EL PODER DE LOS DESEOS. (5).
Primero fue mi hermana, luego mi madre y las “junto”, el Médico nos da una alegría, repetimos con ellas y quedamos más que satisfechos. La cena en la parrilla me da la oportunidad de ganar unos buenos primeros Pesos usando mis conocimientos de Abogado y mis “deseos”, además de algo más..
MADRE Y HERMANA – BENEFICIO ESPURIO. (5).
- No puede ser, nunca me pasó algo igual, tuve como mil orgasmos, debo tener la boca agrandada, tu verga es sensacional, ponémela, aunque me duela, -dijo girando excitada-, se puso de frente y se sentó sobre la verga que comenzaba a acamarse-.
- Ya te dije que no, no quiero romperte, anda a lavarte y decile a mamá que venga, que quiero hablar con ella, -salió de la habitación y, antes de entrar al baño, le avisó a Clara que viniera a verme-.
- ¿Qué necesitás mi cielo?, -preguntó mi madre entrando al cuarto en ropa interior y sin asombrarse por mi desnudez-.
- Espero que hacer de fisgona te haya resultado placentero, ahora sentate a mi lado y escuchame bien, deseo que seas mi amante cuando yo quiera, dónde quiera, como quiera y con quién quiera, que te olvides de ese “machito” que tenés y a partir de ahora el único hombre que estará en tu cabeza seré yo, además que sepas que sos merecedora de un castigo por lo que le hiciste a papá.
- Si mi cielo, igual todavía no me acosté con ese hombre, Clarisa te debe haber contado lo que pasó, de todos modos, ¿cómo me querés castigar?
- ¡Todavía las pelotas!, tampoco lo harás con ningún otro y harás lo que sea para complacer a papá, además serás mi esclava sumisa y guay de que te escuché quejarte o decir algo en contrario, ¿te gustó mi verga?
- Sí hijo, me encantó, la veo enorme, pero tentadora, a mí también me vas a romper toda cuando la tenga adentro.
- Ya veo que escuchaste cuando se lo dije a mi hermana, pero con vos no voy a tener contemplaciones.
- Si Gustavo, como gustes, -me dijo y su mano se movió como por inercia para apoyarse sobre mi verga semi dormida-.
- Ahora no tenemos tiempo porque debemos almorzar, igual imaginala cuando busque de meterse en todos tus huecos, -no me contestó nada, pero un estremecimiento de placer le recorrió todo el cuerpo y sus pezones parecieron a punto de estallar-.
Salió de la habitación haciendo notar que sus nalgas separadas por la tira de la tanga eran aún muy atractivas y me puse a pensar en lo que tenía que “desear” con mi padre. Por lo pronto tenía que lograr que cambiara su actitud, que le pusiera buena onda a la vida y a sus cosas sin estar pendiente, arruinado y decaído por el problema que tenía. Además, que volviera a funcionar como hombre prestándole mayores atenciones a mi madre, su problema no tenía que ver con una disfunción sexual, sin dudas que era por una dejadez generalizada producto también del miedo a morir joven.
El almuerzo fue genial, las milanesas con jamón y gratinadas con queso eran una delicia que me habían gustado desde que las recordaba, eran, desde siempre, el premio a un buen comportamiento y las buenas notas, obviamente, me fascinaba comerlas. Además de eso, tener a dos mujeres hermosas moviéndose con las nalgas y las tetas casi al aire y dedicadas a atenderme a cuerpo de rey era imposible de pensarlo o narrarlo con las mismas vivencias.
Finalmente, casi una hora antes de que le hicieran el estudio a mi padre pude quedarme a solas con él en su habitación y le mandé todos mis deseos, salían uno atrás del otro como trompada de loco y la sonrisa, buena onda que mostró con todos y actitud positiva que demostró al ingresar en una camilla al cuarto dónde le harían el examen, me corroboró la aceptación de los mismos. Todos supimos que saldría bien librado de eso.
Al irnos para la Sala de Espera me encontré con el otro problema a resolver en el acto. Se había aparecido en la clínica el tal Darío y ni siquiera dejé que se acercara a mi madre que, dicho sea de paso, lo ignoró, me presenté con él diciéndole que deseaba ir a tomar un café a solas para conversar cosas del negocio. Merced al deseo expreso para que no reaccionara mal y que me escuchara atentamente, le desgrané todo lo que deseaba y en menos de veinte minutos se fue de la clínica sin decir ni “pio”. En menos de una hora estaba subiendo a un micro que lo llevaría a la ciudad y de allí tomaría otro micro con destino a no menos de 500 kilómetros del pueblo, había vendido la camioneta en una agencia de autos usados y transferido el importe de esta venta y el 50% del saldo de su cuenta de ahorros, en carácter de devolución, a la cuenta de Banco de la Ferretería. Se llevó un par de maletas y abandonó el departamento que alquilaba para no regresar jamás, claro que, si lo hacía, el accidente auto provocado sería mortal.
Regresé al lado de mi madre y de mi hermana sintiéndome muy bien, era evidente que practicar “el Poder de los Deseos” era algo que me gratificaba y no me importaba en absoluto a quien se perjudicaba con esto, me había hecho a la idea de que la mayoría obtenía placeres que tenían que ver con la aplicación de estos y los que no y debían sufrir las consecuencias era porque lo merecían. Mi madre ni siquiera preguntó por el tal Darío, Clarisa mucho menos, ya le tocaría a Raúl, el hijo del “Cholo”.
Me hice a la idea de que mantendría las cosas así, aunque que tuviera que viajar cada dos semanas a mi pueblo para “refrescar” los deseos necesarios o agregar otros. Teníamos allí como dos horas de espera y les dije a mi madre y a mi hermana de salir a dar una vuelta por el pueblo porque hacía tiempo que no caminaba por sus calles. En realidad, lo primero que quería hacer era pasar por la Ferretería, había que cambiar al Encargado y Don Pedro, el primer empleado que había comenzado allí con mi padre aún trabajaba en el lugar.
Don Pedro no era un hombre muy mayor, yo lo veía así desde chico, pero tenía unos cincuenta y tres años y se alegró mucho en verme entrar al lugar custodiado por mi madre y mi hermana tomándome de cada brazo. Después de los afectuosos saludos y de ver que el negocio se había extendido en tamaño y en cantidad de mercaderías anexando algunas maquinarias agrícolas chicas, nos fuimos todos a las oficinas privadas del actual Encargado. Ninguna medida se tomaría sin la anuencia de mi padre o mi madre y Don Pedro quedó encantado con su nuevo puesto, lógicamente, el tal Darío siguió sin aparecer ni siquiera en las conversaciones.
