EL PODER DE LOS DESEOS. (15)
Se da la oportunidad de alojar a las monjas en mi casa y de seguro que irían a pedir por su “marido”. Me saco las ganas con Haydee y se convierte en otra incondicional. Vuelta al pueblo y recuerdo que tenía que “cumplir” con mi madre y otras….
HAYDEE – LAS MONJAS – EL CONVENTO. (15).
Les pedí a las monjas que me contaron en detalle el tema de la demanda y aproveché a mirarlas bien, mucho no podía observar porque los hábitos sólo dejaban ver sus manos y su rostro, pero si se notaba que la Madre Superiora tenía unas buenas tetas que se dejaban adivinar debajo de sus ropas, era la más alta de las dos, sus medidas oscilarían en el metro setenta y quizás un poco más. La monja más joven no parecía tener tetas exuberantes, pero no desentonaban para nada y sus ojos claros me daban a entender que era rubia.
Me gustaban las caras de las dos, pero hasta ahí podía llegar, ni siquiera había miradas que pudieran tomarse como pícaras y yo ardía en deseos de cogerme a cualquiera de ellas o a las dos. Se me cruzaba por la cabeza la afirmación de la “bruja-hija”, “ni las monjas podrán resistirse cuando desees algo con alguna de ellas”, me había dicho en alguna oportunidad y en ese momento tenía la posibilidad de confirmar sus dichos, no obstante, no quería apurarme pues no quería “patinar” nuevamente con ellas y traté de comportarme como todo un profesional de la Ley.
- Yo me puedo hacer cargo de la defensa que solicitan, pero, esto implica una serie de gastos un tanto “pesados” máxime que ya está iniciada la demanda…
- Ya lo sabemos Doctor, no tenemos mucho y la señora Fina nos dijo que usted se podría adaptar un poco en los honorarios, sería cuestión de hacer números, -afirmó la Madre Superiora-.
- Cuéntenme que es lo que pretenden porque acá el heredero habla de proceder a la venta de todo el campo, pero no dice nada de lo que tienen ustedes.
- El total del campo es de sesenta hectáreas, nosotras tenemos sólo tres, somos cuatro hermanas y con eso nos alcanza y sobra, la edificación siempre estuvo allí y se mantiene con la ayuda de los habitantes del pueblo y un par de subsidios del Estado.
- Ustedes figuran como Representantes del convento y esto tiene fecha de sentencia de aquí a cuatro días, no hay mucho tiempo para solucionar esto, además ustedes deberán estar presentes, ¿cómo harán para no ir y venir?
- Verdaderamente, no tenemos recursos, pero Fina nos dijo que usted nos podría ayudar.
- Bueno, eso no lo esperaba, esto le va a costar más de un grito a Fina, pero está bien, trataremos de solucionar eso también, puedo conseguir que se queden en mi casa y no les cobraré honorarios, pero a cambio “deseo que” se muevan como mujeres mundanas y se conviertan en esclavas sexuales mías, mi presencia junto a ustedes implicará una cierta desesperación por entregarse como hembras y no habrá nada ni nadie que lo impida, -les dije mirando atentamente sus reacciones-.
- Como usted diga Doctor, no tenemos mucha experiencia con hombres, pero trataremos de estar a la altura de las circunstancias, ¿necesita que hagamos algo ahora?, -preguntó la Madre Superiora y se paró para desnudarse ante mi pedido, sin dudas que la “bruja-hija” tenía razón-.
- No, por ahora no harán nada, las voy a llevar a mi casa y se quedarán allí, tengo que decirle a la chica que atiende la casa que no venga hasta nuevo aviso y ustedes se harán cargo de la comida y de mi atención. Yo tengo que atender otras cosas y regresaré a mi casa por la tarde, apenas entré en la vivienda se sacarán los hábitos ante mi presencia, espero que estén depiladas, luego me contarán de su vida sexual y se dedicarán a darme placer sin ningún tipo de tapujos.
- Sí Doctor, será como usted dice, -afirmaron las dos casi al unísono y yo tenía una calentura que volaba-
La llamé a Haydee para decirle que se viniera con nosotros porque luego deberíamos ir a visitar una propiedad y su mirada fue significativa, llegaba el momento de obtener lo que esperaba y con la excitación que yo tenía encima, mi secretaria masticaría la almohada aguantando los vergazos en ese culito desacostumbrado. Como fuere, antes tenía que pasar por el Juzgado que tenía la Causa de la expropiación de los terrenos del convento, unos “deseos” perfectamente dirigidos harían que el Juez que intervenía en la Causa sentenciara en favor de lo que pretendían las monjas. El heredero tendría que aceptarlo porque una apelación le saldría más caro que renunciar a esas tres hectáreas de terreno, claro que tampoco me olvidaría del culo de Fina.
Edith, la venezolana que atendía mi casa no preguntó nada y si le extrañó la presencia de dos monjas no me lo hizo saber, se fue feliz y tranquila para la casa. Haydee esperó en el auto a que les indicara a las religiosas donde había ropa y lo que pudieran necesitar para acicalarse y, eventualmente, cambiarse y me despedí de ella deseándoles que lo pasaran bien, claro que, como andaba bastante acelerado, lo hice comiéndoles las bocas y apretando sus nalgas, su ropa interior me pareció grande y de algodón, pero el morbo de besar y apretar las nalgas de las monjas por sobre su hábito no me lo quitaba nadie, para mejor, desee que se bañaran juntas y se tocaran.
