El hilo rojo del destino
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Crusnik.
Alquilar un bungalow en una isla tropical para mi enamorada Alicia, mi amiga Angélica y su esposo.
Llegamos a la isla, el mar es manso y cristalino, rodeado de arena blanca. El hotel es pequeño, pero acogedor. Quienes laboran son aldeanos, muchos de ellos visten sus atuendos típicos y muestran sus costumbres.
Desde que llegamos al aeropuerto he sentido que hemos sido seguidos. Al llegar al aeropuerto una mujer anciana, que parecía ser reverenciada nos quedó mirando. Nos pidió que la llevásemos cerca del hotel donde estábamos.
El taxista del hotel, pareció tenerle cierta reverencia. Aquella viejecita no parecía peligro para nosotros cuatro.
Ella nos hizo unas ciertas preguntas:
– Jóvenes, ¿Ustedes son pareja? –dijo la anciana.
– Sí, Mi esposo y yo (señalando a Alexis). Y mi mejor amigo y su novia (señalando a mí y mi novia) –respondió Angélica.
La anciana nos miró a los cuatro sorprendida y desconcertada.
– ¿Ustedes creen en el hilo rojo del destino? –preguntó la anciana.
– ¿Qué es eso? –respondió Alicia.
– Es ese antiguo mito que dice que nuestra alma gemela está atada en un hilo rojo del destino para encontrarnos –respondí.
– Cuenta que entre dos o más personas que están destinadas a tener un lazo afectivo existe un «hilo rojo», que viene con ellas desde su nacimiento. El hilo existe independientemente del momento de sus vidas en el que las personas vayan a conocerse y no puede romperse en ningún caso, aunque a veces pueda estar más o menos tenso, pero es siempre una muestra del vínculo que existe entre ellas.
– No creo en el destino –dijo Alexis.
Continuamos conversando sobre otras cosas hasta llegar al hotel.
Los empleados del hotel nos ayudaron con las maletas porque es su trabajo. Pero a la vieja se apuraron en ayudarle por reverencia.
Nos dieron nuestro bungalow con dos cuartos y un baño. Tomamos una ducha por turnos y luego descansamos de tan largo viaje.
Salimos a pasear para conocer el lugar y comer algo.
Alicia es de tamaño normal, de cabello largo y algo ondulado, bonita de cara, de tez clara, ojos almendrados, de 34 años de edad (4 años mayor que yo), cabello negro, aunque no tiene vientre plano su cuerpo es proporcionado. A quien conozco desde hace cuatro años, pero somos pareja desde hace un par de años.
Angélica (a quien llamamos Angie de cariño) es de tamaño pequeño, pero de tetas grandes, tez clara, cabello ondulado castaño oscuro. Es mi mejor amiga desde el colegio con la cual hemos compartido aventuras y emociones, por más de 12 años. Se había casado hace un con Alexis a quien conoció hace tres años y hace poco cumplieron un año de matrimonio.
En el restaurante nos sentimos observados, pero la comida fue buena y la atención cortés.
Al regresar cada pareja se fue a su cuarto. Le propuse a Alicia hacer el amor. Estuvo de acuerdo, pero tratando de hacer el mínimo ruido.
Hasta que escuché unos bajos bufidos de Alexis, al parecer habían tenido la misma idea.
Desnudé por detrás de Alicia, le fui abriendo los botones de la blusa, besando su cuello, al terminar de abrir su blusa, mi mano fue dentro de su pantalón empezando a sobar su ropa interior. Luego toqué dentro, dándome cuenta que se había afeitado el chocho.
Entre el éxtasis me dijo que se lo había afeitado por cuestión del bikini. Eso me excitó. De un golpe le bajé el pantalón, al enredarse entre sus pies perdió un poco el equilibrio, se cogió del borde la cama y se la empecé a clavar hasta que se olvidó que tenía que mantener silencio por lo que aceleré mis arremetidas.
Al otro lado de la pared parece que nos escucharon y escuché gemidos y bufidos. Mi calentura estaba a 1000, así que arrojé a Alicia a la cama, la abrí de piernas y le empecé a comer el coño, ella cogió mi cabeza y me pedía más, una gran cantidad de fluidos calientes y salados emanaban de su gruta. Me solté de sus manos para colocarme en la posición del 69 para que me la fuera mamando. Luego se volteó y me pidió que se la meta. La cogí de los muslos y se la fui clavando primero despacio, después aceleré el ritmo hasta que me corrí dentro. La leche salía de su vagina y su respiración agitada se empezaba a calmar, su cara de éxtasis era un poema y ver como pecho subía y bajaba al ritmo de su respiración era una imagen maravillosa. Después besé los labios de mi amada jugando con nuestras lenguas.