Luego dimos varias vueltas, nos sentamos a tomar un regio cortado, saludé a algunos conocidos y mandé a mi madre a la farmacia a comprar algo que iba a necesitar, después nos tocó retornar a la clínica, lo hicimos apurados porque se nos había pasado el tiempo y el médico nos estaba esperando con una enorme sonrisa. Estaba contento y sorprendido porque los estudios habían salido bien y había mejorías que no se esperaban. Yo no sabía si habían tenido que ver, pero, en silencio, le agradecí a “las brujas”, aunque seguía sin conocer sus nombres. El médico nos dijo que era preferible que pasara las dos próximas noches allí para darle de alta el domingo a la tarde en que él estaría de guardia.
Se me hizo que era para sumar días y horas a la factura de la internación, pero no me hice problemas, yo lo pasaría de diez con las dos hembras incestuosas que tenía a mis costados. Regresamos a la casa en el auto y mi madre preguntó si ellas conocerían a mi novia. “Hijo, Elena es una mujer hermosísima”, -opinó ante la vista de la foto que les mostré-. “Parece una diosa nórdica de esas de las películas”, -acotó Clarisa con admiración-. “Estar a la par de ella nos hará sentir como pueblerinas, pero si es tu mujer será una hija más”, -agregó convencida-.
Guardé el auto en el garaje y ya dentro de la casa le pedí a mamá que me hiciera unos mates y a mi hermana que cerrara las puertas y corriera las cortinas, fue escuchar eso y mi madre se comenzó a sacar la ropa, quedó sólo con los zapatos de taco y las medias apretadas en lo alto de sus muslos, su sostén de encaje negro y su culotte, me agradó notar que me miraba con deseo al acomodar su ropa sobre una silla. Mi hermana, luego de cerrar todo, se paró a mi lado y comenzó a hacer lo mismo, con ella fue distinto porque tenía pantalones, pero se los sacó rápido y volvió a calzarse las zapatillas con taco de yute, la camisa también desapareció y quedó con el sostén que poco podía contener de sus tetas llenas y su tanga, aunque éstas de color celeste.
Clara se apuró para poner el agua a calentar y regresó rápido al living mientras Clarisa trataba de sacarme el pantalón, terminaron de hacerlo entre las dos, arrodilladas y mirándose con picardías al descubrir el bulto que marcaba el bóxer, pero evitando el roce de sus pieles. La pendeja siguió sola sacándome el bóxer, yo la ayudé levantando las nalgas del sillón de un sólo cuerpo que usaba siempre mi padre. Observé que la cara y la mirada de mi madre me calentaba horrores y la levanté tirándole del cabello para, por primera vez, “comerle” la boca con placer y urgencias. Tal como debía ser, su boca de labios llenos respondió con las mismas ganas y urgencias o más, emitió un gemido de placer cuando mi lengua la invadió y eso se convirtió en una batalla de salivas y lenguas. Clarisa no había perdido el tiempo, yo sentía que su boca trataba de tragarse la mayor porción de verga posible, retrocediendo a veces por la tos y las arcadas, pero reanudando sus intentos.
Como si experimentara una regresión dejé las tetas de mi mamá al descubierto y se las chupé al igual que sus pezones con desesperación, aún estaban firmes y duras ayudadas por la excitación y sus pezones, más grandes que los de Clarisa, me demostraron que, con los dientes y apenas mordiéndolos le alcanzaba para provocarle un orgasmo que no esperó. “Cogeme hijo, cogeme por dónde quieras”, -me pidió con urgencias mientras temblaba como poseída-, pero le dije que no. “A vos te toca esta noche, andá a preparar los mates, primero me tengo que ocupar de mi hermana”, -casi llora ante mis palabras por la calentura que la dominaba, pero no dijo nada y se fue para la cocina-. Mi hermana me había baboseado toda la entrepierna y le pedí que respirara por la nariz, me hizo una señal moviendo la cabeza, entonces mis manos en su cabeza haciendo presión y mi pelvis empujando, clavaron mi verga en su garganta traspasándola.
Se desesperó para tratar de salirse y sólo dejé que retrocediera un poco, tanto como para tomar aire y volver a intentar, varias veces le hice lo mismo hasta que noté que las manos ya no ejercían la misma presión y ella sola era la que se tragaba todo hasta que su nariz se aplastaba en mi pelvis. Mi madre apareció con las tetas al aire mostrándomelas con cierto orgullo y aún con el culotte puesto y las medias, traía el mate en una mano y me dijo que lo probara para ver si estaba bien.
Yo no quería terminar y me moví para que Clarisa dejara lo que hacía, la felicité porque me había mamado como a mí me gustaba y su sonrisa se hizo plena mientras se sacaba con la mano las lágrimas que le habían caído en las mejillas. Clara, con los ojos brillantes de deseo, me pidió que le enseñara a ella también, dije que lo haría en la noche, pero que después de tomar unos mates le tocaría a Clarisa y en su propia cama, “las dos se han estado mostrando muy putas y veremos si se aguantan la verga de un verdadero macho”, no dijeron nada, sólo bajaron sus ojos y yo me sentía como si fuera un Emperador.
Los mates estuvieron riquísimos, parecía ser cierto que lo que hacía y nos daba mamá en la casa, era siempre lo mejor y más rico. En esa charla que tuvimos con mi hermana todavía sentada a mis pies y mi madre en el apoyabrazos del sillón con uno de mis brazos rodeando su cintura, salió a relucir el tema del colegio de Clarisa y sus notas, pues bien, levantaría todas sus notas, saldría una sola vez por semana sin excederse, sin compartir con hombres y ayudaría a mamá en la casa y a papá en el negocio, aunque más no sea acompañándolo cuando iba. Aclaré que eran mis deseos y claro… ¿quién podría ignorarlos?…
Después de la ronda de mates y de las conversaciones le pedí a mamá el tubo de lubricante que había comprado en la Farmacia y les dije de ir al cuarto de mi hermana. La sola vista de sus nalgas mostrándose al caminar delante de mí me provocó una erección, eran dos hermosas mujeres que incentivaban la libido y a eso se le sumaba el morbo incestuoso por ser mi madre y mi hermana pequeña. Parados los tres en medio de la habitación me saqué el gusto de abrazar a mi hermanita y “comerle” la boca al igual que lo había hecho con mi madre, respondió enseguida de buena gana, pero noté que los labios de mi madre me gustaban más y tenía más experiencia para los besos, igual no escatimé lengua. Clara había quedado apartada y nos miraba sin moverse, en principio no lo había pensado, más no me jodía que lo hicieran, total en dos semanas olvidarían todo y yo se los haría recordar o no, entonces le hice señas para que la abrazara a la hija.
Sus alturas eran similares y pronto comenzó a besar la nuca y el cuello de Clarisa provocando gemidos que subían y bajaban en intensidad. Yo seguía con los besos y cuando quise tocarles las tetas me encontré con las manos de mi madre que amasaban y apretaban los pezones y la masa de esas ubres juveniles, entonces opté por jugar con su clítoris. La muy “putita” reaccionó con el primer orgasmo y fue bastante agitado, tal que tuve que mantenerla parada tomándola de la cintura porque sus piernas se aflojaron.