Haydee me miró con deseos indisimulados cuando me acomodé la verga al sentarme en el auto y me dirigí a ella, “espero que estés bien limpita, ahora vamos a ir al Juzgado y luego “deseo” que te conviertas en mi hembra todo terreno, jamás exigirás nada, pero estarás dispuesta a satisfacer a tu macho en lo que quiera”. “Sí Doctor”, -contestó y el temblor y la contracción de todo su cuerpo fue evidente-. No pensé que hubiera sido algún tipo de orgasmo, pero era evidente que las ganas de ser cogida parecían brotarle y eso me ponía a mil. En el Juzgado fue más el tiempo de espera para que el Juez me atendiera y para que mandara a pedir el expediente de la Causa que lo que tardé en “desear” que enfocara su sentencia a hacerle entrega a las monjas del convento de las tres hectáreas de tierra que venían utilizando desde hacía más de diez años, claro que éstas se entregarían con la orden de no innovar y eximiendo a mis clientes del pago de Costas o Gastos del juicio en sí.
Después de esto regresé al auto y le dije a la morocha excitada que llevaba a mi lado que iríamos al semipiso de la Avenida del Libertador. No sé qué le pasaba por la cabeza ni quise preguntarle, pero notaba que estaba inquieta, cruzaba y descruzaba las piernas, se acomodaba apoyando la espalda en el respaldo del asiento y cuando escuché una especie de gemido la miré y noté que una lágrima descendía por su mejilla. De inmediato el “deseo” tuvo que ver con que me contara lo que le estaba sucediendo y se lanzó a hablar…
- Jamás me pasó nada igual Doctor, siento unas ganas enormes de satisfacerlo en lo que sea, pero tengo un pánico enorme, deseo llorar y parece que me faltara el aire.
- ¿Te olvidaste de lo que es estar con un hombre?
- No Doctor, no es eso, tengo mucho miedo de que no quede satisfecho y no llegar a ser la hembra que pretende.
- Te propongo algo, primero hacemos, después hablamos, si te sirve te diré que me gustas mucho.
No supe que más decir, su reacción me había tomado completamente de sorpresa. Estacioné el auto en la cochera subterránea y subimos directamente por el ascensor, al llegar al palier del departamento hice que pasara por delante de mí y la vista de su culo duro y altivo reactivó mis ganas. Ya dentro del departamento me pidió de pasar al baño, “por favor Doctor, estoy empapada desde esta mañana”, -me dijo con cierto rubor-. La tomé de la mano y nos fuimos directamente al dormitorio que tenía el baño en suite. El “deseo” tuvo que ver con que apareciera desnuda y sin ningún tipo de inhibición, yo me saqué la ropa dejándome puesto el bóxer y me acosté mirando hacia la puerta del baño, puse un par de almohadas apoyadas en el respaldo de la cama y allí me recosté, la idea era dejar que Haydee hiciera todo el trabajo y me acaricié la verga imaginando lo que vendría. La morocha secretaria hizo su aparición y tuve que reconocer para mí que Elena estaba mortal y tenía un físico capaz de hacer calentar a las piedras, pero Haydee no le iba en zaga.
- Besame, chupame, ocupate de mí, cogete sola y haceme gozar, soy todo tuyo, -le dije observando que enarbolaba una sonrisa mezclada entre la picardía y el temor-.
- Es la primera vez que haré todo yo, siempre me dejé coger, pero por el bulto que noto, me va a costar bastante, -dijo arrodillándose para sacarme el bóxer-.
La verga saltó como si le hubieran dado un golpe eléctrico y Haydee la tomó en sus manos riendo con evidente nerviosismo, se recostó sobre mi pecho apoyando sus tetas en mi torso y calzó la verga entre sus piernas, había un lago allí y se movió mojando todo el tronco, “la siento enorme y eso que todavía no entró”, -afirmó y me comió la boca dándome un beso de los que “calientan”. Sus tetas estaban rígidas, duras y la areola chiquita no podía disimular la dureza de sus pezones, entonces comenzó a bajar besando todo mi cuerpo, lo que provocó un montón de estremecimientos que la incentivaron.
Su boca resultó “engañadora”, los labios eran llenos, pero normales y, a simple vista, no dejaban entrever su capacidad bucal, eso sólo lo noté cuando comenzó a absorber mi verga usando la lengua en el glande mientras lo tenía en el interior. De alguien había sacado Julito esa capacidad innata para las mamadas apenas si amagó con un par de toses y se la tragó toda apoyando su nariz en mi pelvis, no alcanzaba a tragar toda la saliva que segregaba, pero su cogida bucal me transportaba y le toqué el hombro para que se dedicara a penetrarse pues no quería acabar en su boca. Se arrodilló poniendo sus piernas al costado de mi cuerpo, tomó el tronco con su mano y ubicó el glande en su agujerito empapado, yo veía su piel blanca transpirada y sus tetas que subían y bajaban debido a su respiración agitada, estaba seguro que gozaría su auto penetración y no pensaba moverme pues no quería perderme ninguno de sus gestos cuando el tronco se fuera perdiendo en su entrepierna y, verdaderamente, no me defraudó. Se mordió los labios y ahogó un quejido de dolor cuando el conducto comenzó a dilatarse ante su propio empuje.
