El doctor y yo (parte 1)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mi nombre es Elena y tengo 21 años.
Hace poco empecé a trabajar en una clínica veterinaria, primero porque necesitaba dinero, y en segunda porque no tenía mucho que hacer, ya saben, soy de esas personas que no suele salir de cssa a menos que sea por compromiso. En ese entonces era una chica alta, de tez blanca pero ligeramente quemada de los brazos y cara, cabello castaño rojizo, largo y quebrado, ni gorda ni flaca. Pero tengo el problema de tener senos prominentes y caderas anchas, por lo que me vendo antes de salir.
Me habían dicho que el trabajo era sobre atender llamadas y recibir pacientes. "Nada mal" pensé porque asi solamente estaria detrás del mostrador, aunque me dijeron que llevara ropa cómoda. Ese día llegué con unos jeans pegados y una sudadera delgada, una playera chica debajo. Iba muy inocente, a decir verdad, porque pensé que soloe enfocaría en laborar.
Pero desde que lo ví, sentí un deseo enorme por él. Fue la primer persona que ví en el trabajo, su nombre es César. Un hombre mayor que yo, ligeramente más bajo, de barba de candado y un carácter que hicieron que me humedeciera en la primer hora del trabajo. Y mientras yo llamaba a los clientes y le admiraba disimuladamente el trasero (porque oh por dios, para ser mi jefe está muy bueno) me tocaba ligeramente, aguantando suspiros e imaginándome que eran sus manos firmes y hábiles las que querían bajarme el pantalón.
Hubo un momento en el que ya no pude más y pedí permiso para retirarme a comer, cosa que le sorprendió porque no le dirigía mucho la palabra, pero accedió. Y lo primero que hice fue meterme en el baño, según yo cerrando la puerta para poder sentarme en el inodoro.
Andaba caliente, urgida de que un hombre me satisfaciera en ese momento. ¡Y no había alguien más trabajando con nosotros! Pero cuando notaba su mirada, cuando me hablaba por mi nombre sentía las ganas de brincarle encima y montarlo enfrente de los clientes. ¿Y si se había dado cuenta? Me bajé el pantalón sin evitar sonrojarme: las braguitas de color rosa que traían mostraban ya las manchas de lo húmeda que estaba. Sabía que si seguía así no iba a durar la jornada así que a pesar de la vergüenza me senté en el inodoro, mostrando mis labios aún tiernos para abrirlos y de esa manera comencé a masturbarme.
Se siente bien cuando fantaseas con alguien, ¿No? Acariciaba suavemente mis labios con los dedos índice y anular, mientras la otra mano hacía leves movimientos en círculo sobre mi clítoris. Me encanta cuando me aprietan ahí, levantaba las piernas y ahogaba gemidos de pensar en su jugoso pene quitándome la virginidad mientras mordía mis pezones. "¡César!" Decía con los ojos cerrados, quitándome la sudadera por lo incómoda y acalorada que estaba. Quería correrme, mis dedos se movían solos y pronto moví mis caderas, suplicante de él.
¿Y luego? La puerta se abrió. ¡No había cerrado la puerta bien! ¡Y para colmo, era él quien necesitaba entrar! Cuando abrí los ojos por el sonido me encontré con los suyos, en una mezcla de sorpresa y deseo. Ni siquiera pude hablar, eso era lo que necesitaba, como se quedó en el marco de la puerta hizo que me corriera como por efecto. Volví a cerrar los ojos e hice hacia atrás mi cabeza, doblando las rodillas sin poder evitar suplicar su nombre con un gemido.
Escuché otro sonido y respiré pesadamente, aunque aliviada porque pensé que se había ido, aunque al abrir la mirada no pude evitar quedarme muda por la pena. Él estaba tapando la puerta, con una sonrisa en los labios, cosa que me mantenía excitada. "Doc-doctor…" susurré, tapando mi intimidad con ambas manos, sintiendo mis pezones endurecidos y él deleitándose con esa escena.
"No digas nada, justo así te quería encontrar…" susurró, podía notar el líbido en su mirada. "Así que quieres correrte. ¿Eh? Vamos a darte eso." Musitó a mi oído, bajando sus labios por mi lóbulo, mojando mi piel con su lengua, gruesa y haciendo succiones. Por mi parte, yo le empujaba porque no era normal, ¡Era mi jefe! Pero César es más fuerte, y pronto lo tuve levantando mi playera y recorriendo mi sostén con los dientes. "¡César!" Volví a gemir. Tenía el cuerpo a punto de explota de placer, mis esfuerzos por apartarle se hacían leves, hasta que le tuve entre mis manos, sujetando su nuca mientras él mordía ansiosamente mis senos, los chupaba y me levantaba de los muslos para que él tomara el lugar que yo tenía, sentándome entre sus piernas. No sé cuando fue el momento en el que lo hizo, pero ya le tenía restregando su grueso y erecto miembro justo sobre mi clítoris, su boca ocupada haciendo chupetones en la piel de mis pechos.
"No es justo que solo tu disfrutes, Elena" dijo en medio de mis gemidos y comenzó a moverse, apretando mis muslos y marcándolos hasta tener líneas rojas en mi piel. "P-pare, s-soy virgen…" confesé casi a punto de llorar no por dolor, sino por placer. Él continuó moviendo su verga, queriendo adentrarse pero conteniéndose de penetrarme. "Eh… ¡Elena!" Dijo con voz ronca, levantándome para así embestirme al apoyarme en la pared. ¡Se sentía tan jodidamente bien! Me sentí como leona en celo, sin poder dejar de sudar y gemir de placer. César me marcaba, podía sentir su esencia en mi piel, saboreaba su sudor entre mis labios, me gruñía al oído y lo mordía.
"¡M-Me voy a correr!" Avisé gimiendo, apretando el cuerpo contra el suyo; le rasguñé la espalda y le aprisioné la cadera con las piernas. "¡Eso es, di mi nombre!" Ordenó con tal autoridad que mis gemidos llevaban su nombre, mientras nos movíamos con rapidez, yo a punto de perder la razón.
"!!!"
Sentí su leche en mis labios, y terminé por tener un orgasmo violento, corriéndome sobre su falo y temblando de pies a cabeza. Por primera vez me sentía tan bien que atiné a besarle de manera fogosa, el doctor me sonrió mientras ayudaba a vestirme. "No creas que no te ví, y créeme que voy a ayudarte cada vez que quieras desahogarte…" musitó, dándome una nalgada.
¡Quién diría que me encantaría trabajar con él!
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