dirección ni el coche que usaba, el “dos más dos” me llevaba a Gloria, a ella la llamé y me atendió rápido y jocosa.
- Hola Martín, jajaja, ¿te la estás cogiendo a mi concuñada o ya se fue?, ¿qué tal es en la cama?, dale, contame.
- ¿Así que fuiste vos que le diste mi dirección y el coche que usaba?
- Sí, me insistió y como no le atendías el teléfono, me contestó que quería hablar con vos personalmente en tu casa, me preguntó que auto tenías, “si está el auto, está él” me dijo, le contesté con la marca y el color y que no podía pasar desapercibido, bueno, lo del coche me lo dijo Candela. ¡Ufff, ya me la imagino gritando!, contame, decime que pasó, me hice toda la película.
- A vos no puedo recriminarte nada, no creo que hayas actuado con maldad, pero la hija de puta de Rosario me mando dos tipos para darme una paliza justo cuando estaba por subir al auto, no pudieron porque los mandé al Hospital, pero creo que me rompieron el brazo de un “fierrazo”.
- Nooo, pero, ¿cómo?, pero, pero, ¿qué me estás diciendo?, ¿me estás jodiendo?, ¿qué es eso de que te mandó dos tipos a darte una paliza?, ¿cómo que tenés un brazo roto?, Martín, por favor, no me hagas asustar.
- No es para que te asustes, estoy tranquilo en casa, lo que sucede es que no puedo mover bien el brazo y está hinchado.
- Ya salgo para allá, mi marido está de viaje y Candela no puede dejar la confitería, en todo caso le avisamos después, ¡es una reverenda hija de puta!, no entiendo cómo puede hacer una cosa así.
- No sé si fue cosa de ella, fue el amante quien los mandó, tengo sus declaraciones.
- ¿Amante?, ¿qué amante?, ¿tiene un amante?, ¡Ayyy, la puta madre, si se entera mi cuñado la pasa por la máquina de picar carne!, ¡qué quilombo que se va a armar!… Ya estoy saliendo, ¡qué hija de mil putas!…
- Vos mucho no podés hablar.
- No seas tonto mi cielo, lo mío nunca fue con amantes y mi marido en eso es muy distinto al hermano, esperame y me contás bien.
Por lo menos pasaría un rato con Gloria, a ella no le importaría que me sacara la bronca perforando su culito, de lo que estaba seguro era de que no me pasaría a Rosario por la piedra, cada cual había jugado sus cartas, se habían jugado el resto y ella junto con su amante, tenían las peores manos de la partida.
Continuará… Por favor, valoren y comenten. GUILLEOS1 se los agradece.
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