Lo hizo despacio, pero no se detuvo, le costaba y yo notaba en la presión de las paredes del ariete que no le era fácil, además abría y cerraba los ojos sintiendo como la verga se hundía en su vagina estrecha, yo aguantaba y Haydee se tomó su tiempo, hasta que se la “tragó” toda y exhaló un suspiro de satisfacción. “Movete tranquila y no contengas tus orgasmos”, -le dije dándole un lugar que nunca había tenido-. Los ojos llenos de lágrimas se iluminaron y sus caderas parecieron adoptar un movimiento independiente. Me apretó las tetillas haciéndole doler y sus músculos vaginales parecían estrujar mi tronco cuando la asaltó el primer orgasmo, “sí, sí, sí”, -gritó sorprendiéndome- y lo que le siguió fue como si se desatara, temblaba, reía, lloraba, contraía todo su cuerpo y los orgasmos se sucedían uno detrás del otro como si fueran pequeños estallidos hasta que se dejó caer sobre mi pecho como si sufriera convulsiones. Me encantó dejarla que gozara de su cogida, me quedaba romperle el culito y no se salvaría de eso, pero también lo haría haciéndola gozar, para aplicar un poco de dureza tenía a disposición los culos de las infieles esposas de Cristo.
Me salí de debajo del cuerpo de Haydee y me puse encima acomodándola en cuatro, ella se dejaba hacer y apoyó los codos sobre la cama a la par que giraba la cabeza y me miraba con cara de ternero degollado, sabía bien lo que se le venía o por lo menos lo imaginaba, pero estaba condicionada para no prohibirme nada y esperó. Su agujerito se notaba bastante cerrado y supe que costaría, pero ya estaba decidido y mientras la penetraba nuevamente por la vagina, me ocupé de dilatar su agujerito con mis pulgares y sus fluidos. “La cola no Doctor, me va a doler muchísimo, su pene es enorme”, -pidió con un hilo de voz-. El chirlo dado con ganas en una de sus nalgas la hizo desistir y escondió la cara en la almohada esperando por la penetración que le haría ver las estrellas.
Ni acusó las tres o cuatro arremetidas en su vagina harto dilatada y se tensó cuando la saqué de allí y apoyé el glande de mi verga en su agujerito casi virgen, sabía que ya no diría nada y comencé a penetrarla. Fui despacio, pero con firmeza y comenzó a emitir quejidos de dolor hasta desembocar en un llanto que no pudo contener. No decía nada, sólo golpeaba la cama con sus puños y hasta a mí me dolía la penetración, ni con el nene me había costado tanto, sus apretones me daban ganas de gritar, la presión era tremenda y gritó fuerte cuando apoyé mi piel en sus nalgas, nada había quedado afuera y mi verga latía en su interior arrancándole quejidos. “Ya está, tu culo me pertenece, serás mi hembra cuando yo lo quiera”, -le dije arrimándome a su oído-. “Sí, Doctor, lo seré siempre, pero no se mueva, me duele mucho y sentí cuando se rompió”, -me contestó quedándose dura-. Me quedé quieto apoyando mi torso en su espalda y mis manos se movieron para apretar sus pezones endurecidos, esto pareció despertarla y amagó con movimientos sutiles de sus caderas.
Esto no lo quise dejar pasar y mis movimientos, al principio sutiles, se incrementaron, salía casi por completo y volvía a penetrarla hasta chocar con sus nalgas, Haydee daba grititos cuando recibía toda mi verga en su culo, pero ya no acusaban tanto dolor, en un momento la saqué por completo y al tratar de meterla la emboqué nuevamente por la vagina que parecía más mojada, esto le provocó un orgasmo que no pudo culminar porque volví a meterla en su culo y ya entró más lubricada y mejor. “Un poco en cada lado Doctor”, -pidió ya un tanto desencajada-. Me venía genial y las cogidas indistintas la hicieron enloquecer, pedía más a los gritos y trataba de levantar el culo para tragarse la mayor cantidad posible de verga. Claro que todos estos movimientos no me servían para aguantarme y el interior de su culo recibió una catarata de leche de macho haciendo que Haydee temblara y rogara con una especie de llanto que no la dejara de coger. Salí de ella dejando que el “plop” se escuchara y su culo abierto me dejó ver un par de rajaduras en las que se notaban finos hilos de sangre. Sin ninguna duda que se lo había roto y me hizo sentir bien, cuidadoso o no, era lo que había venido a buscar, descansé un poco para recuperarme y escuché que mi secretaria se quejaba de los dolores, a la vez que se reía diciendo que nunca se había sentido tan bien cogida…
- Estaré a disposición todas las veces que quiera Doctor, -me dijo con una actitud sumisa y entregada-.
- “Deseo” que no lo olvides nunca, pero también tenés que saber que mi novia está por sobre cualquier persona y vos no serás la única.
- Sí Doctor, eso lo tengo claro, yo no pediré más de lo que me dé.
- Hablando de otras mujeres, hoy la conocí a tu madre, sos muy parecida a ella y también debe hacer rato que no prueba una buena verga.
- Mi mamá recién llegó a los cincuenta, me tuvo de muy joven y creo que desde que falleció mi padre no ha conocido hombre, tiene una buena estructura física, pero está un tanto abandonada.
- Ya me di cuenta de eso y vas a tener que tratar de convencerla para que se empiece a cuidar más.
- ¿Dónde la conoció a mi madre?, ¿no me diga que tiene ganas de romperle la colita como a mí?
- Todo puede ser, ella también tiene derecho a una buena verga, ya me ocuparé de hacer que tenga ganas y, efectivamente, la conocí hoy en casa de tu tía.
- ¿De mi tía?, ¿qué anduvo haciendo por allí?
- Vení, vamos a bañarnos y te cuento, quiero enjabonar y mimar todo tu cuerpo desnudo.
