El masaje
Llego estresado del trabajo y le pido a mi vecina masajista un masaje, tenía el día completo y me ofrece que su hija de 13 años ya sabe hacerlos..
Después de un día duro de trabajo llegué a casa, estaba tenso, había tenido varias reuiones importantes, en las que no conseguí mis propósitos de que mis proyectos tuvieran relevancia.
Entrando en casa me encontré con mi vecina Lina, una joven treintañera, masajista, licenciada, que daba masajes en condiciones…
– Hola Lina, ¿que tal el día?
– Hola Víctor, hoy muy bien, tengo tarea hasta las 22:00 horas, muchos clientes se me han acumulado, no sé porqué.
Al trabajar en su casa, tenía el horario que le daba la gana, y cobraba lo que le venía en ganas.
– Pues hablando de tareas, hoy me encuentro un tanto estresado, pensaba en pedirte hora para un masaje, necesito relajar la mente y los músculos sobre todo, me duele la espalda, sobre todo a la altura de los riñones.
– Está complicado que yo pueda darte hora, las tengo completas, ya sabes, a media hora por cliente, pero, si te atreves, estoy enseñando a Rosita, que está aprendiendo rápidamente.
Rosita, era su hija de 13 años, delgada, unas manitas pequeñitas, una gran boca y unos pechitos deliciosos, por lo visto quería seguir con la tradición de su madre, y prepararse la carrera, iba aventajada con las enseñanzas prácticas de su madre.
– Ah, pues voy a probar, algo es algo al menos, si puede venir a eso de las 17:00 horas, que ya me habré despertado de la siesta.
– Pues si, a esa hora ya ha descansado ella, se lo comunicaré, así se gana un dinerito.
Nos despedimos, cada cual entró en su hogar y me dispuse a almorzar, eran las 14:00 horas, tenía tres horas por delante, para descansar un poco también.
Llegó la hora y llamaron a la puerta, era Rosita, venía preciosa, con minifaldas y un jersey grueso, hacía frío, aunque en casa yo tenía la calefacción puesta, la observé y pensé «frío por arriba pero por debajo parece estar caliente….» mis ideas volaron fugazmente.
– Hola Víctor, me ha dicho mi madre que quieres que te de un masaje.
– Hola Rosita, si, habíamos quedado en eso, ¿vamos?
– Vamos.
Seguí las indicaciones que me dio, me tumbé en una colchoneta muy fina que ella misma traía, ella se puso de rodillas, y me me tumbé en ella, quedándome en calzoncillos según me aconsejó, me dijo que para la espalda tenía que ponerme boca abajo, y empezó a pasarme las manos, después de extender un líquido resbaladizo por la espalda, un cosquilleo recorrió mi cuerpo, erizándome la piel.
– Veo que te gusta, y aún no he empezado, jajaja, después sufrirás los dolores.
– No seas mala.
Y empezó a pellizcar, a hacer giros imposibles, a darme con la mano, el antebrazo, el codo, utilizaba bien sus manos, acariciaba y me destrozaba mi espalda, bajaba hasta los glúteos… y eso me excitaba… no me pude aguantar una de las veces, y me acomodé mi polla, que se había puesto dura, Rosita se dio cuenta de lo que pasaba y se sentó sobre una de mis piernas, mientras se desplazaba por mi espalda, su minifalda rozaba todo lo largo de mi muslo, me estaba poniendo enfermo de placer, la lujuria estaba pudiendo conmigo, en alguna ocasión la escuché respirar fuerte, en alguna ocasión senti que sus bajos me mojaban la parte trasera de mi pierna, al mismo tiempo me estaba dejando relajado, con el masaje, hasta que llegó el instante en que pellizó fuertemente mi espalda, se sentó sobre mi pierna separando las suyas y ahogó un pequeño grito de placer, sentí que había tenido un orgasmo en mi pierna, su vagina chorreaba toda.
Me atreví a preguntarle:
– Rosita, dime la verdad, y ¿tus bragas?
– Las olvidé en casa, Víctor, si quieres, voy a por ellas…
– No, no, me gustaría sentir otro tipo de placer, que siempre se lo quise pedir a tu madre, pero dudaba que me lo diera.
– ¿Tu crees que no? Yo también he aprendido a hacer esos masajes, observándola cuando no sabía que miraba.
– ¿Sabes a que me refiero entonces?
– Claro, date la vuelta.
Mientras se incorporaba se acomodaba su minifalda, se secaba con un pañuelo su entrepierna, de la que se veían pelillos y me dijo «Quítate los calzoncillos».