La poca ropa interior que tenían desapareció y Clarisa subió a la cama poniéndose en cuatro, su culito en primer plano me resultaba precioso y antes de los dedos embadurnados con el gel, mi lengua se ocupó de su agujerito. Clara continuaba mirando porque no tenía incorporado los tríos ni compartir con otra mujer, pero obedeció rápido cuando le dije que no la dejara gritar y que se sentara con las piernas abiertas delante de su cara, claro que supo enseguida lo que debía hacer y tomó la cabeza de Clarisa con sus dos manos mientras yo tenía ya tres dedos dentro de su culo y los movía a buen ritmo.
Finalmente, con el glande y el tronco de mi verga debidamente lubricado, lo apoyé en su hueco que parecía llamarme. No hizo ningún intento de resistirse cuando el glande comenzó a entrar, pero por grosor del tronco se le hizo más difícil y se olvidó un poco de los deseos de aguantar. Se movía la hija y emitía quejidos tratando de zafar y se esforzaba la madre para que no despegara la boca de su vagina, a la par que emitía gemidos y cerraba sus ojos por lo que pudiera estar provocando la hija con la boca. Clarisa se desesperaba y no la calmé ni dándole un regio chirlo en la nalga, lo que me obligó a actuar distinto y empujé con ganas. Soldé mi pelvis a sus nalgas provocando un delicioso sonido y me quedé quieto notando que ya no se movía, desmayada no estaba porque parecía sollozar y no me importó mucho, comencé a moverme despacio para coger ese culo a gusto.
- Me duele Gustavo, no te imaginás como me duele, no seas malo sacala, sacala, -decía moviendo su cara y tragando los mocos que provocaba su llanto-.
- ¿Aguántala hermana, ¿no es que la putita sabía?, no voy a sacarla, te lo pienso romper, ambos lados te voy a romper, ¿querías mi verga?, pues bien, tratá de gozarla, -le dije mirando a Clara que no hacía ningún gesto, pero que quería seguir gozando de lo suyo-.
- Pedile que no sea cruel mamá, me está rompiendo toda, -le pedía a nuestra madre sin dejar de llorisquear, pero…-
- Aguantá hija, aguantá, él es nuestro hombre y estamos para complacerlo, -le dijo acariciando su cabello-.
- Ya lo sé mamá, pero me duele mucho, su pija es enorme, -dijo, aunque noté que trataba de relajarse y seguí-
Los movimientos entrando y saliendo con ritmo dieron resultado y al poco rato Clarisa movía sus caderas y trataba de parar el culito para que ingresara más carne en su conducto. Yo quería aguantar para cambiar de orificio cuando estuviera teniendo un buen orgasmo pues esa toma de posesión sería dura y sin escalas. Mi hermanita ya alternaba sus pedidos de más con las lamidas y los besos a la concha de su madre haciéndola delirar a ésta también y explotó en un orgasmo tremendo ahogando el grito de placer en la entrepierna de Clara, ese fue el momento.
Mi lubricación sobraba, la de ella natural ayudaba y el glande marcó el camino de esa desfloración. El himen lo sentí, pero fue como dar un manotazo a una tela de araña, ya no bastó la entrepierna y Clara manoteó la almohada para ponerla sobre la cabeza de su hija, yo me arrepentí enseguida del “pijazo”, la verga no entró toda y el glande chocó contra su útero provocándonos un dolor compartido, traté de aguantar porque tenía que seguir, pero fui modificando el ritmo en las entradas y salidas haciendo que Clarisa comenzara a sentir el placer de la cogida.
Miraba entrar y salir mi verga de su vagina y el lubricante se juntaba con un poco de sangre, pero ya la recibía distinto, se movía para atrás y para adelante tratando de acoplarse, hasta que entró en la sucesión de pequeños orgasmos que ya me había sabido brindar haciendo un “69” y aguanté un poco más redoblando su placer. Mi hermana había dejado de mamarla a la madre y ésta estaba apoyada en el respaldo de la cama, sus ojos estaban abiertos mirando sin ver, los cabellos caían desordenados y su cara se notaba desencajada, era evidente que los orgasmos y el placer la habían superado.
Quería terminar, pero no le había preguntado si se cuidaba y hasta del culo podría chorrear semen, no fuera a ser cosa que… así que, a punto de explotar la saqué y le regué toda la espalda y parte de la cabeza, hasta mi madre recibió algo en su barbilla y su cuello, había sido una descarga tremenda para un “polvo completo” también tremendo. El peso de mi cuerpo hizo que las rodillas se Clarisa se vencieran y se dejó caer exhalando una especie de suspiro aunado con un gemido y allí quedó, laxa y desencajada, pero muy bien cogida.
Mi madre abrió los ojos y le dije que me daría una ducha en el baño chico, que ella se llevara a Clarisa y que se bañaran juntas, sólo asintió moviendo la cabeza. El baño con agua tibia y luego más caliente me reanimó completamente, me puse un bóxer nuevo que saqué del bolso que había traído y la ayudé a mi madre a llevarla a mi hermana al baño, estaban las dos destruidas y eso me ponía bien. Me fui a servir algo de beber y vibró mi celular, era Elena y atendí sabiendo la noticia que me iba a dar.
- Hola rubia preciosa y divina, justo te estaba por llamar, el examen salió mejor de lo esperado y parece que la enfermedad está controlada, ¿cómo estás?
- Bien mi cielo, bien, extrañándote, te llamé para averiguar de tu padre, para decirte que lo de mi padre también resultó fantástico, está esperando nietos, jajaja, pero… también hay otra noticia nada feliz o sí, no sé.
- Dale contame, estoy como Adán el día de la madre, no sé qué decir…
- Se suicidó “el cuervo”, fue ayer en la tarde luego de que habíamos cerrado el Estudio.
- ¡¿Qué decís?!, ¡¿me estás jodiendo?!
- No vida, es verdad, estuvo todo el día como loco, se tomó casi una botella de whisky, le gritó varias veces a Agatha, nadie quería ni pasar cerca de su oficina, estaba insoportable, a la hora de irnos se quedó sólo en la oficina, subió a la terraza y se tiró del décimo piso, te imaginás que…
- Sí, sí me imagino, -dije al sentarme porque se me aflojaron las piernas, mi deseo se había cumplido al pie de la letra-. ¿Dejó una nota o algo explicando porque lo hacía?
- Nada, nadie sabe nada, a todos nosotros nos avisó el viejito de la Seguridad interna, él fue quien le dio la llave de la terraza, sólo le dijo que tenía que hacer algo, ¿quién se iba a imaginar que…?
- Pará, no entiendo, ¿por qué el de Seguridad le entregó la llave de la terraza a él?