Cuando nos bañábamos y le dije que al salir del departamento tenía que pasar por la oficina del Escribano para efectivizar la cesión de la casa a su nombre, pues yo la había comprado y nadie podría sacarla de allí, se puso a llorar de una manera por demás sentida. Después de eso quería ser cogida nuevamente, tomó mi verga con sus manos y se la volvió a tragar, parecía como loca tratando de demostrar su entrega, pero tuve que hacerla desistir, los culos ocultos detrás de los hábitos negros me estaban esperando.
Al entrar en mi casa, apenas cerré la puerta aparecieron las dos monjas, se las notaba rozagantes y hasta me animaría a decir que sus miradas tenían ciertos visos de picardía. Me saludaron buscando mi boca y noté nuevamente que la Madre Superiora no tenía mucha experiencia con besos, no así Sor Ángeles que incluso gemía al entregarme sus labios y sentir mis manos recorriendo sus nalgas. Las dos se apartaron un poco de mí y procedieron a sacarse el hábito, ver aparecer sus cuerpos desnudos de piel totalmente blanca, me puso a tono enseguida. Les pedí que se dejaran puestas las cofias y noté que la más joven tenía puesto un culotte de color negro y la más veterana una vedettina de color gris, ninguna de las dos usaba sostén y, tal como me había parecido, aunque un poco más flácidas, las tetas de Sor Gabriela llamaban al tacto, “¿qué desea hacernos o que hagamos, Doctor?”, -preguntó la mayor de ellas, evidentemente dispuesta a lo que yo quisiera-.
- Vamos a llevarlo con tranquilidad, primero me voy a preparar unos mates, por lo pronto sáquense la ropa interior y me van a contar sobre su vida sexual anterior y actual, “deseo” que no disimulen o me mientas en nada.
- Comienzo yo Doctor y jamás le mentiríamos a quien es el dueño de nuestros cuerpos, de jovencita, a los diecisiete, tuve un novio que resultó casado, con él perdí la virginidad y me dejó embarazada, mis padres me enviaron a un convento como novicia y allí me inicié. Mi embarazó lo perdí a los tres meses. En ese tiempo tuve sexo con un Cura Confesor que venía dos veces al mes y con una de las monjas más veteranas.
- ¿Te gusta la carne y el pescado?
- Sé lo que quiere decir, pero no me agradaba demasiado, otras veces he tenido sexo con un jardinero que venía al convento, ya falleció y hacía tiempo que no tenía sexo, hasta hoy con Sor Ángeles mientras nos depilábamos para estar presentables para usted.
- Ya me parecía que las miradas de picardía las vendían y vos, Ángeles, ¿cómo la llevás?
- Yo no conozco hombres, pero perdí la virginidad con los dedos de una monja lesbiana que había en el convento en que estaba antes. Trato de orar mucho cuando me vienen las ganas, pero he vuelto a tener sexo con la señora Fina, ella dice que le entró el gusto por las mujeres y una tarde nos entregamos, estuve con ella unas tres veces y hoy a la tarde con Sor Gabriela y me gustó mucho.
- ¿Qué pasa con los chicos que viven en el convento?, -pregunté pensando en que Fina me había hecho caso con el tema de dedicarse a las mujeres-.
- No recibimos chicos grandes, eso lo sabe la gente de los Juzgados, hay once chicos y cuatro chicas, una sola de las chicas tiene doce años, el más chico tiene ocho años.
- Pregunto por si hay problemas de sexo con ellos.
- Tratamos de vigilar eso, pero es difícil saberlo, son todos chicos abusados y rescatados, el lugar tiene muchas habitaciones y un bosque bastante tupido, no podemos saber que hacen ellos cuando no están en la escuela o la huerta.
- A Elvira, la nena de doce años hay que vigilarla porque es bastante “buscona”, la madre era prostituta en un burdel, -opinó Sor Ángeles-.
- ¿Tienen todo lo necesario dentro del predio?
- Sí, tienen clases tres veces por semana y mandan a un maestro o una maestra de la escuela estatal, lo mismo pasa con el muchacho del vivero que viene a dar clases con las huertas.
- ¿Cura no hay?
- Hay uno que viene cada quince días a dar misa y a confesar, pero lo chicos lo toman para el churrete.
Cambié abruptamente de tema, me estaba yendo al carajo con las ideas que se me aparecían, todas tenían que ver con culos, culitos y promiscuidad, preferí seguir tomando mis mates con tranquilidad y las miré bien a las dos monjas, estaban un tanto intranquilas y nerviosas, era lógico, en mi presencia se les despertaban las ganas de tener sexo, hasta podría afirmar que se le notaban los colmillos a cada una de ellas, pero su expectación tenía que ver con que yo no les daba el pie. Sus pezones estaban a punto de reventar y les faltó ponerse a aplaudir y a saltar de alegría cuando me senté en el sofá y dije que me tenían que sacar la ropa, no tardaron nada y se esmeraron en la faena, aunque, llegado el momento de sacarme el bóxer les pedí que se arrodillaran para sacármelo entre las dos.
Jamás me cansaría de ver sus caras de asombro imbuidas de cierto temor cuando veían mi verga por primera vez y en ese momento se le sumaron las exclamaciones de parte de la Hermana Gabriela, “¡Santo Dios, Señor mío!, dame templanza para recibir esta carne que me dará placer”, -dijo mirando mi verga y elevando luego sus ojos al techo-. “¡Virgen de mi alma!, eso no entrará en ninguna parte de mi cuerpo”, -agregó la Hermana Ángeles-. Yo me sentí genial, mi morbo estaba elevadísimo, nunca pensé que tendría a dos monjas a mi disposición para romperlas a gusto. Ninguna de ellas atinaba a nada más que a darle pequeños apretones al tronco y le pedí a Gabriela que se ocupara de mi verga con la boca, ““deseo” que te la tragues toda y no me importa que te atores o te den arcadas”, -le ordené, a la vez que le pedía a Sor Ángeles que se parara sobre el sofá con las piernas abiertas y acercara su entrepierna a mi cara-.