No tardé nada en despojarme de mi prenda, me tumbé en la colchoneta y mi duro pene no dejó nada para la imaginación, después de una pequeña exclamación, se tiró a por el, pero antes se embadurnó las manos con ese líquido resbaloso.
– Uhmmm, si que es grande, ¿me dejas experimentar?
– Claro, si me sacar los chorros de la vida, todo lo que quieras.
Con una mano en la base de mi polla, después de tirar de la piel, agarró para que no subiera, el glande estaba bajado, descubriendo la cabeza de mi polla, brillante, enhiesta, su otra manita empezó a subir y bajar, lentamente, estaba gozando, mi polla tenía fuerza aún para endurecerse un poco más, ella casi babeaba.
– Te agradecería que te desnudaras -le dije- estarás mas cómoda.
Sin dudar, dejó «sus manualidades» y se despojó de sus prendas, no llevaba más que el jersey, por debajo nada, y la minifalda, con un leve movimiento la dejó caer, también sin bragas, como habíamos hablado antes.
Se volvió a sentar sobre mi pierna, dejando su coñito rico a la altura de la rodilla, me dijo que la levantara un poco, y con destreza puso sus pies para que el mío se apoyara en ellos y así yo no me cansara, y empezó a hacerme la paja más maravillosa del mundo, mientras ella se deslizaba sobre mi rodilla, estaba visto que no era su primera vez.
– Ufff, ¿quien te enseñó a obtener placer así Rosita?
– Aaah, aaah, mis… amigas… en noches de fiestas… de pijama… mientras les hacía masajes…
– Ufff, ¿también se los das a las amiguitas?
Me estaba dando morbo lo que me contaba, a saber cuanta edad tendrían ellas… todas…
Al mismo tiempo me estaba dando la más increible paja del mundo, con ambas manos, su cara estaba cerca de mi polla, parecía que de un momento a otro iba a llenarse su boca con mi carne, me tenia a mil…
– Y ¿con chicos lo has hecho?
– No, aún no… he follado, aaah, a ellos les hago… pajas, pero en los baños, saben lo de mis masajes, pero no quiero… mmmmmmm!!!!!
Era evidente que estaba a punto de correrse de nuevo, y le ofrecí una opción mentras me seguia masturbando…
– Me gustaría mucho… oooh, a ver que… te parece… sentir como tus babas, oooh, se deslizan por mi polla… pero no follando… sino deslizándote sobre mi miembro duro oooooh, en lugar de mi rodilla…
– Uffffff no me…. la meterás?
– Si vamos aaaah con cuidado…. nooo y me correré… sobre tu clitoris… mmmm… sin manchar tus labios…
Y se incorporó, y se sentó sobre mis huevos, y separó entre gemidos sus labios, para hacer como un túnel para mi polla, para deslizarlo como si fuera una mano, y empezo a moverse y empezo a jadear…
– Uffffffffm ooooh, jamás lo sentí… mas rico aaah, excepto las lenguas de mis amigas uffff
– Siiiiii, mmmm siente como me palpita…. mi polla aaah, está a punto de correrse aaah…
Y siguió deslizándose, cada vez más veloz, mi polla a punto de reventar, quería follármela, pero a la vez quería que experimentara lo que estaba haciendo, no podía aguantar mucho mas, ella se movía veloz, ya no articulaba palabras ni gemidos, el orgasmo mandaba más, y se detuvo, a la altura de mi frenillo, notaba que palpitaban sus pequeños labios y con ese simple gesto, me inundó de su placer y yo… yo… me derretí… expulsé tres largos chorros de semen que inundaron mi pecho, Rosita se reía pícaramente, se llenó las manos del semen y se las untó en el trasero, pero, en el ojete del trasero, avanzó un poco, se acomodó y atrapando mi duro pene a punto de aflojarse, fue y lo alojó en el interior de sus entrañas, solamente la cabecita, a mi me quedaba fuerzas para expulsar dos gotitas mas de líquido seminal y ella lo sintió.
– Mmmm que caliente y que rico.
– Me dijiste que no habías follado.
– Esto no lo llamo yo follar, esto es que me den por culo y que los hombres sintáis el placer dentro de mi.
– ¿Esto si lo haces a menudo?
– Tanto como las pajas en el colegio, alguna vez yo también me caliento y quiero sentir algo más, y dejo mi culito, también a mis amigas y a mis profes para sacar nota.
– Mmmmm, estoy deseando volver a estar estresado de nuevo….
Excelente muy excitante, espero la continuación.