- Bueno, es lógico, “el cuervo” era el Encargado y, aunque hay oficinas alquiladas, todo el edificio es del Estudio, bueno, creo que de la mujer de él.
- ¿Intervino la policía?
- Sí, pero nadie nos molestó, parece que tomarán las declaraciones el lunes, aunque es sólo para corroborar que estaba alterado por algo, ni Agatha sabe nada.
- Bueno vida, te agradezco el llamado, supongo que tendré que llamar a la esposa.
- Creo que sí, se adelantaron todos tus tiempos.
- Ya veremos, “del dicho al hecho…”, igual tengo que llamarla, te hablo mañana y te cuento. Besos, te quiero.
Me tuve que servir otro trago y me volví a sentar, me encontré haciendo esfuerzos por apartar de mi cabeza la noticia que me había dado Elena, no podía ni debía afectarme, además como me había dicho mi novia, se me aceleraban todos los tiempos, primero preferí calmarme, luego le hablaría a Graciela, claro está, sólo para preguntarle como estaba, otra cosa más que hablar y escucharla no podía hacer, menos que menos hablar de los planes que ella tenía y yo aceptaba.
La entrada al living de mi madre y mi hermana me hizo cambiar el chip y les pregunté cómo se sentían. Clarisa se sentó en mis piernas, me besó dándome un “piquito” y me dijo que estaba genial, que hasta se sentía más mujer, “esa verga tuya, por lo grande y por como la usás, es mágica, me dolió y duele todo, pero gocé como nunca y mamá tiene una conchita deliciosa, jajaja”, -agregó mirándola a Clara que se ruborizó-. Mi madre me miró y me preguntó que me pasaba, hembra caliente, putita y con ganas de verga no le hacían olvidar que era madre y me notó raro. Les conté la noticia que me había dado Elena y ambas me preguntaron si me iba a volver.
- No nada que ver, deseo que mamá nos invité a comer afuera y cuando volvamos vos te vas a ir a dormir toda la noche, mamá y yo tenemos que “conversar”, jajaja, le dije a mi hermana mientras acariciaba el culo desnudo de mi madre-.
- ¿O sea?, le vas a dar una cogida tremenda hasta que le salga humo del culito, me parece bien y lo de irme a dormir también, yo no me podría ni mover.
- ¡Nena, ¿qué decís?!
- Mami, nuestro macho dijo, “sin remilgos” y estoy segura que te cogerá con muchas ganas, además nadie se tiene que enterar de lo que hacemos y cuando papi vuelva a casa y se vaya al trabajo nos daremos con todo. Voy a comprar dos de esos consoladores con correas y ya veremos cuanto te quejás.
- Jajaja, estás tremenda hermanita, ¿estás segura que tenés sólo quince años?
- Sí y me descubrí muy puta Gus, pero sólo con vos y con mami, voy a pedir uno con tus medidas para que mi culito se acostumbre y cuando vengas todo será goce, jajaja.
No nos quedó más que reírnos, pero en el ínterin ninguna mano se quedaba quieta. Finalmente, mi madre dijo de cambiarnos para irnos a cenar a la parrilla del pueblo y la idea me encantó, tenía muchas ganas de comer carne a la parrilla. En el pueblo había un restaurant y una parrilla, ambos estaban bien puestos y con el suficiente buen gusto y elegancia pues la gente que concurría a almorzar y cenar allí pertenecían a lo que podríamos llamar “la elite” de la Localidad.
Solían llegar a comer clientes que no eran habitués, pero la gran mayoría eran los comerciantes encumbrados y ganaderos o productores de la zona, mucho más un sábado por la noche que se tomaban para distenderse del trabajo de toda la semana. A nosotros nos conocían todos en el pueblo, pues, además de la antigüedad en él, una Ferretería en esos lugares es un lugar obligado para comprar desde tachuelas a maquinarias. Mis dos acompañantes estaban de jeans, camisa y campera, pero brillaban desde su interior, índice evidente, por lo menos para mí, de lo bien cogidas que se sentían.
Llegar a la mesa libre que encontramos fue una labor que le cupo a mi hermana porque a mi madre la pararon en todas las mesas para preguntarle por la salud de mi padre y otros tantos lo hicieron conmigo para saludarme pues muchos eran padres de compañeros de escuela, incluso varios y varias de ellos se levantaron para darme un abrazo y preguntar por mis estudios. El más ostentoso fue el dueño de la Estancia más grande de la zona que se paró frente a mí y no me dejó avanzar. El hombre era un gringo grandote de unos cincuenta años, no era más alto que yo, pero el abrazo que me dio casi me parte al medio…
- ¡Gusto en verte Gustavito!, ¿ya sos un Doctor?, me dijo tu padre que estabas en las últimas materias.
- ¿Cómo está Don Cosme?, -le pregunté y saludé a su esposa y a sus dos hijas, una que había sido compañera mía y la otra que era compañera de Clarisa-. Estamos ahí, ya casi la tenemos en el bolsillo, creo que en seis meses podremos festejar.
- Vengan, vengan, cenen con nosotros, ¡ehh, Luis el Doctor, Clara y Clarisa cenan con nosotros!, -le gritó al dueño de la parrilla y éste acercó rápido una mesa para adosarla a la que estaba servida y no daba para despreciar o negarse-. Contame muchacho, ¿cómo van las cosas por la Ciudad capital?, vas a tener que venirte a ejercer en el Pueblo, el Doctor xxxx agarró un puesto en la Política y nos dejó sin Abogados, de hecho, ando con algunos problemitas y no tengo quien los atienda.
- Difícil que eso se pueda dar Don Cosme, estoy bien posicionado en el Estudio XXXXX y cuando me reciba me pienso seguir moviendo allí, es mi mejor posibilidad.
- Ahh, muchacho, ese Estudio es bien reconocido, pero tendría que vender el campo para que tomen mi caso, jajaja.
- No es tan así, pero no le van a prometer lo que no puedan cumplir y no le sacarán dinero “por las dudas”.
- Gustavo, igual, aunque no tengas el Título, podrías tomarte un tiempo y venir hasta casa para charlar de este problema, -expresó la mujer a la que llamábamos “Fina”, por Josefina-.
Las miré a las tres, estaban como para romperlas de a una o todas juntas, las tres eran morochas, altas, de cabellos largos y ojos verdes, si había algo que no le faltaba a ninguna eran precisamente tetas. Yo había andado a los “piquitos” con la hija mayor cuando éramos compañeros en la Secundaria, pero siempre se mostró como una frígida inalcanzable y la madre era una MILF en toda regla, siempre bien vestida y de punta en blanco era la culpable de muchas pajas juveniles. La “veterana”, cercana a los cincuenta, mantenía su físico trabajado en gimnasio y tenía una particularidad que muchas mujeres no tienen, te calentaba con las miradas y los tonos de voz, además ella lo sabía bien.