El clítoris erecto de la monja joven quedó justo a la altura de mi boca y mis labios lo absorbieron, Ángeles estaba empapada y comenzó a temblar y a tener contracciones tomándose con las dos manos del respaldo del sofá. Mis dos manos habían aferrado las semiesferas de sus nalgas y mis dedos trataban de inmiscuirse dentro del agujerito cerrado defendido por su esfínter. Sobre mi cabeza tenía las tetas medianas de la Hermana Ángeles y escuchaba sus gemidos de placer por la mamada que le estaba dando a su botoncito de placer, por debajo, no podía verla, pero escuchaba las toses y las arcadas de la hermana Gabriela luchando por tratar de tragarse toda mi verga, imaginé que desde afuera se vería una imagen bizarra e irreal, pero a mí me estaba encantando.
Gabriela no podía con su boca y había recibido un coscorrón porque me había raspado con los dientes, me pidió disculpas exagerando su pedido y sin decirle nada dejó de mamarme, ni tiempo a preguntarle porque enseguida se sentó y con su mano dirigió el glande a su vagina, sentí rápidamente lo estrecho de su cavidad, pero la monja veterana apretó las caderas de su “colega” y ahogó el grito incrustando su boca en el culito de Sor Ángeles, para quien el gozo fue por partida doble y ésta sí gritó cuando la asaltó un buen orgasmo que la dejó un tanto desencajada. Luego de recuperarse, Ángeles salió de su posición y, arrodillándose, se colocó detrás de la Madre Superiora que movía sus caderas después de haberse tragado todo el ariete, poco podía moverme mucho por el peso de Gabriela sobre mis muslos y decidí dejarla hacer a gusto, me besaba y me ponía las tetas en la boca como queriendo hacer todo a la vez, entonces fue cuando sentí los dedos de Ángeles que acariciaban el tronco a través de la membrana que separaba los dos conductos.
“Así Hermana, así, ábrame bien el culo con sus dedos para que nuestro macho pueda entrar en todos nuestros huecos”, -exigió Gabriela antes de entrar en temblores, contracciones y apretones que denunciaron su orgasmo intempestivo y violento que la dejó baldada y laxa sobre mi cuerpo. La mordí, tuve que morderla en su hombro para tratar de aguantarme y que no me llevara con ella en su explosión placentera, de tratar de moverme, ni hablar, sus músculos habían aprisionado el tronco y parecían querer exprimirlo, tuve que esperar a que aflojara toda su contracción y salí de ella dejándola acostada en el sofá. Ángeles no perdió tiempo para meterse mi verga en la boca, pero sólo dejé que la limpiara con saliva y varios lametones, luego tomé su cara y la levanté para besarla y decirle que después la seguiríamos en mi cama. El “polvo” con Haydee había hecho posible mi aguante ante las monjas y al estar sentado no hice mucho desgaste de energías, pero ya estaba oscuro, se imponía cenar y tomarse las cosas con cierta calma, todavía quedaba tiempo para perforar sus culos casi vírgenes y, por si las moscas, en mi botiquín había un par de pastillas que me ayudarían a cumplir con creces.
Se sacaron las cofias y noté que Gabriela tenía el cabello oscuro cortado cortito como varón, en cambio Ángeles tenía una melenita rubia a la altura de los hombros que le quedaba muy bien y la hacía aún más hermosa, aunque con la cofia que resaltaba el óvalo de su rostro y sus ojos celeste no se veía nada mal. La religiosa más joven reaccionó más rápido y dijo que cocinaría algo, pero insistí en pedir la comida porque mientras esperábamos debía ponerlas en conocimiento de lo acontecido en el Juzgado.
“¡Santa Madre de Dios!, tendremos que rezar, mañana, tarde y noche para atemperar el placer de estos pecados de infidelidad”, -expresó Sor Gabriela persignándose-, de todos modos, su sonrisa de picardía y el abrazo que le dio a Sor Ángeles desmentía su supuesta contracción y, por lo que dejaban entrever, se sacarían todas las ganas, algo que a mí no me molestaba en absoluto. Daba gusto verlas a las dos monjas que se paseaban desnudas por la casa, principalmente por la cocina porque se pusieron a preparar la mesa acomodando platos y cubiertos, “a uno no le costaría nada acostumbrarse a esta casa lujosa y a moverse con esta libertad que normalmente no tenemos”, -afirmó Ángeles mirando hacia el parque por los ventanales que dejaban ver los edificios de alto completamente iluminados-. “Ya lo creo, voy a extrañar estos días”, -afirmó Gabriela-.
- ¿Qué les pasa, les anda fallando la vocación?
- No, para nada, pero ya no es lo que era, hay demasiadas tentaciones dando vueltas, a nosotras nos tendrían que dejar quince días de vacaciones donde nos pudiéramos comportar como mujeres mundanas, -acotó Gabriela-.
- Muchas saldrían a “revolear la chancleta”, jajaja.
- No necesariamente, no todo es sexo, ir a una playa, mostrarse como mujeres comunes, no sé, lo espiritual no tiene que llevarse mal con lo mundanal, aunque reconozco que el morbo tiene aristas raras, ahora mismo se me ocurre pensar que estará pasando detrás de todas esas ventanas iluminadas.
- Puede pasar lo que se les ocurra, lo que es difícil es que haya dos monjas desnudas deseosas de sexo, jajaja.
