El día que Luisina dejo de ser virgen
Con sus 11 años, Luisina es una hermosa señorita. Ya tiene pechitos que se notan, su culito redondo y prominente me tienta cada vez que pasa por frente a mi taller. Siempre me dedica una gran sonrisa. Yo ya hacía un par de semanas que estaba muy tentado de ofrecerle otra cosa..
Estoy fumando un cigarro en la vereda, a la sombra de un gran árbol, y veo que Luisina está volviendo del colegio. Me fascina verla caminar con su pollerita tableada y su camisita blanca que ya se nota estirada por sus turgentes pechitos. Todavía no usa sujetador por eso sus pezones son dos puntas que atraen a todo el mundo. Convengamos que ya se está desarrollando, es alta para su edad. La verdad es que la niña está muy linda y yo quería ser quien se adueñara de la cereza de mi vecinita.
Todo comenzó a cambiar una tarde en que el calor era extremo, dentro del taller era un horno. Y en la calle el sol se hacía insoportable. Como todos los días en que había clases, Luisina regresaba por el mismo camino y pasa frente al portón de mi taller, saluda con una gran sonrisa y se puede apreciar que lleva mucho calor. Siguió su camino revoleando su pelo. Pasado unos minutos siento que alguien está parado detrás mío, al darme vuelta descubro a la niña viniendo hacia mí. Se me acerca y puedo oler su fragancia de muñequita. La verdad es que es una preciosura. Le pregunto en qué la puedo ayudar. Luisina me dice que su madre no ha regresado todavía del trabajo y no tiene llave para ingresar a su casa, y si puedo dejarla esperar en el taller para no tener que esperar en la calle. Obviamente que acepté y la llevé hasta la pequeña oficina que tengo en el fondo, donde hay un ventilador prendido, lo que refresca algo el lugar. Le digo que se acomode tranquila y que puede quedarse todo el tiempo que quiera. Hasta ahí todo normal. Pero al regresar al taller, se me ocurrió que podía obtener de este momento algún rédito con la niña. Cerré el portón y dejé un cartelito donde decía que volvía enseguida para que nadie moleste. Fui al baño y me refresqué con bastante agua para sacarme el olor de transpiración, luego me dirigí hacia la oficinita y para mi sorpresa pude observar a la niña sin que ella lo sepa. Estaba de costado hacia mí, de frente al ventilador, y se levantaba la pollerita hasta su pecho y permitía que el aire fresco enfriara su bajo vientre. Ver eso me pudo a mil. Inmediatamente la verga creció y creció hasta tomar su máximo tamaño. O sea 21×6.5 de carne dura en barra. Haciéndome el desentendido entro a la oficina y la niña se sorprende ya que no atinó a bajar la polera y pude apreciar que se había sacado la bombacha, su vagina rosadita estaba en primera línea, sudorosa. Luisina baja la mirada y descubre el bulto en mi pantalón, pero no hace comentario alguno. Simplemente me desentiendo de ella, y le digo que hace demasiado calor, y que si no le molesta me gustaría también tomar aire fresco. Ella con una sonrisa asiente, y yo rápidamente me saco la remera, y me bajo el pantalón lo que permite que la niña observe la protuberancia que mi pija hace en el sleep. Queda como hipnotizada, no puede sacar la vista de mi verga. Pronto se la nota ruborizada, respira algo agitada. Yo sigo sin acercarme, pero con mi mano acomodo la verga para que la punta aparezca por arriba del elástico. Ella observa callada. Me doy la vuelta y la enfrento, le pido que me ayude a correr el ventilador, se levanta de la silla y se acerca a mí para ayudarme, y yo aprovecho a tomarla por la cintura desde atrás y le apoyo la verga en su culito. Luisina no atina a nada, tampoco se resiste. Levanto su falda y tengo su culito a mi disposición, me bajo el sleep y tomando mi verga en mi mano se la paso por el medio del canal de sus nalgas y le punteo un poco su agujerito trasero. De pronto la niña reacciona y me dice Don Jorge, esto que hace está mal. Soy una niña. Yo directamente le contesto que ya está en edad de merecer una buena pija, y que hoy sería el día en que la tendría. La tomo de la mano y la atraigo hacia mí. Me siento en mi sillón y hago que se siente