- Pensaba irme mañana apenas después del mediodía, apenas le dieran de alta a mi padre y andaría muy justo de tiempo, le dije recordando que no había hablado por teléfono con Graciela-.
- Dale muchacho, haceme ese favor, apenas le den de alta a tu padre, pasá por casa, te cuento rápido y vemos si en el Estudio hay posibilidades de tomar mi caso.
- Bueno, está bien, ¿al mediodía les parece bien?, acabo de recordar que nos dijeron que le darían el alta a la tardecita.
- Sí, muchacho, está muy bien, sí, venite a almorzar, ustedes también, vengan a respirar un poco de aire puro de campo, -dijo hablándole a mi madre y a mi hermana-.
Clarisa hablaba con su compañera de estudios, aunque, por las risas, estaba seguro que no hablaban de estudios precisamente, mi madre dijo que iríamos y yo notaba las miradas de la MILF y de la hija mayor pensando en que me hubiese gustado poder leer la mente pues se me hacía que esas dos me querrían desnudo y atado en una cama. Las “miraditas” las noté en toda la cena, pero sabían muy bien como disimular. Finalmente, muy bien comidos y después de pasar una linda noche, regresamos a la casa. Mi hermana nos saludó con un beso en los labios a cada uno y dijo que no la despertarían ni a cañonazos, mi madre se fue para el baño y yo tomé el celular para llamarla a la flamante viuda, a Graciela, luego de ver que todas las noticias hablaban del suicidio de un prestigioso Abogado.
- Graciela, cielo, estuve completamente descolgado de todo con lo de mi padre y recién ahora veo esta noticia en la tele, disculpá si no te llamé antes, ¿cómo están vos y Gabriel?
- Hola Gustavo, gracias por llamar, me hacía falta escucharte, pero no quise llamarte porque imaginé que andarías de un lado para el otro con lo tuyo. Estamos bien, el nene lo lleva muy bien, no tenía muchos acercamientos con el padre y yo, bueno, aunque suene mala, me siento liberada.
- Te entiendo preciosa, no sé qué decir, ¿se sabe por qué fue?, es decir, vos ni siquiera habían hablado de divorcio.
- Nadie tiene ni la más remota idea, estuvo la policía y ellos tampoco saben nada, claro que tampoco dije nada del tema del divorcio porque si lo hago se agarrarán de eso. El caso es que el cuerpo me lo entregan recién el lunes en la noche y sí o sí tengo que hacer un velatorio, familia no hay, pero me lo pidieron del Círculo de Abogados y, aunque sé que es todo un circo, no me puedo negar.
- A mi padre le dan de alta el lunes a la mañana, apenas esté en la casa yo salgo para allá, a menos que me necesites antes, -sabiendo sus tiempos para el velatorio, un día más me venía de perillas-.
- No cariño, quedate tranquilo y volvé despacio, eso sí, anda pensando que el miércoles no tenemos que sentar para solucionar todo lo del Estudio.
- Contá conmigo y no dudes en llamarme si me necesitás para algo.
“¡¡¡Sí, sí, sí!!!”, -grité y me estiré en el sillón levantando los brazos después de cortar la comunicación-. “Parece que tuviste buenas noticias, ¿querés que te sirva algo de beber?”, -preguntó mi madre apareciendo calzada con zapatos de tacos y vistiendo un camisón cortito y transparente que dejaba ver la desnudez de su cuerpo sin ropa interior. Le conté que había hablado con la viuda del Abogado y me había ofrecido encargarme del Estudio y que ella se haría cargo de las firmas de los Casos que se tuvieran que atender. Se puso muy contenta con esto, me alcanzó el vaso con la bebida y me besó usando un poco de lengua.
- Bebé, si no querés no importa, yo aguanto, pero, ¿te puedo pedir algo primero?
- Si mamá, decime lo que tenés en mente.
- ¿Me podés hacer el amor?, después cogeme y usame como quieras, pero primero me gustaría que me amaras y me hicieras sentir muy mujer.
- Es precisamente lo que estaba pensando, se me ocurrió apenas te vi con ese camisón.
- Es nuevo, lo compré para tu padre, pero no lo usé nunca, ¿te gusto así?
- No sólo me gustás, me calentás de un modo que no puedo explicar, vamos al dormitorio.
La abracé cuando me paré y ella recostó su cabeza en mi pecho, al caminar no me pude resistir, mi mano bajó a acariciar sus nalgas y el suspiro en conjunto con su gemido cuando se las apreté casi me hace acabar, “mirá lo que logra mi putita mamá”, -le dije acomodándome la verga-. “Yo estoy toda mojada y creo que me baja hasta los tobillos, jamás me pasó igual”, -me respondió con una sonrisa-. Parados al costado de la cama se empeñó en desnudarme y la dejé sintiendo escalofríos cada vez que me tocaban sus manos.
Besaba la piel de mi pecho y se acuclilló cuando me bajó el pantalón junto con el bóxer, me verga se irguió erecta y palpitante y la tomó cariñosamente con su mano, “besame profundo hijo, no sabés lo que siento al tener tu pija en mi mano”, -dijo incorporándose-. La besé profundo usando mis labios y toda mi lengua, ella devolvía el beso con gemidos que le nacían desde muy adentro haciendo que mis manos se desesperaran acariciando y apretando sus nalgas.
Jamás soltó mi verga a la que apretaba sin causarme dolor, ni siquiera cuando la arrimé a la cama y se sentó para luego estirar su espalda en ella. De sus labios pasé a su cuello y me quedé un largo rato degustando sus tetas endurecidas mientras sus temblores y estremecimientos no se podían disimular, se contrajo toda cuando pasé por su vientre con mi lengua y gimió alto cuando arrimé mi boca a su vagina anegada. Su aroma era delicioso y sentí que era para quedarse a vivir allí, lamiendo y degustando sus líquidos.
La absorción de su clítoris, más desarrollado que el de Clarisa, le provocó un orgasmo tremendo y, sin dejarlo de chupar, mis dedos se aventuraron en sus huecos que me los apretaban en contracciones seriadas. La mamada y los dedos le provocaron otro orgasmo tan bueno o mejor que el anterior que me obligó a tragar sus jugos tratando de que nada se escapara, entonces, con una vocecita suave me pidió: “Subí hijo, subí y cogeme”.
Mi verga estaba muy de acuerdo con su pedido y levanté sus piernas poniéndolas a los costados de mi cuerpo, el glande encontró rápido el camino resbaladizo y comencé a entrar despacio para poder disfrutar de sus pliegues y de la apertura de sus carnes. “¡Ayyy, por Dios!, ¡ayyy, por Dios! seguí no te detengas, con tu padre nunca sentí esto, me estás partiendo, toda, toda, metela toda”, -decía enfervorizada, sorprendida y con algo de dolor al que el placer dejaba de lado-.