- Ves, hasta hablar con esa libertad sin cánones prefijados vendría bien y ¿por qué no?, mostrarse desnudas a la luz de la luna.
- Jajaja, si quieren salir al parque apaguen todas las luces interiores y exteriores, hay demasiados ojos en esas ventanas que gozarían de su desnudez.
- ¿De verdad, podemos?, -preguntó Ángeles interesada en el tema-.
- La noche está bastante templada, déjenme que apago las luces, pero no se quejen si las penetro sobre las reposeras.
- Jajaja, te tomamos la palabra…
En realidad, fue algo que no pude hacer porque sonó el timbre, era el muchacho del delívery y tuve que ponerme una bata para atenderlo, tardé buscando cambio para abonarle el servicio y cuando regresé a la cocina las vi moviéndose desnudas iluminadas por apenas unos rayos de luna en cuarto creciente, estaban descalzas y reían, no sé si rezando, pero elevaban las manos al cielo y cuchicheaban señalando hacia algunas ventanas, me hizo bien verlas así y mi morbo no decaía, la excitación se les notaba a ambas. Me acerqué a Gabriela y la apoyé desde atrás haciéndole sentir mi verga en sus nalgas, la besé en el cuello y apreté sus tetas con una de mis manos diciéndole: “Mejor vamos a comer, mi verga tiene ganas de estar dentro de sus culitos y no sé si podré contenerla”, -le dije mientras mi otra mano aferraba las nalgas más chicas de Ángeles-, ambas suspiraron y echaron sus culitos hacia mí, “las dos tenemos muchas ganas de que nos rompas todos nuestros huecos, lloraremos y gritaremos, pero nuestros cuerpos te pertenecen, somos tus putas monjas, jajaja”, -agregó la más joven apretando el tronco ya erecto.
El aroma a hembra excitada parecía extenderse en el tranquilo sosiego del parque, pero las tomé de las manos y me las llevé para adentro. Pronto sirvieron todo y nos pusimos a cenar, abundaron los mimos, caricias y besos, fue una cena plagada de intenciones non santas y para el momento del café hablé con las dos…
- Quiero que sepan que hoy hablé con el Juez que entiende en la Causa, creo que mañana dictará sentencia en favor de no innovar con las tierras que reclaman, el inmueble y la extensión de tierras pasará a nombre del convento y no creo que haya ningún tipo de reclamo por esto.
- ¡Ohh, Cristo santo!, nuestros ruegos fueron escuchados, Fina nos iluminó mandándonos a verte.
- Ni me la nombren a esa putita, ya me encargaré de ella cuando, mañana o pasado regresemos al pueblo.
- Me dijo que tenía un amante más joven, ¿sos vos?, -preguntó Ángeles-.
- Así es, a la muy putita le encanta gritar como descosida cuando siente que mi verga le abre el culo, pero no hablemos más, vamos a la cama.
Se pararon como si tuvieran resortes y salieron disparadas para la habitación, yo las seguí y previendo que la noche sería dura, me metí en el baño y me zampé una “pastillita”, iba a necesitar una erección constante y las dos monjitas echarían humo por sus agujeritos. Se habían vuelto a poner las cofias, giraban la cabeza para mirarme y me esperaban arrodilladas en el borde de la cama moviendo sus nalgas expectantes, mis manos no daban abasto para ponerles lubricante y mandarles dedos a sus culitos cerrados. “Ocupate de Gabriela”, -le dije a Ángeles y pronto estuvo acomodada entre sus piernas para darle la mamada de su vida-. Claro que esto sólo lo pudo hacer cuando se calmó después de los gritos que dejó escapar cuando mi verga se internó en su conchita apretada y estrecha. Gabriela le mantenía la cabeza entre las piernas y yo machacaba entrando y saliendo de su conducto que, por fin, había conocido hombre.
El orgasmo fue violento, sus temblores no cesaban y se escuchaban sus llantos, aunque no era sólo dolor, Gabriela se tapaba la cabeza con una almohada para no gritar también como desaforada por las sensaciones que experimentaba y cambié de lugar. Me dolió a mí cuando el ariete se impuso abriendo sus tripas, pero no tuve contemplaciones y no esperé, no bien llegué a topar con sus nalgas me seguí moviendo entrando y saliendo con un ritmo que la jovencita no podía seguir. Lloraba abiertamente y cuando podía zafar de su boca ocupada pedía por Cristo y no sé porque otros Santo. “¡Me duela Cristo, me duele!, tengo el culito todo rajado”, -gritaba desesperada, pero Gabriela se ocupaba de no dejarla salir y mi cuerpo sobre el de ella no la dejaba moverse-. Tuvo un poco de paz cuando salí de su culo y volví a enfundar mi verga en su vagina hirviendo, me moví hasta que se notó que gestaba otro orgasmo y en mitad del mismo, regresé al fondo de sus tripas, lo hice así varias veces y comenzó a moverse con algo de normalidad aceptando esa especie de violación.
Yo también grité cuando le llené las tripas de leche y quedó sentida y laxa con medio cuerpo sobre Gabriela que la apartó con algo de apuro para poder recibir lo suyo. Sólo me bastó subir a la cama y levanté las piernas de la Madre Superiora para que el ariete buscara por si sólo el agujerito palpitante, tampoco le tuve contemplaciones, eran “mis putas” y usaría sus agujeritos sin pedir permiso. La “veterana” gritó y lloró cuando me iba metiendo en ella, las lágrimas mojaban los costados de su cofia, pero tenía resto como para empujar sus nalgas como exigiendo un poco más y le di lo más que podía. Aparecieron Santos que ni conocía, los llamaba como desesperada, pero pedía más y sus nalgas más mullidas recibían al ariete que ya era dueño y señor de sus intimidades. El orgasmo fue anal y ni ella pensó que ocurriría y, en lugar de cortarse, se incentivó cuando cambié de orificio e hice chocar el glande contra su útero. “Cogeme, cogeme, dame más fuerte, rompeme toda, siempre serás mi macho”, -decía completamente sacada- y yo no sentía ganas de terminar.