Luego de unos minutos continuamos con el segundo round, esta vez un poco más pausado para disfrutarnos mejor, comiéndonos a besos, intercambiando fluidos y usando nuestra imaginación para inventar nuevas poses en ese campo de juegos que es nuestra cama. Nos corrimos hasta quedarnos dormidos en posición de cucharita.
A las horas me desperté y me vestí con un short y una camiseta para leer un libro en la sala, para no molestar a Alicia.
Leí unas páginas hasta que al rato salió Angie de su cuarto vestida en un pijama largo con una camiseta delgada, en la cual se dejaba ver la silueta de sus senos al no usar sostén, así como se dilucidaba sus pezones oscuros. Fingí no darme cuenta. Se dirigió al frigo bar y sacó algo de tomar, mientras lo hacía pude ver su culo y notar que tampoco estaba usando ropa interior. Luego, ella se sentó en un lado del sillón y estuvimos conversando un buen rato. En mi mente me pregunté por qué nunca fuimos pareja. En ese momento salió Alicia de la habitación vestida solamente con mi camisa. Se veía muy sexy. Me llamó a dormir para levantarnos temprano.
A la mañana siguiente fuimos a la playa. Ambas se veían hermosas en bikini. Me encanta el mar, mientras que su esposo estaba bajo la sombrilla yo jugaba con Angie y Alicia asegurándome que no la jale las olas. Sus pieles bronceadas y el rebote de sus tetas al correr era un espectáculo. Alicia se fue a descansar en la sombrilla y me quedé con Angie cogiéndonos de las manos para que no la arrastre la ola. Vi que algunos pobladores nos observaban y cuchicheaban entre ellos. A lo lejos me pareció ver a la anciana con la que compartimos el taxi.
Al volver al hotel lo hicieron solo con el pareo bajo el cual se ocultaban los bikinis. En el bungalow conversamos en la sala, alguien tocó la puerta era del servicio del hotel nos dijeron que la cortesía del hotel nos había traído unas bebidas. El sabor del licor era extraño y dulce, a los minutos me sentí extraño: imágenes de sexo empezaron a invadir mi mente, iba a llamar a Alicia pero vi que estaba dormida, al igual que Alexis, mientras que Angie trataba de despertar a su esposo.
– Esposito, despierta… ¡Por favor! –decía Angie a modo de ruego.
Al agacharse no me pude resistir a observar la transparencia del pareo contrastando con lo colorido de su tanga arcoiris.
Aparté el pareo de su ingle y me quedé oliendo su culo. El contraste de sus muslos bronceados contrastaba con la línea donde no había recibido sol. Vi como su clítoris tomó el tamaño y forma de un limón, aparté a un costado la parte de la entrepierna del bikini y no me pude resistir a chuparlo al ver su raja. Gemidos y humedad salieron de ella.
– Lo siento esposito. Pero lo necesito.
Chupé su chochito, subiendo con mis labios por su ombligo hasta sus tetas, lamiendo la parte alta del traje de baño mientras usaba mi pulgar para jugar con su chochito. Levanté su traje de baño dejando afuera sus pezones apretados desde arriba por el brasier. El olor a mar de concha empezó a llenar la habitación.
Cogí unas tijeras de la mesita de centro cercana, a un brazo de distancia, para cortar la prenda. Los pelos de su chocho afloraron. Le separé las piernas y comencé con mis arremetidas de mete y saca.
– ¡Basta! ¡Soy una mujer casada! –decía con sus labios entre gemidos, mientras salían abundantes fluídos de su chocho.
Angie movía sus caderas para acrecentar el placer. Empecé a gritar porque ya estaba a punto de correrme.
– ¡sácalo! No quiero salir embarazada –decía Angie.
Empecé a sobarme en su coño peludo hasta que me corrí sobre su estómago. Angie aún se convulsionaba entre gemidos, subiendo y bajando sus tetas al ritmo de su respiración.
Con la respiración entrecortada y su cuerpo aún con pequeños espasmos.
– ¡Qué hemos hecho! –decía Angie, sorprendida y asustada.
Luego pasó sus dedos por su estómago cogió el semen, midió la viscosidad con sus dedos. Al parecer el olor le llamó la atención, olió sus dedos y sin pensarlo los empezó a chupar.
– – ¡Delicioso! – Siguió cogiendo el semen de su estómago para beberlo todo jugando con su lengua. Al terminar cogió mi pene y se la metió en la boca saboreando los restos de sus fluidos y los míos.
De repente la puerta se abrió y un grupo de personas encapuchadas entraron a la habitación. La viejecita entró detrás.
– ¡Sí, lo sabía! ¡Son ellos! ¡Por fin! –Gritó la anciana.
Mientras que nos echaron un narcótico. Luego nos llevaron a todos a un vehículo.
……………… continuará…
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!