Sus manos aferraban mi espalda y hundía sus dedos como si fueran garras mientras yo la perforaba hasta que las pieles se juntaron y no perdió tiempo en ningún acostumbramiento porque comenzó a moverse tratando de aplicar su propio ritmo, en instantes el ritmo estuvo acoplado en los dos y la cogida fue de antología. Había entrado toda, más no se podía, pero mi madre pedía más verga, “meteme más, cogeme más profundo, esto es el cielo, hijo de mi vida, llenale la concha de leche a tu madre”, -pedía entre orgasmo y orgasmo-.
No sabía si mi madre aún era fértil, pero poco me importó, las estocadas eran cada vez más profundas y la verga se había hinchado, no aguanté más y millones de posibles hijos-hermanos salieron disparados hacia su útero provocando un orgasmo en mi madre que me asustó, sus convulsiones eran tremendas, al igual que sus temblores, de su boca se escapaba un hilo de baba y sus músculos íntimos me apretaban como nunca, hasta que sola se fue calmando sin que me moviera un ápice de su interior.
Quedó baldada y con el poco de resto me acariciaba la cara mirándome con amor, las lágrimas le rodaban hacia las orejas, pero su imagen, por lo menos para mí, era celestial. “Gracias hijo, gracias, yo sabía que alguna vez en mi vida sentiría lo que es tocar el cielo, dejame que te limpie”, -para esto salió de su posición y se tragó toda mi verga usando la lengua y los labios para dejarla reluciente-. El morbo era total, la libido estaba “pun para arriba” y tuvo que sacarla de su boca porque crecía demasiado para su cavidad, “para la cola tengo el gel, quiero que me la rompas”, -pidió desatada y completamente emputecida como si estuviera totalmente recuperada-.
Uno, dos y tres dedos entraron lo más profundo que podía ayudados por el gel y por la posición en cuatro que había adoptado y, aunque entré despacio, gritó a más no poder pegando su boca a la almohada y luego, ¡a la mierda con las contemplaciones!, la rotura de su cola semi virgen, según dijo, fue apoteótica.
Hubo tiempo para recuperarse estirados, abrazados y tomando una copa que había ido a servir, “todavía te siento adentro de mi culo y quisiera tenerla siempre ahí”, -me dijo acariciando mi verga semi dormida y a mí me encantaba esa entrega-. Ya en el baño, agarrada a las canillas de la ducha y mordiendo un toallón, se agachó para volverla a sentir en sus entrañas, “ese culo será siempre sólo para mí”, -le dije pegándole un buen chirlo en las nalgas, mientras mi verga estaba enterrada en sus tripas y casi se me desmaya por el orgasmo repentino que le siguió a mi acabada-. Quedamos para el arrastre y apenas pudimos secarnos, dos minutos después dormíamos, desnudos, calefaccionados y usando toda la cama. “Despertá hermano, mamá está en el baño y ya tengo el desayuno listo”, -me dijo Clarisa y se metió el morcillón a la boca-. Estaba desnuda y el gesto me encantó, pero todavía no estaba para más “guiso” y me dejó para irse riendo y moviendo sus nalgas duras. Desayunamos con café con leche y tostadas y quedamos en cambiarnos para irnos al campo de Don Cosme.
- ¿Me pareció a mí o Fina te miraba mostrando los colmillos?, -preguntó mi madre cuando nos cambiábamos-.
- No me di cuenta, pero, ¿te parece?, igual está para hacerle varios favores, -claro que le había visto las miradas de interés, pero…–.
- Bueno, tiene su fama en el pueblo, aunque es muy discreta, pero no contés con mami para que te ayude, estoy saturada de carne en barra, jajaja, feliz por completo y muy satisfecha, jajaja.
- Parece que esta mañana estás contenta, me alegro haber ayudado a eso. La que no me pareció muy contenta es Mora, está mejor que nunca, pero, no sé, como que le falta algo…
- Una buena verga le hace falta, estuvo juntada con un muchacho de la ciudad vecina por algo así como seis meses y un buen día el tipo se mandó a mudar, según las chusmas del pueblo, era gay y nunca le sirvió de mucho, si supiera lo que vos tenés, se muere, jajaja.
- Veo que están de mucha joda y ya que están hablando de esas mujeres, te cuento que Cynthia, mi compañera me dijo que si te agarraba a solas te haría pedir por mamá, jajaja, si supiera de tu verga y como la usás, ¡pobre Cynthia!, una buena “cepillada” y se mete a monja porque no encontrará una mejor, -dijo Clarisa apareciendo de improviso, ya cambiada y desternillándose de la risa-.
- Están terribles, desatadas y muy “putitas” mis mujeres, mejor nos vamos tranquilos y trataré de portarme bien.
Don Cosme, su mujer y sus hijas vivían en una casa enorme rodeada de parques, árboles, plantas y flores, las enormes arcadas y la gran galería de la casa daban a entender que había sido un Casco de Estancia reacondicionado a lo moderno. Había que recorrer unos cien metros desde la ruta hasta la casa y éste era un hermoso camino con cipreses a los costados que lo convertían en una postal. Ya frente a la casa se podían ver a unos ciento cincuenta metros los corrales, las mangas y los caminos para que entraran los camiones para el traslado de la hacienda en pie. Nos recibió Don Cosme con su esposa Fina y su hija Mora al frente de la casa, “Cynthia te espera en su habitación”, -le dijeron a Clarisa y nos dejó solos-. Nos invitaron a pasar al living calefaccionado y nos ofrecieron un aperitivo que aceptamos con gusto.
- Creía recordar muy bien su casa porque vine más de una vez, pero está mucho más bonita de lo que recordaba y se respira un aire tranquilo y sosegado en derredor, tenía razón con lo de “aire puro de campo”.
- Nos costó bastante reacondicionarla, pero ya está a nuestro gusto, -opinó Fina, orgullosa de su casa-.
- ¿Me pareció a mí o tienen una hermosa pileta en el costado dónde estaba la parrilla?
- La parrilla sigue estando, de hecho, están haciendo un buen costillar de novillo ahora y la pileta la mandamos a hacer hace unos dos años, lástima que no es tiempo para usarla, pero mantenemos siempre el agua lista, -afirmó Don Cosme-.
- Vamos a tener que venir en verano para disfrutar y recorrer, pero, ya que estamos, ¿por qué no charlamos de lo que nos interesa?, -le dije a Don Cosme y miré de paso a la mujer-.
- Vení muchacho, vamos a pasar a mi privado y desde ya a mi casa pueden venir cuando quieran, da gusto tener amigos así, -afirmó mirando a la hija mayor y se me hizo que andaba de “Celestino”–.