Extendió las piernas y quedó con los brazos y las piernas abiertas en cruz, pero Ángeles comenzaba a recuperarse y la acomodé para que adoptara la misma posición, sólo atinó a abrazar mi espalda cuando entré y salí de sus agujeros y la volví a coger con ganas. Mis piernas y mis brazos me dolían al latir, el gasto de energía se hacía sentir y la saqué dejando sus huecos dilatados para subir y llegar hasta su boca, no me importó que se atorara y tosiera, mi verga llegó a su garganta y la llené haciendo que mi leche se escapara de sus orificios nasales. Aún me quedó un poco de resto para hacer lo mismo con Gabriela, aunque ésta acomodó mejor su boca, aun así, no hubo arcada que valiera, apenas fueron gotas, pero las dejé en el fondo de su garganta. Sus huecos echaban humo, aunque yo no estaba muy católico que digamos y me dejé caer sobre las sábanas notando como se acurrucaban ambas entre mis brazos, sólo recuerdo que me desperté a la madrugada para taparnos con una sábana y seguí durmiendo.
Me despertaron las risas y el sonido del agua de la ducha, pero no daba para acompañarlas, las religiosas se aprovecharían de mi libido renovada, pero mi verga no estaba para demasiados “jueguitos”, había sido algo mortífero y no me cabían dudas de que había abierto, dilatado, roto y disfrutado de todos sus huecos, me había sentido muy bien con la “batalla sexual”, pero necesitaba de descanso y cremas suavizantes para el ariete irritado. Me metí en otro baño y cuando salí ya tenían el desayuno preparado, mate, café con leche y tostadas venían más que bien. Me dieron los buenos días con sendos besos de lengua y como en un acto reflejo llevé mis manos a sus entrepiernas, las dos dieron un salto hacia atrás y largaron la carcajada diciendo que estaban en carne viva, “nos diste las cogidas de nuestras vidas y queremos más, pero ahora es imposible”, -acotó Gabriela acariciando mi verga morcillona-. “Va a ser dramático hacer las oraciones mientras nos acordamos de todo esto”, -afirmó Ángeles mordiéndose los labios con cara de diablesa bien cogida-.
Me fui a cambiar riéndome de sus comentarios y llamó Haydee, avisando que me querían ver del Juzgado por el tema de la Causa del convento. La saludé mandándole un beso, otra que estaba eufórica y pasó a contarme rápido que ya tenía la casa a su nombre, “mi madre está en el aire y ya la mandé a un Salón de Belleza, dice que se cuidará como nunca”, -expresó y me iba a contar más, pero la corté, le avisé que iría al Juzgado y acorde a lo que me dijeran, llevaría de regreso a las monjas hasta mi pueblo. No bien corté la comunicación con Haydee recordé a Elena y la llamé, “si mi cielo, vos dirás”, -dijo después de saludarme-. Hubiera los culos y las tetas que fueran revoloteando a mi alrededor, Elena siempre estaba por sobre cualquiera y ya había pasado el rato de enojo. Le avisé que muy probablemente viajaría un par de días a mi pueblo por el tema de las tierras de un convento, le solicité que se moviera con normalidad, le pedí que no volviera a hacerme enojar y me lo aseguró mandando saludos además para mi familia. Me iba a contar algo relacionado con su padre y le pedí que lo habláramos cuando regresara.
En ese rato las monjitas se habían cambiado y de “putitas desorejadas” volvieron a verse como dos sumisas, inocentes y calladas “esposas del Señor” dispuestas a aceptar la sentencia del Juez de la Causa. En el Juzgado, además de la sentencia dictada, también nos encontramos con el heredero de las tierras en cuestión, el caso es que, “deseo” mediante y ante el Juez, renunció a efectuar cualquier tipo de reclamo a posteriori de la sentencia original. Las dos monjitas estaban tremendas y me pidieron regresar a casa por si había quedado algo sin “explorar”.
Me tenté, juro que me tenté, pero yo estaba seguro de cómo saldrían las cosas en el Juzgado y ya habíamos cargado las cosas en el auto, compramos un par de hamburguesas que sirvieron de almuerzo y emprendimos el viaje. Se divirtieron contando lo que habían sentido, se reían por los dolores que aún sentían, dijeron que comprarían consoladores grandes para recordarme cuando no estuviera cerca, me preguntaron si la cogería a Fina junto con ellas, en definitiva, estaban sacadas y deseosas de verga como nunca. Les recalqué que no quería hombres compartiendo sus camas y me lo aseguraron con firmeza, “lástima que las otras dos hermanas son más grandes y gordas, sino haríamos camas redondas, jajaja”, -acotó Gabriela que parecía la más desatada de las dos-.
Ante esto que me dijo se me ocurrió pensar en mi madre y en mi hermana, las dos sabían de relaciones entre mujeres y si llegaran a gustarse a mí no me molestaría, de hecho, pasé por mi casa paterna antes de llevar a las monjas. Mi madre me recibió a los gritos y noté que estaba muy bien arreglada, de entrecasa, pero sus nalgas apretadas se hacían notar debajo de su jeans elastizado y sus tetas destacaban en su remera tipo suéter, saludó a las monjas y le pedí que me acompañara hasta el convento. Pronto estuvo lista y me contó que estaba sola porque Clarisa se había ido de campamento con Cynthia.