con ambas piernas a cada lado lo que permite que mi pija se acomode en contacto directo con su vagina. La niña no emitió ningún otro comentario, seguía suspirando y con los ojos cerrados. La tomé con ambas manos de sus nalgas y la frotaba con ganas contra el lomo de mi verga. De a poco sentí como la niña colaboraba con el movimiento y que lo estaba disfrutando. Yo también lo estaba disfrutando. A poco pasado unos minutos de franeleo, la detengo, la bajo de mi falda y la pido que me chupe la verga. Luisina no sabe qué hacer, pero al fin se decide, se arrodilla frente a mí y estirando su manecita tomo mi palo por el tronco y se mete la cabeza a la boca. Comienza a chupar y a lamer, no tiene idea de como hacerlo, por lo que invierto algo de tiempo en enseñarle como debe hacer para que un hombre goce de sus caricias. La niña se aplica enseguida, y enseguida siento los cambios en su actitud. Ya está interesada en darme lo que quiero. Y no duré i cinco minutos con la verga en su boca que comencé a acabar con fuertes chorros, la lechada se le escapaba por la comisura de los labios. No atinaba a hacer nada, solo sentir como los chorros de semen golpeaban su paladar. Mi verga seguía dura, me paré, la tomé por la cintura y la hice apoyarse de panza en mi escritorio, luego levantando nuevamente su falda me arrodillo detrás de ella y me aboco a chuparle bien la concha y su culito. Mis dedos invadieron sus cavidades y ella comenzó a disfrutarlo. Pronto gemía y suspiraba moviéndose despacito como una serpiente propiciando el contacto de mis dedos. Cuando estuvo bien lubricada, me paré detrás de ella, la hice inclinarse un poco más, y apoyando mi verga entre sus labios vaginales, se la comencé a meter. Ella gimió fuerte, yo embestí nuevamente y otro trozo de verga se perdió en la profundidad de esa virgen conchita, llegué a su himen y se lo perforé sin miramientos, ella gritó un poquito y amagó a llorar pero ya pronto estaba gran parte de la verga dentro de ella. Respiraba fuerte y no atinaba a moverse. Yo inicié un vaivén, cada vez más largo hasta que al final prácticamente le sacaba toda la tripa y se la volvía a meter hasta el fondo, Luisina sin aviso previo gimió fuerte, y casi doblándosele las rodillas me regaló un orgasmo intenso. Sentí como sus flujos inundaban mi verga, aceleré la cogida, ella seguía receptiva, mi pija estaba dura como un riel. En eso observo que sobre el escritorio está el pote de crema que utilizo luego de lavarme las manos con solvente. Y no tuve mejor idea que tomar crema y con dos dedos untar crema en su ano mientras seguía perforando su conchita. Ella se excitó más todavía, pronto los dos dedos bailaban en su ano, metí un tercero y me pidió que se lo sacara que le dolía mucho. No le hice caso, tomé más crema e inundé bien su trasero, luego sin avisarle saqué mi verga de su conchita, lo que permitió que salieran sus fluidos, más un poco de sangre de su desfloración, tomé la verga, se la puse bien centrada en su esfínter y se lo perforé con una fuerte estocada, entró la cabeza y un pedazo de tripa. Ella grito y comenzó a llorar. Yo no le hice caso y seguí penetrándola hasta que mis testículos toparon en sus nalgas. Recién ahí me calmé y opté por dejarla que se acostumbre al tamaño del tronco. La pobre no podía ni moverse de lo penetrada que estaba. Su culito caliente apretaba como una mano mi pija, comencé a moverme y ella a llorar. La estuve cogiendo por unos 10 minutos hasta que me vine dentro de su culito. Esperé que se achicara mi verga para sacársela. Al salir la cabeza salió detrás todo mi semen. Su ano estaba muy irritado. Me senté en el sillón y ella seguía de panza frente al escritorio. La tomé de la mano y la atraje hacia mí. La abracé fuerte. Y le digo que no debe contar nada, ya que si lo hace, yo iré a hacerle a su madre lo mismo que le hice a ella. Y que dentro de dos días me gustaría vuelva para hacerlo de vuelta. Y para mi sorpresa no solo no ha contado nada, volvió a los dos días, y ahora hace ya quince días que cada dos o tres días tenemos sexo.
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