Resultó que hacía cosa de unos diez años, el “veterano” anduvo retozando con una jovencita que vivía en la ciudad cabecera del Partido, Fina se había enterado y para no tirar todo el matrimonio a la mierda lo había perdonado (claro que no había que dejar los intereses de lado de parte de Fina porque supe también que, aun con dos hijas grandes, no estaban casados legalmente). El caso es que Don Cosme había largado todo aquello, pero, ahora la mujer había aparecido diciendo que tenía un hijo de él que tenía nueve años y exigía el reconocimiento, manutenciones atrasadas y gastos por daños y perjuicios, una millonada de dinero.
- Con el apellido, llegado el caso, deberá compartir todos los bienes con sus hijas. Si se comprueba con ADN que es hijo suyo, no hay Juez que dicte algo a su favor. Sus ingresos anuales registrados en el Fisco, seguramente rondan los treinta millones, pedirían un 30% de eso y multiplicado por nueve años de la existencia del chico implicaría una cuenta cercana a los cincuenta millones o más.
- Sí, sí, no me lo digas muchacho, alguna idea tengo y es, es tremendo, debería vender la Estancia.
- Usted me preguntó y yo estoy obligado a decirlo. Cualquier Abogado le cobrará un 20% sobre la suma que tiene que defender, si es un Estudio Jurídico como en el que yo trabajo, ese porcentaje sería mayor, además hay que tener en cuenta que, con un ADN en contra tendrá que hacerse cargo de los gastos del juicio y de los honorarios de los Abogados de la otra parte, algo que triplicaría el monto original. Decididamente es una fortuna, ¿qué es lo que usted pretende que yo haga?
- No sé, no sé, buscar una manera de tener que pagar menos y eliminar lo del apellido, mi mujer y mis hijas están que trinan.
- La única manera que se me ocurre es ofrecerle una buena cantidad de, por lo menos el 10% de lo que pueda salir todo el juicio y hacerle firmar un convenio en que reconozca que se equivocó, que estuvo con otros hombres en esa fecha y no sabe quién puede ser el padre, que no desea hacer ningún reclamo, que no está segura, que recibe determinada cantidad para desistir de todo reclamo y retira el patrocinio de su Abogado actual.
- Yo tengo unos cinco millones en efectivo para darle… ¿Eso se puede hacer? ¿Y si la mujer inicia el juicio igual?
- En principio, me está jodiendo, ellos deben saber que el reclamo ronda los cien millones o más, si le ofrece sólo un 5% somos candidatos al fracaso total, no se puede ofrecer nada sin tener un resto, además, si sale bien, recuerde que lo mío no es gratis. Por lo demás que me preguntó, sí, un convenio de esa naturaleza es algo casi normal y teniendo eso ella no podrá iniciar ningún juicio, eso sí, jamás podrá usted consentir ninguna prueba de ADN porque el reclamo del apellido no prescribe.
- ¡Ahh, mierda, serían como diez millones y el 20% de lo tuyo!, es un montón de dinero, además deberé consultarlo con Fina y Mora que son las que más me aprietan.
- Llámelas, yo les explico, luego ustedes deciden, aún hay tiempo porque no deben haber presentado ninguna demanda esperando llegar a un arreglo.
Se fue a buscar a la mujer y a la hija y pensé que, si tenía el dinero, ese mismo domingo podría ir a ver a la mujer y “desear” que firmara todo, aun con testigos firmando el convenio y, seguramente, regresaría a la ciudad con una buena cantidad, producto de mi primer “trabajo” como Abogado. Por los convenios ni me hacía problemas, en mi tablet tenía un montón de convenios “bases”, sólo había que adaptarlos y hacerle llenar los datos a la mujer con su puño y letra, lo mismo a los que firmaran como testigos.
Don Cosme regresó con su hija Mora y con Fina, me dijo que en una media hora comeríamos y pidió que les explicara a las dos mujeres lo que había hablado con él, “yo voy a contar lo que tengo en la caja fuerte y ya veremos”, -me dijo con actitud de destrucción total-. “¿Ahora vas a contar el dinero?”, -le preguntó Fina de malos modos-. “Fina, se lo dije yo, tengo la idea de ir a ver la mujer y hablarle sin que esté su Abogado presente, es la única oportunidad que tenemos”, -le aclaré y algo se calmó-.
Le expliqué a las mujeres acorde a las cuentas que había hecho y a Fina se le caían las lágrimas, “todo por una pelotudez y no saberse cuidar”, -decía-. Mora trataba de ser más pausada y tranquila con sus preguntas, pero también se la notaba en tensión. Yo miraba a una y a otra guardándome ciertos resquemores y fantasías que me rondaban por la cabeza. Los resquemores eran hacía Mora, anduve mucho tiempo caliente detrás de ella cuando éramos pendejos de Secundaria y, hablando en criollo, siempre se “había cagado en mí y en mis ganas”, jugaba al gato y al ratón haciéndome notar, más de una vez, que ella estaba en otro nivel.
Con la madre, con Fina, era distinto, iba seguido a la casa por Mora, con el pretexto de ayudarla con los estudios a fin de poder tener algo con la “niña cheta” y siempre me había tenido caliente con su físico imponente, con su voz sugestiva y con sus miradas que te calentaban a más no poder, ni contar de sus tetas y de su culo parado, enfundado siempre en esos pantalones ajustados que lograban que más de una paja cayeran pensando en ella dejando a la hija de lado. Ante la pregunta de qué era lo que se podría hacer, le conté de mis intenciones para ir a hablar con la mujer y me tomó de la mano…
- ¡Ayyy Gustavo!, ojalá puedas hacer algo para convencerla, el dinero importa, pero el tema del apellido el terrible, eso destruirá a mi familia, te quedaríamos debiendo mucho más que los honorarios, -dijo usando la voz “convencedora”, aunque ahora era yo quien estaba en otro nivel-.
- Todo tiene solución Fina, hay que saber dónde aprieta el zapato, yo deseo que ambas me presten atención y me obedezcan en todo los que les pida, vos Mora, anda a controlar que tu padre no vuelva rápido, -no tardó en salir mientras la madre me miraba esperando-. Vos Fina te vas a venir conmigo a ver a la mujer y a darle el dinero que quiere, cuando terminemos con eso y estemos solos en el auto, deseo que tu nivel de calentura ascienda muchísimo y me ruegues que te lleve a un hotel para que te rompa ese hermoso culo que tenés, además te aguantarás dolores pidiendo que te coja por todos lados.
- Sí Gustavo, como gustes, será como querés, -contestó tranquila y a mí se me paró la verga al instante-.
- Andá a ver cuánto dinero pudo juntar tu marido y decile a Mora que venga, que luego no entre nadie aquí, -se fue mansa y no la quise ni tocar, ya me sacaría las ganas con ella, al poco rato entró Mora-.
- Decime Gustavo, ¿qué necesitás?, yo te obedezco en todo lo que me pidas, pero ya está la comida servida.
- Me dijeron que te casaste con un gay y nunca te cogió bien, ¿es verdad?