- Mejor mami, en cuanto regresemos voy a abrirte el culo como te gusta, le dije esperando la reacción de las monjas-.
- ¿Con tu madre también?, -preguntó Sor Ángeles mirándola sorprendida-.
- Si, de hecho “deseo” que se lleven bien entre ustedes y después la sumaremos a Fina, no será cama redonda, pero ustedes podrán gozar recordándome.
- ¡Por Dios!, que morbo me da viéndolas vestidas de monjas, -acotó mi madre y se pasó al asiento trasero-.
Tuve que pedirles que tuvieran un poco de cordura porque no les daban las manos y las bocas para comerse a besos mientras el auto circulaba por la ruta. Me hicieron caso un poco antes de llegar al convento, las monjas insistieron en que bajáramos a recorrer el lugar, pero desistimos de la idea, aun me quedaba tiempo para “hacerle la cola” a mi mamá antes de que regresara mi padre a casa y ella lo sabía. Quedamos en regresar al otro día con más tiempo y, de paso, le pedí a Gabriela que hiciera un listado de las necesidades que tenían con los chicos y con el caserón que los cobijaba. Se me había ocurrido que camas nuevas, ropa de cama, lavadora automática, cocina industrial y alguna otra cosa les vendría muy bien a todos, el fondo de ayuda social que tenía determinado en las empresas de Graciela y los que pudieran aportar las empresas de Elena serían “chauchas” deducibles de impuestos como donaciones y a ellos les vendría de parabienes. Las monjas se quedaron saludando con las manos desde la puerta y mi madre, ayudada por los cristales oscuros del auto, se lanzó a tratar de liberar la “carne” que deseaba.
- Despacio mami, las dos monjitas se mostraron muy putitas, pero tenían bastante cerrados sus agujeritos y quedé todo irritado.
- Pobrecitas, me imagino los gritos que habrán dado cuando la verga de “mi nene” las rompía, deben haber quedado a la miseria, pero ahora le toca a mami, yo te voy a tratar con cariño, jajaja.
- ¿pasó algo con Fina?
- Estuvimos juntas un par de veces y estuvo bueno, pero no hubo más oportunidades, ahora entiendo en que aprovechaba sus tardes con el tema del convento.
- Las está ayudando mucho, pero creo que sólo anda con Sor Ángeles y muy de vez en cuando, habrá que recordarle lo que se siente andar con el culo abierto.
- Yo usé el strapón con ella y dice que no lo aguanta, aunque no creo que a vos se te resista, tu “carne” es especial, jajaja.
Cuando llegamos a la casa, cerró todo, dijo de prepararme unos mates y sin que se lo pidiera comenzó a sacarse la ropa, se fue a la cocina moviendo el culito y mi verga comenzó a reaccionar bastante bien, la cremita había dado resultado y me saqué la ropa dejando a mano el tubito del lubricante anal. El “pijazo” con todo el ariete suficientemente lubricado fue sobre la mesa de la cocina, me acerqué por detrás y le apreté las tetas, ella sola se estiró apoyándose sobre la mesa y con la cara sobre ésta se abrió las nalgas con sus dos manos y esperó. Había algo a lo que le había tomado el gusto y eso era entrar despacio en el hermoso culo de mi madre, ver como el asterisco fruncido se abría y se tragaba todo el tronco era impagable, a eso tenía que agregarle la mezcla excitante de sus exclamaciones de dolor-placer pidiendo que le “hiciera la cola” sin dejar nada afuera. Pasar las manos por sus caderas y nalgas mientras el émbolo entraba y salía provocando estremecimientos y temblores en todo su cuerpo, estaba más allá de mi lógica, era algo visceral que tenía que ver con mi propia esencia emparentada con la autora de mis días.
Su orgasmo fue tremendo y sus músculos me estrujaron el miembro como si fuera un pedazo de trapo, tuve que aguantar el grito de satisfacción cuando le llené las tripas y me fue expulsando de a poco mientras me hacía sentir pequeños apretones. Su cara resplandecía cuando se giró y me limpió con una toallita húmeda, “creo que voy a llegar a ser una vieja decrépita y seguiré necesitando de tu verga en mi culito”, -afirmó luego de besarme con ganas-. Ella no lo sabía, pero así me lo habían vaticinado “las tías” y, mientras el cuerpo aguantara… Tomé luego unos mates con mi madre y la llamé a Fina, se puso contenta con mi llamado y comenzó a explicarme que me había mandado a dos monjas de un convento de la zona…
No la dejé terminar, ni le pregunté por las hijas, le recordé mis “deseos” incrustados en su psiquis y de inmediato me pidió estar conmigo, desistí de esa idea y le dije que nos veríamos al día siguiente en las instalaciones del convento, ““deseo” que aparezcas predispuesta a todo y con la colita reluciente”, el gemido derivado de su placer escuchado del otro lado del teléfono fue respuesta suficiente. Le pedí a mi madre que se cambiara y fuimos a buscar a mi padre al negocio, me recibió con algarabía, estuvimos un rato allí hablando de la marcha de todo y decidimos ir a cenar a la parrilla. Estaba de nuevo en mi pueblo, serían sólo un par de días, pero estando allí era como si todo volviera a sus fuentes y observando a las mujeres del lugar y a algunos chicos que cenaban con sus acomodados padres, Estancieros o Comerciantes de la zona, me comenzaban a aparecer los colmillos.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
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