- Sí, fue un fracaso total, me equivoqué mucho con él y…
- No, no me cuentes más, quiero que veas y toques la verga que te perdiste por no haberme dado bola, yo regreso en dos semanas y te voy a coger como nunca, deseo que pienses en ello y te mantengas caliente pensando únicamente en su grosor, -de inmediato saqué mi verga al aire y abrió los ojos asombrada cuando la tomó con las manos y se fue acuclillando como en cámara lenta como para chuparla, pero no la dejé.
- Por favor Gustavo, dejame un poco.
- No, vamos a comer, yo regreso en dos semanas, esperame.
El asado estuvo riquísimo, en un aparte Don Cosme me dijo que había podido juntar ocho millones y le dije que era mejor que él no viniera conmigo, pero, para su seguridad, iría con Fina, “espero que podamos lograr algo con la mujer, yo creo que algo bueno podemos sacar de allí, máxime sabiendo que no está el Abogado querellante presente”, -le dije sembrando una pequeña luz de esperanza y me agradeció efusivamente-.
Luego del asado, usé nuevamente el privado de Don Cosme para hacer un convenio relacionado con todo lo que me había explicado, quedó bien y no dejaba resquicios para que se pudiera iniciar un nuevo juicio a posteriori, imprimí tres copias y regresé a la mesa a tomar el café. Después de esto, mi madre y mi hermana dijeron de irse para saber cómo estaba mi padre en la Clínica, para averiguar cómo estaba todo y si le daban el alta, le expliqué que yo no la acompañaría y me dijo que no importaba, ella usaría su auto.
Nos fuimos todos juntos y Fina llevaba el bolso con los ocho millones que le había dado el marido, dejé a mi madre y a mi hermana en la casa y me fui a la ciudad Cabecera del Partido, Fina ya sabía dónde quedaba la casa de la mujer y era en un barrio de las afueras. La morocha quedó en el auto y entré yo solo a la casa, el ambiente era paupérrimo, la miré bien a la supuesta demandante, tenía unos treinta años y no entendí que mierda le había visto Don Cosme para acostarse con ella, yo no la hubiera tocado ni con un palo, “puede que hace diez años estuviese bien”, -pensé para mí-.
Se juntaron dos de sus hermanos con sus respectivas esposas y se notó enseguida que eran ellos lo que incentivaban todo, pero a mí no me importaba cuantos hubiera porque mi primer deseo tenía que ver con evitar algún tipo de violencia o falta de atención a lo que yo hablaba. Podía haberla dejado en pelotas y guardarme los ocho millones, pero el lugar y la traza de todos daba verdadera pena y les dejé cinco millones pidiéndole que se cuidara de dárselo a los hermanos. El caso es que, a los veinte minutos salí de allí con las dos copias del convenio firmadas por ella y cuatro testigos, dejé el resto en el baúl y le di a Fina el bolso vacío junto al convenio firmado, una copia me la guardé yo. Arranqué el auto para alejarme rápido de ese lugar deprimente y luego de haber andado unos quinientos metros…
En actitud felina, Fina se acercó a mí, me tocó la pierna moviendo la mano para poder tocar mi bulto y me dijo: “Estoy muy caliente Gustavo, tengo ganas de que me lleves a un hotel y me hagas la cola, rompela si querés y todo lo demás también, prometo que no me voy a quejar de nada”. Eso, dicho con esa voz tan particular que siempre me había calentado y las caricias a mi verga ya erecta, aventaron, por si cabían, cualquier duda.
Al coche nadie lo conocía, los vidrios estaban polarizados y el motel de la ruta que estaba cerca de la entrada del pueblo nos recibió con los brazos abiertos. Yo conducía y Fina ronroneaba mientras pretendía aflojar el cinturón del pantalón haciéndome sentir como un pendejo de quince años que va a debutar con la “veterana” de sus sueños, la calentura y el miedo a fracasar o hacer un pobre papel se peleaban en mi cabeza, pero, claro, en definitiva, sabía claramente que podría con esto. Por morbo nomás, esperando una suma de historias eróticas, le pregunté a Josefina cuantas veces lo había corneado a Cosme y con quienes pues sabía que no me mentiría.
- Una sola vez y fue cuando me enteré de su infidelidad con esta mujer que fuimos a ver hace un rato, lo hice con un Acopiador que pasó unos días en nuestra casa y antes de irse tuvimos una escapada, lo hicimos en su coche y te diría que fue un fracaso, quedé tan mal que pensé que entre eso y que mi marido me metía los cuernos con una empleada de la limpieza, era yo quien no servía como mujer.
- ¿Entonces, tu fama de come-hombres es puro cuento?
- Recuperé la autoestima, me puse bien y utilicé muchas veces el coqueteo, el filtreo y alimenté algunas calenturas con hombres, fundamentalmente con los chicos amigos de Mora, pero nada pasó de ahí, me acostaba sólo con mi marido y él no es de muchos “chiches”, así que espero no defraudarte.
- Te prometo que no lo harás, yo deseo que te muestres suelta, decidida e incansable pues todo lo que se haga en una cama debe ser placentero.
- Así será, tengo muchas ganas de no defraudarte. Siempre te miré con mucho cariño y me mostraba cuando venías a casa, no sé, creo que ya desde ese entonces me calentabas la cabeza y otras cosas, jajaja, pero, creí que vos tenías relaciones con Mora, hasta le daba consejos de cómo cuidarse, jajaja.
- Tu hija se comportó conmigo como una “calientapollas” como dirían los españoles, mucho muestrario de escote, shorcitos cortos en el verano y caricias mínimas, los besos eran sólo “piquitos” y las manos debían permanecer en mis bolsillos, jajaja, mis “pajas” de adolescente eran por la madre.
- ¡Gustavo, sos terrible!… Todo lo tuyo con ella lo supe cuando te fuiste a estudiar a la capital, lloró mucho por eso y se arrepintió bastante, yo creo que fue por eso que se metió con “ese” que resultó un bueno para nada.
- Desgraciadamente para ella, ya no tiene oportunidades, lo que tengo entre las piernas será para la madre, aunque siempre podremos salir a tomar algo cuando regrese al pueblo.
- Le vendría bien alguna “alegría”, ya me voy a enterar, pero, una consulta, ¿me parece a mí o lo que tenés entre las piernas es como para dar un poco de “miedito”.
- Se hace respetar, pero yo deseo que para vos sea la verga más linda y deseada del mundo.
Su mirada me seguía calentando a más no poder y los ojos le brillaban por lo que descubriría debajo de mi ropa, ya habíamos llegado al motel y cuando estacioné el auto en la cochera y ella ascendió las escaleras caminando delante de mí, se me hizo que su culo era lo mejor que me tocaría, besar y penetrar en este fin de semana. Sabía que no era tan así porque el de mi hermana y el de mi madre eran culos espectaculares, pero se me antojaba así al mirar el movimiento de las nalgas de Doña Fina.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
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